Cuanto tiempo ha pasado mis estimadas lectoras. Debo varios agradecimientos, a La fickería, una página de Facebook que me hizo volver a escribir por aquí, a Gabriela Ibarra mi querida amiga y beta reader por darse un tiempo y corregir mis textos, además, como siempre por la ilustración que es fundamental para cada cuento. Como siempre quedó precioso!

Segundo Ya estoy a mitad del cuento de año nuevo. Se que debo las continuaciones las tengo en la mira. Tengo muchas cosas por ahí, nunca he dejado de escribir y creo que ha cambiado un poco mi perspectiva sobre los textos, espero que para bien.

Gracias a Lita por la idea de este cuento, siempre me inspiran tus Peters.

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Me sentí tan nostálgico esa navidad, la tía Matsuda sacó un centenar de fotografías para esas fechas. No tenía tantas ganas de celebrar, pero me habían obligado a asistir con Morinaga… Como un largo suspiro vi a ese hombre ayudar a las mujeres a cocinar y hacer cada paso para la cena navideña que a mí me resultaba un poco tonta. Para empezar, no era una fecha festiva que se celebrara realmente en nuestro país, sin embargo, ellos insistieron que debíamos celebrar todos juntos sobre todo porque vendrían esas personas. Con "esas personas" me refería a Isogai y el marido idiota de mi querido hermano Tomoe. El único que realmente debía venir a celebrar era él, pero insistió en traer a ese par de lastres que en realidad a mí me resultaban tan molestos. Y luego estaba mi acomedido pero torpe asistente que, si de por sí en el laboratorio echó a perder dos pruebas atrasando más el trabajo, pues parecía decidido a implementar nuevo marcador de cubiertos tirados al suelo... manos de mantequilla. Me sentí un tanto aburrido ese día, me pusieron a colocar cada adorno bobo en el árbol y era una labor tan tediosa al inicio, hasta que descubrí el sentido a darle un poco de matemática a todo, el ángulo perfecto, la distancia entre los focos. Saqué una cinta métrica y comencé a hacer las evaluaciones multiplicando el número de los adornos y el espacio en un sentido tridimensional en una recta con más ejes. Para cuando casi terminé, los demás me miraban desde la sala y ninguno de ellos me interrumpió hasta que la tía gritó desde la cocina:

— ¡Chicos a comer!

Me moría de hambre luego de hacer tantos cálculos y más cálculos, justamente me faltaban todavía algunos adornos por colocar, así que en una mirada retadora observé a mi hermana pequeña y por supuesto a Morinaga. Supieron lo que yo quería decirles sin que lo dijera; campante por mi éxito me senté a la mesa y de pronto llegaron los intrusos y mi hermano pequeño. Lo jalé del brazo para apartarlo de los demás y sin saludarlos lo senté a la mesa de mi lado, quitando el lugar de Morinaga. Lo que no preví fue tener a Isogai que se sentó a mi otro lado con esa sonrisa socarrona y molesta que me hizo gruñirle:

— No te atrevas a molestarme…

Casi solté un bufido a lo que su respuesta fue tan increíblemente fastidiosa sujetando mis mejillas:

— Veo que trajiste a tu… "asistente".

Esa aterradora amenaza de soltar el secreto más grande que tenía guardado para enterrarlo en mi lápida. Lo peor de todo agrandando mi martirio, estaba ese asistente invitado y extra, se sentó al lado de Isogai con el peor semblante que me causó escalofríos y desagrado sin que me dijera nada. Ese odioso efecto de verle enfadado me puso de nervios, pues aunque siempre tenía ésa bonachona y boba sonrisa afable, sabía que detrás del llamado "ángel-kun" se escondía un demonio cuando se lo proponía, Morinaga estaba tan molesto que casi ni tocó su cena por estar a la defensiva. Le jaló una oreja a Isogai para que no me siguiera diciendo nada y al menos servía de algo. Kurokawa por su parte se sentó frente a nosotros en aquella mesa con mi hermana y la tía a sus lados. Con una tímida mirada a mi hermano que me hacía notar que era realmente un tipo tan ridículo, que no entendí que cosa podía ver mi hermano en él. Tal vez debía dejarlo viudo, si, puesto que se habían casado contra mis designios.

