Capítulo 12: "La revelación de Kikyo"
Era una caja pequeña, azul de terciopelo que Kagome miró por eternos instantes. Desde su cama y completamente intrigada, Sango la observaba con atención preguntándose qué podría ser.
- ¿No lo abrirás?- Preguntó al fin acomodándose de medio lado mientras reposaba la cabeza en los mullidos almohadones y esbozaba una sonrisa.
Kagome suspiró hondamente.
- Sí... - Murmuró y entonces la abrió. Sus ojos castaños se detuvieron en la medalla dorada con el símbolo real y adornada con cintas de seda con los colores de la bandera. La medalla en sí era tan brillante como una joya.
- ¿Qué es?- Preguntó su compañera inclinándose para observar el contenido de la cajita. Kagome la dejó sobre la cama y desde ahí sacó un pequeño papel que leyó con ansiedad, casi reteniendo el aliento. Luego de unos segundos sonrió y volvió a mirar la medalla.
- Una medalla al valor... se la dieron al rescatar a otro soldado... - Arrugó el ceño-... no sabía que había habido un ataque... - Murmuró con luego con la voz lúgubre-... se supone que siendo vigía iba a estar seguro...
Sango no pudo soportar más la curiosidad y se levantó de un salto sólo para estar a su lado. Entonces vio la medalla y sonrió.
- Muy lindo regalo de cumpleaños... ahora que tienes 18... esto significa que es su valor... y te lo esta dando a ti... qué lindo... - Suspiró deseando salir pronto de aquella presión y volver a ver a aquel simpático y atento muchacho de hermosos ojos azules.
- Significa que me da parte de él... - Musitó Kagome finalmente sacándola de la cajita y apegándosela al corazón-... sólo deseo que vuelva pronto...
- ¿Cuando lo hará? ¿ya pidió el permiso?
- No lo sé... - Murmuró con un dejo de tristeza. Sango la observó en silencio unos segundos y luego acarició sus cabellos.
- Bueno, pero no importa... aún no puedo creer que te vayas a casar- Dijo emocionada mirando con algo de envidia el anillo de diamantes que estaba en su delgado dedo. Luego volvió a mirarla a la cara, con reticencia.-... aunque... creí que estarías contenta... ¿no te vas a casar con tu príncipe?
Kagome volvió a suspirar y se recostó en la cama, dándole la espalda y apretando más la medalla a su corazón.
- Sí... lo haremos...
- ¿Y entonces? creí que rebosarías de alegría, es cierto... - Murmuró pensativa luego-... ha pasado un mes desde que se fue... pero ¡ánimos! ya no falta nada.
Kagome sólo pudo apretar los labios ¿qué iba a decirle? ¿que la boda había sido un trato que habían acordado él y ella para no quedar en la miseria? ¿o decirle que Inuyasha probablemente correspondía a sus sentimientos pero que no deseaba amarla? ¿cual era peor? ni siquiera ahora, que pensaba las cosas con frialdad, estaba segura que algún día aquella boda se realizara... Inuyasha era muy atento en sus cartas pero ella no deseaba ilusionarse con sus palabras bonitas... sólo eso, porque ni una palabra de amor se dejó plasmar en ellas... ¿estaría haciéndose demasiadas ilusiones? ¿falsas expectativas? ¿pero entonces qué significó ese beso?
- No deberías amarme... por tu bien no deberías...
No quería sentir dudas, no ahora... entonces miró la medalla y la besó, deseando que él volviese pronto a su lado... para así ya no pensar en nada más...
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Estaban en la clase de equitación en el patio del internado cuando una profesora se acercó con rapidez a ella y la miró con seriedad.
- Tienes visitas, te estan esperando.
Kagome la miró absorta y luego del shock que le había causado la noticia, bajó de un salto del animal y caminó arrugando el ceño pensando en quien podría ser. Bueno, considerando que al internado sólo podían acudir miembros de la familia, ella se preguntó si Kikyo ya había llegado de su viaje, sin siquiera avisarle antes en una carta.
Las reuniones de visitas estaban destinadas para ser en el segundo piso del internado, en un salón amplio y algo oscuro, pero que contaba con una enorme chimenea, sillones mullidos y una gran biblioteca a un lado, dando un aspecto lo más similar posible a la sala de cualquier hogar acomodado. Cuando la profesora le abrió la puerta, ella entró con el corazón desbocado. Y no se equivocó, de espaldas y contemplando el paisaje de las montañas, la mujer que la esperaba era sin lugar a dudas su hermana mayor, a quien no veía desde hacía meses. Ella usaba un gran sombrero adornado de plumas y cintas de sedas color azul, igual al color de su elegante vestido. Cuando volteó, Kagome le sonrió débilmente, porque notó la dureza y el enojo en el enfadado rostro de Kikyo.
