Capítulo 7
El tic tac del reloj; el ruido del tráfico que se escuchaba a través de la ventana, aunque estuviera cerrada; incluso los latidos de su corazón, que bombeaba la sangre por todo su cuerpo y podía sentir cómo fluía por las venas hasta llegar a cada rincón de su tembloroso cuerpo; todo esos sonidos parecían amplificados, y martilleaban sus tímpanos, poniéndola más nerviosa.
-Erin…-no reaccionó-. Erin, ¿se encuentra bien? ¿Quiere un poco de agua?
Ella negó con la cabeza, mirando por fin a la mujer. Estaba en la consulta de la doctora Osman, la terapeuta que le había buscado Hotch. Se retorcía las manos y mordisqueaba nerviosa la uña del pulgar izquierdo.
-De acuerdo. Vamos a empezar. Cuénteme porqué está aquí -empezó la mujer, dispuesta a apuntar en su cuaderno.
-¿Otra vez? -preguntó angustiada-. ¿No lo sabe ya? Creí que el agente Hotchner…
-Quiero que me lo cuente usted -la incitó la doctora-. Para eso está aquí, es el primer paso para la recuperación.
Erin suspiró profundamente y comenzó a hablar. Hizo varias pausas, en las que aparte de intentar no llorar, respiraba hondo para darse fuerza y continuar. Terminó apretando fuertemente un pañuelo entre las manos mientras intentaba controlar el temblor.
La doctora Osman apuntó una última cosa y la miró. Miraba por la ventana mientras se mordía el labio y golpeaba el suelo con el pie. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, en señal de protección.
-¿Y cómo se siente ahora?
-¿Ahora mismo? -la miró de reojo pero volvió la vista de nuevo a la ventana-. No quiero ser maleducada, pero sinceramente, tengo ganas de pegarle un bofetón por hacerme revivir lo que me pasó hace cuatro noches y ya le conté a la policía y al FBI.
La psicóloga intentó esconder la risa detrás de una tos. No tuvo mucho éxito. Carraspeó y se movió en su asiento para recomponerse.
-Es el principio para…
-Para la recuperación. Sí, ya lo sé, me lo ha dicho antes, y estoy licenciada en psicología. Además, no es la primera vez que voy a terapia. Sé cómo va esto -protestó ella. De pronto ya no se sentía nerviosa ni angustiada, si no más bien todo lo contrario.
-Entonces sabe que es importante que no se aísle, que se relacione lo más posible con gente sin miedo a que vuelvan a hacerle daño.
-Eso es fácil decirlo ¿sabe? Pero cuando te han atacado en tu propia casa, en el único lugar dónde se supone que debes sentirte realmente protegida, a salvo, todo tu mundo se viene abajo, pierdes el norte y no sabes cómo continuar -Erin se movió incómoda en su silla.
-Al menos es consciente de querer superar su problema y ha buscado ayuda. No todo el mundo es capaz de hacerlo.
-Ya…¿y cómo sigo ahora? -preguntó en voz baja.
-¿Quién la ha traído? -preguntó la psicóloga, recostándose en el sillón. Erin levantó una ceja.
-El agente Hotchner. ¿Por qué quiere saber eso?
-¿Y cómo es su relación con el agente Hotchner?
-Pues…-Erin pensó un momento-. Somos amigos, trabajamos juntos, de hecho soy su jefa, pero somos amigos.
-¿Y confía en él?
-Sí -se mordió el labio nerviosa-. Ahora mismo, es la persona en quien más confío.
La doctora Osman apuntó algo en su cuaderno, asintiendo. Ella frunció el ceño.
-¿Qué tanto apunta? -preguntó con desconfianza.
La psicóloga sonrió, mirándola a los ojos. Ella volvió a fruncir el ceño. No era la primera vez que iba a terapia (muy a su pesar), pero siempre la ponía nerviosa ver que escribían mientras hablaban.
-Hábleme de usted.
-¿De mí? -se apuntó con el dedo, sorprendida. La doctora asintió. Respiró hondo antes de hablar-. Pues…tengo tres hijos, llevo tres años divorciada, tengo un puesto importante en el FBI...soy una ex alcohólica…-carraspeó nerviosa al confesar eso.
-¿Ha tenido ganas de volver a beber desde el Jueves?
-No -la doctora Osman levantó una ceja, incrédula-. ¿Por qué le cuesta a todo el mundo creérselo?
-¿Quién es todo el mundo, Erin?
-Aaron y Mark, mi ex marido -confesó desviando la mirada.
-Entonces, ¿no ha tenido ganas de beber? ¿Ni siquiera una copa?
-Lo he pensado, un par de veces, pero luego pienso que me ha costado mucho llegar hasta aquí, llevo tres años sobria y he perdido mucho por la bebida, y no quiero volver a entrar en la espiral autodestructiva en la que me encontraba -reconoció avergonzada.
-¿Y qué ha hecho para quitarse esa necesidad de tomar una copa? ¿Llamar a su patrocinador?
