Necesito un favor.
Modern Au HiccElsa & HeAstrid: Debido a problemas en el colegio, Leah, la hija de Hiccup y Elsa, se ve en la necesidad de pedir ayuda a sus hermanos mayores para arreglar algunos asuntillos.
[Aviso: este one-shot no tiene relación con el relato Ventana]
Leah nunca se había comprendido del todo con sus hermanos mayores, les quería muchísimo y se sentía muy segura cuando estaba con ellos, pero nunca los había llegado a comprender del todo. Sospechaba que esta falta de comprensión era debido a la gran diferencia de edades que había, la joven Leah solo tenía doce años mientras que Nuffink, que era tres años menor Zephyr, estaba a unos meses de cumplir la mayoría de edad. También consideraba que las formas en las que habían sido criados formaban esa separación, Zephyr y Nuffink eran bastante rebeldes y se divertían explorando las cosas más peligrosas que el mundo tenía para ofrecerles, tendían a ocultar sus mayores trastadas y siempre tenían ases bajo de la manga de los que nunca nadie sabia, aunque obedecían sin rechistar a las ordenes más directas, esos dos eran cajas llenos de secretos y peligros; Leah, por otro lado, estaba más acostumbrada a tener a sus padres para absolutamente todo, cada movimiento que daba primero era comunicado a sus padres porque ella así lo necesitaba, tal vez su madre se había equivocado un poco con la sobreprotección que le había dado desde muy pequeña por el temor de que su hija se sintiera desprotegida al igual que a ella le pasó, pero Hiccup había estado ahí para asegurarse de la independencia necesaria que Leah necesitaría en el futuro.
La cosa era que entre esos dos y Leah había grandes diferencias, diferencias que se acentuaban por la diferencia de madres. Zephyr y Nuffink eran hijos del anterior matrimonio de su padre, era cierto que de niños estuvieron enojados por el divorcio –sobre todo Zephyr–, pero actualmente lo respetaban e incluso les agradaba ver a sus padres con otras parejas. Aunque esos dos apreciaban mucho a su padre y a su nueva esposa, era evidente que preferían pasar más tiempo con su madre y la mujer de esta por lo que el tiempo que pasaban con su hermanita menor no era mucho.
Por ejemplo, aquella tarde en la que Leah llegó a casa segura de que tenía que acabar con ese problema era una de esas pocas tardes de semana escolar en las que Zephyr y Nuffink estaban en casa de su padre.
–Enana –la saludó desde el sofá de la sala Zephyr en cuanto ella entró por la puerta.
–Buenas tardes Zephyr –devolvió el saludo con una sonrisa–. Buenas tardes Nuffink –dice mirando ahora a su hermano mayor, quien le saluda con un simple asentimiento de cabeza mientras sigue viendo la televisión, Leah rueda los ojos con gracia–. ¿Dónde están papá y mamá?
–Tenían que ir a comprar algo hace un buen rato–responde Nuffink–, dicen que no han tenido tiempo de cocinar así que traerán comida –Leah asiente mientras su hermano se hace a un lado para dejar un espacio entre él y Zephyr–. Venga, deja tus cosas y ven a ver tele con nosotros.
Leah asiente sonriente y se apresura a dejar todo en su sitio.
Cuando vuelve se sienta con elegancia en medio de ellos y se prepara para hablar.
–Zephyr, Nuffink –los llama delicadamente, ellos la miran de reojo–. Necesito un favor.
–¿Ayuda con las tareas? –pregunta Zephyr, Leah niega.
–¿Necesitas dinero? –esta vez pregunta Nuffink, Leah vuelve a negar–. Entonces, ¿qué pasa?
–¿Podéis darle una paliza a alguien por mí?
–Claro –responde de inmediato Zephyr, como si fuera algo completamente normal eso de ir dando palizas a cualquier persona–, ¿quién?
–Un chico dos años mayor de la escuela, luego os muestro fotos del anuario.
Es entonces que ve el ceño fruncido de Nuffink. –¿Qué te ha hecho? –pregunta con evidente rabia.
–Ha estado tocándome las narices últimamente, y la escuela no parece estar dispuesta a hacer nada por mucho que hablo con los maestros, además realmente preferiría que papá y mamá no se metieran.
Los ve asentir levemente a ambos.
–¿Cuándo quieres que lo hagamos? –pregunta Nuffink–. ¿Mañana está bien?
Leah asiente emocionada. –Mañana es perfecto.
–¿Qué te ha hecho específicamente? –pregunta Zephyr, insistiendo en saber qué era eso tan horrible que pudo haber provocado el enojo de su pacifica hermana menor.
Ven a Leah apretar los labios con rabia.
–Ha estado creando rumores bastante desagradables sobre mi en Internet y en toda la escuela –murmura mientras agacha la cabeza.
La rabia que empezó a invadir a ambos hermanos era una nueva, una que nunca antes habían experimentado. Habían estado furiosos con compañeros que se metían con ellos, habían estado furiosos con gente que se metía con su familia, habían estado furiosos con mucha gente a lo largo de su vida, pero jamás de esta manera. Que alguien se metiera de esa manera con su hermanita menor era algo nuevo, algo mucho peor, algo que, definitivamente, no dejarían que volviera a pasar.
Con tan solo una mirada se dejaron en claro que iban a matar ese pequeño cabroncete.
Un muchacho de catorce años tiembla de pieza a cabeza ante la imagen frente a él. Leah, la molesta niña con la que se ha estado metiendo por un par de meses, sonreía de oreja a oreja detrás de dos gigantones. Un adolescente rubio con un bate de beisbol apoyado en uno de sus hombros y una joven que lo estaba levantando del suelo con solo una mano.
–Por... por favor no me hagáis nada –ruega el muchacho mientras lloraba.
–Te tienes que disculpar públicamente primero –le dice Leah sin dejar de sonreír–. Y si vuelves a pasarte de la raya voy a tener que volver a llamar a mis hermanos mayores.
A los dos mayores les parece muy divertida la manera orgullosa en la que su hermanita menor se refiere a ellos Es como si Leah jugara a ser parte de la mafia y ellos actuaran como sus matones personales.
El niño aterrorizado asiente, por lo que, no sin antes darle un golpe en el estómago, Zephyr lo suelta de manera que su cuerpo cae duramente contra el suelo. Los raspones no le importan, tampoco el dolor del estómago, solo se levanta entre sollozos para escapar de esos lunáticos.
–Avísanos si vuelve a comportarse como idiota –pide la mayor de los tres sacudiéndose el polvo de las manos. Leah asiente–. ¿Quieres ir por un helado?
–¡Sí! –responde sonriente–. Uno de...
–Chocolate, ya lo sabemos –cortan al unísono burlescos los hijos del antiguo matrimonio.
–No se que tenéis tú y tu madre con el chocolate –comenta Nuffink mientras comienzan a caminar.
–Es delicioso –responde Leah hundiéndose en hombros.
