Capítulo 2: " La Fiesta de Presentación"
Él se miró atentamente en el espejo y no pudo dejar de encorvar algo los labios al notar las sombras oscuras bajo los ojos debido a la escasez de sueño. Pero qué más daba, cabalgar por las noches era un buen medio para pensar en su incierto futuro.
- Eso pasa por andar en las noches quizás en qué cosas... cualquiera diría que estas loco.
El muchacho ladeó el rostro y vio a su padre, alto pero anciano que lo miraba con sus profundos ojos ámbar, igual a los de él. Inuyasha volvió a mirarse en el espejo mientras acomodaba el lazo que sujetaba sus largos cabellos negros.
- No hago nada malo, padre... y en todo caso... ya soy un adulto... - Murmuró sin muchos ánimos de discutir esta vez. El joven sacó de un cajón una pequeña cajita azul con un lazo blanco, la cual abrió, miró y luego volvió a cerrar, para finalmente guardarla en el bolsillo de su elegante esmoquin negro. Su padre sonrió levemente y sus ojos se iluminaron de alegría.
- Aquella señorita... Kikyo Higurashi, en verdad es muy hermosa. Me alegra que finalmente hayas decidido ir a su fiesta de presentación.
Inuyasha sonrió pero fue sólo un segundo. Sabía lo que su padre pensaba, que finalmente había decidido hacerle caso y cortejar a aquella muchacha de la cual todos tanto hablaban, así que no se esforzó en refutarlo, seguro debía pensar que el presente era para ella... si supiera... ni siquiera la conocía...
- Volveré temprano, padre... - Murmuró tomando el abrigo negro y el sombrero, para saliendo finalmente de la habitación. Necesitaba aire, como cada noche cuando se escapaba en su caballo, necesitaba pensar bien en su futuro, aunque por esta vez lo dejó pasar, en esta ocasión se tendría que conformar con la graciosa presencia de su pequeña "cómplice" de escapadas nocturnas... y tal vez ya era hora de encontrarse también con los viejos amigos...
Cuando el muchacho bajó del carruaje en verdad sintió haber venido. No pensaba que la "celebración" iba a ser tan en grande. Había una hilera de carruajes a la vera del camino y muchas personas, jóvenes en su mayoría, quienes intentaban ingresar a la gran y lujosa mansión de los Higurashi. Desde donde estaba podía escuchar la música suave de los violines y el piano. El joven tragó algo incómodo ¿porqué había venido? hacía mucho que no asistía a una fiesta...
Caminó lentamente atravesando el enorme jardín. Como era de noche, este se encontraba adornado con farolas que lo iluminaban casi en su totalidad, dándole un aspecto maravilloso y casi de ensueño. Él se detuvo en mitad del camino y desde la distancia pudo ver una figura pequeña y menuda balanceándose suavemente en un columpio, bajo un añoso árbol. Entonces sonrió.
Cruzó el sendero de piedrecilla y rodeó las flores que a esta altura de la noche se encontraban en capullo y antes de llegar a ella, la chiquilla levantó su rostro y lo miró, como si hubiera presentido que él ya había llegado. Su sonrisa iluminó su rostro que a él, por leves segundos, le pareció triste. Cuando estuvo a su lado la saludó.
- Hola.
- Ahhh... te demoraste... ¿sabes? hoy papi me enseñó a cabalgar con una mano y ¡yo pude!- Sonrió más, orgullosa ante su progreso.
- ¿De verdad?- Él sonrió ampliamente y luego se puso en cuclillas para estar a su altura.- ¿Porqué estas tan sola aquí?- Murmuró esta vez para que nadie los escuchase.
- Ah... no, por nada... - La pequeña comenzó a balancearse fuertemente en el columpio y antes que el muchacho pudiera decir algo una mujer grande y de cabello ordenadamente amarrado, junto con su típico uniforme azul venía rápidamente hacia ellos.
- ¡Kagome! ¡mi niña! ¡te he estado buscando por todos lados!
La niña se detuvo y se levantó de inmediato, Inuyasha se puso de pie y sintió como la pequeña le tomaba una mano. La mujer, cuando estuvo enfrente de ellos miró a Inuyasha y pestañeó como si estuviera viendo una visión.
