Capítulo 17: "Tristeza del Corazón"

Bueno, otra noche allí, sólo en la oscuridad de la biblioteca, con una botella de licor a medias y un vaso, y lo bastante mareado como para no poder siquiera levantarse. Pero sí para poder pensar.

Ocultó el rostro con una mano al recordar los sollozos de la muchacha ¿porqué no podía hacer nada bien? tal vez nunca debió haberse casado con ella, Kagome lo amaba y él... sólo la había hecho sufrir. Deseó estar muerto, en verdad esta vez sí lo deseó. No podía imaginar el día en que ella lo viese convertido en la bestia que era y salir arrancando, eso le desgarraría el alma... nunca debió haberle propuesto matrimonio, nunca debió haberle correspondido en sus sentimientos, creyendo que tendría un futuro a su lado sin problemas, olvidando lo que era... no, había sido egoísta y ahora las cosas estaban peor. Tragó con fuerza y apartó la mano del rostro, sus ojos se detuvieron en los leños a punto de extinguirse y allá afuera, la lluvia comenzó a caer con fuerza.

Cuando bajó la gran mesa estaba preparada para el desayuno. Se sentó haciendo una mueca de dolor y jurando esta vez no beber más de esa forma. La anciana criada se acercó y vertió el caliente café sobre su taza. De pronto un suave rumor se dejó escuchar, él, que revolvía la taza con parsimonia, levantó la vista y la vio.

Kagome se detuvo de súbito al verlo en la mesa y que la observaba con atención. Se acercó nuevamente, él se levantó y corrió su silla, ella se sentó sin mirarlo, apenas murmuró un "gracias". La sirvienta llenó su taza y él la observó en todo momento de reojo. Necesitaban hablar, necesitaba decirle algo, ella lucía tan triste y todo era su causa. Carraspeó luego de un momento y los sirvientes que allí estaban se retiraron de la habitación.

- Kagome... - Murmuró. La muchacha no levantó la vista, sus ojos estaban fijos en la taza de café que tenía enfrente. Él suspiró con agobio y prosiguió.-... lamento haberte gritado ayer... perdí el control... - Sonrió de mala gana-... siempre lo hago... últimamente... perdón.

Se produjo un silencio, Inuyasha la miraba atentamente esperando su reacción, alguna, una mínima, pero ella no hizo nada. Volvió a tragar sintiendo el gusto amargo en la garganta.

- Puedes hacer lo que quieras en esta casa... lo que sea... eres libre de eso... no quiero que tu estadía sea una tortura... no más de la que ahora debe serlo...

- Nunca antes imaginaba que podría ser una tortura- Respondió lentamente y luego de un segundo levantó la vista y lo miró.-... gracias, de todas formas... me has querido ayudar y eso es lo que vale...

Sus palabras tan crudas le dañaron más el corazón ¿pero no era mejor así? ¿no era mejor? Tragó nuevamente y asintió observándola con atención. Ella bajó nuevamente la vista perdiéndose en la taza de café.

- No quiero... - Prosiguió en un murmullo-... que me odies... por favor no lo hagas...

La miró con súplica y vio de pronto las mejillas de la muchacha teñirse de rosa.

- No te odio.- Respondió con un hilo de voz-... no podría... nunca.

Inuyasha apretó los puños de su mano, deseaba decir otras cosas, otras cosas más agradable como profesarle un amor eterno o algo así, pero no podía, simplemente no podía. Se levantó de súbito de su silla y Kagome alzó la vista hacia él.

- Voy a... comprar algunas cosas al puerto... ¿quieres acompañarme? Tardaremos un par de días... dos en realidad- Intentó que las cosas fueron menos tensa entre ellos, sonrió levemente pero ella lo observó un segundo con seriedad y luego negó con la cabeza.

- No gracias. Sango me dijo que fuera esta tarde a su casa... estaré allá.

