Soulmates AU! HiccElsa y HeAstrid: Fue una gran sorpresa para el matrimonio Haddock-Hofferson descubrir, después de diez años de casados y dos preciosos niños, que en verdad no eran almas gemelas sino que sus parejas ideales se encontraban en los lugares más inesperados. Para Astrid fue aquella joven que hace años apareció de momento a otro en Berk y con intenciones no muy claras; para Hiccup fue una antigua reina que vivía en el otro lado del mundo.
AVISO: Este AU sigue casi por completo las líneas temporales tanto de Como Entrenar a tu Dragón como de Frozen, con la diferencia de que, con respecto a Como Entrenar a tu Dragón, los dragones nunca partieron al Mundo Oculto.
Las marcas de tu brazo.
Cuando Hiccup viajó tan al sur como pudiese llegar, lo hizo con incontenibles ganas de una nueva aventura formando un remolino en su corazón, no con planes de encontrar la respuesta a una pregunta que ni si quiera se había hecho. Había viajado tan solo con la compañía de su fiel amigo Toothless, ambos estaban dejando en Berk como jefas de vikingos y dragones a sus mujeres, ambos tenían el corazón rebotando de la emoción dentro de sus pechos. Todo había comenzado porque Hiccup, luego de diez años aguantándose las ganas de hablar del tema, finalmente le comentó una preguntilla que tenía dando tumbos en su cabeza desde hacia demasiado tiempo.
Si tan al norte como uno puede viajar se encuentra el Mundo Oculto, el hogar de todos los dragones, ¿qué podría llegar a haber en el sur? ¿o qué podría haber en el este y en el oeste? ¿Qué habría en todos esos extremos que jamás se habían atrevido a explorar?
Astrid estuvo una semana llevando a cabo numerosas teorías con él hasta que le dijo que debería marchar por delante, que viajará tanto como necesitase y que volviera cuando viera seguro hacer un viaje familiar. Le pidió que llevará muchas hojas, que anotará cada cosa nueva que viera, que dibujará a cada nuevo dragón que pudiese llegar a encontrar.
Cuando, casi pasado un mes, Hiccup volvió. Lo hizo con la mirada pérdida, los ojos enrojecidos por las lágrimas y con solo una hoja utilizada. En aquella hoja desgastada, arrugada, rota y luego mal pegada sobre otra, solo había una cosa... una cosa que le rompió el corazón a Astrid. El retrato de otra mujer.
Hiccup, cuando la noche cayó sobre Berk, mientras los niños dormían, le explicó todo.
–No deberíamos estar juntos –farfulló sentado en la cama, jugueteando con sus dedos, llorando junto con Astrid–. Se supone...
–Se supone que deberías estar con esa tía que has conocido por solo unos días, ¿verdad qué sí? –interrumpió Astrid, mascullando con rabia y girando el cuerpo de Hiccup para encararlo–. ¿Me estás vacilando? Te vas por un mes, conoces a una cualquiera y ya quieres terminar con un matrimonio de dos hijos y diez años, ¿quieres terminar con un amor de toda la vida? ¿me estás tomando el pelo?
Hiccup se arremanga la ropa del brazo derecho desesperadamente, mirando fijamente a Astrid a los ojos, soltando ya algunas lágrimas. Su mujer baja la mirada con el ceño fruncido, observa su brazo destapado, se remueve de la preocupación al ver su extremidad llena de nuevos arañazos, enrojecida, cicatrizada y con una marca negra dibujada a través de las venas. Le toma del brazo e intenta pasar los dedos por las marcas, una corriente la detiene y la obliga a soltarlo.
Se trata de un copo de nieve que brilla a pesar de estar pintado en negro, dicho copo de nieve esta combinado con la marca de líder que, hace ya más de una década, le dibujaron a Hiccup en la frente tras perder a su padre y vencer a Drago Manodura.
–¿Qué significa? ¿Qué es ese copo?
–Es ella –admite con dolor, apretando los labios al final. Astrid se da cuenta entonces, Hiccup se está aguantando un sollozo y seguramente un montón de sentimientos dolorosos–. Ella es el copo de nieve... ella es mi alma gemela...
Astrid también comienza a llorar, deja caer la frente en el hombro de Hiccup, él la abraza con todas sus fuerzas. La aprieta con firmeza entre sus brazos mientras le susurra lo mucho que lo siente.
–No entiendo –llora Astrid–, no lo entiendo, te juro por Thor que no lo entiendo...