La cena transcurrió como normalmente pasan esos eventos y fuera de casa había una tormenta de nieve tan intensa que el frío comenzó a sentirse y nos obligó a todos a prender la chimenea y sentarnos frente a ella. En el mismo orden anterior, con Tomoe e Isogai a mis lados a lo que me resigné si deseaba mantener la virtud de mi hermano a salvo. Aunque bien sabía que él seguramente hacía cosas indebidas con ese malnacido… Y contuve mi ira diciendo en voz alta:

— maldito seas Kurokawa…

Ante mis palabras la tía llegó con chocolate caliente evitando que se armara la guerra con Isogai y Morinaga a la cabeza junto conmigo. Tomó aquellas cajas que yo tenía pesar en mirar y las puso en el suelo comenzando a sacar fotografías para llenar el ambiente y a todos con la misma sensación de melancolía. Tal vez sólo yo lo veía así porque empezaron las risas, más risas de parte de todos cuando era mi orgullo el que estaban exponiendo ahí. Las fotos de mi persona en distintos escenarios tan vergonzosos que harían que cualquiera arrojara al fuego aquellos recuerdos tan ridículos. Por más que fue mi intensión hacerlo, sólo logré regar todas las fotos por el suelo y conseguir que cayera sobre mi una vieja foto de mamá conmigo, Tomoe y Kanako en brazos siendo una bebé. Esa antigua foto cuando habíamos ido a visitar el templo con mi hermana pequeña por primera vez.

Mi enfado se disipó un poco mientras la tía comenzó a narrar lo que ella recordaba de ese día y de ahí empezaron las dudas de mi hermana pequeña sobre mamá y cada una de las fotos que mi padre le había tomado, ella sola y con Tomoe y yo. Con kanako había muy pocas pues murió con ella de algunos pocos meses. Miré a Morinaga con esos ojos de cachorro herido, podía apostar que había unas lágrimas incipientes en sus ojos al escuchar cada una de las historias y no pude evitar preguntarme cómo sería el presentarle a mamá a ese idiota. Me pregunté lo que ella hubiera dicho si supiera que … él y yo… Ni siquiera podía pensar claramente cuando mi hermano había escapado con Kurokawa a ayudar a la tía a lavar los trastos. Isogai estaba en la entrada de la cocina con esa mirada retadora a ver si yo me atrevía a molestarlos ahí. Decidí no hacer nada y mi recompensa fue tener a ese pulpo fastidioso ahí sentado a mi lado sonriendo como idiota con mis fotografías.

— Deja esas mal.. esas fotos en la caja ahora…

Resoplé molesto sin poder decir nada, puesto que la tía me miró sonriente y no podía ser grosero con ella.

— Me hubiera gustado tener una familia así… una madre así

Esas palabras lastimeras de Morinaga que me hicieron darle una palmada en la espalda. Hasta yo mismo podía tener un lado que odiaba que sacaran de mi, puesto que me obligó a decir:

— Era una mamá única, su sonrisa podía curar cualquier mal.

Eso era lo que recordaba de ella, que siempre sabía cómo hacerme sentir bien a pesar de haberme caído o de enfermar, incluso de que papá no estuviera mucho con nosotros por su trabajo. De pronto sus ojos verdes que se dirigieron a mí me hicieron temblar las rodillas, era como si me hipnotizara y yo deseara realmente algo, que debía simplemente ser una maldita broma. Esas ganas de besarlo se esfumaron cuando escuché unas risas en la cocina donde Tomoe lavaba los trastos y me levanté hasta que al tratar de ir tras ellos un grito en la sala me sacó de mis pensamientos. Morinaga había sucumbido en la sala. De inmediato me olvidé de los demás y corrí hasta él.