El joven hombre asintió levemente y luego de un segundo de vacilación, se marchó de allí. Kagome volvió a mirar la taza casi llena y suspiró. No era la vida que esperaba, sin embargo, no pudo dejar de lamentarse una vez más. Sentía que se sentía vacía, engañada, traicionada y sin esperanzas. Ni siquiera tenía más ilusiones. Se levantó lentamente y se alejó de allí sin probar bocado.

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Conversaban en el salón, vigiladas de algo más lejos de la madre de Sango. Kagome sonreía levemente, aunque su amiga era muy graciosa y cada cosa de la vida lo convertía casi en una broma, esta vez se extrañó de no sacarle ni una sola carcajada a su amiga. Y sí que la había visto triste con anterioridad, recordaba perfectamente el día en que llegó a su cuarto, tomada de la mano de la institutriz Kagura. La pequeña Kagome tenía la mirada triste y aun suspiraba de llanto. Las habían presentado y la pequeña luego se había ido a la cama y mirando con atención por largos instantes aquel prendedor de perlas que decía, era su amuleto.

Sango esta vez estaba demasiado preocupada, la falta de vitalidad de su amiga la hacía sentir inquieta. Una doncella entró con una bandeja y un pequeño sobre en sus manos, la mujer la leyó y luego salió del salón dejándolas solas. La muchacha se acercó más a Kagome, tenía mil preguntas "confidentes" que hacerle, pero no encontraba la oportunidad.

- Kagome... - Susurró y la muchacha la miró con seriedad-... hoy en la mañana escuché a las criadas... en la cocina... hablando algo del señor Taisho... - Kagome abrió algo más los ojos-... y de ti...

La joven pestañeó confundida y arrugó el ceño.

- ¿De nosotros? ¿y porqué?- Preguntó algo impresionada. La otra muchacha se ruborizó un poco y tragó con dificultad.

- Decían que... ustedes no son esposos... realmente...

- ¿Eh?

Sango la miró con atención y se acercó más, deseando que su madre no entrara aún a la habitación.

- Que el señor Taisho... no ha cumplido con su papel de esposo... - Kagome tenía la vista fija en ella-... que no hubo luna de miel... ya sabes... que aún eres doncella... que no han hecho "eso"...

Kagome enrojeció súbitamente y se levantó de la silla como si hubiera visto un fantasma.

- Pe... pero... ¿porqué hablan de esas cosas? ¿qué saben ellas?

- Las criadas de tu casa son bastantes habladoras- Respondió Sango esta vez con la voz normal.

La muchacha se ocultó el rostro de vergüenza.

- Supongo entonces que ya lo sabe casi todo el pueblo... ¿no?

Sango la observó con detenimiento y luego se levantó sólo para tocarle el hombro.

- Tranquila... - La reconfortó-... aunque tu matrimonio fracase... ¿sabes? No te juzgarán mal, al contrario, con esto podrás volver a casarte nuevamente con el chico que quieras... - La vio alejarse, frunciendo el ceño desvió la mirada hacia los ventanales.

- No me importa- Respondió secamente-... ¿casarme otra vez? qué absurdo... no lo volveré a hacer...

- Pero algún día encontrarás a un hombre que te quiera realmente... - La reconfortó-... y querrás hacerlo... ¿no quieres amar a alguien diferente? has estado toda tu vida enamorada del señor Taisho... ¿no quieres?

Kagome volteó sintiendo que las palabras de su amiga, aunque eran sinceras y de preocupación, estaban fuera de lugar. No podía pensar en eso aún, no todavía.

La puerta se abrió de súbito y ambas miraron al pequeño hermano de Sango, Kohaku. El niño sonrió con travesura y miró a su hermana.

- Tienes visitas hermana... es él... tu pretendiente.

Kagome levantó una ceja y miró a su amiga con burla, la vio enrojecer súbitamente.

