CAPÍTULO 16: Una plaga del ministerio

3 de setiembre, miércoles

Habían pasado solo dos días desde que empezaron las clases de nuevo y Harry ya quería morir. Podía escuchar los susurros de algunos alumnos, hablaban de por qué había "dejado" algunas asignaturas o del pobre Cedric, al quien nadie había visto desde el desastre donde se convirtió en squib por culpa de Crouch Jr. A Harry poco le importaban la mayoría de ellos, pero pronto tendrían de algo de lo que hablar que mereciera la pena, se dijo, y él dejaría de sentir esa estúpida sensación de culpabilidad por no hacer nada por el mundo mágico en lugar de quejarse.

Además de los murmullos, notó la persistente mirada de varias personas en su nuca. Una de ellas era de Dumbledore, a quien sus padrinos le habían denegado Grimmauld Place para su orden de incompetentes, y quién había intentado alertar al mundo mágico mediante el periódico del regreso de Voldemort usando su nombre. Antes de que fuera denunciado por sus abogados, claro está, y el periódico tuviera que retractarse y publicar una carta de perdón a Harry por unas declaraciones que él no había hecho. Desde entonces, la popularidad de Dumbledore había caído en algunos círculos pero nada que el director no pudiera solventar.

La otra mirada era de Umbridge. No sabía qué quería, pero la mirada maliciosa que le enviaba cuando creía que no podía verla, gracias al reflejo de las ventanas, era preocupante. Lo que no entendía, viendo que Umbridge solo era una marioneta de Fudge, era por qué la tomaba con él. ¿Qué había hecho? Lo único que le venía en mente era la declaración de Dumbledore a principios de verano y Sirius y sus abogados lo habían desmentido así que… ¿por qué? Cuando llegó la primera clase de Defensa supo que tarde o temprano iba a enterarse.

—Bienvenidos a la primera clase de Defensa contra las Artes Oscuras. Soy la profesora Umbridge.

Algunos la saludaron sin mucho ánimo mientras que otros la miraron como quien mira a una nueva especie de insecto repulsivo. Con curiosidad, pero también con asco. Umbridge chasqueó la lengua con una risita irritante, haciendo caso omiso a las miradas incrédulas de sus alumnos.

—¡Oh, no, no! He dicho: buenos días alumnos.

—Buenos días, profesora Umbridge —parlotearon a la vez, como si fueran niños de 5 años, todos.

Harry solo vocalizó las palabras pero no emitió sonido alguno. Hermione, que estaba sentada a su lado, le miró de soslayo con una sonrisa en la comisura y él sonrió a la tapa del libro. Si bien había decidido agachar la cabeza, iba a hacerlo a su modo, como siempre. Prestaron atención a las palabras de Umbridge y, con incredulidad, se dio cuenta de que no iban a tener ninguna clase práctica de una asignatura que era de todo menos teórica. ¿En serio esperaba que no se quejaran cuando muchos de ellos tenían exámenes PRÁCTICOS a final de curso?

—Pero, ¿¡cómo vamos a estudiar para los exámenes!? —preguntó Parvati, estupefacta.

—Levante la mano, ¿señorita…?

Parvati levantó la mano con exasperación. —Parvati Patil. ¿Cómo vamos a realizar los exámenes prácticos si no hemos practicado ningún hechizo?

—Si se saben la teoría aprobaran.

—¿¡Espera que realicemos los hechizos por primera vez durante el examen!? —preguntó escandalizada Hermione.

—¡Alcen la mano para hablar!

Harry observó, como en un partido de tenis, como los alumnos casi gritaban de la indignación cuando se dieron cuenta de que Umbridge no pensaba darles clase. Simplemente iban a leer un libro, que parecía escrito para idiotas del siglo XVII, sin tocar sus varitas. Suprimiendo una sonrisa, dio gracias de que, por una vez, fueran otros los que tuvieran que preocuparse de resolver los problemas de todos los alumnos de Hogwarts. Él ya había hecho su parte varias veces. Al final, cuando Umbridge se cansó de ser recriminada, mano alzada o no, les hizo callar a todos, con rostro enfadado.

—¿Cómo vamos a defendernos en el mundo exterior? —preguntó finalmente Neville, incapaz de dejarlo ir.

—¿Defenderse?

—Alguien atacó a Cedric Diggory el año pasado. Nuestra seguridad no está asegurada, ¿no cree que necesitamos saber defendernos?

