Capítulo 15: "Desilusión".

Sollozó un buen rato, mientras sentía que se alejaban cada vez más y más de todo. Cuando ya no tuvo más lágrimas que derramar levantó la vista y lo miró sintiendo que los ojos le ardían. Inuyasha tenía la vista fija en el frente, el ceño muy fruncido, sus labios apretados, la mandíbula tensa, sus ojos brillaban oscuramente, la fuerza de su mano en su cintura era fuerte, tan fuerte, que sólo en ese momento sintió que le dolía, pero no intentó moverse, ya faltaba muy poco para llegar a su mansión. Dirigió entonces la vista hacia el horizonte, atardecía y como si fuera un escenario sangriento, el cielo estaba poblado de nubes deformes y rojizas. Ella se estremeció. Volvió a dirigir su mirada hacia él, ni siquiera podía hablarle, Inuyasha estaba tan disgustado, tan lejano ¿pero qué había sucedido para que todo se volviera en una pesadilla?

- Inuyasha... - Murmuró casi con súplica, pero el hombre ni siquiera la miró, ni un sólo músculo se movió de su rostro. Desilusionada tragó con dolor sintiendo que todo se había ido al suelo, ceremonia, su fiesta, sus ilusiones de novia.

Entraron al jardín de la mansión, ella vio con dolor los adornos de farolas y más allá algunas mesas adornadas para comensales y otras con comida que eran parte de su fiesta. Inuyasha detuvo el caballo a la entrada de la casona bajando a Kagome con él sin delicadeza. Myoga se plantó delante de ellos con una sonrisa pero en cuanto vio el rostro de Inuyasha miró a Kagome y el rostro de tristeza de ella le develó que algo malo sucedía.

- Señor... todo esta preparado... ¿y las visitas?

Inuyasha caminó a paso rápido hasta las mesas y como un arrebato pasó el brazo lanzando todo al suelo. La servidumbre que estaba ahí pegó un brinco y luego lo miraron con los ojos absortos y la vez temerosos.

- ¡Malditos! ¡Malditos! - Bramó con rabia y Kagome lo observó en silencio sintiendo que ya no podía más de dolor. En verdad todo se había ido a la basura.

- Pero señor... - Protestó Myoga, mientras veía como Inuyasha esta vez sacaba casi a zarpazos los adornos que habían en los árboles, lanzando las mesas y sillas dispuestas para una agradable velada.

- Todos son iguales... - Murmuró con ira-... siempre lo mismo... creen que soy un monstruo sin corazón... ¡manada de hipócritas!

La servidumbre corrió aterrada hacia el interior de la casa y Myoga lo siguió pacientemente.

- Señor... deténgase...

Exasperado, el muchacho comenzó a lanzar nuevamente las sillas y luego las mesas. A cada golpe estruendoso Kagome se encogía más y más y su corazón comenzó a latir con prisa, esta vez, ver su rostro y ver sus acciones tan peligrosas, la aterraron. Él finalmente se detuvo, todo era un desastre y miró a su alrededor no muy satisfecho, tenía demasiada ira aún, demasiada rabia acumulada. Con su pecho sube y baja miró de pronto a Kagome. La muchacha sintió que nuevamente una lágrima resbalaba por su mejilla, él no dijo nada, su expresión seguía fiera, como si la estuviera culpando de todo. Llena de dolor tomó el borde de su arrugado vestido de novia y corrió hacia el interior de la casa. Myoga lo miró con recelo pero Inuyasha ni siquiera se movió, tenía tanta rabia de todo, apretó más los puños de su mano.

- Señor... - Volvió a murmurar pero se calló de súbito al obtener de pronto la mirada casi asesina de su joven amo.

- ¡Déjame solo!- Bramó caminando a grandes zancadas hasta el caballo el cual volvió a montar, desapareciendo rápidamente de su vista.

El anciano lo observó con dolor hasta que el muchacho desapareció de su vista. ¿Pero qué había sucedido? debió haber sido algo muy malo porque ¿cómo cambiar de la completa felicidad en que se encontraba últimamente a la cólera extrema en un par de horas? el sirviente había creído que este sería el inicio de una nueva vida, para Inuyasha, por su bien, sabía que estaba enamorado de la joven Higurashi y si la muchacha había aceptado su propuesta de matrimonio era porque también le correspondía en sus sentimientos pero... su rostro se tornó más serio aún... aquella joven... tal vez... nunca debió haber aceptado casarse con él...

