CAPÍTULO 20: El entendimiento
17 de enero, viernes
Harry estaba tumbado en su cama, a pesar de que el sol estaba todavía en lo alto. Se estaba escondiendo de sus amigos, y de toda la gente del colegio por igual. Llevaba días intentando tragarse el mojón de mierda que le había vuelto a caer encima. Ni siquiera las noticias de Sirius y su abogado, que habían presentado la nueva propuesta de ley en la que habían trabajado estoy últimos meses duramente, le conmovió.
Aunque no sabía si existía tal profecía a su nombre, tenía el presentimiento de que era verdad. Y, aunque no sabía lo que decía tal profecía, también tenía la sensación de saber de qué trataba. ¿No le había dicho Luna hacía tiempo, con sus, a veces, inconscientes y proféticas palabras, que él era el elegido? Que idiota había sido. Muchas veces las palabras de Luna eran totalmente literales, aun cuando parecían sugerencias o ideas alocadas. Lo peor de todo no era saber que tenía que ser él quien matara Voldemort, eso ya lo sabía incluso sin la profecía. No. Lo peor era todo lo que había entendido al darse cuenta de la existencia de la profecía.
Ahora entendía que alguien había dado una profecía sobre Voldemort y sobre él. Ahora entendía que esa profecía llevaba 15 años acumulando polvo en una cámara escondida en el ministerio. Ahora entendía que alguien sabía de la existencia de la profecía, la había intentado robar sin éxito, y que Dumbledore sabía que dicha profecía existía. Ahora entendía que Dumbledore seguramente lo habría sabido todo este tiempo ya que, con los cargos que tenía desde hacía años y los amigos que había hecho en el departamento de misterios, seguramente alguien le habría informado de que la profecía de Voldemort y Harry corría peligro. Ahora entendía por qué Voldemort intentó matar a un bebé indefenso de solo un año, porqué había engatusado a un conocido amigo de los Potter como la rata de Pettigrew para sobrepasar el fidelus, y porqué cada año intentaba matarle a él persistentemente.
Ahora entendía por qué sus padres estaban escondidos en una propiedad pequeña, una que nadie conocía salvo sus 3 amigos íntimos, una que habían comprado pocos meses antes de su nacimiento. El fidelus no funciona si la propiedad que se quiere esconder es demasiado conocida, eso le había dicho su abuelo. Entendía que sus padres estaban muertos por su culpa. Si él no hubiera nacido, no hubiera habido profecía y Voldemort no habría matado aquella noche a sus padres.
Esos pensamientos se repitieron una y otra vez en su mente. Una parte de sí se auto flagelaba con la verdad. Había sobrevivido y sus padres habían muerto. Durante mucho tiempo en casa de los Dursley había tenido la vaga idea de que estaría mejor muerto que vivo. Luego, dejando atrás a los Dursley, esa repulsiva idea se esfumó como un pedo en el aire. Ahora, se encontraba de nuevo pensando en ello. La culpabilidad era un sentimiento que ahoga, revuelve las entrañas y te dejo malherido durante mucho tiempo; tanto tiempo que casi crees que es imposible recuperarte del golpe. Al final, cuando no pudo soportarlo, usó sus barreras mentales para amortiguar el dolor.
Luego, mezclada con la culpa, vino la ira. Alguien había recitado una estúpida profecía y alguien le había llevado la información a Voldemort, de lo contrario, ¿cómo lo habría sabido sin estar delante de la vidente? La ira igual de mala que la culpa, le dejaba también sin aliento pero con la sangre hirviendo, deseoso de hacerle pagar a esos desconocidos las desgracias de su familia. Por culpa de ese alguien sus padres, y él, habían tenido una diana en sus espaldas. Por culpa de ese… malnacido, o malnacida, sus padres habían muerto y él había sido condenado a vivir con los Dursley. Era dolorosamente gracioso pensar que solo 4 personas habían sido suficientes para destruir la vida a los Potter: Dumbledore, Voldemort, el profeta y el chivato. Solo 4 personas…
Se juró, tumbado en la cama de Gryffindor de quinto curso, que los mataría a los todos. No pararía hasta que escupiera en sus cenizas. Luego dejaría el país e iniciaría una nueva vida en algún lugar remoto, y viviría al máximo solo por despecho. Volvió a usar las barreras mentales para recuperar la cordura hasta que se calmó cuando, de repente, se abrió la cortina de golpe y escuchó un grito.
