La prometida de Hiccup.
Parte 2.
Hiccup había golpeado a Snotlout tres veces en toda su vida, por mucho que, desde el punto de vista de todos los habitantes de Berk, se hubiese merecido al menos unas quince más.
La primera vez ocurrió durante uno de esos maravillosos tres años de paz que separaron a la guerra en contra de Alvin y la guerra en contra de los Cazadores de dragones, esa oportunidad había sido un completo accidente del que Hiccup se había disculpado y aguantado la risa hasta la infinidad. Estaba tontamente conversando con Astrid en ese momento, ambos molestándose de manera amistosa, gesticulando demasiado. En algún momento Hiccup abrió los brazos, brindándole por accidente una buena bofetada a Snotlout en la nariz que lo tiró al suelo, completamente indignado y con falsa valentía. Astrid se rio en la cara de la pobre víctima de Hiccup hasta pasado el anochecer.
La segunda vez Snotlout se lo ganó a pulso, para nada fue un accidente, pero sí una situación malentendida. Ocurrió en esa ocasión que Barf y Belch estaban cabezotas con la idea de servir a Hiccup por toda la vida y los gemelos estaban tan desesperados por conseguir de regreso a su dragón que terminaron recurriendo a Snotlout y lo convencieron de fingir tener una pelea a muerte con Hiccup. Por mucho que intentó evitarlo, al final, el hijo de Estoico finalizó todo con un simple puñetazo en la cara que terminó por dejar desmayado al pobre Snotlout, quien había sido solo un peón en los planes extraños de los gemelos, un mal menor.
La tercera vez, la última hasta ahora, se distinguía mucho de las otras. Porque, en esta ocasión, Hiccup era quien había llevado el asunto a la violencia física, en esta ocasión, Hiccup no estaba simplemente molesto con Snotlout o sencillamente no le había visto, sino que estaba furioso, como nunca antes había estado en su vida. Otra diferencia fue que, esta vez, había sido delante de todo Berk, no como antes, que solo había uno o dos espectadores que pudieran dar testimonio de lo que había pasado.
En el mismísimo Gran Salón, delante de todo el pueblo de Berk, entre todo el bullicio de la mañana de un día que prometía mucha tarea. Mientras Estoico y Valka lo saludaban desde la mesa de la familia jefe, preguntando con la mirada por qué se había demorado tanto, mientras los demás jinetes de dragones se encontraban esperando por él, apoyados en una de las columnas más cercanas a la mesa donde Estoico y Valka estaban. Hiccup no solo venía trayendo un humor de perros, los puños apretados, y el rostro deformado en enojo, sino que llevaba detrás de él a unos preocupados Toothless y Elsa que intentaban seguirle el paso y miraban suplicantes a todos aquellos vikingos que notaban que algo raro pasaba con el jefe de Berk y, por algún motivo, también a un confundido Dagur y a una Heather preocupada, quienes parecían no querer ser vistos, pero aún así avanzaban cautelosamente por el camino de Hiccup.
Nadie hizo nada, permitiendo así que Hiccup lograra llegar hasta Snotlout para sujetarlo del cuello de la armadura y brindarle el puñetazo más fuerte que había dado en toda su vida, tan fuerte que incluso él se lastimó la mano.
A diferencia de la segunda vez que Hiccup había golpeado a Snotlout, en esta ocasión el muchacho Jorgenson había caído inmediatamente de seco al suelo, sin si quiera haber podido tener la oportunidad de preguntar qué pasaba.
–¿Cuál es tu problema? –chilla Astrid luego de unos segundos de absoluto silencio por la sorpresa y confusión, dándole un empujón y alejándolo de un Snotlout que estaba recobrando la conciencia lentamente.
Hiccup voltea furioso hacia ella, con la rabia desbordando sus ojos, de tal manera que, por un segundo, Astrid temió llevarse un puñetazo también.
–¿Cuál es mi problema? –cuestiona Hiccup mascullando intentando dar un paso, pero para ese momento Elsa ya había llegado con él y rápidamente lo tomó de un brazo para alejarlo del resto de jinetes–. ¿Cuál es su problema? –grita señalando a Snotlout, quien recibe la ayuda de Fishlegs para levantarse. Dándose cuenta de eso, Hiccup voltea nuevamente a Snotlout–. ¿A ti te parece normal ir por ahí llamando bruja a mi mujer? ¿¡Te parece normal, Snotlout!?
