Capítulo 9
Ese Martes había amanecido muy nublado, como el ánimo general en la comisaría central de Arlington. En total nueve mujeres iban a ser interrogadas de nuevo por sus brutales ataques a manos de Chuck Dyson. El hombre había sido ya enviado a la cárcel, a la espera de la primera vista judicial. El fiscal ya había decidido los cargos contra él.
Erin rebotaba nerviosa su pierna, mientras esperaba su turno. Hotch se acercó con un vaso para ella.
-Es una infusión. Te calmará -cogió el vaso, pero no bebió.
-¿Qué pasará después de esto? -preguntó al cabo de un momento.
-Dyson estará en prisión preventiva hasta que el juez fije la fecha del juicio. Es muy raro que fije una fianza en este caso.
-Tendremos que declarar ¿no? -susurró apartando la mirada.
-Así es. Es muy importante para conseguir encerrarlo de por vida -contestó con un suspiro.
Cuarenta minutos después, salían al aire libre. Erin respiró hondo varias veces, intentando controlar la respiración y los latidos del corazón. Hotch estaba justo detrás de ella.
-Últimamente, pareces mi sombra -dijo echando a andar hacia el coche cuando sintió que las piernas podían sostenerla al caminar.
-Lo siento. Sólo quiero asegurarme que estás bien.
-No te quedes detrás de mí, Aaron. Colócate a mi lado. No me gusta sentir a nadie detrás, aunque sepa que eres tú -dijo en voz baja.
-De acuerdo. No volverá a pasar -sonrió mientras arrancaba. Se sorprendió un poco cuando ella le devolvió la sonrisa.
Cuando Morgan entró en el despacho de su jefe, éste miraba ausente al vacío. Morgan levantó las cejas, sorprendido. Pocas veces lo había visto tan distraído.
-Hotch, ¿estás bien, hombre?
-¿Qué? -salió de su ensimismamiento cuando vio a su agente-. ¿Necesitas algo, Derek? -preguntó acomodándose en la silla.
-No exactamente, hombre -se sentó frente a él-. Traigo los informes. Parecías estar muy lejos de aquí. ¿Va todo bien? -preguntó preocupado.
-Sí, sí, todo bien -pero por su expresión, Morgan pudo decir que mentía.
-¿Cómo está Strauss?
-Está…como se cabría esperar en esta situación -contestó frotándose las sienes.
-Por lo menos ya lo hemos cogido, y no volverá a hacerle nada a ninguna mujer. Eso debería consolarla ¿no?
-No es tan sencillo Morgan, el daño ya está hecho -dijo en voz baja.
El agente se lo quedó mirando, pensando en sus palabras. No había querido parecer insensible, porque salvando las distancias, a él le había pasado lo mismo.
-Tienes razón, pero lo que debería hacer es mirar adelante y no anclarse en lo que ha pasado. Será difícil, pero al final todo quedará como una terrible pesadilla. Sé de lo que hablo.
-Es lo que intento decirle, pero han pasado sólo cuatro días, es normal que se sienta perdida.
-Es bueno que estés a su lado, Hotch. Eres un buen amigo, hombre -su jefe asintió despacio y después de unos minutos, Morgan abandonó el despacho.
Hotch no estaba seguro del todo si de verdad estaba siendo un buen amigo para Erin, pero al menos lo intentaba. Su relación siempre había sido tensa, y a pesar de todo, cuando ella comenzó a tener una actitud positiva hacia el equipo, ambos sabían que podían contar con el otro en caso de necesitarlo.
Estaría ahí para ella, para lo que necesitara. Sin embargo, se le estaba acumulando el trabajo, y si no quería salir tarde de nuevo, debía concentrarse y comenzar de nuevo a trabajar.
Llevaba cerca de una hora trabajando a destajo cuando el sonido de su móvil lo sobresaltó. No reconoció el número, y contestó con cautela.
-Hotchner.
-¿Agente Hotchner? Soy Ángela Thompsom, la vecina de enfrente de Erin Strauss. Ella me ha dado su número de teléfono para que lo llame.
-¿Está Erin ahí? ¿Está bien? -preguntó con seriedad.
-Si, está aquí. Ella está…ha sufrido un ataque de ansiedad al querer entrar en su casa. Le he dado un té y parece encontrarse mejor -le informó la mujer.
-Gracias señora Thompsom. Iré enseguida.
Colgó y recogió sus cosas. Mientras salía, le envió un mensaje a Rossi para decirle que se iba y que se ocupara de todo mientras él no estuviera. Recibió un "ok" por respuesta al montar en el coche.
Aparcó frente a la casa de Erin, y se dio cuenta que su coche no estaba, así que habría ido probablemente en taxi. Cuando salió del coche, vio del otro lado de la calle, sentadas en la entrada, a Erin y su vecina. Cuando se acercó, la mujer, que tendría más o menos su edad, se levantó.
-Agente Hotchner ¿verdad? -le tendió la mano y él se la estrechó-. Soy Ángela.
-Encantado Ángela, y gracias por llamar.
