CAPÍTULO 21: El desenlace

30 de enero, miércoles

Decir que habían cambiado muchas cosas en una semana era quedarse corto. Para empezar, la batalla campal que tuvieron en clase fue penalizada duramente, perdiendo puntos, las visitas a Hogsmeade y, obviamente, siendo castigados durante un mes con distintos profesores. Por suerte para algunos, no habían sido expulsados del equipo de quidditch. Y, por suerte para Harry, Hermione, Neville y otros 3 Slytherin que se habían escondido bajo las mesas, no fueron castigados por no haber intervenido salvo por un hechizo de protección que salvo a más de uno de graves heridas. Algunos Slytherin, al parecer, no habían tenido miramientos respecto a los hechizos con qué atacaron a los Gryffindor.

Muchos padres se acercaron enfadados a la escuela pero, viendo que todos estaban siendo castigados por igual, poco pudieron hacer salvo suspirar y rendirse ante la evidencia. Más aun cuando la misma Amelia Bones fue la que se encargó del caso y la que dio, de nuevo, explicaciones en un comunicado del ministerio cuando el asunto llegó a la prensa. Algunas personas pidieron la cabeza de Dumbledore pero el asunto no llegó lejos. Sobre todo, cuando el máximo responsable era Umbrigde, una marioneta en Hogwarts del ministerio.

Decir que Bones se puso furiosa cuando descubrió lo que estaba haciendo en la escuela Umbridge con algunos alumnos indefensos, sobre todo nacidos de muggles cuyos padres no podían ayudarlos, también era un eufemismo. No solamente tomó fotografías de cada mano desfigurada sino que Tonks registró sus aposentos, la oficina y su aula y encontró las pruebas del delito junto con viales de veritaserum que, al parecer, habían sido comprados recientemente. Con razón Umbridge estaba tan contenta al regresar a Hogwarts de sus vacaciones extendidas. Si no hubiera sucedido la pelea y Harry hubiera caído en la trampa de la profesora seguramente habría usado la poción con él o, al menos, lo habría intentado porque su anillo de Lord Potter venía con todo tipo de encantamientos defensivos, uno de ellos justamente le alertaba de pociones en la comida y bebida.

Por fortuna, Umbridge era tan idiota como parecía. No solamente había estado torturando con la pluma negra a decenas de estudiantes sino que también había intentado leer la correspondencia de la mayoría de ellos. Había comprado pociones ilegales e incluso había abusado de su poder como profesora en la escuela. Se había creído tan intocable que no había disimulado ninguna de sus acciones. Estaba claro para Harry que lo suyo era un caso prácticamente cerrado, a pesar de que todavía estaba pendiente su condena.

—Mi abuela me ha dicho que algunos profesores en Hogwarts vuelven a estar bajo periodo de prueba. McGonagall y Dumbledore, para ser exactos.

—No me extraña —dijo malhumorada Hermione, sin levantar la mirada de su pergamino—. Casi 5 meses con este… personaje en la escuela y ninguno de ellos se ha dado cuenta de nada.

—Al revés —intercedió Harry, que había hablado largo y tendido con Colin—. McGonagall lo sabía y su único consejo fue "agachar la cabeza". Eso me dijo Colin.

La pluma de Hermione se prendió en fuego sola y su amiga la apagó con un movimiento de varita, maldiciendo en voz baja. Le miró unos segundos, intentando comprender lo que le había dicho, y luego sacudió la cabeza con la expresión de alguien que ve a su ídolo caer de su pedestal. Luna le dio unas palmaditas en el hombro con su ala rosada, practicando su forma de flamenco bajo la supervisión de Neville. Ron había suspirado con envidia puesto que aun le quedaba una semana con la hoja y no sabía cuánto tardaría en completarse la poción después de eso.

—A veces no entiendo nada —dijo Hermione, recostándose sobre su silla con cansancio.

—Ya somos dos.

—¿Qué hay de la nueva propuesta de ley? —le preguntó Ron, haciendo una pausa y merendando las galletas que les había traído Dobby—. La que hicisteis Sirius y tú.

