Capítulo II: Juicio.


Y para hacer algo al respecto, primero hay que notar dónde se torció todo.


Jaina vaciló.

Aunque hacía una semana había enfrentado al Jailer junto a los campeones y, esta vez, habían prevalecido, todavía tenía cierta incertidumbre acerca de enfrentar a su madre.

Se habían dado un abrazo días atrás, apenas había regresado de las Shadowlands, pero entonces Katherine había vuelto a su comportamiento de 'sólo negocios'.

Y lo que era peor, Thrall no podía ofrecerle apoyo ahora mismo como había hecho estos meses.

Conteniendo la respiración, entró a la sala de reuniones y divisó a su madre sentada al final de la larga mesa, con su cabello canoso recogido en un rodete, como siempre, mientras, inclinada sobre la misma, firmaba cartas y las tiraba a un montón al costado.

A su alrededor, todas las cortinas estaban impidiéndole a la luz exterior meterse en la habitación a montones, aunque un poco se filtraba por los bordes, dándole algo de luz a los muebles, que hacía años no eran usados más que por Katherine, y destellando en los candelabros del techo.

- ¿Quién escribió esto? - preguntó retóricamente en voz baja, y a continuación chasqueó la lengua.

Levantó entonces la cabeza y dejó una leve y suave sonrisa formarse en sus labios.

- Madre. - la saludó la joven.

- Jaina. -

La aludida se acercó despacio, acariciando con los dedos desnudos los respaldos de las sillas alineadas a lo largo de la mesa.

- Vengo a hablarte de algo. - se detuvo al lado de la mujer mayor. - Puedo esperar si debes terminar con esas pilas. O ayudarte. -

Katherine, por toda respuesta, le ofreció la pila que ya había firmado.

- Ve el asunto. Creo que no necesito ayuda. - dijo, burlona.

Jaina obedeció.

- ¡¿Petición de matrimonio?! - exclamó, espantada. Por toda respuesta, la vio encogerse de hombros. - ¡¿Alguna para mí?! -

- No, sólo dirigidas a tu madre. - aunque le dio un respiro de alivio, también hirió el orgullo de la joven con esa respuesta, aunque no lo dejó ver. Debían considerarla inestable. No estarían muy errados. - Las he denegado sin falta. Ninguno me parece adecuado. Además, simplemente no tengo ganas. - reparó entonces en la expresión de su hija. - Oh, cielos. ¿La pequeña Jaina por fin superó a Arthas Menethil? - preguntó, a medias en burla y a medias con verdadera sorpresa.

La hechicera dejó caer su cabeza mientras se mordía el labio.

- De eso venía a hablarte, madre. Deseo… No, voy a… - se mojó los labios con la lengua. - Voy a cederle el almirantazgo a Tandred. Me enorgullece haberlo llevado este tiempo, pero no creo… No creo que sea donde quiero estar. - se enderezó y le sostuvo la mirada. - Me ofrecieron... Crear un grupo como el Anillo de la Tierra. -

Katherine levantó una ceja y ladeó un poco la cabeza.

- ¿No es esa una organización de chamanes? - y agregó. - ¿Neutral, además? -

- Lo es. - Jaina tragó saliva y abrió la boca para continuar hablando, pero se halló incapaz. Lo siguiente que pensaba decir se le estaba atorando en la garganta.

Su madre seguía mirándola de la misma forma. Gesticuló con la mano que continuara. Al ver que no lo hacía, habló ella.

- Hija, me siento como cuando viniste toda incierta a decirme que estabas enamorada del muchachito Menethil, habla. ¿Es tan terrible lo que quieres expresar? -

A Jaina se le escapó una risita nerviosa.

- Más que terrible, diría que es escandaloso. -

- Te peleaste a gritos con el Archimago Antonidas en tu primer día en Dalaran, Jaina. - le recordó Katherine.

Otra vez, la más joven de las dos no pudo retener una carcajada.

- Lo recuerdo. - su expresión se ensombreció. - Pero nadie me pondría nombres por eso. Muchos discutían con Antonidas. -

- ¿Nombres? - preguntó la mayor, frunciendo el ceño. - No des más vueltas, niña, háblale a tu madre. -

- Estoy… - se mojó los labios con la lengua. Pocas veces había intentado pronunciar una derivación de la palabra amar. Esta en particular se le estaba haciendo condenadamente difícil. - Me siento… - suspiró exasperada. - Siento por un orco. - dijo velozmente.

Incapaz de sostenerle la mirada, pero con la dificultad inicial superada, le explicó todo a su madre. Desde la primer alianza con la Horda para salvar a Grom Hellscream hasta los acontecimientos de las Shadowlands, sin saltarse ni un detalle.

Cuando terminó, se dio cuenta de que Katherine la observaba sin mediar palabra. Apenas hizo ninguna expresión más allá de cerrar involuntariamente la mano con algo de fuerza cuando la conversación pasó por la muerte de Daelin.

- Creo saber a dónde quieres llegar. - dijo la ex Almirante cuando el relato acabó. - Escuché mucho Thrall en tu relato. No voy a fingir que no me molesta. - suspiró. - Pero no te saqué de Thros para volver a exiliarte, hija. - estiró las manos hacia las de Jaina y le dio un apretón en cada una. - Y esta… Ausencia de meses… Aunque no es algo con lo que no sepa lidiar… De alguna forma, se sentía… Muy preocupante. - su voz tembló, aunque era casi imperceptible. Era muy buena controlando sus reacciones estos días. - Esto es una locura de tu parte. Aún así, en todo caso… Si te hace feliz, hija… Adelante. No busques mi aprobación. Ni la de tu hermano. - su expresión se tornó oscura. - Pero si ese orco te hace algo remotamente típico de su raza… -

- Thrall no haría nada de eso. - le aseguró. - No ha sido nada aparte de dulce conmigo desde que nos conocemos. La noche que padre murió incluso se escapó de Orgrimmar para ir a darme su apoyo. He sido yo la maldita. Para no variar. - se quedó viendo el suelo.

Katherine entonces se puso de pie. Caminó decididamente hasta su hija y la miró fijamente a los ojos, incapaz de entender completamente el arrepentimiento y la tristeza que le mostraban.

- Jaina. Esa mirada no te queda. - le acarició brevemente la mejilla antes de estrecharla en un cálido abrazo inmediatamente correspondido. - No puedo decir que entienda por lo que estás pasando, pero me suena a que ese Thrall sí. Espero que él sí pueda quitar eso de tu interior. - sonrió maligna, intentando mover la conversación a otra parte. - No vas a crecerte colmillos con magia, ¿cierto?. -

- ¡Madre! - se quejó Jaina, pero sus ojos ya no denotaban sólo malestar.

No debo repetir mis errores, aunque mis instintos me griten que esto es horripilante. Se dijo Katherine Proudmoore a sí misma. No debo perder a mi hija de nuevo.

- Es nada más una broma, niña. - pasó sus dedos por entre los cabellos muertos de la hechicera, intentando darle alguna medida de confort, preguntándose si estaba realmente bien darle el visto bueno a esto.

Y entonces vio un tenue destello dorado entre las blanquecinas y cenicientas raíces de los pelos de su niña.

