Capítulo 3: "Un Oscuro Viaje"

El sol brillaba aun alto y la brisa del viento era suave, una tarde ideal para cabalgar. Ella siguió a su padre y aunque sus progresos eran enormes, el hombre aún se sentía inquieto por lo "osada" que resultaba ser su hija a la hora de cabalgar. Muy pronto la chiquilla avivó el caballo a correr más, adelantándose y el hombre tuvo que seguirla. A través de los prados verdes y llenos de flores la niña reía feliz.

- Kagome, ya es hora de volver a la casa- Sentenció él cuando la alcanzó y tuvo que retenerle las riendas de su caballo porque ella era capaz de escabullirse nuevamente.

- ¿Tan temprano? pero papi... llevamos muy poco rato... - Se quejó. Él instó al caballo a dar la media vuelta y ambos comenzaron a cabalgar lentamente con rumbo a la mansión.

- Lo sé... pero quiero estar en casa cuando llegue el señor Taisho.

La niña miró a su padre con seriedad.

- ¿Inuyasha?

El hombre ladeó el rostro y la miró intrigado.

- Sí... ¿cómo sabes su nombre?

Ella se encogió de hombros y miró hacia el frente.

- Ayer lo vi, estaba en la fiesta y bailó toda la noche con Kikyo.- Respondió. Luego pareció meditar un momento y entonces alzó la vista hacia el hombre- Papi... ¿qué es cortejar? una señora dijo que Inuyasha cortejaba a Kikyo...

Vio como el hombre arrugaba el ceño.

- Cuando seas grande lo sabrás... - Respondió en un murmullo. Kagome arrugó el ceño, odiaba que la dejaran con tanta intriga.

- ¿Es cuando el príncipe se enamora de la princesa?- Preguntó. El señor Higurashi sonrió. Sabía que su pequeña hija no se quedaría con las dudas.

- En realidad es cuando el príncipe hace todo lo posible por ganarse el amor de la princesa...

- Ahhh

Ella volvió a mirar al frente. Parecía pensar mucho las cosas.

- Pero no te preocupes, cuando seas mayor te pasará a ti... sin duda.- La reconfortó. Kagome se puso muy seria y casi rígida esta vez.

- Yo no quiero que nadie me corteje.

- Eso lo dices ahora... - Sonrió.-... además... ¿no quieres un príncipe azul que este contigo?

La niña no respondió, es más, bajó la vista haciendo una mueca y apretando luego los labios. Siempre decía que no quería novios porque en realidad sabía que jamás sería tan hermosa como Kikyo, incluso se lo había escuchado una vez a su madre comentarlo.

En cuanto llegaron a la casa se dieron cuenta de que el "pretendiente" de su hermana ya había llegado puesto que su caballo color chocolate se encontraba en las afueras de la mansión custodiado por uno de los criados. El señor Higurashi bajó del pony a Kagome y la llevó al interior. Cuando ambos entraron a la sala de recepción, vieron a Inuyasha, Kikyo y su madre, al parecer, sosteniendo una charla. El muchacho se puso de pie de inmediato cuando vio al hombre y lo saludó. Cuando sus ojos se posaron en Kagome le sonrió, pero la chiquilla frunció el ceño y salió corriendo de la sala.

- ¡Kagome! ¡regresa!- Grito su mamá pero la chiquilla ya había desaparecido.- Bueno... perdónela usted... esa era nuestra hija menor, Kagome... pero ya ve... es un poco desordenada... - Se excusó tomándo asiento y recordando que le debía una vez más, un regaño a la tan poco educada niña.

- No sé que le pasó... - Dijo el señor Higurashi mirando aun el lugar por donde la pequeña se había ido-... venía bien y estaba muy alegre...

- Tal vez es porque no quiere ir a Japón... - Murmuró la mujer y luego miró a Inuyasha- Usted estudió allá, ¿verdad?

Todos tomaron asiento y él miró a Kikyo de reojo. La chica se encontraba sentada al lado de su madre con la cabeza baja y las mejillas encendidas, casi ni una palabra había dicho en todo el rato en que se encontraban allí.