–Yo tampoco –confiesa Hiccup con voz ronca–. He intentado ignorarlo, te juro que lo he intentado... –confiesa con el cuerpo y la voz temblándole.
–¿Cómo lo notaste? –pregunta, no muy segura si quiere saber la verdad, abrazándolo con más fuerza. Escucha a Hiccup suspirar, lo siente intentar acomodarse.
Toma aire una vez más y finalmente responde: –Fue... raro. Se sintió como si... como si un gran peso se me hubiese quitado de encima... fue como si, todo tuviera sentido, como si estuviera en casa, a pesar de que te extrañaba muchísimo a ti y a los niños. Y... y, de repente, como que... ¿cómo te lo explico? Como si... como si todo cobrase color... como si los colores se hicieran más fuertes, más vivos... Como si fuera feliz y hasta ese entonces no me hubiese dado cuenta de que no lo era.
Sin que ninguno de los dos se diese cuenta, ya se encontraban recostados en la cama matrimonial, observando la madera fría del techo, aún abrazados. Las lágrimas se les habían secado en la cara, sus respiraciones ya estaban más tranquilas.
–Suena... suena genial, Hiccup –murmura Astrid, tomando la mano de su esposo–. Yo... no sé decir si llegué a sentir eso contigo.
–Se supone que no deberías, que solo sucede con tu alma gemela...
Hiccup entonces se levanta de golpe, sentándose nuevamente en la cama.
–¿Hiccup?
–¡Eso es!
–¿Eso es qué?
Su marido entonces voltea a verla, con una sonrisa y una picardía inusual brillando en sus ojos.
–Busquemos tu alma gemela, así los dos estaremos con quien deberíamos estar.
Se levanta emocionado sin si quiera pensarlo, sin escuchar lo que Astrid tiene para decir. Se acerca corriendo a su maleta, rebuscando por todos los bolsillos algo.
–Espera, ¿qué? ¿Mi alma gemela? ¿Cómo se supone que buscaremos a mi alma gemela?
Saca entonces una bolsa de cuero que, Astrid no lo sabe, pero guarda otras cuatro dentro junto a una navaja ceremonial. Hiccup la alza en el cielo y voltea a sonreírle.
–¿Qué es eso? –pregunta con verdadero interés, acercándose sigilosamente, como si temiera que la bolsa estallara.
–Con esto confirmé con El –se interrumpe a sí mismo, no quiere ni pronunciar su nombre, no delante de Astrid–... con ella de que éramos almas gemelas. Es un ritual bastante raro pero rápido, funciona, créeme.
Astrid se abraza a sí misma y agacha la cabeza. –¿Y qué si no quiero que funcione?
–¿Astrid?
Ella nuevamente está llorando. –¿Y qué si solo quiero que olvides toda esta locura? ¿Qué te olvides de ella y te quedes aquí, conmigo y con los niños?
Hiccup se queda mudo por completo, traga saliva duramente. –¿Crees que no lo he pensado? –preguntó con algo de amargura en la voz–. ¿Cómo crees que me he hecho esto? –cuestiona, señalándose el brazo, aún enrojecido, terriblemente magullado–. ¿Tú te crees que esto me parece lo mejor? ¿Tú te crees que no he querido olvidarme de ella y volver lo antes posible contigo? ¿Crees que no quiero que las cosas sean como siempre? ¿Te parece a ti que para mí es fácil mandar a la mierda lo nuestro? ¿Qué no me importas tú ni nuestros hijos?
Hiccup también ha vuelto a llorar, pero él lo hace con más rabia.
–Maldita sea, Astrid, quiero olvidarme de ella... te juró que quiero olvidarme de ella y todo esa movida de las almas gemelas. Quiero sacarla de mi cabeza –dice esto último tirándose de los pelos con desesperación, Astrid intentan detenerlo, pero no lo logra–. Pero no puedo –su voz se rompe por completo–. Te juro que lo intentó pero no puedo, me siento vacío, roto, lastimado, olvidado... me siento como una basura sin ella... la necesitó, Astrid, no sabes cómo la necesitó –toma aire mientras vuelve a tomar la bolsa de cuero–. Y cuando tú conozcas a tu alma gemela también le querrás de esta manera, también la necesitarás... Se siente como una maldición cuando te alejas de ella, pero cuando estás a su lado es... es algo mágico, Astrid.
Astrid toma aire, deja caer las últimas lágrimas y dice.