- ¡Oh! pero... si es usted señor Inuyasha... vino al fin ¿ha saludado ya a los señores? ¿y a visto a la señorita Kikyo?- Preguntó atropelladamente. El joven sonrió una vez más ¿porqué insistían tanto en que conociera a aquella señorita?
- Él vino a verme a mí- Dijo Kagome apretando más su mano. La niñera entornó los ojos como si aquella niña estuviera hablando locuras y la tomó de una mano obligándola casi a duras penas a soltar al muchacho.
- Claro, claro cariño... ahora debes venir a cambiarte... no querrás estar así, ¿verdad?
- Así estoy bien- Respondió testarudamente, aunque el vestido que usaba demostraba que estaba algo sucio ya, luego miró a Inuyasha- ¿Verdad que sí?
- Sí, pequeña Kagome, así estas bien... pero hazle caso también a tu niñera... supongo que quieres verte más bonita aun en esta fiesta ¿no?
La niña asintió y la niñera agradeció al cielo porque ese hombre hubiera conseguido hacerle cambiar de opinión con tanta facilidad. Kagome resultaba a veces ser bastante caprichosa. La chiquilla le hizo una seña con la mano y se alejó. Él sólo suspiró y movió la cabeza... esa pequeña era muy graciosa.
En cuanto el joven se acercó a la entrada de la casa vio a los anfitriones, los padres de las niñas, quienes recibían a cada una de las visitas. Se acercó más y de inmediato todos lo miraron impresionados. Es que desde que había llegado de Japón aquel travieso muchachito que todos recordaban, ni siquiera se había dejado ver. Su apariencia los impresionaba gratamente. Alto y de cabellos largos y negros, su mirada dorada era igual a la que recordaban. Fue la señora Higurashi quien lo hizo sentirse algo más cómodo, las miradas de todos lo turbaba.
- ¡Oh! pero señor Taisho, que gusto de verlo al fin - Estiró su mano y él se la besó respetuosamente- ¿Y su padre?
- Se ha quedado en casa... pero envía sus disculpas.- Él miró al señor Higurashi, tan alto e imponente con la mirada castaña tan cálida como la de su pequeña hija.
- Espero que se encuentre bien- Dijo el hombre.
- Sí, se encuentra bien, sólo necesita descanso.- Respondió, entregando su abrigo y el sombrero a una criada.
- Oh, pero díganos, señor Taisho... ¿piensa quedarse definitivamente aquí o volverá de viaje?- Preguntó la señora mirándolo muy atentamente.
- Me quedó- Respondió, pero la verdad eso era algo de lo cual no estaba muy seguro.
- ¡Maravilloso!- Aplaudió la mujer, tan complacida que él sólo pudo sonreír.
Cuando entró al salón de baile se dio cuenta que en verdad la fiesta de presentación de la mayor de los Higurashi era un gran acontecimiento para todos. No sólo vio a gente de la alta sociedad, como él creía que iría, sino que también reconoció a personas humildes del pueblo. Escuchó en ese momento a una mujer decir que la madre de las niñas, osea la señora Higurashi, era una persona demasiado refinada que siempre se codeaba con la alcurnia, al contrario del padre que establecía relaciones con todos. Así que de seguro los invitados habían sido una mezcla de las amistades de ambos... para el pesar de algunos...
Inuyasha se alejó de ellas y miró su entorno nuevamente. A pesar de la gran cantidad de jóvenes que habían en el salón, también habían muchas muchachas con la esperanza de conseguir un buen partido para ellas. En cuanto notaron la presencia de Inuyasha, lo miraron fascinadas como si hubieran visto casi un "adonis". No era de extrañar, el joven era alto y su larga cabellera oscura llamaba poderosamente la atención, más aun sus ojos dorados tan intensos que cuando se posaban sobre los ojos femeninos cortaban incluso la respiración. Pero esta vez Inuyasha no tenía deseos de cortejar a nadie, no andaba con esos propósitos, cosas "más importantes" ocupaban su mente...
- La niña menor es igual al padre... - Murmuró una mujer rechoncha a su lado y él la miró de reojo-... se le ha visto jugando incluso con los hijos de los criados... - Acotó horrorizada.
- Nunca será igual a su hermana mayor... - Dijo el hombre con un dejo de tristeza. Inuyasha no pudo menos que arrugar el ceño, la conversación la encontraba absurda y tonta así que se alejó de ellos rápidamente.
- Al fin saliste de tu guarida, perro...