Se hizo un silencio sepulcral. La mayoría de las miradas estaban clavadas en la profesora mientras que Umbridge le miró a él unos segundos, pero Harry mantuvo el rostro impasible clavado en la pizarra. Dio gracias a sus barreras mentales por ayudarle a contener su temperamento explosivo cuando algunas miradas se volvieron acusadoramente sobre su persona. Como la de Seamus o la de Ernie. Como odiaba a los idiotas del mundo mágico. La hora y pico que quedaba de clase la pasaron en silencio, leyendo el libro con la cabeza gacha. Si dejaba que los incompetentes del ministerio ganaran eso sería lo que les esperaba: que les dieran por el culo mientras pretendían que no pasaba nada malo.

—¡No me lo puedo creer! —gritó Hermione esa tarde—. ¿¡Cómo vamos a aprobar nuestros exámenes de algo que no hemos hecho!?

Harry bufó, ojeando el tocho de defensa que era denso y más seco que el polvo de una momia. Sacó el catálogo y marcó los libros que Fred y George le habían dicho que habían usado en quinto curso. Para empezar, no iba a perder tiempo leyendo el mojón de Umbridge cuando ni siquiera era lo que salía en los exámenes finales. Aguantaría unas cuantas clases más y, si podía, hechizaría la tapa para que pareciera que estaba leyendo el libro de Slinkhart.

—¿Sabéis que ni siquiera tiene las cualificaciones suficientes para dar la clase? —les informó él.

Eso lo único que hizo fue enfurecer más a Hermione. Al final, Harry le pasó el catálogo y tanto Neville como Hermione ordenaron sus propios libros de defensa. Luna, que parecía de lo más tranquila sentada en el sofá de la Sala de los Menesteres, se negó dándoles las gracias.

—Ni siquiera compré el libro —se encogió de hombros—. Me pasé la hora entera de clase leyendo un libro de la biblioteca.

—Algunos tienen suerte… —suspiró Neville, que parecía al borde del colapso nervioso—. ¿Qué vamos a hacer para los exámenes? No creo que cambie nada de aquí a junio.

—Tendremos que estudiar por nuestra cuenta, es obvio —dijo Hermione. Entonces le miró fijamente—. ¿Por qué no nos enseñas, Harry? Sé perfectamente que vas por delante de todos en defensa.

Él se encogió de hombros. —Por mí bien. Podemos quedar aquí cada tarde los días que toque defensa. Así no hará falta que tengamos un horario. ¿Te parece bien, Luna?

Luna sonrió, asintiendo, y dio el tema por zanjado levanto de nuevo su libro. Hermione, por otro lado, parecía un perro con un hueso. Le siguió mirando, como si esperara algo más.

—¿Y qué hay de los otros? ¿De Parvati, Lavander, Dean… Ron? —preguntó, hablando como si estuviera sopesando cada palabra.

—A mí qué me explicas. Yo os ofrezco mi ayuda a vosotros —se encogió de hombros él, ojeando el catálogo—. O lo tomas o lo dejas.

Harry vio de reojo como Hermione abría la boca, pero Neville le dio un toque con el pie. Se hizo un silencio algo tengo por parte de Hermione hasta que finalmente suspiró y se dio por vencida. O eso pensaba.

10 de setiembre, miércoles

Había pasado una semana desde la primera y desastrosa clase de defensa y Hermione parecía haber iniciado una campaña silenciosa para hacerle cambiar de parecer. No se daba cuenta de que Harry no sentía culpa por dejar a los otros a su suerte, después de todo lo que le habían hecho. Los únicos que eran conscientes eran Luna, a quien también habían humillado y robado en Ravenclaw, y Neville, a quien nadie había tenido en cuenta antes de que empezara a juntarse con ellos el año pasado.

Ahora que todos habían tenido una o más clases con Umbridge, el castillo entero parecía estar entre furioso, preocupados y nerviosos. Sobre todo, los alumnos de quinto y séptimo curso. De hecho, vio a más de una lechuza de Flourish & Blotts cargando con lo sospechaba eran libros de defensa que no fueran del muermo de Slinkhart.

Mientras tanto, para su horror, el ministro había intentado pasar un decreto que hubiera convertido a Umbridge en Inquisidora en Hogwarts, dándole el poder para imponer decretos en la escuela. Por suerte, como muchos seguían huidos y ahora Harry y Sirius estaban usando sus votos, la situación no fue a más. Sin embargo, era aviso que le recordaba por qué debía dejar atrás Hogwarts y el mundo mágico británico cuanto antes. No quería pensar lo que hubiera pasado, de lo contrario.

