Bueno, las cosas en algún momento tienen que llegar a su fin y esta es una de ellas. Originalmente, mi idea era hacerla un one shot pero me gustó tanto mientas la escribía que decidí hacerla un poco más larga. Descubrí que tenía muchas posibilidades. Quisiera aclarar que amo a mi cajún, Remy LeBeau. Pero como no sé porque nunca escribieron algo en la película para él y le dieron alguna oportunidad para que hiciera su aparición ( sí, esto lo digo muy molesta) decidí jugar un ratito con los personajes disponibles de la película.
RubyMoon.Li: No sé porque, pero tengo la impresión de que te viviste la historia. ;p No te preocupes, Rogue no volverá a mentirle a Johnny.
KaAn¡Ah, por supuesto que John es bello!
Ahmaira¿Qué haría sin ti? Mi amiguita y confidente. ¡Qué mucho nos gustan los chicos malos! Una debilidad peligrosa. Te quiero un montón.
Kalid: Ten un poco de paciencia con Rogue. Espero esta vez no quieras pegarle otra vez.;p
Ale Black: Espero no haya sido larga la espera. Te he dado el único final, de todos los que imaginaste.
A todos, muchas gracias. Escribir este pequeño cuento fue agradable, pero sus mensajes y comentarios fue lo que hicieron de este viaje uno realmente lleno de aventuras y maravilloso. ¡Gracias!
Día 15
John no me habló por el resto del día, ni tan siquiera me miró durante las clases que tomábamos juntos en la tarde de ayer. Cumplió lo que le pedí. Entonces¿por qué no me sentía agradecida de que me hubiese escuchado? Eché de menos sus comentarios sagaces y su sonrisa burlona. ¿Cuál era mi maldito problema? Le pedí que me dejara sola, por lo tanto debía sentirme contenta de que así lo hizo y no sentir esta inexplicable tristeza. No había dormido bien pensando en esos ojos aguamarinas. Estaba sentada en mi cama, mi cuarto sumergido en la penumbra de la madrugada.
Extrañada, escuché unas pisadas suaves en el exterior de mi cuarto e introdujeron un sobre debajo de mi puerta. Con cautela, me acerqué para tomarlo y leer lo que había en su interior. Una simple oración: "Te veré este viernes a las 7: 00 PM, mi dulce y bella sureña." Abrí la puerta y salí corriendo para intentar hallarlo pero no vi a nadie. ¡Rayos! Cuando Jubilee descubra el tiempo que me tomé en coger el sobre para leerlo, le dará un infarto, no sin antes gritarme: "Demonio, Rogue. También pudiste darte una ducha y vestirte antes de leer la carta ya que no tenías tanta prisa." Yo suspiré, en realidad no me interesaba mi admirador secreto. Todos mis pensamientos eran para John. ¡Oh Dios! Estaba realmente mal, pero muy mal. Arrastrando mis pies, regresé a mi cuarto. Presentía que sería un largo día. Largo y cansado.
Día 16
Estaba al borde del llanto. Ni tan siquiera hizo un leve gesto para indicarme que sabía que estaba cerca. Se sentó lejos de mí, cuando él solía buscar el asiento más cercano a mí. El día anterior no fue nada diferente. ¿Qué había yo logrado con mi actitud? Lo único que había logrado era hacer un gran descubrimiento. Amaba a St John Allerdyce con cada onza de mí ser. Era tan irónico, tenerlo tan cerca para luego estropearlo todo y tener esta revelación. Quería tenerlo a mi lado y escuchar aunque fuera una de sus imbeciladas. ¡Dios mío! No podía continuar así. Buscaría al necio y cretino arrogante que amaba con todo mi ser y hablarle. Sí, eso es lo que haría.
-¡Rogue! –
Era Jubilee y venía corriendo sin control alguno hacia mí. Se detuvo frente a mí, me tomó por mis brazos y me dijo:
-Tienes que sentarte para lo que te voy a decir. Es largo y será chocante. –
-No seas melodramática, Jubes. –
-No estoy bromeando, Rogue. –
Incrédula de que así fuera, buscamos los asientos más cercanos; dos cómodas butacas.
