CAPÍTULO 18: Un giro inesperado

2 de diciembre, lunes

Harry estaba tan excitado que casi saltaba de la alegría. Era el último día con la hoja de mandrágora en la boca. El primer paso de su proceso para convertirse en animago había acabado. Por fin. Según Sirius, en cuanto pasaran exactamente los 30 días la hoja en su boca desprendería un sabor amargo. En cuanto recogiera su hoja en un vial limpio, mandaría a Dobby a por las hojas de sus amigos y luego se las enviaría a Sirius. Lo último que quería era que alguien viera la hoja o que se echara a perder por algún motivo.

Guardó las redacciones que tenía que entregar en el día de hoy en una carpeta y la metió en su cartera sin fondo. Neville, que le estaba esperando en el marco de la puerta, bostezó pero evitó hablar de nada importante. Desde que hacía días habían descubierto que, efectivamente, Umbridge los estaba espiando y controlando ilegalmente las lechuzas de los alumnos y de la escuela, habían estado evitando hablar de cualquier tema importante en público sin antes usar el muffliato. De hecho, si no fuera porque Luna no era de Gryffindor, habrían tenido la mayoría de reuniones en el dormitorio ya que era, sin duda, el lugar más seguro al que Umbridge no podía acceder.

Aun así, el hecho de que los espiara resultó ser hasta beneficioso. La muy idiota no se había dado cuenta de que el color fluorescente no era una de las bromas habituales sino una prueba para ver quién cogía sin permiso las cartas de los alumnos. Fue así como los 4 empezaron a escribir cartas trampa a Sirius con la intención de que Umbridge las leyera. La tenían dando vueltas por el castillo buscando a los supuestos alumnos del "club de defensa" que se reunían en clases diferentes para estudiar sin la supervisión de la profesora. Mientras tanto, estaban estudiando tranquilamente en la Sala de los Menesteres ellos solos.

Habían avanzado tanto temario en solo 3 meses que al volver de enero podrían sentarse para los exámenes de quinto y aprobar con la nota más alta. Era por eso que Harry había decidido empezar a estudiar en diciembre sexto curso con la esperanza de acabar también el temario en 3 meses. Eso le dejaría otros 3 meses para estudiar séptimo curso y así poder hacer los exámenes de séptimo en junio, junto con los exámenes de quinto.

Estaba satisfecho, y aliviado, de que haber hecho los exámenes el verano anterior le hubiera dejado tanto tiempo libre porque, de lo contrario, se habría vuelto loco. Como Hermione, que cada día que pasaba parecía un paso más cerca del asilo. Quizás porque su naturaleza competitiva le obligaba a estudiar sexto curso con él cuando no tenía la necesidad de hacerlo.

Harry bostezó saliendo de clase de transformaciones. —Tengo tanta hambre que podría comerme una vaca entera.

—No me extraña —bufó Hermione—. Entre Neville y tú me habéis dejado atrás.

Harry sonrió. Ahora le sacaba más de una cabeza a Hermione y Neville era incluso más alto. Haber visitado a un sanador había sido de las cosas más necesarias que había hecho nunca antes. Era impresionante cómo se encontraba físicamente respecto a cómo se encontraba antes. Siempre había sentido una pesadez y una fragilidad que, como no tenía con otra cosa con que compararlas, había pensado que era normal. Y, en realidad, era normal, pero para un adolescente malnutrido y abusado. Los Dursley tenían bien merecida la cárcel.

—Hey, Luna. Nos vemos luego donde ya sabes.

—Hola Harry —sonrió Luna y luego saludó a los demás antes de irse a comer a su mesa.

Miró de reojo a Umbridge y evitó sonreír. Dobby le había vuelto a cambiar la bebida por zumo de vómito. Realmente no aprendía. Todavía recordaba cuando abrió el aula y se le cayó medio lago encima, ranas y grindylows incluidos. El grito que dio de ira y de horror le alegró el día entero y, para su suerte, no habían hecho clase. Tampoco es que se hubieran perdido nada. Aquel día no fue el único que sonreía de oreja a oreja.

—¿Quién debe estar haciéndole bromas a Umbridge? —había preguntado con interés Neville esa misma tarde.