- Hola... qué sorpresa... - Murmuró acercándose a la mujer a paso lento-... me hubieras avisado que llegarías...
En cuanto se posó enfrente de ella recibió de súbito una feroz bofetada en la mejilla. Kagome cerró los ojos y ladeó la cara del solo golpe que le había dado. Luego de unos segundos se llevó la mano a la mejilla lastimada, la cual ardía intensamente y no pudo evitar que las lágrimas se asomaran a sus ojos, aunque las retuvo estoicamente.
- Todos los años de internado no te han servido de nada, se supone que deberías convertirte al fin en una dama de sociedad...
La muchacha se contuvo y entonces lentamente volvió a mirarla, su rostro se contrajo al ver la furia de Kikyo.
- No sé de qué hablas... - Fue lo único que pudo decir con su débil garganta pero aún con la mano puesta en la mejilla. Kikyo hizo una mueca y miró el techo, parecía haber perdido su control.
- ¡Ja! ¿no? ¡a París llegaron las noticias de tu compromiso con Inuyasha Taisho!- La rodeó mirando con recelo y luego sus ojos castaños pero vacíos se detuvieron en el anillo que Kagome tenía en su mano, entonces retuvo el aliento- ¿Cómo pudieron comprometerse! ¡se supone que nadie entra aquí salvo sea de la familia!
Kagome tragó con dificultad y la miró esta vez con extrema seriedad. Luego pareció enderezarse en su postura y retiró la mano de su enrojecida mejilla.
- No era necesario darme una bofetada por saber que me casaré con Inuyasha... después de todo... tu también ibas a hacerlo ¿no?
Kikyo palideció y se mordió el labio.
- ¡Tonta! ¡no puedes casarte con él! ¡es un monstruo!- Bramó mirándola atentamente. La tranquilidad de su hermana pequeña la pasmó, ¿acaso eso ya lo sabía?
- Todo el mundo dice que es un monstruo... incluso él... pero a mi no me importa, sea como sea, yo siempre lo amaré.
Aquella confesión tan abierta la dejó sin aliento. No podía creer lo que estaba escuchando, simplemente no podía creerlo ¿Kagome casarse? ella siempre había dicho que jamás lo haría, estaba segura que se iría a un convento, pero esto... jamás se lo había esperado... frunció el ceño y volvió a mirarla con frialdad.
- Aún no me has dicho como es que pudiste comprometerte si aquí no... - Se calló de pronto y entonces la miró más pasmada aún-... ¿te has escapado en las noches?
El silencio de la muchacha hizo que de pura rabia apretara los puños conteniendo los deseos de volver a abofetearla.
- No he hecho nada malo... - Dijo al fin Kagome con tranquilidad-... al fin he salido de aquí, fue hace un mes... la madre de una amiga incluso hizo una fiesta en mi honor.
- ¡Nadie debió entrometerse en esto! ¡Sólo yo puedo darte el permiso! ¡sólo yo!
- ¿Acaso te molesta que haya salido por dos días después de haber estado encerrada siete años?- Preguntó la muchacha impresionada. Kikyo se calló de súbito y luego, pareció tranquilizarse.
- No... claro que no... sólo... lo digo por tu bien... por tu seguridad... no conozco a esa gente que te tuvo a cargo aquellos días... ¿y qué tal si te hubiese sucedido algo? jamás me lo perdonaría... eres lo único que me queda de la familia... - Su voz se quebró y luego de sollozar un momento se ocultó la cara tras sus bonitos guantes de seda blanca. Kagome la observó sintiéndose culpable, se acercó y la abrazó un poco.
- No te preocupes... - Murmuró.
La mujer se irguió y luego de secar sus lágrimas volvió a mirarla con seriedad.
- Pero me preocupo...
- Ya no debes preocuparte por mí... - Respondió la muchacha con una débil sonrisa.
- No puedes casarte con ese hombre, Kagome... no lo permitiré... - Esta vez su rostro era de súplica, Kagome jamás la había visto así, parecía también asustada-... él es lo peor que pudo pasar en este mundo... una bestia sucia y horrible que aparece en noches de luna nueva... y que se oculta bajo el cuerpo de un joven apuesto... no puedes dejarte engañar así... hermana...
- ¿Luna nueva?- Repitió Kagome sintiendo que el corazón comenzaba a latirle más fuerte, entonces... ¿era cierto todo aquello?...