— Tiene mucha fiebre, no entiendo como no fue a recostarse hace rato cuando le dijimos. Pensé que la fiebre se le había quitado.

¿Fiebre? ¿Acostarse? ¡Un momento! ¿Qué me perdí? ¿A qué hora se enfermó Morinaga? Me pasó por la mente todas ésas preguntas ya que con tanto revuelo no podía explicarme cómo no noté algo en mi asistente. Mi tía dio un largo suspiro y yo no sabía porque estaba así. No entendí en qué momento él podía tener fiebre o la razón de eso.

— ¿Tía de qué está enfermo?

Mi tía mientras veía como Isogai y Kurokawa lo levantaron me explicó:

— Es porque está enfermo del estómago, por eso no ha comido nada y sólo un poco de medicina para sentirse mejor. Pero estoy preocupada ¿y si es apendicitis?

Lo primero que pensé fue en llevarlo al hospital, pero al abrir la puerta había tanta nieve que sería imposible hacerlo o traer una ambulancia.

— No señora Matsuda, no estoy tan mal, sólo es que no he comido bien los días pasados y la infección es por comer algo rápido fuera del laboratorio que me ha hecho mal.

Caminó con esa mirada agotada, ahora entendía el desgano suyo, a pesar de eso había ayudado con todo para la cena. El por qué era algo obvio, y me molestó que fuera así. Quité a los demás y subí con él ayudándole. De camino a mi habitación donde lo acomodaría estaba genuinamente preocupado, la tía había dicho que tomó medicina y además cosas para la fiebre, pero si no había cedido todavía, era que tal vez podría ser apendicitis, no era médico y a pesar de eso al instalarlo comencé a buscar en el móvil los síntomas de esa enfermedad; los cuales él tenía. Aunque debía admitir que una gastroenteritis también daba síntomas similares, junto con salmonela y otras. Debía esperar a la mañana para llevarlo al médico y cuando se recostó en la cama agotado, tenía esa angustia de verle enfermo. No obstante, no demostré nada, incluso cuando la tía trajo el agua fresca y unas compresas.

— Si su fiebre sube a más de cuarenta, alguien tendrá que ir por un doctor con urgencia, debes vigilarlo y tomar su temperatura. Por si las dudas pondré la tina con agua tibia.

Me dijo en voz baja poniendo luego una compresa en su frente y se fue. Yo tenía que cuidar de mi hermano, pero algo en su estado me tenía realmente angustiado, si tenía apendicitis podría morir sin atención médica oportuna. Había sido tan egoísta que no había notado su enfermedad. Simplemente me senté resignado a su lado en una silla. Mi propia cama estaba siendo ocupada, bien podría acostarme a su lado, pero no lo hice.

— Sempai… no tienes que quedarte, puedes ir abajo con los demás, se que te mueres por ir con tu familia y tu hermano, sobre todo. Es navidad, ve con ellos, yo sólo tengo una infección leve.

Esa voz lastimera y chantajista que me dominaba. Tantas fotografías me habían dejado sensible en temas de salud. Me habían hecho recordar la enfermedad de mamá tan abrupta como su muerte.

— basta idiota, no necesito estar con los demás, ni siquiera me agradan esos dos tipos, mi hermano tendrá que esperar y más tarde bajaré a vigilarlos.

Refunfuñé metiéndome en una lectura de una revista electrónica cuando me interrumpió de nuevo.

— ya estoy mejor sempai no tienes que quedarte en serio.

Le di un pequeño golpe en la frente y retiré la compresa caliente para meterla al agua fresca y ponerla de vuelta en su frente.

— silencio … no quiero escuchar más excusas, ni quejas hasta que no baje tu fiebre me quedaré aquí a vigilarte, porque sé que eres un idiota y si te pones mal nadie va a darse cuenta.

