Capítulo 18: "Una Noche Casi Eterna"
El corazón le latía demasiado fuerte, tan fuerte que sentía incluso las palpitaciones en la cabeza. Encontró el camino a la habitación increíblemente largo, lejano, tragó nuevamente con fuerza. Al fin llegó a la puerta que estaba abierta y la vio, en el suelo completamente pálida, al lado de la cama. Su corazón se detuvo y creyó que hasta la misma sangre se le había helado en las venas. Se acercó nuevamente hasta ella, doblando la rodilla en el suelo, la miró tragando con dificultad y levantó su cabeza poniéndola sobre sus piernas.
- Kagome... Kagome... - Susurró apartándole los mechones húmedos del rostro y entonces, titubeando, acercó la mano hasta su frente. Esta ardía horriblemente- ¡Maldición!- Masculló y esta vez alzó los ojos mirando a la anciana que observaba angustiada desde el umbral- ¡Envía a alguien por un médico! ¡Deprisa!
La sirvienta corrió a pesar de la lentitud de sus movimientos dejando a la pareja sola en la habitación. Inuyasha tensó más la mandíbula sintiendo que comenzaba a temblar torpemente. La levantó al fin y le pareció cargar un cuerpo casi inanimado, la cabeza de la muchacha se ladeó y sus cabellos negros y sueltos cayeron casi tocando el piso. Con sumo cuidado la depositó en la cama mirándola luego con infinita angustia, tragando con dificultad y sintiendo que el corazón le iba a explotar. ¿Era su culpa? Las palabras de Myoga le causaron casi pánico ¿era su culpa?
- Kagome... - Le susurró mientras se inclinaba sobre su rostro quedando sólo a centímetros de ella. La muchacha arrugó el ceño y ladeó la cabeza junto con un pequeño quejido que se escapó de sus labios. Abrió él más los ojos, asustado, sentía que el sudor se había colado en su frente, entonces posó nuevamente su grande y áspera mano sobre la frente de la muchacha. Su fiebre era demasiado alta.- ¡Demonios! Kagome... - Puso una rodilla sobre la cama y casi todo el cuerpo sobre la chica, deseaba que despertara, que abriera sus bellos ojos y que sonriera como hacía tiempo no lo hacía. Entonces tembló y se alejó nuevamente. Era cierto... hacía tiempo no veía su sonrisa... él había robado su alegría, sus ilusiones, todo.
- Señor...
El muchacho pegó un brinco y miró sin expresión al anciano que entraba seguido de una sirvienta.
- Mi... Myoga... - Musitó poniéndose de pie y mirando al anciano esta vez casi con súplica-... es mi culpa ¿verdad?
El anciano arrugó el ceño y caminó hasta donde estaba la muchacha. Pasó la mano por su frente y arrugó el ceño.
- Ya fue alguien a buscar un médico al pueblo... - Susurró alejándose de ella y mirando al joven con preocupación-... tiene fiebre, mucha... ¿cómo puede culparse de eso?
El muchacho dio un paso atrás posando sus ojos dorados y brillantes sobre la chica.
- Es mi culpa... es mi culpa... - Musitó.
Myoga lo contempló con preocupación y a la vez sorprendido, el joven hombre parecía estar aterrado, o tal vez más que eso, de cualquier forma, jamás lo había visto así ¿en verdad lo que sentía por la muchacha era sincero entonces? en cuanto posó sus ojos nuevamente en ella vio que Kagome respiraba con dificultad y movía la cabeza inquieta de un lado a otro de la cama.
- No... no... Inuyasha... - Gimió.
Inuyasha se acercó presuroso hasta ella y le tomó las manos con devoción, poniéndose de rodillas a su lado y mirándola atentamente.
- Aquí estoy... Kagome, aquí estoy.- Respondió con rapidez y sintiendo que le dolía demasiado el pecho. Pero ella pareció convulsionarse y sacudió la cabeza.
