¿Por qué él?


Genderbend Au! Female!Hiccup x Male!Elsa.

Estoico el Vasto se lamenta el empeoramiento de los gustos de su hija, se termina llevando una sorpresa.


Por pura angustia, estrés e impotencia, el gran e imponente Estoico el Vasto, se ve obligado a ocultar tras su espesa barba y sus carcomidos labios un quejido lastimero, su mujer, conociéndole como ninguna otra persona, se limita a sonreírle con sorna y a darle unas cuantas palmaditas en uno de sus anchos y musculosos brazos mientras niega con la cabeza disimuladamente y se aguanta las carcajadas. Claro, para ella era todo tan sencillo, ella no comprendía cómo él comprendía esa terrible situación... Dioses benditos, la vida era tan injusta para un pobre padre que, hace casi nada, había dejado de ser un "papá luchón".

Criar a Hylla él solo había sido complicado de narices. Explicarle el funcionamiento de su cuerpo, arreglar su cabello, cómo vestir apropiadamente para mantener su honra de hija del jefe pero manteniéndose cómoda para la batalla, cómo lidiar con la tortura mensual llamada menstruación, cómo comportarse correctamente siendo la hija del jefe, cómo hacerse respetar entre un mundo lleno de hombres musculosos y peligrosos... tantas, tantas cosas tuvo que improvisar por la marcha, entorpecido por la ausencia de mujeres jóvenes en su familia y por la vergüenza de buscar consejo en otras familias, tantas cosas que había logrado a pesar de las adversidades... todo, absolutamente todo, destrozado por un puñetero viaje clandestino.

Le había dicho que dejara en paz a los cristianos, que tenía ocupaciones en Berk, que no podía sencillamente salir volando al día de haber terminado abruptamente con su compromiso con Aster Hofferson, pero, obviamente, Valka tenía que apoyar la decisión de su hija y esta, obviamente, tenía que terminar llegando a los terrenos de Arendelle, para enamorarse y enamorar al hombre menos hombre que había conocido en toda su vida.

Ezra de Arendelle, el Rey de las Nieves, o el Rey de los Amanerados, como Estoico prefería apodarle, por muchos disgustos y regaños que se lleve de su hija por esas bromas de mal gusto, era el nuevo pretendiente de su hija. Un hombre manso, sumiso y que, si fuera por él, se pasaría día y noche de rodillas frente a Hylla.

Vale, era cierto que el hermano menor del rey de Arendelle era incluso más infantil y femenino que Ezra, pero también era cierto que el más joven, a diferencia del rey, tenía siempre era sonrisilla picara que le daba a entender a su esposa, y todos los que estuvieran en la misma sala, que pensaba constantemente en meterse en sus faldas de las maneras más creativas y en los momentos menos adecuados. Anne de Arendelle desbordaba de esa lujuria y necesidad de sexo masculina que cualquier vikingo aprobaba y reconocía, desbordaba tanta lujuria que incluso Estoico agradecía que su hija hubiera preferido al manso y virginal rey de Arendelle, ser consciente de que tu hija es tomada en cualquier momento posible por su pareja no es un pensamiento muy agradable.

Pero, igualmente, estaba preocupado por la falta de experiencia de Ezra de Arendelle. No quería que, por las carencias de su esposo en los temas conyugales, su hija se terminara divorciando rápidamente del hombre por el que tanto luchó para casarse, sería muy deprimente... aunque, es cierto, que podría ayudar a que ella volviera a los brazos de Aster Hofferson, donde Estoico creía firmemente que pertenecía.

Lo único que aliviaba a Estoico, muy poco en verdad, es que jamás había dudado, y seguramente jamás dudaría, del hecho de que aquel femenino hombre adoraba y veneraba como devoto cristiano a la figura de Hylla. Incluso había llegado a enojar a la Iglesia de su ciudad, los miembros eclesiásticos rápidamente le acusaron de adorar ídolos y figuras, y de herejía. No los culpaba, en verdad, el muchacho exageraba y llevaba hasta el final a sus enormes y constantes muestras de amor.