Harry sonrió peligrosamente. —Va mejor que nunca. Hace más de una semana, cuando se presentó, la mitad del Wizenmagot estaba reticente a llevarla a cabo aunque estuviera de acuerdo con muchos puntos. Ahora, con lo de Umbridge, las cosas han cambiado. Umbridge era del ministerio y trabajaba en Hogwarts donde los hijos e hijas de muchos de los miembros del Wizenmagot estudian.

—Ya veo. Haberle dado rienda suelta a alguien así debe haber atemorizado a mucha gente —pensó en voz alta Hermione.

—Y tanto que sí —exclamó Neville, girándose un momento a mirarlos—. Umbridge no tenía precisamente una posición elevada y mirad todo lo que ha hecho ella sola. Imaginad qué deben estar pensando los del Wizenmagot al imaginarse, valga la redundancia, a alguien con más poder aun en lugar de Umbridge.

Ron y Harry se estremecieron. —Gracias por las pesadillas, Neville.

—Sea como sea, doy las gracias porque finalmente la idiota de Umbridge ha servido para algo. Ahora mismo, según Sirius y mi apoderado, están evaluando las 3 últimas cláusulas de la plantilla del contrato. En menos de una semana podríamos tener una nueva ley que eliminara gran parte de la corrupción del ministerio y, de hacerse obligatorio para profesores y sanadores, sería una bendición para la escuela.

—Pues sí, porque a este paso… —rio amargamente Ron, recordando los antiguos profesores—. Profesores poseídos, profesores incompetentes, profesores usando hechizos ilegales, mortífagos disfrazados de profesores, profesores que torturan… Me parece increíble.

No era el único que alucinaba. A veces Harry no entendía qué pasaba por las mentes de muchas personas en el mundo mágico. Le había provocado tantos dolores de cabeza que ahora cuando empezaba a irse por el mismo laberinto mental, haciendo cábalas para averiguar por qué hacían según qué cosas según qué personas, empleaba sus barreras mentales para acabar en seco con su neurosis. Una de esas cuestiones sin resolver era porqué la tenía tomada Umbridge con él, por ejemplo. Sabía que, de haberse quedado mucho más tiempo en Hogwarts lo habría acabado por descubrir, aunque quizás su mano también habría sufrido alguna que otra desfiguración.

—¿Qué hay de los horrocrux? —preguntó Hermione, cambiando de tema.

—Sirius y Remus están estudiando las barreras mágicas de ambas propiedades —se encogió de hombros Harry—, pero al parecer es un trabajo lento. Ninguno de los 2 es experto en barreras mágicas y tampoco quieren jugarse el cuello tontamente.

Ron asintió. —¿Por qué no le pedimos ayuda a Bill? Desde… desde la muerte de mi padre se ha trasladado aquí. De hecho, creo que está saliendo con Fleur Delacour, si os lo podéis creer.

—¿En serio? —preguntó alzando una ceja Hermione.

—Se conocieron trabajando para Gringotts —se encogió de hombros Ron—, o eso dice.

Harry lo pensó. En realidad, era una buena idea pero no sabía si quería poner en peligro a Bill Weasley cuando hacía menos de 2 meses que había muerto Arthur Weasley. Aun así, era adulto y podía tomar sus propias decisiones y a Sirius y a Remus no le vendría mal la ayuda.

—Se lo puedo decir a Sirius y a Remus, a ver qué piensan, y que ellos contacten con tu hermano.

Ron asintió y se zanjó el tema. Harry cerró el libro que tenía abierto en el regazo desde hacía tiempo y luego se transformó de un salto desde el sofá. Batió las alas y dio un graznido de entusiasmo cuando Luna, después de mucho rato, voló con él. Vio a Hermione, Neville y Ron sonreír desde sus asientos antes de elevarse en el aire con una sensación de libertad que ni su escoba era capaz de aportarle.

3 de febrero, lunes

—La gente no puede creérselo —le dijo Hermione, con el diario de esa mañana, abierto sobre la mesa de la sala de los menesteres— y no me extraña. Se acaba de hacer historia.