Aun así, tener mayoría en el Consejo de Gobernadores de Hogwarts le había permitido a Umbridge hacer "inspecciones" en la escuela que, básicamente, se traducían en que podía visitar las clases de los demás profesores a su antojo. Harry había visto ya la inspección de Transformaciones y, de haber seguido con la clase, la de Cuidado de Criaturas. Lo sospechoso era que siempre parecía hacer sus visitas cuando Harry daba clase en ese momento. Como si fuera incapaz de dejarle en paz o quisiera mantenerle vigilado lo máximo posible.

No obstante, como no armaba alboroto ni levantaba la cabeza, Harry pasaba casi desapercibido, pero sabía que estaba buscando cualquier excusa para castigarle como hacía con mucha gente de Hufflepuff, y sobre todo de Gryffindor, que no eran capaces de cerrar el pico y aguantar el chaparrón. De hecho, sabía que algunos como Colin Creevey tenían castigo casi cada día. Lo único bueno era que sus castigos, según los rumores, parecían ser escribir tonterías como "no contestaré mal a la profesora" o cosas del estilo. ¿Qué sacaba Umbridge de pasarse todas las tardes supervisando a niños castigados escribir una y otra vez la misma frase en un pergamino? No lo sabía, pero estaba claro que por algún motivo lo hacía.

—No podemos seguir así. Solo llevamos 3 clases y han sido todo un desastre —gruñó Hermione.

Todavía no habían empezado ninguna de las clases prácticas de las que habían hablado ya que Hermione parecía sentirse culpable de no ofrecerle ayuda a los demás, y Harry ya había prometido que si le hacía torcer su brazo tampoco la ayudaría a ella. Ahora mismo, Hermione estaba entre la espada y la pared, pero Harry sabía que tarde o temprano cedería ya que los estudios eran importantes para Hermione. Luna solo estaba expectante a que ese momento llegara mientras que Neville cada día parecía más exasperado de la guerra silenciosa entre ambos.

—¿Y qué hay de lo que tú ya sabes? —le preguntó Hermione, un día donde Neville y Luna no estaban con ellos—. ¿Alguna nueva noticia?

Harry suspiró. —Si los cálculos de Remus son correctos ahora mismo debe faltar un… horrocrux por destruir. Con todo lo que ha pasado ni Sirius ni Remus han tenido tiempo de seguir investigando.

—Bueno, al menos estábamos en lo cierto y Nagini era uno.

—Casi mueres, pero algo es algo.

—¡No me pasó nada! —exclamó con una sonrisa Hermione.

Siguieron hablando del tema, bromeando y charlando mientras hacían sus deberes. Esa noche se fue a dormir pensando de nuevo en los horrocrux. La copa, el guardapelo, el diario, la serpiente, la tiara y él, todos destruidos. Si estaban en lo cierto, nunca nadie había estado tan cerca de matar a Voldemort.

24 de setiembre, miércoles

Harry suprimió un bostezo mientras "leía" el libro de Slinkhart. La profesora Umbridge, que se dedicaba a pasearse entre las mesas esperando a que alguien la desafiara para poder castigarlos, caminó lentamente a su lado. Harry suprimió una sonrisa al darse cuenta de lo mucho que deseaba poder meterse con él y de lo divertido y satisfactorio que era negarle semejante placer. La clase terminó y todos se levantaron, estirando las piernas, después de 2 soporíferas horas idiotizando su cerebro con las conservadoras ideas del autor.

Se fue a paso firme, metiéndose en el gentío para evitar ser visto, y luego bostezó.

—Menudo curso nos espera —le dijo a Neville y a Hermione.

Hermione se cruzó de brazos. Curiosamente todavía no había dado su brazo a torcer con lo de las tutorías extracurriculares, algo que le parecía insólito vistas las circunstancias. Hermione era más cabezota de lo que pensaba, se dijo. Además, ahora estaba más convencido si cabe de que era mala idea ayudar a los demás. Los ojos de Umbridge estaban más pegados que nunca a él. No quería pensar qué haría si encontraba a 30 personas practicando unos hechizos que les había impedido practicar en clase, sobre todo si se daba cuenta de que él era el cabecilla del grupo. No. No iba a hacerlo.

—Dejando de lado los exámenes, por mucho que me duela —empezó Hermione, con expresión enfadada y obstinada, esa tarde cuando estaban todos de vuelta a la Sala de los Menesteres—, ¡no podemos dejar que esta gente no sepa defenderse! ¡Tú mejor que nadie sabes lo que hay ahí fuera!

