Disclaimer: Los personajes y el universo le pertenecen a JK Rowling. Solo la historia me pertenece. No obtengo beneficios lucrativos ni económicos al escribir.
Capítulo 1.
Había sido un mal día aunque tampoco le sorprendía. Todo el maldito mes había sido horrible y ni siquiera que sus tíos lo ignoraran mejoraba su humor.
Su padrino estaba muerto y cada vez que lo pensaba, se le llenaban los ojos de lágrimas y la garganta se le constreñía y no podía hablar ni tragar.
Había sido su culpa y solo quería acurrucarse en un rincón para ser miserable en paz.
Las cartas de ánimo de sus amigos tampoco ayudaban. Más bien le irritaban y había deseado quemarlas. Se había sentido fatal al pensarlo después, pero es que las cosas clichés que decían le cabreaban.
Ya había cenado, así que se acostó en su cama esperando a que llegara el nuevo día y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente...
Sentía algo de curiosidad por saber qué le mandarían sus amigos por su cumpleaños, pero después pensó en lo que podría haber estado haciendo con Sirius, pues le había prometido ir a buscarlo el día antes de su cumpleaños para tener una fiesta adecuada, y de nuevo las lágrimas pincharon sus ojos y el menor las dejó caer.
Se despertó horas más tarde sintiendo dolor en su cuerpo y maldijo. ¿Qué estaba pasando?
Otra ola de dolor provocó que se doblara por la mitad y apretara los dientes para no gritar.
Cuando el dolor pasó, Harry estiró el brazo derecho para agarrar el vaso de agua que tenía en la mesita de noche y se lo llevó a los labios.
Fue mientras bebía que se dio cuenta de que veía perfectamente bien su mano a pesar de que era de noche y que no llevaba sus gafas.
Dejó el vaso y se pasó las manos por el pelo saltando al notar algo duro y extraño que no había estado allí cuando se había ido a dormir y volvió a tocarlo. Parecía que las cosas crecían y después sintió otra punzada de dolor intensa antes de que todo se volviera negro.
Cuando despertó por segunda vez, pensó que lo que había ocurrido había sido un sueño y durante unos minutos permaneció acostado mirando al techo fijándose en las manchas y los patrones que tantas veces había observado... pero no con tanta nitidez.
¿Se habría ido a dormir con las gafas puestas? -Fue lo que se preguntó.-
Las vio al lado de su vaso de agua cuando se dio la vuelta así que algo temeroso de lo que pasaría, pasó los dedos por su cabello encontrando... Lo que parecían cuernos en su cabeza.
-¡Por Merlín! -Casi gritó. Se levantó rápidamente y corrió hacia el baño dando gracias a la magia por que sus parientes siguieran dormidos.
Ya que estaba, aprovecharía para darse una ducha así que se desnudó y se miró automáticamente al espejo.
Tenía cuernos. Largos cuernos oscuros que se curvaban hacia atrás enrollándose sobre sí mismos.
Una cola larga como la de un gato se enroscaba en su muslo derecho y cuando abrió la boca debido al asombro, descubrió colmillos puntiagudos.
Escuchó un ruido fuera y se tensó. Los dedos de las manos le hormiguearon y al mirarlos, vio estupefacto cinco largas garras negras afiladas reemplazando sus uñas.
¿Qué le estaba pasando?
No había manera de que sus tíos y primo lo vieran así. ¿Qué pensarían? ¿Qué le harían?
Deseó poder volver a la normalidad, al menos su normalidad y respiró temblorosamente cuando su yo de dieciséis años sin cuernos, cola, garras o dientes puntiagudos lo miró.
Se duchó rápidamente arriesgando su suerte, se vistió, limpió todo y volvió a su habitación.
Si estuviera en Hogwarts pensaría que alguien le había gastado una broma muy pesada, pero estaba en una casa muggle con personas que no creían en la imaginación. Tenía que encontrar información. Necesitaba saber qué le estaba pasando. ¿Pero qué hacer? ¿A quién acudir? Pensó de nuevo en Sirius, que le había estado dando consejos y buscando información para él, y nuevas lágrimas surcaron su rostro. ¿A quién podría escribir? ¿Pero qué diría? ¿Y si pensaban que era un monstruo? ¿No podía ser un mago normal por una vez?
Fue por la tarde, mientras estaba disfrutando de un día a solas en casa puesto que sus tíos habían ido a llevar a Dudley a un viaje a la piscina, cuando un gran pájaro negro entró por la ventana abierta del salón y graznó hasta que Harry le prestó atención.
El animal aterrizó en una de sus rodillas y el joven desató una carta de una de sus patas.
El ave se posó en uno de los muebles y Harry gimió al pensar en lo que diría su tía si lo viera.
Decidiendo que pensaría en ello más tarde, abrió el sobre negro y sacó la hoja de dentro.
