Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.
Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!
Este capítulo no está beteado, así que todos los errores son míos.
.: Treinta y siete :.
Edward me observa por un momento, sus ojos devoran mi cuerpo desnudo mientras le ofrezco una mano. Normalmente me siento incómoda cuando la gente ve mi cuerpo por demasiado tiempo, pero entre más vagan sus ojos por mi cuerpo –admirando la curvatura de mis pechos, la forma de mi vientre, el centro empapado entre mis muslos– más hambrienta me siento por él.
Quiero que me vea siempre.
Al fin los ojos de Edward se elevan a los míos y sé que no hay forma de retractarnos.
—Oh, Pequeña. —Gime, parándose lentamente. Mi cuerpo se estremece, las puntas de mis pechos se endurecen y delatan lo mucho que me encanta cuando me dice así. Sus ojos bajan por mi cuerpo, y sé que lo está observando todo, aprendiendo, saboreando—. Una vez que empiece no podré detenerme —me advierte, mirándome a los ojos. Un último intento para dejarme ir.
Me salgo de la tina, mis pies se posan en el esponjoso tapete de baño. Le sonrío al acercarme a su cuerpo. No retrocede y estoy pegada a él, invadiendo su espacio y sentidos.
—¿Es una promesa?
Edward baja la cabeza hacia la mía y me inhala profundamente, como si probara un banquete antes de entregarse al vino.
—Una vez me dijiste —susurro, mis dedos suben y se mantienen justo sobre su cuerpo, sin tocarlo del todo, pero lo suficientemente cerca para intercambiar calor y magia—. Que tu verdadero nombre significa perverso placer. —Mis ojos se mueven a los suyos—. Y que no había fin para las depravaciones que deseabas desatar en mí. —Me acerco otra vez a él, y mis pechos se apoyan sobre su pecho cubierto—. Conmigo. —Busco su mano, tomo sus dedos con los míos. Mis ojos se mueven a los suyos cuando pongo sus manos entre mis muslos—. Dentro de mí —susurro, presionando sus dedos sobre mi ardiente centro. Edward emite un sonido feral y luego me empuja contra la pared, su cuerpo me alza de manera que puede capturar mi boca con la suya, incluso mientras mis piernas se abren. Sus dedos largos y fuertes se mueven entre mi humedad, me provocan, y mi cuerpo ondula en desesperación. Sus dientes se aferran a mi labio inferior, mordisquea y chupa y me vuelve loca mientras enciende en mí un fuego que he mantenido a raya por demasiado tiempo.
—Eres una criatura perversa. —Gime, sus dientes muerden hasta hacer arder mi labio. Lo libera, pasa su lengua sobre él, me invade tan profundamente que ya no estoy segura de donde termino y empieza él. Tuerce los dedos, encajándolos en mí, imitando las acciones de su lengua en mi boca, y me estremezco debajo de él, mis manos arañan subiendo por sus anchos brazos, jalando y estirándolo para tener un mejor agarre—. ¿Qué malvados hechizos has lanzado sobre mí, Brujita? —Gime, chupa mi lengua y la deja con una pequeña mordida—. Debo probarte.
Mi cabeza cae contra la pared y asiento, sin aliento. Me mordisquea la mandíbula, baja por todo mi cuerpo. Me vuelve a morder los pezones y grito, apretándome alrededor de sus dedos que siguen enterrados dentro de mí.
»Oh, Pequeña. —Gime sobre mis pechos—. Te gusta esa pequeña probada de dolor, ¿no? —Me mordisquea de nuevo y mis caderas se mueven hacia él. Siento que sonríe sobre mi pecho—. Tenemos mucho que explorar. Juntos encontraremos el lugar donde el placer y el dolor se convierten en una sola sensación cegadora. —Muerde la piel debajo de mis pechos, sus dientes rascan ligeramente, y grito, mis manos suben a su cabello para jalarlo. Se pone de rodillas, su lengua se hunde en mi ombligo mientras sus dedos se curvan dentro de mí, y estoy temblando, casi lista para desmoronarme.
Muerde ligeramente sobre mi vientre, mordisqueando y chupando, arañando y después calmando. Mis caderas se empujan con fuerza contra su mano y ya casi estoy ahí, casi en la orilla, cuando se acomoda entre mis piernas.
—Oh, Pequeña. —Gime, entierra la nariz justo ahí entre mis piernas. Mi cabeza golpea la pared cuando la echo hacia atrás—. Estás gratamente rebosante.
Sus ojos suben por mi cuerpo, se encuentran con los míos, y su sonrisa me hace apretar el vientre.
»No te preocupes, no se desperdiciará ni una sola gota de ti.
Mantiene sus ojos clavados en los míos al sacar sus dedos de mí. Estoy a punto de protestar cuando sale su lengua para darme una larga lamida.
—Oh, ¡carajo! —grito, mis rodillas casi se doblan.
Edward sonríe, sus manos me rodean las caderas. Toma una de mis piernas, sus ojos bajan a mi centro. Se pasa mi pierna sobre el hombro, abriéndome ante él.