-¿Lista? Bien, aquí vamos. Bobby y Kitty tuvieron una discusión descomunal. –
Todo lo que hice fue arquear mis cejas.
-Media escuela la presenció. Kitty acusó a Bobby; prepárate para esto, - y aspiró aire, - de ser tu admirador secreto. –
-No te creo. –
-Es cierto; Kitty prácticamente lo gritó, a parte de otros improperios nada decentes. No pensé que alguien tan inocente como ella tuviera un vocabulario tan amplio. –
-¿No sabes en que se basa ella para acusarlo? –
-Tenía en su mano la prueba y la agitaba bajo las narices de Bobby, un recibo de una floristería que halló en su cuarto. Ella le alegaba que nunca vio esas flores y Bobby negaba que fuera suyo el recibo. –
Yo cerré mis ojos, no me gustaba el camino que iban tomando las cosas.
-¿Crees que era de Bobby? – le pregunté temerosa.
-Bueno, tenía que serlo para que Kitty le estuviera disputando con tanta seguridad. –
-No. – murmuré yo como en un trance.
No podía ser Bobby. No y no. Hasta cierto grado la idea me repugnaba. Unas semanas atrás, quizás… pero no ahora. Mi corazón pertenecía a cierto piromaniaco.
-Eso es solo la fracción de lo sucedido. –
-¿Qué más sucedió? – sentía una horrible sensación en la boca de mi estomago.
-Agárrate. Kitty le dijo a Bobby que John le había pedido salir con ella y que tal vez aceptaría su oferta. –
Gracias al cielo que Jubilee me ordenó sentarme. Estaba segura de que todo color había abandonado mi rostro. No mi Johnny. No podía ser cierto. Solo fui un juego más para él. No pudiendo controlarlo, me llevé una mano a mi boca para sofocar un sollozo.
-¿Rogue? –
Escuché a lo lejos la voz preocupada de Jubilee. No pensaba, mis entumecidos sentidos no me lo permitían. Me levanté como una autómata de la butaca. Las lágrimas bajaban por mi rostro.
-Lo siento… Jubilee. Necesito ir a mi habitación… No quiero que nadie me vea así, mucho menos… John. - le supliqué.
Jubilee solo hizo un gesto afirmativo con su rostro y me llevó hasta mi cuarto. Me senté en mi cama y miré a Jubilee.
-¿Podrías excusarme con los profesores? –
-Sí. ¿Quieres que regrese para acompañarte? –
-No. Estaré bien.-
-¿Segura? –
-Sí. –
-De todas maneras vendré en la tarde a ver como sigues. –
Yo solo asentí con mi rostro y tan pronto como escuché la puerta cerrarse tras de ella, me entregué a mi llanto. ¿Por qué tuve que descubrir que lo amaba de esta manera? El dolor parecía que me desgarraba desde mi interior, tratando de hacer dos mitades de mí ser. No se comparaba en nada a lo que había sentido al descubrir que Bobby quería estar con Kitty. Solo ahora me percataba de lo que había sido, una bofetada a mi ego.
Y Bobby. Se me dificultaba tanto creer que él fuera mi admirador secreto. Inesperadamente vino a mi memoria aquella noche que John y yo conversamos, cuando me pidió que le prometiera que pasara lo que pasara siempre seríamos amigos. John lo sabía. Con gran desesperación vi como todas las piezas caían en su lugar. Tenía que ser Bobby, después de todo John era su compañero de cuarto. Fue John quien de lo más seguro le informó sobre mi trabajo de Degas, sobre mi grupo favorito… ¡Dios mío¿Por qué no moría en ese instante?
¿Cómo se atrevía él a cortejarme en anónimo mientras estaba con Kitty? Y lo que menos comprendía¿por qué tantas atenciones y no venir directamente a hablar conmigo si quería regresar a ser mi novio?
Solo una pieza no encajaba en su lugar.
