La prometida de Hiccup.

¿Parte 1?


El sol brillaba aquel día, con una intensidad que sorprendió a todos los berkianos, quienes estaban terriblemente acostumbrados a sus largos meses de nieve y granizo, aquel evento fue sencillamente algo que llamó la atención de todos los vikingos, quienes, cada vez que se acordaba, le daban una miradilla al cielo despejado, lanzaban un silbido gustoso, comentaban algo ya sea para sí mismos o para su compañero de al lado y luego volvían a lo suyo con una sonrisa en la cara. Al día soleado y brillante, lo acompañó gustosamente la radiante sonrisa que Hiccup Haddock llevaba ese día.

¡Pero que maravilla! El joven jefe se estaba paseando junto a su compañero dragón por todo el pueblo con una sonrisa de oreja a oreja, justo cuando en el cielo no se veía ni una sola nube. Aquel prometía ser un día esplendido.

Lo que, al menos en la casa Hofferson, se confirmó cuando, luego de haber visto todo el día a Hiccup sonriendo inmensamente, Estoico el Vasto y su querida esposa Valka se presentaron con gestos aún más radiantes y felices.

–Le va a pedir matrimonio, querido amigo –anunció Estoico cuando los dos matrimonios finalmente tuvieron un tiempo a solas, luego de que la joven Astrid saliera por la puerta principal anunciando que iría a volar por allí con su fiel dragona.

–¿Matrimonio? –repitió anonadado y emocionado el patriarca de los Hofferson–. ¡Que maravilla! Finalmente se han decidido por dar el gran paso, que contento me pones, Estoico… aunque, ¿estás seguro de que lo hará?

–¡Pues claro que estoy seguro! –respondió con algo de burla, para luego ser levemente contenido con su recién encontrada mujer–. Está mañana se ha levantado con una sonrisilla tonta, seguro que ya se la has visto, nos ha pedido la espada de los antepasados y nos ha anunciado que va a pedirle la mano a la mujer que ama.

–Pero, bueno, no nombró a Astrid como tal –la matriarca intentó contenerse la emoción, pensar en frío, no dejarse llevar demasiado por la maravillosa idea que le parecía que Hiccup le pidiera matrimonio a su hija.

–¿A quién más podría amar nuestro hijo sino a vuestra niña? –se atrevió a cuestionar Valka, dando ánimos a la mujer Hofferson con un firme y tierno agarre de manos. La mujer rubia asiente, conociendo perfectamente los sentimientos de su querida hija por el jinete del Furia Nocturna–. Bastaba con verlo a los ojos para saber sin duda alguna que estaba hablando de Astrid, ¿y de quién más si no? Ellos siempre han tenido un vinculo especial, la pregunta con ellos no era si se casarían sino cuando lo harían.

El matrimonio Hofferson se ve completamente seguro ahora, absolutamente convencido de las palabras del matrimonio líder de la isla de Berk.

El patriarca de los Haddock suelta una contenta carcajada que luego es secundada por el padre de Astrid.

–¡Las familias Haddock y Hofferson! ¡Unidos por un joven y bello matrimonio! –canturrea sin ritmo el patriarca Hofferson–. ¡Que regalo más grande los dioses! ¡Bendito sea el futuro que nuestros hijos prometen!

–¡Bendito sea! –responden en coro el resto de los adultos presentes.

Los matrimonios, en ese momento, se ponen manos a la obra para dejar todo perfectamente arreglado para la futura unión de los dos jóvenes promesas de su querida tribu.


–¡Voy a casarme!

Astrid lucha con todas sus fuerzas en contra de su corazón roto para no dejar caer su orgullo y su hacha en el momento en el que escucha esas palabras.

–¿Vas… vas a casarte? –repite mientras oculta el dolor punzante de su pecho, tan solo permitiendo que su sorpresa se note.

Hiccup parece a punto de llorar de la alegría. Astrid quiere no romper a llorar de tristeza.

–¡Sí! ¿No es genial? –mueve sus manos y hombros de la manera en la que ella conoce perfectamente. No puede evitar cuestionarse si la mujer que desposará lo conoce también como ella–. Ella es asombrosa, es bellísima, tan amable y dulce… –le tiembla la voz de la alegría. Astrid siente que va a romperse a llorar como una patética niña pequeña–. Ella… ella… es mágica.