- Inuyasha... Inuyasha... - Volvió a gemir y el muchacho apretó más sus calientes manos sobre las suyas.
- Esta delirando- Sentenció el anciano e hizo un gesto a la sirvienta. Ella venía con un tiesto de agua fría y un pedazo de tela que sirvió para humedecer y pasar sobre la frente afiebrada de la muchacha. En cuanto Inuyasha vio al anciano hacerlo le arrebató el paño de las manos y lo hizo él, sintiendo que las manos le temblaban de puro miedo. Los momentos fueron eternos y parecía que ella cada vez estaba peor, su rostro estaba lleno de sudor y las mejillas eran dos rosetones de pura fiebre. Gemía y convulsionaba a veces, Inuyasha suplicó al cielo que llegase pronto un médico ¿porqué demonios tardaba tanto? Se levantó un momento dispuesto él mismo a buscarlo, pero no fue necesario, en ese momento la puerta se abrió y la anciana sirvienta dejó entrar al galeno. Inuyasha lo conocía, claro que sí, uno de los hombres más influyentes de la ciudad, y uno de los que más detestaba, bien sabía que le repudiaba...
El hombre lo miró son reticencia y algo de prudencia, Inuyasha se levantó de la cama y lo miró con súplica.
- Por favor... ayúdela... tiene mucha fiebre.
El médico miró a la muchacha y luego se acercó. Sin embargo no tomó la temperatura de su frente, sino que comenzó a inspeccionar los brazos de Kagome, levantándole las manga y luego el cuello. El joven entendió que el hombre buscaba un indicio de herida o algo así, suponiendo que él la había lastimado y considerando la reputación de "monstruo" peligroso que tenía. Apretó los puños de su mano deseando golpearlo por atreverse a tener siquiera ese estúpido pensamiento. Pero se contuvo, sabía que dependía de él para salvar a Kagome.
- Mmmm... - Murmuró acomodándose las gafas y mirando a la muchacha con detención-... suda mucho...
- ¿Puede decirme que tiene? ¿porqué enfermó?- Preguntó y la voz sonó extrañamente débil y temblorosa. El hombre frunció el ceño y finalmente posó una mano en la frente de la chica. La retiró al cabo de unos segundos y extrajo de su maletín un estetoscopio.
- Que salgan todos, voy a revisarla.- Dijo levantando el rostro y mirando a Inuyasha con seriedad. No fue necesario que el joven diera una orden pues los sirvientes obedecieron de inmediato. El galeno miró a Inuyasha frunciendo el ceño- Acérquese- Ordenó. Inuyasha caminó hasta su lado y un pesado suspiro de Kagome lo hizo tragar con fuerza e intranquilidad.- Es su esposo, ábrale la blusa, necesito escuchar los latidos de su corazón.
Inuyasha respiró pesadamente pero acercó con rapidez sus manos temblorosas al pecho de la muchacha. Llevaba una blusa sencilla y él comenzó a desabotonar desde la garganta hasta un poco más abajo de las clavículas. Alcanzó a ver parte de su corpiño y el sube y baja tan fuerte de su pecho lo hizo palidecer. El medico acercó el frío aparato a su pecho, a la altura del corazón y esperó. El muchacho tragó apenas creyendo vivir una eternidad de tormento, estudió el rostro del galeno, pero este estaba tan serio que era algo difícil saber lo que estaba pensando. Finalmente lo apartó y frunció el ceño.
- Su corazón late muy rápido, pero es debido a la fiebre- Respondió guardando el instrumento y luego sacando otro pequeño y cilíndrico que encendió luz y lo acercó a un ojo de la chica que abrió y observó. -mmm...
- ¿Qué le pasa? ella... ¿mejorará?- Preguntó ansioso. El hombre se irguió y guardó sus cosas.