—¿Y por qué iba a ser problema mío que no sepan defenderse? Al igual que nosotros, que vamos a estudiar por nuestra cuenta, ¿por qué no pueden ellos hacer lo mismo? —siseó Harry, ahora ya enfado—. ¿Por qué tengo que ser yo quien arregle el problema? Además, ¿te has preguntado lo que me hará Umbridge si se entera de que YO dirijo un club extra oficial de defensa, donde enseño cosas que ella no quiere que se enseñen? Nada bueno, Hermione.

—Harry tiene razón —le apoyó Luna—. Los Ravenclaw de séptimo curso están organizando grupos de tutoría en la Sala Común. ¿Por qué no pueden los demás hacer lo mismo?

—Y también tiene razón sobre lo de Umbridge —siguió Neville, que era la voz de la razón cuando no perdía la confianza—. Ahora mismo está buscando cualquier excusa para atacar metafóricamente a Harry. No puede permitirse poner un pie fuera de la raya.

Hermione soltó una bocana de aire mientras caminaba frustrada. —Tengo que pensar.

Cogió sus cosas y se fue, seguramente de camino a la biblioteca. Harry sacudió la cabeza algo incrédulo al darse cuenta de cómo habían escalado las cosas por algo tan irrisorio. No obstante, como sabía que estaba en lo cierto, no se sintió culpable.

—Bueno, mientras Hermione se piensa lo que quiere hacer, creo que deberíamos plantearnos empezar con las clases de defensa —dijo él, como si nada. Luna asintió—. He apuntado los hechizos del libro correcto en una hoja. Me gustaría que repasáramos antes la teoría y luego practicáramos al menos una hora.

—Me parece bien.

Y así es como Harry empezó un mini club de defensa con sus amigos. Sinceramente, tampoco había tantos hechizos como para perder la cabeza como había hecho Hermione. Se dijo que cuando acabaran de practicarlos todos, empezaría con los de sexto curso.

Esa noche, cuando fueron a cenar, Hermione apareció mucho más calmada. —Siento haberme ido de esa forma, Harry. Solo que… todos estos años nos hemos encargado de mantener a nuestros compañeros a salvo, aunque no sepan la verdad y ahora…

—Y ahora te sientes culpable de dejarlos a su suerte —finalizó él.

Hermione asintió. —Pero he pensado en las palabras de Luna y tiene razón. Si nosotros podemos practicar hechizos entre los 4, así como los otros alumnos de Ravenclaw, ¿por qué no pueden hacer lo mismo Ron y los demás?

—Cuando se acerque el final de curso ya verás cómo se espabilan —le dijo Neville, echándose comida con un cazo.

Hermione sonrió al darse cuenta de que era cierto.

—Además, ninguno de ellos tiene porque estar expuesto al peligro —le susurró Harry—. Si se mantienen en Hogwarts todo el año, no creo que pase nada, y si pasa algo grave siempre podemos encargarnos de la situación, como tú dices.

Al final, Hermione se dio por vencida. Harry sabía que él tenía razón. La mayoría de alumnos de Hogwarts estaban tan apartados de cualquier situación peligrosa que era de chiste preocuparse por la seguridad de todos. Como mucho era la gente que le rodeaba la que estaba en peligro por asociarse con él, y a estos pocos ya pensaba ayudarlos a defenderse. Acabaron cenando después de hacer las paces.

5 de octubre, sábado

Harry caminó despacio por las calles de Hogsmeade. No es que tuviera prisa por ir a ningún lado, sobre todo porque después de haber visitado Hogsmeade una vez era suficiente para haberlo visto todo. Lo único que compró fueron unos dulces en Honeyduckes y unas jarras de cerveza de mantequilla para sus amigos y él.

Mientras Hermione y los demás charlaban, Harry pensó en la carta que había recibido el día anterior de Sirius. Parecía muy convencido de que Remus y él tenían una pista del último horrocrux.

Querido Harry,

Remus y yo hemos vuelto a investigar lo que tú ya sabes. Parece que Hermione y tú estabais en lo cierto. Hemos buscando información en el mundo muggle sobre los Riddle y, por fortuna, había periódicos viejos en las bibliotecas de Little Hangleton. Te he enviado también una copia del periódico, luego de habernos hechos con él ilegalmente con un poco de magia, seguro que lo encuentras muy… curioso. Ciertamente parece que V tenía interés por esta zona, en particular, la Mansión de los Riddle y la chabola de los Gaunt.

