Capítulo 20: ¿Sueño o Realidad?

La mujer caminaba con las manos en puño, el paso acelerado, a veces incluso pateaba una piedra, el cuidadoso y elaborado peinado era un desastre, con los labios tan apretados que estos estaban rojos de tanta presión que ejercía en ellos y la mirada furibunda en el frente. Kikyo aún no podía creer lo que había escuchado de parte de su propia hermana menor y menos aún, la actitud tan desafiante y atemorizante de aquel monstruo que se creía capaz de hacer una vida normal a pesar de su condición.

- Maldito... maldito ser despreciable... - Mascullaba con los ojos lacrimosos, sintiendo aún el dolor penetrante de sus garras en su delgado brazo. Se detuvo de súbito y lo inspeccionó. Tenía la tela del delgado vestido algo rasgada y desde su agujero pudo ver los rasguños rojos que resaltaban completamente en su piel tan blanca y delicada. Tragó con dificultad y apretó las manos más aún, sus nudillos se volvieron blancos.-... me las pagarás... lo juro... un ser como tú... un monstruo como tú, no merece vivir...

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El hombre miraba con detenimiento sus brazos y Kagome intentó nuevamente alejarlo de él, pero Inuyasha no se lo permitió. Sus dedos ásperos rozaban su piel descubriendo cada rasguño provocado por su propia hermana de sangre. Kagome respiraba agitada intentando minimizar la situación.

- No es nada... Inuyasha... basta- Murmuró y él finalmente levantó el rostro a ella y la soltó.

- ¿Me dirás qué fue lo que sucedió?- Preguntó observándola directo a los ojos y con infinita angustia. La muchacha sentía que el corazón se le saldría por la boca, unos segundos más tarde negó con la cabeza suavemente.

- Fue una pelea de hermanas... nada más...

Lo vio fruncir el ceño y levantarse de su lado de súbito.

- Más que eso diría yo – Musitó el hombre con extrema seriedad- ¿Porqué no me lo quieres decir?

Kagome bajó la vista rápidamente mientras sentía que las mejillas comenzaban a arder. ¿Decirle que se había enojado porque que creía que ellos ya tenían intimidad? Tragó nerviosamente y luego de un momento intentó sonreír.

- No... – Tartamudeó mirando sus manos que se movían con torpeza-... no es nada... ya te lo dije...

El joven no dijo nada, absolutamente nada por largos segundos. Finalmente Kagome levantó la vista hacia él creyendo que se había ido tal vez de la habitación, pero no, estaba ahí mismo con la misma mirada que parecía clavarse en sus ojos castaños y querer descubrir cada ínfimo pensamiento suyo. Ella sentía como el corazón latía demasiado aprisa, estaba nerviosa, demasiado. Finalmente él pareció relajarse y sonrió con levedad, la joven suspiró aliviada.

- Esta bien... espero que no vuelva a aparecer por estos lados... - Dijo el hombre tranquilamente-... debo confesar que jamás había visto a Kikyo de esa manera... perder el control no es de ella...

- Mamá la educó muy bien- Interrumpió Kagome perdiéndose en sus pensamientos. Era cierto, la educación de su hermana mayor había sido de lo más extraordinaria, con los mejores profesores particulares que le enseñaban casi a diario diferentes materias, sin embargo en protocolo y comportarse en sociedad era lo que más su madre realzaba...

- Debe haber sido una GRAN pelea de hermanas... - Musitó Inuyasha muy seriamente otra vez posando sus ojos que esta vez parecían de águila sobre los suyos. Kagome alzó la vista y volvió a enrojecer.-... pero esta bien... descansa... - Susurró acercándose a ella y rozando sus labios contra su frente, luego bajó la vista y sonrió-... quédate tranquila... duerme y mejórate pronto ¿lo harás?

Su mirada preocupada y tierna más el aliento cálido de él chocando contra su rostro la estremeció. Lo miró directo, podría quedarse así de por vida, guardar en su memoria aquella mirada que le brindaba junto con el susurro de sus palabras que le agitaban el corazón. Asintió débilmente y él sonrió otra vez, satisfecho posó su mano en su rostro y volvió a besarla. Fue él quien se ahondó en su boca más de lo debido para un enfermo, pero qué más daba, Kagome sentía que le brindaba vida con sus besos. Inuyasha se incorporó y sonrió otra vez, acomodando el desordenado flequillo de la muchacha como si le pesara marcharse, pero luego se incorporó y salió de la habitación, dejando allí a la joven completamente deseosa de que se quedara a su lado.

