Día 14
Era temprano en la mañana y antes de salir de mi habitación, le eché una ojeada a todo el pasillo. Estaba desierto. No entendía cual era mi temor, pero sabía que lo sentía. Le huía a John. En todo el domingo no abandoné mi habitación para nada. ¿Tenía hambre? No había duda de ello al escuchar como mi estomago parecía tener un concierto en mi interior. Me estaba comportando como una chiquilla a la que por primera vez tenía un fuerte caso de enamoramiento y no estaba tan lejos de la verdad. El había despertado algo en mi que no sabía existía. Era una sensación como ninguna otra, desconcertándome hasta el límite de no tener ni la más leve idea sobre que hacer. Yo… no estaba segura de que sentía por él. Solo una charla con el profesor en la tarde del día anterior me había ayudado un poco.
"Rogue"
No era la primera vez que hacía algo así, pero nunca dejaba de hacerme sentir perturbada. Ya tenía un coro de voces en mi interior para añadir la del profesor.
"Podrías venir a mi estudio a tener una pequeña charla"
El llamaba; se obedecía. Entré a su estudio con el corazón en mi boca.
-Buenas tardes, Rogue. – me saludó él con una suave sonrisa, una taza en su mano.
-Buenas tardes, profesor. – y me acomodé en un asiento frente a su escritorio.
-¿Té? – me ofreció él.
Yo decliné con un movimiento de mi rostro.
-Me alegra saber que ayer tuviste cierto control sobre tu habilidad mutante. –
El profesor nunca fue un hombre de rodeos, le gustaba ir al grano. No le pregunté como sabía de ello; siempre consideró su responsabilidad conocer todo lo que sucedía en su escuela.
-Yo también me alegro. – repetí yo no muy convencida.
-¿No lo estás? –
Juraría haber visto un brillo de picardía en esos ojos que parecían ver hasta lo más profundo en tu alma.
-Bueno, no fue de la manera más convencional para descubrirlo… Además no le he intentado con nadie más. –
-La mente es una herramienta muy poderosa y el miedo en ocasiones puede controlarla. –
-Lo sé. – murmuré; era lo mismo que me había dicho John.
-¿Sería tan horrible que solo una persona allegada a tu corazón sea la única que pueda tocarte? –
Yo lo miré en silencio. ¿Qué podría responder a eso?
-John no es una persona allegada a mi corazón. - ¡Rayos¿Qué hacía mintiéndole al telépata más poderoso en la tierra?
-¿A qué le temes, mi niña? –
Sí¿a qué yo le temía? No me había atrevido a analizar la magnitud de mis sentimientos. Era atemorizante para mí volver a sentirme vulnerable y a equivocarme respecto a John. Presentía que lo que llevaba escondido era arrollador.
-Tal vez si escucharas como encontré a John. –
Yo alcé mi mirada hacia el profesor, muy interesada en lo que diría.
-John estaba en un centro juvenil cuando decidí traerlo a la escuela. Cierto amigo que trabajaba en el centro se comunicó conmigo cuando se percató de las habilidades de John. Cuando Ororo y yo llegamos a buscarlo, apenas era un jovencito de doce años. Había sufrido tanto de maltrato emocional como físico. De lo poco que pude ver de su expediente, su padre era alcohólico y lo había golpeado en varias ocasiones, necesitando en muchas de ellas atención médica. –
Yo cerré mis ojos, horrorizada.
-Decidimos hablar con su madre, tratando de buscar algún tipo de aprobación para el reclutamiento de John en la escuela. La mujer, para desgracia de John, era una fanática religiosa. Ella opinaba que la habilidad mutante de John eran manifestaciones demoníacas y que todo lo que él necesitaba era un sacerdote para exorcizarlo. Fue maltratado físicamente por su padre y emocionalmente por su madre. Entonces decidí pelear por su custodia en la corte y el resto ya lo conoces. –
Mis ojos se humedecieron. ¿Cómo era posible que alguien tan joven conociera tan de cerca sobre penas y sufrimientos?
-Todo esto te lo digo no para que le tengas lástima, más bien para que te ayude a entender la enigmática personalidad de John. Muy dentro de él se encuentra un buen joven, uno que él constantemente esconde detrás de esta imagen de indeferencia. Bobby lo ayudó mucho a encontrar su camino, pero aún seguía viviendo con esta perpetua amargura y rabia… hasta que llegó cierta chica, digamos intocable. –
Miré abruptamente al profesor.
-Quizás en un principio, pero ahora yo creo que a él le interesa a Kitty. – repliqué dudosa de creer lo que decía.
-¡Ah, nuestra pequeña Katherine Pride! Traviesa¿no? –
-Si desea llamarla así… - refunfuñe nada convencida.
-Cuando entres un poco más en años y mires hacia atrás, créeme que te reirás de toda esta situación. –
Desee replicarle "lo que usted diga" pero me mantuve callada.