- Sí, estudié allá, mi hermano aún esta en Japón porque estudia leyes.

- ¿Y usted que es lo que planea hacer?- Preguntó el padre de Kikyo mirándolo con interés. Aun tenía sus dudas, era demasiado pronto para saber si él era el elegido de su hija... y el correcto también. Aún creía que Kikyo sólo era una chiquilla que ni sabía lo que quería.

- Bueno... me gustaría alistarme en la milicia... ser soldado... - Los miró atentamente. Kikyo levantó la vista y pudo ver, casi por la expresión horrorizada de su rostro, que aquello no le agradaba, al igual que su madre. El señor Higurashi sólo levantó una ceja.

- ¿Soldado?- Repitió la señora Higurashi mirándolo con detención. Aquello no le gustaba mucho, ¿para qué ser un soldado si era el heredero de una gran fortuna? no lo encontraba lógico.

Cuando Inuyasha se despidió de ellos subió a su caballo creyendo que sus pensamientos con ser parte de la milicia lo llevarían tal vez por mal camino. Kikyo sólo había sonreído quietamente, pero ni una palabra al respecto salió de su boca. El viaje de vuelta a casa fue lleno de dudas. No era tanto el echo de que lo hubieran mirado con tanta reticencia al decir que quería ser un soldado, era lo poco que había podido hablar con aquella señorita, es más, apenas un saludo y una despedida era todo lo que había escuchado.

- Bueno... habrá que darle tiempo... - Murmuró mirando el horizonte. Infló su pecho, sentía que el amor se había apoderado de él. No podía olvidarla ¿cómo? ella era simplemente perfecta.

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El muelle estaba atestado de gente esa mañana y en el puerto, Kagome miraba el inmenso barco que los llevaría a tierras tan lejanas como Japón. Aferró su mano más fuerte a la de su padre y comenzó a juguetear con sus pies. Su corazón latía fuertemente y esa noche ni siquiera la había dormido. Hubiera deseado aferrarse a la falda de Kikyo y suplicar por quedarse con ella pero eso hubiera sido demasiado. Aunque por más que llorase y suplicase a su padre por no ir, él insitió, así que no le quedó otra más que obedecer.

- ¿A quien esperamos?- Preguntó inquieta, aferrando más la mano del hombre. El señor Higurashi le sonrió con suavidad.

- A la tia Kaede... quiere despedirse antes de nosotros.

En ese momento, el lujoso automóvil negro se estacionó frente a ellos y de su interior salió el joven Taisho y luego la anciana Kaede. La mujer caminó con lentitud hasta ellos y cuando Kikyo vio a Inuyasha sólo bajó la vista, avergonzada.

- Al fin ha venido... - Dijo la señora Higurashi mirando a la anciana con alivio. Confiaba en su hermana mayor tanto que dejaba en sus manos a su bella hija con ella.

Inuyasha saludó a Kikyo besando su mano y luego hizo una inclinación de cabeza a los padres de su novia. Ya llevaban dos meses de cortejos y aunque él estaba enamorado de ella, aun así sentía que le faltaba algo a la relación. Tal vez se debía al poco trato que tenía con ella, la muchacha casi nunca estaba sola, casi nunca tampoco le hablaba y aún en esas condiciones Inuyasha la consideraba una mujer ideal para él. Pero anhelaba que con Kikyo en casa de la tía pudiera hacerse más "cercana" su relación, de la cual ya todos hablaban en el pueblo y más de alguno auguraba una pronta boda.

- ¿Y esa joya?- Preguntó Kaede mirando con severidad la flor de perlas que Kagome se había puesto en la solapa de su abrigo azul de terciopelo. Todos la miraron y se extrañaron, puesto que jamás la habían visto. Y era cierto, la pequeña había guardado aquel hermoso presente en un lugar muy "secreto".