Según lo que nos contaste, sabemos que V ha estado viviendo o frecuentando tanto la Mansión Riddle como la de los Malfoy así que hemos estado turnándonos para ver si hay movimiento en Little Hangleton pero al parecer está vacío. Seguramente porque pudiste escapar y posiblemente podrías delatar su localización. Eso me hace pensar que si había algún objeto en la mansión puede haberlo cambiado de lugar. Igualmente, en las siguientes semanas estaremos pendientes de si alguien visita la propiedad antes de pisar nosotros ambas casas. En cuanto sepa algo más, te aviso.

¿Cómo va todo en Hogwarts? ¿Qué hay de la cretina de Umbridge? En el ministerio ya empieza a haber un revuelo sobre sus métodos pero nada importante todavía. Hasta que no la arme bien gorda no la podremos sacar del puesto. Ser un profesor nefasto todavía no es un delito.

En cuanto a lo del contrato del que hablamos, va viento en popa. Los abogados siguen consultando toda la legislación vigente para que no puedan tumbarnos la propuesta y también para evitar cualquier tipo de vacío legal que permita a los mortífagos regresar al Wizenmagot gracias a tecnicismos, pero lo cierto es que me sorprendería que pasara, de aprobarse esta ley.

Remus y yo seguimos renovando Grimmauld Place pero para la semana que viene ya estará totalmente completada. A propósito, he encontrado varias empresas de renombre que podrán reconstruir la Mansión Potter y Godric's Hollow, tal y como me pediste. Si quieres podemos quedar con ellos en Hogsmeade la siguiente visita a la aldea, el 26 de octubre. Dame una respuesta y les enviaré una lechuza pronto.

Remus te adjunta un par de libros interesantes para tus estudios de defensa. Dice que los vas a necesitar si quieres sacar buena nota. Tengo que dejarte Harry. Se me hace raro enviarte una carta cuando normalmente usamos el espejo aun así veo que tenías razón. Hedwig casi me saca un ojo de la impaciencia, debe estar aburrida en Hogwarts.

Con cariño,

Sirius (y Remus).

Harry había sonreído y había leído los periódicos antiguos con interés. Como esperaba, hablaba de la familia Riddle, de sus miembros y de la supuesta relación que tenían con los Gaunt, cuyo hijo Morfin los había asesinado por abandonar a su hermana a su suerte embarazada. O al menos, esa era la historia oficial. Harry no tenía duda alguna de que había sido Voldemort el que había matado a su familia paterna y le había colgado el muerto, literalmente, a su familia materna. Dos pájaros de un tiro, como solían decir los muggles. Ni los Riddle ni los Gaunt tenían otro heredero, salvo él, así que nadie había podido hacerse con la herencia de ambas familias, a falta de un testamento.

Vio las imágenes en blanco y negro de las habitaciones vacías donde supuestamente habían yacido los cuerpos sin vida de los Riddle. Lo más sorprendente era la foto que tenían los muggles del desaliñado y tosco Morfin Gaunt, así como Marvolo Gaunt con el rostro contraído, seguramente gritando improperios a los fotógrafos. No existía fotografía de Merope Gaunt pero a Harry tampoco le importaba demasiado. Llegados a este punto lo que había leído era más importante para matar a Voldemort que una mujer a la que Tom Riddle no le dio importancia alguna, salvo por el guardapelo que vendió y el cual Harry ya había destruido.

Esa tarde, cuando regresaron de Hogsmeade, Harry empezó a escribir la respuesta a Sirius. Mientras no fuera realmente importante, podía esperar unos días dejando que Hedwig se divirtiera llevando y trayendo cartas.

Querido Sirius (y Remus),

Estoy más que convencido de que en Little Hangleton tiene que haber algo importante. Al menos alguna pista. No tenemos prisa ahora mismo así que tened cuidado. Ni me imagino qué hay ahí adentro. Si Remus está en lo cierto, debería ser el último antes de poder acabar con él y, por ahora, no parece que esté… haciendo algo, la verdad. Me pregunto a qué estará esperando para actuar.

En cuanto a la escuela, Umbridge intenta usar todo el poder que tiene, por muy limitado que sea por ahora, para fastidiarnos a todos. Incluso castiga a las parejas abrazándose por "indecencia". Está pirada. Lo peor de todo es que estoy convencido de que me vigila. No sé lo que quiere, pero es obvio que algo está tramando. Por lo menos no le estoy dando ningún motivo para que interactuemos ni para que me castigue, pero parece algo inevitable.