Aguantando las lágrimas que se le acumularon en los ojos, y lamentando que no hubiera un mísero humano o humana que le devolviera aquello, se convenció.

- Olvídalo todo, hija mía. Pueden pasar un tiempo aquí si son cuidadosos. Luego lárgate y sé feliz, libre. Prometo que te visitaré. Abdica cuando quieras en favor de tu hermano. Yo hablaré con él. -

Jaina no contestó. Por toda respuesta, lo único que hizo fue aferrarse aún más a la menuda figura de su madre y asentir lentamente.

Cuando se retiró, después de que compartieran una merienda en Kul Tiras, promesa de volver de por medio, la hechicera se puso como próximo destino la costa de Zandalar. Le había mentido a su madre. No estaba totalmente segura acerca de si volvería con vida.

Lo que resultara de los próximos eventos dictaría si Thrall abandonaba su vida actual o no. Así lo habían discutido.


Cuando pasó por el portal que abrió y se paró ante la ciudad dorada, en su muelle, refulgente a la luz del sol, no le sorprendió que los civiles entre los cuales apareció gritaran al verla y echaran a correr despavoridos. No intentó calmarlos, simplemente caminó en dirección opuesta, hacia el final del muelle, y allí se quedó, mirando al océano.

La última vez que estuvo en ese lugar, llegó en un barco azotando la costa con la marea, y, cuando se fue, la ciudad estaba en llamas, había muchos cadáveres y dejó un elemental de agua en ese mismo lugar para cubrir la retaguardia.

Incluso había dejado icebergs en el agua que estaba mirando.

Se volteó.

Ya no había fuego. Los mercados y pequeños puestos en las calles, los cuales había pisoteado, estaban alzados de nuevo. Las calles no estaban bloqueadas. No había cuerpos. Las construcciones de arcilla, barro y oro no tenían manchas de sangre como aquel día. Las pirámides incluso le llamaban la atención de otra forma.

Se preguntó si vería a Bwonsamdi. Como cuando mató a Rastakhan. En el momento, no le había resultado curioso que el loa hubiera dudado antes de darle su maldición al rey. No pensó en que no le estaban dejando opción más que sacrificarse por su gente. Porque, ¿qué clase de rey sería si simplemente se rindiera?

En su lugar, habían forzado su mano y ahora su hija también estaba maldita.

Pudo ver, entonces, que varios guardias armados, algunos paladines e, incluso, la misma Talanji, se aproximaban, esta última con un puño alzado, manteniendo a raya a los demás trolls.

La observaban en silencio, algunos con una expresión de terror en el rostro.

En esto me he convertido.

Cerró los ojos un momento. Y cuando los abrió, no había fuego en ellos.

- Su Alteza. - saludó con compostura. - No vengo con intenciones hostiles. -

- Audaz. - soltó la troll. - Considerando tu última visita. - Jaina notaba en su voz la rabia apenas contenida. Un paso en falso acabaría en su muerte, como había supuesto. - ¿A qué se debe esta? -

La hechicera alargó los puños cerrados en su dirección.

- Vengo a recibir su juicio, Reina Talanji. - declaró, aterrada por dentro pero impasible por fuera. - Espóseme si le aportaría algo de confianza a usted o a su gente. -

La troll frunció el entrecejo.

- ¿Qué propósito serviría? - preguntó en voz baja y amenazante. Jaina la vio hacer el más leve ademán de cerrar la mano que colgaba a su costado, pero se controló. - Lo haría, - declaró. - pero tengo mejores cosas que hacer que provocar otra guerra para mi gente. Así que llévate tu provoca… -

- Enjuiciarme o ejecutarme no provocará una guerra. Tiene vía libre. -

Talanji la observó insegura.

¿Era una treta? No se veía como tal, pero no podía estar segura. No a simple vista. Ya había juzgado erróneamente antes. Preguntándose si lamentaría lo que estaba por hacer, lanzó un llamado silencioso al loa de la verdad, recibiendo una respuesta poco después. No era lo que esperaba. Le sorprendió lo que le dijeron. Pero si así lo querían…

- Sé enjuiciada entonces. - declaró. - Pero no por mí, sino por nuestros loa. -

Jaina y los demás trolls la miraron sorprendidos.

- ¿Fermitirá a un humano encontrarse con los loa? - cuestionó uno de ellos. - ¿A tomar los desafíos de…? -

- No es para que tome los desafíos. El loa de la verdad ha sugerido esto. ¿Se te ocurre algo mejor, soldado? Habla si tienes respuesta. -

El troll permaneció callado, pero Jaina captó algo más, amén de la negación del guardia.

Talanji le recordó, por un momento, a cuando dirigía Theramore, antes de la bomba de maná, cuando escuchaba a cualquiera de los pobladores de su ciudad.

Cuando era más sabia.

Estaba segura de que la troll sentía ahora mismo por su persona algo similar a lo que ella supo sentir por Garrosh. Quizás no en la misma magnitud, pero sí el mismo tipo de odio y rencor.

- Tomaré el juicio de sus loa. - aceptó Jaina. - Incluso si me cuesta la vida. Si llega a eso, envíele mi cuerpo a Taelia Fordragon. He acordado con ella los términos de mi falsa muerte, si llega a tener lugar. Los zandalari no podrán ser culpados por ello. -

La reina estaba por abrir la boca para responder cuando la temperatura pareció descender brutalmente y el sol parpadeó por un momento, como si se estuviera apagando.

Un instante después, la tétrica visión de Bwonsamdi apareció a un lado de las dos mujeres, e hizo una reverencia exagerada, típica de un bufón de corte.

- Mi reina. - le dijo a Talanji. - Señorita orgullo aquí decir verdad. - se frotó los dedos de hueso. - Mí querer unas palabritas con ella. - le lanzó a Jaina una mirada cargada de sorna y burla, y ella sintió que se le helaban los huesos, mientras lo oía soltar una risita a la vez cómplice y divertida.

- No quiero tenerte aquí más de lo necesario, Bwonsamdi. - les dio una señal a sus guardias, que se veían incómodos ante la presencia del loa de la muerte. - Escóltenla a la entrada. - reparó en algo. - Esposada. Y no intervengan si le tiran algo. Pero tú - miró de vuelta a Jaina. - siéntete libre de defenderte. -

El tono con que lo dijo le dio a entender a la humana que el juicio ya había empezado, así que decidió que no iría más lejos que escudarse a sí misma con hielo. Nada de contraataques, nada de reventar los proyectiles en el aire. Dejaría que golpeen su escudo.

Sin embargo, durante la nada corta caminata hasta la estructura piramidal a la que la hicieron entrar, ningún zandalari le tiró nada. Probablemente por el loa que flotaba tras ella. Uno, el único que atinó a hacerlo, fue detenido por el fantasmal troll flotando detrás de Jaina, que lo observó fijamente unos instantes apenas levantó la mano, y no volvió a intentar atacarla.

Aunque sí la miraban con ira.

Dentro, la guiaron por unos cuantos pasillos y escaleras hasta llegar a la cima, un área bastante grande y despejada de cualquier construcción, mucho como una terraza, que estaba conectada a la base de otra pirámide por un pasillo aéreo.