Al voltear no le extrañó encontrarse con un par de ojos azules que lo observaban con burla. Kouga, de 20 años igual que él, era tan cínico pero no perdía su inagotable entusiasmo.
- Tan cortés como siempre, Kouga... - Murmuró el muchacho tomando una copa de champan y bebiéndola de un sorbo. A pesar de la diferencia de caracteres, ambos eran amigos desde la infancia. Habían cometido muchas travesuras cuando eran unos niños y fue a la edad de 10 cuando se separaron, puesto que su padre lo había enviado a estudiar a la rígida escuela de Japón, para "enderezarlo" y en cierto modo lo ayudó... Inuyasha estaba algo más "calmado".
- ¿Y qué haces por aquí? No creo que a beber solamente... - Preguntó Kouga mirándolo atentamente-... ¿o andas en lo mismo que todos nosotros?
- ¿Tan hermosa es?- Preguntó ya con curiosidad. Tanta expectación con una señorita en verdad lo estaba alterando un poco.
- ¡Oh! ¡mucho! - Afirmó el muchacho con fervor- ¿Aún no la conoces? Claro, qué la vas a conocer si andas de fantasma por las noches jajajaja. - Le encantaba burlarse de todos, Kouga era así, una fuente de energía casi inagotable.
Inuyasha se encogió de hombros y miró a su alrededor algo incómodo por sus burlas tan infantiles, pero el otro prosiguió con su conversación.
- Kikyo Higurashi es una muchacha perfecta. Hermosa, educada y para tener 17 años bastante recatada...
- Sin olvidar que también es inmensamente rica ¿no?- Acotó el muchacho con cinismo y algo hastiado con tanto rodeo que el otro daba al enumerar las innumerables cualidades de aquella señorita.
- Ahh, también... como es la mayor de los Higurashi le corresponde más que a la hermana... pero sus padres son justos, yo creo que la herencia la dividirán entre las dos.
Inuyasha se volvió a encoger de hombros, pero sonrió. Todo siempre giraba en torno al dinero...
- Mira... ella es la menor... me pregunto si cuando grande será tan hermosa como su hermana...
El joven alzó la vista y vio a la pequeña correr escaleras abajo ataviada en un hermoso y vaporoso vestido de encaje blanco y vuelos, con una cinta celeste en la cintura y bucles negros y perfectamente peinados que adornaban su pequeña y hermosa cabeza. La chiquilla corrió y luego se escabulló sin ser vista por casi nadie hacia afuera de la mansión. Entonces él supo a donde iba y la siguió, dejando solo a Kouga.
Caminó lentamente y los caballos lo recibieron asomando su hocico por sus cercas de madera y uno hasta relinchó para llamar su atención. Inuyasha llegó hasta el final y no se extrañó de verla ahí, sentada descuidadamente sobre la paja acariciando la cabeza de su hermoso pony color azabache. Vio que las mejillas de la niña estaban enrojecidas y al observarla con más detención notó que sus ojos castaños estaban con lagrimas. Entonces él arrugó el ceño y se inclinó sobre la cerca que los separaba, apoyando un brazo en ella.
- Te buscaba...
La niña alzó la vista de inmediato y se pasó la manga de su hermoso vestido por los ojos.
- Ahh...
- ¿Qué pasó, pequeña Kagome?- Preguntó. Pero la chiquilla sólo se puso de pie y siguió acariciando al caballo. Inuyasha arrugó más el ceño, preocupado, al no obtener respuesta y luego recordó el presente, sacándolo del bolsillo de su chaqueta lo estiró en su mano.- ¡Ah! toma, es un regalo de cumpleaños...
La niña lo miró no muy convencida y luego se acercó a él, tomando la pequeña cajita azul entre sus dedos y mirándola con curiosidad.
- Gracias... - Murmuró aún con un dejo de tristeza, él se inclinó y la miró a los ojos.
- ¿No me vas a decir porqué estas tan triste?- Preguntó poniéndose en cuclillas. Ella jugueteó con el lazo blanco del regalo y luego alzó la vista hacia él
- Es que nos vamos a visitar a la abuela a otro país... y yo no quiero ir ¿quién cuidará de mi Youkai?- Sus ojos castaños que estaban fijos en los de él se volvieron a llenar de lágrimas y el joven no supo porqué, nunca le había demostrado demasiado afecto a nadie, menos a un niño, le acarició el cabello, entendiendo de alguna forma su tristeza. Separarse de su adorada mascota por meses era comprensible.
