Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.


Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!

Este capítulo no está beteado, así que todos los errores son míos.


.: Veintiocho :.

Me meten en un vestido, me trenzan rápidamente el cabello con un patrón complicado. Es una tontería vestirme así para mi propia muerte.

—¿Cómo se supone que voy a correr usando esto? —reclamo, tocando las capas de tela que parece gasa. Aunque se siente más suave que la gasa, como si estuviera hecha de luz.

La asistente me aparta la mano de golpe.

—Con elegancia —gruñe—. No quieren que corras lejos; solo quieren que te veas bien al morir.

La miro.

—Eso no me consuela —le digo secamente. Me ignora.

Unos cuantos jalones más a mi cabello y vestido, y me declaran lista. Me tomo un minuto para ponerme los tenis debajo del vestido. Por debajo ya también estoy usando el pantalón que encontré en la cómoda. No hay mucho que hacer con la parte de arriba ya que el vestido tiene un corte bajo que expone mis hombros y la mayo parte de mi escote, pero al menos tengo algunas capas de protección por abajo.

Antes de estar lista de verdad, me sacan de la habitación y me llevan de regreso a la sala del trono. Está más llena que esta mañana y criaturas de todas las formas y tamaños se asoman entre ellos para poder verme. La idiota humana que le contestó a la reina.

—Qué bonita Ovejita eres —dice la Reina en cuanto me dejan frente a ella. El Rey se ve aburrido otra vez, y no hay señal de que siquiera sepa que estoy parada frente a él, mucho menos de que fue a mi habitación para ofrecerme ayuda.

Me giro hacia la Reina.

Su vestido es del mismo color esmeralda oscuro, aunque esté está más adornado. Está hecho para parecer casi una armadura, y su corona es más grande, más afilada.

Joyas negras llenan sus dedos y alrededor de las muñecas hay dos serpientes negras todavía enredadas y esperando sus órdenes. En su garganta el rubí más grande que he visto en la vida me guiña desde una cadena sorprendentemente delicada de oro.

—Danos un buen espectáculo, Ovejita —dice, sus labios rojo sangre sonríen cruelmente. Agita los dedos y me agarran otra vez, arrastrándome fuera de la sala del trono. Hay mucha conmoción mientras la multitud se empuja para seguirme. Me tropiezo varias veces con el vestido, y si no fuera por los guardias que me sostienen los brazos, estaría de cara sobre el piso.

Me llevan afuera donde la luna apenas empieza a alzarse sobre un claro en los árboles. El Rey y la Reina aparecen justo cuando la multitud me rodea, y la Reina sonríe con maldad.

—¡Traigan a los perros!

Se escucha un terrible aullido en el aire y mi cuerpo se entumece cuando la multitud se separa. Traen tres enormes jaulas, cada una contiene algo que no se parece ni en lo más mínimo a un perro. Son mutaciones grotescas con cabeza y patas de león enfrente, grupa de cabra y una larga y resplandeciente serpiente negra como cola. Ambas extremidades – el león y la serpiente – me lanzan mordidas, salivando por mi sangre.

Mis ojos se mueven hacia la Reina y ella me dedica una sonrisa degenerada.

—Corre rápido, Ovejita.

El agarre que tienen los guardias en mis brazos se suelta cuando se mueven para abrir las jaulas. No me espero. Me doy la vuelta y corro al bosque, el corazón me martillea en el pecho mientras intento poner toda la distancia posible entre las bestias y yo. Sé el momento en el que se liberan porque un terrible chillido llena el aire y puedo sentir su presencia en el bosque.

El estúpido vestido está haciendo que me atore con ramas y zarzales, y grito, queriendo deshacerme de él. Me está haciendo más lenta, y en un momento de pánico desesperado, estiro la mano hacia atrás para empezar a desabrochar la espalda del corsé. Me tomo un minuto para quitarme el estúpido vestido y a pesar de que quedo con el pecho desnudo, salgo corriendo hacia el bosque, empujando con más fuerza ahora que estoy libre de esos confines.

Agradezco haberme tomado el tiempo de ponerme los tenis y un pantalón.

Me agacho entre el bosque, intentando con desesperación pensar en qué hacer, cómo salir de esto. El Rey quería que lo lograra, pero no me dio ni una manera de hacerlo. Siento tanto pánico que incluso si tuviera alguna clase de control sobre mi magia, me sería completamente inútil ahora. No tengo instinto para esto, no tengo instinto para esta clase de traición.

Lo odio. Los odio a todos.

Estoy corriendo con tanta fuerza que no escucho el sonido de pisadas a mi alrededor hasta que choco directo con un cuerpo.