El anciano lo encontró en la habitación justo en el instante en que él tomaba su bastón. Lo miró preocupado mientras Inuyasha posaba sus ojos con extrema seriedad sobre los suyos.

- ¿Va a salir señor?- Preguntó al ver que pasaba por su lado saliendo finalmente de la habitación. Inuyasha caminó apoyándose en el bastón, para su pesar, pero debía usarlo puesto que ahora más que nunca el dolor en su pierna se agudizaba más aún. Y eso se debía por haber hecho el esfuerzo de alcanzar a aquella mujer antes que saliera de la mansión.

- Voy al pueblo... – Murmuró retomando su caminata-... debo comprar algo de medicina...

- En ese caso puedo ir yo... – Dijo el anciano, pero el joven meneó la cabeza.

- No te preocupes... iré con el cochero esta vez, me duele demasiado la pierna como para cabalgar- Se lamentó, esta vez bajando las escaleras con extrema dificultad.

Cuando bajó del coche la gente que estaba por allí lo miró con rencor y otros con el miedo usual que siempre los caracterizaba al verlo. Inuyasha los observó fugazmente por el rabillo del ojo y luego caminó a grandes zancadas hasta una pequeña botica en busca de alguna medicina para apaciguar el dolor de su pierna, que esta vez se había hecho insoportable. La compra había sido rápida, más que eso, casi veloz. Cuando salió de allí se detuvo de súbito al ver a Miroku con la chica amiga de Kagome del brazo. Ambos lo miraron con seriedad. Luego de unos segundos el joven acompañante le sonrió débilmente y se acercaron a su lado.

- Buenas Tardes, Inuyasha- Saludó Miroku y la muchacha sólo movió la cabeza mirándolo con desconfianza. Inuyasha intentó sonreír.

- Buenas tardes.

- ¿Cómo estas amigo?

El joven de ojos dorados desvió un poco la vista hacia la chica, aquella muchacha lo observaba con seriedad y lucía bastante nerviosa, pues cuando vio que Inuyasha posaba sus ojos en ella se acercó casi temblorosa más hacia su acompañante.

- Bastante bien.- Respondió.

- ¿Cómo esta Kagome?- Preguntó al fin la chica rápidamente y cuando Inuyasha volvió a posar sus ojos en ella Sango arrugó el ceño-... me dijeron que estaba enferma... me gustaría... ir a visitarla... – Musitó luego.

- Kagome se encuentra bien- Respondió con seriedad. Claro, sentía cierto rencor hacia ella porque lo miraba de la misma forma que los demás, podía sentir su temor hacia él, también como si lo culpara de la condición de Kagome, pero era su amiga, según tenía entendido, desde la infancia, era comprensible ¿no?.- Puede ir a visitarla cuando guste, si así lo desea- Repicó después y la muchacha que desviaba la vista sonrió complacida.

- ¡Oh! Muchas gracias... iré mañana mismo... si no es inconveniente.

- ¿Ves? Te dije que nada malo sucedería- Dijo Miroku mirándola y dándole pequeñas palmaditas a su mano para tranquilizarla.

Inuyasha no pudo menos que hacer una mueca, pero ya estaba, respiró hondo intentando tranquilizar el rencor que había nacido en él ante aquella actitud que la chica tomaba.

- Claro ¿porqué habría de pasar algo malo?- Dijo casi con burla y de pronto sus ojos dorados brillaron siniestramente. La chica se estremeció por completo. El muchacho sonrió una vez más y se despidió.

Cuando llegó a la mansión lo primero que hizo fue dejar las medicinas encima de la mesa de la cocina y subir a donde estaba la muchacha. Kagome dormía plácidamente entre las blancas y suaves sábanas de lo que debía ser la cama matrimonial de ambos. No pudo menos que hacer una mueca ante el pensamiento y salió de allí sintiéndose sofocado.