La colmaba de regalos, le componía canciones, alabanzas, poemas e incluso jodidas odas, mandaba a traer de inmediato todo lo que ella necesitaba y lo que no también, obligaba a casi la mitad de su ejercito a velar por su seguridad en todo momento, se mantenía pegado a ella como una lapa, asentía y sonreía como un cachorrito a cualquier indicación suya, tiraba lejos todo lo que a ella le disgustaba, se aseguraba que toda decisión política que él tomaba tuviera el apoyo o la aprobación de ella, había amenazado con acabar con la alianza de los reinos que no la veían con buenos ojos ¡Maldita sea! ¡Incluso le construyó una estatua de diez metros en la punta de la montaña más alta de su reino! La cual, por vergüenza de Hylla, el rey disolvió casi instantáneamente.

Estoico tenía que admitirlo, puede que ese rey paliducho, larguirucho y delgaducho no fuera santo de su devoción, pero, joder, le dejaba sin palabras la manera en la que veneraba a su hija como un autentica diosa.

Cuando, un día común y corriente, luego de colmarla de regalos, cumplidos y caricias sin realmente algún motivo exacto, Estoico se acercó a Ezra para preguntarle cómo era posible que fuera tan detallista y exagerado con sus muestras de amor, el muchacho de azules ojos y cabello blanco solo sonrió confundido y ladeó la cabeza mientras preguntaba.

–¿Acaso no somos así todos los hombres enamorados? ¿No amamos con tanta fuerza todos nosotros?

Honestamente, una patada en los huevos y un escupitajo en la cara hubieran sido menos humillantes y desvergonzados. ¿Insinuaba, acaso, ese intento de hombre que cualquiera que no fuera así de empalagoso y exagerado con su amada no estaba realmente enamorado? Estoico nunca cosas así ¡pero él adoraba a Valka más que a su propia vida! ¡la había amado durante años, sin arrepentimiento alguno! Y a pesar de que así decía en la canción que entonaban juntos en sus aniversarios, él no iba por ahí cantándole chorradas romanticonas.

–Después de todo –había continuado, para disgusto de Estoico–, nosotros, los hombres enamorados, hacemos locura tras locura por nuestras amadas, solo que en diferentes maneras. Yo me desvivo por contentar de toda manera posible a Hylla, usted nunca dejó de amar y buscar a su señora. Locuras, señor Haddock, puras locuras. Usted es un enamorado estoico, lo digo sin intención de hacer una mala gracia –aseguró rápidamente al ver el rostro de su suegro–, yo, su humilde orador, soy un patético defensor del amor cortés. Vuestra hija, y discúlpeme si con esta confesión descarada le ofendo, es el ángel más bello que he conocido, la figura glorificada que trajo un luz inesperada a mi triste vida. Es el candor de un hogar del que siempre fui nostálgico, la promesa de una vida completa, el trozo de alma que me faltó toda la vida. Me disculpo y siempre me disculparé por el desgraciado muchacho Hofferson, pero que feliz me hace el hecho de que ella le dejara, porque, sin ella y sin su amor, sabría Dios de que tipo de miseria me acompañaría como amante toda la vida. Ya lo siento por él sí, porque alguna vez fueron suyas y solo suyas la felicidad y la dama que ahora son mías, solo mías. Ya lo siento por él sí, por haber perdido aquello que ahora yo gozo.

Y terminando con su porquería empalagosa y difícil de comprender, el pequeño cabrón se fue con una sonrisa hacia donde su prometida se encontraba. Y, muerto de furia, Estoico tuvo que ver de reojo como aquel cristiano besaba los labios de su hija como quien saborea la comida y bebida de los mismos dioses.

¿Por qué él? Se preguntaba cuando los veía besarse o abrazarse.

¿Por qué él? Se preguntaba cada vez que veía cómo Hylla lo arrastraba hacia algún rincón o habitación vacía.

¿Por qué él? Se preguntaba cuando tenía que despertar con algún estúpido canto del imbécil ese.