Myoga caminó lentamente por la sala, la vio allí, sentada en un taburete pequeño, el más cercano a la ventana que ahora tenía las cortinas descorridas, mirando hacia el exterior con la vista perdida. Seguro lo había visto marcharse en el caballo. Sintió tristeza por ella, estaba anocheciendo y se quedaría sola, era lo más lógico, en plena noche de bodas. Suspiró con agobio y se acercó, la joven pareció no darse cuenta de su presencia hasta cuando él posó una mano arrugada sobre su hombro. Kagome pareció despertar de su ensueño y lo miró. Al hombre se le partió el corazón. Sus grandes y hermosos ojos castaños brillaban enrojecidos a punto de derramar una lágrima, estaba más pálida de lo usual y vio que incluso temblaba. No era el rostro adecuado para una joven que vestía un hermoso traje de novia.

- Señorita... - Carraspeó y corrigió-... señora... ¿quiere que le traiga algo para comer?

- Él... ¿se fue?- Preguntó ella en cambio con un hilo de voz. Myoga se apartó y arrugó el ceño.

- Sólo fue... a dar un paseo... - Mintió tontamente-... volverá... - Y deseó que sus palabras surtieran efecto, pero algo le decía, que esta noche, precisamente, él no iba a regresar.- ¿Desea algo para comer o tal vez beber?... un té caliente... esta haciendo algo de frío...

Ella movió negativamente la cabeza y volvió otra vez el rostro hacia la ventana.

- No... lo esperaré- Respondió con la voz débil afirmando la cabeza en el vidrio, en actitud casi de derrota. El anciano suspiró hondo.

- Puede que... tarde.

Pero ella no se movió. El anciano tragó con dificultad y se alejó hacia la cocina. La servidumbre de allí estaba muy alterada, su joven amo, hacía mucho, no tenía esos ataques de rabia que tanto los atemorizaba. Con el asunto de la boda, imaginaron que tal vez las cosas cambiarían, para mejor, pero al ver lo que el joven Inuyasha había hecho con la recepción que tenían preparada en el jardín, entonces notaron con pesar y miedo, que todo volvía a ser igual. ¿Cómo aquella señorita iba a soportar vivir semejante tortura? vivir con un "monstruo", estar casada con él, no era nada sensato... tal vez ella debía estar loca, como para haberlo aceptado.

&&&&&&&&

No quiero morir,

Pero tampoco tengo deseos de vivir.

Antes de enamorarme

Ya me preparo para dejarla...

Sus ojos dorados intensos estaban fijos en el horizonte casi oscuro, el viento sopló moviendo su gruesa chaqueta de soldado, su mente estaba poblada de imágenes que sólo le causaban más rabia. Apretó las riendas del caballo y su rostro se tensó. Nunca lo olvidaría, aquellos que lo miraban con temor y desprecio a la vez... y aquel maldito que había sido su amigo, su mejor amigo... tampoco olvidaría el rostro de Kikyo... era "su trampa", lo sabía... sentía tanta rabia, tanta impotencia... que ni siquiera se había dado cuenta que la herida de su pierna sangraba profusamente empapando su elegante pantalón.

Sólo quiero sentir

amor verdadero...

Porque tuve demasiada vida

Corriendo a través de mis venas,

lléndose a la basura.

Y pensar que había decidido compartir su vida con la mayor de las Higurashi... ¿porqué destruirlo de esa forma? ¿porqué? ¿tan aborrecible era? ¿en verdad merecía morir por lo que era?... ¿porqué? ¿porqué? qué iluso había sido... creyendo que casándose con Kagome podría rehacer su vida... estaba claro que no... la felicidad estaba muy lejos... tal vez, ya no había más remedio... un hombre como él... un ser como él... ya no merecía seguir viviendo... jamás debió ilusionarse... jamás debió enarmorarse... sólo traería verguenza y dolor a Kagome... aquella bruja debió haberlo matado de inmediato, en vez de lanzarle aquella terrible maldición... moriría sí, estaba seguro, ya nada ni nadie podía salvarlo...

&&&&&&&&

El anciano volvió lentamente trayendo en una bandeja de plata un té humeante de hierbas que él, estaba seguro, la haría descansar. Cuando entró al salón la encontró allí, cabeceando contra el vidrio, parecía que ni siquiera se había movido en el transcurso de las horas. Myoga se acercó más y cuando estuvo a su lado carraspeó suavemente, atrayendo la atención de la muchacha que abrió un poco más sus enrojecidos ojos y enderezándose un poco.