–¿Mágica? –repite incrédula.

–Mágica –afirma asintiendo con una sonrisa. Astrid continua con la farsa, fuerza una sonrisa burlona y responde.

–Pues tendré que verla con mis propios ojos, ¿cuándo nos la presentaras? ¿O ya la conocemos?

Hiccup ríe encantadoramente, de esa manera que le derrite el corazón. Se pasa una mano por ese alborotado y encantador cabello marrón mientras cierra los ojos, Astrid comprende que se la está imaginando en ese preciso momento.

¿Cuándo había perdido toda oportunidad con él ante una completa desconocida?

–No, por su puesto que no la conoces. Ella vive muy lejos de aquí.

–¿Ah sí?

–Sí, mucho más al sur de lo que jamás hemos llegado –dice mientras apunta al horizonte con la mano levemente extendida, sin importarle realmente si está señalando al sur o no–. Ni siquiera es vikinga –se le escapaba, pero Astrid lo disimula–. Todavía no se lo he dicho a mis padres –confiesa en un leve murmuro con algo de incomodidad y pánico–, pero es cristiana.

Ahora sí, ahora sí se le cae el hacha al suelo.

–¿Hablas en serio? –cuestiona con los ojos abiertos y el alma en el suelo–. ¿Una cristiana? ¿Cómo diantres has conocido a una cristiana? ¿Cómo has llegado a terreno cristiano si quiera?

–Es una larga historia, os lo explicaré todo cuando estemos allí.

–¿Allí donde? –pregunta con algo más de brusquedad–. ¿A dónde nos vas a llevar? ¿A quiénes nos vas a llevar?

–Tenía pensado ir con mis padres y ustedes –Astrid comprende que se refiere a los jinetes–. Y, bueno, iremos a su reino, está…

–¿Su reino? –interrumpe con algo de temor–. No me digas que es una reina, Hiccup.

Su amigo aprieta los labios por un segundo y luego niega con una sonrisa nerviosa.

–¡Una reina cristiana! –no puede evitar gritar.

–Reina emérita –corrige rápidamente, dando unos pasos hacia ella con los brazos extendidos–. Baja la voz por favor –ruega mientras ve como algunos vikingos se volteaban al oír el grito de Astrid–. Sé que es extraño, que a muchos les va a parecer una idea terrible… pero… pero la amo Astrid, quiero casarme con ella… –le toma tan solo unos segundos tomar la fuerza que necesita–. Voy a casarme con ella.

La vikinga aprieta disimuladamente los puños, retiene el dolor de su corazón y dice con las pocas fuerzas que le quedan.

–Pues… buena suerte, Hiccup. La vas a necesitas para convencerles –les da unas palmadas en el hombro y se despide.


–¿Casarse? –Heather repite la palabra clave de todo lo que Astrid le contó–. ¿Hiccup se va a casar?

La berkiana solo logra asentir mientras retiene las lágrimas. Se ve completamente patética en ese preciso momento. Sentada en el suelo, siendo abrazada por una de sus mejores amigas, intentando ocultarse la cara entre las piernas.

Se siente tan débil y engañada en ese preciso momento… se siente tan dolida.

Escucha suspirar a Heather.

–Pues menuda locura, ¿y de qué la conoce? –Astrid se encoge en hombros–. ¿Dé dónde si quiera ha salido esa desconocida?

–Es una reina cristiana.

–¿¡Una reina cristiana!? ¿¡Es que ha perdido por completo la cabeza!? –Heather se tira los cabellos negros hacia atrás–. Es que no es posible… no puede ser cierto.

Astrid suelta una risa amarga.

–Pues parece que tú sufres más que yo, ¿qué pasa? ¿A ti también te gustaba Hiccup?

Heather voltea a verla de golpe, con tanta brusquedad que a la berkiana le parece sorprendente que no se haya hecho daño.