Era Ron que, empujado por Hermione, abrió sus cortinas hechizadas. Se volvió de color verde Slytherin, con el pelo de punta, y perdió el conocimiento. Hermione, Neville y, sorprendentemente, Luna, le miraron caer al suelo como un peso muerto. Hermione le revivió sin éxito. Harry rodó los ojos con exasperación, estirado desde la cama, y usó el hechizo de su familia para devolverle el conocimiento. Luna se tumbó a su lado y Neville se sentó en los pies de la cama.
—Harry, ¿en serio vas a estar tumbado en tu cama evitándonos?
—Sí. Al menos hasta que disminuyan mis ganas de matar a alguien.
No los miró pero supo que estaban intercambiando miradas en silencio, salvo Luna que parecía haberse quedado dormida.
—Tenemos algo que decirte —empezó Hermione con el rostro casi culpable—. Tienes que leer el diario de esta tarde.
Harry alzó una mano y cogió el periódico. En primera plana vio la imagen de Azkaban, lúgubre y solitaria en mitad del océano y supo qué había pasado antes de leer el título.
—Prisioneros de máxima y media seguridad escapan de Azkaban. Perfecto.
Prendió fuego al diario y se tapó la cabeza con la almohada.
20 de enero, lunes
Su estado de caos emocional le siguió durando más tiempo del que quería. Para colmo, Umbridge apareció por la puerta del castillo como si nada, aunque con un tic en el párpado que antes no existía. Incluso se le habían quitado las ganas de volverla loca. Volvía a sentir esa apatía persistente que le había acompañado hacía un año, aunque ahora peor, mezclada con odio. De las 4 personas en su lista de mierda a las que quería matar solo conocía a 2, a Dumbledore y a Voldemort y, para su enfado, no podía destruir a ninguno de ellos. Por ahora. Los otros dos desconocidos… bueno. Su nueva misión, además de seguir estudiando para no tener que volver al mísero mundo mágico inglés, era descubrir sus identidades.
Por un momento, pensó en ir al departamento de misterios y coger la profecía, y destruirla. Luego se dio cuenta que, profecía o no, Voldemort no iba a dejar de intentar matarle así que no iba a arriesgar su pellejo yendo justamente al lugar donde sabía que Voldemort tenía apostados un número indeterminado de agentes. Agentes que habían matado a Arthur Weasley. No, se dijo, no valía la pena. Además, si realmente le habían sacado toda la información importante a Bode ahora mismo Voldemort debería saber que los únicos que podían ir al departamento y coger la profecía eran ellos dos. Eso significaba que, si Harry no aparecía para hacerse con la profecía, tarde o temprano tendría que ir él en persona. Eso o intentar amenazarle o chantajearle de alguna forma para que Harry fuera al departamento de misterios a buscarla.
Solo podrían amenazarle secuestrando a sus amigos, Sirius, Remus y Andrómeda. Aunque quizás también podrían apretarle secuestrando a Molly Weasley. Tendría que enviarle una nota a Bill Weasley para advertirle del peligro que corría su madre y sus hermanos mayores de edad que vivían fuera de Hogwarts. Y otra nota pidiéndole a Tonks que no se acercara al departamento de misterios a órdenes de Dumbledore. Si todo el mundo le hacía caso por una vez en su vida, como pocas veces pasaba, nadie saldría herido y Voldemort se vería forzado a ir él mismo al departamento de misterios o a dejarlo estar.
