Lágrimas de azafranes.
Soulmate Au!
No tenía en lo absoluto claro cómo describir lo que ocurría con ella hacia la gente que le rodeaba, no entendía del todo qué era exactamente lo que estaba pasando con su cuerpo, no sabía que sería de ella, no sabía cómo lidiar con toda la situación, y no sabía cómo explicarle al pobre de Olaf que eso de enfrentarse a la muerte en peligrosas aventuras volvía a ser algo recurrente en sus vidas. Todo lo que podía hacer es toser, dejar un reguero de pétalos blancos y rojos, y llorar con la misma intensidad en la que su corazón dolía.
Mientras Gran Pabbie y Yelena intentaban buscar respuestas con respecto a qué era lo que le ocurría, Elsa no dejaba de preguntarse cuando dejaría de llorar su corazón y por cuánto tiempo más sangraría azafranes –porque lo había notado con el primer pétalo, estaba escupiendo y tosiendo la flor representante de su propia tierra– su pobre garganta. Todos esos pétalos blancos y rojos se sentían como un millar de gritos dolorosos que nunca hubiese adivinado que se guardaban en su interior, todos esos pétalos blancos y rojos eran lágrimas ardientes y cortantes de un corazón que no sabía que tenía destrozado.
Anna movió cielo y tierra para contactar a cualquier aliado de Arendelle que pudiera ayudar a su hermana mayor. Habló con la princesa de Corona, quien, junto a un muchacho que no paraba de hablar de la alquimia, intentó sanar aquel extraño dolor con su cabello mágico y varios otros métodos, pero no hubo cambio alguno. Encontró un pequeño pueblo perdido en terreno congelado del norte de los terrenos eslavos dirigido por cinco pintorescos personajes, pero ninguno de ellos, con todo el conocimiento que resguardaban en sus pequeños terrenos, supo encontrar alguna respuesta o cura para lo que ocurría con la reina emérita. Incluso mandó a llamar a la futura reina de DunBroch, a quien en los últimos cuatro años se le había conocido por tratar con brujas, pero no fue aquella pequeña bruja del bosque que aparecía y desaparecía quien brindó la ayuda que tanto buscaban.
Fue el muchacho de la otra parte del mundo que había conquistado el corazón de la princesa Mérida quien les otorgó la respuesta.
Cuando se le permitió observar con deteniendo a la reina emérita, el muchacho abrió los ojos con completo espanto, tanto que retrocedió un poco lejos de ella.
–Hanahaki –susurró a penas con un hilo de voz.
–¿Hana qué? –soltó Anna.
–¿Quién es esa? –preguntó Olaf alzando su cabeza con sus brazos-ramas. Tadashi niega con la cabeza.
–No, no, el Hanahaki no es ninguna persona, ni ninguna maldición, es una enfermedad, pero se supone que es meramente ficticia –intenta explicar pasando una mano por su corta cabellera oscura por la confusión–. Cuentan las leyendas que aquella persona que sufra de Hanahaki y no sea tratada con tiempo se marchitara junto con las flores que crecen alrededor de su corazón y sus pulmones.
Anna palidece tanto que Kristoff tiene que sujetarla para que no se caiga, Elsa a penas presta atención por todo el dolor que la corroe.
–¿Y bien? ¿cómo se le cura? ¿cómo ha contraído esto?
–He aquí el por qué esto es una enfermedad ficticia. Se supone que el Hanahaki es una enfermedad contraída a causa de un amor no correspondido.
Algo de la seriedad deja la habitación con un tremendo portazo a su salida.
–¿Un amor no correspondido? –cuestiona Kristoff con una ceja alzada, el prometido de la princesa Mérida asiente.
Elsa tose con algo de desconcierto e indignación, Anna aún así voltea a verla con las cejas casi chocando con las raíces de su cabello. –¿Desde cuando te gusta alguien? –pregunta algo alterada y ofendida por no haberlo sabido antes.
–¡No me...! –el quinto espíritu se ve interrumpida por sí misma y sus terribles toses florales.
El muchacho hace una mueca. –Bueno, su majestad –dice quitándose unos de los pétalos que le han caído en la ropa–, algo me dice que sí que está enamorada de alguien.
