Percy Jackson Au!
La primera cita con ese chico tan amigable que había conocido a inicios de verano estaba yendo de maravilla, Elsa jamás se había sentido tan enamorada en toda su vida. Todo parece ir de maravilla... hasta que algo revienta los ventanales del restaurante donde están.
Miradas y minotauro.
Nota mental: No volver a salir de casa en la vida.
Nota mental dos: Por muy mono que sea, jamás volver a quedar con un tío que has conocido en la calle.
Nota mental tres: Hacer un testamento...
La pobre Elsa interrumpe sus propios pensamientos con un chillido aguado. Antes de que algún escombro le diera en la cara, una mano llena de cicatrices la toma de la cintura y tira de ella hacia el suelo. Un brazo bastante firme y cubierto por suave tela que huele a lavanda impide que su cabeza se lleve un fuerte golpe en contra del suelo. Por fin abre los ojos una vez deja de oír las piedras que han salido volando impactar con el suelo, abre los ojos únicamente para encontrarse frente a frente a otro par de ojos.
Esos preciosos ojos verdes que brillaban con, ahora se daba cuenta, la emoción de la guerra.
Esos malditos ojos verdes que la condujeron a una cita que ha acabado con una cosa en taparrabos destrozando todo un establecimiento.
Dios, se quedaría viendo esos ojos verdes toda la vida si pudiera.
La mano ajena que tiene sobre la cintura entonces la aprieta leve pero firmemente. El corazón se le remueve al comprender que el muchacho le está intentando infundir algo de confianza.
–¿Estás bien? –pregunta en un susurro ronco que le provoca una explosión de sentimientos en el vientre. Está a punto de responderle que sí –a pesar de estar muerta de miedo– pero un rugido gutural que le pone la piel de gallina invade toda la instancia, provocando otros chillidos de terror y que esos lindos ojos verdes dejaran de verla.
Hiccup voltea hacia la dirección de esa cosa, con una expresión seria y con una mirada que intimidaría a cualquiera. Se levanta levemente, asoma la cabeza por encima de una pila de escombros, murmura entre dientes algo que Elsa no llega a entender y luego saca algo de su bolsillo…
¿Cómo es que le cabe una maldita espada en el bolsillo del vaquero? Había escuchado rumores del gigantesco tamaño de los bolsillos en la ropa de los tíos, pero, no fastidies, eso era otro nivel.
Una espada dorada de doble filo con un mango negro… no definitivamente eso no te puede caber en el bolsillo… o tal vez sí…
Definitivamente necesitaba comprarse algunos vaqueros de la sección de hombres, claro, sí salía con vida de toda esa loca situación.
–Maldito minotauro, es la segunda vez este mes que viene a por mí, ¿qué le habré hecho…? Oh… cierto, seguro sigue enojado por eso.
–¿Has dicho minotauro? –el respingo que pega Hiccup le da a entender a Elsa que su cita se había olvidado por completo de su presencia… todo un caballero. La muchacha se levanta tanto como puede para no entrar en el campo de visión de la bestia. Cuando ve ese cuerpo peludo lleno de cicatrices, esas patas de animal que golpean constantemente el suelo, arruinándolo por completo, y esa cabeza de toro que humea fétido aire caluroso sabe que cometió un gran error al acceder a la cita que le proponía ese completo desconocido.
Pero entonces susodicho desconocido voltea a verla, clavándole en el cuerpo una mirada de esos preciosos ojos verdes y ella, por un largo y estúpido momento, se olvida de que hay una bestia griega portando un mazo a unos cuantos metros de ella.
La bestia suelta un furioso rugido nuevamente y es Hiccup y sus callosas manos quienes se aseguran de que Elsa salga rápidamente de la vista del minotauro.
Desparramado nuevamente en el piso, con la mano izquierda empuñando su espada de oro imperial y la otra sosteniendo firmemente la cintura de Elsa, Hiccup intenta rebuscar en su torpe y descontrolada mente una manera de salir con vida de esa situación.