Excepto que bloqueando el paso estaba un sapo gigante, con el que la dejaron a solas, sin esposas, cuando así lo indicó.

Jaina había estado delante de un loa en el pasado, Hakkar siendo el primero de sus encuentros y Mueh'zala el más reciente, pero había algo acerca de este que le incomodaba. Probablemente el hecho de que, hasta ahora, no se había parado delante de un espíritu de los trolls deseando escuchar su opinión sobre ella.

- Interesante. - dijo el gigantesco sapo, inclinándose un poco para mirarla mejor. - Esta es la primera vez que un humano viene a ser observado. - se lamió los labios con la elástica y larga lengua. - Yo soy Krag'wa el Enorme, Jaina Proudmoore. Cualquier rango es infinitamente minúsculo en mi presencia. Te pregunto, como le he preguntado a miles antes, ¿qué buscas, sometiéndote a juicio aquí? -

La hechicera dudó, inalterada porque el loa supiera su nombre.

En efecto, ¿qué estaba buscando? ¿Ser perdonada? ¿Que alguien le confirme que se había convertido en un desperdicio de oxígeno? O quizás lo contrario…

- Quiero saber si tiene sentido seguir con mi vida. - expresó. - No deseo morir, pero… Encuentro que mis acciones carecen de sentido desde hace años. Y para eso, he decidido enfrentar a los zandalari. La gente a la que más daño le he hecho en el último tiempo. -

Las patas delanteras de Krag'wa se tensaron. Jaina vio su inmensa musculatura amenazar con rajar su piel.

- ¿Y los demás que hayas lastimado no son importantes? -

La pregunta redujo su moral visiblemente.

- Supongo que eso dije, implícitamente. - accedió ella. - Pero no es lo que siento. Creo que todos… -

- No necesito explicaciones. Simplemente dejaba la pregunta en tu cabeza, humana. - el loa relajó sus patas. - Ahora procederé a atacarte. Defiéndete con toda tu fuerza. - hizo un sutil movimiento como si se preparara para saltar. - Si las cosas son como me dice mi instinto, por tu bien y el del mundo, espero que puedas derrotarme. O, como mínimo, detenerme. -

Y se catapultó contra ella.

Jaina apenas alcanzó a poner una rampa de hielo delante de sí para que la embestida pasara por encima suyo, y juraría que el envión la despeinó.

Pero no tuvo ocasión de asegurarse, ya que volvió a escuchar a Krag'wa lanzarse contra ella con un estampido. Esta vez, levantó una gruesa pared de hielo en su camino, saltó y se hizo a un lado de la trayectoria del sapo casi al mismo tiempo que se cubría de hielo ella misma.

Vio la gigante forma romper la pared como si nada y continuar sin detenerse ni un poco.

Lo tengo.

Salió de su encierro en hielo, aguardando la acometida inminente, pero nunca llegó. Krag'wa la miraba inmóvil desde el otro lado de la zona, como si supiera que tenía un plan.

Fue entonces que casi la mató.

La larga lengua del sapo la alcanzó en el costado en un fluido y relampagueante movimiento, similar a un latigazo, y de no ser porque reaccionó por instinto echándose una barrera arcana, el golpe le habría roto la cadera.

Y no terminó ahí.

Medio segundo después de esa mitigación, lo oyó lanzarse contra ella otra vez. Ya era muy tarde para su plan anterior, no serviría, no podría hacerse a un lado tampoco, tenía que recibir el impacto.

Y una mierda.

Se desató. Aterrada por la sensación de peligro mortal que le asaltó los sentidos, dejó salir toda su magia y en un hechizo que le retorció las tripas y le disparó un dolor ardiente por todo el brazo derecho, amasó tanta energía arcana como pudo y atrapó al loa a medio centímetro de su cuerpo, pero seguía acercándose milimétricamente. El aire parecía vibrar.

Consciente de que podía usar su lengua todavía, le tapó la boca con escarcha y se dispuso a aporrearlo contra el suelo, pero alcanzó a notar que la vibración se había intensificado muchísimo. Si no lo soltaba ahora mismo, la magia arcana con que intentaba detenerlo explotaría.

¿Qué estoy haciendo?

Parpadeó.

Krag'wa la observaba fijamente. Alerta por su repentino descontrol, Jaina deshizo su magia y le sostuvo la mirada, avergonzada. Casi había provocado una detonación arcana. Casi se había convertido en Garrosh. La sola idea le provocó una arcada que apenas alcanzó a ahogar.

- Lo siento. - fue todo lo que le dijo al sapo delante de ella, bajando la cabeza. - Estoy… Casi hago lo que me hicieron a mí. Aunque fuera sin querer. Este combate no puede continuar o destruiremos, como mínimo, esta pirámide. -

Segundos más tarde, lo oyó hablar.

- Calma, humana. - la empujó suavemente con uno de sus dedos enormes para que se enderezara. - Este era el punto que quería que notaras. Mi prueba consistía en determinar si podías controlarte. Nadie duda de tu proeza… Pero sí de tu autocontrol. -

Jaina lo miró por un momento, procesando su explicación.

- Lo entiendo. No he demostrado mucho de eso últimamente. -

Él sapo croó fuertemente.

- Quizás, la próxima vez que quieras detener algo que viene hacia ti, quieras considerar que frenarlo en seco no es muy buena idea. - echó sobre su brazo derecho una magia sanadora, y Jaina sintió que dejaba de dolerle. - Así de frenética estás comportándote, pequeña. Así de poco piensas en lo que le hará a tu débil cuerpo, o a quienes haya alrededor, lo que haces. Toma esa lección y ve en paz. Otros loa esperan para probarte. -

La hechicera se dejó ver sorprendida. Estuvo a punto de preguntar por qué, o quiénes la esperaban, pero prefirió no hacerlo. Sintió que no debía. Arruinaría el propósito de ser probada.

- Le agradezco su tiempo, gran loa. - Jaina le ofreció una reverencia y luego salió andando en la dirección que Krag'wa le indicó, por el pasillo aéreo.

La siguiente en cortarle el paso fue Pa'ku.

Cuando iba cruzando la mitad del camino hasta la otra pirámide, empezó a llover de la nada, pero el sol seguía brillando igual de fuerte. Lo tachó, primero, de una de esas raras ocasiones en que llueve con sol, pero, cuando la piel empezó a hormiguearle, supo que no era una de esas.

El siguiente desafío había empezado.

- Abandona la tormenta. - le llegó una voz a los oídos. Alcanzó a ver una pterrordax volando dentro de su campo de visión, que se iba disminuyendo por la magia que la rodeaba, que se hacía más fuerte y densa cada segundo que pasaba. - Sin magia. -

De buenas a primeras, Jaina quiso contestar con mofa algo como "¡así es imposible!", pero rápidamente eligió no tentar a su suerte. Esta loa, Pa'ku, la única que se mostraba como un depredador volador, no soportaba a nadie de la Alianza. Que la estuviera, de hecho, probando, en lugar de simplemente matarla, hablaba de su paciencia.

Resignada, se dejó caer sentada al suelo. ¿Qué podía hacer? ¿Qué sentido tenía que se la prohibiera?