- Le he traído té... - Murmuró dejando la bandeja en la pequeña mesa que estaba a su lado. Kagome miró la taza sin expresión y suspiró apenas.

- ¿Qué hora es?

- Más de medianoche- Respondió. La vio bajar la vista nuevamente con tristeza, sabía lo que estaba pensando y era obvio, él no regresaría durante la noche.- Vaya a dormir, esta muy cansada... - Acotó el anciano preocupado. La joven volvió la vista hacia la ventana y movió la cabeza negativamente.

- No... me quedaré aquí, tengo que hablar con él... - Se estremeció de pronto y se abrazó a si misma con ambos brazos.

- Beba un poco de té... calentará su cuerpo- Insistió el anciano, preocupado. Ella se volvió a mirarlo y al ver el rostro del sirviente, alcanzó con sus dedos casi temblosos la taza y la bebió.

El silencio era casi aterrador, a lo lejos se escuchaba de vez en cuando el ulular de un búho y los lastimeros aullidos de los lobos de las montañas. Bajó del caballo sintiéndose abatido, pero al menos la rabia había pasado. Miró el jardín, aún con trozos de vasijas quebradas en el suelo y restos de comida. Tragó con fuerza y algo de dolor, no debió haber hecho eso, por Kagome, no debió. Su corazón se oprimió demasiado ¿estaría ya dormida? abrió la puerta y la penumbra de la mansión lo recibió. Hacía frío, demasiado, porque al respirar vio el vapor que salía de su boca y nariz. Su vestuario estaba desaliñado, la chaqueta arrugada y abierta completamente, mostraba la camisa blanca en las mismas condiciones, fuera del desastrado pantalón. El cabello estaba algo desordenado, pero no lo suficiente gracias a lo corto que estaba, su rostro denotaba dolor pero también resignación, el brillo de sus ojos se apagó. Caminó lentamente unos pasos y se detuvo en seco. Otra vez su corazón dio un vuelco, ella estaba allí, blanca a la luz de la luna que entraba por la ventana, con la cabeza afirmada en el vidrio, completamente dormida. Su elegante y vaporoso vestido de novia la hacía parecer un hada del bosque o tal vez una visión. Tragó con dolor, sintiendo que era un maldito bastardo.

- Le he dado de beber té de hojas de anís - Dijo Myoga a su espalda, Inuyasha no volteó porque tenía la vista fija en la muchacha.

- Le hará dormir bastante - Murmuró con pesar.

- Estaba muy preocupada por usted... y yo creí que ya no regresaría... - Dijo el anciano mirándolo con atención. Inuyasha se acercó más a Kagome e inclinándose un poco la tomó en sus brazos sin que ella siquiera despertase, aquellas hierbas sí que eran completamente efectivas, parecía inconsciente.

- No debí casarme con ella... no debí siquiera pensar... - Su voz era un murmullo, pero el anciano notó que se quebraba-... que podría hacerla feliz...

- Pero ella lo quiere... - Protestó el anciano. Inuyasha volteó, esta vez su rostro estaba nuevamente tenso.

- Y yo sólo traeré a su vida tristezas y desilusión... como hoy, no, ayer... sentí tanta rabia, tanto odio por todos ellos que me miraban como el monstruo que soy... que me olvidé de ella... de sus sentimientos y sus ilusiones de novia.

- Estoy seguro que si usted se lo propone... podrá hacerle olvidar el mal momento.

Inuyasha negó rápidamente con la cabeza y luego sus ojos se detuvieron en el pálido y sereno rostro de la muchacha.

- No. - Su voz ronca le produjo escalofríos al anciano, el muchacho volvió a levantar la vista hacia él arrugando el ceño- Esto nunca debió ser... - Sentenció-... le di esperanzas y eso estuvo mal... un monstruo como yo no merece a alguien como ella... no lo merece... ¿qué sería de nuestro futuro?- Sonrió con ironía pero su voz estaba llena de dolor-... no soportaría que los demás la vieran de la forma en que me ven a mí...

- Pero bien poco vale la opinión de la gente, señor... más si es tan malintencionada- Acotó el anciano mayordomo. El rostro del muchacho se oscureció nuevamente.

- No. Esto será el trato que acordamos al principio... Kagome recibirá su dinero y se irá... será mejor así. Será mejor.

Myoga arrugó el ceño ante sus palabras. ¿Un "trato"? ¿de qué estaba hablando? ¿acaso no había sido una boda "por amor"? Se rascó la cabeza, aquello tampoco calzaba, estaba seguro que los dos se profesaban amor, no había que ser ciego para no notarlo. Lo vio marcharse con la muchacha en brazos y subir las largas escaleras del segundo piso.

