Capítulo 29: "Noche Sin Luna"

Los caballos galopaban de forma pausada pues llevaban horas de tedioso viaje por los solitarios campos de la región. El hombre de ojos azules dio la orden de descansar unos minutos a pesar de lo oscuro que estaba y los policías, fastidiados porque no habían podido tomar a quien habían ido a buscar, refunfuñaron de mala gana bajando de sus caballos y aprovechando de preparar algo para comer. El sargento de policía caminó hacia Kouga que intentaba hablar con Kagome pero la muchacha simplemente lo ignoraba.

- Esto esta mal, se suponía que deberíamos traer con nosotros al señor Taisho.- Protestó bajo el grueso bigote y mirándolo con reproche contenido. El joven de ojos azules se encogió de hombros casi restándole importancia a sus palabras mientras el otro apretaba los puños de rabia. Lo que hacía el dinero…

- Usted no se preocupe… la prioridad era traer a la señorita de vuelta al pueblo… del señor Taisho… mejor nos preocupamos después… - Luego miró de reojo a la muchacha que parecía mirar hacia el bosque como si estuviera esperando algo, sus ojos ansiosos escudriñaban atentamente a pesar de la oscuridad de la noche sin luna-… además… - Prosiguió Kouga-… sinceramente… no creo que vuelva a molestar… sabe que esta en peligro…

- Pero debimos llevarlo de vuelta a él también- Protestó el hombre.

- Cállese- Interrumpió el joven con autoridad- Soy amigo del juez y sé que él estaría de acuerdo.

El hombre de bigotes apretó más sus puños mirándolo con resentimiento, luego volteó e hizo una mueca. Qué más daba, si era amigo del juez entonces ya no tenía más que hacer.

Un lobo aulló quebrando el silencio del lugar, Kagome sintió como su corazón se sobresaltaba, miró con ojos ansiosos a su alrededor tragando apenas, con dolor, rogando al cielo para que él no se apareciera. Comenzó a respirar agitadamente, cada pequeño ruido, el más mínimo, era causal de alerta, la mano que sujetó su brazo casi la hizo gritar del susto, volteó y se encontró con la cara de Kouga, preocupado.

- ¿Le pasa algo?- Preguntó. La muchacha casi por instinto retiró de inmediato su brazo, avanzó un paso hacia atrás y lo observó casi con repugnancia.

- Déjeme tranquila.- Fue todo lo que dijo con sequedad. El hombre la miró adolorido y luego de un segundo levantó la barbilla en señal de altivez, volvió a acercarse a ella posando sus ojos azules y fríos en los de la joven que por un segundo tembló.

- Va a comenzar a tratarme con más educación… o si no su amado Inuyasha sufrirá las consecuencias.

Ella abrió más sus ojos impresionada, sintiendo las mejillas arder de rabia.

- ¡Ese no fue el trato! Usted me dijo que lo dejaría tranquilo si yo volvía a casa.

- Y acepta, luego de que su matrimonio se anule, casarse conmigo. – Respondió con brutalidad. La joven tragó nuevamente con fuerza. Cualquier cosa le hubiera prometido a ese hombre o a cualquiera para salvar la vida de Inuyasha, sobre todo por esta noche… pero… de ahí a cumplir ¿cómo podría?... ¡Ella pertenecía a Inuyasha, a nadie más!

- Déjeme tranquila- Respondió hastiada y volteando para ya no verle la cara. Hubiera querido decirle tantas cosas, tantos insultos de esos que una vez escuchó en el internado y que jamás había utilizado en contra alguien… pero él se lo merecía, se lo merecía por su mala amistad para con Inuyasha… caminó un par de pasos y se sentó casi rendida en la hierba húmeda. Recordó también a Sango… Sango, su amiga que también al parecer la había traicionado… cerró los ojos buscando un consuelo para ello… no, Sango había actuado para protegerla, sus excusas eran válidas al menos… quiso llorar en ese momento y de hecho algunas lágrimas comenzaron a caer sobre sus mejillas… ¿porqué todo tenía que ser así?... ¿porqué tanto odio, rencor contra Inuyasha?

