Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es fanficsR4nerds, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is fanficsR4nerds, I'm just translating her amazing words.
Thank you fanficsR4nerds for giving me the chance to share your story in another language!
Este capítulo no está beteado, así que todos los errores son míos.
.: Cuarenta y dos :.
A las montañas.
Es la única indicación que me ha dado Edward. Estamos en alguna parte del Reino Unido, si es que esto de manejar por la izquierda es indicación alguna, pero sigo sin estar del todo segura sobre dónde.
Nos detenemos para cargar gasolina y es entonces cuando empiezo a sentir pánico. estoy manejando un carro robado en un país al que entré de forma mágica, sin pasaporte o incluso mi cartera con una identificación. No tengo nada de dinero con que pagar.
Edward se baja del carro cuando llegamos a la gasolinera y sin mirar atrás, entra para pagar. Me asombro al verlo.
Incluso aquí, totalmente fuera de su elemento, se ve natural y lleno de confianza. ¿Habrá algo que lo desestabilice de verdad?
Regresa unos minutos después, me dedica un pequeño asentimiento. Empiezo a llenar el carro, mirándolo con curiosidad. Se reúne conmigo junto al carro, se ve engreído, lo cual no está tan lejos de ser su expresión normal.
—¿Tienes efectivo? —pregunto.
Edward sonríe, como si esperara que le preguntara eso.
—Solo un toque de magia —murmura. Al verlo, saca un pedazo de papel de su bolsillo. Parece un folleto de una atracción loca. Le frunzo el ceño—. Es magia de elfos —dice, sacudiendo el papel—. Se llama glamur. Podemos cambiar la apariencia de las cosas. —Me ofrece el papel y lo miro, me sorprendo al notar que parece un billete. Lo tomo, alzándolo. Cambia entre un billete y un folleto, y lo miro a él.
—No es un engaño muy efectivo —le digo.
Edward frunce el ceño.
—De hecho, sí lo es —murmura. Se detiene y se estira hacia mí, tomando mi cara en sus manos. Es tan inesperado que grito. Sus ojos –plateados, reflejando el cielo gris– se asoman en los míos.
—¿A quién conociste, Pequeña?
Su voz suena suave, y a pesar de la intimidad del agarre que tiene en mí, mi corazón se tensa de repente, y no sé si es por miedo o algo más.
Abro la boca –tal vez para negarlo, tal vez para confesar, no estoy segura– cuando la manguera de la gasolina hace clic y rompe la tensión entre nosotros.
Me libero de él, ocupándome con atender el carro. Puedo sentir que Edward me ve en silencio, intentando leerme, pero no me permito detenerme ni mirarlo.
Termino de cargar gasolina y me muevo a la puerta del piloto. Edward sigue parado ahí enfrente, y estira el brazo para poner la mano en la puerta, bloqueándome. Lo miro sorprendida.
—¿Qué has hecho, Pequeña?
Le frunzo el ceño.
—Nada.
Junta su cuerpo al mío, aplastando mi espalda contra el carro, y me arqueo para alzar la vista a él. sus ojos se ven intensos, y sube su otra mano para rodearme.
—¿A quién viste, Pequeña? —Acerca su cara a la mía y no creo que esté intentando ser tan sexual, porque así es como es él.
—Estás intentando intimidarme —susurro.
La sonrisa de Edward es casi cruel.
—Si fueras elfo, serías honesta conmigo. —Suspira. Su aliento es dulce y me hace querer inclinarme hacia él.
Parpadeo y lo enfoco.
—Incluso si fuera elfo —susurro—, encontraría la manera de no ser honesta.
Edward se aparta ligeramente de mí, tiene una sonrisita en la cara.
—Buen punto —concede después de un momento. Estamos en una gasolinera. Está heladísimo. Estamos en una carretera para encontrar algo que asusta a Edward, pero con su cuerpo empujándome contra el carro, todo lo que puedo pensar es en lo mucho que quiero devorarlo. ¿Alguna vez se reducirá esta incesante hambre?
Él sabe lo que estoy pensando. Puedo verlo en sus ojos y sentirlo en su energía cuando se mueve, metiendo una pierna entre las mías, tan ligeramente.
Exhalo temblorosamente.
—Estamos en público —susurro.
—No me importa.
Mi cuerpo está ardiendo, duele por él en absolutamente todas las maneras. Es obsceno lo mucho que mi cuerpo lo anhela.
—Tenemos que seguir avanzando —susurro, incluso mientras mis caderas se menean sobre su pierna.
Gruñe, su boca está cerca de mi oreja, respira en mi cuello y me pone la piel chinita en todo el cuerpo.
—¿Qué perverso hechizo has lanzado en mí, Pequeña?
Gimo, mis dedos agarran con fuerza la orilla de su camiseta.
Me veo estimulada al saber que él me desea tan profundamente como yo a él.
—Tenemos que irnos —lo intento una última vez. Es un intento débil por regresarnos a la carretera. Los labios de Edward rozan mi cuello, apartándose ligeramente para que sus dientes puedan morderme. Mi cuerpo se estremece junto a él.
Un carro se para en la estación junto a nosotros, escupiendo humo del escape y ambos tosemos. Edward se aparta de mí, y aunque ya no está lo suficientemente cerca para devorarlo, el hambre en sus ojos sigue muy presente.
—Entra —grazno. Asiente, exhala un pequeño aliento y rodea el carro. Cuando me subo noto que estoy temblando.
