¡Hola otra vez! Gracias a todos los que pasan a leer esta historia. Si tienen alguna duda o sugerencia me pueden dejar un review ¡lo leeré y te contestaré!

Aclaración: Los personajes le pertenecen a JK. Rowling.


El doctor lee mentes.

POV:HARRY

Me eh tomado prácticamente toda una semana velando a Ginny en el hospital, supongo que era hora de volver al trabajo.

Lo cual fue definitivamente… una tortura.

No me malinterpretes, adoro mi trabajo. Ser Auror es la única carrera que había tenido en cuenta desde que era un adolescente y un ex-maestro me elogió con que podía ser bueno-curioso que este fuera un mortífago encubierto-,me encantaba atrapar a los magos oscuros que trataban de poner fin a la paz en la comunidad mágica. Lo que en verdad odiaba… era el papeleo.

Ser el jefe del cuartel sólo tenía esa desventaja, el papeleo. Cuando entre en mi oficina el viernes por la mañana, no me sorprendió ver una pila de papeles revoloteando en mi mesa. Me pase toda la mañana leyendo y revisando ensayos de mis Aurores-parecían escritos por niños del kínder Garden-, firmando peticiones absurdas del ministerio-¿para que quería el departamento de transportes mágico una motocicleta disco voladora?-, y leyendo pedidos de ayuda ridículos de la comunidad mágica-¿A quien le importa que su gato este en el árbol, señora? ¡Es bruja, resuélvalo!-, fue en definitiva una larga mañana.

Cuando ya estaba considerando lanzarme por la ventana, la puerta se abrió abruptamente y Ron entró con dos archivos en la mano, avanzó a paso seguro y se sentó en la silla al otro lado del escritorio.

—¿Eh hola?— lo mire.—Podrías tocar, ¿sabes?

—Pero entonces sólo perdería el tiempo.— se encogió de hombros, como si nada.

Bufé.—¿Que pasa?

Ron me miro unos segundos antes de dejar lo dos archivos arriba del escritorio. Oh no, pensé, más papeleo.

—¿Que es esto?— pregunté casi con temor.

—Este.— dijo Ron, dándole unos golpecitos a la primera carpeta.—Es el caso que me asignaste de la chica desaparecida.— explicó, luego señaló la otra carpeta.—Y este es el otro caso de una segunda chica desaparecida.

Me inclina hacia adelante confundido.

—¿Que? ¿Desapareció otra chica?— abrí la primera carpeta y le di una ojeada rápida. Miranda Leroy, rubia, veintidós años, soltera, ojos café, desaparecida. El informe contenía información de quien era ella, las personas con quien frecuentaba, sus familiares, enfermedades, etc. Y una foto de la chica al final. Luego agarre el otro informe Lucia Petit, castaña, dieciocho años, soltera, ojos azules, desaparecida. Y al igual que el otro contenía la información de la chica y una foto de ella.

—Si. Estuve investigando a Miranda, nada fuera de lo común. Empezaba su carrera de sanadora, era social y no tenía enemigos, al menos, nadie la había visto teniendo problemas, según sus familiares y amigos era muy amigable. Pero un día desapareció de la nada sin dejar rastro.

—¿Algún sospechoso?— pregunté.

—Nada. Interrogue a sus compañeros en el hospital, a sus familiares, a sus amigos, revise sus pertenencias y analice el entorno en que vivía, nada. Daba la impresión de ser una chica completamente normal.— respondió Ron.

—¿Y la otra? ¿Tenían algo en común?— interrogue.

Ron negó con la cabeza.—Lucia recién terminaba Hogwarts, se escribía con sus amigos de la escuela y según sus padres estaba pensando en entrar a la academia de Aurores pero al igual que Miranda un día simplemente desapareció. No tenía enemigos en el colegio ni fuera de el, sus padres conocen a todos su amigos y era una chica muy abierta, también daba la impression de ser normal.

—Pero las dos desaparecieron, y no tenían nada en común.— murmuré pensativo. Un no es casualidad, dos son coincidencia y tres… levante la cabeza y lo mire.

—Si los casos no tienen nada en común serán por separado, anótame una cita con los padres de Lucia, te encargaré el de Miranda.— dije.