–¡Por supuesto que no! –responde con un tono levemente indignado–. Sabes que nunca me ha gustado Hiccup, y lo sabes perfectamente –Astrid recuerda todas las charlas privadas que tuvieron acerca de las personas que les gustaban. Ella hablando de Hiccup y Heather hablando de Fishlegs–. Es solo que no me cabe en la cabeza, toda la vida habéis un vinculo especial, una relación que se diferencia por completo a la cualquier otro. Habéis estado a punto de morir tantas veces el uno por el otro… ¿y ahora de repente Hiccup se va a casar con alguien que nadie más conoce? ¿No te parece muy… extraño?

Astrid alza una ceja.

–Detente un segundo, ¿qué estás insinuando? –cuestiona mientras que toma una postura menos lamentable.

La mirada de Heather está fijada en el horizonte, como si ahí estuviesen todas las respuestas. Astrid sencillamente espera a que continue con lo que quiera que tuviese que decir.

–Deberíamos hablarlo con los demás –se levanta de golpe y toma el brazo derecho de Astrid sin si quiera explicarle nada más, ignora por completo las quejas de su amiga rubia y sencillamente le dice que deberían regresar a Berk para presentar sus teorías delante del resto de jinetes.

Los siguientes días a partir de aquel, a pesar de todas las veces que Hiccup intentó preparar el camino para que sus padres no se encontraran de bruces con la, muy probablemente, inesperada y problemática verdad, el joven jefe de la tribu de Berk no tuvo ni una sola oportunidad para explicarles a sus queridos padres de que a la mujer que pensaba desposar no era otra que una mujer completamente desconocida que había ocupado el puesto de monarca en un reino cristiano al otro lado del mar. Mientras que el jefe de Berk enfrentaba ese problema, Heather y Astrid escucharon las quejas, las preguntas y las teorías más disparatadas que tenían los demás jinetes que decir acerca del extraño matrimonio que su líder llevaría a cabo.

–¡Está hechizado! –clama Tuffnut sintiéndose dueño de la absoluto verdad.

–O amenazado –añadió su gemela mientras asentía con gran seriedad.

Astrid frunce el ceño, luego mira a Heather con una ceja alzada, la berserker responde con una sonrisa nerviosa.

–Dijiste que parecía estar a punto de llorar cuando te lo contó –señaló Tuffnut apuntando acusatoriamente a Astrid con el dedo índice–. Que se le podían ver las lágrimas.

Astrid se pasa la mano por la cara. –Las lágrimas de felicidad Tuffnut, las lágrimas de felicidad.

–¡O tal vez sufrimiento! Dijo que era mágica, ¿no es verdad? Tal vez esa es su magia.

–¿Enamorar a vikingos enclenques que viven al otro lado del mar? ¿Te das cuenta del nivel de estupidez de esa idea, Tuffnut? –cuestiona con los brazos cruzados. Se siente mal de inmediato al ver la mueca de cansancio. Se acuerda de la promesa que se hizo a sí misma de no juzgar más a sus amigos así que decide rectificarse–. Perdona, yo… os he arrastrado hacia toda esta locura sin sentido sencillamente porque no puedo asumir algo tan lógico… si Hiccup quiere casarse con esa mujer es por que la ama, y si no ha habido nada entre nosotros es porque a él yo no le gusto de esa manera…

–¡Eh! ¡Eh! –es Ruffnut quien extiende las manos repetidas veces para interrumpirla–. Primero que nada, gracias por disculparte, es bueno que estás progresando en eso de respetarnos –Astrid se llega a sentir bastante mejor cuando ve la sincera sonrisa en el rostro de Ruffnut–. Segundo, si estamos en esto no es porque queramos que te sientas mejor, que lo queremos, es porque a nosotros también nos huele todo esto a chamusquina.

–Sí –asiente Snotlout con los brazos cruzados–. Es lo que ha dicho Heather, después de todos estos años en los que habéis estado tan unidos, después de que Hiccup estuviera, yo que sé, toda su vida, enamorado de ti, ¿ahora se casa con otra?

Fishlegs también asiente. –No me creo que diga esto… pero Snotlout lo ha explicado de maravilla.