–O tal vez no –la voz de Yelena mientras se acercaba a los presentes, con el ruido seco de su cayado acompañando sus firmes paso–. Sé que os dije que no tenía ni idea de qué os estaba pasando, pero sí lo que el muchacho dice acerca de la relación de esas cosas –dice señalando con su bastón la boca llena de pétalos de Elsa–, tiene que ver con el amor, entonces sí se me ocurren algunas ideas de por qué han surgido.
–Yo... n... no estoy... enamorada... d... de nadie –masculla entre toses.
–Y te creo –asiente Yelena–. No creo que sea un tema de sentimientos, sino de destino.
Elsa frunce el ceño por la confusión, intentando comprender a qué se refería exactamente.
Anna suelta la pregunta que su hermana intenta pronunciar entre pétalos, dolor y toses. –¿A qué te refieres con destino, Yelena?
–Almas gemelas –dice con simpleza, Elsa pega un respingo al comprender–. Toda persona siente un leve dolor cuando su alma gemela muere o se desposa con otra persona, entre humanos normales es a penas una leve presión en el pecho y unos segundos sin respirar bien, pero como tú eres el quinto espíritu de la naturaleza...
–El dolor se ha amplificado hasta esto –completa Kristoff lo que su cuñada no puede decir–. ¿Y cómo se trata esto, Tadashi, cómo salvamos a Elsa? –pregunta con angustia.
Pero el muchacho está tan pálido y horrorizado que su prometida tiene que abrazarle un brazo para que pueda mantener la compostura.
–El... el Hanahaki se cura olvidando a la persona de la que estás enamorada... o siendo tu amor correspondido.
Mérida frunce el ceño. –Pero Elsa no está enamorada y no conoce a la persona.
Escuchan todos suspirar pesadamente a Yelena.
–Pues busquemos a esa persona –dice, sacando una navaja ceremonial–, y recemos porque esté viva y que su matrimonio sea una mierda.
A las cuatro semanas de casado, luego de una fantástica noche, Hiccup despierta con una rarísima marca en la muñeca derecha. Distingue de inmediato la marca que le hicieron en la frente con ceniza, la marca de jefe de Berk, pero no comprende la forma que se superpone a ella. Cuando se lo presenta a su esposa, la primera reacción de esta es intentar lavársela y, cuando no funciona esa opción tan simple, acuden ambos a Gothi.
–Dice que no tiene ni idea –traduce con simpleza Gobber una vez Gothi termina de dibujar en la arena. La anciana se hunde en hombros a lo que Hiccup responde con una mueca algo enojada.
–Genial, me ha aparecido una marca rarísima en el brazo, no sabes qué es y tampoco tienes pinta de querer ayudarme.
Gothi dibuja algo en el suelo.
–No puedo decirle eso, ahora es el jefe, ¿recuerdas? –le dice Gobber a la vieja con cierta gracia. Al oír a los nuevos jefes bufar mosqueados, Valka se apiada un poco de ellos.
–Tal vez encontréis respuestas en otros lugares, algo sabrán en la isla de mercaderes.
Astrid se hunde en hombros. –No tenemos más opciones –voltea a ver a Hiccup, esperando un asentimiento firme y emocionado, pero solo lo encuentra mirando fijamente su marca y estirando y flexionando los dedos.
–Me arde un poco la palma –murmura sin dirigirse a nadie específicamente–, como si tuviera un corte.
Gobber se inclina.
–No tienes nada –señala con obviedad.
Hiccup rueda los ojos. –Ya lo sé.
–Ahora que me fijo –dice su madre, tomándole el brazo derecho–. Parece un copo de nieve.
Mérida maldice su suerte cuando un nuevo vikingo vuelve a rehuirla con una mirada de asco y odio.
–Creo que se han dado cuenta que eres britana –murmura Anna con cierta gracia mientras su hermana camina apoyada a Kristoff.
–Sí, parece que lo han notado en tu encantador acento y tus ropas nada disimuladas –añade Tadashi con una sonrisa burlona dibujada de oreja a oreja.
Elsa logra hablar aguantándose violentas toses. –¿Podéis no bromear mientras me muero?
Mérida rueda los ojos. –Tal vez si alguno de vosotros pudiera pronunciar correctamente Berk, no tendría que hacerlo todo yo –responde indignada volviéndose a acercar al grupo.