Asombrado, Snotlout dirige su mirada confundida e indignada a Elsa, quien parece querer ocultarse tras su esposo.
–¡Ni te atrevas a mirarla! –vocifera Hiccup, librándose del leve agarre de su esposa–. Me lo ha contado Dagur. ¿A ti te parece normal? Que Dagur tenga que dejar su isla para venir hasta aquí porque está preocupado porque uno de mis supuestos amigos va por ahí diciendo que me he casado con una bruja, ¿te parece normal? ¿Es que acaso no me tienes ni una pizca de respeto? ¿Es que te da tan igual que se pueda llegar a decir de mí o de mi mujer en el resto de las tribus?
Todos los vikingos presentes se mantienen callados por unos largos minutos en lo que todo que se escucha es la respiración agitada de Hiccup y los quejidos bajos de Snotlout.
Los pasos de Estoico se escuchan perfectamente por toda la estancia, el antiguo jefe de Berk coloca una de sus manos sobre el hombro de su hijo. Hiccup voltea a verlo, está enojado con todo el mundo en ese momento.
–Discutamos esto en un lugar más privado.
Pero Hiccup se aleja del agarre de su padre. Mira entonces al resto de jinetes, sabe, por sus expresiones, que ellos estaban al tanto de que Snotlout iba por ahí diciendo todas esas tonterías.
–No tengo nada que hablar con ellos –gruñe, no solo enojado, sino también dolido.
Se tira nuevamente a la cama, boca abajo, con un pie colgando fuera de la cama. Suelta un gruñido gutural que se queda medio ahogado gracias a las sabanas. Hiccup quiere refunfuñar todo lo que pueda, todo el día, si se puede. Sin embargo, escucha, entonces, a Elsa cerrando la puerta y soltando suspiros pesados y lastimeros.
Sabe que va a decir, han discutido, llorado y sufrido mucho por el mismo tema. La idea de que su romance acabe ahí, separados por culpa de pueblos que no quieren aceptar un amor inesperado, separados por la presión de dos sociedades completamente antónimas. La idea de que Elsa regrese al Bosque Encantado, a fingir que nunca se conocieron... no, no quiere eso, se niega a eso. No después de lo mucho que ambos negaron todos esos bellos sentimientos por el bien de sus pueblos, no después de que ambos se entregarán por completo al otro, en carne y en alma, desnudándose por completo para mostrarse, finalmente, tal y como eran frente a una persona que juraba amarlos sin importar qué.
Elsa era lo mejor que le había pasado en la vida, no iba a permitir que nadie ni nada le quitara eso.
Ha oído toda su vida que si amas a alguien tienes que dejarlo ir... pero a Hiccup ese consejo le parece una gigantesca bazofia. Él ama a Elsa, Elsa lo ama a él, ¿por qué deberían de dejarlo?
–No –interrumpe cuando la oye intentando decir algo. No quiere ese tema, otra vez no. Odia ese dichoso tema–. No quiero discutir eso a ahora. Es más, no vamos a volver a discutir eso jamás –le hace una seña para que se acerque –. Solo quiero que vengas a descansar conmigo, por favor.
Elsa se sienta a su lado en la cama, abrazando sus piernas y sin mirarlo, observando únicamente al vacío.
–No –murmura con un hilillo de voz–. No te iba a hablar de eso –Hiccup, confundido y preocupado por el tono de voz de su mujer, levanta la mirada. Antes de decir nada, Elsa se recuesta a su lado y empieza a acariciarle el cabello alborotado–. Vámonos de aquí, Hiccup. Tú y yo.
–¿Qué?
–Vámonos de Berk.
El vikingo se sienta en la cama. Está a punto de decir lo primero que se le pase por la cabeza, pero Elsa, luego de imitar su acción, lo interrumpe.
–Nunca me aceptarán aquí, nunca te aceptarán a ti en Arendelle ni tan si quiera en el Bosque Encantado...