Claro que podía cargarse a ese bicho, ya lo había hecho miles de veces. Pero se le iba mucho la pinza cada vez que peleaba con el maldito hibrido de Creta y no quería asustar a la espectacular chica que, sabrán los dioses cómo, había conseguido encandilar lo suficientemente como para que accediera a tener una cita con él. Estaba completamente seguro de que matar sádicamente a un monstruo de esas proporciones con una espada de oro para luego tener que explicar todo lo referente a su loco árbol genealógico no era la manera más eficiente de evitar que una chica saliera corriendo lejos de ti.
Resopla, enfurruñado con la vida, mientras se tira el cabello para atrás. Voltea nuevamente a mirarla fijamente y se siente deshacer –porque, obviamente, este es el mejor momento para eso– nuevamente por esos maravillosos ojos azul cielo.
Elsa tenía que ser una hija, o al menos un legado, de Afrodita, no encontraba otra explicación…
Oh Dioses, ahora vería a Elsa cada vez que se cruzará –ojalá que no– con la verdadera Afrodita.
Traga duramente saliva y, con una sonrisa nerviosa, dice.
–Esto va a ser muy raro…
–¿Más raro? –pregunta incrédula, aferrándose a las ropas de Hiccup. Él empieza a arrodillarse lentamente, alejándose lo menos posible del cuerpo de esa maravillosa chica, sin dejar de mirarla en ningún momento –aunque debería, por si ese bicho ataca de momento a otro–, pensando en lo impresionante que es el hecho de que, por algún motivo, a pesar de su TDAH, puede mantener por completo la atención en ella, sin aburrirse ni un solo segundo.
Eso es, definitivamente, culpa del idiota divino de su padre, que se ha pasado toda la eternidad embelesado con la misma persona.
Le acaricia suavemente la mejilla derecha, se inclina a dejarle un beso en la frente y, juntando sus rostros, dice.
–Tranquila, todo estará bien. Y te explicaré todo cuando acabe con esto, ¿te parece bien?
Los ojos de Elsa se llenan de duda, miedo y desconfianza, pero asiente con firmeza.
Elsa tiene expresión muy cómica dibujada en la cara, tiene la mirada perdida en el suelo y las manos entrelazadas frente a su cara, con sus labios rojizos apoyados sobre parte de la piel de sus manos. Entonces le mira fijamente e Hiccup se siente como un completo idiota.
Se limpia de inmediato la mugre de la cara, se sacude los zapatos que aún tienen polvo dorado del "cadáver" del minotauro, encoge su espada a su forma de llavero cutre y lo guarda en su bolsillo derecho, al ver que Elsa sigue sin reaccionar, Hiccup empieza a juguetear con sus dedos debido al nerviosismo. Se balancea como un niño pequeño de un lado a otro, cambiando el peso de una pierna a la otra, mirando a cuantos lugares puede, encontrando, porque su mente es así, posibles armas por todos lados…
Vaya, ese sí que es un callejón peligroso.
–Así que –Hiccup casi se deja caer en el piso del alivio–… los dioses griegos son reales.
–Ajá.
–Y los romanos también.
–Exacto.
–Lo mismo con los egipcios… y los nórdicos.
–Le estás pillando el truco a esto –bromea mientras empieza a rascarse la nuca con demasiada fuerza. Elsa nota esto y le detiene el brazo de inmediato.
–Te vas a hacer daño –le regaña sin mirarlo a los ojos, tomando sus dos manos –por si acaso, supone Hiccup– entre las suyas. Incluso se queda mirando la unión que ella misma ha formado por un largo rato, como si no lo comprendiera del todo o si le sorprendiera la conclusión de sus propias acciones–. Y… tú eres… el hijo de un dios griego…
Ríe nerviosamente. –Sí… de Ares, para ser exactos, el dios griego de la guerra, la masculinidad, la brutalidad de la guerra y miles de cosas más…
–Ares –repite Elsa, como si intentara grabarse el nombre–. Tu padre es Ares, hijo de Zeus y Hera…
–No digas sus nombres –interrumpe Hiccup mirando al cielo con preocupación. Su "abuelo" y él no tenía una muy buena relación, no desde que le rodó los ojos aquella vez que, luego de una misión en la que casi muere y que encima fue, en cierto modo, encargada por el mismo Zeus, le empezó a regañar y a señalar todas las terribles similitudes que tenía con su padre divino–. Pero sí, así es…
Elsa se tira el cabello hacia atrás.
