Capítulo 11: "Comprometidos"
Caminaban lado, apenas los separaba un par de centímetros de distancia, Inuyasha sonreía a medias y Kagome miraba a su alrededor confundida porque tenían la atención curiosa y otras horrorizadas de todas las personas del pueblo.
- ¿Quieres volver a la casa de tu amiga?- Preguntó él mirando hacia el frente y deseando que ella contestara que no, porque su compañía era grata y tranquilizaba de alguna forma su espíritu, a pesar de las miradas espantadas de los demás.
- No - Respondió ella y lo miró por el rabillo del ojo. Lo vio sonreír y ella sintió que nada podía ser más perfecto, dadas las circunstancias.- ¿En donde vives? ¿en la mansión Taisho?- Preguntó intentando tranquilizarse pero aún sentía que estaba demasiado agitada. Inuyasha ladeó el rostro y la miró. En ese momento estaban frente al caballo blanco del joven y Kagome no pudo evitar acariciar la cabeza del animal, extrañando de igual forma a su amado "Youkai".
- Sí, la casa que esta cerca del río... no pude negarme... mi padre quería que yo la conservara, ya que no acepté su fortuna.
- ¿No? - Preguntó ella levantando ambas cejas-... pero supongo que te fue bien en el viaje que realizaste, Kikyo... - Se mordió el labio y enrojeció. No era buena idea seguir con aquella conversación. Lo miró de reojo, él carraspeó y miró el suelo.
- Sí, me hice de una fortuna bastante grande... y sin embargo de nada me sirve... - Murmuró con pesar. Kagome lo observó con detenimiento, su rostro volvía a mostrarse afligido ¿pero qué clase de cosa le había sucedido allá en tierras lejanas? eso de ser un monstruo... no podía ser posible... posó su mano en su hombro, él levantó el rostro y la miró en silencio, ella se volvió a ruborizar y quitó la mano rápidamente. El joven le tomó nuevamente su mano y le susurró- ¿quieres conocer mi casa?
Sintió que el corazón se le saldría del pecho, pero sonrió abiertamente a su propuesta. El joven subió a su caballo y enseguida le tendió su mano para que ella se le uniera. Pronto se encontraron los dos arriba del animal cabalgando lentamente por la calle. Kagome llevaba el cuerpo de medio lado y esta vez sólo podía imaginar en lo feliz que se sentía de permitirle él conocer parte de su misteriosa vida.
Cruzaron el páramo verde y fresco mientras algunas aves surcaban el cielo, la muchacha miraba a su alrededor maravillada, puesto que en verdad era uno de los lugares más hermosos de la región, como una vez había escuchado decir a su nana. Estaban alejados del pueblo, las montañas se alzaban más cercanas que desde su antigua casa y del internado, el río estaba cerca, pues escuchaba su suave y refrescante rumor. Cuando se aproximaron a la mansión, Kagome realmente se sorprendió. Su casa era realmente un castillo, aunque oscuro, pues notaba la verde hiedra enredarse y pegarse en las paredes de piedra de su fachada, pero contaba con un gran y hermoso jardín. Mientras ellos lo cruzaron, la joven notó las cuidadas rosas de colores que parecían darles la bienvenida, los arbustos podados, más allá una pajarera de madera blanca y vitrales de colores, estatuas de mármol y fuentes de agua que adornaban con todo su esplendor.
- Myoga hace un gran esfuerzo en que esto parezca siempre igual- Susurró él de pronto despertando sus sentidos. Ella ladeó apenas el rostro y sonrió.
- Es... parece un cuento de hadas...
Lo escuchó reír casi con burla, Kagome se movió inquieta y frunció el ceño con la vista fija en el frente.
- Tú tienes la culpa, si no me hubieras enviado tantos cuentos de hadas no asociaría cada cosa con ellos.
- No, no me río por eso... - Musitó algo sorprendido-... sino porque eres la única a la cual he escuchado que mi casa se parece a un cuento de hadas... - Arrugó el ceño y se inclinó más sobre ella, sus labios casi rozaron su oreja-... ¿puedes perdonarme por imaginarte siempre como una chiquilla?