Estoy deseando leer el contrato final y ver las caras que ponen los del Wizenmagot. Por desgracia, Skeeter sigue desaparecida pero, ¿te imaginas uno de sus artículos? Creo que lloraría de la risa. Por cierto, dale gracias a Remus por los libros, los usaremos para estudiar, prometido. Y felicidades por acabar la renovación, ya era hora. Aunque supongo sin mí allí para incordiar habéis tenido más tiempo.

En cuanto a la renovación de la mansión y la casa en Godric's Hollow… Me interesa esa cita de la que me has hablado. Envíales una confirmación para quedar el día 26 de octubre. ¿Dónde podemos quedar para vernos? Imagino que me vendréis a buscar o que nos veremos en Hogsmeade. Ya me dirás.

Harry siguió escribiendo la carta y se la mandó a Sirius con Hedwig. Se fue a dormir pensando, con un suspiro, en todo lo que quedaba de curso bajo la maliciosa mirada de Umbridge. Por lo menos, podía evitarla y hacer ver que no existía. O eso creía.

7 de octubre, martes

Harry miró el cielo esperando a Hedwig. Con el ceño fruncido, vio como no aparecía. El estómago le dio un vuelco ante la sensación de que algo no iba bien. Se despidió de sus amigos de la comida un poco antes y se fue de camino a la lechucería. Por sorpresa, justo cuando se acercaba al sendero de tierra, apareció Hedwig. Nada más verla supo que algo iba mal de verdad. Su lechuza se posó en su brazo extendido y vio como tenía las plumas alborotadas y lo que parecía ser un ala rota. Se dio media vuelta y fue en busca de la profesora de Cuidados de Criaturas Mágicas que, obviamente, no era Hagrid. Ni si quiera sabía dónde estaba Hagrid, no lo había visto desde que empezó el curso.

La profesora examinó a Hedwig, una vez le quitó la carta que llevaba en la pata, y le aseguró que podía curarla en unas horas. Harry se quedó allí parado, viendo como su lechuza desaparecía en manos de la profesora y, de repente, la preocupación que había sentido se convirtió en ira. Sobre todo, cuando usó uno de los hechizos de la librería de los Black para asegurar su correspondencia y se dio cuenta de que alguien había intentado leer su carta.

Dudaba que Hedwig pudiera haber volado muy lejos con un ala rota así que estaba claro que quien fuera que la hubiera atacado lo había hecho en Hogwarts. Ahora mismo solo se le ocurría una persona capaz y con los motivos suficientes como para hacerlo. Alguien a quien había estado evitando pero que quería por todos los medios vigilarle. Umbridge. ¿Cómo se atrevía? Estaba tan enfadado que se pasó la hora libre paseándose en la Sala de los Menesteres mientras aguantaba las ganas de partirle el cuello a esa inútil del ministerio. Por suerte, gracias a sus barreras de oclumancia, que ejercitaba cada noche, la ira ardiente se pasó pronto. Sobre todo, porque Hedwig seguía con vida y no le había pasado nada malo. En cuanto la tuviera de regreso mañana, la inspeccionaría para ver que no tuviera ningún hechizo o maldición encima. No se fiaba.

Se sentó en una butaca conjugara de la sala y planeó su venganza. Nunca había sido un bromista como su padre y su padrino, pero ahora tenía un motivo. Si no hubiera hecho daño a Hedwig, aunque furioso por intentar leer su correo, seguramente habría agachado la cabeza, malhumorado. Sin embargo… iba a vengarse. Oh, sí, iba a hacerlo. Juró que le iba a gastar tantas "bromas" que al final del curso le habrá hecho perder la cabeza.

—Dobby —llamó Harry cuando pudo formular un plan con la mente fría—. Toma mi monedero y esta lista. ¿Puedes comprar lo suficiente como para un año entero?

El elfo asintió y se fue. Podía haber usado el catálogo pero viendo que las comunicaciones fuera de Hogwarts peligraban, y que había alguien que le vigilaba la correspondencia activamente, prefirió no usarlo. Con la ayuda de Dobby nadie iba a enterarse de que tenía un arsenal de artículos de broma en la mochila sin fondo. Dobby volvió en menos de media hora, cargando con un paquete empequeñecido. Cuando Harry lo agrandó y vio la cantidad de cosas que podía usar empezó a reír casi malignamente.

