— ¡Noooo!

Lita escuchó el grito ahogado de su roomie hasta la cocina, donde terminaba de preparar la cena para ambas.
— Ami, ¿estás bien?
Al no obtener respuesta, colocó rápidamente los platos sobre la mesa, y la observó. Tenía la mirada fija en la pantalla del celular; con una mano extrañamente temblorosa sostenía el aparato y con la otra, hecha un puño, cubría su boca, como conteniendo otra exclamación.
En silencio, le tendió al culpable de la inusual reacción.
Kino distinguió en la pantalla el azul predominante de Facebook. Había una solicitud de amistad sin responder. Al leer el nombre, el asunto comenzó a tener sentido.
— Taiki Kou... ¿El mismo que me contaste aquella vez? ¿Que él y tú... ya sabes qué?
— Ése mismo.
Articuló ella, apenas audible.
— Si mal no recuerdo, te gustó. ¿Cuál es el problema?
Señaló, siempre práctica.
— No creí que lo vería otra vez... Y ahora...
— Tranquila, sólo trata de añadirte a su lista de contactos. No te está pidiendo continuar donde lo dejaron.
— ¡Lita!
— Mira, ni siquiera vive en ésta ciudad, tal vez pasen años antes de que puedan verse otra vez. Virtual, el asunto no es tanto problema.
Y dio click en "Confirmar".
Ami agradeció que su amiga tuviera la amabilidad de no tocar el tema mientras cenaban, dejando a su embrollo mental en pausa. Con el sonido de la televisión de fondo, charlaron, compartiendo los pormenores de su día.
Pero en sueños, donde no tenía el control, inevitablemente, el recuerdo del inesperado primer beso robado en aquél bar y los muchos otros que le siguieron, deteniendo el tiempo entre los cálidos brazos de un apasionado joven Kou, le impidieron dormir.


Como cada mañana, Ami terminaba puntual de aplicarse el lápiz labial antes de colgarse el bolso y marcharse a la oficina.
Al tomar el celular, que dejara cargando batería sobre el buró durante la noche, notó que tenía un inbox sin leer.
La fotografía en miniatura y el nombre que aparecían en la parte superior de la pantalla, le provocaron un ligero sobresalto.
Enfrentándose a ésa ridícula exaltación, abrió el mensaje sin intención de responder.
Ya no era una muchachita inexperta, podía manejar estos menesteres con propiedad.

"Hola, buen día.
¿Me recuerdas?"

Se rió.
¡Que si lo recordaba!

Pero, ésa no era una conversación que deseara tener justo ahora, así que, cerró la aplicación, sin darle respuesta.

En cuanto arribó a "Moonlight Editorial" se olvidó del asunto. Su trabajo era un amante celoso. Hasta ahora, el único amor más grande que el que sentía por las letras y la creación, era el propio.

Molly, siempre amable y eficiente, la esperaba ya con dos humeantes tazas de café. El delicioso aroma la llenó de energía antes de escuchar, como de costumbre, los pendientes del día en orden de importancia.

— La reunión de planificación y desarrollo es a las 11:00; tienes en tu correo electrónico los puntos principales a tratar respecto a los formatos digitales. Los altos mandos confirmaron su asistencia, así que cancelé tu cita de la 01:00, para que puedas tratar con ellos tu incorporación como socia. De nada.
Culminó con un guiño.
Ami revisó los gráficos de ventas de los últimos meses; éste era el momento propicio para definir con Luna y Artemis su estatus en la empresa, los números estaban a su favor.
— Excelente, gracias, Molly. ¿Algo más?
— Tienes un manuscrito para revisión sobre tu escritorio.
— ¿Qué tal está?
— Tiene potencial.
— ¿Otra cosa?
— Los de producción esperan que le des el visto bueno al diseño de la cubierta del próximo lanzamiento.
— Hazles llegar las sugerencias que te envié anoche por e-mail, por favor.
Por el ceño fruncido de su asistente y amiga, Ami supo lo que seguía.
— No deberías trabajar hasta tan tarde, ya bastante haces aquí como para continuar en tu casa. Me preocupa tu salud. Hay mejores cosas en qué ocupar las noches, ¿sabes?
— Si tienen que ver con dedicarle tiempo a extraños aburridos, no me interesa.
— Te enterarías de que no todos son aburridos si les concedieras más de una corta charla.

