Capítulo 11

Lo primero que pasó por la mente de Erin cuando fue consciente de dónde estaba, fue que estaba viviendo un deja vu.

Cuando esa mañana sonó la alarma del móvil, se levantó y se preparó en piloto automático. La semana anterior, la había recogido Aaron, pero seguía de viaje y en esta ocasión, debía ir por su cuenta. Todavía no estaba segura de cómo había llegado sana y salva a la consulta de la doctora Osman.

-¿Cómo ha pasado la semana, Erin? -preguntó la psicóloga con suavidad.

Salió de su aturdimiento, y miró a la mujer. Abrió la boca, sin estar completamente segura de qué decir. Nunca se había sentido tan fuera de lugar en su propia vida cómo en los últimos días.

-¿Qué se supone que debo responder? -preguntó al fin.

-La verdad -la mujer sonrió suavemente-. No voy a juzgarla, Erin. Quiero ayudarla, pero necesito que me hable.

-Creo que sigo como en una nube. A veces siento como si hubiera sido a otra persona a la que le ha pasado esto. No creo que pueda volver a ser la de antes -volvió a desviar la mirada hacia la ventana.

-No tiene porqué ser la de antes, tiene la oportunidad de evolucionar -calló un momento, esperando que sus palabras calaran en la rubia-. He visto las noticias. ¿Cómo se siente ante la detención de su agresor?

Esperaba la pregunta, pero eso no impidió que su corazón comenzara a latir más rápido. Respiró hondo para tratar de serenarse antes de contestar.

-Creí que iba a sentirme mejor, más segura, pero no es así. Obligué al agente Hotchner a que me llevara a verlo a la comisaría donde estaba detenido, sólo quería mirarlo a la cara una vez y decirme a mi misma que era yo la que había ganado, pero fue mucho peor, porque sólo conseguí meterlo más bajo mi piel. Y tuve que volver a declarar, y fue horrible…-la doctora Osman le pasó una botella de agua y la caja de pañuelos.

Esperó unos minutos, hasta que vio que se encontraba mejor para volver a preguntar.

-¿Y el resto de la semana?

-He pasado casi tres días sin salir de la cama. Aaron dice que no está mal sentir miedo o estar triste ahora mismo -vio asentir y sonreír a la psicóloga-. Y mis hijos han pasado el fin de semana conmigo.

-Eso es interesante. ¿Cómo ha sido?

-Pues…supongo que bien. Hemos hecho cosas y pasado un buen tiempo juntos. Aunque no puedo evitar estar en tensión todo el rato.

-Eso es normal. Pasará con el tiempo.

-Y mi hija mayor también ha visto las noticias y…sabe la verdad -murmuró.

-¿Y cómo la hace sentir eso?

-Avergonzada. No por el hecho de lo que me ha pasado, que eso también, si no porque ella lo sabe. Quería protegerlos y que nunca se enteraran de la verdad, pero Nora es demasiado lista y perspicaz y descubrió la verdad.

-¿La hace sentir peor madre o menos mujer que su hija lo sepa? -preguntó seriamente la doctora Osman.

Erin la miró fijamente mientras meditaba su respuesta, y la psicóloga pudo ver la mirada triste de la mujer sentada frente a ella.

-No soy una mala madre, ni menos mujer por haber sido violada. Yo no tuve la culpa de que ese depravado decidiera arrancarme mi dignidad, que toda mi vida haya cambiado a raíz de ese hecho. Y la razón que me sienta avergonzada de que mi hija lo sepa, es porque siempre les intenté hacer ver que a pesar de los problemas, podía con todo. Y no es así…-reconoció sonrojándose.

-¿Algo así como una súper mujer?

-Más o menos. Mis hijos me han visto en mi peor momento, hace tres años, cuando luchaba contra el alcoholismo, y aún así, intentaba que vieran mi mejor cara, sacando fuerzas de donde no las tenía. Se juntó con el divorcio y…fueron unos meses muy duros.

-Incluso las súper mujeres Erin, tienen derecho a derrumbarse a veces, y a recibir ayuda, sin que nadie las juzgue por ello.

-Lo sé…-murmuró mirando al suelo.

La doctora Osman observó cómo jugaba con el pañuelo en sus manos, aunque daba la impresión que estaba muy lejos de allí.

-¿Ha escrito en el cuaderno que le regalé? -preguntó al cabo de un momento.

-Lo he olvidado, lo siento…

-No es obligatorio Erin. Se lo di para que tuviera una salida para desahogarse en caso de ser necesario. Escribir sus sentimientos y pensamientos cuando tenga una crisis de ansiedad le sentará bien.

Asintió distraída, sin escuchar en realidad las palabras de la mujer. Lo único que quería era olvidarlo todo, volver al pasado y borrar lo que le había pasado.

-¿Hemos terminado? Me gustaría irme ya…-dijo alzando la mirada por fin.

-Por supuesto. Nos vemos la semana que viene a la misma hora.


Cuando salió a la calle atestada de gente, sintió de nuevo el miedo irracional que la llevaba persiguiendo desde hacía más de una semana. Su mente la estaba traicionando, haciéndola creer que cualquier persona podría hacerle daño, y que todos sabían lo que le había sucedido.