—¿Estás bien? —le preguntó por enésima vez en menos de una semana Hermione.
Le lanzó una mirada aburrida. —No, Hermione. No estoy bien ahora ni lo estaré mañana.
Hermione suspiró y luego desistió ante las miradas de Ron y Neville. Entró Slughorn para darles la clase y Harry le prestó toda su atención, evitando pensar en todo lo que se había ido a la mierda desde que empezaron el curso de nuevo. Al menos tenía todos los deberes al día, se dijo con sorna.
Las clases pasaron leeeentaaaas. Apáticas y deprimentes. Airadas. Cansadas. No tenía ni ganas de pensar en más adjetivos. Miró por la ventana de su última clase y se preguntó qué estaría haciendo Snape, ahora que su amo lo había sacado de la cárcel donde le habían metido Sirius y Harry. Si antes quería matarlo ahora no imaginaba lo que estaría planeando Snape en su contra. Esa tarde llamó con el espejo a Sirius y a Remus. Les contó todo lo que había pasado en los últimos días.
—…—esperó en silencio Harry a que le respondieran.
—Solo quería deciros que no vayáis al ministerio. Ahora mismo su mejor opción es tomar un rehén para forzarme a ir allí.
—Está bien. No iremos. Tampoco es que se nos haya perdido nada en el ministerio.
Harry los miró fijamente, con ojos como el hielo. —Quiero me prometáis que ni aunque os pida ayuda Dumbledore o alguien de la orden, no iréis.
Sirius y Remus intercambiaron miradas. Estaba claro que lo habían pensado. Para su mala fortuna, también lo había pensado Harry.
—Si me doy cuenta de que habéis arriesgado vuestra vida por una maldita profecía, solo porque Dumbledore no es capaz de decirme la verdad… No sé qué haré, pero haré algo —les juró.
—Está bien. Te lo prometemos, Harry —Sirius asintió ante las palabras de Remus.
—¿Quién creéis que dio la profecía? —preguntó con seriedad Sirius, valga la redundancia.
Remus se encogió de hombros. —La única vidente con vida que conozco, si se puede decir así, es Trelawney. Sybill Trelawney, quiero decir.
—Esa mujer es una farsa —le contestó Sirius, sacudiendo una mano con una negativa.
Pero Harry recordó una vez, hacía 2 años, cuando la profesora de adivinación pareció dar una profecía delante de él. Hablaba de Pettigrew y del Señor Tenebroso. ¿Sería posible? ¿Era realmente Sybill Trelawney una verdadera vidente y todos la creían un fraude? Ahora que lo meditaba… Dumbledore tenía la extraña costumbre de dar cobijo a gente… importante, por así decirlo. Snape había sido uno de ellos, supuestamente su espía de la anterior guerra, y lo convirtió en su profesor de pociones. Luego estaba Hagrid, que había sido expulsado, y lo convirtió en el guardabosques y luego en profesor de cuidados de las criaturas mágicas. Visto de esta forma, podía ser probable que Trelawney fuera la profeta y luego la profesora de adivinación. Una vidente que todos creían que era una farsante. Era la perfecta tapadera y todos los alumnos, y profesores de Hogwarts, le estaban ayudando a esconderse dándole una coartada.
Supuestamente, tanto Trelawney, Snape y Sinistra eran los 3 profesores que menos llevaban en Hogwarts. Snape había sido contratado un par de meses antes de la muerte de sus padres, lo que era algo sospechoso, ¿sería posible que Trelawney hubiera sido contratada a la vez?
—¿Existe alguna forma de saber los años de las contrataciones de los profesores de Hogwarts? —les cortó la discusión Harry, que había estado sumido en sus pensamientos.
—¿Qué quieres saber? —preguntó Remus.
—El año en que contrataron a la profesora de adivinación actual, Trelawney.
—Creo que hay un libro actualizable en el ministerio, en el departamento de educación —pensó en voz alta Sirius.