John y sus besos. No seré la chica con más experiencia, pero sus besos no fueron falsos. En mi vida había yo sentido tanta pasión… Envidiaría a Kitty por el resto de mis días.
Día 17
En la mañana la doctora Grey había venido a mi habitación a verificar como me sentía. El día anterior Jubilee les informó a los profesores que tenía un fuerte caso de influenza. Me tomó la temperatura y para mi sorpresa tenía algo de fiebre. Al parecer todo lo acontecido me había afectado más de lo que pensaba. Me indicó tomar mucha agua y si empeoraba que no dudara en llamarla. A los pocos minutos me quedé dormida, la noche anterior no había dormido nada llorando como una tonta. ¿Cuándo aprendería que ningún chico jamás se fijaría en mí, la chica de la piel mortal y con problemas de personalidad?
Una mano comenzó a echar hacia atrás mi larga cabellera y pensé que estaba en mi casa en Meridian, mi madre estaba verificando como me sentía. Pero esas manos no eran suaves como las de mi madre… eran algo ásperas. Yo abrí mis ojos algo desconcertada y descubrí que no estaba en mi casa sino en el instituto para jóvenes excepcionales. La mano no era la de mi madre.
-Hey- me saludaron con suavidad.
John estaba sentado al borde de mi cama y me sonreía con ternura. Mi corazón dio un brinco y recité en mi interior: "El quiere a Kitty, él quiere a Kitty…" asegurándome de que no volvería a equivocarme.
-Toqué a la puerta pero como no respondiste, entré para verificar si te encontrabas bien.-
Yo solo me limité a mirarlo, a perderme en su mirada que era como el mar.
-¿Estás bien? – preguntó él preocupado.
Yo moví mi rostro en un gesto afirmativo mientras pensaba: "Es así si sacamos mi corazón a un lado." ¿Por qué tenía que comportarse así conmigo¿No entendía él que eso hacía que mi corazón se rompiera en pedazos?
-Le pregunté a la doctora Grey que sería lo adecuado para que comieras. – y diciéndome eso, me mostró un plato de sopa que había colocado sobre la mesa de noche junto a mi cama.
-¿Por qué? – mi voz se escuchó ronca, tenía la boca reseca.
-Ella dijo que el caldo caliente sería muy bueno y te sentaría bien. – me dijo mientras se alzaba de hombros.
En realidad esa no fue mi pregunta y tampoco la respuesta que quería. ¿Por qué tanta atención conmigo¿No debía estar él tratando de ganar la atención de Kitty?
-Ven, te ayudaré a sentarte para que comas tu sopa. Tienes que recuperar tus fuerzas para mañana. – y tomó mis manos para ayudarme a sentar.
-¿Mañana? – le pregunté confundida mientras él acomodaba mis almohadas detrás de mi para que estuviera cómoda.
-Sí, mañana. – y me envió una guiñada, como un pequeño secreto que solo nosotros dos compartíamos.
¡Oh Dios mío! Lo había olvidado por completo… la nota. Mañana mi admirador secreto vendría a hablar conmigo a las siete de la noche. Bobby. Desee salir de mi cama para correr al baño a devolver… ¿qué? No tenía nada en mi estomago, pero aún así tenía un fuerte acceso de nauseas. Definitivamente John sabía que Bobby era mi admirador secreto.
-No tengo hambre. –
-Marie… - me dijo él algo amenazante, -No has comido nada. –
Por unos segundos estuve a punto de replicarle que no entendía porque era él quien estaba aquí y no Bobby, si tanto me adoraba pero me mordí la lengua. Pueden llamarme tonta, pero no tuve el valor para ganarme su antipatía. Y podían llamarme ilusa, pero quería pretender en esos breves minutos que John me amaba aunque más tarde tendría que recoger lo que quedara de mi corazón del suelo. John tomó una cucharada y la acercó a mis labios.