—Oh, qué festín. —Gime. Mi respiración es entrecortada y vacía cuando roza con su cara entre mis piernas. Su lengua perversa está en todas partes, lame de arriba abajo, se hunde en lo profundo de mí, me rodea. No tiene piedad y en cuestión de segundos estoy gritando cuando un placer que nunca había conocido corre a través de mí. Las manos de Edward me agarran las caderas y mueve mi pierna que sigue apoyada en el piso, pasándosela sobre su hombro de modo que mi torso queda recargado en la pared y el resto está completamente bajo su control.
Vuelve a hundirse en mí, incesante, sus dientes raspan las partes más sensibles de mí hasta que pierdo la coherencia, le jalo el cabello y embisto contra su cara como si mi cuerpo estuviera poseído. Edward lo toma todo, saca más y más placer de mí, hasta que todo mi cuerpo está temblando, justo al borde del colapso.
Soy un nervio vivo, expuesto y sacudiéndose en sus manos. Edward deposita un beso caliente en la parte interna de mis muslos, haciendo que mi cuerpo se sobresalte en respuesta, y luego se para cuidadosamente, baja mis piernas de sus hombros y de su cuerpo, asegurándolas alrededor de sus caderas. Me aleja de la pared y me aferro a él, estoy demasiado débil para pararme o hablar. Me saca en brazos del baño y me lleva de regreso a la habitación, acostándome sobre el suave edredón.
—¿Estás bien, Pequeña? —pregunta con una sonrisita en su hermosa cara. Me estiro hacia él, tomo su cara en mis palmas al traerlo hacia mí para besarlo. Puedo probarme en sus labios, y lo ajeno de esto envía una oscura excitación a través de mí. Quiero más.
Su cara está brillante, chorreando de mí, y me aparto de su boca, lamiéndome de su piel. La combinación de nuestros sabores es decadente y pecaminosa.
Edward gime cuando lo lamo, sus caderas embisten contra mí, atorándome el aliento.
Mis manos bajan por su espalda, aferrándome a su camiseta. Me suelta el tiempo suficiente para sacársela por la cabeza, y se vuelve a posar sobre mí. Ambos nos estremecemos en el momento en que se tocan nuestras pieles desnudas.
—Quiero probarte —le digo, deslizo la lengua sobre su mentón y mandíbula.
Gime.
—Sí, Pequeña.
Nos gira sobre la cama y me acomodo sobre él, mis caderas encierran las suyas, nuestros centros se juntan tan exactamente que se me atora la respiración. Sus ojos, oscuros a causa del deseo, se encuentran con los míos y sonríe, empujando las caderas hacia mí. Grito y me siento, mis manos se agarran de los músculos de su abdomen.
—Puedo sentirte temblando por mí. —Gruñe, alzando otra vez las caderas. Mis piernas se aprietan alrededor de las suyas mientras unos deliciosos estremecimientos corren a través de mi cuerpo—. Apuesto que estás adolorida por mí. —Se sienta un poco, su mano baja al sitio donde estoy empapándole el pantalón con mi excitación—. Oh, Pequeña. —Ronronea, sus manos rozan mi cuerpo sensible y me hace estremecer—. Voy a enterrarme tan profundo en ti que nada nunca podrá quitarte la sensación de tenerme dentro de ti. —Sus caderas y dedos se frotan contra mí otra vez y mi cuerpo revolotea, palpitando a causa del deseo.
—Diosa. —Gimo, la risita de Edward suena sombría.
—Ninguna diosa puede salvarte ahora, Pequeña. Eres mía. —Sus dedos pellizcan las partes más sensibles de mí mientras sus caderas embisten otra vez, y grito, desmoronándome sobre él una vez más. Se inclina hacia mí, su lengua deja un camino desde mis pechos hacia mi cuello mientras yo me estremezco y tiemblo sobre él. Mi corazón está en frenesí, pero aun así quiero más.
Cuando puedo volver a respirar, meto los dedos en su cabello, lo agarro en mis puños y jalo su cabeza hacia atrás. Él me sonríe.
—Déjame probarte —gruño.
Los ojos de Edward se llenan de diversión.
—Como desees, Pequeña.
Se reclina hacia atrás y me agacho sobre él, empezando con su boca. Me deja explorarlo, abre su boca para mí mientras me tomo mi tiempo mordiendo y chupándolo. Si su olor es potente, no es nada comparado con su sabor. Estoy borracha con el vino que es él, saboreando cada toque y cada sabor.
Mis labios y dientes raspan su mandíbula, bajan por su garganta, chupando y provocándolo hasta que se encuentra jadeando debajo de mí. Estoy borracha con el poder que tengo sobre él, y sonrío, mordisqueo el sitio donde su garganta se encuentra con su hombro. Embiste las caderas hacia mí, desesperado, y gime.
No sé cómo, pero las heridas en su pecho ya sanaron, dejando atrás unas cuantas cicatrices rosas. No pienso demasiado ahora en su rápida curación mientras dejo que mi lengua trace el huevo de su garganta antes de bajar. Trazo cada músculo que puedo encontrar, dejo que mi dientes y uñas se entierren en su piel cada tanto cuando su sabor se vuelve demasiado. Él maldice cada vez que eso pasa.