Harry, que todavía no podía creérselo, vio la imagen en movimiento de los primeros trabajadores del ministerio firmar el contrato mágico en la rueda de prensa. La primera persona, ofrecida voluntaria, había sido Amelia Bones. Muchos de su departamento se ofrecieron detrás de su jefa, desde los aurores hasta los secretarios. Después de eso, prácticamente hubo una estampida por probar que no eran corruptos ni criminales pero, sobre todo, para conservar el empleo.

—Y lo mejor de todo es que ahora Fudge o firma o dimite —sonrió ampliamente Neville—. Mi abuela está más contenta que nunca.

Esa tarde, después de la última clase, en lugar de seguir estudiando en sus ratos libres fue directo a su dormitorio a hablar con Sirius y Remus por el espejo. En cuanto vio las caras de sus padrinos supo que le habían estado esperando, con una sonrisa de oreja a oreja y acompañados detrás de ellos por el retrato de su abuelo.

—¡Felicidades por vuestra primera ley, Harry! —los felicitó su abuelo y él asintió, como en una nube—. No sé si puedes comprender lo que ha pasado hoy, pero habéis hecho historia.

—¿Qué si lo comprendemos? —bufó una risa Remus—. Las cartas no han parado de llegar hoy. Incluso el bufete de abogados los ha citado para celebrarlo.

—¿Sabéis lo que significa esto? —preguntó Harry, con la mirada perdida—. Ahora Voldemort no puede hacerse desde las sombras con el ministerio. O ataca, descubriéndose y convirtiéndose en terrorista de la nación, o se queda sin el ministerio.

—Hemos cortado de raíz un problema que podría haber sido mucho mayor —asintió Sirius, sonriente—, pero todavía hay muchas cosas que hacer.

—¿Para cuándo está previsto que todos hayan firmado? —preguntó Harry.

—Para mañana como muy tarde —le aseguró Sirius—. Ahora Madame Bones tiene vía libre, más aún cuando todos saben que si alguien no firma es por algo… De hecho, ya hay gente que ha entregado su dimisión, ¿lo sabías?

—¿En serio? —preguntó incrédulo Harry—. Bueno, ahora que lo pienso tiene sentido.

—En serio. Varios departamentos han tomado nota de quiénes son e incluso han empezado a investigar los asuntos en los que hubieran estado implicados estas personas.

—¡Y sin pedírselo nadie! ¿Te lo puedes creer? —exclamó Remus, con total incredulidad.

—Esta es la renovación que necesitaba el ministerio —le aseguró su abuelo—. No tendríamos por qué haber llegado a este extremo, pero vistas las perspectivas esto es mejor que lo que había antes.

Harry entendía la postura de su abuelo. Si la gente fuera decente y competente no tendrían por qué haber firmado ningún contrato, pero como algunos eran incapaces de no usar su poder para joder a los demás por avaricia, se había vuelto necesario. Más sabiendo Harry lo que estaba por llegar si le dejaba vía libre a Voldemort en el ministerio. Ahora, si se enterara la gente de que había regresado, el ministerio se vería forzado a intervenir y a negarle acceso. Voldemort no sería más que un terrorista con las alas cortadas. Sin la mayoría de sus seguidores más peligrosos, asesinados en Azkaban, sin casi todos sus horrocruxes, sin propiedades las propiedades a su nombre que pensaba destruir a cenizas… poco a poco Harry le iba ganando terreno y Voldemort ni lo sabía.

Para su sorpresa, después de cenar esa noche, Dumbledore le llamó a su despacho por primera vez en lo que iba de año.

—¿Quería verme, profesor Dumbledore?

—Sí, siéntese Lord Potter.

Harry se sentó en la cómoda silla y se hizo un silencio largo e incómodo. Dumbledore parecía estar pensando seriamente en algo, mientras le contemplaba con interés. Vio el diario que tenía abierto sobre la mesa y Harry empezó a entender de qué iba la charla. Aun así, permaneció en silencio, cada vez más tenso y enfurecido por el tema de la profecía.