La rabia nublaba su mente por completo, sólo podía imaginar aquella escena de Kouga tomándole la mano a su Kagome como para desear golpearlo hasta cansarse. Apretó los labios olvidando que los colmillos esta vez se clavaban en la piel, así que un pequeño chorro de sangre brotó de ellos, más cuando sintió el gusto salado sólo pudo enceguecerse más por la ira y la rabia que sentía, corriendo y saltando como un verdadero demonio en la completa oscuridad del bosque. Su olfato le reveló que cada vez estaba más cerca de la muchacha, hasta que sus orejas se movieron sobre su cabeza alertándole de las voces humanas que el viento traía como un susurro hasta él. Se detuvo en seco y miró ansioso a su alrededor, estaba agitado y con un deseo irrefrenable de tener pronto a su lado a la que era su mujer. El sonido del viento nuevamente le trajo el aroma de ella, aquello lo apaciguó un momento, pero el aroma se mezcló a sal húmeda… lágrimas… su corazón se sobresaltó… escuchó las voces de los hombres riendo y cuchicheando… y la voz claramente de Kouga volvió a hacerle perder el control. Matar, matar, su único instinto era ese.

Ella secó las lágrimas de sus mejillas y entrecerró sus ojos debido al ardor que sentía en ellos. Fue en ese momento, en el segundo en que los entrecerró que una figura oscura salió velozmente del bosque dando un salto hacia ella y tomándola con tanta fuerza que sintió las garras clavarse en su brazo, más no gritó ni nada, sólo se agitó e intentó verle la cara a quien la había abordado. El movimiento que la criatura hizo fue rápido, la tomó en brazos y ella aspiró el perfume de la loción que conocía de memoria, era de Inuyasha. No quiso mirarlo a la cara sino que enterró la cabeza en el pecho de el, tan robusto y fuerte pero a la vez cálido y apacible. Se sintió protegida sin dudar y sus dedos se apegaron más en la camisa desgarrada de él. Se alzaron como si volaran, como si fuera en cámara lenta. Kagome despegó el rostro para ver desde su altura a los hombres que miraban a todos lados sin verlos y totalmente desorientados. Entonces lo escuchó gruñir, el gruñido salió de su garganta como si fuera un animal rabioso, la joven palideció, supo en ese momento, que él estaba enfurecido. Antes de posar el hombre-bestia sus pies sobre la hierba, la muchacha volvió a esconder la cabeza en su pecho susurrando.

- ¡Oh! Por favor, por favor… vamonos de aquí, no les hagas nada.

Él se detuvo atónito y en ese momento los dispararos se dejaron caer cerca de ellos. Kagome gritó horrorizada e Inuyasha volteó corriendo con ella e internándose nuevamente en el bosque.

- ¡Deténganse!- Ordenó Kouga mirando incrédulo el lugar sin saber qué diablos había pasado. Todo había sido demasiada rápido, no había visto más que una sombra negra arrancar con Kagome y eso lo confundía ¿qué había pasado? – ¡Vamos!... ¡Hay que seguirlo!- Volvió a ordenar-. Ningún policía se movió. El muchacho que había avanzado un par de pasos con una escopeta en sus manos, volteó sorprendido al ver que su orden no era acatada. - ¿Qué sucede?

- No iremos, señor- Respondió el sargento de policía con burla. Los demás policías se quedaron a su alrededor y por las sonrisas burlonas, se dio cuenta que estaban en total acuerdo con su superior. Kouga los miró con furia.

- ¿Desobedecen mis órdenes?- Preguntó alzando la barbilla. Los demás lo miraron sonriendo de buena gana esta vez. Kouga entendió que no conseguiría su ayuda, apretó la mandíbula echando una maldición y volteó para internarse corriendo en el bosque.

Corrió y corrió entre la espesura de los árboles. Todo estaba demasiado oscuro y peligroso, cuando sintió que se sofocaba de cansancio se detuvo y miró a su alrededor agitado. El ulular de un búho fue lo único que escuchó, todo estaba en completo silencio y ya no había ni rastros de Kagome. Dejó caer la escopeta sintiéndose impotente y estúpido. Aún su cerebro no procesaba bien qué era lo que había sucedido. No pudo ver absolutamente nada, salvo la sombra animal escabulléndose con la muchacha. Retuvo el aliento cuando una posibilidad se posó en su cerebro. No era algo de lo cual él creía porque siempre creyó que los rumores a cerca de su antiguo amigo eran habladurías infundadas de gente ignorante. Pero… después de esta noche… después de lo que había pasado… ¿en verdad él era un monstruo?

Sentía como si volaba, aferró más las manos al cuello y mantuvo el rostro entre su pecho no deseando separarse de él. Lo escuchaba respirar de forma agitada e incluso el latir de su corazón tan alterado. Finalmente él se detuvo y Kagome se estremeció. Inuyasha observó a través de sus ojos rojos y fieros las ruinas solitarias que se presentaban ante su vista. Era el antiguo hogar de Kagome, invadido por la maleza y la soledad. Evaluó entrar en la antigua casa pero le pareció mejor ir a las abandonadas caballerizas que estaban alejadas un par de metros, a un costado. Cuando entró en el lugar depositó a la muchacha sobre el suelo y entonces Kagome, al fin lo miró.

