Capítulo 9: "El Trato"

Se miró al espejo y nuevamente arrugó el ceño ¿cómo diablos iba a ir a aquella fiesta sin que luciera tan desastrado? Las ojeras eran enormes y el rostro tenso le daba un aspecto deplorable. Ni hablar del cabello, largo y negro, que aunque en el ejército se lo cortaron, este había vuelto a crecer en la próxima luna nueva. Movió la cabeza cuando recordó el rostro de todos al verlo con el cabello tan largo como antes.

- ¿Lo hará otra vez?- Preguntó Myoga al ver que el joven tenía un par de tijeras en su mano.

Inuyasha lo miró por el rabillo del ojo y luego volvió a observarse en el espejo.

- Creo que no... mejor lo dejo así... - Suspiró y se levantó al tiempo que comenzaba a amarrar sus cabellos con parsimonia. Myoga se acercó con una chaqueta impecablemente planchada de color negro y lo ayudó a ponérsela. Hacía tanto tiempo que su joven amo no asistía a una fiesta que cuando había decidido vestirse probándose sus antiguos trajes, notó con pesar que estos ya no eran de su medida. Sin duda su cuerpo de hombre se había desarrollado, era más alto y también su espalda era más ancha. Así que de emergencia había tenido que ir a comprar un traje no sin antes recibir la mirada curiosa de los vendedores, al reconocer que era el fiel sirviente del "maldito".

- Me alegra que haya decidido ir... si esas personas intentan hacerle algo...

Inuyasha se encogió de hombros mientras pasaba una mano por un pliegue inexistente de su chaqueta, sin lugar a dudas algo nervioso.

- ¿Qué pueden hacer? ¿matarme? - Se miró al espejo con sus ojos sombríos. ¿Matarlo? Imaginó el rostro burlón de Kouga y entonces tensó su mandíbula. ¡Demonios! ¿matarlo? ¡no sin antes alejar a ese tonto de Kagome!- No te preocupes Myoga... esta noche no estoy dispuesto a morir... primero debo ocuparme de algo... - Calló de pronto... ¿pero cómo alejar a Kouga de Kagome?

- Disfrute su noche señor... ha pasado mucho desde que no asiste a una fiesta... tampoco se deje intimidar... recuerde que aún es usted... - Murmuró el anciano mirándolo con respeto. Inuyasha lo miró de reojo pero no dijo nada, suspiró algo agobiado y un poco asustado de lo que le esperaba... ¿porqué diablos había decidido ir a la fiesta? Kagome siempre lo persuadía, igual que cuando era una niña. Tomó el sombrero y el sirviente puso la capa negra sobre sus hombros. Tan pronto como lo hizo el muchacho salió deprisa de la habitación.

Se quedó en el asiento trasero de su carruaje apretando la mandíbula, tanto, que esta depronto crujió. Escuchaba las risas y las conversaciones allá afuera y su chofer lo miró de reojo esperando a que decidiera bajarse. Pero Inuyasha estaba demasiado nervioso. Maldición, podría ordenar y volver a su lúgubre mansión y así olvidarse de todo... pero Kouga... y los demás... todos tras Kagome... malditos... cerró los ojos apretando los puños y dándose valor, finalmente abrió la puerta y salió. El frío de la noche lo recibió y no sólo eso, las miradas de quienes estaban afuera aún indecisos de entrar. Sintió el peso de aquellas miradas, el silencio sepulcral que se formó, luego el cuchicheo, los pequeños gritos de algunas jóvenes casi histéricas. Él levantó la vista altivo y caminó por el pasillo cruzando el jardín. Luego se encontró con los dueños de la casa. Reconoció a la amiga de Kagome, al lado de sus padres y de un niño que se parecía en el color del cabello y en sus ojos. El muchacho se inclinó y los cuatro anfitriones le dieron la bienvenida mirándolo con atención pero sin decir una sola palabra, al tiempo que una criada llegaba a pedirle su sombrero y la capa. Inuyasha suspiró nuevamente y entró a la casa, allá sólo era música y conversación, pero tan pronto entró al salón todo se quedó en silencio y otra vez los ojos temerosos y horrorizados de algunos lo miraron directamente. Se quedó de pie observándolos rápidamente. Entonces vio a Kouga, estaba serio o más aún, imprecionado de verlo pero tan pronto como Inuyasha posó sus ojos en él este sonrió, con su cínica sonrisa burlona y una copa en la mano, mirándolo casi divertido junto a otros jóvenes. Inuyasha levantó una ceja de desafío pero antes que todo se volviera más tenso, sintió la mano pesada sobre su hombro y se giró, para encontrarse con el dueño de casa que daba la órden de reanudar la música. Entonces le sonrió con levedad.

