Multiverso.
Múltiple Au!: Algo raro que se me ocurrió luego de releer algunos de los comentarios de esta historia.
Tadashi, con los párpados pesados, los ojos rodeados de ojeras y el café en sus venas haciéndole temblar las manos, enciende la cámara de su robot Baymax y, mientras Hiccup intenta no morir del cansancio en su mesa llena de papeles, el muchacho asiático comienza a hablar a la vez que se pasa una mano por toda la cara.
–De acuerdo, día 9127 –murmura a penas con energías–. Estamos a... ¿a qué estamos?
Hiccup levanta su teléfono para ver la hora y el día, cierra los ojos irritados por el brillo del aparato y gruñe luego de volver a dejarlo boca abajo.
–29 de Agosto, son las 4:12 de la mañana.
–Entonces es el día 9128.
–Bingo, Hamada, bingo.
Tadashi gruñe mientras se estira todo lo que puede. Vuelve a mirar a la cámara de su robot enfermero y dice con un tono autómata. –Día 9128. 29 de agosto de 2056, son las 4:12 a. m. Y nosotros necesitamos dormir por tres semanas.
–Que sean cuatro –ruega Hiccup alzando todo lo que puede una de sus manos, Tadashi asiente.
–Mejor que sean cinco.
–Quiero irme a casa.
–Lo sé, así que... vamos con la prueba número 36512, reintento número 13 del aparato número 312. Es decir, último intento del prototipo "Loki", ¿es cierto? –Hiccup asiente–. ¿Me recuerdas por qué nombramos a todos los prototipos como dioses nórdicos?
–Porque soy pagano y estuvimos de acuerdo con que yo pusiera los nombres.
–Loki queda fatal, amigo mío. ¿Y qué si este es el bueno? ¿Se le quedará ese nombre?
–¡Es un buen nombre! –se defendió mientras se enderezaba como podía–. Imagínate esto: "El aparato que desafío las leyes espacio-temporales, el aparato que nos dejará jugar con el universo: Loki" No me digas que no suena genial.
Tadashi bufa pesadamente mientras avanza con una mueca en la cara hacia lo que sería "la puerta" de la máquina. Un enorme circulo que ocupaba casi toda la sala, hecho de cristal y hierro, con miles de cables saliendo por todas partes, conectado a una pantalla brillante que habían tenido que reconstruir miles de veces. Era simple, ligero y sin gracia alguna, solo un prototipo, luego se encargarían que se vieran tentador para esas grandes empresas que se rieron por la idea tan ilógica que los dos proponían.
Tadashi cierra los ojos y toma todo el aire que puede.
–Comencemos –dice volteándose, Hiccup, ya detrás del monitor, asiente con firmeza.
Pero hace algo diferente, algo que nunca antes había hecho, Tadashi alza una ceja.
–Venga, nene –murmura Hiccup contra la máquina, dando luego un beso contra la parte no táctil–. Yo confío ti, así que funciona.
–¿Es en serio?
–Cállate –gruñe mientras enciende la máquina.
Algo ha cambiado, lo saben en cuanto todo empieza a moverse al ritmo perfecto. La emoción comienza, algo está pasando, algo no destructivo está pasando.
La piel se le eriza, la cabellera de ambos se levanta en puntas firmes, levemente inclinadas hacia la máquina, Tadashi se ve como siempre, la imagen de Hiccup es la que se vuelve más ridícula. Hiccup toma brusca y rápidamente los papeles que empiezan a levitar tranquilamente hacia el pequeño torbellino absorbente que se está creando en el centro del círculo de la máquina. Tadashi nuevamente observa al Loki y abre la boca al notar las nubes que se forman en los bordes, los tonos negros, dorados y rojas que danzan en el medio, y la brillante luz blanca que emana del mismísimo centro. Las luces vacilan entre la máxima luz y la oscuridad total, se escucha el rugido violento de una tormenta que se acerca, a pesar de que que afuera el cielo está despejado. Voces bellísimas se escuchan por todos lados, cantos de sirena tan magníficos que dejaron a los dos científicos con las piernas temblando y a punto de doblarse para caer en rodillas frente a la gloria que estaba aconteciendo en ese preciso momento. Estaba ocurriendo, maldita sea, estaba ocurriendo lo que tanto querían.