- Es mi amuleto- Respondió mirando con seriedad a Inuyasha. Desde que él había comenzado a cortejar a su hermana nunca más le volvió a dirigir la palabra. Aunque en cierto modo el joven nunca intentó establecer una conversación con ella. En cuanto Kagome lo veía llegar a la mansión y la saludaba, ella se echaba a correr como loca fuera de su alcance.

- Lo siento... es mi pequeña un poco traviesa... - Se excusaba el señor Higurashi, aunque extrañado por la conducta de ella.

- ¿No estará celosa?- Preguntaba la señora Higurashi mirándola de reojo-... de Kikyo... por supuesto, porque tiene toda la atención...

- Pero... - La anciana Kaede se acercó a la niña inspeccionando la joya, Inuyasha a su lado se movió inquieto-... son perlas... y al parecer... muy finas... - Luego levantó la vista frunciendo el ceño. En realidad siempre había encontrado que la chiquilla esa había crecido algo "torcida". Crecer cabalgando caballos, jugar con los hijos de los criados, no tener ni una pizca de clase, hablar tanto y ser tan imprudente e impulsiva eran cosas que ella no soportaba.- ¿No se la habrá robado?

Kagome enrojeció, por algo no le gustaba aquella mujer, siempre mirándola desde lo alto con el ceño fruncido y criticando incluso su forma tan abierta de hablar.

- ¡Es mio!- Gritó mirando con rencor a la mujer y tocando con su palma la flor de perla.

- Es cierto, es de ella... lamento no haberlo dicho antes... yo se lo regalé- Interrumpió de pronto Inuyasha y de inmediato tuvo la atención de Kikyo. Él notó que la pequeña tenía las mejillas encendidas y sus ojos lacrimosos y entonces le brindó una sonrisa a modo de apoyo.

- ¿Un presente?- Repitió Kikyo mirando atenta a Inuyasha y luego miró a Kagome.-... creí que ella te odiaba... - Murmuró sin muchos ánimos.

- ¡Yo no lo odio!- Gritó la pequeña y en el momento en que lo dijo sus mejillas se encendieron más súbitamente.

- Se lo di en la fiesta de presentación... - Agregó el joven mirando con seriedad a los padres de las niñas-... lamento que no lo hayan sabido antes...

- No, no se preocupe, joven Inuyasha... - Respondió el padre de Kagome sin darle demasiada importancia al asunto.

En ese momento el barco hizo su llamada y todos comprendieron que era hora de despedirse. Los esposos Higurashi abrazaron fuertemente a Kikyo pidiéndole que se comportara como era digno con su tia y que también fuera lo más discreta con su "novio", pero en ese punto no recalcaron demasiado. Conocían a la chica, era correcta hasta el punto en que una vez pensaron se haría monja.

Cuando se despidieron de la anciana Kaede, no fue necesario dar tantas prevenciones. La mujer les aseguró que cuidaría de Kikyo como si fuese su propia hija y que la encontrarían, al regresar de su viaje, sana y salva.

Kikyo se despidió con un abrazo y un beso en la mejilla para su hermanita pero no dejaba de mirar la flor de perla. No sabía porqué, aunque su "novio" le había dado algunos obsequios, tuvo envidia del presente de Kagome. Luego intentó tranquilizarse. Tener envidia de Kagome era absurdo.

- Kagome... despídete de Inuyasha- Ordenó su padre y la niña no se movió, mirando el suelo no era capaz de decir ni una sola palabra.- Kagome...

- Adiós, pequeña Kagome- Fue Inuyasha quien se puso en cuclillas y le besó la mejilla. La niña lo miró con sus expresivos ojos castaños y tuvo deseos de llorar, él lo notó- No llores... prometo que cuidaré de tu Youkai mientras no estes... y cuando vuelvas lo encontrarás igual a como lo dejaste...

- ¿Lo prometes? ¿Lo cuidarás?- Eran las primeras palabras que ella le brindaba luego de la fiesta de presentación de Kikyo.

- Lo prometo- Sonrió el muchacho levantándose y mirándola con una amplia sonrisa.