Ron asintió y se levantó.—¿Aun no terminas?— dijo señalando los papeles que aún quedaban sobre la mesa.

Suspire y lo mire.—Estoy pensando en contratar un asistente.

—Deberías darte rápido, Ginny debe estar esperándote.

Me parece de golpe y lo mire alarmado.—¡Oh no! ¡La cita en San mungo! ¡Lo había olvidado!— exclamé mientras trataba de organizar los papeles.

—Definitivamente mente necesitas un asistente, colega.— dijo Ron. Su mirada brilló con malicia unos segundos.—Una pena que Ginny no este aquí para escogerla.

—Cierra la boca, Ron.— murmuré.

Ron se echó a reír mientras salía de la oficina.

*

Cuando llegue a la Madriguera me recibió el característico olor de la comida de Molly, eran las una de la tarde por lo tanto la mesa ya debía estar lista.

Arthur, Molly, Ginny y James estaban ahí. James en sus silla de bebé con Molly alimentándolo. Me entristeció el echo de que no fuera Ginny quien lo atendiera. De echo ella miraba a nuestro hijo de forma extraña, casi con… incomodidad.

—¡Harry!— Molly me saludo en cuanto entre.— Querido, ven siéntate, creíamos que no venías.

—Perdón la tardanza.— dije.— Se fue el tiempo volando.

—Eso es lo qué pasa cuando amas tu trabajo.— rio Arthur.—Y hablando de trabajos, debo regresar al mío.

—Oh, Arthur, pero si acabas de comer.— le regaño Molly.

—No te preocupes, Molly, querida, tengo mucho papeleo que hacer, estaré bien.— la tranquilizó el. Ambos se dirigieron a la puerta, con Molly refunfuñando y Arthur tratando de apaciguarla.

Aproveché el momento y mire a Ginny. Llevaba puesto unos pantalones Jeans con una blusa holgada y zapatos para salir, con el llameante cabello pelirrojo suelto se veía preciosa. Ella siguió comiendo como si no se hubiera dado cuenta de nada.

—Hola Ginny.— murmuré y resistí el impuso de saludarla con un beso. Últimamente son muchas cosas que necesito resistir.

—Hola Harry.— respondió tragando un bocado de su plato.

—¿Como amaneciste?— pregunté mientras me sentaba junto a James y empezaba a alimentarlo con el plato de comida de bebé que Molly había dejado encima de la mesa.

—Bien, supongo. ¿Por que hasta ahora bajas a comer?— preguntó.

—¿Eh? No, Ginny, no estaba arriba, estaba en el trabajo. Acabo de decirlo.

—¿Oh, en serio? Lo siento, no distingo muy bien el paso del tiempo…

—No te preocupes, estoy seguros de que con un par de cesiones del tratamiento serán suficientes.— dije.

—¿Que tratamiento?— preguntó con el ceño fruncido, repentinamente nerviosa.

—No te preocupes, será totalmente seguro.— la tranquilice.

Asintió con la cabeza, aunque no parecía tan convencida. Dejó su plato a un lado.—Creo que ya no tengo hambre.

—¿Segura? Debes comer bien para mejorar.

—Estoy segura.— asintió.

Molly volvió a entrar por la puerta con el ceño ligeramente fruncido.— Este hombre, por Merlin, ya le dire yo cuando tenga malestar estomacal.

—Molly ya nos vamos.— me levante de la silla y Ginny me imitó.

—¿Que? ¡Pero si acabas de llegar! ¡Necesitas comer!— exclamó.

—Lo siento, pero vamos retrasados, comeré en un local ¿si? Lo prometo.

—¡Bien! Pero que no se te olvide.— exclamó ella enfurruñada.

Sonreí y le besé la mejilla, para luego darle un beso a James en la frente.—¡Nos vemos campeón!

Ginny se despidió de su madre y me acompañó afuera.

—¿Como vamos a ir?— preguntó.

—Vamos a aparecernos.— dije.

Ella dio un paso atrás.— No se aparecerme.