Molly continuó con su alegato. En ese punto, Ami se desconectaba del tópico; asentía una que otra vez, guardando silencio; no llegarían a un acuerdo, ningún hombre valía una discusión con su amiga. Cuando ésta se retiró, pensó en el mensaje que recibiera temprano. Debía admitir que la intrigaban los motivos que él pudiera tener para buscarla. Habían pasado varios años, lo normal sería que la hubiese olvidado tras lograr pasar el buen rato. Después de todo, no es que ella lo hubiese echado de menos, pues hasta que le llegó la solicitud de amistad volvió a ocupar sus pensamientos.

Se dispuso a terminar su café, para luego revisar el manuscrito.
Ésa parte de su trabajo le fascinaba, tener la posibilidad de encontrar nuevos talentos y apoyarlos en forma concisa. Acarició en la portada las letras del título, tal vez tenía en sus manos un best seller, pensó con ensoñación... Cuando una cita le provocara tal sensación, se replantearía su soltería.

Ya tarde, lista en su coche, antes de retirarse, optó por enviar la tan postergada respuesta:

"Hola, qué tal.
Sí, te recuerdo; del trabajo, hace años".

Si Lita o Molly vieran lo que acababa de escribir, probablemente le darían un zape, por la árida contestación.
Rió para sus adentros; con el buen humor de manifiesto en la mirada, condujo a casa. Había tenido una larga y productiva jornada, merecía uno de los deliciosos postres que su amiga solía preparar, un baño de tina y un reconfortante descanso.
Unas horas después, tras consentir a su cuerpo, ahora la dosis de lectura nocturna le daba el relax necesario antes de dormir.
El parpadeo intermitente de la luz del celular sobre el buró, llamó su atención. Tenía mensajes.

Tuvo el presentimiento de que era él, y pudo más la curiosidad que el hábito de no revisar redes sociales a partir de determinada hora.

"No hemos coincidido, qué pena. Realmente me gustaría hablar contigo".

"¿A qué hora estás disponible?".

Ami quería preguntarle por qué la insistencia. Sin embargo, se abstuvo de externar tal inquietud, pues no demostraría inseguridad bajo ninguna circunstancia.

Tarde o temprano, él se referiría al episodio que protagonizaran ésa noche, cuando por casualidad coincidieran en un bar, colocándose entre el tipo de hombres que evitaba a toda costa, de los que alardeaban como si ella fuese un trofeo.

Había tenido suerte una vez.

Lo ocurrido en el pasado, se quedó entre las paredes del lugar y en sus recuerdos.

Eso sí, con nota sobresaliente.

"Me conecto muy poco,
mi tiempo libre es limitado."

Y no se iba a disculpar por eso.

"Entonces, ¿puedes darme tu número
de teléfono? "

Siendo sincera consigo misma, no tenía un motivo de peso para negarse, así que le proporcionó el dato.

"¿Puedo llamarte mañana? Ya es tarde, supongo
que estás por irte a dormir"

"No te preocupes por eso, estaba leyendo."

"Y, ¿qué lees?"

"A Benedetti"

"¿Algún poema en específico?"

Respondió sin esperar que supiera a cuál se refería.

"Yo no te pido."

*Escribiendo...*

"Yo no te pido que me bajes
una estrella azul;
sólo te pido que mi espacio
llenes con tu luz."

Si no fuera porque él podía haberlo gogleado, diría que estaba impresionada. Aunque le concedía la rapidez al responder y las buenas intenciones.
Como por inercia, ya que lo sabía de memoria, tecleó la continuación.