—¿Qué te parece ayudarme con una misión, Dobby? —le preguntó al elfo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Dobby quiere ayudar, señor Potter!

—Me alegro. Umbridge ha atacado a Hedwig y quiero que se arrepienta de haberlo hecho. Sin que se de cuenta de que soy yo el que le está atacando, claro está.

Fue sumamente fácil que Dobby se sumara a su cruzada contra Umbridge. Para empezar, le idolatraba y adoraba a Hedwig. Y, además, Harry presentía que a Dobby le gustaba quedarse con la gente cuando podía. Esencialmente, Harry le estaba dando luz verde a Dobby para desahogarse. Umbridge no sabía dónde se había metido.

—De momento esperaremos sin hacer nada —le dijo—. Seguro que estará esperando una reacción por mi parte al darme cuenta de que Hedwig ha sido atacada. La semana que viene empezaremos nuestro… proyecto.

El elfo se desapareció y Harry comprobó que todo estaba correcto: bombas fétidas, tenedores muerde-lengua, cucharas derramadoras, zumos con sabor a vómito, varitas al revés, pergaminos insultantes, caramelos de confusión, pins personalizables, caramelos de moco, fuegos artificiales, pedos húmedos, entre otros. Cuando llegara las navidades compraría más cosas también en el mundo muggle.

Esa misma noche, después de leer la carta de Sirius, le llamó al espejo.

—¿Ha pasado algo? —le preguntó nada más verle.

—Mi correspondencia corre peligro. Creo que Umbridge ha atacado a Hedwig y ha intentado leer tu carta, sin éxito.

El rostro de Sirius se oscureció. Escuchó a Remus suspirar fuera del espejo.

—¿Podéis mandarme con Dobby todos los libros de bromas que tengáis? Me he propuesto volverla loca antes de junio.

Apareció Remus, con una sonrisa peligrosa en labios. —Tú déjanoslo a nosotros. Mañana te enviaremos a Dobby con los libros.

Harry se fue a dormir con una sonrisa en el rostro.

16 de octubre, miércoles

Harry vio volar a Hedwig como si no hubiera pasado nada. No traía cartas, ni traería cartas ya que no quería que la volvieran a atacar. Aun así, le había puesto en la pata un artilugio de los Black. No sabía si era realmente ilegal, pero nadie iba a darse cuenta, a menos que quisieran atacar de nuevo a Hedwig. Entonces se llevarían una horrible y sangrienta sorpresa, pensó suprimiendo una sonrisa sedienta de sangre.

Tenía ya todos los artilugios de broma mágicos posibles, los libros de Sirius y Remus e incluso habían comprado artículos muggle por si quería usarlos, y una cámara mágica polaroid tal con varios rollos. Umbridge, no obstante, parecía totalmente confiada de que nadie la había descubierto, a pesar de haber estado sufriendo durante unos días sangrados por la nariz debido al hechizo que había intentado romper de la carta de Sirius. Era ideal para darse cuenta de quién era el culpable. Ahora que tenía confirmación de quién había sido se dio luz verde a sí mismo para hacerle la vida imposible. Había empezado el mismo lunes.

Recordaba como sacó su varita y, bajo la mesa, tapado por su túnica, dio un cambio al tenedor de Umbridge antes de que pudiera tocarlo, intercambiándolo con uno de sus tenedores muerde lengua. Vio de reojo como Umbridge daba un pequeño grito y soltaba el tenedor de golpe, tocándose la boca como si le hubieran mordido. Empezó a comer su desayuno como si nada. Escuchó a sus amigos hablar mientras se tomaba su tiempo. Esperó a que Umbridge saliera del comedor y recogió sus cosas para seguirla, metiéndose entre el gentío que caminaba a sus clases. Desenvainó la varita discretamente y le lanzó unos hechizos con retraso. En un par de horas Umbridge habría perdido todo el pelo y por la mañana del día siguiente su cuerpo se habría vuelto verde moco.

—Estás muy sonriente —alzó una ceja Hermione, que ya empezaba a tener unas leves ojeras de estudiar tanto—. Debe ser muy reconfortante no tener tanto trabajo…

—Así es —dijo él, sonriente—. Solo tengo 5 asignaturas. Siento que tengo todo el tiempo del mundo ahora mismo.

—¿Qué le habrá pasado a Umbridge antes? —se preguntó Neville—. Entre los sangrados de nariz y el grito que ha pegado hoy, no sé de qué va.