–Pero, ¿estás segura que se trata de Berk? –vuelve a preguntar a Kristoff, aplicando más fuerza en su agarre en cuento nota que Elsa se está tambaleando aún más y tosiendo con mucha más fuerza que antes.
La futura reina de DunBroch vuelve a bufar.
–Que sí, lo ponía en el libro –responde furiosa acercándose a la marca de almas gemelas de Elsa, señala el dibujo negro con un dedo para luego mirar al montañés–, ¿ves esto? –señala una simple recta vertical, la curva grande que sus finales apuntan hacia arriba y la pequeña curva que une las formas anteriores–, es un símbolo ritual de Berk, no sé de qué ritual, pero tengo claro que es berkiano, ¿entendido?
–¿Y creéis que alguien aquí sea berkiano? –pregunta Yelena luego de darle una larga mirada a toda la isla de mercaderes.
–No tengo ni idea, pero encontraremos por lo menos a alguien que sepa cómo llegar.
Anna alza una ceja. –¿Y cómo lo convenceremos?
–Dinero –se hunde en hombros Mérida.
–¿Y si no aceptan dinero?
–Pues una espada en la yugular y hablaran de lo lindo, princesita.
Anna frunce el ceño con las mejillas enrojecidas.
–Pero si ahora soy reina y tú sigues siendo princesa –corrige con los brazos cruzados y el mentón en alto.
–Ya, pero sigue molestándote como cuando eras princesa –dice, antes de volver a ponerse a caminar, ahora hacia tres vikingos que acababan de llegar de un pequeño y simple barco sin símbolo alguno. Cuando los vikingos notaron a la desconocida, definitivamente cristiana y precisamente britana, fruncieron el ceño.
Astrid es la primera en retarla con la mirada, Mérida ni se inmuta.
–¿Sabéis cómo llegar a Berk? –pregunta con simpleza, con demasiada calma como para que en verdad fuera ella una princesa britana frente a tres vikingos antiguos jinetes de dragones.
Astrid responde dando unos cuantos pasos más hacia ella, haciendo que ambas se movieran fuera del sendero por donde transitiva la mayoría de recién llegados. En cuanto notan el aura cargado con ganas de pelea, los acompañantes de la princesa de DunBroch, llevando a Elsa como podían, se acercan lo más pronto posible a Mérida. Hiccup y Valka también dan unos pasos hacia ambas jóvenes, nadie realmente tiene ganas de que esas dos se metan en una contienda con muchas pintas de eterna.
–¿Quién está preguntando? –cuestiona Astrid con una fría mirada, antes de que Mérida pudiese responder alguna impertinencia, Tadashi llega para calmar a su prometida y responder por ella.
–Solo somos gente intentando curar a una amiga –se apresura a contestar Tadashi, señalando levemente a Elsa, que tenía que apoyarse fuertemente en Kristoff y Anna porque el movimiento brusco, y algo más que no entendía, había complicado aún más sus toses, las cuales se habían vuelto más violentas porque los pétalos habían empezado a salir de tres en tres–, sabemos que en Berk hay alguien quien podría ayudarla, realmente necesitamos llegar lo antes posible.
Valka suelta un gritillo ahogado en cuanto se acerca y ve que está pasando con aquella pálida desconocida.
–Thor bendito –es todo lo que logra decir Astrid cuando ella sigue la mirada de su suegra.
Hiccup queda completamente enmudecido mientras ve a esa mujer de blanca piel y melena tosiendo contra sus dos manos, dejando escapar de su boca pétalos blancos y rojos pintados con algunas gotillas de sangre. El estómago se le revuelve cuando en lugar de pétalos empiezan a salir flores enteras que, aunque pequeñas, provocaba un dolor tan grande que se volvía comunal. Su corazón se estruja al verla llorar tan desesperadamente.
Con una sola mirada el jefe de Berk da a entender a su madre y a su esposa que su leve problema de una marca rara aparecida de momento a otro en su muñeca derecha puede esperar, una sola mirada basta para dar a entender que esa pobre alma necesitaba su ayuda de inmediato.
Acceden a llevarlos a Berk, que es de donde son, y prometen llegar lo más pronto posible.
Las horas que duró el viaje, el tiempo que Elsa estuvo tan cerca de su alma gemela, el haberlos visto juntos, todo eso había empeorado muchísimo más la precaria situación.