Se quedó observándolo con atención y respirando apenas. Al principio la imagen que vio fue difusa, la oscuridad de la noche sin luna no ayudaba en nada. Sólo pudo notar que estaba más alto y fornido. Cuando sus ojos se fueron acostumbrando notó el cabello, largo y plateado que llegaba hasta su cintura. Estaba descalzo y sus pies parecían garras. Subió con lentitud la vista, vio la camisa semi rasgada, sus manos estaba en puño, pero notó las garras de sus uñas, las mismas que se habían enterrado sin querer en su brazo, cuando la rescató. Subió finalmente la mirada para encontrarse cara a cara con él. Su corazón se detuvo. De su boca brotaban dos colmillos blancos y filosos que rozaban sus labios rosados y varoniles y los ojos rojos y siniestros que se clavaban en sus pupilas. Retuvo el aliento al ver las dos orejas sobre su cabeza y sintió que no podía pronunciar ni una sola palabra.

- ¿Impresionada?- Preguntó él al fin, con su voz oscura y áspera, adolorido y expectante, mirándola con atención y estudiando cada uno de sus gestos. La muchacha pestañeó rápidamente y entonces suspiró, acercándose a él lo más que pudo y alzando la vista.

- Esas son… ¿tus orejas?- Preguntó en cambio. Inuyasha arrugó el ceño. Creyó que ella se desmayaría pues estaba muy pálida y se había quedado de piedra al verlo. También cabía la posibilidad que saliera arrancando, se pusiera a llorar o hiciera algo por el estilo. Pero jamás pensó que le preguntaría intrigada a cerca de sus orejas. -… son… como…. – Murmuró Kagome con la vista fija en ellas y alzando de pronto las manos, se detuvo a medio camino y miró a Inuyasha con duda.- ¿Puedo?

Él tragó sin creer lo que estaba pasando, miró a Kagome unos instantes y finalmente asintió e inclinó la cabeza. Ella acercó sus manos y las acarició. Inuyasha se mordió el labio sintiendo una ola inesperada de placer que lo sacudió por completo. La sangre comenzó a hervir en sus venas y el deseo enorme de unirse a la joven lo dejó casi al borde del descontrol. Se irguió y se alejó un paso. Gracias a la oscuridad del lugar ella no notó la reacción evidente bajo su pantalón.

- ¡Ja! – Rió sarcástico respirando hondamente un momento e intentando recuperar la calma, luego volteó y la miró con seriedad -Kagome… - Susurró concentrando sus pupilas en el extraño rostro sereno de ella-… este soy yo… - Alzó sus manos y las uñas filosas brillaron en la oscuridad-… un monstruo… un animal…

- No… - Protestó ella avanzando un paso hacia él y deseando abrazarlo para consolar su alma atormentada-… no… un monstruo no… - Alzó su mano y finalmente acarició su rostro, era tan alto y se sentía demasiado pequeña y débil a su lado-… eres tú… mi… Inuyasha…

Inuyasha volvió a arrugar el ceño y la observó con minuciosidad. Durante todo este tiempo había imaginado la noche en que se mostrara ante ella… y había barajado muchas posibilidades… por supuesto esta que le daba Kagome era la última… a pesar de que sentía su amor verdadero, de la sinceridad de sus palabras, de los hechos que le demostraban que no era igual a Kikyo… aún así, aún así… dejó escapar un gemido al sentir la herida punzante en la pierna. Kagome miró horrorizada la mancha de sangre y se acercó a él.

- Oh… pero… ¿porqué?... ¿porqué no sana?- Murmuró con amargura la muchacha. Inuyasha apoyó la espalda en la pared de madera casi apolillada y suspiró.

- No sé… no sé… - Jadeó soportando el dolor, luego observó a Kagome una vez más-… soy un monstruo… qué más da…

- ¡No!-Protestó ella adolorida.

- Además… no soy el mismo… - Respondió bruscamente alejándose un paso de la joven-… antes te dije… que en una noche sin luna… seguía siendo yo, que aún podía controlar mis instintos… - Su mente se nubló ante el deseo de sangre que lo invadió el momento en que la muchacha se encontraba con el maldito de Kouga… lo hubiera matado… realmente lo hubiera hecho… si no fuera por ella…-… hoy tuve deseos de matar… - Agregó siniestramente y mirándola con atención-… no podía soportar… no podía permitir… que estuvieras con "él" – Pronunciar el nombre de Kouga era sinónimo de repugnancia, así que lo más que pudo era referirse de esa forma al que había sido su amigo.