- Ahhh... conque se van de viaje... ¿a donde?- Sus dedos se enredaron en los sedosos bucles de la pequeña, era extraño, demasiado suaves para sus manos.
- A Japón... papá dice que es muy bonito...
Inuyasha sonrió ampliamente.
- ¡Oh! sí, te gustará, es hermoso... y el viaje en barco también es entretenido.
- Pero Kikyo no va... - Ella ahora había bajado la vista y comenzó a sollozar-... yo tampoco quería ir pero la tía Kaede sólo dijo que se quedaba con Kikyo... - Regañó.
- No te preocupes pequeña Kagome... lo disfrutarás, en serio... - Sonrió intentando reconfortarla. La niña volvió a posar la vista en él y entonces arrugó el ceño.
- Anoche soñé que me quedaba sola... tengo miedo.
Inuyasha pestañeó confundido y el silencio se hizo entre ambos. Luego el muchacho intentó hacerla sentir mejor, sonrió y apuntó con su dedo el presente que estaba en su pequeña mano.
- ¿No lo vas a abrir?
La niña de inmediato cambió el rostro y sonrió. Desató el lazo y abrió la cajita la cual contenía una hermosa flor de cinco perlas blancas con una de color rosa pálido en su centro. Ella la tomó entre sus dedos y la observó maravillada.
- Ohhh ¡qué linda!
- Supuse que no querías muñecas... - La vio hacer una pequeña mueca, tenía razón, ella no quería juguetes-... es un amuleto, puedes usarla en tu ropa si quieres... la perla del centro da buena suerte... eso me dijeron al menos allá en Japón... - Murmuró pensativo mirando hacia el techo, pero se paralizó cuando sintió el inesperado beso en su mejilla. Kagome se separó y miró la flor aun sin poder creerlo.
- Gracias... no tenía joyas... esta es la primera... - Nadie había sido tan sinceramente amable con ella, al menos un adulto, nadie, bueno, excepto los miembros de su pequeña familia... y también su niñera.
- Bien... - Murmuró Inuyasha sonriendo nuevamente y poniéndose de pie- ¿Vamos entonces?
La niña alzó la vista y le sonrió y de un brinco saltó la cerca y se posó a su lado tomándolo de la mano con fuerza.
En cuanto ambos entraron nuevamente al salón se dieron cuenta que el baile había comenzado. Todos bailaban felices y a la luz de las lámparas parecía todo de ensueño. Kagome e Inuyasha se quedaron de pie a la entrada de este y observaron en silencio la escena.
La canción terminó y un grupo de muchachos de formó en torno a una persona. Él sintió la pequeña mano de la niña aferrarse más a la suya y entonces una mujer habló cerca de ellos.
- Es obvio, todos quieren hablar con ella...
- ¿Te quedarás conmigo?- Preguntó Kagome alzando su mirada hasta él.
- Claro, prometí que vendría, de echo, sólo lo hice por ti, pequeña Kagome.
Ella sonrió, le gustaba como le decía "pequeña Kagome" a pesar de que no le gustaba mucho el ser pequeña aun.
- Qué bueno... no hay niños con quien jugar... pero contigo puedo hablar.
- Claro ¿de qué quieres hablar?- Preguntó Inuyasha. A la chiquilla se le iluminaron sus hermosos ojos castaños de alegría.
- ¡¡De caballos!
En cuanto se daban la media vuelta para salir del bullicioso salón, la música nuevamente comenzó y entonces el joven miró hacia la pista como si una extraña fuerza lo llamase. Y entonces la vio, junto a Kouga.
Su rostro sereno, sus intensos ojos castaños, sus largos cabellos peinados en una semi coleta llena de bucles, sus mejillas que se sonrosaban ante cada mirada y cada comentario de su compañero de baile lo dejaron sin habla.
Kagome a su lado lo miró y luego miró a su hermana, apretó más su pequeña mano contra él y habló.
- Ella es Kikyo... es muy bonita, todos lo dicen... mami dice que parece una princesa...