—Lord Potter… Harry —suspiró el director con rostro afligido—. Durante todo este año te he evitado, pensando que Voldemort ejercía en ti una influencia maligna a través de tu cicatriz. Lo cierto es que esa solo era una de las razones por las cuales te he evitado, Harry. Este artículo me ha hecho darme cuenta que realmente no soy más que un cobarde. Está claro ahora que alguien que actúa de esta manera no está bajo el influjo de Voldemort pero era más fácil para mí creerlo que enfrentarme a la realidad de que he cometido graves errores, sobre todo contigo. No soy infalible, pero hay otra cosa clara, Harry, me he hecho viejo. Alguien más joven debería haber ocupado los cargos que poseo desde hace mucho tiempo. Me he acostumbrado durante tanto tiempo a lidiar con los problemas yo solo que mi opinión se convirtió en la única opinión a seguir. Se me ha nublado el buen juicio que tenía.

Harry le escuchó atentamente, con la ira apaciguada momentáneamente. No había sabido qué esperar de su reunión con Dumbledore pero no había imaginado que el director reconociera la verdad, que confesara sus fallos.

—Pero esto —señaló al periódico Dumbledore y sonrió— es justo lo que necesitamos. El mundo ha cambiado. La gente necesita hechos y no palabras, y tú has sido capaz de hacer lo correcto por muy revolucionario que pareciera al principio. Esto es algo que yo nunca habría hecho. Por eso te necesitamos. Más de lo que me necesitan a mí.

—¿Lo dice por la profecía? —preguntó casi en un siseo irónico Harry.

Dumbledore le miró sorprendido, con el rostro algo pálido, pero como al parecer se había propuesto ser sincero solo asintió.

—Así que sabes de eso… Tendría que habérmelo imaginado. Siempre se te ha dado muy bien resolver los misterios que te rodean. ¿Sabes lo que dice la profecía, Harry?

Él negó con la cabeza y Dumbledore se puso en pie. Sacó una pensadera y le ofreció una memoria. Era Trelawney, como había imaginado.

El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso se acerca… Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes… Y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso no conoce… Y uno de los dos deberá morir a manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida… El único con el poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes….

Harry observó, quieto como una estatua, las palabras de alguien que le pintó una diana en la espalda. Vio como echaban a Snape del bar en que se había producido la profecía y supo. Lo supo. Supo quién había sido el bastardo que le entregó la profecía a Voldemort.

—¿Por qué no le detuviste? —preguntó finalmente Harry, después de usar sus barreras mentales para evitar prenderle fuego al director—. Pudiste detenerle, pudiste evitarlo.

Dumbledore parecía más viejo y cansado que nunca. —No sabía que Severus era un mortífago en ese entonces, no hasta un par de días después. Cuando me di cuenta de que nos había escuchado ya le habían expulsado de la taberna y fue demasiado tarde.

—¿Hasta un par de días después? —preguntó él—. ¿Y cómo lo supo?

Las manos empezaron a temblarle de nuevo de la ira. Vio como se lo pensaba un par de veces antes de poner otra memoria en la pensadera. Observó a Snape confesando haberle entregado la profecía a Voldemort, sin saber que estaba condenando a la muerte al amor de su vida, le vio rogando porque Dumbledore ayudara a salvar a Lily Evans, sin importarle su marido ni su bebé.

Salió de la pensadera con un pitido incesante en los oídos. Nunca había odiado tanto a nadie como odiaba a Snape ahora mismo. Ni siquiera a Voldemort. Se fue dando un portazo y dio gracias por no cruzarse con nadie en los pasillos desiertos de Hogwarts. Llegó a la Sala de los Menesteres y vio un maniquí de duelo. No supo cuánto tiempo estuvo desahogándose, destruyendo al maniquí plateado con el rostro de Snape. Esa noche no se fue a dormir, incapaz de cerrar los ojos sin ver la cara del malnacido que condenó a su familia y que, aun sabiendo que por su culpa iba a morir un bebé inocente, quizás dos, no había deseado más que salvar a una mujer que no le amaba.

