Capítulo 13
Cuatro meses después, la vida de Erin empezaba a cambiar. Poco a poco. Pasito a pasito. A mejor.
Había conseguido salir a la calle sin que le dieran ataques de ansiedad; había vuelto a conducir y ya podía pasear sola; y aunque todavía había noches que se despertaba sudorosa, temblando y llorando, las pesadillas se habían reducido considerablemente.
Esa mañana, los rayos de sol le calentaron la cara al despertar. Se quedó acostada en la cama, mirando por la ventana. Su mente se perdió en cómo era su vida antes. Le apasionaba su trabajo, disfrutaba cada momento que pasaba en la oficina a pesar de los días malos o las dificultades que surgían de él; amaba cada momento que pasaba en su casa, porque allí habían crecido sus hijos y era su santuario; y le gustaba salir a la calle con sus hijos sin sentir que la observaban.
Había perdido todo eso, había sufrido lo inimaginable todo ese tiempo y por supuesto, había cambiado para siempre. Sin embargo, Aaron tenía razón. Llegaría el día en que el dolor pasara, o al menos se durmiera lo suficiente para seguir viviendo como antes. Y ese día había llegado.
Al mirar el cielo desde la cama de su habitación del noveno piso del lujoso hotel, tan azul y limpio, se dio cuenta que echaba de menos todo eso, su anterior vida, todo lo que Chuck le había robado, y lo iba a recuperar desde ese mismo instante, aunque fuera poco a poco.
Se levantó rápidamente, y mientras escogía la ropa que iba a ponerse, cogió el móvil y marcó el número directo del director. Le informó que a última hora de la mañana pasaría a hablar con él. Quería volver a trabajar.
Cuando terminó de prepararse, llamó a Aaron y le dijo que se pasaría por la oficina, que si luego podría acompañarla a hacer unas cosas. Él aceptó sin dudar. Notaba por su voz un cambio positivo, y eso siempre era bueno.
Erin se sintió nueva, renovada, y pensaba aprovecharlo. Tal vez al día siguiente, volviera a sentirse triste y atada a su trauma, pero ahora, mientras se miraba al espejo después de maquillarse como lo hacía antes, se sentía poderosa y dueña de su vida.
Cuando bajó del ascensor en la sexta planta, su corazón volvió a latir fuertemente. Estaba nerviosa de nuevo. Aunque no se había revelado lo que le había ocurrido, que la prensa hubiera dicho que una de las víctimas era una agente del FBI, y que ella hubiera estado cuatro meses fuera, valía para que la gente empezara a especular.
Ya había notado las miradas furtivas de la secretaria del director y del resto del personal de la planta catorce, y estaba segura que ahí ocurriría lo mismo. Aún así, respiró hondo y levantó la cabeza dispuesta a enfrentarse a todo.
Antes de cruzar las puertas de cristal, la voz alegre de la analista técnica la detuvo.
-¡Jefa Strauss! ¿Vuelve al trabajo hoy? -García se acercó con una sonrisa radiante-. Hotch no nos ha dicho nada.
-El Lunes. Vuelvo el Lunes -contestó devolviéndole la sonrisa.
-Oh genial. Le prepararé unas galletas de bienvenida. ¿Entonces ya está bien del todo? -quiso saber la rubia.
-Estoy mejor sí -contestó mientras su sonrisa se desvanecía lentamente.
-Oh, claro supongo que en realidad…-ella la miró impaciente-. Bueno, es mejor que me calle, tengo tendencia a hablar de más y…Me alegro de verla y de que vuelva a trabajar -dijo al fin nerviosa.
-Muchas gracias, señorita García. Voy a…-señaló hacia el bullpen.
-Claro, por supuesto. Nos vemos el Lunes.
Y cuando se hubo alejado de nuevo, cruzó las puertas. Se hizo el silencio momentáneo, luego todos siguieron con su trabajo. Nada ha cambiado, me siguen teniendo miedo, pensó con diversión mientras se acercaba al despacho de Hotch. Saludó con la mano a Reid, Prentiss y Morgan y subió los pocos escalones hasta su despacho.
La puerta estaba abierta y antes de entrar, se fijó en lo concentrado que estaba. Sonrió levemente al verlo así, con el ceño fruncido y cara de concentración, mientras tocaba la puerta y entraba. Él levantó la cabeza y una sonrisa se formó en su rostro al verla.
-¡Erin! -se levantó y se acercó. La abrazó cuando se encontraron a mitad de camino. Ambos retrasaron el momento de separarse.
Hacía tiempo que Erin había notado la paz que Aaron le transmitía, lo sola que se sentía cuando no estaban juntos y cuánto lo echaba de menos. Había estado allí desde el principio, él siempre había estado a su lado, pero un día sin darse cuenta, notó que lo necesitaba mucho más a su lado. Tenía miedo a pararse a pensar qué significaba todo eso.
-Me alegro de verte. Te veo muy bien -seguía sujetando sus manos-. Pareces…diferente.
-Me siento diferente. No sé cuánto me durará, pero voy a aprovecharlo. Pero creo que…estoy empezando a sanar Aaron -sonrió tímidamente.
-Es maravilloso, Erin -soltó sus manos y se sentó en el sofá. Ella hizo lo mismo-. ¿Querías que te acompañara a hacer algo, verdad?
-Si. Quiero vender la casa -dijo con entusiasmo-. Y no quiero pensarlo mucho, porque a lo mejor mañana no estoy tan decidida, ni tengo fuerzas y…quiero empezar hoy con todo.