-Solo te diré esto. Hay veces que la vida nos presenta unos posibles espejismo. Estamos seguros de que las cosas son como las vemos… hasta que todo da un giro de trescientos sesenta grados. Trata de pensar en eso. –
Al siguiente día, aún continuaba pensando en ese críptico mensaje. Caminaba en silencio, solo utilizando las puntas de mis pies. Acechando a mi derecha e izquierda, procurando que no hubiera nadie durante mi trayecto.
-¿De qué nos escondemos? – dijo una voz gruesa a mis espaldas, en un tono conspiratorio.
Brincando, dejé escapar un grito por el susto que me hizo pasar.
-¡St John! – exclamé volteándome a mirarlo. - ¿Por qué te acercaste a mi de esa manera furtiva? –
-Bueno, estaba ayudándote a lo que sea que estés haciendo. – y me envió una sonrisa burlona.
Mi corazón dio un brinco en mi pecho al ver esos ojos aguamarina y ese bello rostro. ¡Rayos! Estaba muy mal para pensar que su rostro era bello… tampoco podía negarlo.
-Ten, me imagino que debes tener hambre. –
Mis ojos debieron haber brillado al ver la apetitosa manzana que me ofrecía. La tomé y le di un mordisco, me supo a gloria.
-Ayer subí a tu habitación con un plato de comida; imaginé que tendrías hambre pues no habías dejado tu cuarto para nada pero no te dio la real gana de abrirme.-
-Eso no es verdad. – esa si que fue una miserable mentira de mi parte.
-¿No? – y sus ojos aguamarina brillaron, - Me hiciste falta. –
Sin darme cuenta de ello, me había arrinconado contra una de las paredes y colocó cada una de sus manos a cada lado de mi cuerpo, aprisionándome.
-John… - supliqué algo temerosa.
-¿Por qué te escondes de mi? –
-Yo no me estoy escondiendo. –
-Rogue… -comenzó él a decir a manera de amenaza cuando le interrumpí.
-Marie. – yo me di una patada mental. ¿Qué demonio me llevó a decir eso?
-¿Ese es tu nombre? – y sus ojos tomaron un tono verdoso.
-Bueno, en realidad es solo la forma corta. Mi nombre es Marian como la chica de Robin…-
El silenció mi nervioso parloteo con un beso que logró que todos los dedos de mis pies se enroscaran. Tenía que admitir algo, él sabía besar. Acercó su cuerpo al mío y con algo de renuencia le permití separar sus labios de los míos.
-Buenos días, Marie. –
¡Dios! Nunca había escuchado mi nombre de esa manera, casi como una caricia sensual.
-Buenos días, John. – respondí a su saludo.
Su mano acarició mi rostro y yo lo recliné sobre esta, saboreando la textura algo áspera de esa mano. Yo calificaba de milagro poder volver a sentir otra piel humana que no fuera la mía. Como en un trance lo vi deshacerse de los guantes de mis manos. Entrelazó su enorme mano con la mía.
-Es mejor que nos vayamos. La doctora Grey no le agrada que alguien llegue tarde a su clase. – me dijo él, mientras tiraba suavemente de mi mano.
Me sentí nerviosa; si entrábamos al salón tomados de la mano todos implicarían que compartíamos algo. ¿Era eso lo que acaso él quería? Mientras caminábamos juntos, giró su rostro para mirarme. Una tierna sonrisa apareció en sus labios.
-No tienes idea de lo hermosa que te ves cuando te besan como es debido. –
Yo me sonrojé aún más y con el rostro arrebolado, hicimos nuestra entrada al salón de la doctora Grey.
-¿Cómo no me dijiste nada? –
-¿Nada sobre qué? – le pregunté a Jubilee haciéndome la tonta.
Estábamos comiendo nuestro almuerzo en el comedor pequeño que quedaba adjunto a la cocina.
-Ni tan siquiera lo intentes, Rogue. – exclamó ella molesta.
-¿Es cierto lo que andan diciendo por ahí? –
Siryn se sentó en nuestra mesa, todo su rostro iluminado por la expectación. Yo solo me limité a sonreír.
-¡Arrrg! – Jubilee ya se encontraba al límite de su paciencia.
-Solo somos amigos. – le dije para tranquilizarla.
-¿Amigos con uno que otro beneficio? – su voz se escuchó bastante irónica.
-Entonces, eso significa que no tenemos que continuar con la investigación; St John es el admirador secreto. – aseveró Siryn con seguridad.
-El que John esté manoseando a Rogue no significa que él sea el admirador secreto porque sospecho que no le ha dicho nada al respecto a Rogue. –
Yo miré enfurecida a Jubilee.
-John no me manosea. –
-Bueno durante toda la mañana fue todo lo que hizo. –
-¡Por el amor de Dios! Todo lo que hacía era tomarme la mano. –
-¡Ajá! Otra pregunta¿Por qué no cae al suelo convulsionando cuando te toca? –
-¡No lo sé, Jubilee! –
-¡Joa! – intervino Siryn en nuestra discusión, - Tiempo. ¿Por qué estas siendo desagradable con Rogue? –
Jubilee cruzó los brazos sobre su pecho, su boca fruncida; juraría que también apretaba los dientes.
