Capítulo 7: "Encuentro Nocturno".

Sango llevaba un buen rato cepillando con lentitud los azabaches cabellos de la muchacha. Kagome estaba sentada en la cama y la mirada de ella sin embargo estaba perdida. Su corazón destrozado aún se resignaba a odiar al hombre que desde una niña admiraba... o tal vez más que eso... porque en realidad... ¿qué podría ser? ¿qué sentimiento tan arraigado podía hacerla sentir toda clase de emociones que estaba experimentando sólo al pensar en él? dos días meditando aquello la estaba agotando, tal vez lo mejor sería olvidar, porque al fin y al cabo... seguro que aún seguía viéndola como una niña...

- Kagome... - Murmuró su compañera de alcoba posándose con lentitud enfrente de ella. La muchacha levantó la vista y esbozó una leve sonrisa-... ¿te hizo algo?

Kagome quiso reír, a pesar de lo desganada que se encontraba. Se levantó de la cama y caminó hasta las ventanas admirando el paisaje de la noche.

- Él no es peligroso... si es eso lo que piensas... ya te dije que lo conocía desde que tenía 10... además era el novio de mi hermana Kikyo...

- Pero no puedes encontrarte con él... de noche... - Agregó asustada.

Kagome se encogió de hombros.

- No te preocupes, Sango... él no me quiere ver...

Cuando dijo las últimas palabras bajó la vista y un involuntario suspiro de escapó de sus labios.

- ¿Y tu tampoco? Porque no has salido en dos noches ya... - Sonrió su compañera levantando una ceja-... pero sé que sientes algo por él... desde siempre ¿no?

Kagome guardó silencio. Desde siempre. Sí. Y su admiración por él creció más en los solitarios días de internado, más cuando recibía sus regalos. Cuanto deseó volver a verlo, imaginarlo más adulto, y que él la mirara como la mujer que era y no la chiquilla que él conoció. Entonces arrugó el ceño. Tal vez nunca se fijaría en ella porque jamás competiría con la hermosura y perfección de Kikyo.

- ¿Sabes qué?- Preguntó Sango de pronto interrumpiendo sus pensamientos.- Mamá y Papá me dijeron que podía llevarte este fin de semana a casa.

Kagome sonrió abiertamente pero no tomó mucho en cuenta sus comentarios.

- Pero no sacas nada, jamás me darán permiso, lo sabes.- Respondió como si nada.

Sango la tomó por los hombros y sonrió de forma cómplice.

- Eso es lo que crees... hablé con la institutriz... mamá viene mañana a confirmar el permiso... así que...

Kagome abrió sus enormes ojos castaños impresionada y luego hizo una mueca, no muy convencida aún.

- Ahhh ¿porqué crees que harán una excepción conmigo? Ya sabes que sólo la familia tiene derecho a pedir el permiso de salida.

Sango sonrió más abiertamente.

- Porque para una señorita que lleva siete años sin ni un día de salida... entonces ahí sí hay una consideración.

Kagome la miró unos segundos incrédula y al darse cuenta de la seriedad de la respuesta de su amiga, se llevó ambas manos al rostro rebosante de alegría. ¿Podría ser? ¿Podría ser que saldría al fin del internado? Se abalanzó hacia Sango y la llenó de besos en la mejilla, la otra muchacha sólo sonreía y se sentía bastante contenta, puesto que ella era su mejor amiga y deseaba lo mejor. Su mamá ya tenía planes para las dos. El día viernes en la tarde las pasarían a buscar, se irían a la mansión de su familia que quedaba en el pueblo. Cenarían, charlarían, irían algunas visitas a la casa, y al otro día irían de compras, antes del baile que sería en honor de Kagome. Sólo imaginar el panorama lleno de diversión que les esperaba la hacía alegrarse más.

- No puedo creerlo, no puedo creerlo... - Murmuró Kagome soltándola y luego caminando impaciente por la habitación.-... Dios... hace mucho que no veo el pueblo... oh! espero que Kikyo no se enoje...