–Vale, pues, hagámoslo –asintió, e Hiccup rápidamente la guio hasta el bosque, con la excusa de no querer despertar a los niños y de que era necesario un espacio al aire libre.
Había agua con rostros, aire bailando con hojas, fuego brillante y rocas que se movían dentro de las cuatro bolsas de cuero pequeñas que había en la grande.
Primero fueron las rocas al suelo, las cuales, por si solas, llevaron a acabo un patrón en específico. Luego el agua se dejó caer en el orden que quiso y en la distribución que, por sí mismo, eligió. El fuego se encendió como dando saltitos en las rocas mojadas para que después, el aire acompañado por hojas formara un pequeño remolino sobre ellos.
Hiccup le pasó la navaja ceremonial.
–Un leve corte, en la mano derecha para el alma gemela, en la izquierda para el enemigo mortal, lo sé, yo tampoco sé para qué querrían saber eso –Hiccup entonces apunto al remolino–. Que caiga en medio. Entonces tú y tu alma gemela tendrán la misma marca en las venas, así os encontraréis.
Astrid sigue sus indicaciones y, mientras la sangre gotea, Hiccup dice.
–Ojalá lo puedas reconocer...
Lo reconoció de inmediato, en cuanto lo vio, oh cómo lo reconoció... Y el hecho de que lo reconociera y que Hiccup no, era la máxima prueba de que era verdad.
Se le escapa un sollozo y toma una de las manos de Hiccup con mucha fuerza, incluso arañando un poco.
–No entiendo, ¿qué se supone que es?
–Heather.
Hiccup abre los ojos y mira a Astrid. Luego a la marca negra de su brazo –una púa de Látigo Afilado y una de Nadder Mortífero colocadas como una equis–, luego nuevamente a ella.
–No me fastidies...
Astrid toma aire.
–¿¡Heather!? –Hiccup se tira el pelo para atrás–. ¿La hermana de Dagur?
Astrid alza una ceja. –¿Conoces a más Heathers?
–¿La misma que odiabas a muerte la primera vez que os conocisteis?
–Sí, esa Heather –Astrid, no sabe cómo, tiene las energías y el humor para rodar los ojos–. Te repito, ¿a cuántas más conoces?
–A ninguna, a ninguna más, pero, mujer, déjame procesar esto.
Hiccup y Astrid toman aire.
–Tu alma gemela es una reina emérita que está del otro lado del mundo...
–Ajá.
–Y la mía es la hermana menor de Dagur el Desquiciado.
–Esa misma.
Astrid suspira pesadamente. –¿Y ahora qué? –Hiccup se hunde en hombros–. ¿Por qué hasta ahora no he sentido nada de eso con Heather?
–Yo no sentí nada hasta que asumí que ella era mi alma gemela. Habrá a esperar a ver cómo te sientes cuando os volváis a ver.
Astrid asiente. –De acuerdo... hagamos una visita a los berserker entonces. Comprobemos si siento algo.
Oh, vaya que sintió algo... Tal y cómo Hiccup lo había descrito.
Cuando, luego de avisar que irían de visita, la familia Haddock llegó a la isla Berseker, a Astrid se le escapó el aire de los pulmones cuando, como de costumbra, Heather la abrazó para saludarla. Aspirar su aroma fue como si estuviera respirando por primera vez después de años y años de aguantar la respiración bajo el agua, sentir sus manos apretarla se sintió como si por primera vez hubiese sentido la calidez de otro humano, oír su voz era como finalmente escuchar algo.
Los colores... oh, como brillaron los colores en ese momento... Como si nunca antes los hubiese visto en verdad. Los ojos verdes de Heather hacían que los de Hiccup parecían sin brillo ni color.
Y cuando, luego de separarse del grupo, Heather la llevó casi a rastras hacia un callejón solitario y oscuro para besarla con desenfreno y ansias... Dioses Benditos, era como si nunca antes hubiese probado en verdad la lujuria, el deseo ni las ansías por alguien.
–No sé que estoy haciendo –lloriquea Heather, con desesperación burbujeándole en la garganta, desbordándose por sus palabras y sus lágrimas, sin atreverse a alejarse del todo–. Astrid... yo... no entiendo nada, solo sé que quería y que quiero hacer esto, y que... y que... y que... y que te quiero maldita sea, te quiero... Y no... no sé por qué... ósea, sí sé por qué, eres jodidamente genial, Astrid, me encanta todo de ti, pero todo este tiempo me había dicho que no era nada raro, que te admiraba mucho y que te quería como mi mejor amiga y ya está, pero... pero tía no entiendo nada.