Me avienta sobre el piso del bosque, grito cuando las ramas arañan mis costillas y pechos expuestos. No me permito quedarme abajo, me pongo de pie inmediatamente, intentando entender qué fue lo que me golpeo.

—Edward —jadeo, cayendo a su lado. Está tirado sobre el suelo del bosque, luchando por respirar—. Edward, lo siento, ¡no te vi! ¿Estás bien?

Sus ojos se mueven hacia los míos.

—Me sacaste el aire, Pequeña. —Jadea. Inhala profundo, y lo ayudo a sentarse. Hace una mueca cuando mis manos conectan con su torso—. Estrellas. —Gime—. Como si tan solo verte no me hubiera robado ya todo el aire. —Su voz suena débil, el coqueteo resulta un tanto insulso, pero aun así bajo la vista a mis pechos desnudos y me sonrojo un poco, cruzando los brazos sobre el pecho. Sacude la cabeza y gruñe al estirarse para quitarse la camiseta—. Cúbrete, Pequeña, o no podré enfocarme lo suficiente para sacarnos de aquí.

Me pongo su camiseta, inhalando su aroma a pino y zarzamoras. Huele un poco a clavo, y me pregunto si es el olor de la Reina. Lo odio.

—¿Estás bien? —pregunto al ponerme de pie. Me agacho para ayudarlo a pararse, y es entonces cuando veo las heridas en su torso. Se me atora el aire. Marcas de látigo – algunas sangrando, algunas muy amoratadas, y en algunos sitios sobre su piel…—¿Son mordidas de serpiente? —exijo saber.

Edward me rodea con uno de sus brazos y me jala hacia enfrente.

—Podemos lidiar con esto después. —Gime—. Tenemos que irnos.

Quiero regresar y destrozar a la Reina Hazel.

Los brazos de Edward se aprietan un poco a mi alrededor y respira profundamente antes de soltarme.

—Vamos, Pequeña. Debemos correr.

Salimos corriendo, ambos nos esforzamos más de lo que nuestros cuerpos quieren hacerlo, pero el sonido de las terribles criaturas todavía detrás de nosotros nos mantiene moviéndonos.

—Hay una puerta más adelante —me grita Edward—. ¡Solo tenemos que llegar a ella!

Asiento y corro con más fuerza. Las bestias nos están alcanzando rápidamente y con el corazón encogido me doy cuenta de que nos alcanzarán antes de que podamos encontrar un camino hacia la seguridad.

—¡Corre! —grita Edward, empujándome hacia enfrente. Vierto todo lo que tengo en mi velocidad, pero no es suficiente.

Un cuerpo poderoso colisiona conmigo, haciéndome volar al suelo. Puedo sentir el aliento caliente y rancio de la bestia al posicionarse sobre mí, lista para atacar.

Intento salirme de debajo de ella, pero pone una pesada pata sobre mí, sus uñas se entierran en la piel de mi espalda. Grito.

Puedo escuchar a Edward, pero no estoy segura de qué está haciendo. Lo que sea que haga, no suena efectivo.

La bestia baja la cabeza hacia mí, sus colmillos rozan la piel de mi cuello. No me matará, lo comprendo. Me cargarán y me llevará de regreso con su señora para que puedan matarme frente a ella.

Preferiría morir ahora que por su placer.

Intento voltearme otra vez y puedo escuchar el siseo de una serpiente, seguramente a punto de morderme, tal vez para paralizarme.

Se escucha el grito de algo parecido a una cabra y alzo la vista para encontrar a Alistair corriendo hacia mí con una pequeña espada en la mano. Estoy tan asombrada por verlo que dejo de moverme. Corre hacia la bestia que tengo encima y la cola de serpiente cambia su atención a él. Con un grito, Alistair le corta la cola y la bestia sobre mí me suelta, rugiendo con enojo y echándose sobre Alistair.

—¡Alistair, corre! —lloro, poniéndome de pie cuando la bestia gira su atención a él.

—¡Corre, Bruja! —me dice—. ¡Corre!

Estoy pasmada, incapaz de moverme, mientras él se enfrenta a la bestia con poco más que un abrecartas. Voltea a verme y se enoja.

—Dije que corras, idiota zo…

La bestia lo interrumpe, le suelta una mordida y obliga a que regrese su atención a la pelea. Siento la mano de Edward agarrarme el brazo y me jala hacia el bosque.

—¡Alistair! —grito. Quiero agradecerle, reconocer su sacrificio de alguna manera. Mis ojos lo encuentran justo cuando la bestia le salta encima, sus garras se entierran tan profundo en él que lo parte casi a la mitad.

Mi grito se ve dividido entre dos mundos cuando me jalan para sacarme del Bosque Hazel.