¿Por qué él? Se preguntaba cada vez que lo veía con esa ropa apretada y poco masculina.

¿Por qué él? Se preguntaba cuando lo veía rehuir de las armas o cualquier cosa bélica.

¿Por qué él? Se preguntaba cada vez que notaba a Aster mirándolos deprimido.

¿Por qué él? Se preguntaba cuando su hija miraba idiotizada el anillo de compromiso que él le había entregado.

¿Por qué él? Se preguntó hasta que comprendió. Hasta el incidente.

–¡Aquella furcia que veis allí! –clamó un miembro de la Iglesia en el centro de la ciudad una mañana común y corriente, apuntando acusatoriamente a Hylla, quien caminaba tranquilamente en dirección al castillo, enfureciendo a todos los vikingos que la rodeaban–. ¡Aquella mujerzuela que se paseaba por nuestras sagradas tierras como si fueran suyas! ¡A ella culpadla por todas las tragedias de nuestro noble reino! ¡De todas las tragedias pasadas, presentes y futuras! ¡Porque el Dios que hemos de temer conocía la aberración que el monstruo que tenemos como rey traería a esta sagrada tierra y por haber permitido que nos gobierne nos quiere castigar! ¡Esa asquerosa que veis allí! ¡Esa puta pagana que allí veis! ¡A ella! ¡A ella y solo a ella culpadla!

Estoico, Snotlout y Aster habían sacado sus armas para darle su merecido a esa asqueroso viejo que despotricaba en contra de su jefa, pero, por mucho que quisieron avanzar, no pudieron evitar detenerse ante la vista de un cielo repentinamente ennegrecido, tampoco pudieron moverse cuando sintieron las sacudidas que las ráfagas de aire congelado creaban en círculos violentos y sádicos. La gente, entre gritos y lamentos tomaron sus cosas –desde las compras de ese día hasta los niños que le acompañaban– y salieron corriendo lejos del sacerdote, quien, antes de que pudiera siquiera pensar en escapar, fue congelado hasta la cintura por un hielo asesino.

Ezra avanzaba con una rostro calmado pero manchado por la ira absoluta, avanzaba calmadamente, pero con paso firme, con las manos temblando, el liso cabello girando al ritmo de la ventisca y con los ojos brillando en un azul celeste mortífero. Hylla intentó avanzar hacia él, pero, a pesar de que se suavizaba ante ella, la ventisca no le dejó continuar por mucho.

El rey de Arendelle llegó hasta donde el hielo había obligado al sacerdote a arrodillarse, el hombre religioso lloraba como un crío y manchaba con orina el hielo que le apretaba las piernas. Ezra cogió el cuello del desgraciado con un firme agarre, descendió un poco el rostro y gruñó como una bestia inhumana.

Discúlpate–ordenó clavando sus uñas en la grasienta piel de su súbdito.

–Discúlpeme –rogaba el hombre entre terribles lagrimones–, por favor, oh su gran majestad, oh rey elegido por Cristo Glorioso mismo, perdone las palabras de este, su estúpido sirviente fiel.

El hielo avanzó hasta el inicio del cuello del hombre, quien gritó mientras sentía que púas de hielo pequeñas se le incrustaban en todo el cuerpo.

–No, pedazo de animal –gruñó Ezra–, discúlpate con ella –espetó contra el rostro del religioso mientras le giraba la cabeza para que observara a Hylla, quien observó preocupada y aterrorizada como el hombre, de momento a otro, parecía incapaz de soltar unas falsas disculpas, observó como el hombre la analizaba con furia, como la criticaba y la seguía insultando de las peores maneras en sus adentros–. Te estoy esperando, cabrón de mierda.

Antes de que el hombre terminara de decir que se negaba a pedirle disculpas a una pagana. Ezra le clavó los dedos en los ojos y, desde dentro, lo congeló y le incrustó púas de hielo por cada centímetro del cuerpo. Aquel pobre desgraciado terminó siendo ninguna otra cosa que no fuera un trozo de hielo relleno de carne picada, sangre desparramada, huesos rotos y lágrimas de dolor caídas.