- Es extraño... no parece tener más que fiebre... muy alta por cierto. Sin embargo es peligroso en los adultos este tipo de temperatura... hay que bajársela como sea. Pida más agua helada... y cámbienle esos paños seguido. Si amanece bien entonces no habrá problema...
Inuyasha se acercó más a él frunciendo el ceño. Su mirada siniestra hizo al hombre retroceder unos pasos.
- Dice que... ¿debo esperar? ¿esperar esta noche?- Preguntó como un gemido sin creer lo que estaba escuchando.
- No se puede hacer nada más, señor Taisho, sólo bajar esa fiebre- Respondió rápidamente el hombre tomando fuertemente el asa de su maletín y mirando de soslayo la puerta de salida.- Ya le dije... no hay razón aparente para que tenga fiebre...
- ¿Me esta diciendo que ella no tiene nada pero aún así puede morir?- Bramó casi y lo tomó de la solapa del traje, el hombre gimió aterrado ante el rostro casi desfigurado del muchacho.
- No se... se puede... ha.. hacer nada más - Tartamudeó intentando soltarse. - cuídela usted... debo atender ahora... un parto.
Inuyasha lo miró directo a los ojos, casi enloquecido, temblaba ante el miedo que lo embargaba de sólo pensar que nada podía hacerse, salvo esperar y peor aún... que aquel maldito médico nada podía hacer. Frunció haciendo una mueca de desprecio y lo soltó tan fuerte que el hombre tambaleó y corrió de inmediato a la puerta, desde allí lo escuchó murmurar.
- ¡Monstruo! debe ser su culpa que ella este así...
Ladeó rápidamente el rostro deseando partirle la cara, pero el hombre ya había desaparecido, intentó tranquilizarse y se acercó a la muchacha nuevamente, acariciando su frente con delicadeza.
- No te preocupes, mi dulce Kagome... - Murmuró-... estarás bien... lo juro.- Volvió a humedecer el paño y lo pasó por su frente y también el rostro, intentando refrescarla un momento. Kagome gimió y volvió a moverse como si tuviera pesadillas. El viento sopló con fuerza y la lluvia incesante repicaba sobre el techo de la enorme mansión. Pasaron eternos momentos, a la luz de la vela la veía más pálida que nunca, con su cuerpo temblando ante los escalofríos y el cuerpo sudado. El joven hombre cayó de rodillas en el piso de alfombra persa, sin soltar las manos de la chica, mirando el techo con súplica, tragando apenas de tanto dolor y en su cerebro sólo un pensamiento: ¡Sálvala! llévame a mí, no a ella... ¡sálvala!
- Inu... yasha...
Creyó que soñaba, era muy tarde ya y bajó el rostro, la muchacha tenía sus ojos casi enrojecidos puestos en los de él, sudaba aún y temblaba, pero aparentemente había recuperado la conciencia. Él se acercó más sonriendo tontamente y apretó más las manos de ella.
- ¡Oh! Kagome... Kagome... - Susurró con desesperación.
La muchacha parecía tener los ojos puestos en los suyos pero no verlo, él tragó nuevamente con angustia, no, ella aún deliraba.
- Inuyasha... - Susurró nuevamente-... no te vayas...
- Estoy aquí, Kagome... - Respondió rápidamente y se inclinó tanto que sus labios rozaron la frente de ella.-... nunca te dejaría... nunca... - Y entonces se inclinó y recordó pasmado, que él mismo había deseado que ella se fuera de su lado ¿pero no había sido por su bien? Tragó sintiendo que las lágrimas se agolpaban a sus ojos... entonces lo entendió... ella estaba enferma del alma, por su casi desprecio, su mal amor... por haberla ilusionado y luego rechazado...