Desde la cubierta del barco y mientras todos hacían flamear sus pañuelos a modo de despedida, la chiquilla miraba atenta al joven sintiendo un dolor tan grande que las lágrimas corrían silenciosas y abundantes por sus mejillas. No sabía porqué... su corazón latía tan fuerte que sentía miedo... miedo del viaje...

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- ¿Cuanto demora el barco en llegar a Japón?- Preguntó Kikyo, sentada sobre una banca de madera blanca y rodeada del hermoso jardín lleno de flores que disponía su adinerada tía. La anciana se encontraba un par de metros más allá tejiendo y observando de vez en cuando a la pareja. Inuyasha caminó impaciente a su alrededor y entonces, cuando vio que la muchacha lo miraba muy atentamente, se turbó.

- ¿Qué dices?- Preguntó. Sus pensamientos eran turbulentos. Kikyo llevaba una semana en casa de su tía y aunque él creía que estando lejos de sus padres, la muchacha se abriría con él, lo cual le permitiría conocerla en su totalidad, ella seguía tan tímida y poco comunicativa que lo angustiaba. A veces se sentía desilusionado, pero en cuanto la joven le brindaba una sonrisa o él tocaba sus finos dedos al despedirse, su corazón volvía a recordarle que estaba enamorado de ella. ¿Cómo no estarlo si Kikyo era la muchacha más hermosa de la región y la más cotizada? Sabía que él era la envidia de todos los jóvenes, sería un absurdo ahora dudar de ella...

- Estuviste en Japón... ¿cuanto demora el barco en llegar allá? ya va una semana...

Él se sentó a su lado y sin querer la muchacha arrugó el ceño, alzó luego una mirada de súplica hacia su tía y se alivió al notar que ella los observaba atentamente desde la distancia. Sabía muy bien hacer el papel de "chaperona".

- Demora aproximadamente un mes... - Respondió mirando atento los ojos de la chica pero ella se los esquivó demasiado rápido para su gusto.- Kikyo... - Murmuró y entonces la muchacha sintió que el corazón se le aceleraba. Alzó nuevamente la mirada hacia la tía y esta seguía observándolos con atención-... ¿porqué no me cuentas algo de ti? no sé cuales son tus gustos... lo que odias... ni siquiera sé tus sentimientos hacia a mi... ahora que estamos solos... ¿porqué no me lo dices?- Casi súplicó. Hubiera deseado tomar su mano pero sabía que ella jamás lo consentiría.

- Yo... yo... - Murmuró incómoda y mirando una flor que tenía en su mano-... no sé... qué decir...

- Sabes que mi corazón es tuyo... - Susurró él y la vio enrojecer más-... sé que aun somos muy jovenes... pero... algun día... ¿piensas casarte conmigo?

Ella retuvo el aliento ¿casarse? aquello la asustó. Entonces alzó sus ojos hacia él, los ojos castaños casi inexpresivos lo miraron esta vez con seriedad. La joven se tomó su tiempo para hablar y él esperó impaciente por su respuesta.

- Quisiera saber primero... ¿aun quieres ser soldado?

Él pestañeó. ¿Porqué le desagradaba tanto la idea?

- ¿No te gusta?- Preguntó en un murmullo. Ella hizo una leve mueca

- Es que no entiendo... no tienes necesidad de enlistarte en la milicia... ¿para qué? eres suficientemente rico como para no trabajar más...

A Inuyasha le sorprendió tanto el contenido de la respuesta como que le hablara tanto.

- Bueno... - Suspiró pesadamente-... la herencia no es algo de lo cual este muy contento... quisiera ganar mi propio dinero... y me gusta la idea de ser un general... tal vez... - Sonrió a modo de broma. La muchacha lo miró aun con seriedad y entonces él lo comprendió. Si quería ganarse el corazón de aquella señorita tendría que comenzar a renunciar a algunas cosas para alegrarla.-... pero si no quieres... no lo haré... ganaré mi propia fortuna eso si... - Respondió porque aquella idea de valerse por si solo no la dejaría por nada.