Estaba escrita en papel grueso pero no era pergamino.
Estimado Señor Potter. Apuesto a que se encuentra desconcertado por lo ocurrido durante su cumpleaños número dieciséis y que desea una explicación.
Es usted un demonio, Señor Potter. Aún no se sabe de qué tipo. Eso se descubrirá en un ritual.
Comprendo que usted tiene muchas preguntas y que quizá no confíe en esta misiva. Pero todo lo dicho es cierto. Verá, Señor Potter. Sería recomendable que asistiera a la academia Inferno para aprender las nuevas habilidades que se le han otorgado con su herencia demoniaca. Si acepta, solo tiene que escribir "acepto" debajo de la carta y su familiar aparecerá para acompañarlo a la academia.
Si aún desconfía, como imagino que hace, solo escriba "más información" en la parte final de esta carta y alguien aparecerá para explicarle sobre el tema.
Harry no sabía qué hacer. ¿Un demonio? ¿Y si era un truco? ¿Y si los mortífagos trataban de tenderle una trampa extraña?
Antes de que decidiera qué hacer, alguien llamó a la puerta y se acercó cautelosamente a ella.
El aterrador pájaro negro seguía allí, mirándolo.
Un anciano extrañamente vestido estaba esperando al otro lado de la puerta principal y Harry abrió sin saber cómo sentirse al ver a su director.
-Director Dumbledore. -Saludó permitiéndole pasar. ¿Desea algo de beber?
-Oh, no, mi querido muchacho. -Se acomodó en el sofá y Harry se sentó en la silla favorita de su tía Petunia.
-¿Los demonios existen, Señor? -Soltó. Había estado tenso todo el día y la carta no había ayudado a sus nervios.
-Entonces adivino que su herencia despertó, ¿no es cierto? Sentí algo en las protecciones y vine a comprobarlo. -Miró pensativo al cuervo que había depositado sus desechos en el mueble y el pájaro le devolvió la mirada.
-Según esta extraña carta, sí. Pero Señor, no entiendo nada. -Le extendió el extraño pergamino y metió las manos entre las rodillas para no retorcer su ropa.
-Sería lo mejor que fueses, mi querido muchacho.
-¿Pero qué hay de Hogwarts? ¿Y Voldemort?
-El tiempo allí pasa de manera diferente que aquí. -Explicó.
-¿Cómo?
-Ah, mi querido niño. No lo sé todo. Los demonios son muy secretos y yo no lo soy así que no puedo responder a tus preguntas.
-¿Entonces debo aceptar sin más?
-Creo que sería mejor si alguien viniera a explicarte antes, ¿no crees?
-Menos mal que ha venido, director. No sabía qué hacer porque no me fiaba de invitar a alguien aquí que no conozco ni mucho menos aceptar algo que podría haber sido una trampa.
-Lo comprendo.
-¿Se quedará?
-Si lo deseas, por supuesto. -Asintió.
Harry se relajó por primera vez desde que sus extraños rasgos habían aparecido.
Escribió que deseaba más información y la tinta se hundió como en el viejo diario de Tom Ryddle.
Unos segundos más tarde, la oscuridad cubrió la casa y se aclaró casi de inmediato dejando ver en el centro de la sala a un hombre con el pelo largo y azul hasta la cintura, cuernos decorados con arabescos formando olas, sonrisa traviesa, traje oscuro y zapatos de vestir elegantes.
Harry vio que la piel de sus manos también era azul.
-Buenas tardes, joven demonio y anciano humano. Mi nombre es Jayren y responderé las preguntas que seguro el joven demonio tiene. ¿Y sois? -Seguía sonriendo.
-Mi nombre es Albus Dumbledore. Director de la actual escuela a la que asiste Harry.
-Yo soy Harry. -El menor se presentó. -Harry James Potter.
-Bien. Con las presentaciones ya hechas, es hora de las preguntas. -Se acomodó en una silla que llegó volando desde la cocina.
El joven Gryffindor se alegró de que Jayren hubiera respondido todas sus preguntas. El viaje que estaban realizando ahora para comprar ropa, no era tan genial.
El demonio le había explicado que había cinco tipos de demonios. Estaban los elementales, Agua, tierra, aire y fuego, y después estaba lo que llamaban nexo. Era un tipo de demonio que reunía a un demonio de cada elemento creando así un vínculo de amantes. El nexo era el sumiso, el que llevaría la descendencia y sería cuidado, atesorado y protegido. En las uniones en las que solo había elementales, sin nexo, todos podían concebir pero les resultaba más complicado. Los nexos necesitaban un demonio de cada elemento para no descontrolar sus poderes.
Jayren explicó que él era un elemental de agua y le habló un poco de lo que podía hacer con ella.
Se quejó durante varios minutos acerca de los humanos y de cómo odiaba que al decir que era un demonio inmediatamente se le clasificara como malvado.