Una mano entonces aparece de la mano, extendida, con anillos decorándola, una mano larga y delgada, de tonos algo oliváceos, la muñeca cubierta por lo que parecía ser una camisa blanca y un chaleco negro.
La mano se convierte en un brazo cubierto por un elegante traje negro, el brazo se convierte en una cabeza oculta tras los colores de la máquina, la cabeza, mientras más avanza, se convierte en un torso. Se va formando para impresión y adoración de los científicos en un hombre de gran estatura, elegante aunque anticuado traje y de poca musculatura.
La máquina se apaga de inmediato, el hombre ya ha cruzado por completo, está apoyándose en una de las sillas con ruedas que rodó hasta allí por culpa de la potencia de la máquina, respirando pesadamente, sin mostrar en lo absoluto su rostro desconocido.
Temblando de la emoción, Hiccup y Tadashi comienzan a acercarse.
–Ah... ¿hola? –es todo lo que logra balbucear Tadashi.
El desconocido de otra realidad entonces se enderezó de golpe, mostrando un rostro algo alargado, lleno de pecas y unos ojos verdes brillantes que eran imitación de otros. Su mano llena de anillos entonces tiró su cabello castaño hacia atrás, logrando que se acomodase en un peinado algo elegante. Su rostro mostró una expresión de molestia e incomodidad.
Hiccup abrió la boca al verse a sí mismo pero en versión "niño pijo".
–Que forma más molesta de viajar, caballeros, no os costaba nada hacerlo más cómodo para el visitante –dijo el otro Hiccup, con un fuerte acento noruego, ese tipo de acento que recordaba a la forma en la que Hiccup hablaba cuando recién llegó a Estados Unidos.
Ellos abrían y cerraban la boca sin saber que responder.
El otro Hiccup los observó de arriba a abajo, los analizó con frialdad y de la misma manera sonrío antes de decir.
–Oh, ¿esto es inesperado para ustedes? –pregunta ronroneando, disfrutando las palabras analizando todo su alrededor–. ¡Ciencia! –dice luego de ver todos los papeles y materiales–. Muy pocos lo hacen con ciencia, todos logran usar la magia antes, es más fácil. Felicidades, caballeros, lo habéis hecho muy bien a pesar de no seguir las órdenes naturales.
–¿Órdenes... órdenes naturales? –repite Hiccup, su contraparte se limita a sonreírle con suficiencia para luego asentir–. ¿Magia? ¿La magia es real?
–¡Pues claro, hermano vertiente!
–¿Hermano vertiente? –el otro alza una ceja, como burlándose–, ¿lo dices porque somos versiones diferentes de la misma persona?
–Vaya, tan tonto no eres.
–Pero serás... ¿por qué soy tan capullo?
El otro Hiccup se hunde en hombros con total elegancia. –Los habemos peores, Hiccup, los habemos peores.
–¿Qué tan peores?
–Peores tipo genocidas, amigo mío.
Los científicos tiemblan.
–Genial, hay versiones de mí por ahí jugando a ser Hitler, que guay –bromeó con amargura. Tadashi le dio un golpe y su contraparte volvió a alzar una ceja.
–Hitler... –murmuró y procedió a repetirlo varias veces mientras paseaba por la habitación, jugueteando con sus dedos–. Hitler... Hitler... ¿Adolf Hitler?
Los científicos se miraron entre ellos, para luego volver a mirar a la versión elegante y petulante de Hiccup y asentir.
–¿El asesino de judíos de la segunda guerra mundial?
Ellos vuelven a asentir, algo incómodos.
–Oh, de acuerdo, sí, algunas de nuestras versiones me han hablado de él.
De pronto, para espanto de los hombres de ciencia, el otro Hiccup giró la muñeca a la par que murmuraba algo en latín y un grueso cuaderno enorme apareció de la nada, flotando y con una pluma constantemente entintada acompañándolo.
–Yo diría que alguno de los nuestros han llegado a puntos... más oscuros –dice mientras que mueve sus dedos, haciendo que las páginas pasaran en una velocidad vertiginosa sin tan siquiera tocarlas, hasta llegar a una en blanco–. Uno de nosotros, por ejemplo, asesinó y destruyó todo lo relacionado con la religión católica. Absolutamente todo –dice simulando una explosión con sus manos–, como si nunca hubiera pasado. Por cierto, voy a tener que documentar todo lo que hablemos y me contéis de este universo.
