Capítulo 16: "Un mal Comienzo"
En cuanto abrió los ojos sintió que el cuerpo le pesaba demasiado, se incorporó llevándose una mano a la cabeza y la luz de la habitación la cegó por unos segundos. Cuando se acostumbró a la luminiscencia, le costó algunos segundos recordar en donde estaba. Luego su corazón comenzó a latir con demasiada fuerza, bajó el rostro asustada mirándose el traje de novia y entonces se pasmó. ¿Quién la había llevado hasta allí? ¿había regresado después de todo Inuyasha? Se levantó y vio su velo en el suelo, comenzó a respirar con dificultad. ¿Cómo había tenido un sueño tan pesado como para no darse cuenta de nada? Caminó hasta la ventana, allá afuera el sol estaba casi alto, pero no demasiado, volteó y salió de allí casi a hurtadillas. Salió al pasillo y arrugó el ceño, estaba desorientada. La casa estaba iluminada en gran parte gracias a la claridad del sol, en nada parecido a su visita anterior cuanto esta lucía oscura y lúgubre, al menos ahora las cortinas estaban descorridas. El vestido le arrastraba algo en el suelo y hasta ese rumor le parecía que era demasiado estridente, no sabía porqué, caminaba en silencio como si fuera un ladrón o algo así. Bajó las escaleras. No sabía muy bien donde ir puesto que la mansión era enorme, pero tenía la imperiosa necesidad de ver a Inuyasha. Y hablar... había tanto de qué hablar. Recordó el camino hacia la biblioteca, abrió la puerta y sólo se encontró con el fuerte aroma a licor que le causó dolor de estómago. Cerca de la chimenea vio una botella de vidrio vacía y un vaso en las mismas condiciones. La chaqueta de Inuyasha estaba en el suelo, eso le develó que él había vuelto... y que se había quedado allí precisamente. Suspiró con agobio pero no podía evitar que el corazón le latiese con demasiado ímpetu, estaba ansiosa, algo asustada, temerosa también, de lo que pudiera pasar ahora. El último recuerdo que tenía del joven hombre era la ira y la rabia que lo dominaba por completo. Nunca olvidaría también la forma en que la miró, como si fuera culpable de lo que había sucedido. Se mordió el labio sintiendo también rabia. Ese hombre, Kouga, besarla así, a la fuerza. Se pasó la manga del vestido por la boca, cómo deseaba tener el recuerdo de otra boca sobre la suya...
Se escuchaban voces al final del pasillo y el olor a comida le despertó un gruñido en el estómago. Se acercó silenciosa hasta la puerta semi abierta, desde allí abrió más los ojos dándose cuenta de quien era al escuchar su ronca y varonil voz.
- Este té no es muy bueno para la resaca... - Gruñó Inuyasha haciendo una mueca ante el gusto amargoso de las hierbas que el anciano había hecho como infusión.
- Es que es para una resaca moderada, señor... - Murmuró el sirviente mirándolo de reojo mientras secaba unos platos-... no debió haber bebido tanto... - Acotó esta vez mirándolo con seriedad. El muchacho volvió a hacer una mueca.
- Argg, qué mas da.- Respondió secamente, mientras dejaba reposar la espalda sobre el respaldo de la silla y la cabeza le colgó de ella.
- Emborracharse así... de esa manera... en plena noche de bodas- Refunfuñó el anciano. Kagome sintió que temblaba al escuchar aquellas palabras. El muchacho se incorporó pasándose la mano por el desaliñado cabello negro.-... dejando a una bonita muchacha sola y abandonada... ¿a dónde se ha visto eso?
- Argg, ¡Myoga! ¡no hables de lo que no sabes!- Protestó Inuyasha bajando la vista y sus dedos juguetearon con la taza humeante.
- Pero es cierto... - Prosiguió el anciano esta vez mirándolo con atención, como si se tratase de su hijo.-... esas son cosas que no debe hacer un caballero ¿Acaso no se lo enseñó su padre?
El muchacho se levantó súbitamente y en ese momento Kagome quiso escapar, pero Inuyasha no se movió, se quedó de pie mirando al anciano con dureza.
- Mira, Myoga. Sé perfectamente en lo que consiste una noche de bodas, pero este no es el caso. Es mejor que lo sepas para que así me dejes tranquilo. Este matrimonio sólo es un trato, lo acordamos con Kagome para que ella reciba su herencia, nada más.
Escuchar de sus labios aquella excusa le dolió el corazón. Como si ella hubiera aceptado por el dinero... sus labios temblaron pero se contuvo. ¿Es que acaso él no sabía que ella había aceptado porque lo amaba? ¿o acaso no lo recordaba?. Hablaba como si ella fuera una interesada en el dinero, capaz de hacer cualquier cosa por obtenerlo... y que había obtenido su beneplácita ayuda... Quiso llorar, pero se contuvo, ya le ardían los ojos demasiado.