- ¿Qué puede decir? no es nada malo... ella debería haberte pedido el permiso pero su viaje ha durado demasiado... - Respondió pero omitiendo el malestar que le causaba que aquella mujer no se preocupara en lo más mínimo de la felicidad de su hermana ¿porqué? Ellas eran las únicas sobrevivientes de su pequeña familia, deberían ser más unidas... ¿porqué retener a Kagome encerrada en el internado? ¿para qué? lo encontraba una crueldad y eso le molestaba demasiado, aunque su amiga no sintiera nada de rencor hacia su hermana por el encierro.

- Deben estar en París... Kikyo ama esa ciudad... bueno no importa... - Respondió rápidamente la muchacha caminando hasta el ropero y sacando una de las tantas capas que tenía. Sango frunció el ceño y pestañeó confundida.

- Oye... ¿qué haces?

Kagome se anudó la capa al cuello y luego puso la capucha en la cabeza. Sonrió a Sango que la miraba pasmada comprendiendo sus intenciones.

- Lo siento... tengo que salir... estoy demasiado feliz como para quedarme aquí.

Sango la alcanzó a sujetar de un brazo mirándola aún pasmada.

- Pero... ¿no te basta? Saldremos el fin de semana... ¡Kagome!

- Sí, ya sé... pero iremos al pueblo y yo ahora voy a mi lugar favorito... ¿sabes? un día iremos juntas, te gustará...

Cuando salió de la habitación la otra muchacha no sabía que pensar. ¿Pero es que acaso estaba loca? dos días antes había llegado echa un mar de lágrimas de su escapada nocturna y ahora volvía a ir... ¿qué diablos pretendía?

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La joven sonrió orgullosa mientras el caballo avanzaba con inusitada velocidad por las verdes praderas de la región. Aunque aún no olvidaba el desdén en que Inuyasha le había hablado la vez pasada, ella no cedería a quedarse encerrada en el internado sólo porque él lo prohibía, menos no ir a la cascada que él mismo le develó ¿porqué? ¿Porqué tenía que obedecer? Jamás lo había hecho y cuando había acatado era sólo para traerle tristeza y dolor. Además, tal vez ahora ni siquiera lo veía. La noche pasada había sido una casualidad y nada aseguraba que esta noche precisamente Inuyasha también estaría allí.

Sin embargo no pudo dejar de sentirse bastante nerviosa cuando Youkai comenzó a entrar al bosquecillo. La luna creciente la acompañó alumbrando su camino y aún así de pronto comenzó a sentir un inusitado escalofrío. El bosque estaba demasiado silencioso esta vez, una pequeña bruma lo rodeaba y el susurro del viento parecía un quejido lamentero. Kagome sacudió la cabeza, tal vez tenía que dejar de imaginar tantas cosas.

La cascada se presentó ante ella al fin. La muchacha bajó del caballo mirando hacia todos lados, de alguna forma, por alguna clase de "milagro", esperaba encontrarlo de nuevo... ¿y qué sucedería?... pues... no estaba muy segura, sólo sabía que nadie le daría órdenes ahora, ya bastante tenía con el internado.

Pero se desilusionó al encontrarse completamente sola. Bueno, tal vez era lo mejor. Se sentó en la hierba y no pudo dejar de evocar el encuentro fortuito que habían tenido. ¿Porqué de pronto sentía que sus mejillas le ardían? Se llevó la palma a ellas y se impresionó del calor que estas emanaban, pero más que eso, también se sorprendió del inusitado latir de su corazón. Entonces comenzó a respirar muy fuerte. Cielos ¿qué le sucedía? Sólo imaginar de pronto a Inuyasha, así como lo había visto la última vez, con su cuerpo más musculoso, alto y varonil, con su rostro aún más serio, pero que quitaba el aliento, le comenzaba a doler el estómago. Se levantó súbitamente sacudiendo la cabeza. No, no debía pensar más en él ¿para qué? ella no era nada en sus recuerdos...

Alzó la vista hacia la luna, creciente y plateada que sólo la hizo suspirar otra vez ¿porqué deseaba, a pesar de todo, volver a verlo con toda su alma? Entonces volteó rápidamente medio cuerpo y retuvo el aliento.