—Claro que si. Pero igual te ayudaré, dame la mano.— ella dudo un momento para luego agarrar mi mano y apretarla suave mente. Su tacto tan suave como siempre, mandó escalofríos a mi cuerpo, espero a verlo disimulado bien. Me concentre en desaparecer, giré sobre mi mismo y sentí el característico dolor en las tripas. Un segundo después estábamos en un callejón a unas calles de San Mungo.

—Eso fue… horrible.— dijo Ginny con una mueca.

—Lo se. Vamos.

Avanzamos hasta el edificio abandonado y entramos al hospital. Me dirigí hacia la secretaría que en ese momento le explicaba a un hombre de piel naranja y alas en los pies su piso.

—Hola, somos Harry Potter y Ginny P-Weasley.— me regañe mentalmente por mi fallo.— Tenemos una cita con el sanador Sebastián Morris.— explique.

Me miro y su ojos se abrieron como platos.

—Harry Potter es todo un placer. Su cita, si, si.— reviso unos papeles.— Llegan quince minutos tarde, pero supongo que no es problema, seguro debe estar muy ocupado, Señor Potter.

Atrás de mi Ginny soltó una risita cantarina.

—Piso seis, habitación treinta y dos.— informó ignorando olímpicamente a Ginny.

—Gracias.— dije empezando a caminar. Mire a Ginny que tenía una pequeña sonrisa en los labios.—¿Que?— pregunté, algo confundido.

—Nada, usted siga su camino, Señor Potter.— se burló.

Rodé los ojos tratando de contener la sonrisa que amenazaba con salir de mis labios. Pequeños momentos como estos son los que me hacen tener esperanza. Como cuando la vi jugando Quidditch, la expresión de satisfacción y felicidad en sus rostro era la misma que tenía cuando jugaba para las Arpias. Y esas pequeñas bromas me hacen creer que aún queda algo de la pequeña compañera de bromas de Fred y George. Debía aferrarme a eso y no perder la esperanza.

Después de todo es lo que siempre hago.

Entramos a la habitación asignada en el piso seis, ahí había un hombre sentado detrás de un escritorio revisando unos papeles. No debía tener más de veinticinco años, es decir rondaba nuestra edad, estaba en forma, tenía el pelo rubio oscuro y ojos marrones distraídos. En cuanto entramos nos echo un ojo, se fijo en Ginny como abalizándola por unos segundos, luego me miro y me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba tratando de entrar en mi mente, recordé que el tipo era un legeremante habilidoso y activé una barrera de inmediato. Había mejorado mucho durante la academia de Aurores, sobretodo por que ya no tenía a Snape de profesor sin dudas.

—Harry Potter y Ginny Weasley ¿verdad? Siéntense los estuve esperando.— comentó como si hace un minuto no estaba tratando de entrar en nuestras mentes.—Imagino que querrán empezar con el tratamiento de inmediato ¿no? El sanador Robinson ya me había informado que los había puesto al corriente.

Ginny me miró pidiendo respuestas.

—Si.— dije.— Pero hace falta firmar el acuerdo de privacidad.

—Por supuesto, aquí está.— saco de un cajón unas hojas de papel y me las enseño. Trate de leerlas lo más rápido posible, pero deteniéndome en la letra pequeña y en las partes importantes. Me asegure que todo lo que se vea en la memoria de Ginny sea confidencial y no salga de esta habitación, cuando me asegure de todo le asentí.—Muy bien, entonces.— saco una pluma y me la paso.

—Espere.— dije y mire a Ginny, que se encontraba mirando al rededor, la camilla para los pacientes y los aparatos médicos.— Ginny, ya lo eh leído todo y estoy de acuerdo pero necesitamos también tu firma, así que necesito saber si estás de acuerdo.

—¿Que es lo que pasará?— preguntó ella.

—El doctor entrará en tu mente y mirará tus recuerdos y tratará de hacer que tu también los puedas ver.

Ginny hablo los ojos como platos.—¿Que? ¿Y dejar que un extraño se pasee por mi cerebro? Ni hablar.— bufo.

El sanador nos observaba en silencio, daba la impresión de haber pasado por esto antes.

Por mi parte agarre suavemente a Ginny de la mano y la llevé al rincón más alejado en el consultorio.