- Yo lo vi... - Murmuró Kikyo más pálida que nunca y acercándose esta vez a la ventana mientras sus dedos se aferraban al borde de esta-... me mandó a llamar aquella noche... no fui, porque no podía verme envuelta en escándalos... una señorita jamás sale de noche... - Murmuró mirándola de soslayo-... pero él vino a la casa... golpeó mi ventana y me llamó... - Sintió escalofríos al recordar-... me levanté asustada y con una vela salí al jardín... tenía que decirle que nos vieramos en el día, que era peligroso, la gente podría murmurar cosas... me quedé de pie en la entrada, la noche estaba muy oscura y miré a todos lados buscándolo... de pronto algo pasó enfrente mío tan rápido que sólo pude ver un haz de plata... - Kagome se había acercado al sofá y la miraba asustada imaginando la situación-... estaba muy asustada, escuchaba el respirar fuerte de alguien... de... un animal... lo llamé dos veces y a la tercera vez él me llamó... su voz era áspera... no podía verlo... me angustié y de pronto vi un par de ojos casi rojos en la oscuridad... quise gritar y no pude... no me salió la voz...
- Kikyo... tenía que verte... tenía que decirte mi verdad... sé que no nos hemos visto mucho desde mi llegada y en parte ha sido mi culpa... pero... tengo que mostrarte mi verdadera forma... esto fue un hechizo... una brujería de una loca mujer... no creí que esto pudiera pasar... soy un monstruo esta noche y todas las noches de luna nueva... Kikyo... pero si me amas... si me amas... Kikyo...
Kikyo sentía que el cuerpo le temblaba por completo, los ojos rojos parecían acercarse y ella quizo gritar, sus piernas le temblaban demasiado. La respiración de él tan fuerte la aterraba, la voz gutural le causaba repugnancia, los ojos rojos la pasmaban.
- No... no, detente... - Gimió y la vela cayó de sus manos al suelo y quedando todo en completa oscuridad. Entonces una sombra negra de largo cabello de plata se acercó, ella abrió los ojos pasmada y vio los ojos rojos enfrente suyo junto con los colmillos que salían de sus labios. Perdió la conciencia y cayó desmayada al suelo.
- No podría haberme casado con algo que fue abandonado por Dios... - Se excusó Kikyo y al voltear vio a Kagome sentada en el sofá respirando apenas y con el rostro completamente pálido-... debe haber sido un castigo... por orgulloso, nunca quiso aceptar la fortuna de su padre... o tal vez quizás qué cosas hizo en el extranjero para terminar así... - Murmuró y tragó apenas al ver que la pequeña estaba casi en shock. Se acercó rápidamente y se inclinó acariciando su frente y luego tomándole ambas manos-... no te culpo... sé que siempre lo quisiste... pero nunca debiste aceptar esa propuesta de matrimonio... él esta maldito... y tú no puedes salvarlo...
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La institutriz Kagura se despidió de la muchacha sin mucho entusiasmo y luego posó sus ojos en su hermana con recelo. Jamás nadie la había insultado de esa manera, amenazándola con desacreditar su prestigioso internado de señoritas por permitir que su pupila, Kagome, se escapara en las noches para encontrarse con un hombre y además, le diera el pase de salida a unos completos extraños.
Kikyo inclinó levemente la cabeza en señal de despedida mientras subía al automóvil y Kagura sólo pudo contener la rabia. Aquella mujer tan adinerada podía parecer de lo más refinada pero era una completa arpía, que ni su hermana se daba cuenta.
- Vamos Kagome... - Murmuró Kikyo desde el lujoso automóvil negro.
- Voy enseguida.
Kagome sostenía las manos de Sango quien la observaba con profunda tristeza.
- Te extrañaré... - Murmuró la joven de cabellos castaños y la abrazó con fuerza, Kagome sonrió.
- Tranquila... ¿no sales en un mes más? nos veremos en el pueblo... - Se separaron y la muchacha prosiguió-... la casa de mi hermana también esta ahí...
- No puedo creer que te lleve... al fin... ¿pero siguen en marcha los planes de boda?
Kagome tragó, la imagen de Inuyasha hecho un monstruo, tal como se lo había relatado Kikyo le daba escalofríos, pero también recordar como había sido con ella, cada momento vivido, sus atenciones, su deseo de ayudarla, el anillo que estaba en su dedo, los recuerdos que tenía de la infancia... Inuyasha no podía cambiar tanto, a pesar de ser un monstruo, seguía siendo él... su Inuyasha...
- Kikyo... - Musitó y miró de reojo a su hermana-... ella... yo creo que se muere si me caso con él...
- ¡No lo harás!- Preguntó pasmada la muchacha abriendo sus ojos más aún. Kagome se mordió el labio.
- No puedo evitar sentir miedo... - Murmuró desviando la mirada y sus manos temblaron, luego posó sus ojos en Sango y prosiguió con seguridad-... pero él ya me lo había advertido... dijo que era un monstruo... y yo así acepté... no lo dejaré... aunque Kikyo crea que no me casaré...
Sango suspiró pesadamente y movió la cabeza.
- Lo amas... pero te vas a meter en un buen lío... él volverá y pedirá tu mano... y es obvio... - Recalcó esa palabra-... que ella se opondrá... ¿qué harás?