Princesa... Inuyasha observaba casi hipnotizado a la joven que se movía con tanta sutileza que le evocó la visión de un hada. Su vestido blanco y largo, hermosamente adornado con cuentas de cristal, el corpiño ajustado que acentuaba su bella figura, sin lugar a dudas le pareció perfecta, en verdad era la mujer más hermosa que había visto en su vida. La música terminó y él se soltó de la mano de Kagome, caminando rápidamente hacia la muchacha. Pero no fue el único, un grupo de pretendientes se acercó a ella también con la misma intención. Y sin embargo, cuanto Kikyo lo vio le tendió la mano e Inuyasha supo que era el elegido.
Kagome miró con seriedad la escena. En cuanto el baile comenzó supo reconocer, a pesar de su corta edad, la mirada que le daba Inuyasha a su hermana mayor. Ella ya la había visto antes, su hermana siempre tenía pretendientes y los chicos parecían olvidarse de todo cuando estaban a su lado. La pequeña comprendió, con pesar, que la charla de caballos estaba cancelada.
- ¿No hacen una hermosa pareja?- Dijo su madre detrás suyo. Su padre había afirmado sus manos en los hombros de Kagome y miraba atento también la escena.
- ¿Y le gustará a Kikyo?... esta tan... mimada... - Murmuró con un dejo de alarma.
- Ahh, pero es que ella sabe que merece sólo lo mejor ¿y qué mejor que Inuyasha Taisho?
Kagome miró a Inuyasha y apretó más en su mano la flor de perlas... en verdad parecía una visión de un cuento, el príncipe azul bailando con la princesa encantada... aquella escena parecía hipnotizarla, se quedaba grabada en su retina...
El muchacho besó su mano para despedirse y la joven se ruborizó. Y aunque ya la mayoría se habían retirado de la fiesta, él aun deseaba seguir bailando con aquella hermosa muchacha. De pronto sus ojos dorados se alzaron hacia lo alto y vio, en las ventanas del segundo piso, la pequeña figura de Kagome que observaba con seriedad la escena. Inuyasha le sonrió pero la pequeña se mantuvo seria, sólo una mano la posó en el vidrio. Él volteó y sintió de pronto una punzada en el corazón. No supo porqué, pero la ignoró de inmediato. Cruzó el amplio jardín y antes de llegar a su carruaje Kouga lo alcanzó.
- Vaya vaya... veo que fuiste el afortunado...
Era cierto, desde el momento en que Kikyo lo había elegido, las demás piezas de baile sólo fueron dedicadas a Inuyasha, los demás jóvenes entendieron que aquella hermosa y perfecta chica ya había hecho su elección.
- Ya encontrarás a alguien, no te desesperes... - Murmuró Inuyasha con burla y al instante entró en su carruaje arropándose con su abrigo. Sin embargo, alcanzó a Kouga comentar con burla.
- Bueno... tal vez me fije en la hermana menor cuando crezca... y quien sabe, tal vez sea más hermosa y más dulce que Kikyo...
Inuyasha rió recostándose en el asiento de su carruaje. ¿Más hermosa y dulce que Kikyo? imposible...
Continuará...
N/A: Muchas gracias por los abundantes reviews recibidos, esto me da ánimo para seguir escribiendo.
Con respecto a sus dudas, pues diré que no me he basado en ninguna historia o libro, este fic sólo es producto de mi imaginación (de echo aún estoy planeando algunas situaciones) y llevo planeándola durante más de un mes. Si fuera basado en algo lo diría al principio.
Baso la historia en los años 1900 porque me encanta la época antigua, la considero romántica, pero esta en específico esta situada ese período porque he investigado que en esos años ya se usaba el automóvil y el carruaje a caballos (alternativamente), el teléfono, el telégrafo, etc, osea, ya habían indicios de "modernidad". Aunque no sé aun si eso será relevante... ya veremos...
También me imagino esta historia en un lugar con más verde, no en el oeste (en el oeste es más desértico).
Mmmm ah! no conozco ni sé quien es Diana Palmer n.n' pero me suena a escritora de novela rosa... la verdad desde que el año pasado me compré una novela de este tipo y me quedé tan decilusionada de la historia, que no me puedo leer ahora una completa u.u'... no sé... no cambio el "Código Da Vinci" jajaja
Bueno, nos vemos en el próximo capítulo... ahora a terminar el otro fic u.u'... ah! me demoré en la actualización porque accidentalmente se me borró el capítulo entero T.T y tuve que reescribirlo tooodo nuevamente (aunque admito que esta vez quedó mejor que el anterior n.n')
Lady Sakura Lee.