- De todas formas eran muy bonitos... - Respondió sonriendo y tragando con fuerza. Finalmente el caballo se detuvo e Inuyasha bajó de un salto, arrastrando a la muchacha con él. Kagome alzó la vista hacia la enorme casona. En verdad era tan imponente, como su dueño.
- Señor...
Un hombre anciano vestido con un impecable traje blanco y negro se había quedado de pie a la entrada mirándola como si estuviera viendo visiones. Ella le sonrió levemente, parecía recordarlo, del pueblo.
- Oh, Myoga, es la señorita Kagome Higurashi- Dijo el muchacho posándose al lado de Kagome. El anciano lo miró casi asombrado pero luego de unos segundos de completo estupor miró a la muchacha y sonrió, inclinando la cabeza en señal de respeto.
- Es un placer señorita, que visite esta casa. - Volvió a erguirse y le sonrió a la muchacha, pero luego volvió a posar sus ojos en Inuyasha, con seriedad - Señor... ha llegado una carta...
El joven ofreció su brazo a Kagome y ella se afirmó en él.
- Después la leeré... ella comerá con nosotros... ¿verdad? - Preguntó él posando sus intensos ojos dorados en los de la muchacha y la joven afirmó con la cabeza, sus suaves bucles azabaches se movieron con gracia.
- La mesa estará preparada en un momento, Señor- Respondió Myoga mirando pasmado a la pareja que entraba en la casa. Tenía muchas dudas, ¿cómo era que aquella muchacha había venido con su amo a la mansión y sola? ¿acaso no le tenía miedo, como todos?
Era oscura, muy oscura, pero Kagome notó con extrañeza que los grandes ventanales que había visto desde el exterior estaban cubiertos por gruesos cortinajes. Y los lujosos decorados que tenía denotaban la riqueza del cual él era poseedor. Se soltó de su brazo y miró a su alrededor, con asombro. A pesar de su propia infancia ostentosa, ella jamás había visto tanta riqueza junta. Una larga escalera de mármol conducía al segundo piso, en donde estaban las habitaciones, miró a Inuyasha de reojo y sus mejillas se encendieron.
- Hay una biblioteca... no te aburrirás aquí... - Dijo él de pronto conduciéndola por un largo pasillo hasta abrir las grandes puertas que conducía a dicho lugar. Allí sí habían libros y los grandes ventanales extrañamente sin las cortinas cerradas tenían una hermosa vista a las montañas.
- Es una casa... hermosa... - Murmuró Kagome apoyándose en el descanso de la ventana y miró el paisaje recibiendo también así los rayos del sol que entibiaban su rostro.
- Me alegra que te guste... esta será tu casa también, cuanto tiempo lo estimes conveniente- Aclaró luego con pesar, pues sabía que no podía retenerla para toda la vida, así lo habían acordado, el matrimonio sólo sería por un tiempo, luego lo anularían.
- Me gustaría quedarme... por siempre... - Murmuró la muchacha y sintió que su corazón se le saldría del pecho. Se produjo un silencio, ella bajó la vista, a pesar de estar de espaldas a él sabía que la observaba con detenimiento, luego lo escucho reír y su risa le provocó escalofríos.
- Eso dices ahora... estoy seguro que después no pensarás lo mismo... me dejarás tan pronto me veas como soy.
La joven se volteó con rapidez y lo miró tragando asustada. Hubiera querido decir algo, pero su mirada tan cínica esta vez la cohibía por completo. ¿Pero que tanto había cambiado como para asustarla de esa manera? Inuyasha se volteó mientras pasaba una mano por la solapa de su traje. Lo mejor era no ilusionarse con ideales, era cierto, ella jamás se quedaría lo suficiente, eso lo tenía muy claro.
- Pero... - Murmuró Kagome apenas-... ¿qué tan malo puede ser?... dices... que eres un monstruo pero... no lo eres...
