Capítulo 15

Un peso sobre su brazo derecho la despertó casi de inmediato. Abrió los ojos y se encontró con la mirada triste de Tucker, su labrador de diez meses. Movió el brazo para sacarlo de debajo del cuerpo del animal y miró la hora en el reloj. Las 06:19. Suspiró con fuerza mientras su cabeza golpeaba de nuevo la almohada.

Todavía no había amanecido del todo, pero Tucker necesitaba su paseo. Había intentado retrasar la hora un poco, pero al perro no le había gustado el cambio y había mostrado su frustración.

Tucker se subió sobre ella, instándola a levantarse. Ella lo apartó despacio para poder hacerlo.

Se vistió rápidamente con ropa cómoda y cálida, después de comprobar que aunque ya no llovía, las temperaturas habían bajado varios grados desde el día anterior. Iba a ser un Noviembre bastante frío, según todas las previsiones.

Junto con el móvil y las llaves, siempre llevaba un spray de pimienta. El barrio era igual de tranquilo que el otro, pero tener un perro implicaba salir por la mañana temprano y por la noche, cuando ya casi no había nadie por la calle, y no quería sorpresas. Alguna vez estuvo tentada a salir con la pistola, pero no estaba segura que fuera tan buena idea.

Tener a Tucker también implicaba un buen ejercicio para ella en ese sentido, puesto que salir con él a horas intempestivas la estaba ayudando a recuperar un poco más su vida y su confianza. La doctora Osman quedó complacida cuando se lo contó.

Erin se abrochó la chaqueta hasta arriba cuando salió de casa y una ráfaga de viento la tomó por sorpresa. Tucker tiró de la correa instándola a caminar.

-Ya voy, Tuck, un poco de paciencia.

El labrador comenzó a dar saltos sobre sí mismo cuando llegaron al lugar donde sabía que lo soltarían. Dio un pequeño ladrido para que su dueña se diera prisa. Ella soltó una pequeña risa cuando el perro echó a correr en cuanto se vio libre.

-No te alejes mucho -le dijo a Tucker. Sabía que no lo haría. Tenía su rutina, y en unos pocos minutos, volvería corriendo a su lado.

Ella aprovechó, a pesar del frío, a sentarse en uno de los bancos del parque. Mientras tanto, su mente voló a las tres últimas semanas.

Todo había cambiado con Aaron después del beso que se habían dado. Ninguno fue capaz de decir nada, de expresar lo que habían sentido, simplemente se habían levantado y seguido con la mudanza. Desde entonces, la tensión entre ellos había crecido por mil. Ni siquiera en sus primeros tiempos trabajando juntos había tanta tensión. Al menos, y a pesar de eso, parecían seguir con su amistad.

Si hubiera sido valiente, esa tarde o los días posteriores, le hubiera dicho que le encantaría repetir el beso, porque desde hacía semanas, soñaba con eso. Tenía miedo que su relación cambiara si decía algo, por eso se conformaba con tenerlo a su lado como amigo.

Sin embargo, había pasado. Se habían besado, pero algo le había impedido decir nada. Tal vez fue la mirada de terror que vio en los ojos de Aaron al separarse, y que le transmitió que él nunca estaría con ella.

Y ahora, aunque él la había acompañado a buscar a Tucker, le seguía llevando café por las mañanas y hablaban lo máximo posible cuando estaba en algún caso; nada era como antes. La tensión podía cortarse con un cuchillo cuando estaban juntos, e incluso a través del teléfono.

Y lo peor de todo, es que ella no tenía valor para hablar con él y aclarar las cosas, porque eso significaría explicar sus sentimientos y ni siquiera los tenía claros.

Estaba muy a gusto con Aaron a su lado, de hecho, jamás se había sentido tan cómoda en su vida con nadie como con él; y más después de lo que le había pasado. Por eso, tenía miedo de estar confundiendo sus sentimientos y simplemente estar agradecida y haber forjado una fuerte amistad.

Sin embargo, sabía que no era así, y que en realidad, lo que sí había comenzado como agradecimiento y amistad, se había transformado en amor. Se había enamorado de Aaron sin haberse dado apenas cuenta. Y estaba aterrada de dar un paso más y perder todo lo que tenían.

Tucker volvió trotando y posó sus patas delanteras en sus rodillas. Ella le rascó la cabeza y le puso la correa. Instantes después, estaban camino a casa.


Hotch dejó que el agua caliente cayera sobre su cuerpo. Apenas había dormido, como en las últimas semanas, y notaba su cuerpo entumecido. Su mente volvía una y otra vez al momento en el que besó a Erin, en cómo sintió que su corazón latía acompasado con el suyo, y en cómo entró en pánico al separarse. Quiso decir algo, volver a besarla o cualquier otra cosa menos levantarse y abrir una caja para continuar con la mudanza. Se pateó mentalmente mil veces por esa reacción, cuando en realidad, quería hacer otra cosa muy distinta.

La incomodidad era evidente entre los dos, pero por la relación de amistad que habían creado, pensó que podían seguir así. Erin había hecho un gran progreso, y no quería que por su culpa, diera un paso atrás. Supuso que tal vez por eso se había frenado en decir algo, no quería que se sintiera obligada a algo con él por el simple hecho de haberse besado. Eso decía su mente, aunque su corazón le gritaba otra muy distinta.

Salió de la ducha y se preparó, pero iba en piloto automático. Ni siquiera prestó verdadera atención a lo que Jack le contaba.

Al aparcar el coche en el garaje de Quantico, ya había tomado una decisión. Para bien o para mal, no terminaría el día sin haber hablado con Erin.