- No... no te vayas... - Ella tembló nuevamente y cerró los ojos. La fiebre la consumía, era notorio en el rubor tan intenso de sus mejillas. Inuyasha sintió que caía a un abismo, si no fuera por el sube y baja de su pecho casi desnudo hubiera jurado que Kagome había abandonado este mundo. Sollozó como hacía mucho no hacía. Entre las sombras de la gran habitación apareció Myoga con un tiesto de agua y lo colocó en la mesita que estaba al lado de cama, reemplazando al otro.
- Señor, yo la cuidaré, vaya a descansar- Murmuró.
Él negó con la cabeza.
- No... - Respondió y de pronto hizo una mueca. El sirviente se acercó a él y miró la pierna y lo empapado de su pantalón, a la altura del muslo.
- Señor... su pierna... la herida esta abierta otra vez.
- Déjala, cicatrizará.
- Pero aún falta para luna nueva... señor, déjeme curarle- Suplicó e Inuyasha volvió a hacer una mueca.
- ¡Eso no es importante!- Bramó mirando con atención a Kagome-... dime una cosa Myoga... sé que siempre has sido sincero...
El anciano empapó la tela y antes de ponerla sobre la frente de la joven, Inuyasha se la quitó de las manos y lo hizo él mismo.
- Dígame, señor- Murmuró mirando con algo de sorpresa la actitud de su joven amo. Aunque lo conocía desde pequeño y conocía bastante bien su carácter, correcto y caballeroso, aunque algo obstinado, desde que era un "monstruo" se había convertido en una persona totalmente diferente. Huraña, fría, malhumorada, con poco interés hacia los demás. Y ahora con la muchacha volvía a ser quien realmente era... su angustia y desesperación le partía el alma.
- ¿Soy un idiota? - Sonrió con cinismo y con la mirada puesta sobre la Kagome-... claro que lo soy... quise alejarla de mí... quise arrepentirme de lo que le había ofrecido... un matrimonio de verdad y no una farsa... - La luz de sus ojos dorados se oscureció temiblemente-... la engañé... - Masculló-... la engañé tratándola casi con desdén sin importarme sus nobles y puros sentimientos... - Sonrió extrañamente y volvió a mirar al anciano, el sirviente hubiera jurado que estaba perturbado, loco- ¿No es extraño?... estamos... tan acostumbrados a tratar con personas mentirosas y cínicas, que cuando encontramos un alma buena y noble no hacemos más que despreciarla, por ser diferente, como si nos fuera imposible creer en ella... - Posó sus ojos sombríos en la muchacha-... Kagome me ama... a pesar de todo lo que le han dicho... y de lo que yo le he dicho...
- Señor... el amor hace que cometamos locuras... - Respondió el sirviente esta vez mirando a Kagome-... pero, lo importante es, en algún momento, abrir los ojos...
- Sí... abrir los ojos... - Musitó quietamente. La observó tragando con fuerza y apretó los puños de su mano. Se sentía tan impotente, tan inútil y estúpido.
- Vaya a descansar, Señor- Rogó una vez más. Pero era como hablarle al viento. Inuyasha esta vez volvía a tomar con fuerza las manos de la joven mientras sus ojos se perdían en su rostro.
Estaba en las tinieblas solo y sin esperanzas. Miró a su alrededor, tragando con dolor, no le gustaba estar así, necesitaba algo... o alguien... un escalofrío recorrió su espalda y él cayo de rodillas a la tierra. Las piedrecillas se clavaron en la carne, pero el dolor de su alma solitaria era más grande que el dolor físico.
- ¿Estas seguro? niñito insolente ¿Crees estar tan seguro que tu amor es correspondido? ¿quieres que hagamos una prueba? ¡ahí la tienes!
Sintió que su cuerpo se deformaba, los huesos se alargaban crujiendo y provocándole un horroroso dolor, las uñas de sus manos comenzaron a crecer y arrastrando con ella algo de sangre de su interior, el cabello cambió a plateado, los colmillos se alargaron saliendo por sus labios y rozándolos siniestramente, sus ojos rojos fueron capaces de ver entre las sombras, allí estaba aquella bruja, sonriendo malvadamente.