—Escucha se que esto podrá ser difícil… pero es la única manera, en serio no lo haríamos si hubiera otra forma.— trate de tranquilizarla y tal vez a mi mismo.

—Pero Harry, ese hombre verá mis recuerdos ¡ni siquiera se lo que pasa en ellos! ¿Que pasará cuando el vea cosas… no se… intimas?— preguntó.

De inmediato mi cara ardió, no quería ni imaginarme al sanador viendo ese tipo de recuerdos de mi esposa. Y aunque no hubiera otra manera, tampoco iba a obligarla a hacerlo si no quería.

—Escucha Gin, si no quieres hacerlo es tu decisión, pero no habrá otra manera de recuperar tus recuerdos. Ademas en el momento en que halla que ver ese tipo de recuerdos yo estaré contigo, sin importar que.

Ella frunció el ceño ligeramente y se quedó en silencio con los labios apretados, luego dijo:

—¿Gin?

—¿Que?— la mire confundido.

—Me has dicho Gin…

—Oh… Bueno es un apodo.— explique algo confuso por el cambio en la conversación.

—¿Desde cuando?— susurro.

—Ah… no lo se…

—Está bien.— exclamó de pronto mirando fijamente al sanador.—Lo haré.

¿Que? ¿Que acababa de pasar?

—¿Estas segura?— pregunté.

Asintió aún con el ceño fruncido.

—Bien entonces.— dijo el Sanador.— Firmen y comenzaremos cuanto antes.

Agarre la pluma que me había dado y firme dando mi consentimiento. Ginny hizo lo propio. La noté extraña, como enfurruñada, pero no quería preguntarle con el doctor lee mentes delante.

—Bien , Ginny, siéntate aquí.— dijo el doctor, señalando la camilla en una esquina del consultorio, luego de haber.—Esto puede provocar dolor de cabeza, así que te recetaré unas pociones calmantes y luego de cada sección necesito que descanses ¿vale?

—Bien.— murmuro.

El doctor se colocó a su lado y apuntó con la varita a su frente.—Legeremens.— susurro, el efecto fue instantáneo, Ginny se llevó una mano a la frente eh hizo una mueca de dolor. Cerró los ojos con fuerza y empezó a jadear.

—¡Ey! ¡Le estás haciendo daño!— exclamé furioso.

El doctor abrió los ojos y detuvo el hechizo, Ginny se inclinó, jadeando y sosteniéndose la cabeza con una mano. Me acerqué a ella en un intento desesperado de apaciguar el dolor.

—Como ya dije Señor Potter, esto puede provocar un ligero dolor de cabeza, pero mientras más avance el proceso el dolor desaparecerá.— explicó el Sanador tranquilamente.

—¿Y cuanto es para usted un "ligero dolor"?— exclamé perdiendo los nervios.

—Ella estará bien.— aseguró el Sanador.— Mientras más aváncenos menos le dolerá.

Estaba apunto de mandar a la mierda al hombre cuando Ginny hablo.

—Está bien… Harry.— susurro.— Puedo aguantar.— miro al sanador.—Continúe.

—¿Segura?— pregunté preocupado.

Asintió apenas con la cabeza.

Suspire.— Bien, pero me quedaré a tu lado.

El sanador volvió a hacer el hechizo en la frente de Ginny, de nuevo ella se dobló y jadeo. No resistía verla así, pero no podía hacer nada para aliviar el dolor, así que me limite a acariciarle la mano durante todo el proceso.

Fueron aproximadamente unos diez minutos y cuando el sanador por fin dijo que era suficiente, Ginny estaba pálida, sudada y con la mirada perdida. La ayude a ponerse de pie pasando su brazo tras mis hombros y prácticamente abrazándola a mi.

El sanador se dirigió hacia su escritorio, garabateó algo en un papel y me lo entrego.—Esas son las posiciones que necesita. A partir de ahora se la tomará antes y después de las secciones. Puedo programarles otra cita para el lunes a la misma hora.— me tendió en papel con la mano.—Una cosa más, será mejor que no le proporcionen mucha información de su vida en general, ahora que empezamos con el tratamiento debe dejar que los recuerdos vuelvan por si solos, de lo contrario podría provocarle un Shock a su cerebro, las consecuencias serían gravísimas.