- ¿Porqué te empeñas en eso?- Preguntó y acomodándose de lado para mirarlo directo a los ojos. Luego se calmó, debía comportarse como la dama perfecta que era-... quiero decir... tienes el dinero suficiente como para no hacer nada... ¿no te gustaría viajar? ¿recorrer el mundo?

- Claro... pero con mi dinero... - La palabra "dinero" ya lo estaba hastiando ¿porqué todo tenía que girar en torno a el? ¿y porqué a ella le importaba tanto si también tenía el suficiente?

- Entiendo... - Fue todo lo que ella dijo mirando un rosal y él la observó. Conocía ya un poco mejor su caracter, estaba molesta y su desagrado con las cosas las manifestaba simplemente ignorando a las personas. Él se levantó de su asiento. ¿Porqué era así? Sonrió al recordar el dicho "nadie es perfecto...", pero aún la consideraba perfecta para él...

- No te enojes... querida Kikyo... al contrario, te sentirás orgullosa de mí... sé que aun somos muy jovenes para casarnos ahora, así que aprovecharé el tiempo para hacerme de mi fortuna... ya verás, no te faltará nada, lo juro... vivirás mejor que una princesa, no, una reina... lo prometo...

"Lo prometo". Sin querer pensó en la pequeña niña que lo miraba con sus ojos castaños humedecidos en lágrimas porque extrañaría a "su Youkai", como solía decir. Desde que se había ido sentía que la extrañaba. Aunque ella en el ultimo tiempo ni siquiera le hablaba, escucharla correr o verla cabalgar lo hacía sentirse feliz, no sabía porqué. La pequeña irradiaba alegría y vitalidad que muy pocas personas parecían demostrar. Cuando miraba a Kikyo tan callada y tranquila se extrañaba de que fueran hermanas, en verdad eran dos polos opuestos. La extrañaba. Suspiró y volvió a sentir una punzada en el corazón. En ese momento vio al mayordomo de la tía Kaede que se acercaba a ella muy serio con una pequeña bandeja de la correspondencia en sus manos. La mujer tomó el papel que estaba allí y se acercó los lentes para leerlo. El joven la observó, su corazón latía fuertemente y entonces arrugó el ceño. Kaede entreabrió los labios y dio un pequeño grito ahogándolo de inmediato en su mano enguantada. Kikyo, que se encontraba sentada aun en el banco de madera, la miró asustada y se levantó de súbito. Inuyasha y ella se acercaron presurosos a la mujer que apenas podía sostener el papel entre sus manos. Sus casi histéricos sollozos le impidieron a Inuyasha saber de inmediato de qué se trataba, así que arrebató el papel de sus manos y su corazón se paralizó.

"El barco Real Queen ha sufrido un lamentable accidente. Naufragó frente a las costas de Ameríca en la tarde de ayer. De los 550 pasajeros más de la mitad ha fallecido. Rogamos presentarse en la Aduana Marítima para más información."

Kikyo, que estaba su lado, palideció y luego se desmayó. Él pidió ayuda mientras le hablaba y a lo lejos escuchaba a la anciana mujer aun llorando, desconsolada. Y sintió en su garganta la amargura terrible sólo al recordar ese pequeño rostro suplicando una vez más por no ir a aquel fatídico viaje. ¿Estaría bien? Por primera vez rogó al cielo que sí, que estuviera bien, sana y salva.

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Caminando a grandes zancadas entró y los caballos relincharon con su presencia. Desde la distancia vio el hocico del pony azabache que se asomaba en su pesebrera, como si lo hubiera estado esperando. Y en cierto modo no le extrañó. Desde que la chiquilla se había ido, él aprovechaba de ir cada tarde, en sus cabalgatas, a ver al caballo y darle una zanahaoria. Caminó hasta el final de la hilera y allí lo vio, moviendo sus orejas y su cabeza inquietamente, Inuyasha sintió una nueva punzada en el corazón, estiró su mano y le acarició el pelaje... aun no podía creer lo que estaba sucediendo. "El barco Real Queen ha sufrido un lamentable accidente. Naufragó frente a las costas de Ameríca en la tarde de ayer. De los 550 pasajeros más de la mitad ha fallecido..." Sollozó al imaginar el destino de aquella graciosa niña.