–¿Me estás diciendo que tus abuelos son los reyes del Olimpo? ¿Los malditos reyes del Olimpo?
–Hombre, no del todo. Los semidioses no tenemos el ADN de nuestros padres divinos, no estamos realmente vinculados al resto de dioses. Es por eso por lo que muchos de nosotros no tienen problemas con salir con algún otro semidios, por mucho que, si nos pusiéramos a revisar el árbol genealógico, terminásemos vinculados de una forma u otra.
Elsa parpadea.
–Vale, eso suena como una excusa muy barata –bromea, intentando tranquilizarse ahora que no está a punto de morir a manos de una bestia enorme, Hiccup, que entiende que está bromeando, se relaja un poco y se sienta a su lado en ese banco incómodo del parque más lejano al que pudieron llegar corriendo.
Pone su mano derecha sobre una de las manos de Elsa, quien se le queda mirando completamente sorprendida y sonrojada a más no poder.
–No quería ponerte en peligro –murmura con honestidad, acercando nuevamente sus rostros, permitiéndose sentir esas maravillosas mariposas revolotear en su interior–. Créeme, es lo último que quería…
El corazón de Elsa latía como un desquiciado, su respiración estaba agitada, sus ojos se habían concentrado solo en el rostro del muchacho, su cuerpo, sin si quiera preguntárselo a su cerebro, comenzó a reducir cada vez más la distancia que quedaba.
–Sé que a penas nos conocemos –empieza a balbucear, acercándose más a Elsa, sintiendo como sus respiraciones se combinaban–, sé que hay miles de cosas que aún pueden y sé que esto que voy a hacer es una locura, pero… pero soy un semidios, y mi vida tiene muchas probabilidades de ser corta de narices... Si no hago esto ahora, me arrepentiré toda la vida, Elsa.
Hiccup se ve desesperado, emocionado… locamente enamorado.
Desde el Olimpo, Ares se da a sí mismo la nota mental de luego ir a hablar con Afrodita. La quiere mucho, pero, demonios, no puede dejarla jugar así con uno de sus favoritos.
Hiccup mira a Elsa a los ojos, tal vez se está mintiendo así mismo, tal vez solo se imagina cosas porque está enamorado a lo tonto, pero, maldita sea, está seguro de que los ojos de ella desprenden el mismo amor que los suyos.
–Juro por el río Estigio que jamás te dejaré sola, jamás dejaré que nada de mi mundo te haga daño… Incluso si tú no me quieres, incluso si tú encuentras a alguien más… estaré ahí siempre para ti... Te amaré siempre, Elsa.
Y aquel juramento se selló con un primer beso, lleno de ternura y emoción, y con un relámpago que parecía querer destrozar el cielo en miles de pedazos.
Los dioses observan desde lo alto, se miran entre ellos, algunos quieren que esa promesa se cumpla, otros creen que sería mejor romperla. Una nueva discusión comenzaría.
Zeus mira mal a su hijo, Ares. Una nueva disputa comenzaría en el Olimpo, todo por decidir el destino de un sencillo semidios.
Todo por decidir el destino de Hiccup Haddock, hijo de Ares.
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Buah, me encanta la idea de Hiccup siendo hijo de Ares, no sé, me mola muchísimo la idea.
Si os queréis imaginar a Ares como Estoico... adelante.
No sé si se podría decir que esto está del todo dentro del cannon de Percy Jackson... supongo que se podría decir que solo estamos tomando el mundo.
Tenía planeado solo hacer comedia, pero, ¿qué puedo decir? Son Hiccup y Elsa, no puedo evitar lo cursi cuando se trata de ellos.
Tengo pensado hacer también un one-shot de Harry Potter con ellos, pero por el momento no he podido desarrollarlo... ya veré que puedo hacer.
Aprovecho, también, para agradeceros a todos los que dejan sus Reviews, es un gran alivio y honor saber que hay gente que le gusta tanto estas pequeñas historias, y mil disculpas si no contesto, pero ahora mismo tengo la cabeza en tantas cosas –sobre todo la escuela– que a penas y me da el cerebro para pensar en una buena respuesta.
Bueno, eso sería todo, espero que os haya gustado el one-shot de hoy.