—Y otro en Hogwarts. Lo sé porque lo vi en tercero. Es un libro que se actualiza automáticamente.
Les dijo adiós y salió en dirección a la biblioteca, a pesar de que solo quedaba media hora para el toque de queda. Madame Pince le miró con desdén, como hacía con la mayoría, como si todos fueran niños gritones con manos sucias, pero le entregó el libro que parecía prácticamente nuevo. Suponía que poca gente estaba interesada en saber en qué año contrataron o despidieron a los profesores.
Hermione, que iba a hacer su ruta habitual de prefecta, le vio entrar a la torre a la vez que ella salía. Alzó una ceja al ver el libro, pero no dijo nada.
—Nos vemos luego, Harry.
Harry se sentó al lado de Neville y Ron en el sofá delante de la chimenea y vio que el libro estaba ordenado por asignaturas.
—¿Qué estás tramando ahora? —le preguntó Ron, mirándole por encima de la partida de ajedrez contra Neville.
—Quizás nada importante —le respondió, pero al mismo tiempo encontró la entrada de Sybill Trelawney—. Me equivocaba. Es algo importante.
Sybill Trelawney, contratada por primera vez para el año lectivo de 1979-1980. Remus había dado en el clavo casi sin querer. Si había realizado la profecía en el verano de 1979, cuando Dumbledore contrataba a los nuevos profesores, eso quería decir que durante ese curso Voldemort debería haber estado investigando el pregunto elegido. ¿Por qué había creído que era él, y no otro niño? Estaba claro que había algo en la profecía que le describía, de lo contrario podría haber sido cualquier niño. De cualquier forma, se dijo, tenía que comprobar si era cierto. Luego pensaría qué hacer con sus planes de muerte.
22 de enero, miércoles
Estaba claro que su suerte con Umbridge estaba llegando a su fin. A pesar de que el Consejo de Hogwarts había reemplazado ya a un par de candidatos con gente fuera del alcance de Fudge, Umbridge no se daba por vencida. Cualquier poder que tuviera un profesor lo estaba explotando al máximo. Había vuelto de la semana y media de vacaciones extra con una voluntad renovada que a Harry le volvían a dar ganas de quebrar. Se encontraba sonriendo esa sonrisita estúpida y altanera que había llevado a principio de curso, mirándonos sobre el hombro como si no hubiera sufrido casi 3 meses de constantes humillaciones. Incluso parecía que había dejado de leer la correspondencia de los alumnos para centrar toda su atención en castigarlos por cualquier nimiedad. Aun así, Harry siguió sin usar a las lechuzas, desconfiado.
La mirada de sapo de Umbridge se clavó en cada uno de ellos, hasta que le llegó el turno.
—Señor Potter, ¿no tendrá usted nada que decirnos, verdad?
—No, profesora Umbridge.
—Me cuesta creer. Algunos alumnos se han quejado de usted, dicen que es una persona problemática.
Harry permaneció en silencio pero no pudo evitar alzar una ceja. ¿Algunos alumnos? ¿O gente del ministerio? Vio a Hermione, Ron y Neville mirarle directamente. La profesora Umbridge chasqueó la lengua.
—¿No va a responder?
—Los alumnos tienen derecho a opinar lo que quieran —le dijo finalmente, cuando vio que intentaba ponerlo entre la espada y la pared.
Los ojillos de Umbridge se entrecerraron al darse cuenta de que le había contestado sin responderle nada realmente. Hermione suprimió una sonrisa orgullosa que Ron y Neville no pudieron evitar. Umbridge los vio.
—Ah, los otros integrantes de su grupo. Al parecer ya han resuelto sus diferencias, ¿no es así, señor Weasley? Lástima que haya tenido que suceder luego de una pérdida como la de su padre.
Hermione le cogió la mano a Ron sin tan siquiera disimular pero no era para menos. Ron se estaba poniendo colorado de la ira más rápido que nunca antes. Neville, nervioso, y Harry, rechinando los dientes, esperaron en silencio.