- Es porque aún no me has visto... ya verás... aún falta para esa noche... - Volteó y la miró con seriedad-... tal vez ni siquiera quieras casarte conmigo, después de eso... y no te culpo... pero si aceptas aún así... - Él la miró agudizando su vista en ella-... prometo que puedo garantizar su seguridad, no pierdo por completo mis instintos humanos... no me acercaré a ti, puedes confiar en mi, en cuanto a eso... y sólo tendrás que soportarme por un par de meses, luego te puedes marchar.
Kagome respiraba con fuerza, ni siquiera sabía muy bien de qué le estaba hablando, pero... qué más daba, aunque él la quisiera lejos, ella no cedería, se acercó un paso pero se detuvo de súbito al ver que las puertas de la biblioteca se abrían y entraba su anciano sirviente, anunciando la mesa preparada para la comida.
Ambos aún se miraban, él con seriedad, ella con algo de temor y tristeza. ¿Pero qué podía hacer? parecía que nada de lo que dijera lo hacía entender, porque a pesar de todo, ella lo amaba con toda su alma ¿tan poco confiaba en eso? Inuyasha volteó y salió finalmente de la habitación. La muchacha se quedó de pie allí, sin saber muy bien qué hacer.
- No se preocupe, señorita... - Dijo de pronto el anciano observándola con una pequeña sonrisa-... no esta enojado, si eso es lo que cree... mejor la acompaño a la sala... hace mucho tiempo que no teníamos visitas... él ha estado muy solo...
Kagome asintió y siguió al pequeño hombre hasta la sala, la cual estaba en el ala opuesta de la mansión. Ya allí lo encontró de pie junto a la mesa, la esperaba, porque en cuanto la muchacha caminó hasta la silla cercana a la cabeza de la mesa, él la retiró caballerosamente permitiéndole sentarse. Kagome sonrió incómoda y luego él se sentó. Myoga miraba la escena sintiendo que su corazón rebosaba de alegría. Jamás había visto a su joven amo compartiendo la comida con una muchacha, era cierto que su familia en los años en que vivía el padre del muchacho las reuniones sociales eran abundantes, pero esas correspondían a otro período, este era de Inuyasha. Ni siquiera la antigua novia, hermana de ella precisamente, lo visitó alguna vez. ¿Podría ser el anuncio de un cambio en las cosas? él no se imaginaba que algo entre aquellos dos ya estaba acordado. Se retiró dejándolos solos mientras ellos disfrutaban de la comida.
- Kagome...
Ella levantó la vista algo sorprendida, el rostro del muchacho ya no lucía cinismo, todo lo contrario, era obvio el arrepentimiento.
- Esta bien, entiendo lo que quieres decir... - Murmuró la muchacha desviando la vista nuevamente hacia la comida.-... no haré nada que tu no quieras... - Levantó y el rostro y lo miró-... pero lo dejaré en tus manos... tu decides si me quedo o no.
Inuyasha tragó con dificultad ¿dejarlo en sus manos? por él ojalá Kagome nunca se fuera de su lado... sonrió nuevamente de mala gana, ella creía que todo era tan fácil.
- Esta bien, pequeña Kagome, lo haremos como tu digas... - Respondió sabiendo que ella sola se iría de su lado sin tener él que decirle que se fuera, era lógicamente obvio.
Comieron en silencio y luego él decidió que ya era hora de marcharse. Kagome jugueteaba con su cabello mientras un sirviente traía el carruaje y sin embargo Myoga se acercó nuevamente con el rostro contraído y le entregó una carta a Inuyasha. El joven tensó la mandíbula algo fastidiado.
- Lo siento, señor... pero esto no puede esperar- Se adelantó a decir. Inuyasha miró el membrete del Ejército Real y entonces palideció. Lo abrió con rapidez y Kagome tuvo la ligera sospecha que algo andaba mal.