Podría haberse quedado en su lúgubre mansión ya que los efectos de su mal habían pasado, al menos por ahora, pero aún así deseaba salir del encierro y cabalgar, como lo hacía cuando era más joven, como cuando ni siquiera sabía lo que iba a hacer en el futuro. Cabalgar por las noches resultaba una buena forma de alivianar la mente. Sin embargo sabía que en esta ocasión se estaba engañando a sí mismo... deseaba salir y "cerciorarse" si Kagome había vuelto a su lugar favorito, ese que él mismo le enseñó cuando era una niña y que ahora se lo quitaba sin más. Y ella no había vuelto, al menos las dos noches pasadas, pero ahora, y como si lo hubiera estado esperando, volteó y lo miró, sorprendiéndose ambos del encuentro.

La muchacha se volteó poco a poco y luego de que su rostro denotara sorpresa, intentó parecer orgullosa. No la encontraría indefensa esta vez. Inuyasha arrugó el ceño tanto como pudo para asustarla. ¿No es que todos le tenían miedo? ¿Es que acaso no había visto parte de su desastrosa apariencia la otra vez?

- Creí haberte dicho...

- ¡Yo hago lo que quiero!- Interrumpió elevando la voz arrugando también el ceño. Inuyasha se impresionó de la impetuosidad de ella y luego de la sorpresa volvió a arrugar el ceño.

- Sí... ya veo... ¿se puede saber qué haces aquí, pequeña Kagome?- Su pregunta le sonó a burla. ¿Pequeña Kagome? la muchacha creyó enrojecer aún más.

- Yo ya... - Se contuvo de pronto mordiéndose el labio y mirando casi el suelo ¿decirle que ya no era la pequeña? eso sería absurdo de aclarar.-... yo solo quería verte... - Murmuró y en el momento en que lo dijo creyó que iba a morir ¿cómo diablos había podido decir eso? argg, deseó salir arrancando de su alcance. Parecía que había pronunciado lo que muchas veces pensó y soñó decir, pero ahora él estaba presente, era real... cielos... ella y su boca...

Inuyasha había abierto un poco más sus intensos ojos dorados y por alguna extraña razón sintió el golpeteo tenue de su corazón. Kagome miraba el suelo como si hubiera perdido algo. Él reaccionó casi de inmediato.

- Dije que no deberías estar aquí... es muy peligroso ¿nunca aprendes? un animal podría hacerte daño- Respondió con la voz demasiado oscura. Ella levantó la vista y lo miró esbozando una leve sonrisa.

- Siempre tan protector... - Murmuró e Inuyasha volvió a fruncir el ceño. Kagome dio un paso hacia él y el joven retrocedió. Ella se impresionó ¿qué le pasaba? ¿porqué no permitía que se acercara?- Lo siento... lo siento... sólo... quería verte... y decirte... que te extrañé... - Balbuceó.

Él se quedó en un profundo silencio y su mirada tan aguda la dejaba casi sin aliento, así que bajó sus ojos de inmediato. El aullido de un lobo rompió el silencio entre los dos. Kagome levantó la vista y él pareció moverse inquieto, su mandíbula se tensó más y la miró sin expresión.

- Ya lo has dicho, ahora vete- Ordenó nuevamente. Ella tragó con dolor ¿porqué era así? ¿porqué? sin duda no quedaba nada de la amabilidad y ternura del antiguo Inuyasha... tuvo deseos de llorar por sentirlo perdido. Entonces apretó los labios mirándolo herida y se dirigió al caballo pensando en lo sin corazón que era. Subió de un salto y volvió a mirarlo con seriedad.

- No me verás otra vez... lamento haber venido a tu lugar privado, adiós- Respondió tragando con dificultad y luego volteó el caballo y lo instó a galopar a toda velocidad.

Luego que ella se marchó su cuerpo se distensionó. Tenía que alejarla de ahí y de todo lo que lo rodeaba. Pero por alguna razón sintió, cuando ella lo miraba, que Kagome le profesaba algo más que el deseo de recordar viejos tiempos. Y no lo permitiría. ¿Para qué? él ya casi estaba muerto...

Sus ojos se detuvieron en la laguna, quieta y verde oscura que en nada traía la paz como antaño a su alma. Agudizó la vista al ver ondas que de pronto se había formado en ella y entonces en ese momento un lobo aulló demasiado cerca, seguido de otro aullido más. Inuyasha palideció mortalmente y sólo pudo murmurar:

- Kagome...