"Yo no te pido que me firmes
diez papeles grises para amar;
sólo te pido que tú quieras
las palomas que suelo mirar."

Enseguida, él se aventuró a ir tras lo que quería.

"Sólo te pido una cita. De lo que pase después, me encargo yo."

Eso sí que era tener la autoestima alta.
Pero, ya que hacía tiempo que nadie la alejaba por las noches ni siquiera un rato de los libros o del trabajo, decidió acceder.

"Llámame mañana, al medio día. Hablaremos al respecto."

"Cuenta con ello. Me encantará volver a escuchar tu voz.
Hasta mañana."

"Hasta mañana, que descanses."

Y cerró la sesión.

Extrañamente contenta.

Al día siguiente, a pesar de que se propuso no sentirse ansiosa por la llamada, al aproximarse la hora acordada, no pudo evitar revisar el celular repetidamente.
Atendió sus pendientes, acudió a una reunión con el personal, hizo llamadas, todo con Taiki en la cabeza. Semejante distracción era una completa novedad en alguien tan enfocada. Aún así, cumplió con sus labores con la eficiencia usual.
Determinada a tomar las cosas con calma, se preparó la tercera taza de café, y revisó en su oficina las conclusiones de la junta que recién terminara.
Cuando, tras pasar casi una hora absorta entre propuestas y papeles el teléfono sonó, mostrando en la pantalla un número desconocido, tuvo el impulso de desviar la llamada, pero reaccionó a tiempo.
Alegre, respondió.

— Hola.
— Hola, hermosa. Hubiese querido lograr que los relojes del mundo avanzaran más rápido para poder escucharte antes. ¿Has tenido un buen día?
— Sí, gracias. Me sorprende tu elocuencia.
— Es lo que me inspiras. Si nadie te ha dedicado poemas, los hombres que te rodean deben estar ciegos.
— Exageras.
— Difiero. Pero, te llamo para contarte que la próxima semana estaré en tu ciudad, visitando a mis hermanos. ¿Podrías concederme algo de tu tiempo?
— Mi agenda está libre el viernes por la tarde, ¿te parece?
— Perfecto. ¿A dónde paso a recogerte?
— Aquí al trabajo está bien. Te enviaré la dirección por mensaje un poco más tarde.
— De acuerdo, te confirmo el lugar y la hora por ése medio.
— Estupendo, seguimos en contacto, entonces.
— Por supuesto.
Ami estuvo a punto de decir: "Cuelga tú primero".
Sonaría demasiado cursi. Por fortuna, él se despidió por última vez, y colgó.
Un suspiro se le escapó.
Desde la puerta, Molly observó la escena un tanto incrédula.
¿Será que por fin Cupido consiguió hacer de la suyas?


En la soledad de su estudio, Taiki Kou permanecía contemplando el esplendor nocturno a través de la amplia ventana.
Con la mirada perdida en las estrellas, los pensamientos en una mujer y las esperanzas tan lejos como la luna, se regodeó en rememorar la pasión compartida con sus musa de ojos azules.
Jamás pudo olvidar ése momento en que el destino lo bendijo con la fortuna de hallarse en el sitio correcto en el instante preciso.

Ami Mizuno atrapó su atención desde la primera vez que la vio sonreír.
Su belleza exterior lo cautivó.
Con el trato, su personalidad e intelecto acabaron por conquistarlo.
Aquella noche, al tenerla entre sus brazos y probar la dulzura de sus labios, supo que se estaba enamorando.
El tiempo le demostró que no era un sentimiento pasajero.

Había conocido a otras mujeres, pero su corazón nunca estuvo satisfecho.
Se negó a reconocer la verdad hasta que su alma se rebeló, y hastiado tras unas cuantas relaciones intrascendentes, la buscó.
No fue sencillo, pero no se rindió.
Hoy, por fin, se sentía más cerca de la gloria.
Con renovado anhelo, sus recuerdos lo transportaron al inicio de su mejor y más grande historia, su fantasía hecha realidad.