Hiccup se tira del pelo, con la mirada cargada de desesperación.
–Yo… yo no puedo.
–O nos vamos los dos –toma mucho aire para lo siguiente–... o me voy solo yo, Hiccup –ni la misma Elsa sabe decir si aquello es una amenaza de verdad. Hiccup la mira fijamente, con los ojos cristalizados por las ganas de llorar. Elsa suspira, arrepentida por lo que dijo–. Hiccup, sé que te estoy poniendo una situación complicada…
–No me dejes –la interrumpe mientras se abalanza para abrazarla desesperadamente–. Por favor, Elsa, no me dejes. Te amo, te amo demasiado. Arreglaré todo esto, lo prometo.
Elsa le corresponde al abrazo con firmeza, incluso oculta su rostro en el cuello de Hiccup, justo de esa manera a la que ya está acostumbrada. Desde el momento en el que ella e Hiccup se conocieron, Elsa no pudo evitar crearse el hábito de aferrarse al cálido cuerpo de Hiccup, dejarse abrazar por sus firmes brazos y disfrutar el aroma a cuero y metal que emanaba del cuerpo del vikingo. A pesar de todas las extrañas condiciones de su vida, Elsa, con el paso de los años, había aprendido a mostrar su afecto mediante el tacto, mediante los suaves roces, los largos abrazos o los besos lentos y cuidadosos, todo aquello llegaba a su máximo punto cuando se trataba de Hiccup.
–He aguantado muchas cosas en mi vida, Hiccup, lo sabes perfectamente –todas las veces en la que permitió que otros la lastimarán volvieron en forma de dolorosos recuerdos a la mente de Elsa, quien toma aire para atreverse a continuar. Todo el dolor que ha soportado... todas las veces que estuvo sola, todas las veces que estuvo dispuesta a dejarse morir o lastimar por todos aquellos a los que amaba... Ella puede soportar eso, pero no quiere que el niño que lleva en el vientre lo haga–. Pero la idea de que ellos rechacen a nuestros hijos...
Hiccup abre los ojos mientras ve como su mujer se abraza el vientre. El corazón se le para, su mano viaja rápidamente hasta el estómago de su esposa, cree sentir algo, pero sabe que todavía no debería de haber mucho. Elsa se acomoda en el pecho de Hiccup, este la abraza con fuerza y ella se siente tan amada y tan protegida que por un momento realmente no le parece tan malo tener que aguantar los malos tratos de la gente de Berk con tal de mantenerse al lado del hombre que ama tanto y que la ama tanto.
Pero no, no debe pensar así. No puede permitirse soportar una vez más el desprecio de la gente, esta vez puede involucrar a alguien más, esta vez puede involucrar a su futuro hijo o hija... no puede permitírselo, tiene que hacer algo, tiene que, finalmente, anteponer su felicidad a la comodidad del resto del mundo.
Hiccup la besa delicadamente en los labios, con una dulzura que hace que Elsa quiera aferrarse para siempre a él.
Hace muchos años se hubiese dicho que no se lo merecía, que un hombre tan bueno como él debía estar al lado de una mujer que no le causará ni un solo problema... pero, después de muchos años de autodesprecio, después tantos años peleando contra sus monstruos internos y todas sus inseguridades, Elsa comprende que lo importante es que ella ama con todo su ser a Hiccup y que Hiccup la ama a ella con todo su ser, así que ¿por qué? ¿por qué dejar que ellos ganen? ¿por qué dejar que alguien más destroce un amor tan puro y los entierre en un océano de dolor?
Piensa pelear por aquel hermoso romance, incluso si otros terminan decidiendo que ella es la mala.
Justo como en ese momento están haciendo los jinetes de Berk.
Los tiene a todos delante, días después de todo el incidente en el Gran Salón con Snotlout, a unas cuantas horas de que el matrimonio partiera para siempre. Los tiene a todos ellos delante pues han aprovechado que Hiccup está muy ocupado con sus padres, han aprovechado que las cosas se empeorarían si no les dejara pasar.
Ahora se siente como una idiota por haberse esforzado tanto por agradarles.