- Me llaman... a que forme parte de la vigía del fuerte de la costa... - Murmuró al fin con pesar, sin querer levantar la vista. Kagome entreabrió sus labios y palideció mortalmente.
- ¿Qué? ¿eres soldado?
Inuyasha levantó el rostro y la miró con detenimiento. ¿Porqué malditamente ahora tenían que llamarlo?
- Sí lo llaman a formar parte de la vigía... puede que sea sólo por pocos meses... - Murmuró el anciano sirviente.
Kagome se acercó a él y aferró sus manos a su pecho, mirándolo con súplica.
- ¡No! no te vayas... no me dejes sola... dijiste que me ayudarías...
- Yo... - Tragó con dolor pero esbozó una pequeña sonrisa-... tranquila... mañana mismo iré al regimiento... tal vez tenga que estar un tiempo allá, pero no podrán negarme el permiso para volver... a preparar nuestra boda.
Myoga abrió los ojos casi desorbitadamente y entonces comprendió las actitudes de la pareja. Pero ¿como? no lograba entender como ella había aceptado la propuesta de matrimonio... ¿acaso su joven amo no la había prevenido?
- ¿Lo prometes?- Preguntó la muchacha mirándolo con tristeza, él asintió y ella ya no pudo contenerse más y lo abrazó con fuerza-... pero es peligroso... ¿porqué?
- Tranquila... ser vigía es el puesto más seguro que hay, pero volveré lo antes posible, para que así preparemos la boda, mientras tanto arreglo este asunto... - Murmuró-... además... aún no regresa Kikyo para pedir tu mano... tampoco podemos hacer nada con respecto a eso...
Aún así ella se aferró más fuerte a su pecho. ¿Porqué? pero tenía razón, en todo caso, no podían hacer gran cosa ahora mientras no regresara Kikyo... sólo debía esperar... esperar.. como siempre...
Regresaron en silencio nuevamente, el viaje no había sido como lo esperaba, al contrario. Kagome salió del carruaje ayudada por él, el sol aún estaba en lo alto, pues apenas era media tarde. Sus dedos se aferraron a los de Inuyasha con fuerza, como si no quisiera dejarlo partir, se miraron con intensidad, pero el encanto se vio de pronto roto por la irritante voz que Inuyasha reconoció de inmediato.
- Vaya... la he estado esperando todo el día... - Dijo Kouga y ambos lo miraron irritados-... no podía creer que estaba en la mansión del señor Taisho... ¿no le pasó nada? ¿no se convirtió él en una abominable bestia?
- No sé de qué habla- Respondió Kagome mirándolo con seriedad. El chico de ojos azules le dio una mirada de reojo a las manos de ellos dos aún entrelazadas y entonces tragó con dificultad.
- Supe que mandaron a llamar a todos los soldados para hacer de vigías en la costa... supongo que también te llamaron a ti ¿verdad?- Preguntó burlón e Inuyasha comprendió sus intenciones. Mientras el muchacho estuviera lejos él aprovecharía de acosar a Kagome... enrojeció de rabia sólo al pensarlo.
- Es cierto. Iré mañana mismo- Respondió con seriedad.
- ¿En serio? vaya, qué prisa por ir... - Miró Kouga a Kagome imaginando en que ya su camino estaba trazado, con Inuyasha lejos bien fácil le salía conquistar a la menor de las Higurashi, aunque tenía que esperar que saliese del internado, pero de eso ya faltaba poco y lo más seguro era que Inuyasha no regresara antes de dos meses.
- Claro, debo arreglar eso y pedir permiso para nuestra boda.
Sonrió esbozando una gran sonrisa mientras Kagome no podía creer lo que estaba escuchando ¿no se suponía que lo mantendrían en secreto hasta que volviese Kiikyo? Kouga había abierto sus inmensos ojos azules y su rostro se desencajó. Luego de unos instantes lo miró con reticencia y luego los posó en Kagome. La chica estaba al lado de Inuyasha y lo observaba atentamente, con seriedad.
