Capítulo 6

Eran las dos de la mañana y Hotch no paraba de darle vueltas a la cabeza. Hacía un rato que había desistido de dormir, al menos de momento, así que se había levantado y ahora estaba en la cocina, tomando el último (o primer) café del día.

Los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas lo habían trastocado sin quererlo. La agresión de Strauss le había hecho pensar. Hacía años, la mujer casi vivía para destruirlo, hasta que se dio cuenta que era mejor ponerse de su lado y dejarlo hacer. Cuando descubrió que bebía, entendió muchas cosas. El trabajo era estresante, se juntó con su divorcio y encontró una salida en el alcohol. No sabía cuánto tiempo llevaba bebiendo, pero sí que había llegado el momento de ayudarla. No era su trabajo hacerlo, pero no podía dejarla a la deriva sabiendo que estaba sufriendo y luchando.

Y cuando volvió de rehabilitación, Erin Strauss era otra. Más amable, más tolerante y, muy a su pesar, más vulnerable. Desarrollaron una especie de amistad, en la que con disimulo, con un café por la mañana o un mensaje durante un caso, Hotch se aseguraba que estuviera bien. Y no sólo por su sobriedad, si no en general.

Y ahora, después de su agresión sexual y de verla tan rota, sabía que tampoco podía dejarla sola. Era verdad lo que le había dicho ese día a ella, el equipo era una familia y si alguien sufría, el resto estaba ahí.

Por la tarde habían hablado por mensaje, y ella le había contado que irían a verla Mark y los niños. Se alegró de que intentara empezar a recuperar la normalidad. Aunque claramente iba a costarle mucho.

Había hablado con el director, y habían hecho un trato: la mitad del equipo seguiría trabajando en los casos, con el papeleo correspondiente y la otra mitad, se encargaría junto a la policía de Arlington del caso de Erin. Así que Prentiss y Rossi estaban en contacto permanente con el inspector Jacobs, en busca de novedades.

Se sirvió su segunda taza después de pasarse por la habitación de Jack. El niño de ocho años dormía plácidamente. Cuando se estaba sentando de nuevo, el móvil emitió un pitido. Lo cogió con el ceño fruncido.

-"¿Puedes venir, por favor?"

El mensaje simple, de cuatro palabras, sonaba angustiante. No para cualquiera, pero sí para él, sabiendo de quién venía. Notaba la angustia a través de las palabras escritas. Se había imaginado que las noches serían lo peor para ella. Contestó rápidamente y luego llamó a Jessica. Le explicó deprisa que debía irse por un caso de última hora, y ella le aseguró que estaría allí en unos veinte minutos.

Mientras tanto, aprovechó para vestirse y despedirse de su hijo. Volvió a entrar en el cuarto de Jack, le acarició el pelo y besó su frente.

Cuando salió, su cuñada estaba entrando en casa. Hotch le dio las gracias otra vez, y se disculpó por llamarla de madrugada. Jessica sonrió y le aseguró que no había problema. Volvería a dormirse en cuanto se fuera.


Cuando llegó al hotel, Hotch usó la segunda llave que les habían dado, y que se había quedado él después de consultarlo con Erin. Al entrar, vio que Erin había encendido todas las luces. Ella estaba acostada en el sofá, tapada con una manta. Al principio, pensó que estaba dormida, pero cuando se aproximó, y ella se dio cuenta de su presencia, se lanzó a su cuello mientras comenzaba a llorar en silencio. Lo pilló desprevenido, pero se sentó, acomodándose a la posición en la que estaban. Sentía los sollozos silenciosos de Erin en su cuello, y pasó su mano arriba y abajo por su espalda, intentando darle un poco de consuelo. Se fijó que en la mesa había una bandeja con un plato y más de la mitad de un sándwich. Ni siquiera había cenado en condiciones.

Cuando sintió que ya no lloraba, la separó poco a poco de él. Despacio, y sin apenas tocarla, levantó su barbilla para que sus miradas se cruzaran.

-Lo siento. No quería molestarte, pero cuando intento dormir…-se disculpó susurrando y todavía con el llanto en la voz.