- ¿Dinero? ¿sólo por eso?- Preguntó el sirviente mirándolo absorto. Hubo un pequeño silencio. Sí, Kagome lo entendió, aquello le había parecido al anciano tan espantoso como a ella escucharlo. Una interesada.- Pero... usted la quiere, ¿no?
Kagome se mordió el labio otra vez y se acercó más sólo para ver el rostro de Inuyasha. Y lo logró ver, el muchacho estaba de pie y con el rostro contraído y mirando fijamente al anciano.
- Eso vale bien poco, ya te lo dije, Myoga... Kagome se marchará de aquí, es lo mejor.
La muchacha se volvió a ocultar, sintiendo más dolor que nunca en su vida. ¿pero qué había pasado para que todo se convirtiera en la pesadilla que era? ¿había sido demasiado ingenua? ¿porqué? si él la amaba, se lo había dicho ¿qué pasó? salió de allí a paso lento con la vista baja, sintiendo un dolor extraño en la garganta y reteniendo las lágrimas. Estaba algo aturdida, desorientada con todo, no sabía qué pensar, ni siquiera sabía si esta era la realidad o tal vez una pesadilla. Salió al fin de allí, ni supo cómo, era el patio, algunas criadas lavaban y otras tendían la ropa, ella pestañeó al sol brillante que estaba en lo alto. Las mujeres la miraron con sorpresa primero y luego con curiosidad. Aquellas mujeres sabían perfectamente que la muchacha aún no era verdaderamente "la esposa" del joven amo, bien enteradas estaban que la joven había dormido sola en su alcoba y él, ebrio en la biblioteca.
Kagome las miró incómoda e intentó sonreír, aunque sabía de nada valía, seguro debía tener plasmado en el rostro el dolor. Una mujer se le acercó, era ya casi anciana y tenía una maleta pequeña que a la muchacha le pareció conocida.
- Esto lo acaban de traer... de la casa de su hermana... - Le entregó la maleta y la miró con curiosidad y luego apuntó a las caballerizas-... y trajeron un caballo negro que dejaron junto a los demás... ¿es suyo también?
- ¿Youkai?- Murmuró emocionada y entonces sonrió- Sí, es mío, es mi compañero fiel.
La anciana levantó una ceja y luego la dejó. Kagome subió con la maleta corriendo las escaleras dispuesta a cambiarse aquel traje que ya de nada le servía. Se miró en el espejo, esta vez ni siquiera se puso el prendedor de perlas, lo miró un buen rato cuando lo encontró en su pequeña caja de joyas. Antes de salir de la habitación soltó sus cabellos dejándolos libres de ataduras y corrió sin ser vista por nadie hasta las caballerizas en que antes la anciana sirvienta le había señalado. Youkai la recibió relinchando fuertemente y ella sonrió acariciándole el hocico y acercando su rostro a él.
- Mi buen amigo... tú siempre has estado conmigo... - Sus ojos se tornaron más oscuros y suspiró pesadamente-... las personas nunca son sinceras... tal vez nada fue lo que pareció... - Murmuró esta vez mordiéndose el labio y reteniendo los deseos de llorar. Tomó aliento y miró al caballo, lo sacó de su establo y lo montó. Nadie la vio salir y era mejor así, tal vez ni siquiera se daban cuenta de su ausencia, ahora sólo deseaba estar lejos de Inuyasha... y pensar que ella lo amaba más que a su vida... estaba claro... una vez recibiera su herencia... tendría que irse de aquella mansión...
El pueblo estaba casi vacío a esa hora de la mañana y no le extrañó mucho. Galopando esta vez con más calma miró a su alrededor esperando al menos no ver a los sirvientes o conocidos de su hermana. Cruzó la avenida y de pronto llegó a la casa de su amiga Sango. Era fin de semana, era lógico que ella se encontraba allí.
La muchacha la recibió impresionada porque daba por sentado no verla por un buen tiempo.
- ¿Qué haces aquí? pensé que te irías de viaje... o algo así... ¿no es tu luna de miel?
Una sirvienta había entrado con una bandeja llena de pastelitos y dulces de frutas más dos tazas humeantes de café que dejó sobre la mesa más cercana. Las dejó en el salón y Kagome bebió un poco.
- Estaba aburrida- Respondió simplemente. La otra muchacha la miró impresionada.
- ¿Aburrida?... - La observó con detenimiento-... ¿te encuentras bien?
- Pues... - Dudó desviando la mirada y finalmente suspiró, posando sus ojos en los de su amiga-... no mucho...
- ¿Te hizo daño? ¿te lastimó?- Preguntó levantándose de su silla y mirándola con los ojos muy abiertos, Kagome hizo una mueca y luego frunció el ceño.
