Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.
Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!
Este capítulo no está beteado, así que todos los errores son míos.
.: Treinta y nueve :.
Me despierto jadeando, se me acelera el corazón mientras mi cuerpo lucha por detener el grito que quiere arrancarse de mí. Durante un momento me encuentro totalmente desorientada, perdida sobre dónde estoy y qué estoy haciendo; todo lo que puedo ver es la navaja que se desliza a través de esa bebé.
Los ojos me arden a causa de las lágrimas calientes y me deslizo sobre la cama con piernas temblorosas. Edward está profundamente dormido a mi lado, y verlo me llena de confusión y emociones conflictivas.
Me levanto de la cama, teniendo cuidado de no despertarlo.
Su camiseta está cerca de mí en el piso y la agarro, poniéndomela al salir de la habitación.
Hay un rastro de devastación a través de la cabaña que traza nuestro camino de la noche anterior, y durante un momento me veo sorprendida por ello. Estaba tan absorta en él que no le estaba prestando atención a nuestra magia.
Es un milagro que no destruyéramos la casa a nuestro alrededor.
Hay grietas en las paredes y quemaduras donde nuestra piel rozó las paredes y los muebles. Me asomo en el baño, y no solo la tina sigue llena de agua, sino que hay nenúfares creciendo ahí. Hay una marca negra en el sitio donde Edward me devoró contra la pared, y entre el carbón está brotando pequeñas plantitas.
Dejamos un sendero de vida y muerte a nuestro paso.
Trago con fuerza y me obligo a recorrer el resto de la cabaña, encuentro una puerta que me lleva hacia afuera.
Sigo sin saber dónde estamos y no tengo idea de cómo él encontró este lugar. Afuera la playa esta a unos pasos de distancia y más abajo por la playa puedo ver otra cabaña. Frunzo el ceño y me aprieto la camiseta de Edward a mi alrededor. Está heladísimo, pero el aire frío me ayuda a despejar la mente mientras salgo hacia la arena dura para sentarme.
Sé con absoluta certeza que mis sueños no son una alucinación o algo que mi mente está inventando. Son visiones, y en algún momento del pasado, esta mujer, quien quiera que sea, sacrificó a su hija para liberar a su amante.
Tan solo pensarlo me revuelve el estómago.
Siempre he sabido que la maternidad es algo que sería parte de mi vida, aunque más adelante. No tengo prisa.
Pero incluso si no fuera un plan para algún momento de mi vida, no puedo imaginarme matando a mi bebé. Nada, absolutamente nada, vale la pena eso. No la libertad de alguien a quien amo, ni siquiera mi propia libertad.
Si este es el precio que Edward espera que pague, entonces no puedo completar su misión. No tendré un bebé suyo solo para matarlo.
Mis manos se posan en mi estómago, temblorosas e inestables. Tengo el DIU y confío en eso para cubrirme contra un embarazo, pero sé que a veces la magia y la medicina moderna no trabajan en equipo. Necesito conseguir hierbas adecuadas para cubrirme, por si acaso.
Flexiono las manos sobre mi estómago y mi mente cambia, capturando el recuerdo de Edward mientras me adoraba. Se me atora la respiración al pensar en la sensación de él; no solo la parte física, sino su magia y… cuando estaba enterrado dentro de mí… su alma. La sentí, fusionándose con la mía en una manera que me aterra por completo. No sabía que semejante cosa fuera posible y no sé qué significa.
Pero por primera vez en mi vida, mi hambre se sació.
Exhalo un sonido entrecortado, dejo caer las manos de mi estómago. La enormidad de lo que acabo de compartir con Edward es demasiado aterradora para imaginarlo, y tengo frío y hambre – pero esta vez hambre de comida en vez de corporal.
Me paro de la arena, me sacudo las piernas desnudas antes de regresar a la cabaña.
La cocina está surtida de tés y comida enlatada. Nada de comida fresca, lo que me indica que probablemente es una casa de verano para alguien.
Pongo a calentar la tetera y saco una bolsa de té.
Mientras el agua hierve, busco comida en la alacena. Nada se ve ni remotamente apetecible, aunque después de buscar por un rato, encuentro avena y miel. La avena tendrá que ser suficiente.
Me pongo a trabajar, permitiendo que la familiaridad de estar cocinando me relaje.
Le estoy echando agua caliente a mi taza para preparar mi té cuando escucho a Edward entrar en la cocina. Me giro hacia él, el aliento escapa de mi cuerpo al ver que está desnudo.
Diosa.
Me sonríe, esa sonrisa perversa hace que mi corazón martillee en mi pecho.
—Qué espectáculo eres. —Gruñe, su voz suena profunda a causa del sueño al acercarse a mí.
Dejo la tetera y me giro hacia él, sonriendo un poco.
—¿En la cocina? —pregunto, alzando una ceja.
Resopla y se pega a mi cuerpo, empujándome contra la encimera.