- Lamento lo que sucede, señor Taisho... ya sabe como es la gente de esta ciudad... si usted no es asiduo a las fiestas se les cataloga como "loco".

- No se preocupe... no esperaba otra cosa... - Murmuró arrugando el ceño a Kouga que parecía disfrutar de lo mal que lo estaba pasando, seguramente deseaba que se fuera, pero no cedería, ya estaba aquí.

- En todo caso nos alegra que viniera... mi hija me contó que usted conoce desde pequeña a la señorita Higurashi... es mejor que la cuide... muchos jovenes se encandilan con la belleza de una muchacha inocente... y peor aún... estas muchachas que sólo han pasado parte de su vida en un internado caen fácilmente en las manos de ellos...

Inuyasha se movió incómodo y entonces miró con odio al grupo de muchachos que sonreían abiertamente en espera de Kagome. Sintió rabia, no deseaba ni se imaginaba que ellos siquiera la tocasen, ¿cómo podría? aún recordaba el beso en la mano que Kouga le había dado a la muchacha y las náuseas que le había provocado, junto con el enorme deseo de darle una paliza.

Tomó una copa de champán aún sintiéndose incómodo por las medias miradas temerosas y algunas casi horrorizadas, además el murmullo del cotilleo lo estaba realmente exasperando. De pronto todo cesó y él levantó la vista con la copa aún en sus labios. Desde la escalera bajaba ella lentamente sonriendo pero con las mejillas completamente ruborizadas, estaba nerviosa y el joven hombre lo notó en la forma tan fuerte en que sujetaba su blanco vestido desde un costado para que le permitiera bajar sin problemas. Inuyasha palideció al subir su rostro para inspeccionarla. Su corpiño era de encajes, blanco y escotado dejando ver sus hombros y buena parte de sus clavículas. El cabello lo sujetaba una coleta llena de suaves bucles que a pesar de lo adulta que demostraba, y con la generocidad de sus curvas, el rostro de niña aún era visible en ella.

Cuando ella llegó al último escalón, miró a su alrededor, y por el sube y baja de su pecho, Inuyasha se dio cuenta que a la muchacha le costaba respirar. Algunos muchachos se acercaron rápidamente al pie de la escalera para recibirla, pero Kagome se quedó de pie casi sin mirarlos, recorriendo la vista ansiosa por todo el enorme salón, hasta que sus ojos se cruzaron con los de él y entonces sonrió ampliamente. Inuyasha le devolvió la sonrisa, no supo porqué, y se acercó hasta ella en medio de la mirada de todos, entregando su mano que la joven recibió de inmediato. Sus delgados dedos se aferraron a los suyos y sus ojos puestos en el otro como si de pronto ya no existiera nadie más.

La música comenzó y aunque algunos los rodearon para bailar con la muchacha, Inuyasha deslizó una mano por su fina cintura y la acercó a él.

- Vas a tener que perdóname, pequeña Kagome... - Murmuró al fin mirándola absorto y con una pequeña sonrisa en los labios-... hace mucho que no bailo.

La chica sonrió pero temblaba demasiado, sus ojos se desviaron hacia los demás que la observaban atentamente.

- No... no importa... de todas formas... hace años tampoco que no bailo...

Pero parecían que eran expertos en hacerlo. Kagome volvió a observarlo, de pronto fue consciente del tacto de él en su cintura, de sus manos entrelazadas, de la cercanía de sus cuerpos, del aroma a perfume varonil de él que ella tanto amaba, del mirar con sus ojos de fuego que la derretían... si no la tuviera entre sus brazos, estaba segura que sus piernas cederían y caería al suelo. Respiró hondamente otra vez y desvió la vista.

- Tranquilízate... los que miran raro es por mí... - Susurró Inuyasha, esta vez se inclinó para hablarle, cerca del oído, Kagome volteó rápidamente, su rostro quedó a sólo centrímetros del suyo, lo miró pasmada. El joven tragó nervioso esta vez y alejó la cara arrugando el ceño y adoptando su actitud tan imponente.

- No digas eso... ¿porqué tendrías que ser tú?- Murmuró nerviosa bajando algo el rostro.

- La gente dice muchas cosas de mí... ¿acaso no lo sabes?- Preguntó él inclinándose para hablarle, pero ella ya no lo miraba, estaba demasiado avergonzada.

- No sé nada... pero de todas formas no me importa... yo sé que te conozco... - Musitó ella sonriendo y acercándose más a él. Inuyasha retuvo el aliento.

- Me conocías... ahora... es diferente... - Respondió esta vez alejándola un poco y Kagome lo miró con dolor.