- Él no me hizo nada. Ni siquiera lo he visto desde ayer... bueno... lo vi esta mañana... - Murmuró bajando nuevamente la vista-... pero no hemos ni siquiera hablado... menos de lo que pasó ayer...
Sango no sabía qué pensar, se volvió a sentar intentando tranquilizarse y volvió a mirarla con atención.
- Perdona por preguntarte si te lastimó... es que... he escuchado cada cosa de él... yo no sabía... pero todos en el pueblo dicen que es un monstruo... y literalmente... ¿no estarás en peligro? ayer se comportó como... - Se calló sin atreverse a continuar. Kagome jugueteó con el asa de la taza de porcelana y la miró.
- Sólo quiso defenderme... creo que... - Miró a Sango con atención-... cualquier hombre hubiera hecho eso... o más... ¿no?
La muchacha sonrió con levedad.
- Es cierto... de todos modos... el señor Taisho te quiere mucho ¿no?
Kagome suspiró pesadamente.
- De eso ya no estoy muy segura... - Murmuró con pesar. La otra muchacha tragó con dolor. Sintió tristeza, por ella y por la ilusión de novia destrozada ¿Sería posible que aquel hombre la hubiera engañado en sus sentimientos? - De todas formas... - Sus ojos se detuvieron en los suyos-... no creas que esta mal... en realidad... yo acepté eso... que afuera así... - Reveló sin siquiera atreverse a decir que la había ayudado con el propósito de recibir su fortuna.
Sango se acercó a ella y le tomó las manos.
- ¿Qué harás?
- Tenemos que hablar primero... - Respondió sin muchos ánimos-... y luego... no sé... pero no quiero hablar ahora con Inuyasha.- Acotó recordando sus últimas palabras, allá con el anciano sirviente. - No te molesto si me quedo contigo, ¿verdad?
La otra muchacha sonrió y la abrazó con fuerza, haciéndole sentir que a pesar de las dificultades, ella estaba ahí, como siempre.
- Me alegra mucho que estés aquí, amiga.- Respondió con sinceridad.
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Su corazón latió apresuradamente e intentó contener el pánico que de pronto lo embargó. Cabalgaba mirando a su alrededor preguntándose por milésima vez en donde diablos se había metido Kagome. Aún recordaba, cuando ya era hora de la comida y lo fueron a despertar a la habitación de huéspedes, que su joven esposa no se encontraba. Revisó su habitación y se había dado cuenta que se había cambiado ropa y notó la pequeña maleta con sus cosas. Bajó como loco mirando a su alrededor, aunque no estaba muy seguro que iba a decirle una vez que la mirara a la cara, su repentina ausencia lo asustaba sin saber porqué. Recorrió corriendo los alrededores de la mansión, pero no había rastros de ella. Entonces se detuvo respirando pasmado ante el pensamiento negro que se le cruzó en la mente ¿podría ser que lo había dejado? ¿después de lo que había sucedido el día anterior?
- No... eso no aún... - Murmuró como un quejido.
- Debe haber ido a dar un paseo... - Había dicho Myoga-... debió haber estado aburrida... no puede obligarla a permanecer en la casa, señor... recuerde que antes estuvo en un internado, lo que más desea es libertad.
Él había hecho una mueca. Era muy probable que Kagome anduviera por ahí, Myoga tenía razón... si supiera que la muchacha hasta solía escaparse del internado y por las noches... entonces intentó tranquilizarse y no la buscó por un par de horas más. Pero había oscurecido y no había rastros de ella. Tomó su caballo y llevaba ya bastante rato cabalgando, maldiciendo el capricho de Kagome y rogando para encontrarla pronto sana y salva. Los lobos aullaron a lo lejos y entonces pensó, que tal vez ella estaba en la cascada. Sonrió con triunfo y golpeó el costado de "Colmillo" con fuerza para que galopara a toda velocidad. Jadeante y ya con una espesa bruma, llegó al lugar encontrándose completamente solo.
- ¡Oh! ¡Maldición, Kagome!- Gruñó con rabia mordiéndose los labios mientras sentía nuevamente que el corazón le latía con fuerza. Recorrió el lugar y cuando se cercioró que estaba solitario, se alejó de allí nuevamente. ¿pero en dónde estaba? no, ella no lo había dejado, no podía por el asunto de la herencia y tampoco porque sus cosas se encontraban en la casa. ¿En dónde estaría? ¿y porque marcharse así, sin avisar siquiera? De pronto recordó la forma abrupta en que él la noche anterior se había ido, dejándola sola en una cosa que ni siquiera conocía muy bien. Se mordió nuevamente el labio, en verdad era un maldito bastardo impulsivo, debería pensar más las cosas, antes de actuar, y así no le hubiera hecho el daño que tal vez le había provocado.
- Estaba muy preocupada por usted...