—Lo que me pregunto era qué hacía su padre en el ministerio fuera de su horario laboral —dijo con voz casi burlona—. Quizás estaba allí por motivos de trabajo pero no sabía que era posible cobrar horas extras en su departamento.
—¡No se atreva a hablar de mi padre! —le siseó Ron, fulminándola con la mirada.
Los alumnos de quinto curso estaban callados como en un cementerio, aguantando el aliento ante la inevitable confrontación. Todos, salvo Malfoy, Parkinson, Crabbe y Goyle. El silencio era tal que todos pudieron escuchar las risas de burla y el comentario susurrado de Malfoy.
—Imagina ser tan pobre que trabajas horas extra y encima mueres.
Ron lo escuchó y Harry estuvo seguro que ni comprendió lo que había hecho hasta después de haber sacado su varita y haber lanzado el primer hechizo. Se escucharon gritos y Harry vio a Malfoy estamparse contra la pared y perder la consciencia. Los seguidores de Malfoy sacaron sus varitas y empezó lo que parecía ser una batalla campal de Gryffindors contra la mitad de los Slytherin. Harry vio a Umbridge momentáneamente perpleja por lo que había acabado desencadenando con sus provocaciones antes de ponerse a gritar, sin que nadie la escuchara sobre el bullicio de hechizos intercambiados.
Harry, que había usado uno de los escudos más poderosos que había aprendido de los libros de Remus, desvió varios hechizos de los Slytherin contra Umbridge sin que nadie se diera cuenta. Cayó al suelo inconsciente, inmóvil como una tabla y sangrando por un corte profundo en el costado. De repente, todos se dieron cuenta de la gravedad de la situación y dejaron de pelear. Los gritos, no obstante, habían alertado a la profesora de estudios muggle que apareció por la puerta y se le desencajó la mandíbula al ver el destrozo y a unos cuantos heridos.
—¿¡Qué está pasando aquí!? ¡Oh, Merlín! ¡Profesora Umbridge! ¡Señor Malfoy! —analizó la situación y luego miró a los que seguían en pie.
Al final, Hermione, Greengrass y unos cuantos más levitaron a los que estaban inconscientes y a Harry le tocó ir a la clase de sexto curso de estudios muggles para que supieran que la profesora no iba a volver en lo que quedaba de clase. Entró en el aula con un suspiro, todavía algo incrédulo.
—¿Potter? ¿Dónde está la profesora Burbage? —le preguntó un alumno al que no conocía.
—Me ha mandado deciros que no va a regresar en lo que queda de clase. Podéis iros.
Escuchó como todos alzaban la voz preguntándole qué había pasado hasta que al final uno de ellos hizo callar al resto.
—Bueno… en resumen, ha habido una pelea entre los de mi curso en la clase de defensa y algunos están heridos. Ahora mismo los están llevando a la enfermería, donde me están esperando así que…
Se fue sin responder a más preguntas. Sabía que tarde o temprano todos se enterarían de lo que había pasado así que no tenía sentido perder el tiempo y gastar saliva. Se fue a la enfermería luego de echarse a sí mismo un vistazo y comprobar que no le había pasado nada. De hecho, él era el único que no había lanzado un solo hechizo para atacar, prefiriendo usar un escudo para defender a Ron y a sus amigos.
Cuando llegó a la enfermería vio el caos. No solamente había más de 10 heridos de diferente gravedad, también estaba la profesora Burbage junto con Dumbledore y McGonagall intentando interrogar a los alumnos conscientes capaces de hablar sobre qué había pasado. En cuanto le vieron entrar se giraron a la vez. McGonagall le miró de arriba abajo y suspiró con alivio al verle intacto. Burbage se giró para hablar con Lavander pero Dumbledore le miró fijamente, como si no consiguiera decidirse en algo.