Agarre el papel y asentí, salimos del consultorio y paramos brevemente el la droguería para comprar las posiciones. Luego salimos del hospital y nos dirigimos hacia el callejón vacío para poder desaparecernos y parecernos en los terrenos de la madriguera.

Ginny hizo todo el trayecto casi dormida sobre mi hombro, estaba muy pálida y su aspecto era preocupante.

—¡Dios mío, Ginny!— exclamó Moll, una vez llegamos a la Madriguera.— Tienes que recostarte cariño, vamos te llevare a tu habitación.

—Espera.— la detuve cuando ya empezaban a subir las escaleras.—Ginny debe beber la posición primero.

Ella se la tomó a tientas, casi la derrama pero al final lo logró. Molly la dejo es su cama, le quite los zapatos mientras mi suegra acomodaba a su hija medio dormida en la cama.

La observe mientras su respiración iba aligerándose hasta finalmente quedarse dormida.

—Vamos, cariño, dejémosla dormir.— Molly susurro saliendo de la habitación.

Mire a Ginny una última vez antes de irme. Tenía que volver al trabajo a continuar con el papeleo, sin duda observar a mi esposa dormida era más agradable para mi. Acaricié levemente su mejilla y le di un beso en la frente.

—Descansa, Gin.

*

Luego de otra tanda de horas de trabajo por fin había logrado terminar el maldito papeleo. Ya había solicitado una secretaría al ministro, porque definitivamente necesitaba ayuda en ese aspecto de mi trabajo.

Ron y Hermione decidieron acompañarme a cenar en la madriguera, y hablar con Ginny en el proceso. Hermione se mostraba bastante emocionada con la idea de volver a hablar "cosas de chicas" con Ginny, aunque yo ya la había puesto al corriente de la advertencia del Sanador de no proporcionarle mucha información, aún así ella se mostraba optimista. Ron también había dado la excusa de visitar a su hermana, aún que sospechaba que lo que quería era comer la comida de Molly.

—¡Oh, mis niños!— sonrió Molly apenas nos vio llegar. Arthur y Ginny ya estaban sentados en la mesa junto a James, el cual empezó a aplaudir cuando nos vio.—Siéntense, la cena está servida.

Haciéndole caso nos sentamos, Ron y Hermione sentados juntos y yo me senté junto a Ginny. Molly empezó a decir la cena- un montón de platillos con aspecto delicioso y olor delicioso-.Aproveché la oportunidad para observarla, tenía cara de sueño pero al menos ya no estaba pálida. Traía puesto una pijama de seda y su cabello pelirrojo estaba recogido en un moño. Tenía aspecto de apuntó de irse a la cama, me entraron ganas de recostarme con ella, y abrazarla, acariciar su piel por debajo de la pijama, enterrar mi cabeza en su cuello respirando su aroma florar, escuchar su respiración relajada al quedarse dormida…

—¡Harry!

Salí de mis pensamientos de golpe cuando con el grito. Ginny me observaba con el ceño fruncido.—¿Que?— dijo.

—¿Que de que?— pregunté desconcertado. Mire a los demás, Arthur contenía una sonrisa, Molly negaba ligeramente con la cabeza divertida, Ron me miraba con burla y Hermione con ternura. Solo entonces fui consiente de que debí haberme quedado viéndola como un idiota.

—¿Por que estás mirándome así? ¿Tengo algo en la cara?—preguntó.

Sentí mi cara arder de vergüenza, debí haberme puesto tan rojo como su pelo pero conseguí negar con la cabeza, evitando la mirada de todos.

Molly-compadeciéndose de mi-me pasó el plato de comida de James, aprovechando la situación empecé a alimentarlo mientras el hacía muecas y caras raras.

—¿Y como te sientes Ginny?— empezó a preguntar Hermione.—¿El tratamiento funciona?

La pelirroja se removió un poco en su asiento.—Bueno es… confuso. Pero estoy bien.— asintió.

—¿Confuso?— preguntó Arthur.

—Las imágenes en mi cabeza… son confusas.— susurro Ginny, tan bajo que de no avernos quedado en silencio no se hubiera oído.