Sin duda aquella noche estaba portándome demasiado consecuente, todo seguramente como parte de aquella fecha cursi de la que todo mundo hablaba esos días. Más que nada, él no se veía como siempre, ya antes lo había visto con gripe y … ¿si la tía tenía razón y necesitaba una operación? Pasaron algunas horas y cuando su fiebre bajó me recosté a su lado luego de tomar un poco de café caliente para ese helado frío. Mi hermano y el tipo ese que era su "esposo" se quedaron a dormir en colchonetas cerca del fuego de la chimenea por petición mía y si Isogai servía de algo era para hacer mal tercio. Al menos eso quise creer al volver con el idiota. Me recosté en la cama a su lado y entonces estaba tan agotado que me quedé dormido…

No tenía idea porque el lugar parecía tan brillante, escuché una voz familiar y la reconocí al instante. Mi mamá era la que me llamaba, de alguna forma supe que era un sueño pero me dejé llevar. Al dar unos pasos era un niño de nuevo y al llegar donde ella la abracé.

— ¡Mamá!

Pero no era el único, estaba mi hermano Tomoe, Kanako y también Morinaga, pero todos teníamos la misma edad, todos niños de unos siete años quizá. Mi madre nos dio un beso a cada uno en la frente y servía la cena en la mesa.

— Cuando terminen de cenar podrán abrir sus regalos de navidad.

Nos dijo en ese tono tan amable y dulce que ella solía usar, no podía mirar bien su rostro, era como forzar mi cabeza hasta que lo recordé, estaba como en las fotografías. Era casi como esas historias navideñas donde un espíritu de la navidad te llevaba a las navidades pasadas. Pero aquello era distinto, Morinaga estaba ahí conmigo y mis hermanos. A pesar de mis dudas, me sentí tan feliz, era tan grato estar con ella sabiendo que ya no existía más. El mejor sueño del mundo y por supuesto con cosas raras que parecían tener sentido al estar ahí.

Mientras tomaba aquellos alimentos, todos eran mis favoritos, ella me dirigió la mirada con una sonrisa diciendo:

— ¿Y bien hijo… no tienes algo que decirme sobre él?

Al mirarla y escuchar esa pregunta me sentí nueva cuenta como un hombre, bastó que mirara mis manos y la mesa se hizo pequeña, pues ya había vuelto a ser un adulto. Además de mi de reojo noté que todos ahí, menos mi hermana que seguía siendo igual que siempre habían crecido. Miré a Morinaga y fingí demencia.

— Es mi asistente mamá.

Ella paciente y sonriente se acercó a ambos, ya no estábamos en la mesa y sólo él y yo sentados en un sofá de la sala con ella frente a ambos sobre la mesita frente a al sofá. Así eran los sueños tan dispersos que podías ir y venir a distintos lugares sin sentirte extraño o ajeno.

— No tengas miedo mi pequeño. ¿Lo quieres mucho no es así?

Sentí que los colores se me subían al rostro y él se recargó sobre mi hombro de forma cariñosa sujetando mi brazo, yo quería despegarlo de ahí y correr, debía escapar de mamá, pero estaba atado ahí a la mesa de alguna forma, no había cadenas ni nada, a pesar de eso mi cuerpo estaba pesado.

— Mamá… Pero yo … él y yo somos compañeros de trabajo… Bueno ya no somos eso, pero…

Mamá negó un poco y tomó una de mis manos, me abrazó con suma ternura y mientras lo hizo, cerré un poco mis ojos y ahí estábamos ahora en mi habitación. Morinaga inerte e inmóvil en la cama. Mamá tocó mi hombro y dijo nuevamente.

— vas a esperar a perderlo? Pensé mal cuando creí que te hacía feliz. Está enfermo y debes protegerlo, decirle que lo amas o tan sólo decirle que lo necesitas y que te hace feliz. Yo sé que eres feliz con él. Dale un beso para que despierte, no dejes que muera.