Abrió la puerta de su habitación y sintió que el corazón le latía demasiado aprisa. Recorrió con la vista desde el umbral y respiró con dificultad. Jamás había visto su lúgubre alcoba tan adornada, con sábanas nuevas y blancas compradas el día anterior, la colcha de color verde dándole color y vida, las cortinas del mismo color, las innumerables rosas que seguramente Myoga había cortado del jardín, en distintos floreros ubicados en el rellano de las grandes ventanas y también sobre una pequeña mesita de la esquina. Habitación de "recién casados". Así debió ser. Caminó recuperando el aliento hasta la cama y la depositó allí. Se incorporó y volvió a observarla. Ni siquiera había reparado en lo hermosa que se veía con el vestido, completamente blanco, con un corpiño ajustado y anudado al frente en cintas de seda, dejando ver parte de su garganta y tórax, el faldón con una larga y perfecta caída, lleno de cuentas blancas que parecían estrellas. Llevaba largos guantes que llegaban más arriba de los codos, de la misma tela suave del vestido. Cuando se detuvo nuevamente en su rostro se dio cuenta que aún llevaba el velo, que se afirmaba en sus negros y suaves cabellos con una pequeña tiara. Se acercó otra vez y se lo quitó, dejándolo caer al suelo. Los bucles bien formados de su peinado le recordó la sensación de querer acariciarlos. Y lo hizo, deslizó su mano cauta por ellos recibiendo la caricia de sus cabellos que parecían hebras de seda. Respiró nuevamente agitado y se alejó, apretando los labios y conteniendo su deseo. No. Esta no sería una noche de bodas ni nada por el estilo. Este matrimonio, sólo debía ser, el trato que habían acordado.

Salió rápidamente de allí como si estuviera escapando del mismísimo demonio. En cuanto cerró la puerta a su espalda, sintió que podía respirar con facilidad. La mansión grande y oscura estaba en completo silencio. Sonrió de mala manera al recordar lo que había imaginado para esta noche precisamente. Caminó por el pasillo y luego bajó las escaleras, siguió solo por entre las sombras como si fuera un fantasma. Y pensar que aún faltaba para la próxima luna nueva. Deseaba que fuera pronto, para mostrarse ante ella como lo que era y así Kagome saliera corriendo de horror. Ella era muy inocente, creyendo que podría aceptarlo así, sin más y sin importarle su aspecto ¿qué persona en sus cabales lo haría?. Hizo una mueca y entró a la biblioteca. Allí se quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo, aflojó la cinta que amarraba su camisa y desabotonó dos botones, sentía que se iba a ahogar. Caminó hasta la licorera y extrajo una botella de vidrio labrado con licor casi a medias, lo llenó en un vaso y lo bebió de un sorbo. No, no hacía el efecto que deseaba. La tomó y se la llevó al sofá que estaba frente a la chimenea, la cual quemaba sus últimas brazas. Volvió a llenar su vaso y miró el líquido color ámbar, igual al de sus ojos. Hizo una mueca nuevamente. Vaya noche de bodas. Lo había echado a perder, pero de alguna forma aquellos del pueblo le habían hecho un favor, sólo le habían recordado, lo que realmente era: Una bestia "sucia y bruta" como decía su antiguo amor, Kikyo. Volvió a hacer una mueca al recordar su rostro. Cómo la detestaba, a ella y al maldito de Kouga. Y Kagome en medio de toda aquella maldad. Levantó la copa en alto y murmuró.

- Por nuestra boda.

Y lo bebió de un sorbo. Deseaba olvidar, olvidar aunque fuera por esta noche y sabía que embriagándose, lo lograría... al menos por ahora... mañana ya sería otro día...

Continuará...

N/A: Recuerden que esta es una historia de "época" y el "qué dirán", las apariencias, ser igual o superior a los demás eran cosas que debían ser respetadas, para estar en sociedad. Por lo tanto, si Inuyasha no es normal, es obvio que será rechazado por todos. Y eso duele. Claro, como antítesis a esto esta Kagome, a ella no le importa lo que digan los demás... pero... veremos como se las arreglan.

Quise actualizar anoche pero, para variar, ffiction estaba malo u.u.

Canción: Feel, Robbie Williams (es parte de mi inspiración n.n )

Nos vemos y gracias los reviews!

Lady.