Parte III

Agosto 1815 - Marzo 1817

A causa de la muerte de su esposo, Elizabeth heredó la casa donde vivían en Londres, e invitó a la Sra. Barton - a quién quería mucho - a que viviera con ella y la pequeña Rose. La Sra. Barton encantada aceptó la invitación ya que tenía una excelente relación con su hija política y adoraba a la pequeña Lizzy-Rose como si fuera su nieta. La Sra. Shaw como su esposo también murió en la guerra, se quedó a vivir con ellas y ayudaba a cuidar a la pequeña Rose.

Durante el primer año de luto, las dos damas pasaron la mayoría de tiempo en la casa. No tenían deseos de hacer ni de recibir visitas. La única excepción eran los Gardiner, con quién Lizzy tenía una muy estrecha relación.

Dos meses después que terminó el año de luto, a sugerencia de sus tíos e incluso de la Sra. Barton comenzó a asistir a reuniones en casa de los Gardiner y de otros conocidos. A partir de ese entonces al menos dos veces a la semana Lizzy iba a tomar el té con su tía Gardiner, e incluso había invitado a sus tíos y otros conocidos a cenar a su casa en varias ocasiones.

A pesar que Lizzy ya no tenía el mismo brillo de alegría en los ojos de antaño, y su aspecto era serio e incluso melancólico, seguía siendo una joven muy bonita que despertaba fácilmente el interés en los caballeros. Uno de los más insistentes que estaba realmente interesado en ella, e incluso enamorado, era el Sr. Thorne.

El Sr. Thorne era el hijo mayor de un amigo de su tía Gardiner que se había casado joven. Tenía cinco años más que Lizzy, era abogado, y trabajaba en una de las principales firmas de Londres. Tenía un ingreso de 400 libras al año y había heredado 5000 libras cuando su madre murió. Era un hombre inteligente, muy amable, que demostraba mucho interés en Elizabeth. Pero para su mala fortuna, ese interés no era correspondido.

Abril 1817

"Elizabeth, el Sr. Thorne es un buen hombre, y podría ser un buen padre para Rose… Sé que quisiste mucho a mi hijo, pero ya hace casi dos años que murió. Es hora que rehagas tu vida"

"Marianne, no pongo en duda que el Sr. Thorne es un buen hombre y de sus excelentes cualidades, pero por el momento no tengo interés en volver a casarme." Suspiró, "Además, ¿qué pasaría si me caso nuevamente, y muero al tener un hijo? ¿Qué sería de la vida de Rose? No puedo correr ese riesgo."

La Sra. Barton asintió levemente, "No voy a negarte que hay mujeres que no sobreviven al parto, eso tu ya lo sabes bien, pero en la mayoría de casos no hay complicaciones y la mujer se recupera al muy poco tiempo. Yo tuve tres hijos, y me recuperé sin ningún problema." Le apretó suavemente la mano, "Lo que pasó con tu hermana fue una desgracia, pero tienes que tener en cuenta que ella no gozaba de buena salud. Tu situación es muy distinta a la de ella."

"Sé que es muy distinta, Jane nunca terminó de recuperarse del incendio…" respiró hondo, ya que a pesar del tiempo que había pasado, aún le costaba mucho hablar sobre su hermana sin llorar, "Pero no quiero correr el riesgo de dejar sola a Rose."

"¿Es ese realmente el motivo por el cual rechazaste al Sr. Thorne? ¿O hay otro motivo?"

"En parte es eso y en parte es porque no siento por él lo que sentía por Patrick… En el pasado no quise tener un matrimonio por conveniencia; y después de tener un matrimonio por amor estoy aún menos dispuesta. Por suerte tengo dinero para llevar una vida confortable, y Rose tiene una buena dote que juntas estamos aumentándola." Con una sonrisa, agregó, "Si seguimos ahorrando como en los últimos años, cuando cumpla 21, va a tener una dote de al menos 30.000 libras."

Las dos damas se rieron, aunque esperaban que la dote de Lizzy-Rose fuera al menos 20.000 libras en unos diez años.

Ese día en particular, Elizabeth iba a ir con su suegra a la fiesta aniversario del Coronel Spencer y su esposa a los que conocía desde que se casó con Patrick. Enseguida entabló amistad con la Sra. Spencer ya que las dos tenían muchas cosas en común: ambas tenían edades similares, eran hijas de caballeros de menor rango, se habían casado con coroneles, y lamentablemente ambas eran huérfanas.

Por su parte Patrick Barton, varios años atrás, le había salvado la vida al Coronel Spencer, cuando ambos eran capitanes y vivían en América. Esas deudas de gratitud son muy difíciles de olvidar y de pagar, por eso, cuando el Coronel Spencer volvió del continente tomó como deber velar por el bienestar de la Sra. Barton. La tarea era más sencilla de lo que pensaba, ya que la dama era muy sensata, no necesitaba ayuda económica, y además era amiga de su esposa.

A las 6:30 PM, Elizabeth y su suegra se fueron a la casa de los Spencer. No tenía forma de saberlo, y quizás si alguien se lo hubiese advertido, habría evitado ir a esa fiesta... pero contra el destino no es mucho lo que se puede hacer, y esa noche fue el comienzo de una nueva etapa en la vida de Elizabeth...