El cielo estaba completamente despejado y el calor seco la despertó de sus sueños. La joven se incorporó y miró a su alrededor. Desde donde estaba se veía el sol bajando pero no lo suficiente, lo que ella concluyó que atardecía. Estaba algo mareada, tal vez era el calor o dormir casi todo el día. Se levantó respirando hondamente mientras acomodaba una vez más sus cabellos, caminó a paso lento hasta el borde de la ventana, desde allí su corazón latió con fuerza al verlo, Inuyasha se encontraba cabalgando en aquel caballo blanco que era su eterna compañía, daba vueltas en la campiña y luego tomaba velocidad. Era experto, podía domarlo bastante bien y eso que notaba que el animal era algo salvaje, el vapor que salía de su nariz y el hocico le daba casi un aspecto diabólico. Y luego Kagome volvió a fijar la vista en Inuyasha. No pudo evitar fijarse en la musculosidad de su cuerpo, sobre todo de su torso, a través de aquella delgada y casi abierta camisa blanca le provocaba una sensación indescriptible, de pronto hasta le costó respirar y sintió que ardía ¿acaso tendría fiebre otra vez? Se llevó asustada la mano a la frente pero no, no tenía temperatura. Dejó de preocuparse de ella para volver a fijar la vista en él. Arrugó el ceño al verlo tan concentrado, él tenía los ojos fijos en el frente, pero Kagome notó que había un extraño brillo en ellos, el brillo de cuando lucía enojado, disgustado ¿qué estaría pensando? ¿Entonces por eso estaba cabalgando? El sol se fue ocultando tras las colinas lentamente y ella deseó estar así por siempre, en cuanto apoyó los antebrazos en el marco de la ventana recordó a Youkai, su amado caballo. Se incorporó de súbito pensando que debía averiguar como se encontraba, desde que estaba en el internado era casi un ritual ir a verlo a las caballerizas, así que estaba vez no le importó mucho como se encontraba vestida y salió de la habitación rápidamente.

Bajó al salón tranquilamente y lo cruzó, ningún criado se dejó ver y agradecía eso, pues sabía que en su condición, aunque ella se encontraba perfectamente de salud, no debía aún salir de la cama, pero qué más daba, jamás había enfermado como para permanecer acostada y sin hacer absolutamente nada, aquello no encajaba con ella. La suave brisa de la tarde la recibió al salir de la mansión por la puerta trasera. Agradeció aquello, puesto que sentía aun un calor casi sofocante. Corrió a las caballerizas y se adentró en ella con ansias buscando al azabache animal. Y allí lo encontró, con la cabeza afirmada en el portón de madera que lo cobijaba en su pesebrera. La muchacha corrió y se inclinó abrazándolo del cuello y dándole pequeños besos en la nariz.

Se quedó un momento allí hablándole en susurros hasta que de pronto sintió una extraña sensación en su espalda. Volteó rápidamente y lo vio, para su sorpresa, un par de metros de ella, de pie observándola con atención, con su camisa semi abierta y los pantalones negros de montar algo estrechos, con el cabello corto desordenado y un látigo de la mano. Kagome se levantó y sonrió nerviosamente, no supo porqué.

- Sólo… - Musitó y sintió que las piernas comenzaban a temblar. ¿Estaba nerviosa? Pero… ¿porqué?-… vine a ver a Youkai… - Apuntó con su dedo desviando la mirad que le daba aquel hombre, tan brillante, pero no, no era igual a cuando cabalgaba, no era enfado, era otra cosa… lo vio soltar el látigo.

- No debiste levantarte- Murmuró y su voz en aquel lugar solitario fue tan ronca que su piel se erizó. Volteó completamente para mirarlo y sonrió tontamente.

- No te enfades… - Dijo ladeando la cabeza-…. Sólo vine a verlo… debe haberse sentido muy solo… - Murmuró luego cuando vio que se acercaba a paso firme hacia ella, Kagome creyó que el corazón se le detendría ahí mismo, estaba tan serio… no era que le temiese… sólo que su cuerpo parecía reaccionar de forma extraña también…

- Lo entiendo perfectamente… - Dijo de pronto él mirando de reojo al caballo y luego a Kagome-… entiendo a Youkai…

La muchacha sintió que nuevamente el corazón comenzaba a latir con más fuerza, no supo cómo, se perdió en el fuego de su mirada clavada sobre la suya. De pronto Inuyasha se acercó más, mirándola desde lo alto de su porte tuvo la imperiosa necesidad de deslizar su mano entre los largos y negros cabellos, y lo hizo, al contacto ella cerró los ojos, tal vez, pensó Inuyasha, que sentía lo mismo que él, calma, deseo de sentir su piel, sentir su aliento, estar cerca suyo.

- Ya te dije… - Susurró la muchacha acercándose más a él y posando ambas manos sobre su pecho, en cuanto sus dedos tocaron la piel tibia y dura del hombre se sobresaltó y abrió los ojos, otra vez sintió escalofríos y quiso apartar la mano, pero en cuanto iba a hacerlo el joven se la sostuvo posando una suya sobre ambas de ella. Kagome enrojeció, bajó la vista y él abrió nuevamente los ojos.

- ¿Qué ibas a decirme?- Preguntó el hombre y de pronto sonrió apenas al notar como ella temblaba entre sus brazos, inclinó la cabeza para mirarla, ella era pequeña, menuda, demasiado hermosa y mejor aún… lo amaba aún sabiendo lo que era ¿podía haber tenido mejor suerte?