-Wow, claro, te ayudaré en lo que necesites. ¿Pero no necesitas hablar con Mark sobre eso?
-No. La casa es mía. La conseguí en el divorcio. Puedo hacer lo que quiera con ella.
-Bueno, bien entonces. ¿Y qué tienes pensado?
-Quiero quedarme con el piano, y con algunos muebles. Me gustaría que me ayudaras a buscar un guardamuebles donde poder guardarlo todo. Y he buscado algunas inmobiliarias, me gustaría que me acompañaras, tanto para vender la casa como para comprar otra más adelante.
Hotch pudo ver el brillo y la ilusión en sus ojos, lo decidida que estaba con todo eso, y se alegró por ella. La había visto en sus peores momentos, la había consolado cuando no veía la luz al final del túnel y toda su vida era oscuridad; y ahora por fin parecía que poco a poco volvía a recuperar un poco el control.
Sonrió con su entusiasmo, y se fijó en sus mejillas sonrosadas, sus labios pintados de un rosa pálido y sus ojos azules que le podían leer hasta el alma. Sabía que Erin era una mujer atractiva, pero nunca se había parado a mirarla detenidamente. Y menos en los últimos meses, por sus circunstancias. Sin embargo, hacía tiempo que su corazón latía con más fuerza cada vez que estaba con ella. Pero no quería estropear la amistad que habían forjado.
-¿Aaron? ¿Me estás escuchando? -preguntó ella con el ceño fruncido.
-Eh, sí perdona -sonrió abiertamente-. ¿Qué estabas diciendo? -rio cuando ella bufó.
-Empiezo a trabajar el Lunes. Acabo de tener una reunión con el director.
-¡Eso es estupendo, Erin! -ella asintió-. Sólo hay una cosa que no entiendo…si vendes la casa sin comprar otra, ¿dónde piensas vivir?
-Voy a seguir en el hotel un par de meses más. Estoy segura que será tiempo suficiente para vender la casa, está en un sitio privilegiado, es una zona tranquila donde nunca pasa nada -hizo una mueca ante sus propias palabras-. Y si no lo consigo, alquilaré algo hasta que la venda. Tengo dinero suficiente ahorrado también, aunque prefiero no tocarlo demasiado.
-Veo que lo tienes todo pensado ¿no? -dijo Hotch divertido.
-Me gusta el orden. Y el control -respondió sonrojándose y cambiando el tono a uno más defensivo.
-Es un cumplido, Erin. No una crítica -le acarició suavemente la muñeca.
Ella sonrió levemente mientras asentía despacio. Luego se levantó del sofá.
-Deberíamos irnos. Hay mucho que hacer.
-De acuerdo. Deja que recoja las cosas y nos vamos.
-Voy a ver a Rossi mientras tanto. Necesito hablar con él.
Cruzó deprisa al despacho de Rossi, que la miró con sorpresa cuando entró.
-Me ha parecido verte hace un rato, pero no estaba seguro de que fueras tú -la abrazó brevemente, sintiendo la tensión en su cuerpo. Seguía sin gustarle el contacto físico. Aunque Rossi lo entendía perfectamente. Le indicó con la mano que se sentara en una silla-. ¿Y qué es lo que te trae por aquí?
-He venido a buscar a Aaron. Necesito que me acompañe a hacer algunas cosas -pudo notar un brillo distinto en los ojos del agente que duró apenas unos segundos, que no supo identificar.
-¿Y cómo estás Erin? Te veo bien.
-Bueno, no estoy al cien por cien, pero voy a empezar a recuperar mi vida poco a poco. Me siento con fuerzas suficientes.
-Es bueno escuchar eso.
-Quería comentarte algo -Rossi asintió instándola a continuar-. Te agradezco mucho lo que has hecho por mi, el hotel es estupendo, aunque siempre he pensado que era demasiado.
-Nunca es demasiado cuando un miembro de la familia está sufriendo -ella sonrió incómoda-. Pero si has venido a darme las gracias, no era necesario, con una llamada hubiera sido suficiente.
-No he venido sólo a eso. Quería informarte que me quedaré un par de meses más allí, luego me iré. Te pagaré lo que sea.
-¡Ni hablar! No lo permitiré. Has sido mi invitada, no vas a pagarme nada. Además, ¿tú sabes cuanto ascendería la cuenta de seis meses en un hotel como ese? -sonrió condescendiente, adoptando una posición chulesca en la silla.
-Yo también tengo dinero, Rossi. No tanto como tú, por supuesto, tal vez no para pagar seis meses en un hotel como ese, pero ¿qué tal la mitad, entonces?
-Tampoco. No seas terca, Erin, y acepta un regalo por una puñetera vez en tu vida.
Ella sonrió mientras se levantaba y se dirigía a la puerta.
-Esta bien. Gracias por el regalo entonces. Te avisaré cuando me vaya -estaba a punto de abrir la puerta cuando se dio la vuelta de nuevo-. Por cierto, vuelvo el Lunes. Espero que me hayáis echado de menos.
-¿Ya? Qué rápido han pasado los cuatro meses -respondió mordaz-. Lo creas o no, esto no ha sido lo mismo sin ti. Echamos de menos el olor a azufre que dejas a tu paso.
Erin sonrió ampliamente y con cariño cuando Rossi posó una mano en su corazón en señal de cariño.
Continuará...