-Puedo hacerlo yo sola, John. No estoy inválida. –
-¿Y perderme la oportunidad de mimar a la chica más bella del instituto? –
Estaba segura de que mis mejillas se sonrojaron al ver su sonrisa burlona. Luego de varias cucharadas tuve el valor de preguntarle como quien no quiere la cosa:
-¿Y qué hay de nuevo? –
-Le preguntas a la persona equivocada, sabes que a quien le debes preguntar es al noticiero ambulante, Jubilee. –
-Eso no fue muy amable de tu parte. Jubilee no es un noticiero ambulante. –
John me miró con sus cejas arqueadas. Bueno, al menos intenté defender a mi amiga aunque muy dentro de mí tenía que concederle la razón. Con algo de temor, le pregunté:
-¿Y Bobby y Kitty? –
Todo el cuerpo de John se tensó.
-¿Qué hay con ellos? –
-Ayer tuvieron una gran discusión. –
-¡Oh¿Sí? – replicó él no muy interesado.
-¿No lo sabías? – aquí había algo que no estaba bien.
-No y ni me interesa. – y sonriendo, me dijo, - ¡Ah, muy buena chica! Ya terminaste tu sopa.-
Dejó el plato sobre la mesa y tomó una de mis manos. Yo miré su mano entrelazada entre la mía, sintiendo ese calor que era tan suyo.
-John¿por qué me has ignorado en estos días? – e hice una mueca mental, yo siempre hablaba sin pensar.
-Me pediste que te dejara sola. – dijo él y sus ojos tomaron un color verde jade.
-Lo siento. – murmuré contrita.
No reprimí el impulso de levantar mi mano para acariciar ese rostro que tanto amaba. Era tan apuesto que sentí mi corazón contraerse. ¿Cómo no lo vi antes? Era mucho más apuesto que Bobby. Su rostro era muy varonil, solo sus labios en ese gesto de puchero eterno le daban un cierto aire de niño travieso.
-Lo mejor es que vuelvas a recostarte. – y de nuevo fue tan solicito, reacomodando las almohadas para que me acostara.
Las lágrimas casi logran ponerme en aprietos, apenas pude controlarlas. Era otra parte de su personalidad que no conocía. Tan cariñoso y extremadamente tierno. ¡Qué gran suerte tenía Kitty! Luego de asegurarse de que las frazadas me cubrieran como era debido, se agachó sobre mí.
-Ahora, una pequeña dosis de la mejor medicina. –
El beso que recibí fue inesperado. No debí permitirlo, pero tampoco tenía las fuerzas para negarme. Fue el beso más deliciosamente agridulce que pude haber recibido… Lo sentí como una despedida y traté de memorizar cada detalle de esa boca, de esos labios, de cada sensación que despertaba en mí, una sensación sensual y deleitable… y su aroma, tan parecida a la del sol. Siempre me fascinó ese olor, me traía a mi memoria cuando mi madre me pedía que recogiera las sábanas limpias del tendedero luego de haber estado todo un día bajo el sol. Así era el aroma de John.
-Eres tan dulce. –murmuró él sobre mis labios, sus ojos a medio cerrar en un gesto que me pareció tan erótico.
-John… - comencé a decir pero él colocó sus dedos sobre mi boca.
-Me iré para que puedas descansar como es debido. Quiero que duermas¿de acuerdo?- fue una orden.
Yo asentí. Besó mi frente con ternura y me dijo: -Hasta mañana. –
Tan pronto como hubo salido, comencé a llorar. ¡Dios mío¿Qué le había sucedido a mi orgullo¿Cómo permití que me besara así? Ahora podía entender a Kitty. Si ella sintió solo una milésima parte por Bobby de lo que yo siento por John, no la culpo en lo absoluto por haberme arrebatado a mi ex - novio. Porque era muy grande mi tentación de hacerle lo mismo a ella con John. Pero una dama sureña siempre se comportaba como lo que era, una dama de propiedad y dignidad. Me había permitido esos minutos prohibidos que nunca volverían a ser repetidos.