No era la primera vez que sacaban el tema pero Harry, una vez más, se hizo el tonto. Aun así, tenía la certeza de que Luna estaba enterada y que Hermione sospechaba peligrosamente de él. El único que parecía estar perdido era, como no, Neville. Aunque claro, Neville tampoco era del tipo que escucha chismorreos ni mete su nariz en asuntos ajenos.

—Yo también me lo estoy preguntando —dijo Hermione secamente, clavando sus ojos castaños en su frente.

Harry suprimió una risa mientras escribía el último párrafo de los deberes de herbología. Lo cierto es que la mayoría de alumnos en Hogwarts le apoyaban ya que casi todos detestaban a Umbridge. No solamente les estaba haciendo perder el tiempo con sus clases sino que a cada rato pretendía imponerse con reglas que no existían en el reglamento, haciendo ver que tenía más poder del que tenía en realidad. Muchos no soportaban su actitud e incluso habían empezado a tomarle el pelo por cuenta propia. Lo sabía porque Umbridge era humillada a veces sin que él moviera un dedo. El otro día mismo los gemelos Weasley dejaron ir un par de fuegos artificiales en el despacho de Umbridge, que salió casi cojeando con el vestido y el rostro lleno de ceniza y media cabellera ardiendo.

Aun así, no aflojó la marcha. Poner en su sitio a Umbridge se había convertido en uno de sus pasatiempos preferidos mientras no acabara el curso y, además, era cuestión de principios. Ya había conseguido que pisara la enfermería 7 veces e incluso que se desmayara 2 veces. Ahora parecía estar auto medicándose con una poción calmante que, de vez en cuando, Harry cambiaba por otra poción menos… relajante. Como la solución empequeñecedora que la convirtió en una enana durante casi 2 días. Tenía que reconocer que Umbridge estaba aguantando más de lo esperado. Cualquier otra persona habría tirado la toalla y se habría ido.

Lo que más le preocupaba era el porqué de esa tenacidad. Hasta el más imbécil podía ver que Umbridge odiaba a los niños y enseñar. Irónicamente, Hogwarts era una escuela y estaba llena de niños. Entonces, ¿por qué estaba empeñada en seguir en el castillo? Los otros profesores parecían igual de preocupados, todos salvo Dumbledore, quien le estaba ignorando totalmente tras la primera semana en Hogwarts. Y cuando decía ignorando lo decía en serio. Cada vez que se cruzaban en un pasillo el director daba la vuelta y se esfumaba. Ni siquiera le había llamado ni una sola vez a su despacho, ni le miraba durante las comidas. Era un misterio total, aunque a él ya le estaba bien.

Pasaron la tarde estudiando y planeando la nueva carta contra Umbridge. Esa noche, cuando dio la media noche, notó el sabor amargo en su paladar que casi le dio arcadas. Deshizo el hechizo que había mantenido la hoja en su boca y, con algo de asco, la metió en el vial que tenía preparado.

—¿Estás bien, Neville? —preguntó sacando la cabeza por las cortinas para que escuchara su voz.

—Sí. Ugh, qué alivio. Voy a lavarme los dientes de nuevo.

Cogió el vial que le daba su amigo y luego llamó a Dobby. Se lavó él también los dientes y se fue a dormir con una sonrisa.

13 de diciembre, viernes

El rostro de Umbridge se contrajo en un tic nervioso pero la ira en su expresión era palpable. Los tenía a todos de pie, en fila, y miró uno a uno en sus ojos. Como si quiera arrancarles la verdad sin hacerles hablar. Al parecer había decidido "inspeccionar" a los propios alumnos.

—No sé cuál de ustedes es el responsable de las bromas a las que se me ha sometido todo este tiempo pero lo averiguaré —les juró, con un susurro maligno—. No crean que no lo haré. Y en cuanto lo sepa… espero que el responsable se prepare para un castigo ejemplar antes de su expulsión inmediata.

Ron bufó una risa. —Si nos va a expulsar, ¿por qué deberíamos asistir a su castigo?

Umbridge se giró violentamente a mirarlo. —¿Está confesando su crimen, señor Weasley?

—Claro que no, solo preguntaba.