- ¿En dónde esta?- Preguntó esta alisándose el vestido nerviosa y luego corrió al espejo más cercano acomodándose la coleta de su muy cuidado peinado.

- En el jardín... papá lo había invitado el otro día... viene con otros amigos...

Sango ladeó el rostro y lo miró directamente.

- ¿En serio? ¿Papá lo invitó?

- Veo que tu padre lo aprueba... esa es buena señal.- Dijo Kagome cruzándose brazos. Sango sonrió abiertamente y le tomó la mano.

- ¡Vamos entonces!- Y la arrastró junto con ella.

Kagome sonreía levemente al ver lo nerviosa y a la vez ansiosa que estaba Sango. Salieron al jardín y ella se soltó de su brazo permitiendo que la muchacha se acercara a su padre y desde ahí, el pretendiente la saludara. Se detuvo en el rostro de aquel hombre, de ojos azules y cabello negro y con una siempre sonrisa en los labios. Sin lugar a dudas ellos dos se querían, de eso estaba segura Kagome. Se acercó luego y el hombre la saludó, la sonrisa de él desapareció un momento y Kagome lo recordó, aquel joven había sido casi "obligado" a ser el testigo de su desastrosa boda.

- Espero que este bien- Dijo él. Kagome sonrió apenas.

- Sí, muchas gracias.

- ¿Y su esposo? ¿no la acompaña?- Preguntó mirando a todos lados esperando verlo. Kagome tragó con dificultad.

- Fue al puerto... a hacer unas compras- Respondió rápidamente. Miroku la observó y volvió a sonreír. Fueron interrumpidos por un sirviente, ofreciendo una bandeja de copas de champan. Ambos tomaron una, aunque Kagome casi nunca bebía, deseaba esta vez hacer las cosas que antes o bien no podía hacer por su edad y condición, o porque simplemente no podía. Ahora era libre ¿no? Dio un pequeño sorbo y sus ojos de pronto se detuvieron en el hombre que la observaba con atención. Sus ojos azules, fríos como hielo, la pasmaron. Nuevamente recordó el inesperado beso y lo que sucedió después. Él aún tenía marcas de golpes en el rostro. ¿pero qué hacía ahí? Kouga le sonrió apenas e hizo una inclinación con la cabeza. Ella apretó los dedos en la copa y comenzó a respirar con dificultad. Miroku se alejó para conversar con su amiga y Kagome intentó tranquilizarse, pero no podía, encontraba el colmo que ese hombre estuviera ahí, como si nada. Sólo deseaba no cruzar una palabra con él, no, no podía fingir una tonta sonrisa y hacer como si nada hubiese sucedido. Si él no hubiera aparecido, si no hubiera hecho lo que hizo... tal vez... tal vez... las cosas serían muy diferentes ahora. Volteó frunciendo el ceño y mirando a su alrededor, pero pronto sintió que alguien se posaba a su lado, lo miró de reojo, era Kouga, precisamente.

- ¿Cómo esta? creí ya no verla.

Kagome suspiró hondo y lo enfrentó. El hombre sonreía ¿porqué hacía eso? ella tragó y sintió que lo detestaba, jamás había sentido rencor por nadie, ni rabia ni ninguna clase de resentimiento contra alguna persona, pero él... él...

- ¿No ha tenido problemas?- Insistió al ver que la muchacha intentaba darse la vuelta-... con el monstruo...

Entonces no supo cómo ni porqué, volteó exasperada y sacudió la copa con champan sobre su cara. Se hizo un silencio, todos los miraron, la muchacha lo miraba atentamente, el hombre intentaba sacudirse el agua que se empapaba en la barbilla.

- Jamás vuelva a dirigirme la palabra., usted no merece más que mi desprecio por lo que ha hecho... y déjeme decirle, que Inuyasha aunque todos digan que es un monstruo, es mucho más hombre y caballero que usted.

