Capítulo 8
Todo el equipo estaba reunido en la sala de conferencias, esperando la llegada de Hotch. Estaba pidiéndole a Anderson que fuera en busca del coche de Strauss, y se lo dejara en el hotel. Cuando entró, Prentiss comenzó a hablar.
-La policía de Arlington llevaba semanas detrás de un violador, que tenía aterrorizados a prácticamente todos los vecindarios. Casi todas las noches, desde hacía cuatro semanas, recibían una denuncia, pero no tenían ninguna prueba para poder atraparlo. Hasta ayer -le hizo un gesto a García con la cabeza para que pasara las fotografías.
"Encontraron a Flora Andrews con el cuello cortado en su cama, después de haber sido violada. Debió haberse cortado, porque había restos de su sangre sobre el cuerpo de Flora. Cuando escapaba, cubierto de la sangre de la mujer, Paul Tyler, el hijo de diecinueve años de los vecinos de Flora, que llegaba a casa en ese momento, corrió tras él. Las muestras de sangre y semen halladas en el cuerpo de Flora han demostrado que se trata de Chuck Dyson" -terminó Prentiss mientras la imagen del hombre, de unos cuarenta años, moreno y de ojos negros, de cara un poco ruda, aparecía en pantalla.
-El resto de muestras recogidas en las otras mujeres, incluidas las de Strauss, han demostrado que se trata del mismo hombre en todos los casos -dijo JJ mirando su tablet.
-Chuck Dyson trabaja de encargado en un supermercado. Ofrecen un programa de fidelidad a través de una tarjeta de puntos, en la que debes poner tus datos personales. De ahí sacaba la dirección de todas las mujeres -informó Reid.
-Ya hemos comprobado que en las noches que Dyson violó a todas las mujeres, estaba descansando de su trabajo -Morgan levantó la cara de la tablet.
-Hay que enseñarle la foto de Dyson a Strauss, haber si lo reconoce -dijo Rossi acomodándose en la silla.
-Me ocuparé de eso. Buen trabajo a todos -Hotch se levantó y salió de la sala.
Había llamado dos veces ya a la puerta, y estaba a punto de llamar una tercera, cuando Erin abrió la puerta. Estaba despeinada y con cara de sueño. Se cruzó de brazos inmediatamente. Era un gesto que Hotch la había visto hacer constantemente en los últimos días.
-¿Te he despertado? Lo siento, no sabía que estabas descansando, hubiera venido más tarde de haberlo sabido -se disculpó él.
-No te preocupes, pasa. Me resulta más fácil dormir de día, aunque tampoco se puede decir que llegue a descansar ni a recuperar horas de sueño. Siempre termino con pesadillas…-respondió sentándose en el sofá. Hotch la imitó.
-Erin, he venido porque…lo hemos encontrado -sintió cómo ella aguantaba el aire-. Voy a enseñarte la foto y me dices si lo reconoces ¿de acuerdo?
Ella asintió muy despacio, soltando el aire que había retenido. Cogió el móvil que él le tendía con manos temblorosas. Hotch estudió su rostro, e inmediatamente supo que lo había reconocido. Le devolvió el móvil como si quemara. Su labio inferior tembló y lo mordió tan fuerte que Hotch creyó que terminaría sangrado. Cerró los ojos y se tapó la cara con las manos.
-Tómate el tiempo que necesites -quería consolarla de alguna manera, pero sabía que cualquier clase de gesto no sería bienvenido en ese momento.
-Trabaja en el supermercado donde hago la compra todas las semanas. He estado allí con mis hijas, Aaron. Y si…-rompió a llorar, y esta vez, él se acercó. Ella enterró su cara en su hombro mientras lloraba, y él frotó su espalda arriba y abajo, esperando que la hiciera sentir mejor.
Cuando se recuperó un poco, se separó de él. Se levantó y comenzó a pasear por la sala mientras se limpiaba las mejillas de los restos de lágrimas.
-¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso? -preguntó con la voz rota por el llanto.
-Está detenido en una comisaría de Arlington, y hay numerosas denuncias en su contra. Las muestras de ADN recogidas en el último escenario…-carraspeó nervioso-. Son suficientes para que pase el resto de su vida entre rejas.