—Ya, puede ser que esté hablando con el Weasley equivocado —sonrió cruelmente la profesora—. Por lo que tengo entendido sus hermanos gemelos son muy capaces.

El rostro de Ron se ensombreció. No solamente estaba culpando a sus hermanos sino que le estaba llamando idiota al mismo tiempo. Umbridge era muchas cosas, una de ellas cruel.

—¿Cómo espera que seamos ninguno de nosotros? La mayoría de bromas se hicieron cuando estábamos en clase.

—¡Eso no es cosa suya, señor Finnigan!

—¡Pues claro que sí! ¡Es asunto de todos!

—¡Nos está acusando sin pruebas!

—¡Nos está amenazando con castigarnos antes de expulsarnos!

—¿¡Quién se cree que es!?

Las voces se alzaron todas a la vez y, de pronto, Umbridge tuvo una rebelión sorpresa en su clase. Ese día tampoco estudiaron nada de Slinkhart, aunque de normal ya había poco que aprender en clase de defensa. Umbridge no tuvo más remedio que dejarlos ir cuando acabó la hora. No sin antes castigar a voz de grito a Ron y a Seamus, y cuando abrió la boca con la intención de seguir castigando a más gente, seguramente a todos con la excusa de haber gritado en clase, Harry sacó su varita y, discretamente, la silenció.

Se fueron corriendo para evitar ser castigados. Algunos reían, pero el sentimiento general era de ira y frustración. Ahora todos sabían cómo era realmente Umbridge. Por suerte, solo tenían un par más de clases antes de las vacaciones de invierno y Harry pensaba usar el tiempo que le quedaba para preparar una serie de bromas para Umbridge que le harían recordar que no estaba a salvo en ningún lado. Ni siquiera lejos del alcance de los alumnos.

—Se está volviendo completamente loca —sacudió la cabeza Hermione.

—Da gracias a que Fudge no consigue darle más poder en Hogwarts —le dijo Neville—. Mi abuela dice que nos hemos salvado por un tecnicismo.

Harry asintió. Había leído los informes de su apoderado. —Al parecer Fudge quería que los miembros temporales del Consejo de Hogwarts pudieran votar en mayoría para darle el puesto de Inquisidor Supremo pero el Wizenmagot lo cortó de raíz ya que, como bien indica la palabra, son solo miembros temporales.

—Ahora debe estar desesperada ya que el Consejo de Hogwarts original ha encontrado a un buen candidato que reemplazará a uno de los candidatos temporales.

—Así perderá la mayoría en el consejo —acabó Hermione con rostro asqueado— y Fudge perderá cualquier oportunidad de darle más poder a Umbridge.

—Exacto.

—Con razón está buscando a los culpables de las bromas.

—¿Culpables? —preguntó con curiosidad Neville.

—Bueno, muchas bromas han pasado cuando todos hemos tenido clase. O bien una persona está en dos sitios a la vez o la están humillando más de una.

Cuando vino Luna después de sus clases le contaron lo que había pasado y Luna sonrió enigmáticamente.

—Las cosas se están precipitando este año.

Harry alzó una ceja, pero no preguntó. Sabía que no iba a contestarle si lo hacía. Se aseguró de que nadie podría espiarlos, a pesar de que la Sala de los Menesteres desaparecía cuando cerraban la puerta, y luego sacó el librito que le habían regalado Sirius y Remus.

—Os he hecho unas copias del libro. Debería duraros unas cuantas semanas pero ya veréis que os lo leéis en un par de horas —les entregó a cada uno su copia del libro de animagia.

—¿Qué hay de la poción? —preguntó Hermione, que ya se había leído su libro original—. El día 7 fue luna llena. ¿Pudieron hacer el primer paso con la hoja?

—¿De qué hablas? —preguntó Neville.

—La hoja de mandrágora, luego del mes en la boca, debe ponerse en un vial de cristal durante toda una noche de luna llena. La luz de la luna debe tocar la hoja directamente hasta el amanecer —le informó Hermione con su tono académico habitual—. Luego se le añade un mechón de cabello de la persona y un par más de ingredientes. Está explicado en el libro.

—Así que por eso nos pediste el otro día el pelo.