-No te preocupes por eso, Erin. Te dije que podías llamarme cuando lo necesitaras. ¿Te sientes mejor ahora? -ella asintió despacio-. Bien. Te he traído algo -metió la mano en el bolsillo del abrigo y sacó un bote de pastillas-. Me las recetaron después de la muerte de Haley. Apenas he tomado un par de ellas en las peores noches. Esto te ayudará a dormir y descansar.

-Nunca he tomado nada para dormir. No quiero tener otra adicción…-dijo cogiendo el bote de sus manos.

-No causan adicción. Y necesitas descansar. He conseguido cita para el Lunes con una terapeuta especializada en traumas, ella puede recetarte otra cosa si lo considera oportuno, pero estas tres noches, tómate esto. Por tu propio bien ¿de acuerdo?.

Erin daba vueltas al bote en sus manos, como si sopesara sus opciones. No quería depender de unas pastillas para poder dormir, pero Aaron tenía razón, necesitaba descansar. Apenas había dormido unas pocas horas, y las que lo había hecho, las pesadillas la habían acechado. Aunque una pastilla no le garantizaba dormir toda la noche ni tampoco no tener pesadillas, pero probablemente descansaría mejor.

-Está bien, pero sólo esta noche. Mañana intentaré dormir sin tomarme nada…-levantó la cabeza y lo miró fijamente.

-De acuerdo. Te traeré un poco de agua.

Hotch se levantó y fue al baño en busca de un vaso. Fue apagando las luces según iba avanzando. Se sorprendió del lujo que había allí, y eso que era el baño de la habitación de invitados. Una enorme bañera, y un gran lavabo presidido por un fantástico espejo. Desde luego, a Rossi no le importaba gastarse el dinero en algo que él no disfrutaría. Llenó el vaso de agua y volvió a la sala de estar.

Erin estaba recostada con los ojos cerrados, y se tensó en cuanto lo sintió. Le tendió el vaso y se quedó a cierta distancia. Cuando se tomó la pastilla, volvió a recostarse en el sofá.

-Deberías acostarte ya, Erin.

-¿Por qué? ¿Voy a caer dormida inmediatamente después de haberla tomado? ¿Cómo Cenicienta? -contestó con ironía.

-No, pero estarás más cómoda en la cama que en el sofá.

Ella lo miró desde su posición en el sofá, y al verlo ahí de pie, como si fuera un depredador acechando a su presa, se sintió pequeña y en peligro de nuevo.

-Por favor, no te quedes ahí. Siéntate aquí -murmuró intentando controlar su respiración.

Hotch frunció el ceño y asintió. Se sentó a su lado, y vio cómo se encogía imperceptiblemente. Ni siquiera estaba seguro de que ella se diera cuenta de su propia reacción.

Debía reconocer que le había llamado la atención que Erin confiara en él, aunque tampoco era tan descabellado, puesto que su relación había cambiado desde que había vuelto de rehabilitación, pero sabía que debía ir con cuidado. Estaba muy frágil, él no dejaba de ser un hombre, y aunque ahora estuviera bien, un segundo después podría sufrir un ataque de ansiedad. Habían pasado apenas veinticuatro horas y le quedaba por delante mucha recuperación.

-Mark cree que puedo volver a beber -rompió el silencio hablando en voz baja.

-¿Has tenido antojos? -preguntó mirándola de reojo. Ella evitaba su mirada mirando al frente. Negó rotundamente.

-No, pero… -cerró los ojos y se calló de repente.

-¿Pero? -preguntó al ver que no seguía. Intuía que no era nada bueno lo que quería decir.

-Nada. Me voy a dormir, estoy empezando a notar los efectos de la pastilla -dijo bostezando y levantándose-. No te vas ¿verdad? -preguntó tímidamente.

-Tranquila, me quedo aquí en el sofá por si necesitas algo -sonrió levemente. Luego se puso serio de nuevo -. Erin, sabes que puedes contarme cualquier cosa, lo que sea.

-Lo sé. Buenas noches, Aaron.

Entró en la habitación y dejó la puerta entreabierta. Apagó la luz principal, pero dejó encendidas las dos lámparas de las mesitas de noche. Se metió en la cama vestida, ni siquiera se le pasó por la cabeza cambiarse, y se acomodó en las suaves mantas. Sintió cómo el sueño la iba venciendo poco a poco, a pesar de que lo único que quería era permanecer despierta.

Continuará…