Vikingo a la Arendelle.
Evil! Elsa x Hiccup.
Elsa de Arendelle era una mujer malvada... o eso repetían los demás cada vez que su hielo se hacía presente en sus tierras.
La reina de Arendelle era una mujer de familia, una mujer patriota y una mujer con mucha paciencia, no le gustaba que otros reinos vinieran a poner en peligro la tranquilidad de su pueblo, no le gustaba que la gente lastimara de cualquier manera a la gente que quería, y solía dar varias advertencias –en verdad eran amenazas, pero ella no veía la diferencia– antes de atacar aquellos que eran clasificados como molestias para los suyos. Elsa de Arendelle era una reina justa que, desde que accedió al trono, había trabajado duro para que nadie en su pueblo tuviera que pasar por dificultades, se había esmerado porque las relaciones extranjeras fueran positivas y que la economía de su reino prosperara.
La reina de Arendelle era ese tipo de persona que solo era querida por aquellos que la conocían bien. El pueblo, de la clase más alta a la más baja, la adoraba como una deidad, sus más fieles aliados la consideraban una salvadora que acudía en los momentos más oportunos para salvarlos de fuerzas contra las que no podían pelear, la princesa Anna, la única familia que le quedaba, la veía como la mejor hermana mayor, y Kristoff Bjorgman la apreciaba por todos sus esfuerzos por acabar con la hambruna de las clases más bajas.
Todo aquel que conocía bien a Elsa de Arendelle estaba de acuerdo con que, a pesar de que se le iba un poco –solo un poco– la mano con sus enemigos, era una excelente persona.
El hecho de que atemorizaba a los países antagónicos a la felicidad de los suyos con hordas de soldados sanguinarios e indestructibles de hielo y nieve era un detalle... sin importancia.
Un detalle, que, por mala suerte más que otra cosa, Viggo Grimborn no conocía en lo absoluto cuando difundió por todo el territorio que pudo los carteles de busca y captura de Hiccup Haddock. Si tan solo hubiera sido cualquier otro vikingo seguramente la temida reina de las nieves ni siquiera se hubiera enterado. Los problemas de vikingos eran eso: problemas de vikingos ¿Por qué habría de meterse una soberana cristiana? El problema, o más bien, el error de Viggo fue haber puesto precio a la cabeza de alguien que Elsa de Arendelle consideraba muy querido.
El cartel llegó bastante rápido a Arendelle, pues la reina tenía a uno que otro mercader que le traía todas las noticias de las zonas vikingas, por esto de tener que cuidar de su Hiccup.
–¡Su majestad! –había exclamado aquel mercader, ignorando las peticiones de la servidumbre de mantener la calma. Elsa, con un gesto desinteresado, les indicó a los trabajadores del palacio que no hacía falta ser tan rectos con aquel hombre. La reina se preocupó un poco al ver al mercader Emil tan angustiado, pues era un hombre enorme incluso para estándares vikingos, verlo tan alterado significaba que algo malo estaba pasando–. ¡Terribles noticias su majestad! –insiste con su nerviosismo incluso cuando está a unos pasos de ella.
–¿Qué ha ocurrido, Emil? –pregunta mientras se inclina levemente hacia él, viéndole rebuscar por algo en su bolsa enorme de cuero.
Entonces el hombre saca un pergamino de su bolsa y se lo muestra a la reina.
–¡Le han puesto precio a la cabeza del joven Hiccup Haddock, su majestad! –le anuncia apresurado, viendo como la reina se levantaba casi de un brinco.
–¿Precio a su cabeza? –repite incrédula–, ¿por qué se ha hecho tal cosa?
–Ha sido un tal Viggo Grimborn, su majestad, según lo que me han contado este cazador de dragones ha estado en constante enfrentamiento con la gente de Berk y ahora, con este cartel, está mandando a todos los cazarrecompensas detrás del joven...
Emil enmudece en cuanto nota todo el hielo que está creciendo en aquella sala del precioso palacio de Arendelle. Siente el corazón dejando de latir en cuanto ve la tenebrosa expresión en el rostro de su reina.
Está furiosa, y lo peor es que está caminando lentamente hacia él.
Cierra los ojos muerto de miedo, pero los abre en cuanto siente las frías manos de la reina sosteniendo las suyas.
–Querido Emil –le dice con una dulzura que lo confunde–, ¿sabrías indicarme dónde puedo encontrar a Viggo Grimborn?
El mercader se olvida por un momento cómo se hablaba. –Por... por... por supuesto, su majestad, yo mismo la guio.
