Dalia negra
Sumary: La vida de Marco era monótona hasta que Jackie apareció en la puerta de su oficina.
Advertencia: Universo alterno.
Marco había soñado con ser un detective desde que era un niño. Solía leer muchas novelas sobre detectives y dedicar horas horas a ver maratones de series policíacas. Cuando creció siguió siendo fan de ese tipo de contenido, pero comenzó a tomarse más en serio su sueño. Comenzó a leer libros de leyes, el periódico a diario, libros de lógica y a jugar ajedrez.
Su sueño se mantuvo incluso después de la adolescencia, tomó una carrera que le permitió acercarse más a su sueño y se graduó con honores. Marco consideró que lo más natural sería mudarse a la capital y poner su propia oficina. Las cosas no resultaron como había esperado.
El primer obstáculo fue el departamento. El dinero con el que contaba no era suficiente. Solo pudo alquilar un cuarto que le recordaba más a un armario que a una oficina. Quiso mantenerse positivo, había luchado tanto por su sueño que le parecía absurdo renunciar en ese momento.
No le fue mejor con el paso del tiempo. Tuvo pocos trabajos, la mayoría buscando mascotas pérdidas o atrapando infieles, siendo este último el tipo de casos que más odiaba. Consideraba que ambos eran trabajos indignos de su talento, pero lo que más aborrecía era lidiar con las mujeres y hombres cuando les confirmaba lo que ya sospechaban, especialmente cuando lloraban.
Un día una mujer se presentó en su oficina y lo cambió todo.
Era una mujer de cabello rubio cenizo con un mechón de color aquamarina, cuerpo curvilíneo y una forma de caminar que le pareció sensual. Llevaba una blusa blanca con encajes en la zona del cuello y tan ajustada como la falda negra y corta que llevaba.
—Necesito su ayuda —le dijo la rubia.
Marco la miró decepcionado. No sabía que era lo que más le molestaba, el tener que lidiar con otra novia/esposa celosa, o el hecho de que la rubia no estuviera soltera.
—Deme los detalles del caso.
—Mi amiga ha sido asesinada y quiero que el culpable sea asesinado.
Fue en ese momento que Marco notó los ojos inchados de la mujer. Mentalmente se reclamó por no haberlo notado antes, se había distraído demasiado observando sus piernas.
—Deme los detalles —Marco no pretendía ser grosero, solo estaba imitando a sus personajes favoritos y tratando de impresionar a la rubia. Ver su expresión incómoda le hizo pensar que había cometido un error —, lamento si soné rudo, solo quiero ayudarla con su caso.
—Debe saber que no tengo dinero para pagarle, pero puedo darle algo más a cambio de sus servicios —la mujer acomodó su blusa de modo de que su escote se hiciera más visible.
Marco se sonrojó al escuchar esa propuesta.
—No es necesario, siempre estoy dispuesto a ayudar a una linda señorita.
La mujer se río al escuchar esas palabras.
—¿Señorita, yo? Apuesto a que se lo dice a todas sus clientas —la expresión de la rubia se endureció —. El que sea una prostituta no quiere decir que aceptaré su limosna.
La rubia se acercó a Marco y colocó su mano sobre la entrepierna de un aterrado detective. Masajeó esa zona provocando que Marco se sonrojara a tal punto que podría hacerse pasar por un tomate y que su respiración se volviera agitada.
—Encuentra al asesino de mi amiga y te daré más placer del que puedas imaginar —le dijo con voz sensual.
—Necesito los detalles —Marco había intentado no tartamudear, pero su voz terminó por traicionarlo.
—Su nombre es... era Star, quizás haya escuchado hablar de ella, la asesina más letal del país. Hace poco la contrataron para asesinar a un político corrupto, Benson Rivers a quien asesinó durante el último debate. Como pago recibió el dinero acordado y un cofre. Ayer la encontraron muerta en un callejón, fui a la policía, pero ellos aseguraron que solo se trataba de un robo y me expulsaron antes de que pudiera decirle lo que pasaba. Star tenía dinero, pero solo le robaron ese cofre, ella podía defenderse sola, sin embargo la asesinaron de forma brutal ¿no cree que eso es sospechoso?
—Tiene algo que pueda servirme.
Marco no creía que fuera sospechoso. Estaba seguro de que debía tratarse de alguna venganza o de un robo fallido. Marco se dijo que alguien pudo pasar por el lugar o que el asesino pudo darse cuenta de que el cofre era una reliquia familiar que lo pondría en evidencia.
O al menos eso pensaba hasta que vio las fotografías que la rubia le mostró. El cuerpo de Star estaba mutilado. Su cuello había sido cortado de manera profunda y sobre su pecho se había tatuado un símbolo que le pareció de lo más extraño y que había visto en otras muertes igual de violentas, no entendía por qué la policía ignoraría un caso así.
—Es porque somos escoria —le dijo la mujer con amargura —, ellos nunca escucharían a una prostituta o harían algo por Star si supieran a lo que... se dedicaba.
—¿Algún encargo que recuerde particularmente?
—Star no solía contarnos sobre sus encargos —la voz de la rubia se quebró en ese momento —, ella solía decir que era para protegernos.
—¿Cómo solía contactar con sus clientes? —insistió Marco.
Entre más tiempo pasaba con ese mujer, mayor era su deseo por ayudarla. Si bien era cierto que le atraía y mucho, no era lo que le ofrecía a cambio de sus servicios el principal motivo por el que le interesaba ese caso. Esa rubia le estaba ofreciendo lo que había deseado por tanto tiempo, un verdadero misterio, una conspiración contra la que luchar. Y se veía tan vulnerable. Sabía que quería mantenerse fuerte, pero la forma en que confundía los tiempos verbales o que su voz se quebraba al hablar le indicaban lo mucho que había querido a su amiga.
—En un bar, el mismo en el que suelo trabajar por las noches ¿acaso no lo sabía? Los bares son los sitios ideales para reunir información o para...
La puerta se abrió de golpe, Marco planeaba quejarse por la abrupta interrupción cuando notó que la intrusa era una mujer de cabellos cortos y negros, con un revólver entre sus manos.
—¿Dónde está? —le preguntó.
—¿Qué es lo que busca? —preguntó Marco quien no consideraba imprudente hacer enojar a la recién llegada.
—¡No hablo contigo! —le gritó antes de dirigirse a la rubia —, tu amiguita debió haberte dado algo antes de que la matara y lo quiero de vuelta.
—No sé de lo que hablas —respondió la de cabellos cenizos, su voz era extrañamente calmada, pero sus puños delataban la ira que sentía —, si es por el cofre...
—Deja de hacerte la tonta...
Marco intentó detener a la mujer con el arma. Sabía karate y creyó que eso bastaba para detenerla. Forcejearon por unos segundos. Un intenso dolor en el abdomen le hizo saber que había perdido. Lo último que vio antes de perder la consciencia fue a la mujer de cabellos negros llevarse a la rubia en contra de su voluntad.