Las palabras de Myoga junto con la imagen de Kagome dormida le causó más dolor y nunca lo hubiera imaginado, era como si tuviera una herida en el corazón.
Se volvió a la mansión, tal vez ella ya estaba de vuelta. A lo lejos vio las luces de su casa y de pronto, entre la oscuridad reinante un caballo que se dirigía a ella por el patio trasero. Arrugó el ceño y lo siguió, pronto estuvo lo demasiado cerca como para darse cuenta que el jinete era una muchacha, precisamente Kagome, montada sobre Youkai. Sintió rabia nuevamente, todo el maldito día buscándola y ahora ella regresaba ya casi a medianoche. La vio bajar del caballo y él también lo hizo. Casi en dos grande pasos estuvo a su lado y la tomó muy fuerte de un brazo. La joven pegó un brinco y volteó, su rostro asustado al principio cambió a uno de completo enfado, él también lo estaba.
- ¡Te busqué maldita sea! ¡te busqué por todos lados! ¿en dónde estabas? ¿porqué no avisaste?- Bramó casi rojo de ira. Kagome respiró con dificultad, no, no se dejaría asustar por su actitud.
- ¡Suéltame!- Se quejó y con un fuerte ademán logró verse liberada- Yo hago lo que quiero, no eres mi dueño.- Lo miró a los ojos e Inuyasha se sorprendió de su actitud tan agresiva, jamás la había visto así. Luego de un segundo volvió a arrugar el ceño y se acercó más a ella.
- No, pero estaba preocupado- Gruñó volviéndola a tomar del brazo, Kagome nuevamente se soltó y desvió la vista. El joven la miró nuevamente sorprendido, ella parecía desear que no la tocara.
- ¿En serio?... no lo creo... - Murmuró Kagome volteando y entrando rápidamente a la mansión. Él se quedó pasmado antes su frialdad y luego la siguió en un segundo.
- ¿Es cierto! ¿lo estaba!- Gritó por el pasillo. Desde la cocina los sirvientes escuchaban los bramidos de Inuyasha. Kagome se detuvo en seco y volteó mirándolo con seriedad.
- Duele ¿verdad? yo también estaba preocupada anoche.
Inuyasha entreabrió sus labios y no supo qué decir en ese instante, pero se sintió de lo peor, en verdad sólo estaba recibiendo algo de su propia medicina. La muchacha volteó nuevamente y subió corriendo las escaleras. El joven arrugó el ceño y corrió. No, esto no terminaba así.
Antes que ella cerrase la puerta él interpuso su musculoso cuerpo impidiéndole su cometido, la muchacha se asustó y él, de un golpe, abrió la puerta. Kagome retrocedió un paso.
- Escúchame Kagome, escúchame bien- Dijo agitado de cansancio-... no te vuelvas a desaparecer así, no vuelvas a hacerlo o soy capaz de... - Había incluso levantado el dedo, casi reprendiéndola como una chiquilla, la muchacha tragó con fuerza y lo miró con desafío.
- ¿Que? ¿no puedo salir? estas equivocado... - Lo enfrentó fastidiada-... no soy tu dueña... soy libre de hacer lo que quiera, no tengo porqué obedecer órdenes, ni siquiera eres mi esposo ¿no lo recuerdas? dijiste que esto era un trato, un trato para que luego me largara de aquí... incluso se lo dijiste esta mañana a tu sirviente... como si yo fuera una mujer ambiciosa capaz de hacer cualquier cosa por dinero.
Inuyasha pestañeó confundido y por un segundo su rostro se suavizó.
- Pero... - Murmuró mirándola con atención-... no... yo no pienso eso... - Se acercó más e intentó tomar su mano pero Kagome volvió a retroceder un paso, enojada.-... perdóname... tal vez no debí revelárselo a nadie...
- Esta bien- Respondió con frialdad y se cruzó de brazos-... yo acepté esto... - Murmuró luego volteando.
- Lo siento Kagome... - Dijo él a su espalda y con su voz muy seria-... lamento todo lo que pasó ayer... pero eso me sirvió para darme cuenta de una cosa... es mejor que te alejes de mí en cuanto puedas... - La muchacha abrió más los ojos y tragó con dolor, no, no podía llorar ahora.-... es por tu bien... - Agregó. Esperó su reacción, una palabra o tal vez una última mirada, pero Kagome no volteó. Suspiró pesadamente y salió de la habitación, en cuanto dio un paso fuera escuchó un fuerte portazo que lo hizo casi dar un brinco. Apretó los puños de su mano esta vez conteniendo los deseos de retractarse... pasaron largos segundos y de pronto, con profundo dolor, escuchó los sollozos de la muchacha.
Continuará...
PD: Ya, ya, tranquilas... esto tenía que pasar... me duele más a mi que a ustedes, créanme n.n...
Muchas gracias por los reviews! ;)
Lady.