Kagome sonrió y sus mejillas se enrojecieron.
- Ya hemos hablado también de eso... no te preocupes... me iré mientras tanto a la casa de Kikyo... no tengo ni un céntimo de dinero y sólo dependo de ella ahora...
- Este internado sólo sirve para ser mujeres refinadas, no enseñan nada como para valerse la vida sola... - Refunfuñó Sango mirando con rencor a la institutriz que sólo deseaba que Kikyo se marchara pronto. Kagome sonrió y la abrazó con fuerza otra vez, posando un beso leve en su mejilla.
- Nos vemos en un mes más...
Y mientras iba al lado de Kikyo con rumbo a su mansión, Kagome sintió escalofríos de su futuro. Pero ella ya había hecho una elección, y aunque su hermana mayor no quisiera, los planes de boda seguían tal cual Inuyasha y ella se lo habían prometido. No era cosa de deber ni nada de eso... ahora más que nunca... era amor... ¿cómo podría dejar a Inuyasha?
Su mansión era descomunal, grande y de varios pisos con un enorme jardín y un amplio patio, pero que en nada reparó Kagome al estar allí. El esposo de ella, el cual jamás había visto antes, era un hombre alto de cabellos claros con los mismos ojos de su amado Inuyasha, pero estos no expresaban el fuego que su prometido tenía... diría que se parecía más al mirar de Kikyo... perdido... vacío... nada... eran tal para cual. Sesshoumaru vivía en su biblioteca o sino en su despacho de abogado, en pleno centro. Kikyo se lo pasaba de compras o algunas veces la acompañaba a descansar en el jardín. Los días eran aburridos, Kikyo era muy amable con ella, incluso, la noche anterior habían tenido una muy seria conversación, que la dejó sorprendida.
- ¿Sabes? me gusta tu compañía, hermanita... podríamos estar siempre juntas...
Kagome, que sostenía un libro en sus manos la miró con una leve sonrisa.
- No me gusta incomodar a una pareja de recién casados...
- ¿Incomodar? para nada, a Sesshoumaru también le simpatizas... le dije que me hacías compañía y que eras mi hermana pequeña... que sólo nos teníamos la una a la otra...
- Es cierto... - Sonrió Kagome quietamente volviendo a posar sus ojos en su libro, pero Kikyo se acercó a ella y le tomó ambas manos.
- Quiero que te quedes aquí, conmigo... para siempre... no te faltará nada... ya lo hablé con Sesshoumaru... él esta de acuerdo, por supuesto, esta casa es muy amplia... ¿qué dices?- Sonrió ampliamente- ¡Nos divertiremos mucho! ¡imagínate, saldremos de viaje, iremos de compras... no aceptaré un no como respuesta- Acotó luego con una seriedad fingida. Kagome se sorprendió mucho por ese arrebato de cariño que jamás había visto en su hermana mayor. Y sin embargo no lograba imaginar aún que ella sólo quería retenerla en casa... cerca suyo... de su alcance...
Ahora estaban los tres en el jardín, recibiendo el sol de la cálida tarde y mientras ella sostenía un libro entre sus manos suspiró aburrida deseando poder escapar de allí. De pronto vio a Kikyo palidecer y levantarse de un brinco. Sesshoumaru, a su lado, contrajo el rostro y también se levantó. Kagome miró confundida hacia el lugar en donde ellos miraban y entonces se quedó sin aire. Cruzando el jardín y ya muy cerca de ellos, un hombre en un lustroso uniforme de soldado color azul oscuro con medallas adornando su pecho y botas negras, cojeaba rápidamente a pesar de llevar un bastón, hasta ellos. Kagome se levantó de súbito. Él se acercó al grupo y miró fugazmente a Kagome, luego a la pareja de esposos. En ese momento se quitó la gorra y la muchacha notó que él llevaba su negro cabello ahora corto. Aún así lucía más apuesto que nunca, sus ojos dorados brillaban con más intensidad. Estaba casi enojado y ella palideció...
Continuará...
N/A:Luego de ver el cap. de esta semana del manga de Inuyasha, el cual casí lloré y maldecí a Rumiko Takahashi (la odio cuando se pone así) me hice el propósito de desquitarme con esta historia. ¡Inuyasha es de Kagome! T.T me sacaré aquellas imágenes del cerebro... mejor sigo escribiendo u.u no digo que la señora esa no sea buena, todo lo contrario, es la Sensei que dio vida a este amado Hanyou pero... please, no nos haga sufrir de esta forma!
Muchas gracias por los reviews, sí, son mi paga, ya todas me lo dicen n.n se los agradezco mucho... sobre todo ahora... casi no actualizo ¿eh? el temporal ha dejado sus estragos en todo, incluso con Internet... vaya que nos estamos inundando u.u'... vivir en el sur de Chile realmente es una hazaña jaja
Lady.