Perdida, se acarició las sienes. Empezaba a congelarse, tenía frío hasta en los huesos, y la cicatriz en su pecho de cuando casi murió en Pandaria dolía tanto que parecía que se hubiera reabierto.

Inconscientemente, se llevó las manos a donde había sido perforada en su momento y presionó, como si intentara no desangrarse, y el movimiento reflejo la puso a pensar en cómo lo primero que hizo cuando abrió los ojos y no le dolió, fue agarrar los dedos de Thrall y rogarle una disculpa con la mirada.

¿Por qué estaba pensando en eso?

Un momento.

La tormenta era mágica. Le estaba causando un dolor fantasma relacionado a una herida que estaba cerrada hacía mucho.

¿Lo está, realmente?

Rayos muy fuertes se dejaron escuchar como en respuesta a su pensamiento, y Jaina, por puro instinto, se sobresaltó y se tapó los oídos, como si en lugar de rayos estuviera escuchando voces acusarla de traición, y de cometer atrocidades no demandadas. Pensó en Varian reprochándole su asalto a Dalaran. Pensó en cómo le negó la muerte de Garrosh. En cómo Tyrande la expuso tan abiertamente durante el juicio de ese orco bastardo.

En cómo todos en ese momento la miraban como si hubieran esperado otra cosa de ella. En cómo sentía que los había decepcionado a todos y cada uno. Ninguno de los presentes, pandarens incluidos, no la había visto como un fraude.

Ninguno excepto Thrall, que la observaba con entendimiento y nada más.

No podía más que pensar en ese día. En todas las malas decisiones que había tomado. En qué tan mal se había comportado. Y en cómo aun con todo eso, muchos la perdonaron como si nada poco después. Eso le molestaba muchísimo. Que fingieran no recordar las cosas sólo porque ella era la perpetradora. O que no la castigaran por ello como castigarían a otro.

Y se olvidaron de Garrosh, hasta cierto punto. Dejó de ser nombrado. Poco a poco, cayó al olvido.

Excepto ella. Ella nunca lo pudo echar de su cabeza.

Lo seguía recordando incluso hoy, en medio de una tormenta que estaba haciéndole quebradizos los huesos.

- No puedo. - Jaina se apretó más los oídos. - No puedo olvidarlo, no puedo. -

La tormenta se volvió más violenta.

¿Pa'ku estaba obligándola a dejar atrás la destrucción de Theramore? Por un instante, sufrió un ataque de ira y se envolvió en un escudo de fuego, secándose al instante y vaporizando la lluvia en un radio de dos metros a su alrededor, pero se obligó a retirar su magia y mojarse de nuevo.

Por más que lo había intentado, no había podido desprenderse de su odio por Garrosh. Y ella misma, sin querer, había expresado en voz alta por qué no lo hacía más de una vez.

Porque ya no sabía qué más ser.

Si dejaba ir ese odio, ¿qué sería de ella? No tenía idea. Hacía años que vivía con eso, que era su motor para cualquier cosa. ¿Qué pasaba si lo quitaba por algo más y esa otra cosa no encajaba?

¿Ves? Así es como lo hacemos.

De nuevo, ella misma se había dado la respuesta en voz alta.

La tormenta amainó, y le llegaron susurros desde afuera. Sabía que no podría salir simplemente caminando. Tendría que volver a intentar dejar ir la furia desmedida que retenía.

Respiró profundamente. Exhaló. Tomó aire otra vez. Lo dejó salir.

Apostaría por otro futuro.

Cerró los ojos y levantó en su mente una imagen de Garrosh. Lo imaginó delante de ella, hasta el último detalle. Sólo ver de nuevo la cara del orco le dio ganas de estrangularlo, pero se obligó a no entrar en pánico aferrándose a su propia ropa.

- Te perdono. - dijo, en una vocecita, y carraspeó, molesta consigo misma, con su falta de decisión, casi imaginando a su archienemigo riéndose de ella. Con nueva resolución, repitió. - Te perdono, Garrosh Hellscream. - abrió los ojos y le pareció verlo todavía delante suyo, materializado, vivo, pero sabía que no podía ser.

La tormenta ya no estaba, y lo único que permanecía en su campo de visión, amén de la ciudad de Dazar'alor, era la vívida imagen de su más odiado enemigo, que lentamente se fue deshaciendo, y Pa'ku, que la miraba fijamente desde un lado, entre sorprendida y… ¿Aliviada?

Cuando la imagen que había levantado se deshizo totalmente, se halló viendo hacia el océano. Hacia donde terminaba y comenzaba el cielo. Con el sol en lo alto pegándole de frente.

- Quería darte un buen tormento, Jaina Proudmoore. - confesó la loa. - Y esto, aunque funcionó, fue más de lo que pretendía. Creía que ustedes humanos no tenían remordimientos. - miró hacia la línea donde el océano y el cielo se tocaban. - Probablemente seas de los pocos que sí. Ustedes mortales miran mucho hacia el horizonte, ¿lo sabías? Significa el comienzo y el fin de cada día para muchos. Y algo a lo que aspirar a ver de nuevo. - se giró hacia ella. - Tú habías perdido tu horizonte. No tenías idea de a dónde estabas mirando. - tocó a la humana con la punta de una de sus garras y la secó por completo. - Soy Pa'ku, loa de los vientos, y has sobrevivido a tu tempestad interior. Más vale que, desde ahora, puedas ver de nuevo lo que perdiste hace tiempo, y no vuelvas a perderlo. Tus vientos harán el resto, como han hecho hasta hoy. Gonk te espera en la base de la próxima pirámide. -

Y así, sin más, echó a volar, alejándose de ella, dejándola pensativa por unos momentos. Empezaba a creer que no deberían haber atacado Dazar'alor. Incluso si eso significaba dejar que Sylvanas se fortalezca. Pero no podía cambiar sus acciones. Pensar en Garrosh o la Horda seguía haciéndole brotar algo desde lo profundo de su ser, pero se sentía… Diferente. Esperaba que este cambio continuara en la misma dirección.

Una pequeña sonrisa se subió por sus labios.

Ese pensamiento acerca de no atacar… Creía que no volvería a ella nunca.

Apartó la vista del horizonte, manteniendo su imagen en su mente.

Tanto Pa'ku como Krag'wa le habían enseñado cosas muy valiosas. O más bien, señalado. La habían obligado a enfrentarse a sí misma. Empezaba a entender que no era tan fuerte como solía decirse para conciliar el sueño.

Aunque la pterrordax no la veía, o eso creía, porque estaba volando alejándose, le dirigió una inclinación, y, preguntándose qué aprendería de Gonk, caminó a paso ligero hacia el encuentro.

Lo halló dónde le dijeron, al pie de las escaleras que subían a un templo al final del pasillo aéreo, y la curiosidad que tenía mientras iba hacia él fue de inmediato abordada.

Este loa se presentó en la forma de un raptor pequeño, de la misma altura de Jaina, incluso. Y hasta la saludó con la cabeza, contrastando con los otros dos.