Tadashi e Hiccup tragan con dificultad, Tadashi señala a Baymax.
–Sí... nosotros también lo haremos.
–¡Ideal!
–¿Por qué lo hizo? –pregunta Hiccup mientras toma una silla y se sienta mirando a su otra versión con absoluto interés. Él, nuevamente, lo observa con superioridad.
Se hunde en hombros. –Nosotros, los Hiccup Haddock o Abadejo, como me hice llamarme yo al mudarme a España, amamos como putos demonios. Nos obsesionamos, adoramos como herejes y enloquecemos cuando lastiman lo que queremos... siempre y cuando se trate de nuestra alma gemela, por supuesto. Cuando se trata de nuestro copo de nieve –dice, levantando su brazo derecho y arremangado la ropa de esa parte con la otra mano para luego mostrárselo a su otra versión. Unas líneas cruzan entre ellas, negras como la noche más tenebrosa, reconoce el copo de nieve pero no lo otro–, cuando se trata de ella somos capaces de lo más horrible, hermano mío, somos muy violentos.
Se acomoda la ropa y continúa.
–En aquel mundo, los cristianos, acusando de brujería a nuestro copo de nieve, asesinaron y torturaron a nuestra mujer, a la mujer, para ser más específicos, de ese Hiccup. Somos un poco brutos en ese universo, por lo que nuestro hermano se dejó llevar por la más absoluta rabia y decidió que, si los cristianos creían que su mujer no se merecía la vida, ninguno de ellos ni sus ideologías lo merecía.
Aquello, el Hiccup más elegante, decidió concluirlo con una radiante sonrisa que dejaba muy en claro que aprobaba por completo la acciones de su otra versión.
Ignorando su desenfrenado corazón, omitiendo esa vocecilla de su cabeza que le decía que, en la misma posición, él seguramente hubiera hecho algo similar, el Hiccup de aquel universo intentó llevar la conversación a otro punto.
–¿Quién es "nuestro copo de nieve"?
–Tiene varios apellidos, dependiendo de su alrededor, pero, en la mayoría de universos, se llama Elsa.
La sonrisa llena de emoción y alivio del Hiccup de aquella dimensión le dijo a su contrario que era la respuesta que quería escuchar. El hombre de ropaje antiguo sonrío satisfecho, con algo de sorna.
–Vaya, así que no solo has conseguido el viaje entre realidades con ciencia, sino también que tienes a tu copo de nieve, a tu alma gemela. Maravilloso, hermano.
–Y bueno, ¿qué puedes contarnos del multiverso? –pregunta Tadashi emocionado, luego de verificar que la cámara seguía funcionando–. Estamos más que interesados en conocer todo lo posible.
Las miradas de ambos científicos, sin poder evitarlo, viajaron al grueso libro en el que se seguía escribiendo por cuenta propia. El otro Hiccup sonríe.
–Veréis, amigos míos, para comprender el multiverso hay que verlo como dos ríos que no se tocan bajo ninguna circunstancia más que el absoluto caos –vuelve a mover la mano, esta vez hace que el pizarrón blanco se acerque hacia ellos, los plumones se mueven y comienzan a dibujar dos líneas de colores diferentes–. En mi universo y aquellos en los que hemos influenciado, estos dos ríos se llaman Vita y Mortem. Digamos que hay dos ríos por individuos, uno en el que es real y otro en el que no lo es.
–¿No puede existir la opción de que individuo no exista? ¿Qué pasa con las muertes prematuras? –comienza a preguntar apresurado Tadashi.
–Calma, muchacho –lo corta el otro Hiccup–. El río Vita se acaba con la muerte del individuo, si el individuo muere pero el río continúa eso quiere decir que es el río de otra persona –los científicos fruncen el ceño con confusión–. Es más fácil con ejemplos. Digamos el Quijote, ¿de acuerdo? Este es uno de los universos Mortem del Quijote, o eso creo, pues el río Mortem significa que los sucesos y el individuo son parte de la ficción de individuos reales. Los sucesos son idénticos entre los dos ríos, la diferencia es si pasaron en verdad o no.