Día 18
Había llegado el gran día. El que hubiese deseado que nunca llegara. En la mañana recibí de nuevo la visita de la doctora Grey. Me halló mucho mejor pero me ordenó a mantenerme en mi cuarto para que descansara y lograra recuperarme más rápido de mi influenza. Si tan solo supiera. No había nada para sanar, lo que tenía solo el tiempo podría lograrlo.
Jubilee y Siryn vinieron al mediodía a visitarme.
-Es una pena lo de John. Estaba tan segura de que era él. – me dijo Siryn.
Por toda la escuela corría el rumor de que Bobby y Kitty si habían deshecho su relación y que Kitty había aceptado la invitación de John.
-Pero al menos Bobby es el admirador secreto¿no? –
Miré a Siryn y como una idiota me eché a llorar, mientras le decía: -No me importa si es Bobby. –
-¡Oh, Rogue! – exclamó ella mientras me abrazaba; Siryn siempre era tan dulce, ni tan siquiera le importó lo peligrosa que era mi piel pero yo tuve cuidado de no hacer contacto con los lugares que se encontraban descubiertos.
-Ya es hora de que lo escupas, Rogue. ¿Qué es lo que sientes por John? – esa fue Jubilee; en realidad no podía culparla por sentir antagonismo contra John, él solía fastidiarla a menudo.
-Lo amo, Jubes. –
-¿Esas no son palabras algo fuertes? –
-¡Rayos, Jubilation Lee! – exclamé algo molesta y vi su mueca de desagrado, ella detestaba su nombre, - Yo sé que John te desagrada pero no puedo controlar lo que siento. Amo a John. –
Por unos segundos me miró contrariada pero lentamente sus facciones se suavizaron. Tomó una de mis manos enguantadas y me dijo:
-Siempre estaremos aquí para lo que sea, Rogue. Juntas te ayudaremos a sobrellevar todo esto¿no Siryn? –
-¡Por supuesto que sí! – le afirmó ella a Jubilee.
Tal vez no tenía suerte en el amor, pero tenía las mejores amigas en toda la faz de la tierra.
El resto de la tarde pasó sin ningún acontecimiento. Estaba en mi cama, leyendo mis tareas atrasadas para tratar de ponerme al día, cuando tocaron a mi puerta. Enfrascada en mi lectura, dije:
-Adelante. –
Para mi total sorpresa, allí estaba John, en medio de mi habitación, vestido como nunca y un enorme ramo de rosas blancas y rojas.
-Hey. – me dijo él, -¿Te sientes mejor? –
-Mucho mejor, gracias. –
¿A eso había venido, a preguntarme como estaba? Se le veía algo ansioso y lo que nunca, nervioso. Kitty. Ese nombre me causó tanto pesar. Iría a salir con Kitty y había venido a ver como estaba antes de salir con ella. Pero él se mantuvo de pie, mirándome, como a la expectativa. El carraspeó algo nervioso:
-¿No vas a preguntar? –
¿Estaba él loco? Si esperaba que le preguntara sobre su salida con Kitty estaba muy equivocado.
-No. – le dije con sequedad.
-Pero… - y vi como sus ojos se tornaron en un azul tan intenso que casi parecía irreal.
Podía entender si estaba feliz por su salida con Kitty pero estaba pidiendo mucho si esperaba que iba a quedarme aquí sentada escucharlo hablar sobre todas las gloriosa cualidades de Kitty.
-No quiero que me digas nada. – le dije apenas conteniendo mi rabia.
-Nada. –solo me dijo él con aparente frialdad, -¿Por qué no? –
-¿Acaso no ves lo que podría hacerle a nuestra amistad tu declaración? –
Tenía que ser un verdadero ciego para no darse cuenta que lo amaba con toda onza de mi ser. Se me haría difícil verlo con Kitty, pero que viniera hablarme de su posible reconciliación con ella… Eso era ir muy lejos. No estaba de humor para escuchar detalles de su posible cita con ella. ¡No podía creer lo guapo que se le veía vestido con esos pantalones negros, su inmaculada camisa blanca de vestir y toda su cabellera en un peinado tan elegante¿Por qué tenía que amarlo tanto?