Corrió a su caballo, uno blanco que había traído de su lejano viaje al Japón, y lo instó a galopar como un demonio cruzando el bosque entre la pequeña bruma que se había formado. Con sus sentidos alerta sintió que su corazón se había detenido. No, no, los lobos andaban cerca, demasiado cerca, supo reconocer en los aullidos que habían dado que era porque habían cazado su presa. Apretó sus manos enguantadas en las riendas del caballo y se inclinó más sobre él para tener más velocidad, sus ojos ansiosos buscaban pronto la figura femenina pero nada se le presentó de inmediato. Entonces la respiración se volvió agitada. ¡Maldita muchacha caprichosa! ¿nunca aprendería?. El caballo se detuvo tan de pronto que él casi se cayó. Y entonces vio a dos lobos mordisqueando las patas del caballo de Kagome que ya casi estaba desbocado, relinchando y asustado mientras la muchacha intentaba tranquilizarlo, pero el animal se paraba en sus dos patas traseras haciendo que ella a cada momento se aterrara de caer a tierra. Entonces un lobo agarró con su hocico la tela de su vestido provocando que la muchacha tambaleara. Inuyasha se llevó de inmediato la mano al cinto y de ahí extrajo un revólver que apuntó sin dudar al animal y disparó a matar. Youkai se desbocó y Kagome cayó a tierra. El otro lobo salió corriendo y se perdió en la espesura. El joven hombre corrió hacia la muchacha y se inclinó a su lado, agitado, ella ya estaba sentada pero estaba tan pálida como la misma luna.

- ¿Te encuentras bien?- Preguntó en un susurro inclinándose para mirarla a la cara, sólo cuando la chica levantó la vista se dio cuenta de lo demasiado cerca que estaban y entonces alejó un poco el rostro.- ¿Te hicieron daño?

- Estoy bien... - Murmuró agitada y aún demasiado asustada. Jamás había visto lobos tan bravos en su vida. Le sonrió luego agradecida, él la miró por completo como si se estuviera cerciorando que se encontraba sin heridas.- Estoy bien... - Volvió a murmurar suavemente. Intentó levantarse y en cuanto lo hizo se dio cuenta que temblaba horriblemente, sus piernas se debilitaron y cayó sentada otra vez. Inuyasha volvió a inclinarse y la observó sin poder ocultar su preocupación. Sin querer, sus manos tomaron las de ellas, aunque ambos llevaban guantes, los dos sintieron como sus dedos se aferraban a los del otro, como una caricia, sintiendo el tacto demasiado cálido, casi quemante, que aunque deseaban estar así, él la soltó de inmediato y arrugó el ceño.

- Te llevaré... ven, vamos- La levantó y ella lo miró nuevamente, alzando la vista se dio cuenta de lo realmente alto que era y lo pequeña que era a su lado, aún, a pesar de los años. Caminó hasta su corcel ayudada de él y luego la tomó por la cintura y la sentó en su caballo. Kagome miró a Youkai que aún estaba ahí, como un perro fiel, a pesar de algunas heridas visibles en sus patas producto de los mordiscos de los lobos. Inuyasha se acercó al animal, que aunque estaba inquieto, se tranquilizó al sentir el tacto del joven en su cabeza. Lo tomó como años atrás lo había hecho y lo llevó hasta donde estaba su caballo blanco. Tenía una soga en la carterilla que colgaba de la montura y amarró con ella al animal. Kagome lo miraba atenta cada uno de sus movimientos y cuando él subió, tras suyo, sintió que comenzaba a temblar. El aliento de él le llegó claro a su oído, provocando más reacciones que hubiera querido evitar ¿porqué sentía todas esas cosas? No paraba de respirar con dificultad.

- Gracias... - Murmuró. Hubiera querido recostar su espalda en su pecho, tenía tantos deseos de hacerlo, pero su rechazo le resultaba doloroso.

- Te dije que era peligroso- Musitó el hombre como un gruñido. Kagome tenía deseos de llorar. Cabalgar bajo la luz de las estrellas junto a él era una situación que se le hacía demasiado conocida... más que eso, era igual a aquella primera vez en que lo vio. Entonces ya no pudo reprimirse más y se recostó en su pecho cerrando los ojos. Inuyasha, que la sostenía con un brazo desde la cintura, abrió sus doradas orbes pasmado ante aquella muestra de confianza y cariño que ella le demostraba. Hacía tanto que ni siquiera recibía el abrazo de alguien. Menos el delicado y tibio cuerpo de una mujer, con su perfume a flores silvestres que lo inundaban y embriagan por completo.