–¿Eso quiere decir que hay un mundo donde nosotros solo somos... ficción? –pregunta Hiccup.
–Exacto.
–¿Quién querría consumir ficción sobre nosotros y nuestra vida? –cuestionó Tadashi burlón–. Quiero decir, de acuerdo, acabamos de descubrir los viajes entre universos alternos, pero, hasta ahora, éramos comunes.
–No, no, no –ríe el otro Hiccup–. No hay ficción de ti, eres una ramificación sobrina.
–¿Ramificación sobrina?
–Ahora voy para allá –nuevamente, los plumones se mueven, sacando líneas y líneas del río Vita–. El río Vita es el único variable, el único que permite el viaje interdimensional. No puedes viajar a tu río Mortem, te transformarías de inmediato en un objeto inanimado. Las variables del río Vita que no cambian el entorno del individuo, que a penas varían unas pocas decisiones son ramificaciones hijas, las ramificaciones sobrinas son aquellas que alteran casi todo, aquellas que hacen demasiadas preguntas. Miradlo de esta manera, hay una gran diferencia preguntarse que pasaría si el Quijote se hubiera puesto una ropa diferente a preguntarse que pasaría si fuera... yo que sé, camarada de Hitler, ¿lo comprendéis?
–¿Hacía falta volver a meter a Hitler?
El otro Hiccup se hunde en hombros. –Fue la primera opción que se me ocurrió.
–¿Y cuál es nuestro río Vita? –cuestiona Hiccup, aún incómodo por verse a sí mismo.
–Si mal no recuerdo, nuestro río Vita es sobre un vikingo hijo del jefe de una tribu mata dragones.
–¿Dragones?
–Oh, eso no es todo. Susodicho hijo, nosotros, en contra de todo lo esperado, se amista con un dragón. Establece la paz entre dragones y vikingos, entra en guerras contra cazadores de dragones, se casa con la chica equivocada, su padre muere, recupera a su madre que creía muerta y termina decidiendo que, para mantener a salvo a los dragones, deberían vivir separados. Tiene dos hijos, vive feliz como jefe de su isla, ignora durante años la sensación de que le falta algo, creyendo firmemente que era solo añoranza por su amigo alado y muere sin conocer a su copo de nieve, sin su alma gemela.
–¿Cómo se establecen las almas gemelas? ¿Cómo saber si la has encontrado? –pregunta mientras se remueve incómodo ante la idea de no estar junto a Elsa.
–Realmente encontrar a tu alma gemela es una hazaña, en muy pocos ríos Vita los individuos encuentran a su alma gemela. Las almas gemelas se establecen según estos mismos ríos Vita, por lo que muchas vertientes hijas nacen con la pregunta ¿y si hubiera conseguido encontrar a su alma gemela? Hay algunos universos que he llegado a conocer donde la gente hace una diferencia entre las vertientes donde están junto a sus almas gemelas o es posible y en las que no es posible. Creo que sus nombres eran Solitudo y Amare.
–Seguimos con los nombres en latín, un poco básico –murmura el Hiccup de esa realidad.
El otro Hiccup ríe. –Eso parece, sí. ¿Alguna otra pregunta?
–¿Es posible que haya una vertiente en la que tu alma gemela no sea la establecida en tu vertiente Vita? –pregunta Tadashi, evitando reírse al recordar aquella vez que, entre bromas, le dijeron que si los universos alternos existían, debía de existir un universo en el que no fuera así.
–Tu alma gemela es una constante –responde casi de inmediato el otro Hiccup–, como la magia, existe en todos los universos sin contradicción alguna. Sin embargo, no en todas las vertientes tu alma gemela te hará feliz, hay universos donde las almas gemelas son una idea negativa, donde tu alma gemela, en lugar de ser tu mejor pareja, es la persona que más daño te hará en el mundo, la peor opción.
Hiccup intenta imaginarse un mundo donde Elsa pudiese lastimarlo, donde él pudiese lastimarla. Le sonaba tan bizarra aquella idea, le sonaba ilógica e imposible... pero claro que había tenido en cuenta esa idea, en un mundo de infinitas variantes, uno que otra versión él sería infeliz de una forma u otra al lado de la mujer que a él le parecía indispensable para disfrutar la vida. Suena tan complicado de creer, suena tan imposible que sencillamente quiere quitarse esa imagen de la cabeza.