Es esta vez Astrid quien decide comenzar el beso. Los labios de Heather son el regalo más dulce y satisfactorio que nadie jamás hubiese podido darle. Abrazarla, apegarla a su cuerpo, mantenerla lo más cerca posible... tenerla así... era la gloria, sencillamente la gloria.
–Yo también te quiero, Heather...
–Joder, tía, diez años de casada y dos niños te ha costado para decírmelo –Astrid se remueve incómoda al no notar ni una pizca de sorna en el tono de Heather. Quien, para dolor de ambas, se aleja–. ¿Cómo me vas a querer, Astrid? ¿Cómo me vas a querer tú a mi? Llevas enamorada de Hiccup desde que tenéis dieciséis lleváis diez malditos años casados, habéis tenido hijos... ¿cómo me vas a querer tú a mi?
–¿Yo qué sé, Heather? Yo también estoy hecha un lío –dice removiéndose el pelo–. Solo sé que Hiccup se fue por un mes entero a la otra punta del mundo y cuando volvió vino contando una movida de almas gemelas y rituales y yo qué sé... Solo sé que, según esa locura tú y yo debemos estar juntas.
Heather parpadea confundida.
–¿Qué estás contando? ¿En qué locura estáis metidos los dos?
–¿No te ha aparecido la marca?
Sus ojos se abren enormemente, hay algo de terror en ellos.
–Una púa de Látigo Afilado –dice Astrid.
–Y una de Nadder Mortífero –termina Heather, arremangándose, junto a Astrid, la ropa que le cubría el brazo. La misma marca se mostraba orgullosa en las pieles de ambas.
–Thor Bendito... –es lo único que pueden llegar a decir.
Astrid le da un puñetazo a Hiccup para hacerlo callar.
–¡Ah! ¡Oye! –Hiccup se voltea rápidamente hacia ella–. Que eres tú la que me ha puesto los cuernos.
–Cierra la boca –le regaña entre dientes, viendo como sus hijos entran a casa, mirando rápidamente si hay alguien cerca que parezca haber oído a Hiccup–. Te van a escuchar.
–No me fastidies, no te salvas de eso –Astrid, por primera vez en muchos años, no sabe distinguir si Hiccup estaba bromeando o no–. Yo hice de todo para ni tan si quiera pensar en hacer algo con ella, por muchas ganas que tenía. Pero no, tú no, tú le tenías que comer la boca a Heather en cuanto me diese la vuelta, ¿verdad qué sí?
–Ya te he dicho que lo siento...
–¡Eso no quita que le hayas comido los morros en plena calle, Astrid!
–Que ya te he dicho que fue en un callejón... Nadie nos vio.
–Buah, que maravilla –ríe amargamente–. Me han puesto los cuernos en un callejón cualquiera, que ilusión.
Astrid voltea a verlo mientras entran en casa. Decide arriesgarse.
–¿En verdad te cabrea tanto?
Hiccup suspira mientras cierra la puerta.
–Me toca un poco la dignidad... Que sepa que ella es mi alma gemela no quita que te siga queriendo, Astrid. No es tan fácil...
Astrid se recuesta en la pared.
–Lo siento... tienes razón, he sido una idiota impulsiva y he puesto en peligro no solo tu dignidad, sino también la mía...
–Entiendo que quieres estar con Heather –murmura Hiccup–. Yo me muero de ganas de estar con Elsa, pero tenemos que ser precavidos, ir despacio... Hablar con los niños, saber cómo se pueden sentir con respecto a ello.
Astrid asiente. Se quedan en silencio un momento hasta que la vikinga nota algo.
–Ah... así que se llama Elsa.
Hiccup se enrojece por completo. –Sí... se llama Elsa...
Astrid sonríe. –Es un lindo nombre...
–Sí, significa algo así como promesa divina... o eso me dijeron su hermana y el esposo de esta.
–Vamos, que has conocido a toda la familia.
Hiccup se detiene por segundo a hablar. Luego deja salir una risilla.
–Sí... eso parece.
Marido y mujer se miran entre ellos, sabiendo que ahora vendría lo más complicado.
Hablar con sus hijos.
Vale, ¿cómo narices les explicas a unos pobres niños que sus padres se van a divorciar porque unas marcas en los brazos les han dicho que estarían mejor con otras personas?
Todo sería tan difícil.