-No hay de qué. Os dejaré solos -se agachó para coger su taza, le dio un apretón en el hombro a Erin y entró en la casa.
Hotch esperó hasta que cerró la puerta para sentarse donde hasta instantes antes había estado sentada Ángela. Erin no levantó la cabeza del suelo desde que él había llegado. Apretaba con fuerza su taza, con las dos manos, como si fuera su salvavidas.
-Lo siento…-susurró en voz tan baja que Hotch no estaba seguro de haberla escuchado.
-¿Quieres hablarme de lo que ha pasado? -preguntó con voz suave, sin acritud. Ella negó lentamente-. De acuerdo, no es necesario que lo hagas. ¿Te encuentras mejor?
Por fin levantó la cabeza, mirándolo directamente. Tenía lágrimas frescas que amenazaban con desbordar sus ojos.
-Pensé que podría hacerlo. ¡Es mi casa, Aaron! Tengo derecho a estar en mi casa…pero he llegado a la puerta y…-ahora sí comenzó a llorar sin apenas darse cuenta-. Me ha empezado a faltar el aire, y no he podido seguir…Ángela me ha visto y…
-Oh Erin, lo siento mucho -Hotch la atrajo hacia él, y ella enterró la cara en su pecho-. Ha pasado muy poco tiempo, y estos dos últimos días han sido demasiado estresantes. Con el tiempo podrás volver a tu casa y disfrutar de los buenos recuerdos.
-¿Cuánto tiempo? -la oyó preguntar contra su camisa. A pesar de las circunstancias, sonrió levemente. Erin Strauss necesitaba todo bajo control.
-No lo sé Erin, eso sólo lo sabrás tú. Eres tú la que controlas tu miedo, tu dolor, tus sentimientos. No importa lo que el resto te digamos. Tú sabrás el momento en que te encuentres mejor y puedas decir que todo ha pasado.
-¿Y si no pasa nunca? ¿Y si simplemente el dolor se duerme pero siempre está ahí? -preguntó separándose y mirándolo a los ojos.
-Tampoco sería malo, siempre que no dejes que el miedo te controle. Pero Erin, ahora mismo no está mal estar triste y sentir miedo ¿de acuerdo? Permítete sentirlo, ha pasado poco tiempo y es normal, pero siempre recordando que en un futuro, todo pasará.
Volvió a apoyarse en él, reflexionando sobre sus palabras. En realidad, lo único que quería desde el Jueves era quedarse en la cama y llorar, aunque no lo había hecho. Tal vez es lo que necesitaría para empezar a sanar de verdad.
-Te voy a contratar como mi psicólogo. No voy a volver a ver a la doctora Osman -dijo al cabo de un momento. Él soltó una risita, y luego se incorporó un poco, obligándola a separarse de nuevo.
-¿Necesitas algo de la casa? -negó un poco avergonzada-. De acuerdo, entonces volvamos al hotel. Lo que sí necesitas es descansar, Erin -iba a decir algo pero él la interrumpió-. ¡Sin discusiones!
Se levantó y luego la ayudó a ella a incorporarse. Erin miró con tristeza la casa mientras entraba en el coche. Apoyó la cabeza en la ventanilla, mientras el coche recorría despacio las calles residenciales y sin darse cuenta, se quedó dormida.
Hotch aparcó frente al hotel, y la observó dormir. Tenía una expresión tensa en el rostro, lo que indicaba que estaba en alerta incluso mientras dormía. A pesar de eso, estaba descansando, y eso era importante. Sin embargo, debía despertarla, aunque temía hacerlo porque no quería asustarla.
Optó por sacudirle suavemente el hombro, esperando que así reaccionara. Le costó tres intentos, y cómo esperaba, se despertó sobresaltada.
-Hey tranquila, sólo soy yo -dijo suavemente mientras Erin respiraba agitadamente-. Te quedaste dormida y tenía que despertarte -le costó unos minutos recuperarse-. Vamos, te acompaño arriba.
Cuando comprobó que estaba bien y que no necesitaba nada, decidió irse. Recogería a Jack y pasarían la tarde juntos. Erin lo acompañó a la puerta.
-Aaron...siento ser tan molesta últimamente -murmuró apoyándose en la puerta.
-Oye, no eres molesta, Erin, no pienses así. Sólo necesitas un poco de apoyo, y estoy aquí para eso ¿de acuerdo? -frotó su brazo despacio arriba y abajo. Ella se mordió el labio nerviosa y asintió.
Cuando volvió a quedarse sola, cogió la manta que tenía en el sofá y se la puso sobre los hombros. Se acurrucó en la cama, pensando en todo lo que ese desgraciado le había quitado. Pero también recordó las palabras de Aaron; no estaba mal que ahora mismo tuviera miedo, porque sólo habían pasado cuatro días y era totalmente normal, y tampoco era raro estar triste por lo sucedido.
Con ese pensamiento, dejó fluir las lágrimas. Y agotada por las circunstancias y la falta de sueño, poco a poco se quedó dormida.
Continuará…