- Bienvenida. - la saludó con un cabeceo. - Es mi primera vez no atacando a un humano, niña, así que, por favor, discúlpame si te ofendo. - entornó los ojos. - Te preguntarás por qué soy tan cordial. Eso es porque soy el loa de la manada. - su mirada se tornó peligrosa. - Amenaza a mi manada y haré cuanto esté en mi poder para defenderla. - sus ojos se relajaron. - Hazte parte y te cuidaré aunque intentase matarte anteriormente. Soy Gonk, y no voy a ponerte ninguna prueba, solamente te haré una pregunta, cuya respuesta es sólo para ti, pero que escucharé si deseas darle voz. - la miró fijamente unos instantes. - ¿Cuál es tu manada? -

¿Mi manada?

Jaina no lo pensó ni un momento. La respuesta era muy simple. Quería proteger a todo habitante de Azeroth.

O llegar a eso de nuevo, más bien.

- ¿Me lo pregunta en referencia a… Ahora mismo, o…? - negó con la cabeza. No más 'ahora', 'antes' o 'mañana'. Se prometió a sí misma que su forma de ser no volvería a cambiar. - Alguna vez todo ser vivo que camine sobre este mundo. Después, perdí mi camino. Pero volveré a esa postura. Sólo así me siento bien. Sólo así me siento… Yo. -

Gonk ofreció lo que parecía ser una sonrisa en su rostro afilado y reptil.

- Ya empiezas a perder la cuenta de cuántas veces colaboraste a salvar Azeroth, ¿cierto? Ahora entiendo por qué Krag'wa te atacó personalmente. Bueno. Estás entrando en la recta final de las pruebas. - se giró hacia el templo al final de las escaleras. - Allá arriba te espera el próximo juez. Puede no ser… Muy educado. - decidió decir. - Añadiré a la sabiduría de mis compañeros jueces lo siguiente: no siempre podrás proteger a toda tu manada, pero no por eso no lo intentarás. - el brillo peligroso volvió a sus ojos. - Jamás actúes de nuevo como durante el ataque de la Legión de Fuego. -

Jaina aceptó la punzada que eso le provocó en el corazón. Era como Gonk decía. Más que defender a todos, como se había dicho a sí misma que hacía, lo único que había hecho era abandonarlos. Y preocuparlos. Uno de los magos Campeones de la Alianza siempre la invitaba a ver cómo habían arreglado la biblioteca del Salón del Guardián, y ella siempre había hecho oídos sordos, muy ensimismada en su rencor.

La próxima vez, si la hubiera, tomaría la oferta.

Cuando miró alrededor, Gonk ya no se hallaba allí, así que hizo una reverencia hacia donde había estado y, sin perder tiempo, comenzó a subir los escalones, sintiendo que se le erizaban los cabellos de la nuca y los brazos cuanto más subía.

Ya había tenido esta sensación antes. Adivinó quién era el próximo juez.

Bwonsamdi.

Cuando llegó a la cima, lo vio sentado en el centro del templo rectangular sin paredes, sostenido por pilares, esperándola con su cabeza apoyada en sus dedos huesudos, con una sonrisa entre divertida y burlona en su rostro.

Jaina levantó un escudo de fuego alrededor suyo para mantenerse caliente… O lo intentó, porque se apagó al instante.

- Ah, ah, ah. Fuego no, pequeña cosita. - pidió el loa de la muerte, negando con el dedo. - Todos deber soportar el frío de la muerte. - comenzó a flotar hasta ponerse en su postura normal, encorvado, con las piernas algo recogidas, despegado del suelo, como si colgara de los hilos de un titiritero invisible. - Tú extender mi agradecimiento a héroes cuando verlos, milady. - hizo una reverencia exagerada, como antes en el muelle, y la hechicera no pudo evitar denotar que no había mofa en su voz en esa única oración. - Ahora, a asuntos más de presente. - levantó un pie y lo apoyó en la rodilla de la otra pierna, como si estuviera sentado y poniéndose cómodo. - ¿Tú saber por qué estar aquí hablando con la muerte? -

¿Cómo?

Jaina se quedó en blanco. ¿Había algún motivo por el que hablaba con él y no con alguien más? Bwonsamdi, como captando su dilema interno, aclaró.

- La última vez que hacer estas pruebas, no haber loa de reyes, así que Bwonsamdi tomar su lugar. - miró divertido detrás suyo, como si hubiera alguien allí. - Pero, esta vez, si mí participar, ser porque haber algo en tu viaje que tener que ver con la muerte. - dijo todo esto mientras flotaba alrededor de la mujer, que, aunque sabía que no sería atacada por este loa, no podía simplemente no sentirse rara cerca de él. - Así que, vamos, tú pensar, - se miró los dedos huesudos, como si todavía tuviera uñas que mantener en ellos. - ¿por qué tú estar hablando con Bwonsamdi? -

Jaina intentó pensar al respecto.

El loa le aseguraba que si estaba allí, era porque parte de lo que buscaba con esto tenía que ver con él. Pensó en la inmensa cantidad de gente que había matado últimamente. Muertos vivos, orcos, trolls, zandalaris, taurens, vulperas, elfos de sangre, mag'hars, la lista seguía.

Y no estaba limpia de humanos, enanos, gnomos o cualquier raza de la Alianza.

Si debía relacionarlo con las pruebas anteriores, suponía que…

- ¿Esto tiene que ver con no haber defendido a mi ge… Manada? - Bwonsamdi habría levantado una ceja en respuesta, si tuviera al menos una, sin ninguna otra expresión en su rostro usualmente de bufón.

- ¿A quién importar lo que Gonk decir? Muerte - dijo sin un solo resquicio de humor en su voz, tanto así que a Jaina le pareció que la tormenta de Pa'ku era una lluvia de agua caliente en comparación. - no diferenciar entre manada y atacante. No diferenciar entre viejo y joven. Todo eso dar lo mismo. Bwonsamdi, loa de la muerte y todo, intentar evitar lo que pasar. Pedirle a Talanji cabeza de reina banshee. - suspiró pesadamente. - Pero ya ser tarde. Ya haber una deuda. - puso una sonrisa complicada y enigmática entre sus grandes colmillos. - Y deudas deber honrarse. - Jaina abrió la boca, y luego la cerró sin mediar palabra. - ¿Hola? - antes de que pudiera reaccionar, el fantasmagórico troll le dio unos golpecitos en la cabeza con sus dedos huesudos, y el áspero contacto hizo que la maga atinara a retroceder por reflejo, pero, por algún motivo, el gesto le infundió tanto miedo que no pudo moverse.

- No entiendo. - fue todo lo que logró decir.

Bwonsamdi entonces volvió a su porte divertido.

- Ustedes mortales siempre decir que no entender nada. - sentenció. - Necesitar un encontronazo con el buen viejo loa de muerte para momentáneamente valuar mejor lo que tener. -

Algo hizo contacto en la cabeza de Jaina entonces. Le estaba hablando de su casi muerte en Pandaria. La verdad sea dicha, no recordaba a Bwonsamdi de aquella experiencia. ¿Habían tenido una conversación?

- ¿Hicimos... ? - preguntó, repentinamente aterrada ante lo que se le ocurría.

El troll se giró en medio del aire, con una expresión divertida en el rostro, pero también con algo de ira, dándole la espalda a la hechicera, sólo para retorcerse, acercársele y casi clavarle sus colmillos en las mejillas.