Harry se encogió de hombros. No les había dicho nada a sus amigos. Si le pillaban, era mejor que no estuvieran implicados, sobre todo siendo Umbridge del ministerio.

—¿Creéis que puede ser una enfermedad mágica, los sangrados de nariz? —preguntó Hermione, que parecía a un segundo de empezar a correr hasta la biblioteca—. Parece que ya se la ha pasado. Ha sido algo extraño.

Y continuaron con sus vidas.

Un par de días más tarde, Harry ya la había atacado con bombas fétidas en las clases de defensa, haciendo que tuvieran que cambiar de aula y perder el tiempo, le había maldecido con un encantamiento que atraía insectos e incluso le había hecho beber una potente poción de envejecimiento que le duró día y medio. Tenía algo preparado con la ayuda de Dobby y su padrino, de hecho, había sido el antiguo cuarto de Sirius el que le había dado la idea.

Sirius se carcajeó, llorando de la risa. —Por favor, utiliza la cámara que te hemos regalado. Dile a Dobby que saque unas fotos de su cara.

—No puedo creer que vayas a hacerlo, Harry —rio Remus y Harry escuchó a su abuelo riendo como un villano a lo lejos.

—¿Cuántas revistas habéis comprado?

—Unas 10 diferentes.

—Todavía no sé si colgarle las imágenes de las mujeres o la de los hombres.

—Puedes colgar ambas.

—Ya pero, ¿cuál creéis que le dará más rabia?

—La de las mujeres —contestaron ambos al unísono.

—No es que sea muy agraciada así que ver los platos de sus gatitos reemplazados con pósters muggles de modelos en ropa interior debe volverla verde de la envidia.

Harry asintió y en cuanto Dobby le entregó las revistas se puso manos a la obra. Cogió todas los pósters disponibles, casi 50 diferentes, y las hechizó para que nadie pudiera modificarlas ni destruirlas. Pidió a Dobby que las protegiera también con su magia élfica y luego que las colgara por la noche mientras Umbridge dormía, reemplazando los cuadros de gatos con las modelos muggles.

—Asegúrate de que no pueda quitarlas de ninguna forma —le pidió casi suplicando entre risas Harry, imaginando la cara que pondría Umbridge.

Dobby asintió, sonriendo como un demente. —Dobby lo hará, prometido.

—¿Podrás mañana hacerle unas fotografías con esta cámara? —le entregó la polaroid a Dobby—. Te enseño cómo se usa. ¡Ah, y una cosa más!

A la mañana siguiente, el grito de Umbridge resonó por todo el castillo gracias al hechizo sonorus que había puesto Dobby con su magia élfica. Harry se empezó a desternillar de la risa al escuchar las maldiciones de Umbridge pero al poco rato alguien entró en los aposentos de Umbridge y el hechizo fue desactivado.

Como había sucedido en los últimos días, Umbridge envió a todos miradas de odio e ira mientras caminaba pisando fuerte hasta la mesa del comedor. Se giró a mirarlos a todos, paseando la mirada por los conocidos bromistas de la escuela. Harry se echó zumo y mantuvo la mirada en su plato, evitando tan siquiera una sonrisa.

—¡Esto es inaceptable! ¡Todos los artículos de broma quedan confiscados desde el día de hoy!

Todas las voces se alzaron reprochando las palabras de Umbridge pero Dumbledore los hizo callar levantando las manos.

—Me temo, profesora Umbridge, que todavía no tiene ese poder en Hogwarts. Los artículos prohibidos siguen siendo los mismos que a principio de curso. Hasta el momento, no se ha empleado ningún artículo ilegal.

Umbridge se giró con aspecto furioso, dispuesta a discutir. —¿¡En serio va a permitir este ataque contra un profesor de Hogwarts!?

—Solo sigo las reglas, como todos, ¿no es así, profesora Umbridge? Está aquí para inspeccionar el colegio y que se cumplan las normas. Usted más que nadie debe conocer el reglamento.

Los alumnos miraron como los dos poderes de Hogwarts se discutían en una guerra fría. Umbridge parecía apunto de contestar pero al final decidió callar y sentarse en la mesa, no sin antes lanzar una última mirada a los alumnos. Justo cuando su mirada iba a chocar contra la de Umbridge, se giró e hizo ver que comía con gusto.

Solo espera, sabandija, esto solo es el principio —pensó Harry para sus adentros mientras escondía su sonrisa en una taza de té.