- Mentira... - Murmuró Kouga agudizando su vista en ella, la muchacha se acercó más a Inuyasha.
- Es cierto... es más... - Miró a Kagome y le sonrió aún reteniendo su mano entre las suyas-... no quiero irme sin antes darte algo... vamos a la joyería.
- ¿A la joyería?- Repitió Kagome abriendo sus enormes ojos castaños y enrojeciendo súbitamente.
- Sí, para que elijas tu anillo de compromiso. - Respondió él. Kagome pestañeó confundida y sólo pudo asentir débilmente. Se alejaron ambos de un espantado Kouga y entonces la muchacha le habló.
- Creí que esto sería un secreto, mientras mi hermana este lejos...
- Pero Kouga podría fastidiarte, mientras yo no este- Respondió él sin más y luego la miró de reojo-... ¿o prefieres que no lo haya dicho?
- No, nada de eso... así esta bien... ese muchacho es algo persistente... - Respondió Kagome mirando el suelo.
No quería elegir uno, después de todo era demasiado para el "trato" que tenían. Pero Inuyasha fue percistente y al ver que ella se quedaba callada tomó uno que era tan pequeño que apenas le cabía a él en su dedo meñique, pero tan ostentosamente adornado de blancos y purísimos diamantes. Tomó la mano de Kagome y lo deslizó en su dedo. Tal como lo pensaba, era justo de su medida.
- Creo que este esta bien... ¿qué dices?
Ella lo observó en su dedo, sin creer lo que estaban haciendo. Sólo asintió pero tuvo deseos de llorar... y no pudo soportarlo más, porque en el momento de la despedida lo abrazó tan fuerte sin querer dejarlo partir. El sol ya se escondía y Kagome sabía que también debía marcharse.
- ¿Me escribirás?- Preguntó enderezándose y recibiendo su sonrisa varonil como alivio.
- Claro... una todos los días... - Respondió quitando las lágrimas de sus mejillas.-... pero no te preocupes... volveré antes que salgas del internado, antes que Kikyo vuelva... ya verás...
Ella volvió a abrazarlo con fuerza e Inuyasha sólo pudo tragar con dificultad. Kagome era así, demostraba sus sentimientos sin importarle nada y eso lo hacía sentirse peor. Como le dolía el corazón tener que alejarse justo ahora en que su vida recibía un pequeño rayo de vida ¿porqué? ¿porqué el destino era así con él?. No supo cómo, se inclinó hasta ella y la apartó un poco, Kagome lo miró entonces con los ojos bañados en lágrimas, los dedos de él acariciaron su mejilla, suavemente, con levedad y como si hubiera sido un sueño, uno de esas tantas tontas ilusiones que se había formado en el internado, él bajo el rostro más y posó sus tibios labios en los suyos. Sus ojos se abrieron sorprendida, lo vio con el rostro serio, los ojos cerrados y pareció incluso que todo se había detenido. Cuando Inuyasha se separó le brindó una pequeña sonrisa y volvió a acariciar su mejilla.
- Dulces... como lo imaginé- Susurró posando esta vez sus labios en su frente-... perdóname si hice mal... pero no pude evitarlo... - Calló, pero se quedaron ambos de la misma forma, luego él tragó con fuerza, era imposible contenerse a pesar de no desear responderle a sus sentimientos, para luego no lastimarla... pero ya estaba perdido, entonces volvió a susurrar-... cuando vuelva... todo será mejor... y aunque Kikyo no acepte... nos casaremos igual.
Kagome sonrió sin creer lo que lo que estaba sucediendo y finalmente asintió. Dos meses no era nada, ahora que su compromiso ya lo sabía seguramente la mitad del pueblo, nada podía ser mejor... sentía sus labios aún posados sobre los suyos, como un sello de fuego que daban deseos de más... cerró los ojos sintiendo alegría, a pesar de las circunstancias... sí, se casarían... lo quisiera Kikyo o no...
Continuará...
N/A: Muchas gracias por los 200 reviews, gracias por el apoyo.
Lady.-