La reina le dedica una preciosa sonrisa.
–Muchísimas gracias, querido Emil.
Tener una cadena apretando su cuello y las manos amarradas con una cuerda gruesa no era la situación más cómoda que Hiccup podía imaginarse. Y el hecho de que un tío encapuchado lo tirara como si fuera un maldito esclavo no ayudaba en lo absoluto a aminorar su desprecio por la situación.
Se había pasado todo el día yendo de una mano a otra, como un maldito muñeco sin valía alguna. De un barco a otro, de un secuestrador a otro, de un cazarrecompensas a otro... la verdad es que ya estaba bastante cansado y agradecía de que, por lo menos, finalmente estaba a punto de ser entregado a Ryker, lo que significaba no tener que aguantar a más lunáticos detrás de su cabeza y el precio de esta.
Sus amigos había tenido razón, eso de que pagarán su recompensa con todo el oro de su pueblo era definitivamente irónico y cruel.
Hubiera aceptado ser entregado a Ryker, seguramente contra él podría intentar escapar, esperar a que sus amigos vinieran a rescatarlo. Pero cuando el enmascarado pidió su oro –que en verdad era de Berk, todo hay que decirlo– y Ryker solo tiró al suelo una bolsa llena de rocas para luego llamar a sus secuaces lo único que podía pensar Hiccup era:
¿En serio? ¿Otra vez?
El futuro jefe de Berk necesitaba un buen descanso.
–Vaya, vaya –una voz femenina interrumpió el avance que los cazadores de dragones estaban a punto de dar. Hiccup intenta voltearse en su dirección, pero el encapuchado se lo impide con un tirón–, parece que ustedes, caballeros, no podéis poneros de acuerdo.
Los vikingos alzan una ceja hacia la mujer. Hiccup abre los ojos al, finalmente, reconocer a quién le pertenecía esa voz.
Vuelve a insistir en voltear y esta vez logra verla.
Sonríe de oreja a oreja como un tonto en cuanto sus ojos se encuentran.
–¡Elsa! –la llama contentísimo, ignorando la pregunta de por qué estaba ella ahí.
La reina le sonríe con una ternura que contradice su negro vestido de hielo. –Hola, cariño –saluda con ternura mientras los vikingos viajan sus miradas de la extraña mujer al jinete del Furia Nocturna–. Creo que necesitas un poco de ayuda.
–La verdad es que sí, ¿serías tan amable de darme un mano? –pregunta infantilmente mientras ladea la cabeza y le sonríe con cariño a la mujer cristiana, quien parece conmoverse por el tono dulce de Hiccup.
Sin embargo, los cazadores sueltan ruidosas carcajadas.
–Aparta de aquí, mujercita –ladra Ryker–, no querrás que te hagamos daño, ¿verdad que no?
La sonrisa de Elsa cobra unos tonos sádicos.
–¿De qué tanto daño hablamos? –pregunta mientras se acerca con elegancia hacia el cazadora de dragones–, tal vez... ¿la misma cantidad que ha recibido tu hermanito?
Ryker abre los ojos, asustado. –¿De qué...?
–Tengo que admitirlo, era bastante fuerte –dice arrastrando las palabras, deleitándose en el terror del enorme hombre–, no gritó en ningún momento ni pidió clemencia, por mucho que sufrió –mientras la mujer hablaba, el suelo bajo ella se congelaba, y el cazador de dragones retrocedía espantado por las figuras de hielo enormes que se están levantado del suelo–. Me pregunto... si tú también serás lo suficientemente fuerte como para no soltar ni un solo ruido lastimero.
El cazador blandió su arma contra la mujer. Antes de ordenar nada, dio el primer ataque en su contra.
En lugar de salir sangre de ningún lado, el arma estalló en miles de pedazos al chocarse con un fino muro de hielo.
–Que pena –murmura Elsa mientras Ryker sigue retrocediendo espantado–, dime, ¿nunca te dijeron que no lastimes a los seres queridos de una bruja?
Es entonces que Ryker se da cuenta que no puede vencer a aquel monstruo acompañado por soldados despiadados hechos de hielo que están tumbando sin esfuerzo alguno a sus secuaces.
–¡Retirada! –brama Ryker para correr lo más lejos posible de aquella terrible mujer, su gente acepta de inmediato sus órdenes.
El hombre encapuchado también intenta escapar, pero un bloque de hielo uniforme se forma en sus piernas. Una púa le obliga a soltar al hijo de Estoico, quien retrocede lejos de él en cuanto puede.