Volteó dejando la copa vacía sobre una mesa, lo mejor era volver y estar lejos de él, pero antes de salir del jardín Sango se acercó presurosa a ella, tomándole la mano suplicó para que se quedara. Kagome estaba muy seria, tanto, que extrañó sobremanera a la muchacha. Jamás pensó que ella haría algo así, enfrentar a aquel hombre de esa forma y delante de todos. Lo vieron marcharse rápidamente y sin despedirse de nadie, Kagome suspiró pesadamente.

- Perdóname... él se lo merecía.

La otra chica sólo asintió comprendiendo sus razones. Luego le sonrió y miró hacia un grupo de jóvenes que charlaban con alegría y sin embargo había uno que la miraba directamente.

- Déjame que te presente a una persona...

- No... Sango... - Protestó al darse cuenta de sus intenciones. La otra sonrió más.

- Pero es una muy buena persona... de verdad, es amigo de Miroku, viene de la capital...

- No quiero que me presentes a un muchacho, Sango, por favor.- Suplicó. La otra chica la miró con seriedad, se acercó más a ella y susurró casi.

- No me gusta verte tan triste... desde que volviste a ver a ese hombre... al señor Taisho... lo estas... eso no te hace bien, aunque digas que es tu príncipe... no lo es Kagome... si te amara no te haría sufrir como sé que lo esta haciendo. ¿Porqué no te abres a la posibilidad de conocer a otras personas? no harás nada malo... nadie te juzgaría...

- No ¿y yo?- Respondió rápidamente con las mejillas encendidas-... hicimos votos... tengo su anillo en mi dedo... - En ese momento lo tocó nerviosamente y tragó con dificultad. Recordó con pesar otra vez que aquello ni siquiera era un matrimonio, sino un "trato".

- Sí, claro... pero Houjo sólo quiere conocerte... ¿me dejarás presentártelo?

Kagome la miró con detenimiento y luego sus ojos se posaron en los del muchacho. Era alto y de rostro amable, sonreía con franqueza, tenía el cabello oscuro y usaba un impecable traje gris. Ella tragó nerviosamente y suspiró derrotada.

- Esta bien... pero aclárale que soy casada. - Respondió. Vio a la otra sonreír y alejarse rápidamente hasta él. Kagome volteó y volvió a suspirar. Estaba casada pero... ¿por cuanto tiempo? muy poco, una vez recibida la fortuna, Inuyasha había sido claro, tendría que marcharse de su casa.

&&&&&&&&

Había estado casi toda la tarde en las caballerizas haciéndole compañía a Youkai cuando decidió entrar a la mansión justo ante que comenzara a llover. Entró a su alcoba y se quedó mirando las cajas que estaban sobre su cama. Arrugó el ceño y se preguntó qué podría ser. Se acercó con extraña lentitud y abrió una caja redonda, encontrando en ella un sombrero azul de plumas negras. Kagome abrió un poco más los ojos y luego se mordió el labio. Tomó otra caja, una grande y rectangular y la abrió. En ella, envuelta entre papeles suaves había un vestido blanco con encajes de color marfil, era muy costoso, lo notaba por la calidad de la tela. Entonces volteó. Desde el umbral lo vio, de pie, mirándola con atención. La joven se sorprendió completamente ¿desde cuando estaba allí observándola? ¿y cuando había llegado de su viaje?

- ¿Qué es esto?- Preguntó con un hilo de voz y un fuerte respirar.

- Los traje para ti- Respondió Inuyasha cruzándose de brazos pero tenía puestos sus ojos dorados sobre ella con seriedad. La muchacha cerró rápidamente la caja del vestido y negó con la cabeza.

- No, no los quiero.

- Son para ti. - Insistió de manera categórica - He visto que tienes muy poco vestuario, y es compresible, usabas uniforme en el internado- Dijo mirándola atentamente- Acéptalo... en parte por el mal rato que te he hecho pasar...