- Qué... ¡qué me has hecho!- Gimió y se horrorizó del sonido de su voz tan bestial, miró sus manos, grandes y deformes, no eran manos, sino garras y sus pies también parecían de un animal.
- Veamos que ahora siendo un monstruo, seguirás tan seguro de su amor... - Murmuró y su voz fue desapareciendo.
- ¡No! ¡No!- Gritó al verse desesperado y miró nuevamente sus manos con horror. Se quedó inmóvil y luego, temblando, tocó su rostro, sus colmillos, finalmente se acercó a un charco de agua y cayó nuevamente a tierra.- ¡No! ¡No! no!- Sollozó un buen rato y sin querer un aullido salió de su garganta. Se aterró y se arrastró hasta una roca, todo era silencio otra vez, estaba solo, abandonado, a lo lejos de pronto escuchaba los murmullos de la gente, se encogió más y tembló.
- ¡Un monstruo! ¡un monstruo! ¡mátenlo!- Escuchó gritar a alguien y volvió a encogerse, ocultando el rostro entre sus garras. Se quedó quieto, la penumbra era siniestra, el silencio de pronto se hizo aterrador. ¿Cuánto rato llevaba así, cuanto? de pronto un haz de luz le dio justo en el rostro, alzó la vista y pestañeó confundido, agitado, las penumbras comenzaron a disiparse.
- Inu... ¿yasha?... ¿Inuyasha?... - La voz dulce y suave calmó de inmediato su tristeza y soledad. Sintió que el calor volvía al cuerpo, que su cuerpo recuperaba su forma normal, su corazón comenzó a latir con normalidad, trayéndolo de nuevo a la vida, sentía la sangre vertiginosa correr por sus venas, como si volviera a la vida ¿qué estaba pasando?- ¿Inuyasha?...
Él intentó abrir más sus ojos ahora dorados, pero en ese momento algo cálido le tocó la mano. De un brinco despertó. Inuyasha pestañeó a la luz de los rayos de sol que iluminaban la alcoba. Se dio cuenta que había estado soñando y entonces bajó el rostro preocupado y la miró. Su corazón rebosó de alegría. Ella estaba ahí, mirándolo con sus ojos castaños y aún vidriosos desde la cama, con el rostro tranquilo y una pequeña sonrisa en los labios. Ella, su rayo de sol en medio de las tinieblas en que se encontraba. Kagome se incorporó levemente y quitó el paño de su frente. El joven se acercó más y la obligó a recostarse.
- Descansa... por favor- Suplicó y posó su mano en la frente. Respiró aliviado al notar que estaba relativamente tibia.
- ¿Qué... ha pasado?- Murmuró la joven pestañeando y mirándolo fijo. Él suspiró y le sonrió, tomándole las manos nuevamente.- ¿Estas bien?- Preguntó ella al notar su rostro demasiado sonriente y a la vez turbado. Inuyasha tenía el cabello desordenado, la camisa semi abierta y ya arrugada, sus ojos dorados brillantes y hermosos.
- Estoy bien... mi dulce Kagome... - Susurró y se incorporó en la cama besando fervientemente su frente. Kagome abrió un poco más los ojos, sorprendida-... ahora estoy bien...
Continuará...
N/A: Ufff, escribir este cap. me cansó, no porque lo haya escrito en dos días, sino por las múltiples emociones que quize plasmar en Inuyasha, es que intento ponerme en el lugar de los personajes y eso agota jejeje. Bueno. Espero les guste, escrito con mucho cariño y esfuerzo, ya me conocen.
Vaya, muchas gracias por los tantos reviews, se los agradezco de corazón, ya saben n.n de antemano, gracias por los... ¡¡¡400! o.o sí, creo que vi bien... son casi 400 vaya... tiemblo de miedo jejeje.
Nos vemos y gracias por leer!
Lady.-