–No, no –dice Elsa en cuanto lo ve intentando escapar–, a ti no te puedo dejar ir –aclara mientras uno de esos soldados de hielo coloca una de sus pies contra el bloque que retiene las piernas del hombre.
Es entonces que Hiccup comprende, que hay un rastro de hielo desde el sitio de aquel sujeto hasta el acantilado.
Quiere pedirle a Elsa que no llegue tan lejos, que no es necesario hacerlo, pero la criatura de hielo es mucho más rápido al empujar al sujeto por el acantilado.
Antes de que Hiccup pudiese siquiera imaginarse como había sido su caída, Elsa estaba desatando sus manos con delicadeza y calma. Los soldados de hielo se fueron y solo quedaron los dos. Cuando finalmente Hiccup tuvo sus manos liberadas.
–¿Estás bien, cielo? –le pregunta Elsa con delicadeza, acunando su rostro y buscando por heridas en alguna parte.
–Sí, tranquila –le dice mientras ella acaricia su cabello–. Estoy bien, Elsa.
Ella le sonríe con ternura. –Que bueno...
Es en ese momento que Elsa le tira de la cadena que rodea su cuello para bajar la cabeza del joven vikingo a su altura.
–¿Se puede saber en que problemas estás metido? –pregunta indignada, provocando que el miedo recorra levemente el cuerpo de Hiccup–. Te dejo de vigilar por un par de meses y mira lo que pasa. Le han puesto precio a tu cabeza, han estado a punto de matarte, te has metido en una guerra contra los cazadores de dragones, y a saber qué más tonterías has hecho.
–Sí... bueno, eso que dices es cierto... pero ahora tengo el Ojo del Dragón.
–¿Y qué narices es el Ojo del Dragón? No, ¿sabes qué? –lo detiene en cuanto está a punto de responder–. Realmente no me interesa, no creo que sea una buena excusa.
Hiccup suelta una risilla nerviosa. –Ah, cariño, ¿exactamente por qué estás enojada? –pregunta dubitativo mientras se quita la cadena del cuello antes de que Elsa pueda tirar más de ella.
Hizo bien, porque ahora Elsa está furiosa.
–¿Por qué estoy enojada? –repite roja del enojo–. Tal vez, no sé, porque en ningún momento te tomaste la molestia de comunicarme que estás en medio de una guerra.
–Sí... ah, no he tenido la oportunidad en verdad...
Elsa se cruza de brazos. –Sé que ayer hubo una celebración en Berk –Hiccup maldice para sus adentros–, si puedes festejar puedes mandarme una carta explicándome que pasa. ¿Se te ha ocurrido pensar qué hubiera pasado si yo no me enteraba de esto? ¿Te has planteado que pudiste haber muerto hoy y yo nunca me enteraría?
La culpa le recorre cada parte de su cuerpo.
–Lo lamento, cariño –murmura tomándole las manos, Elsa solo suspira y se deja abrazar por él–. Prometo que desde ahora te contaré las cosas.
Elsa lo aprieta un poco más. –Perfecto –murmura una vez el abrazo concluye, subiendo una de sus manos para volver a acariciar una de las mejillas de Hiccup–. Sabes que solo quiero protegerte, ¿verdad? –él asiente–, entiendes, entonces, que tengo que tomar medidas que no son de tu gusto, ¿verdad? –Hiccup aprieta sus labios.
–¿Qué le has hecho a Viggo?
–Eso no importa –dice tirando nuevamente de Hiccup para acercarlo a su rostro–. Yo solo te estaba protegiendo, mi querido Hiccup.
Él acepta con gusto el beso que Elsa le da, pero no puede evitar preguntarse qué era exactamente lo que había pasado con su enemigo... solo deseaba que a su amada no se le hubiera ido la mano... otra vez.
–Todo lo que hago –dice Elsa al cortar el beso–, lo hago por ti, cariño, lo sabes ¿verdad?
–Por supuesto –asiente sonriente, olvidándose por completo de todas las preocupaciones que intentan invadirlo. Elsa sonríe victoriosa, agradecida de que, al igual que el resto de gente importante para ella, Hiccup supiera que todas esas cosas terribles que hacía las hacía solo para mantenerlos a salvo a ellos, a sus seres amados. Ella no hacía nada malo, nada inmoral, solo cuidaba de su Hiccup.
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No tenéis ni idea de cuánto quería escribir algo como esto, sobre todo con la pequeña referencia a Helluva Boss.
Porque, sí Evil! Hiccup está bien... pero Evil! Elsa es algo superior a cualquier cosa.
El título podríamos decir que es una explicación de que le ha pasado a Viggo.
