Todo sucedió tan rápido, que lo acontecido después le seguía pareciendo salido de un cuento o de algún fantástico sueño.
El mejor que Ami había tenido nunca.
A lo largo de su vida se había marcado una meta tras otra, hizo lo necesario para cumplir satisfactoriamente cada una de ellas sin distracción ni duda.
A los sueños, subjetivos, emocionales, escaso tiempo les dedicó.
No era mujer de castillos en el aire, sino de cimientos firmes para el futuro.
Pero el futuro también podía estar salpicado de ilusiones que llenaran de felicidad el camino a la meta.
Porque, con empeño, se convertían en realidad.
Ahora lo sabía.
Con Taiki era posible; a su lado, amar era como viajar al Edén de ida y vuelta sin despegar los pies del suelo.
— ¡Me haces tan feliz!
Él besó su frente, sus mejillas, sus labios, y rodó con ella sobre la cama; ambos rieron, dichosos.
— Te amo, no temo decirlo ni demostrarlo; no contigo. Me siento libre, y a la vez, tan tuya... ¿es esto verdad?
— Lo es, amor mío. Tan real como los latidos de mi pecho, que se aceleran con sólo mirarte; como el rubor de tus mejillas provocado por mis caricias.
Ami se acurrucó junto a él, encantada.
El calor de su piel, su aroma, la larga cabellera esparcida sobre su desnudez en un roce tan sensual... Era un momento perfecto.
— No sé si merezco la adoración con la que te expresas... Las pocas veces que llegué a imaginar un amor así, no fue más que eso, una quimera.
— Me basta con que existas, con que me permitas amarte. No necesito más.
Ella suspiró, cerró los ojos, dispuesta a dormir las pocas horas restantes, pero, cayó en cuenta de un detalle.
— ¿A dónde iremos?
Taiki mesó la azulada cabellera con ternura, comenzando a fantasear con su nueva vida juntos.
— A Hahashima. Tengo una cita en la isla con mi editora el Lunes para revisar algunos puntos de mi última obra antes de publicarla. Me llevará un día, a lo mucho.
— ¿Sólo uno? O eres muy bueno, o tu editora es permisiva.
— Cariño, soy más que bueno en lo que hago. No sólo escribiendo, como habrás notado.
Con falsa arrogancia y una sonrisa de medio lado, le guiñó un ojo para enfatizar lo dicho; las arreboladas mejillas de Ami eran prueba de que la selección de palabras había cumplido su cometido. Careciendo de argumentos que rebatieran la afirmación, la peliazul le lanzó una de las mullidas almohadas al rostro. él se echó hacia atrás, quejándose con un dramatismo digno de una puesta en escena, no sin antes encargarse de que la otra almohada se impactara contra ella. Riendo como niños, siguieron jugando sobre la cama. Al moverse Ami, la sábana se deslizó hacia abajo; las formas femeninas al desnudo dejaron a Taiki mudo e inmóvil por un instante. Al sentir avivarse la llama del deseo en su interior, la tomó entre sus brazos con pasión, besándola hasta perder el aliento. Faltos de aire, se dejaron caer de espaldas contra el colchón.
Vehementes, se rindieron ante el reclamo del deseo; como si el hambre del otro no pudiese saciarse. Una vez no era suficiente para compensar toda una vida anhelándose.
Si no fuera por los planes en puerta, bien podría ésta noche hacerse eterna, como su amor.
Aunque ninguno de los dos quería dormir para no desperdiciar ni un solo minuto, el sopor después de amarse los envolvió hasta vencerlos.
Ufanos, recibieron renovados el amanecer.
La mañana del sábado llegó para Ami con más pendientes que un día normal de trabajo. Era curioso cómo el dedicarse tiempo a sí misma requería casi tanto esfuerzo como la jornada laboral.
En cuanto abrió los ojos ya estaba pensando en qué haría primero: Llamar a Luna, después a Molly, luego a Lita.
Cupido necesitaba aliados, y cruzaba los dedos para su jefa y amigas aceptaran serlo.
En contraste, Taiki parecía no tener prisa.
Le dio los buenos días con un beso tras otro. La dulzura del primero fue cambiando hasta tornarse un tórrido duelo entre sus labios.
Se acariciaron mutuamente con ternura y dilación, recorriendo palmo a palmo su piel para guardar en la memoria las reacciones, los suspiros que acompañaban cada estremecimiento.
Él no dejaba de decirle románticas palabras, pronunciando en voz alta todo lo que le inspiraba, elevando su excitación a niveles insospechados.
Entre jadeos y respiraciones entrecortadas, descubrió que su amado podía llevarla hasta el clímax sin siquiera tener que estar dentro de ella, pues la maestría de sus dedos iba más allá de la literatura.
¡Vaya éxtasis!