Fue espantoso para todos los vikingos que Ezra ni siquiera temblaba, ni siquiera respiraba con dificultad, ni sudaba frío. Solo observaba como muerto en vida al desastre carnicero que había hecho, se limitó a tomar del suelo un pañuelo olvidado para limpiarse rápidamente la poca sangre con la que se había manchado. La ventisca terminó y, avergonzados, los tres vikingos que habían estado dispuesto a atacar, tuvieron que admitir para sus adentros que nunca podrían hacer nada en contra de aquel amanerado rey si alguna vez se ponía en su contra.

Fue aún más espantoso cuando Ezra volteó a ver a la espantada Hylla.

–Oh, mi dulce amor, lo lamento tanto –se disculpó con una melosa voz mientras se acercaba a acariciarle el rostro–, cuanto lamento que hayas tenido que escuchar tales atrocidades en contra de tu persona. No entiendo cómo nadie podría ser capaz de ofenderte de una manera tan... tan terrible. Te aseguro, mi dulce amor, que nunca más ocurriría nada remotamente similar a lo de hoy. Me encargaré yo mismo, personalmente.

El beso que él colocó en la cabeza de una anonadada Hylla fue incluso más aterrador que todo lo anterior.

Perdiendo la cabeza por completo, mientras Hylla simplemente se dejaba ser entre los fríos brazos de su futuro esposo, Estoico no pudo hacer más que reír a mandíbula tendida para susto de todo el mundo.

¿Qué cojones? ¿Quién era él para decirle a su hija que no podía casarse con un hombre capaz de dedicarle las más cursis alabanzas en las mañanas y cometer los más asquerosos crímenes por las tardes por ella? Si ella así lo quería, si así realmente lo deseaba, ¿qué podría hacer Estoico? ¿Enfrentarse a esa bestia? ¡Ni de coña! Ya lo sentía mucho por su hija, pero un vikingo reconocía a una dios asesino y destructor cuando lo veía, un vikingo sabía cuando pelear era más de idiota que de valiente.

Además, tenía que admitirlo, tenía curiosidad , si la cosa era poemas por las mañanas, asesinatos por la tarde, ¿qué coño pasaría por la noche?

Tal vez, Odín no lo quisiera así, los hermanos Arendelle compartieran esa lujuria exagerada que los llevaba a hacer las cosas más extraordinarias en la cama, solo que Ezra sabía disimularlo mejor.


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¡Juro por Dios que esto iba a ser un one-shot bonito de Ezra cantándole cursilerías a Hylla! Incluso iba a meter algún poema de amor cortés (os lo explico en el siguiente capítulo si tenéis mucha curiosidad) o hacer una mención evidente a la canción Did I mention? de Descendientes (es que siento que pega mucho con HiccElsa genderbend), pero al final me acorde de lo ocurrido en los Óscar con Will Smith y mis ganas de escribir algo basado en ello, después llego la sangre, el asesinato... y, bueno, se me fue un poco la pinza.

Por cierto, si Hiccup es un simp por Elsa... Ezra es un devoto creyente de Hylla en toda manera posible.

Me gusto mucho el contraste entre la narración enfocada en Estoico con las veces que Ezra abre la boca para soltar alguna perlita romanticona.

Por cierto, ya que estamos, quería agradecer a Laidyx por todos sus comentarios en los últimos capítulos. Hacia tiempo que quería hacer algo de Dramione y tus comentarios me dieron la excusa perfecta para hacerlo xD. Me alegra tanto que disfrutes tanto con la lectura, y que el último capítulo te gustara tanto –tenía muchísimo miedo de que ese crossover y Au se vieran muy extraños y demasiado random– espero poder seguir viendo tus comentarios, me alegran bastante.

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Cambiando de tema, he estado pensando en hacer uno que otro one-shot lemmon/smut/+18 (como le llaméis), ¿qué os parece la idea?