Dijo que claro que había demonios crueles, y que esperaba que Harry jamás se encontrara a ninguno.
Contó que no había muchos nexos y que por eso eran tan atesorados. Que los poderes de los nexos variaban y que solo el ritual, que no contó cómo sería porque había un humano con ellos y porque era tradición que los jóvenes demonios no supieran cómo era, revelaría lo que cada demonio era y lo que podrían hacer.
Los familiares eran animales. Cada demonio tenía uno que su magia elegía antes de ir a la escuela. Todos eran perros grandes y robustos.
Después, cuando Harry se sintió satisfecho, Jayren declaró que su ropa era atroz y que debía comprar nueva antes de ir a la escuela. Así que a eso iban, montados sobre un perro masivo que los llevó a través de la oscuridad.
Dumbledore parecía un niño pequeño en una fábrica de caramelos de limón y lamentó no poder acompañarlos a la salida de compras porque quería saber más acerca de ese lugar tan secreto y fascinante.
-¿Aceptarás ir a la academia? -Jayren le preguntó. -Habían acabado las compras y estaban cenando en un restaurante familiar. Menos mal que habían podido encoger las bolsas porque Harry no quería ser una mula de carga.
-Claro. ¿Pero qué hay de libros y esas cosas?
-Eso se te proporcionará allí. Y si tienes alguna duda, solo dile a tu familiar que me encuentre y acudiré. Seré tu tutor allí.
-¿Son como búhos en versión canina?
-Sí. Solo que mucho más rápidos y son bastante más grandes. Aunque también pueden encogerse si es necesario. Imagina tener un perro del tamaño de un caballo en un apartamento.
-Tengo ganas de conocer a mi familiar. Aunque primero tengo que recoger mis cosas de casa... Eso no va a ser divertido.
-Te acompañaré, no te preocupes, Harry.
El adolescente le sonrió y continuó comiendo.
Cuando fueron a por sus cosas, la tía Petunia no había sido feliz. Había encontrado caca de cuervo en sus muebles y algunas cosas picoteadas. Solo se contuvo de gritarle a Harry porque un hombre le acompañaba.
-¿Qué voy a hacer con Hedwig? No quiero dejarla aquí. -Preguntó cuando acabó de guardar todas sus cosas incluyendo la ropa nueva.
-Llevarla contigo, por supuesto. No eres el único mago que ha recibido una herencia demoniaca así que algunos traen otros animales con ellos que se les permitían en sus otras escuelas. Aunque no sé si habrá magos en tu año... De todos modos todos los demonios utilizamos magia y vamos a la escuela a aprender también las materias normales como transformaciones, pociones, herbología, encantamientos... Ya sabes.
Algo más tranquilo, Harry sacó la carta de la academia Inferno.
-¿No deberíamos salir al jardín o a algún callejón primero? Dudo que un perro masivo quepa aquí.
-Solo necesitas posar una mano sobre su lomo para que te lleve. Es más divertido montarlo, pero... -Se encogió de hombros.
-Tengo un plan. -El joven sonrió ampliamente y garabateó un rápido "Acepto" en la parte inferior de la carta.
Un momento más tarde, un perro negro entraba en la habitación como si hubiera atravesado la pared.
Harry lo miró y casi se echó a llorar al ver que el cánido se parecía mucho a la forma de animago de su padrino.
-Oh, vaya, he estado esperando un familiar para siempre. Qué increíble.
-¿Hablas? -Harry miró al perro y luego a Jayren que parecía divertirse.
-No hablo, tonto. Soy un perro. Solo tú puedes escucharme porque soy tu familiar y tú eres el mío.
-Eso no me lo dijo Jayren. -El menor frunció el ceño en dirección del demonio mayor.
-Es una sorpresa. -Rió.
-¿Tienes nombre? -El gryffindor decidió ignorar a su acompañante humanoide por ahora.
-No tengo uno. No al menos uno que un humano pueda pronunciar. Así que tienes que darme uno.
-Storm. -Decidió.
El animal ladró y su tío gritó indignado.
Entonces Harry le contó su plan a Jayren y a Storm y estuvieron de acuerdo.
Salieron de la habitación y bajaron las escaleras.
Todo lo que Harry tenía que llevarse había sido encogido y guardado a salvo en un bolsillo con cremallera en su sudadera y Hedwig iba felizmente posada sobre la cabeza del perro que había tomado el tamaño de un gran danés.
-¿Qué te crees que estás haciendo, chico? Esto no es un zoológico. ¡Saca a esas bestias de mi casa!
-Como quieras, tía Petunia. -Y Harry, Jayren, una lechuza y un perro atravesaron la pared del salón y desaparecieron provocando que la mujer que vivía allí diera un chillido estridente y cayera sentada en el sofá muy asustada.
Esperaba no tener que volver a ver a su horrible sobrino nunca más.