- ¿Un pacto? - preguntó, amenazante, y, satisfecho con el grito ahogado de Jaina, se alejó. - No. - volvió a darle la espalda. - No interferir con humanos. Pero este tener que ver con ese tipo de cosa. -

Si el pacto del que le hablaba no era uno con él… Si no le debía nada a él, ¿a quién…?

Oh.

- Esto es sobre lo que le prometí a los fantasmas de Theramore, ¿no es cierto? -

El loa la miró sobre su hombro con un brillo mortal en las cuencas de los ojos.

- ¿Cómo ustedes humanos decir? ¿Bingo? - se giró más y Jaina pudo ver la sonrisa malvada que se había formado en su boca.

Se le heló la sangre. Creyó que tenía hipotermia.

Bwonsamdi estiró sus dedos de hueso hacia ella, y la mujer no hizo movimiento alguno, ni siquiera cuando tomó la solitaria trenza que le caía por el pecho.

- ¿Estás diciéndome que no puedo abandonar esa promesa? -

El troll empujó un dedo en su trenza, deshaciendo la punta. Jaina observó con cierto miedo cómo su trenza se aflojaba más y más mientras el huesudo dedo se retiraba.

- Un trato ser un trato. Una promesa no ser más que una forma de eso. - se alejó un poco flotando, dándole espacio. - Tú comenzar a hacer esa trenza cuando otro orco arrebatarte la oportunidad de vengarte. El momento de deshacer eso llegar ahora. - la sentencia cayó sobre Jaine como un balde de agua helada.

- ¿Cómo lo… ? -

- El viejo Bwonsamdi saber todo lo que tener que ver con la muerte. - dijo, impasible, prolongando la primer sílaba de todo tanto como pudo y moviendo la mano derecha delante suyo en un gesto abarcativo. - Y ahora que ni siquiera poder vengarte en las Shadowlands, estar más frustrada que nunca. Pa'ku prepararte para mí, humana. - algo en el tono del troll hizo que Jaina se aterrara, si eso era posible. - Ahora tú enfrentar tus fantasmas. Sólo los que querer reprochar algo, eso ser. -

Chasqueó los dedos, y ella cerró los ojos con fuerza en respuesta, previniéndose.

Jaina esperaba escuchar una oleada de gritos dirigidos a ella. O llantos, como en Torghast o Las Fauces. Pero lo único que escuchó fue el eco de un "detente". Despacio abrió los ojos y miró alrededor, sólo para seguir viendo nada más a Bwonsamdi.

En sus ojos había una mirada de entendimiento, como si supiera lo sorprendida que se hallaba la hechicera.

- No… Puede ser cierto. - murmuró, incapaz de creer la implicancia de los acontecimientos.

Bwonsamdi dejó, por primera vez, que sus pies toquen el suelo, y se irguió en toda su estatura. Le quitaba a la mujer unas siete u ocho cabezas de altura.

- Jaina Proudmoore. Los muertos tener suficiente. No desear verte continuar por este camino. - cerró sus manos. - Tú no tomar otro respiro hasta que aceptar esto. Honrar tu promesa. - quiso protestar, decir que no había hecho suficiente por los muertos de Theramore, que todavía creía que era su culpa, por muchas causas, entre ellas por ayudar a Thunder Bluff, por no hacerle caso a Rhonin y sólo perder la torre y unos pocos metros en lugar de toda la ciudad, pero nada salió de su garganta. - Bwonsamdi no poder decirte qué sentir. - dijo el troll mientras negaba con uno de sus dedos. - Pero Bwonsamdi poder asegurar que tú honrar promesa con muertos. - se sentó en el suelo delante de Jaina, viéndola todavía tratar de respirar, nada afectado por la visión de una persona ahogándose. - O morir mientras intentar. -

Comenzaba a faltarle el aire. Quería toser, pero no podía. Quería gritar, oxigenar su cerebro, aliviar el vacío que crecía en su interior, pero no había forma. Ni siquiera podía lanzar algún hechizo.

¿Cómo siquiera hacía lo que el loa le demandaba?

Se rindió. Dejó de intentar respirar. Tenía un escaso minuto para pensar cómo manifestar su exigencia, pero, la verdad sea dicha, no tenía idea de qué hacer. Se le empezaba a nublar la vista, así que, para no distraerse, cerró los ojos.

Pensó en cuando le cantó a las tumbas de Theramore antes de levantar un barco de las profundidades del océano y unirse a la guerra. Pensó en su madre dando aquel discurso acerca de cómo Daelin era un héroe y Jaina una traidora. En cómo se le había extendido luego un perdón.

Y recordó su promesa.

Kul Tiras no estará sola.

¿Cuándo había torcido tanto sus palabras al punto de creer que eso implicaba inherentemente una invasión preventiva a Zandalar?

Sin que ella lo supiera, Bwonsamdi sonrió.

Jaina entonces, mientras contaba los segundos que creía que le quedaban de conciencia, hizo un esfuerzo considerable por obligar a sus músculos faltos de oxígeno a ponerla de pie. Abrió los ojos, viendo oscuro en los bordes de su visión, con Bwonsamdi en el centro.

Sintió que estaba muriendo. Y creía… No, sabía… que el loa no movería un dedo por impedirlo.

Pensó en Thrall. En el futuro que la esperaba. Reafirmó frente a la muerte misma su convicción de abandonar su pasado.

- Si realmente dicen que fue suficiente… - esta vez pudo hablar, pero seguía sin poder tomar aire. Su visión se oscureció más. Se hizo doble. - Lo dejaré estar. - sintió que se le iba la conciencia, pero logró focalizar al loa. - Seguiré… - se tambaleó y casi se cayó, pero alcanzó a poner un pie delante suyo para detenerse. - Adelante… - y añadió con su último aliento. - Con mi vida. - no aguantó más.

Cayó casi de cabeza contra el duro y frío suelo de piedra y oro. Por unos segundos, permaneció allí tirada, con los ojos todavía abiertos, inmóvil, y le pareció sentir su alma desprenderse de su cuerpo. Casi le pareció ver un grupo de Kyrians aproximarse a llevarla con la Arbiter, y entonces hubo algo así como un parpadeo y se halló de vuelta en su cuerpo, con Bwonsamdi agitando la mano como en un gesto que uno le haría a un perro para ahuyentarlo.

- ¡Shu, shu! Entrometidos. - farfulló.

Jaina quiso hablar, preguntarle a quién gesticulaba, pero la garganta le escoció y tosió involuntariamente. Después de unos segundos de intentar usar sus cuerdas vocales, finalmente funcionaron de vuelta.

- ¿Qué…? ¿Quiénes son los… entrometidos? - peleó por pronunciar.

Bwonsamdi le restó importancia con un ademán falto de ganas.

- Nadie, humana. - la enfrentó. - ¡Pero ey! ¡Muy bien! - la felicitó como un buen bufón. - Muchos morir cuando mí obligarlos a terminar un juramento o soltar último aliento. Haber sido uno, dos, tres… - fue contando con sus dedos. - Cuatro, cinco, seis… Me perdí. - declaró, con las manos abiertas. - No tener más dedos. - adoptó una expresión acomplejada, y Jaina, aunque la broma era muy estúpida y básica, soltó una risita ahogada por su mano. - Je. Bwonsamdi no perder su toque. - declaró orgulloso.