Cuando llegaron a la isla vikinga, Elsa estaba en un estado de sangre, lágrimas, azafranes rojos y blancos tan horribles que la llevaron de inmediato a la casa de los Haddock para recostarla en la cama matrimonial e intentar tranquilizar un poco su angustia y dolor. Anna, entre horribles sollozos, tenía que sujetarle con fuerza las congeladas manos a su hermana porque, en su desesperación por el dolor, Elsa intentaba arañarse el cuello para acabar de una vez por todas con toda esa agonía. Mérida había traído agua fría e intenta aliviar colocándole pañuelos con agua fría por los brazos y frente.
Kristoff sujetó de los hombros a Hiccup antes de que él fuera corriendo a por Gothi.
–Escucha, sabemos bien que es lo que necesita así que vas a atenderme y buscar exactamente lo que te diga, ¿me has entendido?
Pero Hiccup frunce el ceño. –Pero si sabíais...
–¡Escucha! –ruge con todas sus fuerzas, Hiccup asiente atemorizado a pesar de que Astrid parecía estar a punto de soltar una cachetada al rubio por hablarle así a su marido. Kristoff lo sujeta fuertemente de la nuca y lo encamina hasta un borde de la cama donde Anna deja ver la marca de almas gemelas en la muñeca de Elsa–. ¿Ves esa marca? Busca por todo tu pueblo a alguien con esa misma marca en ese mismo lugar y tráele de inmediato, ¿entiendes?
Hiccup se siente a punto de desmayar cuando entiende lo que está viendo.
Su madre había tenido razón.
Aquello era un copo de nieve.
–Yo –susurra en cuanto Kristoff le suelta.
Mérida se voltea a verlo bruscamente a la par que el rey de Arendelle.
–¿Tú? –cuestiona con el ceño fruncido–, ¿tienes la misma marca? –Hiccup asiente.
–¿Qué tengo que hacer? –pregunta apresuradamente a la par que Tadashi también se acerca para evitar que la reina emérita rasgue su propio cuello con sus uñas–. ¿Cómo puedo ayudarla?
Kristoff titubea, es Yelena quien habla.
–La enfermedad que tiene es terriblemente rara, muchacho –empieza a explicarle a la par que las dos mujeres Haddock se acercan a la cama como el resto de los presentes–. El dolor que la atormenta es por culpa de la falta de su alma gemela.
–¿Qué? –es lo que logra pronunciar Hiccup mientras mira las flores que salen y salen de la boca de la desconocida.
–Esa marca de tu muñeca es la prueba de que sois almas gemelas –señala firmemente, acercándose para tomar su brazo y alzarlo hasta la altura de sus ojos. La confusión y algo de enojo empiezan a desbordar en los corazones de Astrid e Hiccup–, la prueba de que estáis destinados a estar juntos, la prueba de que te has equivocado al casarte.
–¿Usted como sabe que estoy casado? –escupe bruscamente Hiccup, no queriendo creer las locuras que escucha.
–Porque toda persona común y corriente sufre de un leve dolor en el pecho cuando su alma gemela se muere o se casa. Tú no estás muerto y tienes la marca. Eres su alma gemela y te has casado.
Hiccup boquea un poco sin pronunciar sonido alguno hasta que apunta a Elsa y logra decir. –¿Y cómo explica eso?
–Elsa no es una persona común y corriente –continúa Yelena–, es un espíritu, ella entera está demasiado vinculada a la Naturaleza como para poder sobrevivir a la falta de su alma gemela.
–Vale, vale, vale, ¿y por qué las flores de la boca?
–La enfermedad se llama Hanahaki –explica Tadashi girándose a ver–. Hay tres opciones de tratamiento, se supone que esto surge cuando la personas que amas no te corresponde, por lo que supuestamente bastaría con borrar la memoria del amor, pero vosotros no os conocíais en lo absoluto así que esa opción se descarta; la otra manera es que la otra persona corresponda a sus sentimientos, lo que haría desaparecer de inmediato las flores.
Como si fuera un añadido a la explicación, Elsa suelta un horrible sollozo que se queda perdido entre el sufrimiento y los azafranes que ya han dejado de ser blancos por la sangre. Elsa pregunta a la naturaleza, entre la poca conciencia que le queda, por qué su corazón tenía que llorar de esa manera.