Voy bajando por su cuerpo, adorando cada centímetro de él, mordiendo esa tentadora V en sus caderas que se hunde por debajo del pantalón. Me detengo sobre ese sitio, mis ojos suben por su cuerpo. Me está mirando con ojos entrecerrados, a la espera. Saca la lengua, se lame los labios y yo gimo, bajando la cara para morder justo sobre el botón de su pantalón. Embiste las caderas hacia mí y sonrío, dejando un beso francés sobre la mordida mientras le abro el pantalón.
Mis ojos suben para encontrarse con los suyos otra vez y sonrío al bajarle el pantalón por las caderas.
No lleva nada puesto debajo y mis ojos bajan para admirarlo cuando se libera de una sacudida de su ropa. Le quito el pantalón de sus largas piernas, luego me acomodo entre ellas y lo veo. Es absolutamente hermoso, igual de largo y fuerte que el resto de su escultural cuerpo. Mi boca saliva entre más lo veo, admirándolo. Al fin, mis ojos vuelven a subir a los suyos. Me está viendo con mucha atención, su respiración se torna superficial mientras espera.
Le sonrío y me acomodo entre sus muslos para tomarlo en mis manos. Palpita en mis palmas y me relamo los labios.
—Y yo preguntándome si tenías polla —susurro al lamer toda su longitud.
Suelta una risa ahogada.
—Casi me matas con esa pregunta, Pequeña.
Sonrío, extiendo la lengua para probarlo de nuevo. Gime, sus caderas se alzan hacia mi boca. Tiene razón – es más grande que todos con los que he estado antes. Llegará a lugares en mí que nunca antes han sido tocados, ni descubiertos.
Mis muslos se juntan tan solo al pensarlo.
Me lo meto a la boca, saboreando su sabor más potente en este sitio. Se siente caliente, grueso y pesado entre mis labios, y gimo en él, haciéndolo estremecer y maldecir. Bajo una mano entre mis propios muslos, junto mi humedad en mis dedos antes de subir la mano para tomar su base. La respiración de Edward se torna brusca, sus ojos se ponen voraces de pronto al darse cuenta de lo que estoy haciendo. Lo libero de mi boca, mi lengua sube y baja de nuevo sobre él, dejo que mis dientes raspen ligeramente a lo largo de mi camino mientras mis manos bajan más, acunando y apretándolo ligeramente.
—Carajo, Pequeña. —Ruge, estirando la mano hacia mí. Me sube sobre su cuerpo y me pone de espaldas tan rápido que me roba el aliento—. Necesito enterrarme en ti.
Mis piernas se abren al máximo y él se hunde entre ellas, deslizándose entre mi empapado calor. Ambos nos estremecemos.
»Quiero tomar todo de ti hasta que ya no tengas nada más por dar —advierte Edward, ondula las caderas y se vuelve a deslizar a través de mí. Golpea ese sitio sensible en mi cuerpo y jadeo.
—Sí —grito, mis manos se hacen puño en su cabello—. Carajo, sí, por favor.
Estoy rogando y no me importa. Edward baja las manos, sube mis piernas y las pasa sobre sus hombros para dejarme doblada por la mitad. Estoy muy expuesta así, mi cuerpo está completamente abierto a él. Sus ojos se encuentran con los míos y me dedica esa sonrisa perversa antes de embestir dentro de mí, hundiéndose tan profundo que lo siento en mi alma.
Ambos nos quedamos quietos mientras nuestros cuerpos se ajustan el uno al otro. Mi corazón está latiendo con fuerza, gritando en busca de más de todo esto.
—Oh, Pequeña. —Gruñe, baja la cabeza hasta mi hombro y chupa mi piel—. Una criatura podría perderse ante este placer.
Mi cuerpo se aprieta a su alrededor y sisea. Es suficiente para urgirlo a moverse, se sale de mí casi por completo antes de embestir de golpe. Pongo los ojos en blanco mientras él se las arregla para golpear el punto exacto para causarme ola tras ola de un placer desenfrenado. Acelera el ritmo y se torna implacable, entra y sale de mí con una fuerza que debería lastimarme, pero que en realidad solo me enloquece más. Quiero más, más, más.
Me encuentro con su cuerpo, embestida tras embestida, exigiendo tanto como doy. Él está salvaje, completamente incontrolable mientras choca conmigo, y eso solo taladra mi deseo más profundo. Quiero que se pierda en mí. Quiero verlo hacerse pedazos.
Sus ojos se encuentran con los míos y jadeo. Los suyos no tienen fondo, reflejan la eternidad que está ardiendo entre nosotros, y de pronto me veo perdida en ello. Él empuja en mí, llevándonos a ambos a nuestro propio paraíso. Con un pellizco de sus dedos y una ardiente mordida sobre mi piel extremadamente sensible, nos ladeamos hacia el precipicio, caemos mientras nuestros gritos reescriben las estrellas.