-¿Cómo lo han cogido? -él la miró con seriedad, y movió ligeramente la cabeza intentando decirle que era mala idea-. Aaron, por favor, necesito saberlo.
-Cometió un error y asesinó a la última mujer que…
-¡Oh dios! -se mordió el pulgar mientras intentaba controlar las lágrimas de nuevo. Hotch se levantó y se colocó frente a ella.
-Erin escucha, lo importante es que lo tenemos. No volverá a hacerle daño a nadie más y no volverá a ver la luz del sol.
-¿Pero qué pasa con las vidas que ha destrozado? A mi me ha destrozado Aaron -sollozó de nuevo sin poder evitarlo-. Y por mucho que lo intente, no volveré a ser la misma. Y ha matado a una mujer…
-Lo sé Erin, sé que ahora todo parece muy difícil, pero con tu testimonio y el de el resto de mujeres, habrá una escoria menos en la calle.
-Sé que tienes razón…-fue hasta la ventana y miró hacia fuera. Hotch esperó-. Quiero verlo -dijo al cabo de un momento, dándose la vuelta.
-Erin, no creo…
-Aaron, por favor -se acercó a él de nuevo-. Sólo verlo, a través del cristal, lo necesito, por favor.
La miró a los ojos, que le suplicaban compresión, y vio todo el dolor que la mujer sentía desde hacía cuatro días.
-De acuerdo. Llamaré a Prentiss para que me diga exactamente dónde está -se alejó un poco y sacó el teléfono.
La vio entrar en la habitación, y unos minutos después, salir preparada. Respiró hondo cuando se fue decidida a la puerta. Sabía que era una mala idea, aunque ella creyera lo contrario.
Prentiss y Reid los esperaban ya en la comisaría. Los saludaron con un leve gesto de cabeza, que ambos devolvieron.
-El agente Macgregor nos ha dicho que lo avisemos cuando queramos ver al detenido -informó Reid.
Hotch miró a su jefa, que asintió con la cabeza. Reid fue en busca del policía. Unos minutos después, los cinco se dirigían al área de detenciones. Ya habían interrogado al hombre, que por supuesto lo había negado todo (a pesar de encontrarse ADN suyo en todas las mujeres), pero lo habían vuelto a llevar a una sala de interrogatorios.
El agente Macgregor les indicó dónde era, y los dejó solos. Reid y Prentiss también se mantuvieron alejados. Erin se acercó lentamente al cristal, seguida de cerca de Hotch, aunque dejándole su distancia.
Chuck Dyson se miraba indiferente las manos, que tenía esposadas a la mesa. Tenía una expresión de indiferencia en su cara, y parecía estar tarareando una canción para sí mismo. No parecía preocupado lo más mínimo por su situación.
Hotch, que miraba al hombre a través del cristal, tuvo ganas de entrar en la sala y descargar toda la ira que sentía contra él. Erin tenía razón: pasaría el resto de su vida en la cárcel, pero había destrozado la vida a varias mujeres y asesinado a otra.
Erin había empezado a respirar agitadamente, y sus ojos se habían llenado de lágrimas. Hotch sabía que necesitaba sacarla de allí, antes de que colapsara.
-Erin…-susurró. Estiró la mano hacia su brazo, pero ella se asustó y salió corriendo.
Reid y Prentiss lo miraron durante un instante, pero desviaron la mirada cuando él les devolvió su famosa mirada "Hotchner".
Encontró a Erin junto al coche, ya recuperada. No hablaron en todo el camino al hotel, y aunque fingía que estaba bien, Hotch la vio limpiarse las lágrimas más de una vez.
-Mañana volverán a repetir los interrogatorios -dijo en voz baja cuando aparcó-. ¿Quieres que te acompañe? -ella asintió, aunque siguió mirando por la ventana-. Te recogeré a las diez entonces.
-De acuerdo. Buenas noches, Aaron -murmuró antes de bajarse del coche.
Hotch suspiró y esperó a verla entrar en el hotel para arrancar. No llegaba a imaginarse lo difícil que era esto para ella, algo así te cambia la vida para siempre. No sólo la vida, sino a ti mismo también.
Al menos, él estaría a su lado. Pensaba estar con ella en cada paso del camino, hasta que al menos, volviera a sentirse casi cómo ella misma.
Continuará…