No supe qué decir ya no era un niño Morinaga, de hecho estábamos en mi cuarto y él seguía recostado en mi cama con mal semblante, no era como si entendiera todo claramente. En ése momento, la razón y la lógica me habían abandonado al verlo ahí tan pálido y tieso ¿Estaba muerto? N …no ¡No podía ser! Tiene que ser un error que esté muerto así de pronto, sentí como si me hubieran clavado al suelo, no quería parpadear por temor a que ésta vez despertara y estuviera en el cementerio... no quería perderle de vista ni mucho menos dejarlo por miedo a tal desgarrador escenario. Por alguna razón escuché a mamá y cuando besé sus labios él abrió sus ojos y me jaló a abrazarlo.

— gracias por salvarme sempai, no tenías que llorar por mí.

Puso sus manos en mi rostro y limpió unas lágrimas que estaban ahí, las cuales por supuesto iba a rehusar que existieran. Entonces ahí estaba de nuevo mamá sentada frente a nosotros en la cama.

— Mi pequeño Sou-chan dile a Tomoe que él era el corazón de la familia, ese que sigue sus sueños hasta el final. Dile a Kana, que cuando se sienta triste porque no me conoció, siempre que ella se vea al espejo es mi viva imagen y por eso estoy con ella en su corazón. De ti hijo… estoy orgullosa, más que nadie en el mundo. Te hiciste cargo de tus hermanos y les ayudaste a seguir sus sueños, es hora que abras tu corazón al amor, porque no vas a perderlo todavía te lo aseguro, pero un día partirá igual que tu e igual que todos. Es un ángel que el destino puso en tu camino y que te hace feliz, así que debes decirle esas cosas que podrías arrepentirte de no decir como conmigo. Cosas que yo siempre supe, pero que te quedaste con ganas de decirme. Mi niño el más sensible de todos, maduraste a prisa, ahora déjate llevar. Cuida mucho a la familia y a tu padre dile que amo esas lindas flores blancas que me lleva.

Sentí su despedida, un duelo y añoranza, su ternura que me abandonaba y ese helado beso en mi frente. Yo lloraba de nuevo, todo se hacía oscuro y de pronto abrí los ojos. Esta vez había despertado al fin, esa sensación de haber dormido me cubrió cuando sentí esa mirada pesada que me observaba entre la oscuridad de la habitación. Giré mi rostro y sus ojos verdes se cerraron fingiendo que dormía.

— Se que estás despierto… tsk! … ya te sientes mejor?

Mascullé aquellas palabras sintiendo alivio en el pecho y limpié las lágrimas que eran reales y que estaban en mi rostro. De pronto volvió a abrir sus ojos y sonrió triste.

— Perdóname sempai, no recuerdo haber llegado a tu cama, ya estoy bien, iré a la sala, dormiré en el sofá.

Casi podía escuchar las palabras de mi madre en mi cabeza retumbar, claro que yo dije tantas veces en su tumba que hubiera deseado decirle cuanto la amaba. Pero estaba enojado con ella por enfermar y no estar conmigo, era un niñato egoísta, que se había arrepentido de no despedirse de su madre. Morinaga … era tan importante que sólo lo abracé.

— Silencio y duerme idiota que mañana es navidad.

Sentí sus latidos fuertes que se emocionaban, mi rostro se había pegado a su pecho y su respiración agitada soplaba sobre mi cabello.

— Gracias por cuidarme, no quería ser una molestia para ti… Te amo tanto sempai.

Lo abracé más fuerte, sólo respondí suavemente y arrastrando las palabras. Estaba extraño, casi podía oler ese suave perfume de mi madre cuando ella me había abrazado. Respondí sin querer, algo que tal vez sólo pensaba.

— Yo a ti…

Dije aquella frase y tardé un poco en decir más, porque lo estreché más fuerte para que no me mirara. Entonces no había pensado correctamente mi respuesta, seguía medio dormido. Así que corregí:

— Yo a ti te golpearé si no te callas y duermes ….

De todas formas, se logró separar de mi para besar mi rostro de manera tan efusiva y molesta, sus besos cariñosos que me hicieron notar que yo tenía eso que mamá había dicho. Realmente era feliz. Entre besos nos quedamos dormidos. Su fiebre había pasado y al parecer sólo tenía una infección bastante fuerte y un descuido en su salud por trabajar demasiado sin comer o dormir adecuadamente.