-No confío en John. –
Fue entonces que comprendí que le sucedía a Jubilee, solo estaba preocupada por mi bienestar.
-Jubes, no tienes que preocuparte, creo que soy lo bastante grandecita para saber que hago. –
-¿Estas segura de ello? –
-Sí. –
-¿Y qué te ha dicho él de lo que siente? –
Los ojos de Siryn y Jubilee se posaron en mí. Bueno, aparte de "bebé, Marie o mi vida" , no me ha dicho absolutamente nada.
-¿Ves? Lo sabía. – dijo Jubilee al ver mi silencio.
-¿Qué se supone que haga? – protesté yo, -Una dama sureña nunca pregunta, es él quien debe decirme lo que siente. –
-¡Dios! No lo puedo creer, en pleno siglo 21 y me sales con esas anticuadas ideas. ¿Alguien no te ha hablado de la liberación femenina? –
-¡Hey! Eso de una dama sureña se escucha muy digno. No le resto mérito a la liberación femenina porque estoy consciente de todo lo que ha hecho por todas nosotras. – salió Siryn a mi defensa, - Pero a veces, deberíamos comportarnos como una. –
-Y estos momentos no es uno de esos. –
-Permiso¿podrían permitirme unos minutos de privacidad con Rogue? –
Las tres miramos al intruso. ¿Qué demonio quería ahora Bobby?
-Lo que me vayas a decir puedes hacerlo al frente de mis amigas. –
-Lo siento, tiene que ser en privado. –
-¿Le pediste permiso a Kitty para hablar con tu ex – novia en privado? – esa pregunta ácida provino de Jubilee.
-Ese no es tu problema, Jubilee. –
Bobby estaba perdiendo su paciencia.
-Siryn, Jubes¿podrían darme unos minutos con Bobby? –
Mis dos amigas dejaron la mesa, confiadas de que luego les hablaría de la conversación. Esa fue la razón por la que no protestaron. Miré a Bobby, en espera de lo que me diría. El estrujaba algo nervioso, una servilleta que traía en sus manos.
-¿Por qué John puede tocarte? –
-Gracias a la confianza que existe entre nosotros y la seguridad que su amistad me brinda.-
-¿Yo no te brindé lo mismo? –
-¿Pudiste tocarme? –
Lo sé, una pregunta no responde otra pregunta, pero no pude evitar usar mi sarcasmo. Tenía mis manos descubiertas sobre la mesa y al parecer, Bobby las halló muy tentadoras porque tomó una de ellas. Solo bastó unos segundos para que mi mutación reaccionara, la acostumbrada sensación de eléctrico cosquilleo recorriendo mi brazo.
-¡Estás loco! – exclamé arrebatándole mi mano, sintiendo todos sus recuerdos en mi cabeza.
Furiosa y aturdida, me coloqué de pie. Tomé mis libros y corrí fuera del comedor. Odiaba la sensación de confusión que me daba sentir otra voz que no fuera la mía en mi cabeza. El, mejor que nadie, lo sabía. En mi precipitado escape, tropecé con…
-¡Johhny! – y yo desvié mi mirada.
-¿Qué sucede…? – comenzó él a preguntarme consternado cuando se detuvo abruptamente.
El apretó las manos en mis brazos, miraba algo o alguien a mis espaldas. No tuve necesidad de mirar; Bobby me había seguido.
-¿Qué demonios buscas, Drake? –
-Solo quería asegurarme de que Rogue se encontrara bien. –
-¿Por qué no habría de estarlo? – esa pregunta fue muy amenazante para mi paz mental.
Temiendo lo que sucedería, decidí decir algo:
-¡Oh, nada! Solo que tropecé y Bobby me ayudó a colocarme de pie como todo un caballero. El insistió en que debía ir a enfermería porque opinaba que había sido una caída algo fuerte. –
John me miró realmente preocupado.
-¿Qué tan fuerte? –
-Me caí por las escaleras. – fue lo primero que se me ocurrió y por segunda vez en el día, me di una patada mental.
Los ojos de John se tornaron en el azul más intenso que en toda mi vida nunca había visto.
-Iremos a enfermería. – dijo él en un tono que no aceptaría ninguna discusión de mi parte.
-Estoy bien, John. – de todas maneras le discutí mientras me arrastraba mientras dejábamos atrás a un boquiabierto Bobby.
-Eso solo lo dirá la señora Harrison. –
-¡No iré a enfermería, St John Allerdyce! – le grité molesta y liberé con brusquedad mi mano de la suya.
-Marie… -
-No, ninguna Marie. Solo quiero que me dejen sola. Quiero que me dejes sola. –
Pude captar el brillo de dolor en sus ojos ante mis palabras hirientes. Pero en esos momentos todo era confuso para mí. Las palabras de Jubilee habían logrado afectarme. ¿Qué sentía él por mí? Y si sentía algo¿por qué no decía nada? Me alejé de su presencia que tanto me perturbaba. No más besos, no más manos entrelazadas. Nunca más permitiría que otro chico volviera a tomarme de tonta.
