Hay promesas que se cumplen.
Por: Lady Selene
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Capítulo 3: El lobo y la Luna. Primera Parte.
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"Cuenta la historia que hace mucho, mucho tiempo y e innumerables años. Existía un bosque de grandes y temibles árboles de manera oscura y hojas grises y sin vida. Ni siquiera el murmullo del viento se atrevía a entrar en aquel paraje...
En medio de aquel desolado bosque se encontraba un claro, y en aquel claro, un lago. Sus aguas eran heladísimas, pero aún así las más puras y cristalinas, y se decía saciaban la sed de todo viajero. Pero nunca nadie se atrevió a comprobarlo. Nunca nadie se acercaba a aquel lago, y sólo la luna osaba reflejar su rostro en aquellas aguas.
Aquel claro cada noche era bañado por la luz de luna, su única compañera. Y por lo tanto, en todo alrededor del lago crecían unas hermosísimas flores del color de la plata, las cuales su nombre era Ithril, y ya no se las encuentra sobre la faz de la tierra media. Aún así se murmuraba que quien olía el perfume de aquellas flores, quien veía su brillo, y quien bebía de la infusión hecha con sus raíces, nunca volvía a ser el mismo, y desde entonces, el resplandor de la luna siempre brillaba en sus ojos, y en su corazón...
- ¡A que no te atreves a entrar al bosque de noche, Loup!
- Como si tú te atrevieses a hacerlo aunque fuese el día más hermoso del verano – el lobezno frunció el ceño sin siquiera tomarse la molestia de abrir sus ojos.
- Más te vale no atreverte a hablarme de aquella forma, ¿o quieres sufrir el mismo destino que tu padre? Ja, ja – en menos de los que Jan pudo darse cuenta, se hallaba de espaldas en el suelo, siendo aprisionado contra este por las fuertes patas de Loup.
- No vuelvas a hablar de aquella forma de mi padre... – Loup sonrió malignamente al ver el dejo del miedo plasmado en los ojos de Jan.
- ¡Quítateme de encima o llamaré a papá!
- Claro... si es lo único que sabes hacer... – Jan ocupó toda su fuerza en lograr intercambiar las posiciones.
- Por lo menos es más de que tú puedes hacer, sepas o no – Jan se le quitó de encima y se acercó a un grupo de cachorros a poca distancia. – Si te crees tan osado, entonces te esperaré esta noche en los lindes del bosque. Y no te atrevas a regresar sin una de las Ithril. – Aquello sorprendió a Loup, pero no dijo nada y dio la espada a Jan, alejándose del paraje en donde ya comenzaban a caer pequeños copos de nieve.
- ¡Loup! ¡Loup!
- Aramie... – el lobo sonrió ante los lengüetazos de su hermana. La tiró al suelo con delicadeza y le acarició con la pata - ¿cómo has estado?
- Como siempre... ¿te has peleado nuevamente con Jan? – Loup apartó la mirada y su hermana le hizo caer al suelo junto a ella.
- Ha vuelto a insultar a papá – ambos suspiraron.
- No le hagas caso... sabes que si Jan te molesta tanto es porque en realidad quiere algo tuyo.
- ¿Algo mío? – la loba escondió el hocico entre la nieve. - Maldito... no permitiré que se te acerque – Aramie se incorporó y comenzó a lamer la cara de su hermano, haciendo que este se riera.
- Como sea... prométeme que no cometerás ninguna estupidez, ¿bien?
- Claro... tengo algo de sueño... ¿vamos? – la lobezna lo miró insegura pero comenzó alegarse rumbo a una cueva no muy lejos de ahí.
- No sé para qué le pido aquello si no lo cumplirá...
Aramie y Loup eran lobos, hermanos e hijos del antiguo líder de la manada de Ether. Líder hasta que Lei, el padre Jan, lo había vencido y desterrado. Ellos y su madre pudieron quedarse, debido a la temprana edad de los cachorros, aunque de eso ya hacía bastante tiempo...
Ambos eran de pelaje grisáceo, el de Aramie más oscuro que el de su hermano, y ojos verdes como los de su madre. Loup era un lobo orgulloso y Aramie más tranquila, pero no por ello menos notable en las batallas. Ambos habían crecido juntos en un grupo de cachorros que los humillaban por algo que no alcanzaban a comprender a la perfección, y poco a poco aquello había ido forjando su personalidad fría y distante, excepto entre ellos dos.