—Contestando a tu pregunta, Hermione, sí. Lograron hacer el primer paso. De hecho, por lo que tengo entendido está casi finalizada.

—Debe faltar la tormenta eléctrica —intercedió Luna, y él asintió.

—Hasta que no haya una tormenta eléctrica no sabremos si la poción es buena —se encogió de hombros Harry aunque se encontraba impaciente—. ¿Sabéis que han hecho la poción en una de las casas de los Black en Escocia? Al parecer aquí hay más probabilidades de una tormenta eléctrica en diciembre y enero en comparación con Londres.

Hermione alzó una ceja ante tal dedicación pero asintió. Después de todo, cuanto antes aprendieran a transformarse, mejor.

18 de diciembre, miércoles

Harry se despertó de golpe al escuchar la puerta del dormitorio abrirse y el sonido de pasos decididos acercarse a su cama y luego pasar de largo hacia la de Ron a su lado. ¿Qué demonios estaba pasando? Abrió la cortina un poco y, con la varita en mano dispuesto a defenderse, vio a la profesora McGonagall despertar a Ron. Tenía en el rostro una expresión muy severa e incluso parecía estar aguantando un par de lágrimas.

—Señor Weasley, me temo que debe levantarse y acompañarme junto con sus hermanos.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó la voz dormida de Dean.

Pronto estaban todos despiertos viendo como Ron se vestía a petición de la profesora.

—Espéreme abajo junto a su hermana mientras voy a buscar a sus hermanos. Recoja sus cosas, por favor. Un elfo doméstico le llevará el baúl al despacho del profesor Dumbledore.

Harry miró a Neville con expresión confundida, pero Neville se encogió de hombros, alzando una ceja. Seamus, Dean, Neville y Harry vieron como Ron bajaba las escaleras, preocupado y asustado.

—¿Qué habrá pasado? —preguntó al aire Seamus.

En una especie de pacto de paz temporal, Harry se encogió de hombros. —Ni idea, pero si todos los Weasley se están yendo de Hogwarts no debe ser nada bueno.

Harry miró la hora de su reloj de pulsera y vio que eran las 3 de la mañana. Neville, que vio el reloj también, dio un bote.

—Deberíamos ir a dormir.

Seamus maldijo al ver la hora y luego se fue a su cama. Harry tardó un rato en dormirse pero sabía que quedarse despierto no serviría de nada. Ni se enteraría de lo que había pasado ni descansaría. Así pues, intentó dormir con la promesa de que al día siguiente averiguaría qué estaba pasando.

Horas después, se despertó con cansancio. Se vistió, duchó y arregló su mochila en tiempo récord. En el dormitorio les esperaba Hermione, con aspecto descansado, pensó con envidia. En cuanto vio las ojeras de Neville alzó una ceja.

—¿Qué ha pasado? Parece que no habéis dormido nada.

—Ayer la profesora McGonagall se presentó en nuestro dormitorio a las 3 de la madrugada —dijo Neville, bostezando tras una mano—. Se llevó a Ron y le hizo recoger sus cosas.

—Al parecer también se han ido Ginny, Fred y George.

Hermione pareció preocupada al escucharlo ya que, por la pinta que tenía, no era nada bueno. Fueron a desayunar especulando qué podría haber pasado pero no fue sino hasta que vieron a Hagrid llorando, caminando en dirección al despacho de Dumbledore, que supieron qué había pasado.

—Arthur Weasley ha muerto esta noche.

—¿¡Qué!? —exclamó Hermione con el rostro pálido y desencajado.

Harry no pudo mediar palabra. ¿El señor Weasley, muerto? No entendía nada.

—No sabía que estaba enfermo —dijo Neville, con expresión triste.

—No ha muerto enfermo —negó Hagrid vehementemente con la cabeza—. Ha sido asesinado en el ministerio de magia.

—Pero, ¿qué hacía allí esta noche? ¿Y por qué?

—Estaba protegiendo algo muy especial en el departamento de misterios, ayudando a la orden del fénix. Ahora, si me perdonáis, voy a ir ver al director.