La joven lo observó y no pudo dejar de sentir un escalofrío recorrer su espalda, lo miró quietamente unos eternos instantes, luego volvió a acercarse y posó ambas manos sobre su pecho varonil.

- Pero no lo hiciste… - Respondió con una pequeña sonrisa-… no perdiste el control…

- Sólo porque tú me lo pediste, porque estabas a mi lado en ese momento.- Agregó Inuyasha con pesar y mirándola con atención a los ojos.

- Entonces no debes temer… - Murmuró la joven poniéndose en puntitas y acercando sus labios a él-… porque yo siempre estaré contigo…

Sus labios lo rozaron, Inuyasha entrecerró sus ojos sintiéndose totalmente embriagado por su cercanía, luego tomó con fuerza las muñecas de ella deteniéndola. Kagome entreabrió los ojos, él la observaba con severidad.

- Argg ¿qué haces Kagome?- Preguntó con la voz grave. El deseo le estaba hormigueando cada parte de su cuerpo, se estaba volviendo incontenible y ella no ayudaba en nada. Su simple presencia ya de por sí le era excitante, ahora, con esa actitud… se estaba volviendo loco.

- Yo sólo… - Susurró, volviéndose a acercar, sintió las manos de él que se debilitaban, que cedían a sus muñecas y ella volvió a posarlas sobre su pecho.-… quiero demostrarte… - Su aliento le chocó en la cara, Inuyasha entrecerró los ojos aspirando el aroma que volvía a hipnotizarlo, casi como un narcótico-… quiero demostrarte… que aún así… te amo… - Los labios de Kagome lo rozaron como una caricia infinita, una, dos veces, a la tercera él deslizó rudamente su mano por la nuca de la chica, sintiendo la suavidad de los cabellos sueltos que ahora llevaba y la miró respirando agitado. Las mejillas de la joven se encendieron súbitamente y eso, junto con el aroma que se hacía más nítido a sus narices lo hizo perder el control, la acercó con fuerza y la besó con la pasión desbordante que lo estaba consumiendo, su lengua se adentró en la boca de Kagome, la recorrió entera como si estuviera sediento y como si jamás la hubiese besado, su otra mano se adueñó de la cintura y la acercó tan fuerte a su cuerpo que podría haberla dañado, pero Kagome no se quejó, al contrario, ella parecía responderle de la misma forma acercándose a él y chocando sus caderas contra la suya. Al principio la boca de la joven le costó reaccionar a los besos tan ardientes de él, pero luego, sin saber cómo, su lengua se adentró con cautela y rozó, excitándolo más, los largos colmillos del muchacho, lo sintió jadear guturalmente, entonces sonrió feliz y volvió a hacerlo, era lo que quería.