—¿Está bien, señor Potter? —le preguntó McGonagall y él asintió—. Debe ser de los pocos.
—Me limité a usar un escudo —se encogió de hombros.
—Me temo que deberemos llamar a los aurores —dijo de repente el director—. No solamente han sido heridos alumnos sino también un profesor que forma parte del ministerio.
Harry se encogió de hombros de nuevo. Que miraran su varita, no había lanzado un solo hechizo para atacar. Si con su escudo había logrado desviar sin querer los hechizos hacia Umbridge… bueno, de eso no tendrían pruebas. Poco tiempo después apareció ni más ni menos que Amelia Bones acompañada de Tonks. Echó un vistazo rápido a todos los heridos en sus respectivas camas, paró unos segundos largos su mirada en el cuerpo tumbado de Umbridge y luego vio a los pocos alumnos de pie, entre ellos Hermione, Neville, Harry, Greengrass y Zabini.
—¿Y bien? ¿Qué ha pasado?
—Eso nos gustaría saber a todos —aseguró calmadamente el director—. ¿Por qué no dejamos trabajar a Madame Pomphrey?
Acabaron siguiendo al director a un aula cercana mientras las profesoras se quedaban en la enfermería para evitar otras posibles peleas. Sentado en sillas recién limpias Harry se encontró interrogado por Madame Bones junto con sus amigos y un par de Slytherin.
—La profesora Umbridge ha hecho unas declaraciones bastante vulgares durante la clase de defensa. Habló sobre el padre de Weasley —le dijo Greengrass con aplomo y sin hacer mueca alguna—. Aprovechando la situación, Malfoy ha bromeado con sus amigos sobre la muerte del señor Weasley y…
—Y no he podido evitar atacarle —bajó la cabeza Ron, entre decepcionado consigo mismo y enfadado con el idiota de Malfoy.
—Luego de eso los amigos de Malfoy atacaron a los alumnos de Gryffindor, sobre todo a Ron, y luego los Gryffindor empezaron a defenderse y a atacar también —acabó Neville—. Entonces apareció la profesora Burbage y nos envió a la enfermería.
Harry vio como Tonks estaba apuntando y grabando las declaraciones mientras Bones parecía escucharlos atentamente.
—¿Qué tipo de declaraciones hizo la profesora Umbridge?
—La profesora Umbridge acusó a Harry de tener "algo" que contarle y dijo que algunos alumnos se habían quejado de él por ser una persona problemática —empezó Hermione, con total detalle—. Luego de eso habló sobre como Ron y Harry habían resuelto sus problemas después de la… situación del curso pasado, diciendo que era una lástima que volvieran a ser amigos justo después de la… muerte del señor Weasley.
Ambas mujeres alzaron la cabeza con rostro severo. Tonks parecía incrédula mientras que Bones apretó claramente la mandíbula.
—¿Esas fueron sus palabras textuales? —sacudió la cabeza Tonks, dejando de apuntar.
—Sus palabras fueron: "lástima que haya tenido que suceder luego de una pérdida como la de su padre".
Ron giró el rostro ante las palabras casi murmuradas de Zabini. Harry le tocó el pie con su zapato y vio a Ron recomponerse mientras el interrogatorio seguía. Siguieron escuchando a Hermione contar lo que había pasado después, el comentario de Umbridge y la burla de Malfoy, el intercambio de hechizos y la enfermería.
—¿Todos vosotros corroboráis esta declaración? —preguntó finalmente Bones y cada uno asintió—. Necesitaré interrogar a los otros alumnos y a la profesora pero teniendo a 6 testigos explicando la misma versión es suficiente para comprender el caso. Aun así, la auror Tonks revisará las varitas de cada implicado para cerciorarnos de qué ha pasado en esa clase.
Tonks comprobó sus varitas, usando algún hechizo desconocido para tener un informe del historial y del propietario, y luego los dejaron irse. Había pasado tanto tiempo que llegaron a mitad de la comida. La mayoría de alumnos se giraron a mirarles, curiosos y algo divertidos, pero se limitaron a sentarse en su sitio habitual y a hacer caso omiso de todos. Hasta que llegaron Fred, George y Ginny.