Loup se acercó hasta donde dormía su hermana y susurró algo en su oído.
- Volveré pronto, y si no lo hago, entonces no valía la pena. – Sin más, dio la vuelta y salió de la cueva, sin darse cuenta de que tras él, Aramie lo había escuchado, y respondía a sus palabras, sin intención de ser oída.
- Si no vuelves, te iré a buscar, y si no te encuentro, entonces ninguno de los dos valía la pena... lobo tonto...
- ¡Veo que el Lobito no se ha acobardado!
- Sí, Jan. Como ves, aquí estoy – Loup suspiró, por primera vez, pensando que quizás aquello no tenía tanto sentido.
- ¡Apuesto a que no dura ni cinco minutos ahí adentro!
- Pues cómete tus palabras, ambos – el lobo traspasó la primera columna de árboles sin siquiera mirar atrás. Y por primera vez sintió verdadero temor.
En el interior del bosque el suelo se hallaba cubierto por una tierra humedecida y de color oscuro, casi negro. La nieve no caía a través de los árboles, y al parecer las hojas se estos no se soltaban. A los pocos segundos de caminata las voces de los lobeznos se habían opacado por completo. Continuaban oyéndose pero de manera tan distante... miró hacía atrás y sólo pudo ver la oscuridad, y hacia delante una pequeña luz de esperanza parecía guiar su camino. No había camino de regreso, sólo su objetivo.
- ¿En qué clase de lío me habré metido? – continúo caminando por cerca de una hora, aunque no podría haberlo sabido con exactitud. Había perdido toda noción del tiempo y de la realidad, y por eso le extrañó sobremanera cuando, por fin en el claro, pudo sentir unos cuantos rayos de sol colarse por entre los árboles – Ya... amanece... – sólo entonces se dio cuenta del increíble cansancio que sentían sus piernas y su alma. Se acercó lentamente al borde del lago y bebió un poco del agua más reconfortante que hubiese sentido en toda su vida, estaba por agachar la cabeza para beber otro poco cuando oyó una voz.
- ¿Qué haces aquí, extranjero? – Loup se giró para encontrarse a una loba de pelaje blanco grisáceo, como el color de la plata, el más hermoso que había visto en su vida. Y sus ojos eran de color azul oscurísimo - ¿Quién eres que te atreves a beber en las aguas en las que por años sólo la luna ha colmado su sed?
- Lo siento... creí que estos parajes eran tierra de nadie y, pues, sólo he venido por unas cuantas flores – la mirada de la loba brilló de manera entre divertida y molesta.
- ¿Tomar las flores? ¿Es que acaso no sabes que aquellas flores sólo pertenecen a la luna? ¿Qué por años han sido iluminadas por su luz y por eso brillan más que lo que cualquier gema lo hará jamás?
- Sí... lo sé. Pero creí que podría sacar un par de flores. Necesito llevarlas con la manada para mantener en alto el honor de mi familia. No es una gran petición, y luego te lo pagaré con lo que me pidas. – La loba lo miró algo enojada.
- ¿Pagar? ¿Qué no has escuchado bien? Estas flores no me pertenecen a mí, sino a la luna, es ella quien debe decidir si dártelas, y para ello deberás esperar al anochecer. Además, las flores no florecen hasta la puesta de sol, y si llegases a cortarlas así, se marchitarán de inmediato. – La loba se acercó a la sombra de un árbol y se recostó bajo este. – Ahora vete de aquí, o quédate si así lo deseas. Pero ninguna de esas flores será cortada sin el consentimiento de la dueña, antes tendrás que pasar por sobre mi cadáver.
- ¡Pues no me iré sin una de esas flores siquiera! – la loba abrió uno de sus ojos, sin mucho interés. – Si así lo deseas, de ahora en más seremos rivales.
- Que así sea. Loup de Ether. – Loup estaba por preguntarle cómo sabía su nombre – Mi nombre es Ithril – luego pareció quedarse dormida.
- Ithril... – el lobo miró hacia el lago, el cual por extraña razón parecía no reflejar los rayos solares, pero el sueño le impedía pensar mucho acerca de aquello, o de cualquier cosa. Suspiró, y sin más, se dejo caer bajo la sombra de un árbol algo alejado de Ithril."