14 de febrero, sábado

El rostro de ira de Sirius daría pesadillas a mucha gente pero era difícil sentir miedo cuando Harry, Remus y su abuelo estaban tan enfadados como él. Había esperado casi 2 semanas para calmar sus ganas de violencia, aprovechando la semana en Hogsmeade para ir a Grimmauld Place.

—Voy a matarle —dijo Sirius finalmente.

—Dirás vamos a matarle —le recriminó Harry— pero todavía no. Primero le quiero vivo.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Remus, totalmente serio.

—La Mansión Potter tiene muy buenos calabozos en el sótano —les dijo su abuelo.

—Justamente lo que estaba pensando —sonrió maliciosamente Harry—. Creo que gozará de mi hospitalidad durante 14 años. Cada año desde que murieron mis padres hasta que ingresó en Azkaban. Cuando acabe su condena, bueno… Entonces morirá.

Sirius le miró con una sonrisa cruel y su abuelo empezó a reír desde su retrato. Remus le miró como si no le conociera y, en cuanto vio que Sirius parecía estar de acuerdo con lo que planeaba hacer, sacudió la cabeza. Al final, suspiró, pero no dijo nada.

—Lo malo es que no me cuesta creer que Snape lo hiciera —sonrió tristemente Remus.

—¡Y nunca ha pagado por ello! —casi gritó Sirius, cuyas facciones eran cada vez más caninas.

—Pagará por ello —le juró Harry—. Él, y Voldemort, pagarán con sus vidas haber reducido mi familia a uno.

—¿Qué piensas hacer con Dumbledore y Trelawney? —preguntó Remus.

—Si Dumbledore se redime lo único que haré será sacarlo de todas las posiciones de poder y publicar su vida —se encogió de hombros Harry, que ahora ya no tenía las mismas ganas de matar a Dumbledore que hacía un mes—. Creo que eso será el castigo perfecto para alguien como él. Además, vivirá los años que le queden con la vergüenza de haber fallado.

—¿Y Trelawney?

—Ella es más complicada. Ni siquiera estaba al mando de su cuerpo cuando recitó la profecía —les informó Harry, con un suspiro—. Simplemente… la hizo. Estaba como poseída. No puedo matar a alguien por algo por lo que no tienen control. Sería como matarte a ti por ser un hombre lobo y transformarte con la luna llena.

—Quítale la voz —le sugirió su abuelo y todos se giraron a mirarle—. No quieres matarla y lo entiendo, pero quieres castigarla. Sin su voz no dará ninguna profecía más.

Harry, sorprendido, no había pensado en ello. Tenía tantas ganas de matar a Snape que una opción más pacífica se le había pasado por alto completamente. Tenía razón. Si la dejaba muda nunca más jodería la vida a alguien. Además, ¿para qué servía saber la letra de las profecías si se completaban solas? Así pues, asintió con un nuevo plan. Se juró que antes de dejar Hogwarts Sybill Trelawney nunca más volvería a pronunciar palabra.

—Veo que vamos a necesitar investigar algún tipo de maldición —suspiró Remus—. Yo me encargo de eso. De todo lo que hemos propuesto es lo más simple, y menos violento.

Al final Harry se fue de Grimmauld Place enfadado, pero con una nueva y renovada determinación. No había tenido tiempo de visitar la rehabilitada Mansión Potter pero se dijo que la próxima salida Hogsmeade lo haría.

—¿Está completa? —le preguntó en un susurro Ron y él negó con la cabeza—. Qué fastidio.

Neville le dio una palmadita en el hombro y Hermione le aseguró que tarde o temprano habría otra tormenta eléctrica. Luego se giró a mirarle a él.

—¿Nos vas a contar ya qué te pasa? —preguntó con una exhalación.

Harry, que había tenido tiempo para reflexionar en silencio, les contó todo lo que había pasado en el despacho del director. La profecía, las memorias y cómo se fue dejando a medias la reunión. Sabía que tenía pendiente hablar con Dumbledore pero había necesitado calmarse antes de explotar algo.