Kagome se sentó derrotada en la cama. Ella no necesitaba eso, no necesitaba cosas de valor para sentirse mejor por lo que había pasado. ¿Pero qué mas daba? Inuyasha se marchó, dejándola sola.

El hombre caminó por el pasillo sintiéndose aún preocupado. Las advertencias de Myoga lo habían hecho abrir los ojos, en parte, de lo que había pasado en apenas dos días de ausencia, ahora más, ella lucía muy pálida y sus mejillas demasiadas encendidas, la luz opaca de sus hermosos ojos castaños le oprimió el corazón.

- "Señor, estoy algo preocupado por ella, esta muy triste y creo que se enfermará... ayer estuvo todo el día en la habitación y no quiso comer nada..."

Suspiró pesadamente y volteó para mirar la puerta que había cerrado. No, esperaba no ser el culpable de eso, se suponía que estaba actuando de acuerdo a lo más conveniente ¿porqué? ¿porqué Kagome tenía que sufrir de esa manera?

Se detuvo de súbito al entrar a la cocina, las mujeres estaba allí en su interminable chismorreo, sólo que esta vez había escuchado claramente el nombre de Kagome.

- Sí... es un hombre que viene de la capital, amigo del pretendiente de la señorita Taiji... su nombre es Houjo... dicen que quedó prendado de la señora Kagome... y es comprensible... todos saben ya que aquella joven ni siquiera esta completamente "casada" ya sabes...

El joven hombre sintió el corazón palpitar con fuerza y apretó los puños de su mano conteniendo la rabia que crecía poco a poco en su ser ¿pero cómo era eso que había un hombre cortejándola en tan poco tiempo? ¿aprovechándose de que él no la había tocado? Entró frunciendo el ceño y las mujeres lo miraron con pavor. La anciana se acercó a él y lo miró sobándose nerviosamente sus rugosas manos.

- La cena estará lista dentro de un momento, señor.

El joven las miró una a una con sus ojos brillantes y casi oscuros que más de alguna tembló de miedo.

- Bien- Dijo al fin secamente. - Ve y avísale a la señora que la estaré esperando en la mesa.

- Pero ella no quiere comer... - Respondió rápidamente la mujer. Inuyasha frunció más el ceño.

- Dile que venga, que tengo que hablar con ella.

Ella asintió y casi corrió hacia a la habitación. Mientras tanto Inuyasha fue al salón y se sentó en la cabecera de la mesa, mirando en silencio como las sirvientas comenzaban a traer la comida. La lluvia había comenzado a caer allá afuera y hasta un trueno tronó demasiado fuerte. El haz de luz de un relámpago iluminó por segundos la casi oscura habitación. Se movió inquieto en su silla. Intentaba tranquilizarse, pensar en que eso había sido lo más obvio... un hombre interesado en ella... uno aparte del maldito de Kouga. Pero sintió que sólo pensar en que uno de ellos la tocase e incluso le hablase le provocaba casi náuseas. Maldición, apretó más los puños intentando no pensar en nada... arrugó el ceño al notar la tardanza de la sirvienta.

- Pero qué demo... - Se levantó de su silla y calló al ver a la mujer entrar jadeante y pálida al salón.

- Esta desmayada... ¡la encontré desmayada señor!

Palideció mortalmente y su manzana de Adán se movió inquieta en su garganta, tardó sólo un segundo en procesar las palabras de la anciana y entonces se echó a correr hacia la habitación de Kagome.

Continuará...

N/A: Robbie Williams viene a Chile en octubre jeje que coinciedencia n.n

Bueno bueno, me adelanté con la actualización, si mis ansias de escribir no fueran más grandes que el dolor de mi espalda lastimada no hubiera actualizado u.u pero en fin... soy una eterna responsable u.u'

Muchas gracias por los reviews y agradezco sinceramente también a las chicas nuevas que me han escrito. Arigatou.

Nos vemos.

Lady Sakura Lee.-