- ¿Porqué siempre te comportas así conmigo? ¿me odias?

- No te odio... jamás lo haría... - Respondió tragando apenas y con dolor. La música terminó pero ellos se quedaron juntos un poco más, sin moverse, pero mirándose atentamente.

- Pero te comportas como si me odiaras... de todas formas... no entiendo porqué cambiaste de opinión... y viniste...

El joven la miró a los ojos ¿decirle que estaba preocupado por ella? ¿decirle que deseaba apartarla de todos los hombres que habían venido a verla?

- Creo que ya es suficiente... - La mano de Kouga se posó en su hombro e Inuyasha lo miró casi como un perro a punto de ladrar.-... es mi turno, ¿verdad que sí, señorita Kagome?

- Claro- Respondió ella soltando la mano de Inuyasha y alejándose de él. Kouga sonrió triunfal y miró a Inuyasha de reojo. El joven tuvo que apretar los puños de su mano para contener la rabia que sentía. Lo vio alejarse y bailar al ritmo del vals. Inuyasha sintió que su corazón le dolía, entonces volteó y se alejó hacia las mesas en donde sacó una copa y la bebió de un sorbo, mirándolos desde la distancia en silencio.

Las horas pasaron y vio un desfile de muchachos bailando con Kagome, cual de todos con más derecho a recibir un puñetazo ¿porqué sentía tanta rabia? ¿porqué Kagome tenía que sonreír tanto? ¿porqué había tenido que venir y torturarse con aquellas escenas que sin lugar a dudas le causaban un profundo malestar?

- Creí que no vendrías, perro... - Dijo la irritante voz de Kouga a su lado. Inuyasha lo miró por el rabillo del ojo y sus dedos apretaron más la copa de crital.-... ¿porqué estas aquí?

- Vine porque ella me lo pidió- Respondió dando un nuevo sorbo a su bebida pero con los ojos puestos en Kagome.

- ¿Ella?- Kouga hizo una mueca y lo miró de reojo- ¿Acaso hay algo entre ustedes?- Se atrevió a preguntar algo molesto pues ya había comenzado a sacar conclusiones desde el momento en que los había encontrado conversando en el pueblo y ahora, cuando la muchacha había decidido que él precisamente fuera el primero en su baile.

- ¿Algo?- Repitió Inuyasha incómodo y ladeándose un poco para mirarlo.

- Sí... los vi hablando con mucha confianza... ¿estas enamorado de ella?

El joven de ojos dorados sintió que temblaba, contrajo la mandíbula y aún así lo miró atentamente. Entonces un pensamiento se cruzó por su cabeza ¿y que tal si le decía que sí? ¿se desharía de él? ¿la alejaría de ese interesado maldito y también de los otros? Entonces habló la conciencia, no, no podía hacerlo ¿con qué derecho?

Ladeó el rostro para mirar a Kagome, en ese momento la muchacha también lo miró, con seriedad. Kouga notó el intercambio de miradas entre los dos y entonces pareció que sólo aquel gesto había respondido a su pregunta. Tuvo deseos de partirle la cara, no podía ser que Inuyasha ganara otra vez.

- ¿Tienes algo con ella?- Preguntó el otro más enojado y alzando la voz- ¡Dílo!

Inuyasha lo miró casi con desprecio. De pronto dejó la copa en la mesa y se alejó de él solo para acercarse a Kagome. La muchacha lo miró extrañada.

- Necesito hablar contigo... ¿podemos salir al jardín?

Ella abrió un poco más sus ojos castaños y asintió débilmente. La música comenzó de nuevo y fueron muy pocos quienes se dieron cuenta que aquellos dos se alejaban para estar solos. Entonces ya hablaban de romance ¿pero cómo! se preguntaban horrorizados, porque no podía ser, la joven y pura Kagome con el maldito y agrio Taisho.

Kagome caminó con lentitud por el pasillo de piedrecilla del enorme jardín, pero era incapaz de decir una sola palabra, incluso ni siquiera se atrevió a mirarlo. Inuyasha la siguió un paso más atrás y sólo cuando estaban algo alejados de la mansión ella se volteó observándolo con atención.

- ¿Qué sucede?- Preguntó respirando con dificultad. Inuyasha tragó, la muchacha lucía más pálida a la luz de la luna y no estaba seguro si temblaba por el frío de la noche, o porque estaba nerviosa.

- Me preguntaste porque vine... y es porque estoy preocupado por tí- Respondió simplemente. Kagome lo miró turbada.

- ¿Preocupado?- Murmuró ella con un hilo de voz. El joven se acercó más a ella, Kagome retuvo el aliento.