Observó maravillada al loa de la muerte. Podía ser tan infantil que te hacía preguntarte si tenía idea de lo que representaba. Pero no había olvidado su comportamiento anterior. Entonces, se inclinó en su dirección, y el troll se dejó ver sorprendido.

Jaina no dijo nada más al respecto cuando se hubo enderezado, y se miró la trenza cuya punta seguía deshecha.

En silencio, y con cuidado, la deshizo totalmente frente a Bwonsamdi, que le otorgó una mirada de aprobación antes de indicarle con la mano que se dirija al altar que descansaba al final de la estancia.

- El último de nosotros, y el más nuevo, esperarte. A este tú conocerlo en vida, - le advirtió. - y no ser particularmente conocido por apreciar humanos. -

- Vol'jin. - adivinó la hechicera, y el troll afirmó con la cabeza.

- El pequeño troll convertirse en loa. Curiosamente, mantener su forma. Pocos de los que pasar por semillas de Ardenweald permanecer igual. -

La de cabellos cenicientos lo observó de reojo, pensando que él era uno de esos, pero no dijo nada. Simplemente tomó aire profundamente.

- Gracias, Bwonsamdi, loa de la muerte. La verdad sea dicha, pensaba muy bajo de ustedes los loa. He visto el error de mi creencia. Tanto tú, como Gonk, como Pa'ku, como Krag'wa, fueron capaces de sin meditación previa señalarme cosas que sabía, pero que… Ignoraba. O no ponía en práctica. - lo miró a los ojos una última vez, y volvió a sentir el frío de la muerte subirse por su espalda, pero, esta vez, no tembló ni retrocedió.

El troll fantasmal no dijo nada. Nada en absoluto. Sólo la miró fijo unos instantes antes de cabecear en dirección al altar y desaparecer por un portal oscuro que apareció a su alrededor sin ningún movimiento más de su parte, llevándose con él el frío anti natural que envolvía la cima del templo.

Ya en el Otro Lado, Bwonsamdi se acarició un colmillo con sus dedos ásperos.

- Un humano… Agradecerle a un loa. - chasqueó la lengua. - Qué tiempos más sin sentido. - pero se fue feliz en dirección a donde mantenía encerrado a Mueh'zala estos días.

Ese viejo deprimente no se arreglaría por su cuenta.

De vuelta en Dazar'alor, Jaina no estaba segura acerca de querer ser puesta a prueba por Vol'jin. El troll, lo sabía bien, ni apreciaba a los humanos, ni la apreciaba particularmente a ella. Sus encuentros siempre habían sido… Tensos, como mínimo.

Aun con ese desanimante pensamiento presente, avanzó hacia el altar.

Lo que sea que Vol'jin le dijera o le hiciera superar, lo enfrentaría. Por su futuro. Por el de Thrall. Por mantener en vista su horizonte y no volver a perderse ni alejarse de su manada.

Alcanzó la mesa de piedra labrada e instintivamente puso la mano sobre ella. El sol entonces pareció brillar más fuerte, el calor que desprendía se sintió crecer un poco en su retaguardia, como si quisiera quitarle el frío del encuentro anterior de encima.

- Jaina Froudmoore. - oyó la voz conocida del troll venir de su espalda. - Ser un tiemfo. -

La mujer se giró, y el sol le dio de lleno en la cara.

Allí estaba el fantasma, sin rastro de la herida horrenda que había tenido en el torso al morir, o del colmillo roto.

- Vol'jin. - contestó tan cordialmente como pudo, lo cual resultó, sorpresivamente, en un tono casi cálido.

- Mí ver que tú estar camfiando. - observó, ojeándola. - Thrall deber estar contento. -

Jaina bufó, pero no se ofendió por la burla en el tono del troll. Y entonces reparó en que no había sido mofa.

- ¿De qué estás hablando, Vol'jin? Sigo demacrada. Y canosa. No duermo en las noches, me despierto sudando y gritando. No que eso tenga solución. - miró a un costado. - Estoy enferma. Me siento mejor, sí, pero… Aun con las enseñanzas de los demás loa… No sé hasta dónde tengo remedio. -

El troll suspiró pesadamente.

- Tú ser la últiba fersona que yo esferar tener que decir esto. - caminó dentro de su campo de visión. - Con autodesfrecio y autocomfasión tú no ganar nada. Nada. - gesticuló con ambas manos en negación. - Ahora, en lugar de estar ahí lamentando, ¿qué deber tú estar haciendo? - extendió sus brazos en toda su longitud hacia los lados.

- No lo sé. - confesó. - No tengo idea de qué hacer después de esto. -

Vol'jin gruñó.

- Humana. - la agarró fuertemente de los hombros. - Vol'jin afreciar mucho a Thrall. Él ser orco muy esfecial. Siemfre fensar que no elegir comfañera forque querer tu comfañía. - la soltó y retrocedió unos pocos pasos. - Vol'jin sorfrenderse cuando él elegir una de la nada, pero tener razón. - se llevó las manos al pecho. - Él desear hechicera. - las bajó de nuevo. - Yo heredar fuerza de Rezan, loa de reyes. Fero yo no querer ser loa de reyes. Yo querer ser loa de verdad. - dobló sus rodillas, tomando la pose en la que solía estar mucho en vida. - Vol'jin… Entiende - se esforzó por conjugar el verbo. - ahora. Que mucho malestar… Fue… For Mueh'zala y no frecisamente, o solo, for humanos. Vol'jin no lamentar sus acciones. Vol'jin creer… Creía… - se corrigió. - En el momento, que ten… ía razón. Jaina Frou… Proudmoore, mismo caso. - miró al suelo.

- Vol'jin… - Jaina frunció el ceño, sus labios se torcieron en una mueca de rechazo, incapaz de creerle a sus oídos. Estaba estupefacta. El troll que alguna vez había sido motivo de cuentos de terror para niños en Stormwind estaba delante de ella diciendo esas palabras.

- Vol'jin querer ser loa de verdad. - repitió. - Así que emfezar for ti. - la señaló con un dedo largo y flaco. - Yo decir mi verdad. Ahora tú decir tuya. - demandó, sin gentileza alguna. - Según lo que haber afrendido. - dejó caer su mano un poco, ahora cerrada en un puño. - Tal como yo aceftar estar equivocado, tú también deber aceftar. Fasado no cambiar, - alargó el puño en dirección a la hechicera e hizo lo que nunca jamás había hecho en vida. Abrió su mano. - fero foder buscar mejor futuro. - no se esforzó por poner una sonrisa. No le gustaba estrechar la mano de un humano, y lo dejaba ver, fiel a su naturaleza. Pero también fiel a sus maneras, reconocía que los humanos ya no eran sus enemigos.

Jaina se preguntó, por un momento, si esto era realmente una prueba. Los demás loa habían tenido justificaciones para lo que intentaban ver en ella, o hacerle ver. Vol'jin, por otro lado…

Y entonces lo entendió.

Yo...

Habían puesto a Vol'jin como último juez como una forma de hacerla lidiar con lo que le habían enseñado. Fallar esta prueba, porque sí era una prueba, significaba no sólo que ella había fallado, sino que todos ellos habían fallado también.

