Me gusta mucho trabajar con el genderbend de este crossover, y, un día, estaba buscando nombres escoceses porque Marcus era un respuesta rápida pero con poca chispa y gracia. En mi búsqueda, me encontré con el maravilloso nombre Murdoch que sonaba a una combinación entre Mor'du y DunBroch, sin embargo, bajando más por curiosidad pura, me tope con otro nombre que la el nombre a este relato y a mi la inspiración para escribirlo.
Macdonald.
Estaba en medio de una charla con su linda novia, cuando una de sus amigas colocó delante de él una Cajita Feliz mientras que en su cara se dibujaba una sonrisa burlona en la cara.
Murdoch alzó una ceja al mirar a Jackie.
–¿Gracias? –dijo mientras tomaba la caja con comida y la muchacha se sentaba frente a él, aún con una sonrisa de oreja a oreja. Jackie apoyó los hombros en la mesa y reposo su cara entre sus manos, dispuesta a verlo comer con la misma sonrisa idiota. Fue esta vez que Tadami alzó una ceja.
–¿Estás intentando ligar con mi novio o algo así? –cuestionó mirándola de hito a hito. Jackie respondió con un resoplido irónico mientras sacudía sus manos, como si despejará del ambiente la idea. Murdoch hizo una mueca al ver que el acompañamiento de la pequeña hamburguesa eran pedazos de manzana, no le apetecía manzana en ese momento.
Jackie tiro atrás algunos pelos que viajaron hacia su cara. –No seas tonta, mi querida amiga nipona.
–Soy peruana.
–Sí, a todos nos gustan las palomas –Tadami apretó los labios al escuchar eso–, solo quería hacerle un regalo a tu novio aquí presente. Una muestra de mi amistad.
Su sonrisa se ensanchó, Murdoch temió en ese preciso momento que la hamburguesa tuviese un ingrediente asqueroso o sumamente picante dentro. Oh, bendito Dios, ya se había metido a la boca un buen pedazo, y no estaba de humor para las malditas bromas pesadas de la paraguaya. Escupió rápidamente lo poco que se había metido a la boca y se enjuago rápidamente con la bebida energética que tenía.
–¿Qué le has echado? –espetó el muchacho limpiándose los restos de bebida y babas que resbalaban por su barbilla. Jackie soltó un grito ahogado de falsa indignación–. Me voy a vengar, Frost, y lo sabes.
Jackie colocó una de sus finas manos en su pecho, tomó sin preguntar el yogurt dentro de la cajita feliz, lo sacudió y abrió en una velocidad vertiginosa mientras hablaba. –Por favor, DunBroch, no puedo ni creer que pienses eso de mí. Yo solo quería darte un inocente regalo… mi querido Macdonald –dijo y tomó un trago del yogurt.
Maldijo a su grupo de amigas de la infancia en ese preciso momento.
Hace unas semanas, sus amigas de la infancia le habían visitado sin previo aviso, habían ido a verlo a su actual escuela. Habían recordado buenos tiempos, viejas costumbres habían salido a la luz, sus amigas aprovecharon para ridiculizarlo frente a su novia y su nuevo grupo de amigos, pero nada era realmente serio, tan solo juegos bruscos a los que esos cuatro estaban acostumbrados. Todo estaba bien, hasta que, sin previo aviso, una de ellas paso su brazo entre su cuello y su extensa melena naranja y, mirando fijamente a la novia del muchacho, dijo.
–Cuida bien del pequeño Macdonald por nosotras, ¿de acuerdo?
Murdoch había muerto de la vergüenza en aquel preciso momento. Su segundo nombre era un secreto que había guardado recelosamente solo entre su familia, los amigos de sus padres y los hijos de estos últimos. Nunca había permitido a ningún maestro tan si quiera pronunciarlo, cada vez que un profesor que no lo conocía o que hacía de suplente se presentaba se acercaba rápidamente a él y pedía desesperadamente que no dijera bajo ningún concepto su segundo nombre, pues era un tema que lo acomplejaba demasiado.
No estaba listo para los comentarios, las risillas retenidas, las miradas burlescas o las preguntas que contenían carcajadas. Pero ninguno de sus amigos pareció escuchar o tan si quiera entender de que estaba hablando su amiga de la infancia. Así que todos compartieron una mirada confusa, se hundieron en hombros y no preguntaron nada.
Ojalá se hubiese dado cuenta de la sonrisa que se formaba en la cara de Jackie.
–¡Jackie! –el grito quejoso de su novia lo alejó de las memorias, sin darse cuenta se había desparramado sobre la mesa metiendo sus dedos entre los rizos de su larga melena, con una expresión difícil de analizar. Cuando levantó la cabeza, aun avergonzado, vio como su amiga huía aun sonriendo y riéndose con una idiota. Hablaría con Raphael luego para que él le echara la bronca a la subnormal que tenía por novia–. Oye –su novia lo llamó, en cuanto la miró a los ojos quiso esconderse eternamente en su cabello–, ¿todo bien?
Y murió de ternura por la hermosa expresión de preocupación tenía ella en su rostro. Sintió que sus mejillas ardían.
–Simplemente olvida eso –murmulló entre los dientes. Sintió las manos de ella sacándole de la cara varios mechones de ondulado cabello. Se inclinó sobre él y le plantó un tierno beso en la comisura de los labios.
–De acuerdo –murmuro contra sus labios con una preciosa sonrisa de lado.