Se quedaron allí parados. Harry no podía creerlo. Era como una pesadilla. Estaba claro que la gente moría, sus padres habían muerto hacía años, pero ahora era consciente de que nunca más vería a esa persona. Solo podría recordarla. No quería ni imaginar lo que estaban sintiendo los Weasley en este momento. Su padre, asesinado. No sabía qué situación era peor, la de Ron o la suya. Haber conocido a tu padre y perderlo o perderlo sin conocerlo.

Reanudaron el paso hasta el gran comedor pero apenas tenía hambre. Se bebió un zumo para no desmayarse durante el día y luego miró el hueco vacío de los Weasley en el banco de madera.

—¿Qué creéis que estaba protegiendo el señor Weasley? —preguntó Neville, mirando el tenue sol sobre el lago negro.

Habían decidido pasar las horas libres en el lago, incapaces de seguir su habitual rutina. Luna, que se había enterado poco más tarde que ellos, se mostró triste ante la noticia.

—Dijo que estaba protegiendo algo en el departamento de misterios. Podría ser cualquier cosa.

—Tiene que ser algo relacionado con la orden del fénix. Según Hagrid estaba allí por órdenes de Dumbledore —pensó en voz alta Hermione.

—Está claro que es algo relacionado con Voldemort —suspiró él—. ¿Qué es lo que querrá Voldemort del departamento de misterios?

—Lo que no entiendo es qué hacía el señor Weasley solo en el ministerio —preguntó para sí mismo Neville—. ¿Por qué no pedirle ayuda a los aurores?

—Porque está claro que Dumbledore no quiere llamar la atención del ministerio de lo que hay allí guardado, y que es tan importante —se encogió de hombros Luna.

—Quizás es que no se fía de que la información se filtre —pensó en voz alta Harry.

Esa misma noche hablaría con Sirius sobre los contratos mágicos. Esto demostraba que era necesario purgar el ministerio de asesinos, y de gente entrometida también… Si Dumbledore simplemente hubiera escondido lo que sea que fuera tan importante ahora el señor Weasley estaría vivo.

20 de diciembre, viernes

Hermione y Harry dejaron sus cosas en sus respectivas habitaciones. Habían llegado a Grimmauld Place y el ambiente era obviamente sombrío. Tanto Sirius como Remus conocían a Arthur Weasley desde hacía muchos años y se encontraban bastante afectados.

—El funeral es mañana —les dijo Remus cuando se sentaron en la mesa de la cocina—. No creo que nos quedemos mucho tiempo. Por lo que he visto, Molly está muy afectada. No queremos que tenga que ocuparse de los invitados además de su familia durante toda la mañana.

Harry asintió. Pensando en lo derrumbada que debía estar la señora Weasley. Al menos, se dijo, tenía la compañía y el cariño de sus hijos para ayudarla a seguir adelante.

—¿Se sabe quién ha sido el culpable? —preguntó enfadada, con ojos rojos de las lágrimas, Hermione.

—No, pero está claro que ha sido un mortífago con acceso al departamento de misterios. No se puede acceder a esos niveles sin una tarjeta especial. Arthur seguramente debía tener la tarjeta de Croacker, uno de los inefables amigos de Dumbledore que ya nos ayudó en la anterior guerra —dijo Remus—. El ascensor se cierra cada vez que entra al departamento una persona así que o le estaban esperando o le sorprendieron.

—Pero sea como sea tenían acceso —murmuró Hermione. Remus asintió.

—A no ser, claro está, que alguien de dentro hubiera desactivado las barreras mágicas. De esa forma podría entrar cualquiera —se encogió de hombros Sirius, luego apuntó—. Aunque, pensándolo mejor, de ambas formas se requiere una tarjeta especial.

Se hizo un silencio mientras contemplaban qué podía haber pasado. Al final, Dobby y Kreacher les sirvieron la comida y cenaron en silencio. Al menos unos minutos. Luego Hermione se giró a hablar con Remus, incapaz de soportarlo.

—Andrómeda está ayudando con los preparativos —le informó Sirius, mientras Remus y Hermione hablaban calladamente—. Mañana aprovecharé para hablar con Nymphadora y preguntarle qué demonios estaba haciendo solo en el ministerio, de noche, Arthur. ¿Qué era tan importante que ha perdido la vida por ello?

Harry asintió, pensativo. —Sí, es algo que me tiene intrigado.