- No quiero herir... tus sentimientos, pequeña Kagome... - Murmuró esta vez con delicadeza, la joven frunció el ceño.-... sólo quiero advertirte... que muchos de quienes estan aquí lo hacen por interés...

Kagome enrojeció y luego lo miró dolida.

- ¿Qué?- Gimió y comenzó a temblar, Inuyasha le tomó una mano para tranquilizarla.

- Tras tu fortuna... o tu apellido... - Agregó Inuyasha. Kagome tragó y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ver su rostro tan triste lo hizo arrepentirse de sus palabras.

- Lo dices porque... ¿porque no soy lo suficientemente bonita como para que se interesen en mí y no en mi fortuna?- Preguntó con un gemido e Inuyasha abrió un poco más sus ojos dorados.

- ¡No! ¡Claro que no!- Respondió rápidamente y ella le quitó su mano de la suya, ocultando el rostro de lo avergonzada que se sentía. - ¡Kagome!

- Eso quieres decir... ¿verdad?- Murmuró casi en sollozos sintiéndose totalmente desdichada, volteó y apretó los labios reteniendo los deseos de llorar.-... no soy tan bonita como Kikyo...

- ¡No! quiero decir...- Corrigió nervioso acercándose a ella tanto como pudo a su espalda-... eres más hermosa... más... - Murmuró, pero la muchacha parecía no escucharlo-... escúchame Kagome... no se trata de eso... es de tu fortuna de lo que hablo.

Kagome se giró rápidamente, esta vez lo miró con rabia.

- ¿Fortuna? ¿la fortuna que mi hermana me dará sólo si me caso? ¿es eso? ¡ella sabe que jamás lo haré, me quedaré sin nada, sola y sin saber a dónde ir!

- ¿Y porqué no te casas?- Preguntó él pero sintió que no debió haber hecho esa pregunta. Ella lo miró pasmada y enrojeció súbitamente, una lágrima resbaló en silencio por una mejilla. Kagome apretó los labios y sus manos comenzaron a arrugar la tela del vuelo del vestido.- digo... - Murmuró Inuyasha y la muchacha le esquivó la vista de inmediato-... puedes hacerlo... con el que tú quieras...

- Yo... - Murmuró ella y luego posó su mirada castaña en la suya-... ahora que me has dicho que todos ellos andan tras mi fortuna...

- Tal vez no todos... - Se excusó él con dolor.

- No... no podría... - Respondió la joven tranquilizándose-... no podría con ellos... ni siquiera los conozco... no me gustan... - Suspiró y alzó la vista mirando las estrellas.-... supongo que me quedaré así... en dos meses más salgo del internado y... tal vez... no sé...

- Cásate conmigo.

Kagome bajó la vista asustada y vio el rostro de sinceridad en él. Inuyasha se acercó más y tomó su mano.

- Así Kikyo te dará tu fortuna, lo que te corresponde...

- Quieres decir... ¿un trato?- Murmuró la joven totalmente turbada.

- No quiero que te quedes en la miseria ni que arriesgues tu felicidad casándote con cualquiera... puedes hacerlo conmigo... y luego... lo deshacemos...

Kagome lo observó sin creer lo que estaba escuchando. ¿Casarse? ¿con él precisamente? ¿Y como un trato?

- No... no podría... - Murmuró mirándolo con dolor, se alejó nuevamente un paso y quiso retirar su mano de la suya, pero Inuyasha se la retuvo y la miró con fervor.

- No pasará nada... lo prometo... quiero ayudarte... Kagome...

Kagome lo miró ¿porqué de pronto cambiaba así su actitud con ella? ¿qué había pasado? ¿porqué ese plan? No podía aceptar, no podía porque ella realmente lo amaba y eso era algo demasiado importante...

- Pero yo... - Gimió la muchacha y no supo qué más decir.

- Quiero protegerte... quiero ayudarte... acepta mi ayuda- Agregó tragando nervioso y sintió que no podía controlarse más, la miró casi con súplica, la joven no sabía que decir, su mano temblaba entre la suya, los segundos pasaron, Kagome finalmente asintió.

- Esta bien...

El joven de ojos dorados no supo porqué aquella respuesta lo había alegrado enormemente, sonrió y la muchacha le devolvió la sonrisa. Ayudarla... ¿era eso? ¿ayudarla para que ella dejara de ser tan pisoteada por la vida? él se convenció que sí, que si estaba a su alcance darle felicidad lo haría. Entonces sonrió más, aquel maldito de Kouga había perdido.

Continuará...

N/A: Muchas gracias por sus reviews, gracias por leer, en verdad se los agradezco con sinceridad.

Nos vemos y cuídense todas.

Lady.-