- ¿Sabes?- Murmuró Kagome como si hubiera olvidado todo lo malo. El caballo de Inuyasha galopaba lentamente cruzando los prados de la región.-... no sé qué ha pasado... siempre he creído... bueno, pienso... - Se rectificó-... que las personas cambian por una razón... hay una razón y sé que tú la tienes...

- Yo no he cambiado- Respondió con la voz muy ronca y casi peligrosa. Kagome sonrió a medias y ladeó el rostro, dejando a su alcance su desnudo cuello blanco.

- Claro que sí... lo que más recordaba de ti era... tu sonrisa... y aún no la veo... ¿qué pasó?

Tal vez era la noche, la luna creciente, el cabalgar ahora tranquilos, sintiendo la cercanía del otro, pero Inuyasha tuvo deseos de abrazarla muy fuerte, queriendo desnudar su alma y desahogar su tormento. Pero luego se repuso ¿para qué? ¿Para que lo mirara igual de horrorizada de Kikyo?

- Nada... - Respondió secamente y entonces ella volvió a su postura normal. Inuyasha sintió con pesar la lejanía de su cuerpo.

- Gracias por venir a dejarme hasta aquí

El joven alzó el rostro. Ahí estaba el internado de señoritas, el enorme castillo que parecía una verdadera prisión para Kagome. Los anchos y altos muros mohosos lo hizo entender la necesidad de ella de querer escapar aún sabiendo de los peligros que la acechaban. La joven bajó de un salto y desató a Youkai, colocándose la capucha en la cabeza nuevamente para no ser sorprendida, luego miró a Inuyasha y le sonrió.

- ¿Sabes? este fin de semana es probable que vaya al pueblo... mi amiga Sango me ha invitado a su casa... ¿podría verte? quiero saber de tí... lo que has hecho todos estos años...

¿Porqué insistía tanto en saber de él? ¿Acaso había escuchado algo por ahí?

- No voy al pueblo- Respondió secamente.- Deberías haber escuchado los rumores acerca de mí, pequeña Kagome... - Dijo con la voz muy ronca y observándola atentamente-... ellos me temen... y es mejor así.- Se volteó dispuesto a marcharse, pero Kagome rió divertida y él se volvió a mirarla algo molesto. Entonces la muchacha acercó su mano a la rienda del caballo de él para detenerlo y le habló, no mirándolo precisamente a él, sino al animal, como si le costara mirarlo a la cara.

- No sé nada del pueblo... absolutamente nada, es por eso que me siento emocionada al saber que podré ir este fin de semana... - Luego lo miró clavando sus intensos ojos castaños en él-... pero... ¿porqué deberían temerte? ¿acaso porque creen que les vas a robar a alguna chica casadera?- Preguntó con burla.

El hombre la observó con agudeza por eternos segundos. Qué ingenua. Pero mejor dejarla así, con ese pensamiento.

- No deberías preocuparte por mí, porque no sacarás nada... - Respondió bruscamente y ella soltó su mano de la rienda del caballo, dolida por sus bruscas e insensibles palabras-... es mejor no vernos, nunca más.

Le dio una última mirada y luego de marchó a todo galope. Kagome sintió que había caído a un abismo, lo observó un buen rato mientras desaparecía de su vista. ¿Porqué tenía que ser así? ¿lo molestaba? ¿la odiaba tal vez por ser la hermana de quien fuera su novia en el pasado? Se entristeció, parecía confirmar sus sospechas de aquel cambio en él. Tal vez tenía razón... si era la vida que él había elegido, si era la pena de no haberse casado con Kikyo quien lo tenía así... entonces... ¿qué más podía hacer? Jamás se igualaría siquiera a su perfecta y hermosa hermana, jamás.

Continuará...

N/A: Muchas muchas muchas gracias por sus abundantes reviews, fueron un bálsamo para mí en esta dura y algo terrible semana... bueno, pero ya pasó n.n arigatou, arigatou y nos vemos.

Lady.-