-Nuestra amistad. – yo pude captar la furia en su voz, -Me prometiste que pasara lo que pasara nuestra amistad siempre continuaría. –
-Pero ya estas pidiendo mucho de mí. –
Lo vi llevarse el dorso de una mano a su boca, tratando de esconder una risita, no sabía si de rabia o de histeria.
-De acuerdo, no te diré nada. Y mañana continuamos como si nada hubiera sucedido. –
Sin esperar a que dijera algo, salió de mi habitación con los hombros caídos, como en una actitud de derrota y casi dejando caer el hermoso ramo de rosas rojas y blancas. Yo me tiré a mi cama a llorar desconsoladamente. Estaba comportándome como una mala amiga… pero era tan difícil serlo. Lo amaba demasiado y se me haría insoportable escucharlo hablar sobre sus sentimientos hacia Kitty. ¿Por qué ella no se quedó con Bobby?
Cuando tocaron a mi puerta ya estaba más calmada. Estaba intentando pensar si dejaba entrar o no a la persona pero tomaron en sus manos mi decisión y Jubilee entró… con el ramo de rosas blancas y rojas.
-¿Qué haces con ese ramo? – no podía entender que sucedía. Ese ramo se supone que estuviera entre las manos de Kitty mientras John le profesaba todo su amor.
-Vi cuando John lo arrojó al cesto de la basura y, bueno, ya sabes como soy…-
-Una chismosa entrometida. –
-Prefiero verme como una persona preocupada por los demás. – protestó ella mirándome algo molesta.
-De acuerdo. Lo que sea. –
Por su mirada prepotente deduje que ella decidió ignorar mi comentario. Simplemente me dio una nota.
-Estaban con las flores. –fue lo único que ella me dijo.
Yo miré la nota, temerosa de leer alguna declaración de amor hacia Kitty. Hasta que al fin tuve el valor de leerla y la abrí. "Para mi dulce y bella sureña, a quien amo con todo mí ser. Espero te gusten. St John."
Mi corazón se detuvo por completo, todo el aire abandonó mis pulmones. No, yo no leí bien.
-Todo este tiempo era John. – pude detectar el tono casi de incredulidad en la voz de Jubilee.
"John me ama." se repetía esa pequeña frase en mi cabeza, una que significaba toda mi vida. No era Kitty, era yo. ¿Cómo no lo vi? Era un poco más de la siete, la hora acordada. Y el ramo; si mi abuela estuviera viva me hubiese reprendido: "Marian D'ancanto¿cómo es posible que una dama sureña viera ese ramo y no ver el significado?"
Rosas rojas y blancas; el símbolo de la declaración de un amor secreto.
-¡Oh, Jubes! – exclamé, -¿Qué hice? –
-Tú mejor que yo puedes contestar esa pregunta. –
-Prácticamente lo eché de mi cuarto, creyendo… pensando… -
-Que las flores eran para Kitty. – concluyó ella por mí, -Ahora¿qué piensas hacer al respecto? –
-De alguna manera, arreglar todo este lío que he formado. –
-¿Estás segura? Después de todo solo es un imbécil, arrogante y pedante piromaniaco. – ella solo bromeaba conmigo.
-Pero amo a ese imbécil, arrogante y pedante piromaniaco. –
-Lo vi dirigirse hacia el jardín. – y viéndome salir, añadió, -¡Suerte! -
Casi corría con el ramo de rosas entre mis manos y mis pies descalzos. En mi urgencia para hallarlo olvidé por completo mis zapatos. Sino fuera por lo urgente de la situación me hubiese reído. Todo el que me veía pasar con el ramo entre mis manos, se quedaba mirando atónito.