Harry aprovechó lo que quedaba de día para leer. No tenía ganas de estudiar ni de seguir hablando del tema del ministerio. Sabía que estarían hablando durante semanas de lo mismo y prefería evitarse un poco de dolor. Sin darse cuenta, los párpados le pesaron más de lo esperado y se quedó dormido.

21 de diciembre, sábado

Harry, acompañado de Hermione, vestía de negro de cabeza a pies. Vio a la gente murmurar, acompañando a la viuda de Arthur Weasley, mientras esta lloraba sobre un pañuelo blanco con una mano encima del ataúd cerrado del señor Weasley. No sabía exactamente dónde enterraban a sus familiares los Weasley pero ahora mismo tampoco importaba demasiado donde fuera. No iba a cambiar nada. Pensó en sus padres, enterrados en la parte privada del cementerio de Godric's Hollow, junto a sus ancestros. Curiosamente, los Potter siempre eran enterrados allí. Los Potter y los Peverell. Las tumbas de las decenas de muertos que había visto al visitar las lápidas de sus padres eran suficiente para darse cuenta.

Hermione le tocó el brazo y vio a Ron y a Ginny llorando desconsolados. Los demás hermanos parecían una mezcla entre incrédulos, enfadados y destrozados. Incluso Percy Weasley, que había dejado de lado a su familia, estaba sentado solo en una silla mientras miraba con los ojos desenfocados el ataúd de su padre. Cuando se acercaron a la familia Harry carraspeó suavemente.

Molly Weasley le vio y le abrazó con todas sus fuerzas, sollozando. —Mi más sentido pésame, señora Weasley.

Luego abrazó a Hermione y escuchó como Hermione repetía calladamente las palabras, mientras le acariciaba la espalda.

—Muchas gracias, Harry, Hermione. A A-Arthur le habría encantado veros —lloró con una sonrisa temblorosa, secándose las lágrimas—. Yo también estoy feliz de veros. ¡Cuánto tiempo ha pasado!

Estuvieron hablando con ella unos minutos y luego se giraron para hablar con los hijos de Arthur Weasley. Harry acabó abrazando a todos, incluso a Percy. Ron, el último en abrazarle, solo pudo contenerse unos segundos y luego rompió a llorar sobre su hombro. Hermione soltó a Ginny y abrazó a Ron por la espalda. Era la primera vez en mucho tiempo que interactuaba con su antiguo mejor amigo y ahora sentía que todo había vuelto a cambiar. Ron nunca volvería a ser el mismo. Lo sabía por experiencia propia.

Después de un largo rato, Ron se recompuso. Fueron a la mesa de los aperitivos a coger unas bebidas.

—Esto ha destruido a mi madre —les dijo, mirándola desde la mesa que apenas estaba a un par de metros—. Todavía no- no puedo creerlo. El otro día estaba bien, estaba vivo, y hoy… Siento como si nada fuera igual que hace 3 días.

Harry asintió pero permaneció en silencio mientras Ron se desahogaba. Hermione volvió a abrazar a Ron con un suspiro triste y Ron cerró los ojos para evitar volver a llorar. Harry le puso una mano sobre el hombro, apretándoselo. Vio a Andrómeda acercarse a la señora Weasley. Escuchó como hablaban de todo y nada hasta que Andrómeda le dijo en un susurro:

—Si necesitas ayuda… cualquier tipo de ayuda, Molly, no dudes en llamarme.

Molly Weasley sonrió levemente y le dio unas palmaditas en la mano. —Estaremos bien. Siempre hemos conseguido salir adelante.

Esa frase le cayó como una jarra de agua fría. Ahora que Arthur Weasley había muerto, ¿cómo iban a pagar la comida, los impuestos y todo lo demás Molly y los otros Weasley? Apenas sí trabajaban Bill, Charlie y Percy y, además, cada uno de ellos tenía que pagar también sus propias cosas. Miró a Ron y supo que no podía hacer otra cosa salvo ayudar.

—¿Podemos hablar en algún sitio más privado, Ron? —le preguntó cuando se decidió al instante.