Le acababa de cambiar para siempre la percepción de sus manos, de la habilidad de sus dedos que hechizaban. A partir de hoy, cuando lo observara asir el lápiz, sujetar una taza, teclear en su laptop, entrelazarlos con los suyos al caminar, recordaría lo que podían hacerle sentir.
El amor era capaz de transformar hasta el gesto más sencillo.
Incluso el ducharse.
Juntos, aquella experiencia le había resultado reveladora, increíblemente cándida y hasta divertida.
Salieron del cuarto de baño cada uno con una toalla cubriendo su anatomía; con naturalidad, se vistieron intercambiando algún coqueteo y uno que otro roce fugaz mientras conversaban.
— Veré cuántos días puedo tomar de vacaciones. No sé cuándo fue la última vez que me ausenté del trabajo por placer.
Comenzó a decirle Ami, entusiasmada, entretanto luchaba con el cierre de su vestido. El cual, solícito, Taiki terminó de subir.
— Me agrada que asocies el placer conmigo. Ahora, preciosa dama, será mejor apurarnos. Nos espera un día agitado, entre que te organices en el trabajo, hacer maletas, viajar por carretera y tomar mañana el ferry a la isla. Lamento la premura.
Se disculpó él.
— Lo resolveré, no te preocupes. Gracias a mi faceta workaholic, no hay ningún pendiente en la oficina, incluso me he adelantado en algunas tareas. Luna no tendrá mayor razón para negarse. Molly, mi asistente, es muy capaz, podrá encargarse en mi ausencia y, de ser necesario, me apoyará a distancia para solucionar lo que surja. Constantemente me insiste en que le de prioridad a los asuntos personales, así que no tiene escapatoria.
Rápidamente, se calzó las zapatillas, se aplicó el lápiz labial y finalizó pasándose el cepillo por su pelo húmedo.
— Eres impresionante, por eso y más, te amo.
Él ya estaba en la puerta, abrochando los botones superiores de la camisa. Oportuna, le puso en el bolsillo frontal de la prenda la tarjeta de acceso que dejó olvidada sobre el buró, y tras cerrar, se dirigieron tomados de la mano al estacionamiento del hotel.
Ocupando el asiento del copiloto, Ami sacó de su bolso el celular y tecleó un mensaje de texto para luna, después tomó el rimel y delineador de ojos, bajó el tapasol de su lado, e hizo uso del espejo para complementar su maquillaje mientras él conducía hasta la salida.
— ¿A dónde, señorita?
Tras leer la respuesta que esperaba, le indicó el rumbo.
— A la editorial, Luna me alcanzará en un rato más. Estoy de suerte, se encuentra en la ciudad justo hoy.
— El amor todo lo puede.
Murmuró Taiki sin despegar la vista del frente, atento al camino. Después, encendió la radio.
— Qué cursi eres, pero igual te amo.
Le lanzó un beso al aire, y siguió con lo suyo.
A los pocos segundos, él comenzó a cantar en voz baja.
Ella desconocía la canción, sin embargo, algo en ésa voz llamó su atención. No podía definir si era el tono, las inflexiones entre cada estrofa, el ritmo de la música, la letra. En conjunto resultaba atrayente.
"Anhelo aquello que es efímero y se aleja... Pienso en ti, soñando un sueño dentro de un sueño"
Era como estar en un concierto privado para ella sola.
La voz de Taiki le llegó envolvente y cálida.
Halló su canto reconfortante como la primer taza de café, escucharlo era como cubrirse con terciopelo en una noche fría de invierno.
¡Cuánto lo amaba!
Cuando estuvieron ante el edificio de la editorial ya estaba guardando sus cosméticos.
Unas calles atrás, vio estacionado el automóvil de su jefa.
Si la reunión resultaba como pensaba, la siguiente parada sería su casa, para hablar con Lita, empacar y llamar a Molly; le enviaría a ésta última un correo electrónico con información que encontraría útil y le facilitaría las cosas. Después, ya en su destino, les confirmaría a todas su ubicación exacta.
— No estoy segura de cuánto tardaré.
— Lo que haga falta; aquí estaré.
Se besaron con ternura, compartiendo el optimismo.
Luego, Ami revisó su imagen en el espejo y bajó del coche.
Con paso firme, avanzó hacia el portal.
Amable, saludó al guardia.
Convencida, siguió hasta el privado de Luna y con un leve golpe a la puerta, anunció su llegada.
Con la mente fija en el objetivo y Taiki en el corazón, entró.
Lo suyo funcionaría.
Lo lograrían, juntos.
¡Saludos! Gracias por leer.
La canción que se menciona en el fic es "Kagerou", de Buck-tick.
Se las recomiendo.
My dear Anny, con amor.
Que la lectura te provoque una sonrisa.