- Eres… única… - Susurró el hombre-bestia subiendo la mano de su espalda y en un movimiento casi certero, despedazando con su garra el vestido desde atrás. La escuchó gemir y agitarse por completo, pero sus labios no se detuvieron, seguían besándolo con ansias como si la que hubiera perdido el control hubiera sido ella. El vestido cayó sobre la paja seca, Kagome retiró su camisa que estaba hecho jirones, apartó los labios finalmente de él y comenzó a besar su pecho. Inuyasha abrió un poco más los ojos y dejó escapar otro gemido ronco y estremecedor, ella volvió a besar más abajo, casi sobre su vientre y el hombre dejó de respirar sintiendo que las piernas temblaban en demasía. La tomó por la cintura otra vez y la tendió en el suelo, volvió a besar como si el mundo se fuera a acabar, cada caricia de ella, cada movimiento, cada respiro era un aliciente más a la excitación que sentía. Pero eran también otros los instintos, más salvajes, más animales que humanos, así cuando la muchacha yacía desnuda la ladeó posándose él detrás. Kagome dejó de respirar sintiendo que el corazón latía a mil por segundo, tembló por completo al sentir los labios y la lengua enredarse en su cuello, las manos que se adueñaron de sus pechos haciéndola gritar de placer sin compasión.- Eres mía… - Gimió Inuyasha marcándola con su lengua y retirando todo rastro de olor que sentía de Kouga. Ahora ella sólo olía a él, estaba impregnada a él. Apartó al fin un agarra de su pecho y la deslizó hacia su pierna, acariciándola y apartándola para invadirla. Kagome encrispó las manos en el suelo y ladeó el rostro, sentía que perdía el aliento al sentirlo tan caliente dentro de ella, resopló al escucharlo respirar en su oído, aquello le provocó escalofríos. Inuyasha entreabrió los ojos rojos y vio las marcas de sus propias uñas en el brazo de ella, la lamió varias veces mientras se adentraba más y Kagome se estremecía y gemía creyendo que se quedaba sin aire. Las marcas comenzaron a desaparecer y él sonrió. La rodeó levantando su pierna y acomodándose esta vez sobre ella, allí, bajo todo su peso, Kagome sintió las embestidas cargadas de lujuria, de pronto los colmillos que se clavaron en su cuello llevándola al éxtasis y los posteriores lengüetazos que le daba ahí mismo. La joven enterró sus uñas en la espalda, sentía que ardía o se consumiría ahí mismo. No supo cómo, de pronto estaba ella sobre él, entreabrió sus ojos, sorprendida, Inuyasha la observaba con una semi sonrisa y los colmillos brillaron en la oscuridad el lugar. Kagome se quedó quieta unos segundos sin saber qué hacer, su pecho subía y bajaba como si el corazón le fuera a salir, las manos de Inuyasha se apoderaron de su caderas firmemente, él se inclinó y rozó sus labios-… vamos… has como… si fuera tu caballo… - Rió burlonamente. Kagome entreabrió los labios y no reaccionó. El hombre-bestia se dejó caer y movió la pelvis, incitándola, ella gimió y dejó caer la cabeza hacia atrás. Lo comprendió. Volvió a inclinarse posando ambas manos sobre el estómago duro de él y comenzó a moverse, lentamente, luego con frenesí. Sentía que esta vez estaban más conectados que nunca, que eran sólo uno, un alma, un corazón, que satisfacían su amor en la entrega mutua de sus cuerpos, no importaba como eran estos, en esencia, seguían siendo ellos, Kagome sabía que él seguía siendo el Inuyasha que desde pequeña amó. Él volvió a rodearla y dejarla caer una vez más, bajo su cuerpo tan pesado. Faltaba tan poco para completar la unión, así sentía Inuyasha moviéndose dentro de ella. Kagome escondió el rostro en su cuello, percibiendo el momento culmine del encuentro, abrió los ojos casi por inercia cuando él acabó. De pronto creyó que soñaba o que sus ojos estaban demasiado empapados de lágrimas, pero vio que el cabello plateado comenzaba a oscurecer, tanto como el color de la noche, las manos que se afirmaban sobre sus muslos dejaron de ser firmes y dolorosas, el colmillo que rozaba su sien también desapareció. Lo escuchó dar un fuerte y largo suspiro y descansar en ella. La muchacha estaba tranquila ahora, pestañeó pausadamente esperando, hasta que Inuyasha levantó el rostro y la observó. Kagome se detuvo en la mirada dorada y suave, en el cabello negro y largo, en sus labios sonrosados y sin colmillos, entonces sonrió suspirando de cansancio. Él pestañeó sin darse cuenta de su cambio. Aún era de noche y faltaba para que amaneciera. Kagome buscó una de sus manos y la llevó a sus labios, besándola con ternura un instante que pareció eterno. Cuando ella se la levantó a la altura de los ojos, Inuyasha notó con sorpresa abriendo sus ojos casi desorbitadamente que ya no eran garras. Se incorporó y vio su cabello negro, pestañeó creyendo que soñaba y luego se llevó una mano a la boca para encontrar que sus colmillos eran tan pequeños como los de cualquiera.- Pero… pero… - Estaba completamente perplejo y sus ojos inquietos miraron su cuerpo sin atisbo de animal, ni siquiera sentía el dolor de su herida en el muslo, luego sus ojos se detuvieron en Kagome, que sonreía abiertamente bajo él-… que… ¿qué pasó?

- Siempre lo supe… - Murmuró ella con calma y sus ojos castaños inundados de felicidad-… siempre supe… que los cuentos tienen un atisbo de realidad… por eso sabía… que yo te salvaría…

Continuará…

N/A: Perdón por demorarme en actualizar, me entusiasmé agreagando imagenes de Inuyasha en mi spaces :P jeje, es que habían unas tan bonitas que no tenía... bueno... espero les haya gustado el cap. a las que no les gustan las escenas lemons pues no la lean (va tarde la advertencia jeje) pero tengan en cuenta que son parte de la relación y si hay amor pues no tiene nada de pecaminoso, al contrario.

Nos vemos y muchas gracias por sus reviews.

Lady.-