Los demás compartimos una mirada de curiosidad pero ninguno dijo nadas

—¿Mañana tienes la cesión de tratamiento?— preguntó Hermione con curiosidad.

—Ah…no.— Ginny volteo a verme para asegurarse.—¿Por que?

—Bueno si no estás ocupada, pensé que tú y yo podríamos salir un rato, ya sabes a pasear.— explicó Hermione.—Podemos visitar a George en sortilegios Weasley.— sugirió.

—¿Sortilegios Weasley?— preguntó Ginny.

—Es la tienda que Fred y George fundaron.— explicó suavemente Hermione.

Como cada vez que se hablaba del tema, un tenso silencio se apoderó de la mesa.

—¿Por eso Fred esta de viaje? ¿Por la tienda?— cuestionó Ginny.

Y Molly se quebró. Empezó a sollozar tapándose la cara con las manos, disculpándose subió escaleras arriba seguida por un Arthur cabizbajo.

—¿Que paso? ¿Que pasa con Fred? ¿Dije algo malo?— la preocupación en el rostro de Ginny era evidente.

La tensión en la mesa era evidente aunque solo estuviéramos nosotros cuatro. Hasta James se había quedado repentinamente quieto, cosa extraña viniendo de él.

—Ginny ¿Por que no vamos arriba? Debemos hablar.— dije, lo más suave posible.

—Eso suena a malas noticias.— murmuro nerviosa.

Hermione se acercó y cargo a James acomodándolo entre sus brazos. El se acurrucó en el pecho de su madrina.—Vallan… nosotros nos encargaremos de que se duerma.

Ron dio un respingo, con la boca llena de comida pero aún así asintió.

Ginny me dirigió una mirada medió asustada, pero aún así subió conmigo las escaleras. Cerré la puerta de su habitación y apliqué en hechizo silenciador cuando llegamos arriba. Ella se sentó en la cama mirándome, nervioso, me senté a su lado en la cama.

—¿Y bien?— me urgió Ginny.

La verdad es que no sabía por donde empezar ¿como le explicabas a la persona que amas que su hermano mayor murió en una guerra en la cual ella y toda su familia participaron por tu culpa? No es algo que se diga todo los días.

—Bueno Ginny… ¿Que es lo último que recuerdas de Fred?

Su expresión se volvió confusa. No contestó de inmediato.

—Las imágenes… son confusas, pero…— murmuro.—…había algo sobre un inodoro. Sobre qué mandaría un inodoro desde Hogwarts.

¿En serio? Apenas podía recordar esa absurda conversación. Aún así trate de mantener la calma.

—¿Recuerdas a…Voldemort?— pregunté.

Su expresión se volvió sombría.—Como olvidarlo.— murmuro.

—Bien, hace unos años hubo una batalla… en Hogwarts, contra Voldemort.— empecé. Espere algún cambio en su expresión, alguna señal de que lo recordaba o de que debía parar. No quería llevarla al límite, no después de lo que el doctor dijo.

—Déjame adivinar ¿Ustedes pelearon?— susurro.

La mire, no sabía si alegrarme de que lo recordara o entristecerme por que lo recordaba.

—Si.— dije.—Fue donde Voldemort finalmente cayó.— aclare. Luego añadí con más tacto.—Pero en esa guerra no solo pelee yo… también lo hiciste tú… y tú fami…

—Para.— exclamó Ginny de pronto. La mire alarmado y el corazón me dio un vuelco cuando su rostro se desfiguró y las lagrimas inundaron sus ojos.—El esta… el no esta…— un sollozo escapó de sus labios y yo solo atiné a abrazarla contra mi pecho.

—Lo siento mucho.— susurre contra su cabello. Ella rompió a llorar abrazada a mi, con sus lágrimas mojando mi camisa, pero no podía importarme menos. Odiaba ver a Ginny llorar, más que nada por que casi nunca lo hacía y me enfadaba que hubiera una razón para que ella sufriera a tal punto de derramar las lágrimas.

Ella sollozó por un largo rato tendida sobre mi. No sabia que mas hacer así que solo la abrace. Y no pare de hacerlo el resto de la noche.

Ginny lloro hasta quedarse dormida.


¡Gracias por leer! ¡Hasta el próximo capítulo!