Pensó que jamás podría volver a estar con gente, ni volver a trabajar, puesto que ya solamente el hecho de salir a la calle, la estaba agobiando.

Había dejado el coche en la calle de atrás del edificio donde se encontraba la consulta de la doctora Osman, y resistiendo el impulso de echar a correr, se dirigió rápidamente hacia allí. Cuando se sentó al volante, se dio cuenta que estaba llorando. Se limpió la cara y arrancó el coche.


Al día siguiente, mientras recogía la habitación, más para estar entretenida y no pensar demasiado que porque hiciera falta (al fin y al cabo, el servicio de habitaciones hacía muy bien su trabajo), se topó con el cuaderno de la doctora Osman.

Lo cogió y después de pensarlo un momento, buscó un bolígrafo en su bolso y se sentó en el sofá. Abrió el cuaderno, aunque se quedó mirando fijamente la página sin saber qué escribir. Hizo el intento varias veces, hasta que finalmente, comenzó a escribir.

No empezó por su situación actual, si no por tres años antes, cuando toda su vida cambió. Aunque al principio le costó comenzar, pero una vez que se concentró en lo que quería escribir, las palabras empezaron a fluir. Tanto, que cuando se dio cuenta, era ya media tarde y el sol comenzaba poco a poco su descenso.

Un suave golpe en la puerta la sobresaltó. No esperaba a nadie, y dejó el bolígrafo y el cuaderno sobre la mesa antes de levantarse. Se acercó con cautela a la puerta, y volvió a respirar cuando vio que era Aaron.

-No quería asustarte, por eso he llamado a la puerta en vez de usar la llave -dijo él cuando abrió la puerta. Sabía que por lo que había tardado, probablemente sí se había asustado un poco.

-No importa, está bien. Me alegro de verte -ambos se sorprendieron cuando se acercó y le dio un breve abrazo.

Se separó un tanto avergonzada, y evitando su mirada, volvió hasta el sofá. Hotch la siguió y se sentó a su lado.

-¿Qué es eso? -preguntó señalando con la cabeza el cuaderno.

-Una especie de diario. Me lo ha dado la doctora Osman, la semana pasada en realidad, pero no he empezado a escribir hasta hoy.

-Eso está bien. Supongo que forma parte de la terapia ¿no?

-Más o menos. Según sus palabras, me servirá como salida para desahogarme en caso de crisis de ansiedad -supo cuál sería la próxima pregunta de Hotch, y le adelantó la respuesta-. Y no, no he tenido ninguna crisis, simplemente quería escribir algo.

-Y ya llevas la casi la mitad, por lo que puedo ver -dijo divertido.

-Bueno, sí. No tenía nada más que hacer -cogió el cuaderno y lo dejó a su lado en el sofá-. ¿Cómo ha ido el caso? -preguntó cambiando bruscamente de tema.

-Ha terminando bien, salvamos a la última víctima y detuvimos al sudes, pero Reid ha resultado herido.

-¿Qué ha pasado? ¿Está bien? -preguntó con genuina preocupación.

-Sí, sí. Lo golpearon en la cabeza, y como perdió el conocimiento, ha pasado la noche en el hospital. Salimos cuando le dieron el alta esta mañana, y hemos llegado hace un rato. El director nos ha dado el resto de la semana libre.

-Me alegro que esté bien.

-¿Y tú cómo estás Erin? No me has contado mucho del fin de semana con tus hijos, aparte de que Nora ya sabe la verdad.

-No me apetece mucho hablar, Aaron -murmuró recostando la cabeza en el sofá.

-¿Ha pasado algo? ¿Qué tal las sesiones con la doctora Osman?

Giró lentamente la cabeza y lo miró. Fruncía el ceño con preocupación, y sabía que la sentía de verdad, pero en ese momento, no se sentía con fuerzas para hablar.

-Todo está bien, sólo estoy cansada y no quiero hablar de nada de eso. ¿Podemos hablar de cualquier cosa?, sólo dame un poco de normalidad, por favor…-suplicó al borde del llanto.

-Por supuesto Erin, sólo tienes que pedirlo -le cogió la mano y le dio un fuerte apretón-. Eso me recuerda…que te he traído algo.

Cogió la bolsa que había dejado a sus pies, y se la pasó. Sacó una caja de medio tamaño, y cuando la abrió, una sonrisa se le formó en su rostro.

-Es una lámpara de Led. Como va a pilas, no gastarás luz. Que no es que aquí vayas a pagarla tú, pero…ya me entiendes. La pones a cargar por el día, y te durará encendida toda la noche.

-Gracias Aaron -sonrió ampliamente.

-Intenté encontrar la menos infantil, pero aún así…-se encogió de hombros, en forma de disculpa.

La lámpara era una luna llena, sobre una base de nubes, que tenía grabados unos ojos y una boca sonriente.

-Me encanta. Muchas gracias.

Y por segunda vez en la tarde, se acercó a él y lo abrazó. Esta vez, a ninguno lo pilló por sorpresa y no hubo incomodidad posterior. Aaron era la única persona con la que se sentía realmente a gusto desde su ataque.

Continuará