Los gemelos sueltan risas crueles, las chicas luchan con las sonrisillas y risillas, Snotlout asiente por un momento y, cuando se da cuenta de lo que ha dicho Fishlegs, lo mira con el ceño fruncido.

–Sin embargo –continua el joven Ingerman–, eso de que Hiccup esté hechizado no me convence para nada. Deberíamos esperarnos a conocer a esa mujer, si encontramos algo extraño…

–¡La atizamos! –interrumpe Ruffnut golpeando su puño contra la palma contraria. Todos los presentes, a excepción de su gemelo, se le quedan mirando con gran preocupación.

–Advertiremos a Hiccup –murmura Fishlegs retomando su oración anterior–, y, si es muy grave, a Estoico y Valka. No podemos permitir que nuestro amigo se amarre a sí mismo de esa manera a una cristiana con tantas posibilidades de ser peligrosa.


Sus padres lo estaban observando con la boca y los ojos abiertos a más no poder. Sus amigos están conservando un poco la calma, pero Hiccup sabe perfectamente que para todos ha sido algo demasiado impactante… muy violento.

Su idea inicial de llevar a su familia y sus amigos a Arendelle para que conocieran a Elsa se había alterado enormemente. Su amada le había dicho que, por mucho que su hermana les hubiese otorgado su bendición como reina, ni un solo miembro del concejo estaba de acuerdo con aquella unión. Por lo que, con el permiso de los líderes de la tribu Northuldra, Hiccup viajó hasta el Bosque Encantado y, luego de una lacrimógena despedida, la montó en su leal dragón y emprendió su camino de vuelta a Berk.

Le confesó durante el trayecto que le hubiese gustado tener algo más de tiempo, unos días de preparación en Arendelle, buscar alguna manera en la que los berkianos pudiesen aceptar a Elsa como su futura jefa lo mejor posible. Le confiesa también que sus padres no tienen ni idea de quién es, de dónde viene ni cómo la ha conocido, por lo que le pide algo paciencia por si sueltan alguna tontería.

Elsa, cuando aterrizan un poco lejos de las casas, se baja con una elegancia que le arranca una sonrisa boba y, una vez el desmonta de los lomos de Toothless, le acaricia con sus delicados y fríos dedos el rostro, de esa dulce manera que tanto le fascina.

Elsa dice que todo saldrá bien.

Pero se equivoca gravemente.

Hiccup lo sabía entonces, y lo confirma ahora. No había manera en lo que esto saliera bien.

–Es mejor que me des una muy buena explicación ahora mismo, Hiccup –dice su padre. Siente como lo hombros se le tensan y, a penas unos segundos después, siente la pequeña y fina mano de Elsa tomando la suya.

Se siente como un completo tonto al no saber que decir.

Es que Hiccup nunca ha sido bueno explicando cómo se siente. Y tampoco entiende que es lo que se tiene que explicar en una situación como esta.

Así que tan solo toma la estrecha cintura de Elsa y la señala con la mano disponible.

–Ella va a ser mi esposa, papá –se pone muy nervioso a ver como la expresión de su padre solo se ha endurecido, y, como no sabe que hacer, recurre a la comedia–. Oye, fuiste tú el que dijo que no quería saber absolutamente nada, que esperaría.

Estoico se pasa la mano por la cara mientras murmura cosas que no llega a entender.

–¿De dónde viene esta muchacha, Hiccup? –es su madre, evidentemente, quien logra mantener un poco la calma, consiguiendo entablar una, sumamente incómoda, conversación–. No parece ser de ninguna tribu que conozcamos.

Hiccup siente como el alma se le va del cuerpo al ver como Elsa se aparta un poco de él para presentarse con una leve reverencia hacia su madre. Tan solo con eso todos los presentes ya se hacen una idea de dónde proviene aquella extremadamente paliducha y delicada muchacha.

–Es un honor conocerla, señora Haddock, mi nombre es Elsa de Arendelle.

Hiccup suspira pesadamente al ver la expresión de todos los presentes…

La estancia de su prometida en Berk iba a ser muy complicada.