- ¡Oh!- Ella se sobresaltó recordando la frase aún no terminada, levantó la vista algo avergonzada y sonrió-… que ya me tienes a mí…

Inuyasha sonrió abiertamente y posó sus labios sobre su frente.

- Sí… ya lo sé… - Murmuró cerrando los ojos nuevamente-… a veces… mi pequeña y dulce Kagome… creo que… esto debe ser sólo un sueño…

- ¿Un sueño?- Musitó ella arrugando el ceño y sintiendo el vapor cálido de su boca sobre su frente, volvió a estremecerse.

- Tal vez no eres… real… - Titubeó Inuyasha y la muchacha notó, a pesar de que no podía ver su cara, que sonreía al sentir la curvatura de sus labios. Él se apartó sólo un poco y la miró nuevamente a los ojos, no dijo nada, parecía estudiarla. O tal vez comprobar que no era el sueño que a veces creía que era. Se pasó inesperadamente la lengua por entre sus labios resecos, Kagome respiró con dificultad otra vez.-… tal vez… debería… - Susurró y volvió a sonreír-… tal vez debería saber… qué… tan real… eres… - Ella tragó con dificultad y luego sonrió demasiado inquieta y aún sintiendo entre las yemas de sus dedos la piel tan cálida de él.

- No tienes que decir eso… - Dijo sonriendo y alzando algo más la voz-… yo nunca te… - Se calló porque él unió de pronto su boca a la suya. No era como los castos besos de antes, esta vez, y desde el principio, notó la pasión y lo hambrientos que estaban los labios varoniles por los suyos. Se estremeció por completo otra vez, su lengua recorría su boca en todos los rincones, su cuerpo se apegaba demasiado al suyo, tanto, que la sofocaba pero no le importaba, sentirse así de deseada era la gloria. Sus labios le comenzaron a hormiguear, demasiado pronto, tal vez era debido a la fuerte presión que él ejercía, a Inuyasha le pasaba lo mismo y por eso mordisqueó su labio inferior, tan lentamente que a la muchacha se le escapó un quejido. La mano que tenía afirmada sobre las suyas se soltaron para deslizarse esta vez por cintura, a través de la delgada tela de su camisa de dormir sintió el calor de sus grandes manos, quemándole la piel y también su cuerpo sintió la dureza del suyo y el calor que emanaba. Se perdió en aquel momento, dejándose llevar, era tan agradable, excitante, placentero. Los labios del hombre bajaron por su garganta, recorriendo cada milímetro de la piel nívea, pura, pensó él, al pasar su lengua, como si dejara una marca.

- Mía… - Gimió el muchacho y deslizó nuevamente la lengua por su piel, y Kagome creyó, que si él no la tuviera tan fuertemente desde su cintura, se desmayaría. Ella se inclinó más hacia atrás, permitiéndole el paso libre, Inuyasha lo hizo, bajó más y llegó a sus clavículas, besó otra vez, sintió el respirar agitado de ella, la mano que él tenía enredada en su nuca bajó lentamente, por sus hombros y se posó en el borde de la camisa de dormir, la bajó con lentitud y la escuchó otra vez gemir. Sus labios se adueñaron nuevamente de aquel lugar, abrió el hombre algo más los ojos, notando como Kagome se había rendido ante él sin protestas ni nada y él estaba tan deseoso de seguir y sentir la piel desnuda de la muchacha entre sus brazos. La brisa golpeó fuertemente entrando por el lugar, Inuyasha se estremeció y se incorporó, otra vez notando lo descuidado que había sido. Subió lentamente la tela del vestido por su hombro y Kagome abrió los ojos con pesar al notar su lejanía.- Ve a abrigarte… no quiero que enfermes…

La muchacha se separó de Inuyasha y se pasó nerviosamente un mechón de su cabello tras su oreja, esta vez su mirada la esquivó con pudor de él.

- Sí… sí… lo haré… - Murmuró y luego salió de allí con rapidez.

Él la observó hasta que desapareció de su vista, con el corazón aún latiendo una loca carrera, sonrió y luego miró a Youkai.

- Eso no fue un sueño…

Continuará….

N/A: Ah! que bien, estaba muy nerviosa por no poder actualizar pero ahora me siento mejor. Gracias por el apoyo eh? jejeje, gracias por los reviews, gracias por esperar la continuación n.n todo salió bien jeje...

Nos vemos en el sgte. capítulo!

Lady.