–¿Y la tercera? –pregunta Valka, acercándose para ir retirando flores de la boca de la pobre muchacha.
Tadashi suelta un leve suspiro mientras sigue mirando a Hiccup.
–Dejarla morir...
Hiccup siente que está a punto de vomitar.
–I... incluso si quiera ayudarla... ¿cómo podría hacerlo ahora? –cuestiona intentando no creer en todo lo que le contaban, intentando ignorar la mirada incrédula de su esposa.
–Pues de la misma manera que solucionas la mayoría de dolores mágicos al corazón –dice con algo de obviedad Anna intentando regular sus emociones y sus lágrimas–, con un beso de amor verdadero.
–¿Qué? –suelta esta vez Astrid–. De acuerdo, basta, solo decís locura tras locura.
–¡Mi hermana está a punto de morirse por azafranes que le crecen en los pulmones! –chilla Anna en rabia que sale en forma de sollozos–. ¡Todo es una locura en este momento!
Hiccup resopla angustiado y estresado mientras se pasa las dos manos por el cabello, mirando fijamente a una Elsa que no deja de sollozar y toser flor tras flor. El vikingo voltea unos segundos para ver a su esposa. Sabiendo que Hiccup no sería capaz de soportar la culpa por no haber hecho nada para ayudar a alguien que lo necesitaba, Astrid se limita a asentir para luego desviar la mirada de toda la escena.
El jefe de Berk se acerca apresurado pero aún muy confundido. Aunque todo le parece una locura, Valka vuelve a retirar las flores de la boca de la muchacha para que todo fuera más cómodo para su hijo. Hiccup sostiene con delicadeza la nuca de Elsa y le hace una seña a Tadashi y Anna para que le permitan a él sostenerle las manos. El vikingo aprisiona con firmeza con una sola mano las delgadas muñecas de la antigua reina de Arendelle, le alza un poco el rostro y se inclina para besarla.
Todo cambia en ese preciso momento.
La última lágrima de dolor se le escapa a Elsa, porque ahora comprende que esa es la persona a la que va a estar destinada toda su vida, ahora entiende que aquello que le ha faltado toda la vida era él, ahora entiende que jamás volverá a sentir la misma alegría que sintió en el momento en que él la besó con tanta devoción y cuidado, ahora entiende que, eternamente, su corazón llorará lágrimas de azafranes por él, porque no le puede tener, porque ha desposado ya a otra, a otra que seguirá amando incluso si decide apiadarse de ella y quedarse a su lado para asegurar que siga con vida.
Una lágrima solitaria se le deslaza a Hiccup, apretujada entre ambos rostros, porque ahora entiende que aquella mujer tenía razón, se había equivocado, vaya que se había equivocado y había tenido miles de pistas por todos esos años. El sentimiento de que no la merecía, las ganas de atrasar todo lo posible el matrimonio porque "no estaba preparado aún", la creencia que tuvo toda la vida de que alguien más se la llevaría lejos de él, el auto sabotaje que a veces realizaba casi sin querer... Llevaba la vida equivocado y nunca quiso admitirlo. Llevaba la vida equivocado y solo en ese momento, solo ese beso se sintió completamente correcto.
Incluso Astrid pudo sentir que aquello era lo correcto.
Solos dos pétalos quedan pegados a los labios de Elsa, uno rojo y uno blanco, de tal manera posicionados que parecían formar un corazón.
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Culpo a la canción Roxanne's Tango por este one-shot, específicamente a la parte que se volvió famosa en Tiktok "Why does my heart cry?".
No sabéis lo pillada que me tuvo la idea de Elsa sufriendo por un amor que no tenía ni idea que tenía, imaginármela desesperada porque sabía que le había roto el corazón aunque no estaba enamorada de nadie... no se me ocurrió algo mejor que el Hanahaki para representar esta desesperación.
Quería dar una pequeña parte dejando en claro que Hiccup y Elsa se quedan juntos y Astrid terminaba descubriendo que Heather era su alma gemela... pero no supe llevarlo a cabo sin perder la seriedad... a parte de que adoro la última línea y quería dejarla como el final de este one-shot.
Yo no tengo mucho tiempo, pero si alguien tomara esta idea para hacer con ella un fanfic largo le haría un maldito altar en mi casa y le rezaría cada día y cada noche.