De pie en el exterior, no sabía hacia donde dirigirme. Utilizando de lo poco que me quedaba de los atributos de Logan, traté de rastrear su peculiar aroma en el aire. Para mi sorpresa capté el olor de árboles y plantas carbonizadas. Preocupada corrí hacia donde provenía el olor. Me quedé sin aire al hallarlo. Nunca antes lo había visto hacer el gran despliegue que hacía en esos momentos de su habilidad mutante. Lanzaba grandes llamaradas de fuego y todo a su alrededor estaba por completo cubierto en llamas. Aterrorizada, le grité:
-¡Basta, John! –
El se detuvo, las llamas bailando a su alrededor en la suave brisa de la noche. Estaba realmente atemorizada por él. Podía controlar el fuego pero eso no significaba que no pudiera causarle daño.
-¿Qué demonios quieres, Rogue? –
Yo me encogí, sentí como si me hubiese abofeteado. Lo miré enmudecida. No hallaba las palabras para decirle lo que sentía. El no se había volteado a mirarme.
-Por favor, John, mírame. –
-¡No! – rugió él, estaba colérico, - ¿Para que puedas burlarte de mí? No permitiré que nadie más se burle de mí. –
Esas eran mis palabras. Como pude ser tan ciega de no ver el gran parecido que existía entre los dos. Entonces decidí hacer algo atrevido, algo de lo cual él no dudaría de mí y de lo que sentía por él.
-Entonces, iré hacia ti. –
Y sin pensarlo, entré a las llamas. Cubriendo mi rostro con los brazos, corrí hacia él. El calor era horrible, por suerte tenía mis jeans y mi suéter que cubría mis brazos. Sentí unos fuertes brazos rodear mi cuerpo y unas manos tomaron mi rostro para acercarlo a un pecho firme. Súbitamente, el calor desapareció y miré, aturdida, que el fuego casi había desaparecido por completo. Me tomaron por los brazos para sacudirme con violencia:
-¡Nunca vuelvas a hacer algo así! - y jurando por lo bajo, -¡Me hiciste perder diez años de mi vida con ese susto! –
Fue entonces que retrocedí un poco, aún las manos masculinas en mis brazos.
-Tú también me asustaste. – le murmuré mientras miraba ese rostro tan apuesto y mi corazón dio un brinco. El me amaba.
-¿A qué has venido? – su voz se escuchó cansada e impersonal y sus ojos se posaron en el ramo de rosas chamuscadas que traía entre mis manos.
Hice lo único que pude pensar en el momento, escogí dos de las rosas menos quemadas y se las entregué. Una blanca y otra roja. Por varios segundos él me miró como si hubiese perdido la razón. Repentinamente, todo su rostro se transformó y sus ojos, esos ojos que me tenían por completo cautivada, brillaron como el jade.
-Rogue… -
-Marie. – le corregí con suavidad.
-¡Oh Dios, Marie! – y como si de ello dependiera su vida, rodeó mi cintura con sus brazos y sus labios tomaron posesión de los míos.
Sentí que todo se detuvo a mi alrededor y nada más existía; solo sus brazos y su boca en la mía. Todo un glorioso cosquilleo recorría mi ser. Deleitada con ese beso tan puro y hermoso, las lágrimas bajaban por mi rostro. Mi alma pareció tomar un vuelo hacia las estrellas; mi adorado John, mi amado John, solo él era responsable de todo lo que experimentaba.
-Por favor, Marie, quiero escucharlo. – me dijo él sobre mis labios.
-Te amo, John. –
Lo sentí temblar entre mis brazos y con voz ronca me dijo:
-¡Dios, Marie! No tienes idea de cuanto desee escucharlo y de cuanto desee decírtelo… Te amo, mi dulce y bella sureña. – y escondiendo su rostro entre mi cabellera, -Te amo mi vida, mi corazón… Lo eres todo para mí. –
Yo lo abracé con fiereza. Nunca había sentido nada igual. Nos mantuvimos abrazados uno al otro, yo saboreando ese calor que era solo suyo. Fría y oscura, así había sido mi vida hasta que él llegó a la mía. Su calor alejó de mi toda frialdad, toda tristeza. Y su amor me ayudó a sobrellevar los obstáculos que no me permitían ser quien era ahora entre sus brazos.