-No. Bueno, eso también, he hecho deporte. En la habitación del hotel -en realidad no era exactamente deporte, porque lo que había hecho había sido pasearse como un animal enjaulado por la enorme habitación.
-Eso está muy bien -volvió a apuntar en el cuaderno, luego la miró de nuevo-. Nos quedan sólo unos minutos, pero me gustaría sugerirle algo. Debe encontrar algo que la entretenga, algo con lo que se sienta a gusto y la haga evadirse de todo. Ya que le gusta el deporte, ¡pues haga deporte!, pero pruebe a hacerlo en la calle, no en su habitación. O si le gusta la pintura, o dibujar o lo que sea, pues dedique su tiempo a eso también. La ayudará a sanar antes.
Erin la miró seria, no muy segura de lo que le estaba diciendo, pero finalmente asintió. Sabía que tenía razón, aunque no estaba segura que fuera a hacerle caso. Ni siquiera, si funcionaría con ella.
-Hay otra cosa más -dijo la psicóloga mientras se levantaba y se dirigía a su mesa. Abrió un cajón y sacó un cuaderno, muy parecido al que ella utilizaba. Se lo dio a Erin y volvió a sentarse frente a ella-. Quiero que escriba cómo se siente. Sus pensamientos, sentimientos y todo lo que le venga a la cabeza.
-¿Cómo un diario? -preguntó frunciendo el ceño. La doctora Osman asintió-. ¿Y después se lo tengo que dar? ¿Lo va a analizar y eso?
-No -sonrió cariñosamente-. Eso es para usted. Simplemente, para que exprese cómo se siente cuando tenga ansiedad, o cuando le apetezca. Está demostrado que escribir un diario suele ayudar.
-Ya…-Erin sujetaba el cuaderno con las dos manos, pero sin ningún convencimiento.
-Muy bien. ¿Nos vemos el Lunes que viene a la misma hora?
Cuando salió de la consulta, encendió el móvil. Tenía un mensaje de voz del director que escuchó mientras bajaba las escaleras. Estaba en una cuarta planta, pero no estaba dispuesta a montar en un ascensor con desconocidos. Frunció el ceño al escuchar el mensaje.
Hotch la estaba esperando en el vestíbulo del edificio, y colgó el teléfono en cuanto la vio llegar.
-¿Cómo ha ido? -le preguntó cuando se acercó a él.
-Supongo que bien -respondió encogiéndose de hombros y haciendo una mueca.
Hotch sonrió un poco, y la guio al coche. La notaba seria y ausente de nuevo, aunque supuso que sería lo normal después de tener que hablar de la noche de su violación. Cuando estaba a punto de preguntarle algo más, fue ella la que habló.
-¿Dónde está mi coche?
-Pues…creo que sigue en tu casa. ¿Por qué? ¿Necesitas ir a algún sitio?
-No, en realidad no. Sólo preguntaba…
-Le pediré a un agente que te lo lleve al hotel, y te deje las llaves en recepción. ¿Te parece?
-Sí, bien -no parecía muy dispuesta a seguir hablando, al menos de momento. Sin embargo, volvió a romper el silencio unos segundos después-. Por cierto, tengo un mensaje del director. Dice que Parker se ocupará de mis cosas mientras yo no esté -dijo mirándolo de reojo.
-Así es. Intenté convencerlo para que me dejara a mí ocuparme de todo, o al menos de gran parte del papeleo referente al equipo, pero no hubo manera, ya había decidido que sería Parker el encargado de todo.
-Ya…
-¿Por qué te molesta tanto? -preguntó él con un deje de diversión en la voz, mientras paraba en un semáforo. Ella bufó antes de contestar.
-Parker es…el mayor pelota que te puedas encontrar en el mundo. Su aspiración es la de ser subdirector, y quedándose con mis equipos, está haciendo méritos para ello.
-¿Y tú aspiras a ser subdirectora?
-¿Yo? Ahora mismo a lo único que aspiro es a dormir sin pesadillas, y de momento no lo consigo -respondió quitándose el cinturón al tiempo que Hotch aparcaba frente al hotel.
-Tiempo al tiempo, Erin. Antes de que te des cuenta, todo será como antes.
Se seguía sorprendiendo de lo positivo que era. Ella no lo veía así, pero tampoco iba a decírselo. Sólo lo tenía a él en ese duro momento. Sonrió y asintió antes de salir del coche.
-Erin -se dio la vuelta para mirarlo-. Hablamos después ¿de acuerdo? -volvió a asentir antes de alejarse hacia la entrada del hotel.
No dejaba de darle vueltas a cómo ayudar a Erin para que se encontrara más cómoda, consigo misma y con los demás, ahora mismo era demás volátil, y con razón, pensó saliendo del ascensor.
Cuando cruzó las puertas de cristal, Prentiss lo estaba esperando, con una mirada mezcla de impaciencia y de ansiedad.
-Lo tenemos.
Continuará…