—No. —Su nariz roza mi mandíbula—. Vestida con mi ropa. Me provoca toda clase de pensamientos perversos. —Me muerde la oreja y jadeo, mis manos se hunden en su cabello para acercarlo a mí. Gruñe otra vez, me carga y me pone en la orilla de la encimera. Está a la altura perfecta y se pone entre mis piernas, sus manos suben por mis muslos.
Me estremezco bajo sus caricias.
»Debo confesar, Pequeña —dice lentamente, sus dedos dejan rastros ardientes por mis muslos y abren lentamente mis piernas—. Me has sorprendido.
Lo miro.
—¿Y eso? —Pregunto jadeando, mi respiración se torna pesada cuando sus dedos rozan sobre mi centro, sobresaltando mi cuerpo. Él sonríe y se inclina hacia enfrente, captura mi pecho a través de la camiseta. Siseo y lo acerco a mí otra vez. Me muerde y me lame sobre la tela antes de soltarme, me mira a través de sus largas pestañas. Sus ojos están muy oscuros con esa misma hambre y ese deseo que vi anoche, y mi boca se llena de agua ante esa imagen.
—Te presentas en un paquete tan dulce e inocente —murmura, sus dedos se hunden en mí, haciéndome gemir. Ya estoy empapada y cuando lo descubre, gruñe y deja caer la cabeza sobre mi hombro—. Pero eres muchísimo más que eso —susurra, sus palabras soplan sobre mi piel—. Eres más tentadora. —Sus dedos se vuelven a meter en mí, hundiéndose más, y mis caderas embisten contra su mano—. Y mucho más hambrienta de lo que pude haber soñado.
Tomo su cabello en un puño, jalando su cara hacia mí. Nuestras bocas se encuentran y de inmediato colisionan nuestras lenguas, luchando y empujándose para una probara más y más profunda. Los dedos de Edward entran todavía más en mí, y muerdo su labio cuando empieza a bombearlos.
Nuestras bocas están bien abiertas, como si intentáramos beber el uno del otro, y Edward se aparta, sacando sus dedos. Chillo en protesta y sonríe, llevándose los dedos chorreantes a la boca.
—Esto. —Gruñe, lamiéndose un dedo—. Es la miel más dulce que he consumido en mi vida.
Me veo hipnotizada cuando chupa sus largos dedos, mi cuerpo se tensa con deseo.
Agarro su muñeca, evitando que se lama otro dedo. Sus ojos se encuentran con los míos y veo su curiosidad cuando me llevo su mano a la boca. Tomo su dedo entre mis labios, chupándome a mí misma de él. Es una combinación tan embriagadora y él expulsa un largo gruñido.
—Criatura perversa. —Ruge, me agarra la nuca y lleva mi boca a la suya. Me está devorando y me someto a mí, cediendo completamente a sus exigencias.
Baja una de sus manos, abre mis caderas y me jala a la orilla de la encimera, y luego embiste en mí con tanta fuerza y rapidez que jadeo, gritando sobre su boca.
—Más —exijo. Embiste en mí, chocando con tanta fuerza mis caderas que me empuja hacia atrás en la encimera. Apoyo los talones en los gabinetes que están debajo de mí, abro todavía más mis caderas y apoyándome mejor para que él pueda abusar de mí. Me saca todos los pensamientos, miedos y preocupaciones de la mente hasta que no soy nada más que un placer absoluto.
Edward se detiene y mis dedos le arañan la espalda a modo de protesta.
—Espera, Pequeña. —Se sale de mí y gimoteo, pero luego me baja de un jalón de la encimera, me gira y hace que me agache sobre ésta. Arqueo la espalda cuando embiste dentro de mí desde atrás, mis manos golpean el azulejo al gritar. Estoy de puntillas, arqueo la espalda cuando Edward me jala el cabello, y se siente tan jodidamente bien—. Te gusta esto, ¿no? —Gruñe, sus labios se posan junto a mi oreja—. Te gusta esta probada de dolor mezclada con tu placer. —Me jala más fuerte el cabello y luego una de sus palmas abiertas me está golpeando el culo, entregándome ese ardor que envía olas de shock a través de todo mi cuerpo. Me apoyo en sus implacables embestidas.
—Más —ruego—. Más, más.
Edward no se contiene. Me entrega placer y dolor en un balance perfecto hasta que estoy justo en el precipicio de desmoronarme por completo. Mueve su mano hacia enfrente, pellizca y masajea el sitio donde se hunde en mí mientras sus dientes se entierran en mi nuca, y me veo perdida ante el placer cegador que me consume, ardiendo a través de mí con una fuerza inexorable.
Puedo sentirlo palpitando dentro de mí, su cuerpo se tensa y tiembla al perderse dentro de mí y sé que esta fuerza entre nosotros es más grande que la pasión, más grande incluso que la magia. Juntos estamos creando algo divino.