Ron le miró unos segundos y asintió rápidamente. Hermione alzó una ceja, preguntándole silenciosamente si quería que los dejara solos. Harry le hizo un ademán de cabeza cuando Ron se echó a andar hacia su cuarto. A penas había cambiado. Harry observó con nostalgia las 4 paredes que le habían acogido antes y sabía que tenía que ayudar a Ron, aunque le costara aceptarlo. Cerraron la puerta detrás de sí.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó con un atisbo de curiosidad, aunque sumamente triste Ron.

—Bueno… —pensó sus palabras y luego desistió—. No hay forma de decir esto suavemente pero quiero ayudar a tu familia económicamente.

Al contrario de lo que había pensado, Ron se mantuvo callado mientras le observaba pensativo. Luego miró al suelo con rostro triste.

—¿Por qué? Sé que fuimos amigos pero no estás obligado a hacerlo. Además, te traté fatal. Traicioné tu confianza, mi disculpa fue una mierda, estuve celoso durante mucho tiempo y, aun queriendo recuperar tu amistad, no hice nada por mi propio orgullo. Soy un cobarde.

Hermione le cogió de la mano, el nudo de su garganta era tan grande que hasta fue visible para Harry.

—Nadie es perfecto. ¿Te crees que yo no cometí errores? ¡Durante un tiempo hasta pensé en dejar a su suerte a la gente con lo de Voldemort! Mira —le volvió a tocar el hombro para que supiera que iba muy en serio—, ahora no es el momento para hablar de lo que hicimos bien o mal o dejamos de hacer. ¿Por qué quiero ayudar a tu familia?

Harry suspiró, y algo dentro de sí se retorció como una serpiente antes de que volviera a abrir la boca. Nunca antes había contado la historia como pensaba contarla, con todo tipo de detalles, y a alguien muy cercano a él. Pero si quería que Ron entendiera y se quitara un peso de encima, debía hacerlo.

—Sabes Ron. No sabes mi historia entera. Solo sabes lo que he querido que supieras porque, durante mucho tiempo me daba vergüenza contar lo que me pasó a alguien. El caso es que mis tíos no eran muy… agradables. Decir que me odiaban sería quedarme corto. Mi cuarto durante casi 10 años fue la alacena bajo las escaleras mientras que el gordo de mi primo tenía 2 habitaciones y había otra habitación casi siempre vacía de invitados —Harry miró por la ventana, evitando las miradas de Hermione y Ron, para no perder las fuerzas—. Salí de allí malnutrido, maltratado y siendo el chivo expiatorio de cada uno de ellos. Entonces te conocí en el tren de Hogwarts. Tu familia fue la que me ayudó a encontrar el tren, ¿te acuerdas? Sin tu madre, me habría perdido el primer viaje a Hogwarts, y mis tíos se habrían reído de mí por haberme quedado atrás, donde según ellos me merecía estar.

Estuviste conmigo todo el trayecto y nos hicimos amigos casi al instante. Esas vacaciones de invierno tu madre me regaló un jersey tejido a mano cuando apenas me había visto 10 minutos. Solamente porque yo era tu amigo. Mis tíos me regalaron una moneda de 5 peniques, y me sorprendió que me regalaran algo. Cada año has estado allí para mí hasta que tomaste una mala decisión. Pero todos tomamos malas decisiones. Tú, y Fred y George, os arriesgasteis para sacarme de Privet Drive con el coche prestado de tu padre. Tu madre me acogió con los brazos abiertos cuando aparecí por la puerta sin una sola carta de advertencia. Tu padre solo me preguntó que cómo estaba y me dio la bienvenida. Ahora sé que las cosas eran difíciles en vuestra casa y aun así… me acogió sin más.