La chica sonrió al ver las miradas atónitas de sus "espectadores". Al parecer su historia había caído bien.
- ¿Pero qué pasó con "Lup" y "Itri"?
- Loup e Ithril, torpe.
- Sí, eso...
- Vamos, Heglir, no trates mal a tu hermana. Y sobre tu pregunta, Mile, lo sabrán si continúan escuchando la historia. Pero eso no será hoy.
- Ohh... ¿Y cuándo es eso, tía Lothril? – Loth pudo escuchar una muy leve risita cerca de la puerta, pero forzó una sonrisa lo más real que pudo.
- ¡Pues la próxima semana! – la mayor parte de los niños presentes hicieron algún mohín triste – Je, je. Estas sesiones se hacen una vez por semana – la elfa sonrió – Si vuelven aquí la otra semana, entonces escucharán la segunda parte.
- ¡Pero... para eso falta mucho!
- No es tanto, pequeña Lisse... Ahora, los espero aquí la otra semana. Si desean traer a algún amigo será bienvenido. Partiremos algo más temprano para narrar otra vez la primera parte.
- ¡Gracias tía Lothril, Namarië!
- Namarië – Loth frunció el ceño y lo dirigió hacia la puerta, una vez salieron todos los niños, entró Legolas. - ¿Por qué no entraste antes?
- Muy simple, me arriesgaba a que me llamaran "tío Legolas". ¡No, por Eru! Creo que aún no parezco tan viejo como tú como para soportar aquello – Legolas río ante la mirada molesta de Lothril. Luego la miró algo más serio. – Quizá Elwen tenga razón.
- ¿En qué?
- Me dijo que estabas creciendo...
- ¡¿Que qué! ¿Qué balrogs te dijo Elwen? – Legolas le sonrió.
- Me contó que habías crecido unos cuantos centímetros. Aunque es raro... te noto igual de alta – Lothril se sonrojó al recordar los últimos comentarios de Elwen.
- La voy a matar...
- Lo has hecho muy bien, Loth – la pequeña sonrió muy contenta.
- Supongo que me merezco un premio, ¿no?
- ¡Claro que sí! De hecho, ya estaba pensando que dirías eso... Así que... ¿qué te gustaría?
- Oh...pensé que tendrías algo ya pensado – Loth hizo un mohín triste.
- ¡Qué cómoda!
- Bah... y yo que me esforcé en escribirte este cuento... – la elfa se llevó las manos a la boca al darse cuenta de lo que había dicho. Legolas arqueó una ceja.
- ¿Escribirme?
- Si... yo... yo... escribí esta historia para ti... – Loth bajó la mirada y acercó unos papeles a Legolas, los cuales se encontraban atados con cintas de colores.
- Muchas gracias... – el elfo tomó la historia entre sus manos. La caligrafía de la pequeña Loth era muy cuidada y bella. Además, había algunos dibujos de los personajes en el borde de las páginas. Legolas sonrió ampliamente, aquello le serviría. – Bien. Entonces supongo que no habrá problema en que te entregue algo que te tengo. – El elfo tomó la mano de la pequeña y la llevó por los pasillos del palacio hasta el ala este, donde se encontraban las habitaciones del príncipe.
Legolas y su padre, al enterarse de las historias que escribía Lothril, habían decidido prestar una habitación del palacio para la narración de sus cuentos.
- ¿A dónde vamos?
- A mi estudio, quiero que veas algo – Entraron a una habitación la cual Loth no había visto antes. Era muy espaciosa, y las paredes se hallaban repletas de cuadros hermosísimos.
- ¡Pero qué lindos! Perecen tan...llenos de vida - Lothril se acercó más a los cuadros, y fue entonces en cuanto se fijó en un detalle. Todos estaban firmados por el mismo autor – L.M... mmm... ¿podría ser? – se giró a Legolas bastante impresionada - ¡L.M.! ¡Legolas Mirkwood!
- Eh... sí... – el elfo bajó algo la mirada – sé que no son muy buenos pero...
- ¡Son espectaculares! ¿Por qué nunca me dijiste que pintabas?
- No lo preguntaste – La chica frunció el ceño.
- De todas formas... pocas veces he visto algo tan bello – el elfo se sonrojó pero le dio la espalda de inmediato.
- Iré a buscar tu paquete – la niña asintió y continuó admirando las pinturas. Al poco rato el príncipe volvió con un paquete envuelto en papel madera, el cual acercó a Loth.