Quiero tomar su mano, pero...

Había perdonado a Garrosh. Se había permitido parar su búsqueda de retribución. Había abrazado de nuevo la idea de no querer atacar sin más a la Horda.

¿Por qué no se sentía capaz de estrechar la mano que le ofrecían?

No tengo derecho.

Una lágrima amenazó con salírsele del ojo, y Vol'jin, al parecer, lo notó, porque movió ligeramente la cabeza y su mirada se agrandó apenas.

Jaina iba a limpiársela, pero se detuvo a medio camino y dejó caer su brazo. No evitó que la lágrima cayera por su mejilla hasta su mentón, y en silencio esperó a que se desprendiera y golpeara el suelo.

Pero si Vol'jin, de entre todos los que podrían estar delante de mí ahora mismo...

Sintió que el mero acto de permitirse esa solitaria lágrima frente a alguien que no era Thrall le quitó años de agotamiento y estrés de encima.

Vol'jin ya no era su enemigo. Nunca debió serlo, para empezar.

Está ofreciéndomela...

Cuando parpadeó y se irguió con renovada seguridad, ella, al igual que el troll, supo que la prueba estaba superada. Estiró su mano hasta detenerla al lado de la de Vol'jin, y, tras una afirmación, ambos se dieron un fuerte apretón, tras el cual él llevó su otra mano al hombro de la hechicera.

Puedo hacer el intento.

- Esta deber ser la frimera de muchas manos no humanas que tú volver a estrechar. -

Jaina volvió a asentir y se soltaron.

Quiso agradecerle, pero las palabras simplemente no subieron a su boca como con Bwonsamdi.

Vol'jin no notó esto, sin embargo, habiéndole dado la espalda tan pronto como la soltó.

- Esta ser última frueba. - le informó sin mirarla. - Todos estar de acuerdo, tú afrender. - guardó silencio un momento. La miró un momento por encima del hombro. - Cairne fedirme fasar mensaje. Tú deber cuidar Thrall. No imforta qué. Él ser tonto. Esta ser tu verdad. La que tú no querer decir. - y llevó su cara al frente otra vez.

La hechicera no pudo reaccionar. Lo que le dijo la desarmó más allá de lo que hubiera esperado. No había entablado realmente una amistad con Cairne Bloodhoof, pero lo apreciaba por lo que le había aportado al ex líder orco.

Solía creer que había sido liberador dar por verdadero que mi padre tenía razón.

- Adiós, Vol'jin. - lo saludó, decidiendo no hablar del viejo tauren. - Puede que no nos hayamos separado en los mejores términos, pero, por lo que sirve, así sea la nada misma… Cambiaré mis acciones de aquí en adelante. Intentaré… Ser tu primer estudiante como loa de la verdad. No puedo prometerte perfección, sin embargo. -

- Ferfección, innecesaria. Imfortar más intentar. Hasta otra. - fue todo lo que le respondió.

Pero, aunque esto me resulte más pesado, aunque me cueste mantenerme en pie de esta forma… Es lo que prefiero. Es como me siento mejor.

Cuando los pasos de Jaina dejaron de llegarle a los oídos, Bwonsamdi volvió a aparecerse a su lado. Juntos, la vieron caminar hacia la entrada del templo, sin mirar atrás.

Es como me siento… Yo.

- Entonces… - dijo el loa de la muerte. - ¿Con eso arreglar el desastre en que convertirse? - se rascó el oído. - Mí decir, ese Garrosh dejarla hecha un manojo de nervios. -

Vol'jin bufó.

- Arreglar sonar a que estar hablando de lanza rota. Aquí hablar de fersona, Bwon. Una que, además, - lo miró de reojo. - resfetarte honestamente aunque tú casi matarla. -

El troll flotante se rió por lo bajo.

- Cierto, cierto, tú disculpar a este viejo loa. Uno tender a perder sus modales con el tiempo. Pero no haber respondido. -

El antaño líder de tribu se sentó en el borde del balcón.

- Nosotros ofrecer dirección. Y dar emfujón. Nosotros mostrar que se fodía. - miró al cielo. - Resto, cosa de ella. -

- Mí sólo esperar que esa humana verdaderamente ser lo que Azeroth necesitar. -

- Lo es. - intervino Krag'wa apareciendo al otro lado del más nuevo de los loa.

- Yo también lo sentí. - Pa'ku apareció con Gonk echado en su espalda, manteniéndose a flote delante de él.

- Lo único malo e incorregible que veo en esa humana - continuó el sapo. - es que intenta proteger a demasiada gente. La avaricia que maneja es… De no creer. -

- Ni siquiera nosotros cinco juntos podríamos proteger el mundo entero. Y el puesto de Guardián hace mucho que no existe. - agregó el raptor.

- ¿Ser para tanto? - preguntó Bwonsamdi sin el más mínimo rastro de su característica mofa de bufón.

- ¿Al menos fuiste honesto durante tu prueba? -

La expresión del loa de la muerte se ensombreció.

- Sí. Pero esos muertos antes estar locos por venganza. Mí quitarles algo de memoria y dárselos a Reina del Invierno. - los demás asintieron, excepto Vol'jin, que lo miró cuestionante. - Tú no darme esa mirada, mí no mentir a humana, ahora ellos querer que ella parar. - se excusó.

- Quizás si sólo le interesara la mitad de Azeroth… - comenzó Krag'wa, respondiendo a la pregunta anterior de Bwonsamdi, pero fue interrumpido por un bufido bastante audible de Vol'jin.

- Con debido resfeto, comfadres del más allá, - se cruzó de brazos. - ustedes no estar en Árbol de Mundo aquella vez. Mí tampoco, no ver cómo ella y Thrall enfrentar Legión de Fuego junto a elfos, pero mi gente sí. Y ellos decir que ser una vista que impresionar. - se puso de pie de un salto, girando trescientos sesenta grados en el aire y cayendo una vez más sobre sus pues. - Mí ser nuevo, fero creerme. Juntos, foder hacer cualquier cosa, esos dos. -

- Antecesores te oigan. - cedió la conversación el loa sapo, mientras veía desvanecerse a Vol'jin.

- O no. - terció Bwonsamdi, de vuelta en sus ánimos de siempre. - Ustedes saber, Mueh'zala ser bastardo y eso. -

Los demás loa suspiraron resignados en respuesta.

- El nuevo se ve prometedor. - cedió Pa'ku. - Pero puede que demasiado benevolente. Mira que pedir que su primer sujeto sea un humano… -

- A mí la humana me cayó bien. Se veía sincera. Y superó todo cuanto pusimos delante suyo. Creo, incluso, que mis palabras la afectaron. - Gonk rascó la espalda de Pa'ku con intención de molestarla. - Dale una oportunidad. -


N/A: esta conversación entre los loa al final no es para hacer un foreshadowing de nada grave por venir, sino simplemente remarcar el que Jaina supo ser, y debería volver a ser, una de los defensores de Azeroth. Aclaro que, desde mi perspectiva, además, todo esto de los loa "ayudando" a Jaina, fue más por probar a Vol'jin que por querer darle calma a ella.