- Anoche soñé que me quedaba sola... tengo miedo.

Podía recordar aquella frase, incluso el tono de su voz acongojado cuando se lo había dicho, ahí mismo, en la pesebrera de "su Youkai". Inuyasha se tapó el rostro con una mano y una lágrima resbaló de sus ojos, era extraño, hacia mucho, mucho, no lloraba...

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A su lado, mientras el carruaje se deslizaba por el empedrado del camino, él solo podía rogar que al llegar a la aduana, que se encontraba a una hora de distancia de donde ellos vivían, les informaran que los Higurashi se encontraban a salvo.

- Sé que no es el momento... - Interrumpió de pronto Kaede mirando con seriedad a Kikyo, que estaba a su lado.-... ¿tus padres dejaron un testamento?

La chica sollozó un poco más e Inuyasha, que se encontraba sentado enfrente de ellas, la miró con rencor ¿cómo se le ocurría pensar en eso en esos momentos?

- Sólo sé... querida tía... - Murmuró Kikyo limpiando una lágrima de su mejilla-... que redactaron uno... antes que Kagome naciera...

La anciana la miró con seriedad. Si lo que decía era cierto, entonces... Kikyo era heredera de una incalculable fortuna... sólo ella. La muchacha lo entendió, porque de pronto levantó el rostro y la miró con seriedad. Inuyasha vio, como la garganta blanca y fina de ella se agitaba al tragar. Arrugó el ceño, en esos momentos quizo odiarlas por hablar así, pero se revolvió agitado en su asiento.

- No hay que pensar en fatalidades... aun puede ocurrir un milagro... - Murmuró deseando que sus palabras fueran ciertas.

Habían muchas personas en la Aduana Marítima esperando noticias de los suyos. Muchos lloraban desconsoladamente y mientras cruzaban el amplio patio, los gritos de horror y llantos lamenteros los siguieron hasta que llegaron, a duras penas, a la ventanilla. Desde allí fue él quien se identificó y pidió noticias de la familia Higurashi. El hombre encargado de dar las noticias se acomodó los lentes y miró la lista de pasajeros que tenía en frente ordenada perfectamente en orden de apellidos. La demora en encontrar a los Higurashi fue angustiante, hasta Inuyasha tembló. El hombre al fin habló.

- Higurashi... sí,... aquí estan... lamentablemente señor... - Lo miró con pesar-... ellos... lamentablemente, estan muertos...

Kikyo sollozó y también Kaede. Inuyasha palideció mortalmente y creyó que su corazón había dejado de latir.

- ¿Y la niña? la pequeña... Kagome... - Preguntó precipitadamente y mirando ansioso al hombre. Él arrugó el ceño y volvió a revisar el listado. El joven de ojos dorados creyó que el tiempo se había detenido.

- No... ella esta viva... - El llanto de las mujeres tras él cesó abruptamente-... la niña esta viva... viene ya de vuelta, junto a los otros sobrevivientes, llegarán dentro de pocos días...

Inuyasha sonrió y luego sollozó de alegría. No podía creerlo, la pequeña viva, viva. Jamás se había sentido tan feliz en su vida. Volteó y miró como si el mundo hubiera nacido de nuevo mirando a las mujeres. Y sin embargo la anciana se mantenía muy seria, sostenida del brazo de Kikyo.

- Dios Santo... esa niñita esta viva... - Murmuró pasmada y luego miró a la muchacha-... ¿qué haremos con ella, Kikyo?

Continuará...

N/A: Bueno, sí, inmediata actualización, estoy inspirada con el fic, qué puedo hacer jejeje... okis, muchas gracias por tooodos los reviews, vaya, son bastantes, me alegra que les haya gustado.

Nos vemos amigas, entreténganse en domingo ;) (ahora sí me pongo a escribir el otro fic TT)

Lady.