Cuando robamos el coche a tu padre para ir a Hogwarts en segundo curso, a tu padre le amonestaron, pero no nos echó la culpa ni se preocupó de nada más que de saber si estábamos bien. Aun con los daños que le habíamos causado, tú y yo, me siguió acogiendo en vuestra casa sin pedirme nada a cambio. Incluso intentó advertirme de Sirius cuando a todo el mundo se le ordenó no decirme nada, porque estaba preocupado por mí. Consiguió entradas para todos nosotros para el mundial de quidditch, me defendió frente a Crouch cuando intentó echarme las culpas de la marca tenebrosa. En cuarto curso, Sirius me dijo el otro día que habían querido venir a verme en la última prueba, como si fueran mi propia familia pero que habían preferido mantener las distancias para no meterme en un posible aprieto e incomodarme…

Creo que ahora entiendes lo que yo sentía cuando hablaba o pensaba en mis padres muertos. ¿Si tuvieras un millón de galeones no lo cambiarías ahora mismo si pudieras tener de vuelta a tu padre? Claro que sí. Pero no puedes. El dinero, al final, no importa. No puede devolverte a tu padre ni me devolverá a los míos. Todos estos años has estado celoso de mi fama inútil y de mi fortuna, pero nunca has pensado que es mía porque mis padres murieron, porque literalmente, no me queda nadie. Todos estos años yo he estado celoso de ti porque tus padres estaban vivos y te querían. Ayudar a tu familia económicamente no me va a dejar en la pobreza, ni lo hago por quedar bien ni porque me sienta obligado. Lo hago porque tu familia me dio algo que ni mis propios tíos, mi supuesta familia de sangre, me dieron en una década, y ni todo el dinero de Gringotts podrá reemplazar eso. Pero puedo ayudaros, ¿lo entiendes?

Se hizo un silencio mientras Harry se secaba las pocas lágrimas que había derramado al contar su historia al fin. Hermione le abrazó llorando más fuerte que nunca.

—¿Por qué no nos dijiste nada? Podríamos haberte ayudado. Podríamos haberte sacado de allí. Podríamos-.

—Ya no hace falta Hermione. Ahora estoy bien y nunca más voy a volver allí.

De repente, sintió a Ron cogerle entre brazos. Abrazándole como nunca antes. Estuvieron allí los 3 durante bastante tiempo hasta que por fin todas las lágrimas cesaron. Harry vio como Ron le miraba como si por fin lograra entenderle, y entonces supo que había valido la pena. Incluso se sentía más ligero que nunca. Una parte amarga y enfadada de su ser se desvaneció como humo en el aire.

—Está bien. Acepto tu ayuda en nombre de mi familia pero que sepas que mi madre se negará. Ya sabes cómo es.

Harry suspiró y asintió. Los Weasley siempre habían ganado hasta el último knutt y, aunque sabía que les había dado dinero a los gemelos, ese dinero era para ellos. No quería que ninguno de ellos dejara de lado sus sueños por algo que podía solventar fácilmente. La única excepción fue la vez que al señor Weasley le tocó un sorteo en el ministerio. Entonces tuvo una genial idea.

—¡Pues claro! Haremos ver que te ha tocado la lotería —sonrió Harry.

Ron lo pensó y asintió. —No sé qué sorteos podríamos usar como tapadera sin que se de cuenta mi madre.

—Es más fácil comprar lotería muggle. Molly ni se enterará de que realmente no te ha tocado —dijo Hermione, uniéndose al plan sin rechistar—. Lo único que tendríamos que hacer sería esperar un par de semanas y luego enviar una carta que parezca oficial por correo muggle.

—¿Crees que tu madre sospechará si la carta lleva un cheque con el dinero? —Harry le explicó resumidamente, al ver su confusión, qué era un cheque.

Ron lo volvió a pensar unos segundos y negó con la cabeza. —No tiene ni idea de cómo funciona la lotería muggle. Sobre todo si el cheque va a nombre de un banco.

—Entonces problema resuelto.

—¿Y cómo va a comprar Ron la supuesta lotería? —preguntó con una sonrisa Hermione.

—Fácil. Oficialmente estás invitado a visitar Grimmauld Place. Durante estos días iremos a pasear por Londres y compraremos por diversión un boleto de verdad cada uno, lotería que Ron enseñará a la señora Weasley y que luego de haremos ver que Remus, en un par de semanas, comprobará si nos ha tocado algo. Para fortuna de Ron, le ha tocado el tercer premio.

Ron bufó una risa al escuchar el plan pero asintió con una sonrisa. Le miró con más cariño del que hubiera imaginado posible.

—Te había echado de menos, Harry.

—Y yo a ti, Ron.

Y como si hubieran vuelto a luchar contra un trol, todo se puso del derecho por sí solo.