Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.


Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!

Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


.: Veintiuno :.

—Nunca había conocido a un sátiro. —Al parecer no debí decir eso. Alistair se gira hacia mí con sus ojos saltones enojados.

—No soy un sátiro —escupe—. Soy un fauno.

No sabía que había una diferencia. Lo miro con ojos como platos y él gruñe.

—Te lo tendrías merecido si fuera un sátiro. Probablemente así no serías tan bocona —espeta.

No puedo evitar reírme cuando se da la vuelta.

—Ríete todo lo que quieras. —Gruñe, mirándome sobre su hombro—. Los sátiros no son cosa de risa. Especialmente para una mujer vagando sola en el bosque. —Me lanza una mirada fea antes de volver a voltearse hacia enfrente.

—¿Por qué?

Gruñe.

—Muchas preguntas —se queja—. Los sátiros son un grupo malvado, y son particularmente violentos contra damiselas vulnerables. —Me lanza otra mirada sobre el hombro.

—No soy tan vulnerable —argumento.

—No llevas armas. ¡Eso ya es suficientemente vulnerable!

Frunzo el ceño y reflexiono eso al caminar.

—Bien, ¿qué hay de los faunos? —En realidad, no sé mucho. Aparte de una referencia casual en un libro infantil que leí cuando era niña, creo que nunca antes he leído sobre los faunos.

Alistair se gira hacia mí.

—¿Por qué quieres saber?

Me encojo de hombros.

—Por curiosidad, supongo.

Me lanza otra mirada que deja en claro lo idiota que piensa que soy.

Intento reflexionar lo que podría saber sobre faunos mientras caminamos.

—¿Te gusta el té? —pregunto.

Alistair bufa y no se molesta en responderme. Frunzo el ceño.

—Bien, ¿qué estabas haciendo cuando te atacaron?

—Metiéndome en mis malditos asuntos. —Frunce el ceño.

Le sonrío a su espalda.

—¿Qué puedes decirme sobre el Bosque Hazel?

Lo estoy irritando —es bastante obvio— aunque no sé qué más debería esperar. Como señaló, estoy llena de preguntas inapropiadas.

—No es un buen lugar para suavecitas como tú —dice, sus ojos se mueven hacia mí.

—¿Qué significa eso?

Se detiene en el camino y me mira enojado.

—Significa que la magia no es suficiente por aquí. Tienes que ser inteligente, y tienes que ser fuerte. —Entrecierra sus ojos saltones—. Más que nada, necesitas saber cuándo mantenerte fuera de problemas.

Intento asimilarlo todo.

—¿Es el rey al que le temes o a su reina?

Alistair se encrespa.

—No seas tan estúpida —me reprende, sus ojos vuelan a nuestro alrededor—. ¿Acaso no sabes que el bosque te puede oír?

No sabía eso, y no estoy del todo segura de qué significa, pero un estremecimiento baja por mi espalda mientras proceso sus palabras.

—De todos los idiotas que pudieron cruzarse en mi camino —murmura, volteándose hacia enfrente otra vez. Esta vez, cuando empezamos a caminar, no sigo acosándolo con mis preguntas.

Caminamos entre la oscuridad en silencio durante mucho tiempo, y solo es su parpadeante antorcha la que me da alguna clase de sentido de dónde estamos o a dónde vamos.

Después de un rato, el paisaje cambia un poco, el suelo se inclina hacia la orilla del lecho de un río seco. Alistair salta sobre las piedras para cruzar y sigo sus pasos cuidadosos a un ritmo más lento.

—¿Es una desembocadura del otro río? —pregunto, mirando el cauce del río. Alistair me mira.

—Era —dice con un leve asentimiento.

—¿Qué le pasó? El otro río estaba lleno —señalo.

Una tristeza imposible se apodera de su cara al ver el lecho del río. Llego al otro lado cuando él habla.

—Las ninfas que vivían aquí fueron asesinadas —dice en voz baja—. Las masacraron en medio de la noche. El arroyo no ha tenido agua desde entonces.

Siento que se me estruja el corazón.

—¿Por qué?

Me mira, sus ojos se endurecen.

—La reina rara vez se detiene a dar explicaciones. —Gruñe—. Si ella desea aniquilar a toda una familia, todo lo que necesita hacer es pedirlo. Sus órdenes no se cuestionan, nunca.

Sacudo la cabeza.

—¿Por qué?

Alistair me mira.

—Por lealtad.

Hielo se desliza por mi espalda y no puedo quitarme la sensación mientras seguimos cruzando el bosque.

—Alistair, ¿puedo preguntarte algo?

Tal vez es una pregunta redundante, ya que le he estado haciendo preguntas que no quiere responder durante toda la noche. Recibo en respuesta un resoplido de él que casi me hace sonreír, pero ya que no se queja más, sigo adelante.

—¿Hay muchos elfos en la corte?

Alistair me mira, entrecerrando ligeramente la mirada.

—No —dice después de un momento—. No demasiados en este país. La mayoría estaban en el país viejo según sé. —Se enfoca en mí de nuevo después de un momento—. ¿Por qué?

Trago un poco.

—Creí que vi a unos llevarse a mi compañero —digo con cuidado.

—No hay elfos trabajando como guardias. —Frunce el ceño—. De hecho, solo he sabido de uno en toda la corte.

Me revolotea el corazón en el pecho.

—¿Solo uno?

Alistair asiente.

—Un tipo extraño. Nunca antes he conocido a un elfo, pero… —hace una pausa—… algo no estaba bien con ese.

—¿A qué te refieres?

Alistair deja de caminar mientras lo reflexiona.

—Había algo en sus ojos. No eran naturales. Nunca he visto ojos como esos antes.

Siento un estremecimiento pasar a través de mí otra vez. Estoy demasiado familiarizada con los ojos poco naturales de Edward.

—¿Era peligroso?

Alistair se desata de sus recuerdos y me mira.

—No lo sé. Nunca me quedé para platicar con él. —Baja la vista al suelo, luego parece recordar que se supone que debe ser gruñón conmigo porque me mira con el ceño fruncido—. ¡Ya es suficiente de charlas! Harás que vengan todos los guardias tras nosotros con tu parloteo.

Seguimos caminando, y a pesar de que ya hace mucho que pasé el límite de mi cansancio, me quedo callada y hago lo que me dice. Una parte de mí entiende que el momento de descansar ya quedó muy atrás, y aunque por ahora puede que esté funcionando a base de pura adrenalina, no será para siempre.

Le dedico una plegaria silenciosa a la diosa para que mi cuerpo y mente puedan permanecer lo suficientemente agudos para mantenerme con vida.