- ¿Puedo abrirlo? – la respuesta fue afirmativa. Así que Loth quitó el papel con cuidado, para encontrarse frente a un cuadro. Comenzó a observarlo detenidamente.
Era un bosque hermosísimo. Las hojas parecían brillar y a lo lejos corría un arroyo lleno de vida. En el suelo, en vez de hierba, se encontraba lo que parecía ser una mullida alfombra de flores multicolores. Hacia la derecha se encontraba un imponente árbol de tronco casi blanco y hojas amarillentas, y a la sombra de este, recostada sobre el colchón de flores, se veía a una hermosa niña de piel blanquísima y cabellos rubios, la cual parecía emanar un potente brillo. Algo en la niña le llamó la atención.
- Es una elfa muy linda.
-Créeme que la modelo lo es mucho más. No pude plasmar su belleza completamente.
- ¿Uh? – Lothril se acercó más a la pintura. El vestido de la niña era blanco, levemente celeste. Llevaba volados y varios lazos. La chica estaba descalza, y cerca de ella, en el suelo, descansaba un sombrerito blanco con una cinta azul. Recordaba que Elwen le había hecho un vestido así alguna vez. Además, notó que en el dibujo estaba amaneciendo. - ¡La niña se me hace tan conocida!
- ¡Claro que sí! Tú la conoces – Loth se sorprendió. Pero Legolas la tomó de los hombros y la arrastro frente al espejo, se puso frente a este mostrándole el cuadro. – La modelo es una hermosa niña, aunque al parecer bastante despistada. Y toda ella posee un brillo, como una flor... es como el "brillo de una flor" – sólo entonces Loth comprendió.
- ¡¿Que qué! ¡¡¿Cuándo puntaste esto!
- Je, je... fue el día que nos conocimos. ¿Recuerdas que te desmayaste? Pues cuando te cargaba pasamos junto a aquel hermoso paisaje. Te recosté para tomar algo de agua y cuando te vi no pude evitar dibujarte.
- ¡Pero en el dibujo está amaneciendo!
- Es que tardé un tanto... je, je – Lothril frunció el ceño.
- ¡Con razón aquel día Elwen casi me mata!
- Lo siento mucho, Lothril. Pero ahora tienes un hermoso retrato, ¿no?
- No es cierto...
- ¿Uh?
- Aquella elfa... en la pintura, no soy yo. Ella es hermosa y emite un brillo... una luz de vida, el color del sol. Pero yo no soy así. – La niña tomó asiento con una sonrisa triste – No vale la pena pintar algo si engañarás la realidad.
- No es así. Yo sólo pinto lo que veo. Pero quizás lo que yo vea no sea igual a lo que tú ves. – El elfo la hizo mirarse nuevamente en el espejo - ¿qué ves ahí?
- Veo a una elfa con cuerpo de niña. Flacucha y aburrida...
- Pues no es eso lo que yo veo. – El elfo la abrazó delicadamente, como si temiera que ello la fuese a romper, haciéndola sonrojar notablemente. – Lo que yo veo es a una elfa bellísima. Con una gran fortaleza y un gran corazón. Llena de vida, de alegría. Una elfa que no sabe decir no y no miente en sus acciones o palabras. Una elfa capaz de sacar una sonrisa a cualquiera, y capaz de sonreír. Y por sobre todo, veo a una gran amiga.
- Bah... quizás aquel brillo que intentas o te esmeras en ver en mí, sólo se encuentre en tus ojos. Y engrandezca aquello que no tiene color.
- Vamos, no seas infantil.
- Bueno... quizás sea infantil. – Lothril tenía un asomo de lágrimas en los ojos. Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.
- ¿Te vas a ir? – Nadie habló por unos segundos. Finalmente la chica se giró, haciendo que el elfo se sorprendiera de su sonrisa.
- ¡Claro que no, tonto! Aún me debes mi premio por el cuento de hoy. – Legolas sonrió bastante aliviado, y a la vez feliz.
- ¿Y qué quisiera hacer usted, bella dama?
- ¿Que qué quisiera hacer? ¡Pues de todo!
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Notas de las Autora: Hace mucho que no actualizaba esta historia, la cual es muy importante para mí…. Espero que les gusten estos dos nuevos capítulos, ya que he puesto mi corazón en ellos…
Lady Selene