–¡Vas a llevarte a nuestro Hiccup! –grita el vikingo que, cree, se llama Tuffnut, señalándola acusatoriamente con un dedo mugroso y lleno de cicatrices–. Le has convencido de casarse contigo, de traerte hasta aquí, convertirte en nuestra nueva jefa y ahora lo has convencido de abandonar Berk.
–¿Cuándo vas a estar satisfecha? –pregunta la gemela de Tuffnut, quien, Elsa podría estar casi segura, se llama Ruffnut.
Maldice a los vikingos y a sus nombres tan complicados.
–Ajá, lo que digáis ¿serías tan amable de pasarme eso? –es todo lo que dice mientras señala un cumulo de papeles de la mesa de noche que está al lado de aquel hombretón rubio y de ancho cuerpo, quien, por los nervios, accede sin tan si quiera pensarlo–. Gracias.
–¡Fishlegs! –le regaña Snotlout.
Elsa quiere reírse de su comportamiento, pero no le parece el mejor momento.
Astrid entonces detiene las acciones de la reina emérita, colocando sus manos sobre la bolsa de cuero donde guardaba las cosas para su viaje.
–No te vas a llevar a Hiccup –es todo lo que dice, con los ojos desbordantes de ira y, evidentemente, celos.
Elsa gira los ojos y suspira.
–Hiccup ha accedido a irse, no le estoy obligando a nada.
–¡Claro que ha accedido! –ruge Ruffnut–. Lo tienes hechizado, bruja.
Ahí va de nuevo esa palabrita. Ya se está hartando. En Arendelle al menos tenía algo de dignidad, ella era La bruja, La reina de las nieves. Aquí era solo una bruja más que, si les daba la oportunidad, tarde o temprano quemarían en una hoguera.
–Es sorpréndete todo lo que estáis haciendo solo por el capricho de una –masculla Elsa, intentando quitar las manos de Astrid de la bolsa de cuero, logrando no mucho realmente, tentándola incluso a usar su magia.
Los jinetes se quedan inmóviles en ese preciso momento, completamente sorprendidos.
Es Astrid quien, con la voz cargada de rabia, algo de sorpresa y mucha indignación, logra hablar. –¿A qué te refieres con eso?
Elsa la mira con una ceja alzada y una mirada desinteresada.
–¿Me crees tan tonta? ¿En serio? –pregunta seca y amargamente Elsa, retando a Astrid una mirada tan fría como el hielo que se iba extendiendo en las esquinas de la casa, producidas por el enojo del quinto espíritu de la naturaleza–. ¿Tú te crees que no me he dado cuenta, vikinga?
Astrid suelta la bolsa, da unos pasos atrás, justo los que avanza Elsa.
–¿Crees que eres sutil? ¿Qué no me daría cuenta? ¿Te parezco ciega?
–No... no sé... no sé de qué hablas.
Es la primera vez, en todo el tiempo que ha estado viviendo en esa isla, que ve a esa vikinga titubear o verse nerviosa... En cierto punto le gusta finalmente tener ese efecto en ella. Es lo que se merecen ambas, Astrid necesita afrontar las consecuencias de sus actos, Elsa se merece un poco más de respeto, aunque este involucre el miedo.
–¿Quién no se daría cuenta, maldita sea? –pregunta amargamente y con una sonrisa cruel, dando más pasos, obligándola a retroceder más, con el resto de jinetes mudos y observando atemorizados–. Estás enamorada de mi marido, quieres a mi marido.
El hielo está creciendo aún más, pero a Elsa no le importa.
–He visto como le miras, he notado como actúas a su alrededor, he escuchado tus estúpidos comentarios...
–Yo no...
Elsa se para firmemente frente a Astrid, quien ni siquiera sabe cómo acabar su frase.
–¿Sabes qué, Astrid Hofferson? –finalmente logra controlarse un poco, disminuir el tamaño del hielo que parecía querer extenderse por toda la habitación–. Si tú en todos estos años no has podido conquistar a Hiccup, tal vez la culpa no sea mía ni de mis supuestas artimañas ni brujerías, tal vez la culpa sea tuya, de tu personalidad, de la manera en la que tratas a la gente, o tal vez de algo tan simple como tu apariencia, ¿quién sabe? ¿qué sabré yo?