La situación era como muchas otras que había vivido cuando iba al despacho de Erin. La observó trabajar un momento en la puerta, antes de entrar. Ella estaba sentada, esta vez, en la mesa grande de reuniones que tenía allí. Estaba tan centrada en lo que estaba leyendo que se asustó cuando sintió a Aaron de pie frente a ella.

-¡Por dios, Aaron! ¿Quieres que me de un infarto? -preguntó llevándose una mano al pecho, pero apartando enseguida la mirada de él.

-No es mi intención -señaló con seriedad-. Erin, necesitamos hablar.

-De acuerdo -le hizo un gesto con la mano indicando la silla frente a ella.

-No, aquí no. Es…sobre nosotros -notó cómo ella se sonrojaba levemente-. ¿Por qué no vienes esta noche a cenar a mi casa? Podemos hablar tranquilamente. Jack pasará el fin de semana con Jessica y sus abuelos, estaremos solos y tranquilos.

-Quieres sacarme de mi zona de confort ¿no? -sonrió condescendiente.

-No es por eso. Pero bien podemos cambiar de ambiente por una vez -sonrió de medio lado-. ¿Te viene bien a las siete?

-Allí estaré.

Y se fue con la sensación de que esa noche, por fin las cosas volverían a su cauce entre los dos.


Erin se sentía nerviosa. Volvía a sentir en el pecho la presión de los últimos meses, y no entendía porqué, puesto que era con Aaron, su gran apoyo en el momento más difícil de su vida, con el que iba a cenar. Era una simple cena de amigos, arreglarían los problemas que habían tenido las últimas semanas y todo volvería a ser como antes. O no. Porque no sabía qué esperar de esa cena.

Se recogió nerviosa el pelo en una coleta baja mientras seguía pensando en eso cuando la puerta se abrió.

-Hey, siempre puntual -Aaron sonrió apartándose para dejarla pasar.

Sólo sonrió y asintió mientras entraba. Se quitó el abrigo y lo dejó en el sofá.

-Huele bien. ¿Qué es?

-Lasaña, receta de supermercado -comentó con diversión.

-Pues huele bien -respondió en el mismo tono. Una amplia sonrisa iluminó su rostro, relajando la tensión del ambiente.

Unos minutos después, estaban sentados a la mesa. Aaron sirvió la comida y dos vasos de zumo de uva. A Erin le gustó ese detalle. Hablaron tranquilamente durante la cena, como siempre, como antes, como si nunca hubiera existido ningún tipo de tensión entre ellos.

Recogieron juntos la mesa, y Erin insistió en fregar los platos, así que Aaron preparó una infusión mientras tanto. Luego se sentaron en el sofá. Era hora de hablar.

-¿Cómo has pasado estas tres semanas? -preguntó Aaron para romper el hielo. Sin embargo, directo al grano. Ella suspiró antes de hablar.

-La verdad es… que te he echado de menos. No sé si lo hemos estropeado todo -bajó la mirada avergonzada.

-Yo creo que no, Erin -levantó la mirada y lo miró a los ojos. Él se acercó un poco más a ella y dejó sus tazas en la mesa frente a ellos-. Creo que tenemos una oportunidad para hablar de nuestros sentimientos.

-Tengo miedo Aaron -susurró negando con la cabeza.

-¿De qué? -preguntó cariñosamente acariciando su mejilla.

-De todo. Creo que me he enamorado de ti, pero no quiero estropear nuestra amistad. Así que prefiero que seamos sólo amigos. Porque si te perdiera como amigo también, no sé qué haría. Me siento tan perdida sin ti…-ahogó un sollozo y se mordió el labio.

Aaron la besó en la frente y la miró con un gran cariño.

-Erin, no voy a dejarte. Los dos cometimos un gran error al no decir nada después de besarnos, debimos hablar en ese momento, pero para eso estamos aquí. Yo también tengo sentimientos por ti, y me gustaría intentarlo.

-¿Por qué quieres una relación conmigo, Aaron? Estoy rota, perdida y no sé si puedo volver a llevar una vida normal, no sé si podré volver a…-sus ojos se llenaron de lágrimas.

-No me importa el pasado, Erin. Iremos despacio, y el sexo no es lo único importante en una relación -limpió la lágrima solitaria que escapó de su ojo-. Déjame intentarlo, déjame hacerte feliz.

-Pero…

-Yo también tengo miedo, Erin. Tengo miedo de hacerte daño, de no ser suficiente para ti y que terminemos alejándonos en todos los sentidos. Sin embargo, el mundo es de los valientes, y en este caso, sabiendo lo que sentimos, lo mejor que podemos hacer es seguir adelante.

Ella lo miró a los ojos con intensidad, y vio en ellos el amor que siempre le había transmitido en cualquier forma y la determinación y pasión que regían la vida de Aaron en todo lo que hacía. Supo que no mentía, y que con él estaría a salvo siempre, que la querría por encima de todas las cosas.

-¿Vas a besarme ahora o tengo que hacerlo yo? -dijo sonriendo al cabo de un momento, después de darse cuenta de que en realidad, lo único que quería era eso, besarlo y quedarse con él para siempre.

Su cara se iluminó, cogió su cara y acarició lentamente sus mejillas, mientras la miraba a los ojos primero, y luego recorría despacio su cara hasta llegar a los labios. Quería guardar en su mente cada segundo de ese momento, cada milímetro de su cara. Finalmente, se acercó despacio y junto sus labios con los suyos. No fue un beso robado como el anterior, y ambos disfrutaron cada segundo de él.

Al separarse, con los labios hinchados y las mejillas sonrosadas, Erin sonrió tímidamente pero feliz. Enterró la cara en su cuello y susurró tan bajito, que casi le costó entenderla.

-Quiero quedarme contigo para siempre.

Continuará….