—Sé que debes estar muy enfadado, pero yo acabaría de escuchar lo que tiene que decir Dumbledore mientras todavía esté dispuesto a darte información —le dijo Ron, compasivo.

—Lo sé… pero siento como si no pudiera verle sin darle una patada a algo.

—Usa tus barreras mentales —le apremió Luna—, para algo las tienes.

Así fue como, consolado por sus amigos, Harry se dirigió voluntariamente a ver a Dumbledore quien, al parecer, le estaba esperando.

—Sabía que regresarías —sonrió Dumbledore y, curiosamente, no le dieron ganas de partirle la cara con la misma intensidad de antes—. Siempre has estado deseoso de respuestas.

—Y nunca has consentido dármelas —casi siseó él y el director suspiró—. ¿Va a cambiar algo ahora?

—Me temo que sí, para bien o para mal. Ya no eres un niño pequeño. No creo que lo hayas sido nunca y, en gran parte, es culpa mía. Harry, siento muchísimo que mis decisiones te hayan afectado de esta forma.

Dumbledore pareció encoger ante sus ojos mientras se disculpaba. Harry se sintió algo ahogado al darse cuenta de que era una de las pocas disculpas que había recibido en toda su vida. Por primera vez en mucho tiempo sintió que alguien le estaba dando la razón, le estaba diciendo que la había cagado y que sus sentimientos de ira y de tristeza eran válidos. No sabía cómo afrontarlo así que solo asintió con la cabeza, en silencio.

—Tengo mucho que contarte. Por suerte, Sirius y tú nos habéis dado un gran respiro con el asunto del Wizenmagot pero eso no frenará mucho tiempo a Voldemort, quién ambos sabemos que está vivo. Ahora que no tiene acceso al ministerio con sus métodos habituales puede volverse más desesperado si cabe.

—¿Por qué intentó usar mi nombre en el diario para decir a todos que estaba vivo? ¿Acaso no pensó que si yo no dije nada fue por algo? —preguntó malhumorado Harry, acordándose de aquel asunto.

—Tenía que decir la verdad, Harry. La gente debe prepararse para lo que viene.

—¡A la gente le da igual todo mientras otro se ocupe de ello! ¿¡Acaso no sabe el montón de mierda que me echó encima antes de que mis abogados se hicieran cargo del asunto!? Además, ¿¡quién demonios le ha dado permiso para nombrarme sin mi consentimiento!?

Harry acabó gritando al director como pocas veces antes y Dumbledore asintió. No sabía si le daba más rabia que le diera la razón o que no intentase defenderse. Al final, el director acabó disculpándose de nuevo y volvió el silencio tenso. Harry chasqueó la lengua al darse cuenta de que tenía tantas cosas que recriminarle a Dumbledore que, a menos que se calmara, estarían días discutiendo sin llegar a ningún puerto. Tomó aire y usó sus barreras mentales. No acostumbraba a guardar todos sus sentimientos tras las barreras porque se sentía menos… él, menos humano, pero estaba claro que no podía seguir perdiendo la cabeza por cada cosa que le pasara. Se prometió a sí mismo que, a partir de ese momento, las usaría regularmente no solo para proteger su mente sino para evitar los torbellinos emocionales que tenía a diario, al parecer.

—Si solo me hubiera preguntado sabría que Amelia Bones está enterada de todo. Vio las memorias pocos días después de mi salida del hospital —le informó Harry y Dumbledore pareció sorprenderse—. Entre todos pensamos que sería mejor no alertar a la gente en vista de la posible reticencia de Fudge y del tipo de magos y brujas que pisaban el Wizenmagot.

—Confieso que me siento aliviado. Ese fue uno de los motivos por los cuales creí lo peor sobre ti y tu cicatriz. Pensé que había pasado algo terrible en tu último enfrentamiento con Voldemort.

—Si habla del horrocrux de mi cicatriz ya puede olvidarse de él —cortó Harry, que tenía claro que era el momento oportuno para que Dumbledore supiera gran parte de la verdad.