—¿Qué demonios ha pasado? —les preguntó Ginny, cuyo temperamento estaba más explosivo que nunca.
Ron, que fue incapaz de contarles qué había pasado sin perder los estribos de nuevo, dejó que Hermione le dijera palabra a palabra porqué se habían peleado. Decir que los Weasley estaban furiosos era un eufemismo. Sinceramente, Harry nunca había visto semejante expresión de ira en los gemelos Weasley.
—Umbridge deseará estar muerta —siseó Fred, por una vez en la vida, sin que le interrumpiera George.
Los gemelos se marcharon del gran comedor pero Ginny acabó quedándose con ellos. Harry vio de reojo como los amigos de Ginny de cuarto se movían unos asientos para acercarse a Ginny, Colin entre ellos. Ginny les explicó lo que había pasado y vieron como los alumnos más cercanos, escuchando sin tan siquiera intentar disimular, empezaron a esparcir las palabras de Ginny por todo el gran comedor.
—Umbridge es un incordio —dijo Colin, más agresivo que nunca, casi apuñalando la carne con su tenedor.
—¿También es así con vosotros? —le preguntó Harry, con curiosidad.
Colin le miró algo sorprendido. —Hace comentarios despectivos. Siempre busca cualquier excusa para castigarnos cuando caemos en sus provocaciones.
Vio a Ginny y a los demás de cuarto asentir.
—Yo he tenido bastantes castigos con ella —les informó Ritchie Coote, irritado— y Colin también, ¿verdad?
—Lo de Colin no tiene sentido —dijo Delmeza Robins—. ¡Mirad como tiene la mano! ¡Una vez incluso creí que iba a desmayarse!
—¿Desmayarse? —preguntó preocupada Hermione—. ¿Por qué? ¿Qué le pasa en la mano?
—De la sangre, por supuesto.
—¿Cómo? —preguntaron Harry, Hermione, Ron y Neville.
—Enséñales tu mano, Colin —le instó Ritchie.
Colin les mostró la mano y Harry se quedó mudo. No replicaré a mis profesores. ¿Eso lo había hecho Umbridge? Escuchó como Hermione le interrogaba, preocupada y furiosa de nuevo, mientras Ron se giraba de inmediato a ver si Ginny también había sido castigada de la misma forma. Por suerte para Ron, no había sido así.
—No somos los únicos. La tiene tomada con mucha gente —les informó Delmeza.
—Eso es ilegal, ¿lo sabéis, verdad? —les informó Harry, totalmente serio—. Si no me equivoco os ha estado obligando a usar una pluma especial, ¿no es así?
—¿De qué pluma hablas? —preguntó Ginny. A juzgar por los rostros ninguno sabía de qué hablaba.
—Se llama pluma negra y se usa en contadas ocasiones —les informó él—, como en registros oficiales o en Gringotts al abrir una nueva cámara. Se empelan para contratos mágicos ya que se utiliza la sangre del que la usa.
—Tú has hecho servir una de ellas —dijo Hermione, frunciendo el ceño.
—Sí. Un par de veces en asuntos importantes. Si la usas de vez en cuando es inofensiva.
Los alumnos de cuarto se miraron. —Nosotros la hemos estado usando prácticamente cada día durante semanas.
Se quedaron en silencio, sin saber qué iba a pasar con las marcas en sus manos.
—Chicos, creo que deberíais ir a hablar con Madame Bones en la enfermería —cortó el silencio finalmente Neville, con rostro serio—. Hermione, Ron, como prefectos creo que deberíais acompañarlos.
—Y yo creo que ha llegado el momento de hablarle también sobre nuestra correspondencia —siguió Harry, que sabía que no podían seguir soportando a Umbridge en Hogwarts.