–Una vez hemos aclarado esa duda, ¿qué más quieren saber, caballeros?
Los científicos se miraron entre ellos, al Hiccup de aquella realidad no se le ocurrió nada, pero había una duda que no dejaba en paz la pobre mente de Tadashi Hamada, por lo que observó fijamente al hombre con el rostro de su mejor amigo y pronunció la siguiente cuestión.
–¿Cómo puedes saber si has encontrado a tu alma gemela? ¿Hay algún tipo de indicador? ¿Alguna forma de saberlo?
Una sonrisa ladina se formó en ese rostro, dio un giro de muñeca rápido, convocando así una bolsa de cuero que reposó inmediatamente en su mano.
–Es un ritual bastante sencillo, Tadashi Hamada –aseguró tendiéndole la bolsita de cuero.
Mérida hizo una mueca al oír como la puerta de su departamento se abría y se cerraba con apenas unos segundos de diferencia. Mira el reloj del horno y este le indica que son las ocho y cuarenta y siete de la mañana, saca su móvil de su bolsillo y este le dice la misma hora y que no tiene ni una sola llamada o mensaje de la persona que está entrando. La muchacha aprieta los labios mientras se encamina hacia la entrada de su hogar.
Esto de que su esposo llegará cuando le diera la gana y no se molestara en avisarle ni una sola vez ya la tenía cansada. Sabía que su trabajo era gran parte importante de su vida, sabía a la perfección que sus investigaciones eran de suma importancia, pero desde que eran adolescentes siempre se sintió desplazada a un segundo puesto de sus estudios y creyó, cuando él así se lo prometió, que las cosas cambiarían cuando estuvieran casados, pero últimamente todo había sido como antes.
Se sentía olvidada.
Cruza los brazos al verlo sonreír en su dirección. No, de eso nada, su preciosa sonrisilla y sus ojitos de niño bueno no la vencerían esta vez.
–Osita –la saluda y avanza hacia ella tan rápido que a penas parece que esté agotado, ni siquiera le da tiempo a Mérida para regañarle por la hora que era. Ella se esperaba un beso en lo labios dado velozmente, pero Tadashi se limitó a apretarla con cariño contra su cuerpo y a dejar dulces besos en su mejilla–. Te amo tanto, osita, te amo.
De acuerdo, su preciosa sonrisilla, sus ojitos de niño bueno y sus dulces besos la estaban venciendo... otra vez.
–Venga, venga, ya está bien –le dice entre risas mientras intenta alejarlo–, necesitas darte una ducha, Hamada, ¿cuántas horas seguidas has estado trabajando? –pregunta lo último preocupada al notar finalmente sus marcadas ojeras–. Venga, amor, date una ducha y duerme un poco, puedo acompañarte si quieres en eso de la ducha –propone con una sonrisa que derrite por completo a Tadashi.
–Osita –la llama con delicadeza, Mérida rueda los ojos por el apodo excesivamente cursi–, Mérida –murmura mientras la aprieta contra su cuerpo–, ha funcionado –susurra, ocultando su rostro en el cuello de ella.
Mérida parpadea una par de veces mientras procesa la información.
Se separa de golpe para mirarlo fijamente a los ojos, asombrada.
–Espera... ¿qué? ¿en serio? –con lágrimas de emoción, Tadashi asiente repetidas veces, Mérida deja escapar un chillido emocionado–. ¡Oh Dios mío! ¡Tadashi eso es genial! –grita mientras se lanza a abrazarlo de vuelta–. Sabía que lo lograrías, lo sabía, lo sabía, lo sabía –repite mil veces para luego tomarle las mejillas y besar sus labios intensamente. Tadashi, lo mejor disimuladamente posible, toma las manos de su esposa para mantenerlas cerca de su vista. Cuando se separan, Mérida no lo nota, pero Tadashi logra ver la marca negra en una de sus muñecas. Es un oso con las fauces abiertas con el símbolo griego de la medicina en medio de sus colmillos... es la misma marca que tiene él en la muñeca.
Se deja llevar por ella a la ducha, se deja llevar con una sonrisa porque ahora sabe que ella, que su osita, su Mérida es su alma gemela.