Al mirarle vio como palidecía de golpe y sus manos empezaron a temblarle como nunca antes.

—…¿Lo sabes? —preguntó en un hilo de voz el director y él asintió—. ¿Cómo es posible? ¿Cómo has logrado deshacerte de él? Durante mucho tiempo busque la manera de librarte de su alma sin éxito alguno. Al final temí que… que tu muerte a sus manos era la única forma.

—Ya —dijo Harry mordazmente, con un enfado controlado—. Ya me di cuenta. Por suerte para mí, el anillo de los Potter fue suficiente para sacarme ese parásito de la cabeza.

—¡Pues claro! —contestó sonriente, con ojos abiertos de la sorpresa, Dumbledore—. Debí darme cuenta antes. Fueron sus padres los que te salvaron, Harry, siempre lo han sido.

—¿A qué te refieres?

—Siempre creí que el sacrificio de tu madre fue el que te salvó la vida. Por eso era tan importante que estuvieras con tu tía materna, debido a su sangre. Sabía que Voldemort no estaba vivo pero no sabía cómo hasta que me entregaste el diario —Harry asintió al escucharle corroborar sus teorías—. Lo que no tuve en cuenta fue el sacrificio de tu padre. Cuando él murió, la magia de los Potter pasó al siguiente heredero, a ti. Juntamente con el sacrificio de tu madre fue suficiente para salvarte la vida.

—No lo entiendo —confesó Harry—. Entiendo lo de mi madre pero, ¿qué es eso de la magia de los Potter?

—¿Qué sabes de las herencias mágicas, Harry? —le preguntó el director y señaló su anillo—. Eres Lord Potter desde hace tiempo pero, ¿sabes por qué? No es simplemente porque seas el primogénito de James Potter.

—No sé mucho, la verdad. He tenido cosas más importantes en las que centrarme —se avergonzó un poco Harry.

—Es normal, teniendo en cuenta la situación excepcional que vivimos en estos días. Verás. Habitualmente los cabezas de familia, como tu padre o tu abuelo, que fueron Lord Potter antes que tú, esperan a que su presunto heredero empiece Hogwarts o acabe los exámenes de quinto curso con 15 años, antes de nombrarlo heredero. No hablo solo de un trámite en Gringotts sino de un ritual donde la magia de la familia acepta al heredero formalmente. Si no lo acepta, la persona queda desestimada. Sin embargo, tú eras el heredero Potter y Black antes de pisar Hogwarts.

—¿Quiere decir que mis padres, y Sirius, hicieron el ritual antes de morir? —preguntó él, sorprendido. Sirius no le había comentado nada de eso.

—Así es. Cuando tu padre murió ya eras el heredero formal de tu familia y la magia de los Potter pasó de tu padre a ti, convirtiéndote técnicamente en Lord Potter desde el segundo en que murió el anterior Lord Potter. Eso, combinado con el sacrificio ritual de tu madre, debió de salvarte la vida. Sin embargo, hasta que no te pusiste le anillo no aceptaste plenamente tu nueva posición.

—Y en cuanto me lo puse eso reactivó la magia de mi familia —acabó él, que entendía ahora lo que quería decirle— y, juntamente con el sacrificio de mi madre, fue suficiente para arrancarme el horrocrux de la cicatriz.

—Exacto. Aun así, aunque es la mejor noticia que he tenido en mucho tiempo, debo decirte que Voldemort fue más lejos de lo inimaginable —suspiró con rostro severo Dumbledore.

—¿Te refieres a los otros horrocrux? —preguntó Harry, sonriendo de oreja a oreja—. Solo falta uno, para ser exactos.

—¿Cómo es posible? —preguntó incrédulo, aliviado y nuevamente sorprendido el director.

Harry le explicó los horrocrux que habían destruido, la información de los corruptos que le habían entregado a Bones, la propuesta de ley y la investigación de sus padrinos en Little Hangleton.

—Veo que has estado trabajando duro, Harry. Tenemos mucho de lo que hablar.