Elsa toma tanto aire como puede mientras aprieta sus párpados con toda la fuerza posible. Intenta rebuscar algo en el aroma del ambiente que le recuerde mínimamente a la entrañable fragancia a naturaleza del Bosque Encantado, pero todo lo que encuentra es un fuerte olor a carne, pescado, alcohol y cenizas. En algún momento la encantadora fragancia de Hiccup le llega, su aroma está algo combinado con sudor, pero aún así lo disfruta porque, después de todo, es Hiccup.

Él le acaricia la cintura con sus ásperas manos, el vestido de hielo parece estar dispuesto a derretirse –justo como ella– bajo el firme y cariñoso tacto del vikingo, Elsa no tiene muy claro de como logra tranquilizar todos los calores que surgen en su cuerpo cada vez que Hiccup la toca de esa manera.

Abre los ojos y se encuentra con la preocupada y estresada mirada de Hiccup, decide calmarlo pasándole las manos por el cuello para así sostenerse e inclinarlo un poco para alcanzar sus rotos labios.

Besar a un hombre, por mucho que fuera su prometido, antes del matrimonio sería una de esas cosas que, definitivamente, el concejo hubiese detestado que hiciera, que incluso le hubiesen recriminado por horas. Pero, en ese preciso momento, entre los brazos de Hiccup, abrazada finalmente a ese esplendido hombre que la había ayudado tanto durante tres a reforzar aquella confianza y amor propio que había empezado a formar, más lejos de lo que jamás había estado de Arendelle, poco o nada le importaba lo que pudiese pensar el concejo.

Concluyen el beso, Elsa hace una mueca al notar que la preocupación aún se nota en la mirada de su amado.

–Todo irá bien, cariño –le susurra mientras acaricia su rostro.

Pero, con tan solo oír algunos comentarios crueles, Hiccup sabe perfectamente que nada irá bien. Pero decide tomar las manos de Elsa para besarlas delicadamente.

–Te amo –murmura mientras la acomoda lo mejor posible entre sus brazos.


–Está hechizado por su belleza –murmuro Snotlout mientras veía entrar a la nueva pareja. A Astrid se le escapó un gruñido–. Perdón….

El silencio inundó la mesa de los jinetes.

–¡Pero si es más hermosa que Freyja! –termina por decir Snotlout mientras la señala con los brazos extendidos–. ¡No es normal que sea tan hermosa! ¿No es un pecado para ellos o algo así?

A Ruffnut se le escapa una carcajada. –Pues por como son los cristianos yo diría que sí.

Los jinetes, mientras se acaban las risas, observan fijamente como la nueva pareja conformada por su jefe y esa desconocida cristiana se encamina hasta la mesa de la familia principal de Berk. La muchacha se vuelve a inclinar frente a los padres de Hiccup y les dice algo que nadie más que esos cuatros escuchan. Ven la manera en la que Estoico suspira y se levanta, estrecha la mano con la joven y la invita, mediante señas y palabras, a sentarse.

Los demás jinetes voltean a ver a Astrid luego de ver como una conversación más amigable comienza. La vikinga se limita a suspirar rendida. Les dice que no se preocupen más, que no hay que seguir con esta tontería de ver que es ese misterioso supuesto hechizo que la desconocida le puso a Hiccup.

Pero sus amigos no se contentan, no quieren aceptarlo.

Los demás jinetes descubrirán quien era esa mujer y cómo había logrado enamorar a su amigo con tanta facilidad.


¿Habrá alguna continuación de esto? No lo sé.

¿Hace mucho que no escribo one-shots? Pues sí.

¿Debería estar escribiendo El destino siempre te alcanza? Creedme que lo intento, pero no me sale nada, estoy en un gran bloqueo creativo con esa novela.

Además de que estoy muy estresada por los estudios... Mi cerebro, aparentemente, solo puede concentrarse en una cosa: estudios o fanfic extenso, los dos a la vez no.

En fin, espero que hayáis disfrutado esta pequeña historia. Me hubiese gustado meter alguna que otra cosa más, pero no supe como desarrollarla.

Por cierto, que me acabo de dar cuenta de que no lo he mencionado en ninguno de los one-shots anteriores, si alguien quiere usar estas ideas para desarrollar un fanfic está completamente libre de hacerlo.