Astrid parece recobrar el conocimiento de dónde está y qué está pasando en ese preciso momento. Toma aire, aprieta los puños y reta a Elsa con la mirada.
–Tú... no tienes ni la menor idea de quién es Hiccup –Elsa se aguanta una carcajada y gira los ojos–. No sabes nada de él, no le conoces como ninguno de nosotros lo hace. Tú... tú solo llegaste de la nada, haciendo, Thor sabe qué, con él, jugando con su mente incluso... No sé quién eres, ni se qué eres capaz, solo sé que no eres de confianza, sé que no eres buena para él, no si has logrado hacer que Hiccup deja atrás todos sus principios, todos sus valores, todo lo que lo hace Hiccup.
Elsa la mira en silencio por unos segundos, analizándola por completo, intentando leer cada una de sus expresiones y movimientos. Luego, completamente segura de que la vikinga no intentaría nada para hacerle daño, le da la espalda y regresa a su labor de empaquetar todo lo necesario para el viaje.
–Puedes pensar todo lo que quieras, Astrid Hofferson –dice, colocando las últimas cosas–. Puedes pensar que soy una bruja, que soy cruel, una mentirosa y que no tengo alma, que Hiccup siempre ha estado enamorado de ti pero que yo lo he hechizado, puedes pensar que la villana de tu trágica historia de amor soy yo. Puedes pasarte la vida creyendo que Hiccup estará ahí para ti, esperando al día que decidas liberarlo de tan terrible conjuro. Puedes, incluso, si te da la gana, intentar perseguirnos por el resto de tu vida, intentar separarnos de cualquier forma posible, pero ¿sabes qué? –la vuelve a retar con la mirada, ahora con la seguridad de que ganaría sin importar qué–. Al final de este cuento, la bruja se está llevando al amor de tu vida, lo más lejos posible. Al final de este cuento es la bruja la que está embarazada con el futuro vástago del amor de tu vida. Al final, es la villana de quien el amor de tu vida está enamorado. Al final, es la villana la mujer que lleva el anillo, y tú, pobre vikinga ridícula, no puedes hacer nada al respecto. Tú has perdido, yo no.
Elsa ata la bolsa, se va dándole un empujón en el hombro a Astrid y, antes de pasar por la puerta principal, dice lo siguiente.
–Hiccup es lo mejor que me ha pasado en toda la vida –confiesa, sin mirar a ninguno de los vikingos, aguantándose la melancolía y el dolor pasado–. No pienso permitir que me lo arrebatéis.
¡Hey! Finalmente llegó la segunda parte de este one-shot, me ha costado bastante hacerlo, la verdad, aunque, siendo honestos me gusto muchísimo el resultado final.
Habían algunas cosillas que me hubiese gustado añadir, pero que al final las he descartado, todo esto viene de la idea principal de un AU donde Elsa e Hiccup se van a casar y Estoico no está muy convencido hasta que ve a Hiccup dedicarle La Danza de los Sueños a Elsa y se conmueve por toda la escena. Me parecía una idea muy tierna y una escena preciosa que terminó convirtiéndose en Elsa aceptando su puesto de villana para los vikingos y llevándose lejos a Hiccup.
Una leve notita. Eso de que el lenguaje afectivo de Elsa sea el tacto es una teoría que me encontré por Twitter y, bueno, me gustó tanto que quise introducirlo muy claramente en este one-shot. Segundo, creo que ya todo el mundo ha hablado de la posibilidad de que Elsa se crea incapaz de ser amada –yo misma lo mencioné en otro one-shot–, pero ¿qué puedo decir? Es un tema que siempre es divertido de tocar. Tercero, no sé si lo lleve a cabo correctamente, pero quería mostrar una Elsa egoísta, la pobre lleva toda su vida poniendo a los demás sobre ella, quería que, por una vez, ella eligiera hacer las cosas a su manera sin realmente tener remordimientos.
Y buah, adoro la idea de Hiccup siendo un simp dispuesto a hacer cualquier cosa por estar al lado de Elsa... cosa que creo que he dejado bastante en claro en Huyendo del destino, pero no pasa nada por remarcar la idea.