Entre sus brazos cálidos me estrechó en silencio, claro que le escuché lloriquear como un bobo, no era como que hubiera dicho algo importante, sólo no estaba pensando claramente, de todas formas no dije más y me sentí agradecido que él estuviera sano y fuerte. Además ese sueño me había dejado extraño tan frágil en el interior que no quería olvidarlo. Ahí oliendo el aroma de su cuerpo me quedé dormido para no volver a soñar o no recordar el sueño. Apenas abrí los ojos no había nadie en la cama pero estaba la marca de su cuerpo en ella, había uno que otro cabello azulado en la almohada y suspiré acomodando mi cuello. Tan tranquilo y a la vez nostálgico. En pijama llegué al comedor para ver a todos tomando el desayuno.

— mmm buenos días…

La primera en recibirme como una segunda madre era ella, mi querida tía que de inmediato me hizo un lugar al lado de un mejorado asistente que comía algo y no tenía los ojos tan cansados. Miré con recelo a Tomoe al lado del par de idiotas y fingí que no me molestaba, sólo me senté entre Morinaga y Kanako. La tía a la cabeza de la mesa hablando con una amplia sonrisa a todos.

— Sou-chan buenos días, al parecer me equivoqué y Morinaga ya está mucho mejor. ¿La medicina te hizo efecto no? Procura no comer demasiado por favor, no queremos que te sientas mal de nuevo.

— Si señora Matsuda prometo no enfermar de nuevo, sólo que su cocina es la mejor que hay.

Le respondió él en un tono amable haciendo a un lado su plato para sonreír a todos, con ese brillo en sus ojos que era tan familiar para mi desde hacía años. Entonces mientras terminaba mi plato, recordé las palabras de mamá y no sabía como decirles esas cosas a mis hermanos. Tal vez no era bueno decir cosas que venían de un sueño, después de todo los sueños eran simplemente los deseos más profundos del mismo corazón. De pronto tocaron a la puerta y mi hermana corrió a abrir pues era un día tan helado que la nieve había cubierto el panorama, al menos eso se veía por las ventanas. El que estuviera ahí, estaría congelado y seguro a pasos lentos apenas habría podido llegar al pórtico. Todos enmudecimos al escuchar esa voz.

— Ho, ho, ho! Feliz navidad

La voz de mi padre que venía en un enorme abrigo rojo y un sombrero con un cascabel. Traía a su espalda un saco con cosas. Vaya cursilerías, esta familia ya se había llenado de tradiciones sinsentido. De todas maneras nos levantamos a recibirlo, se sentó frente al fuego luego de recibir los abrazos de Kana y Tomoe. Por mi parte le di una palmada en la espalda y renegué.

—Te arriesgaste demasiado en llegar aquí padre, debiste esperar, me sorprende que no te perdieras…

Refunfuñé luego de expresar eso y una risita baja de Morinaga me hizo darle un pequeño golpe en la cabeza sin fuerza.

— ¡Auch sempai! ¿Es sólo que es un lindo regalo de navidad tener a tu familia reunida no lo crees?

Nadie nos prestaba atención porque todos estaban viendo lo que padre hacía, sacaba muchos paquetes de su costal, cosas simples. Una yukata para la tía, había un vestido para Kanako, un álbum de fotos vacío para Tomoe y su esposo. Además había regalos que no esperaba, para todos los invitados había un suéter navideño de esos que se vendían en cualquier sitio. Morinaga se sintió incluso feliz, tan feliz que podía ver en sus ojos esas lágrimas incipientes que se formaron en las orillas de sus ojos. Entonces sacó un paquete para mi y al abrirlo había una fotografía de Morinaga conmigo.

— ¡Cómo rayos conseguiste esto!

Tenía ganas de arrojarla al suelo, no era ningún marica para que papá pensara eso. Pero interrumpió mi enfado la tía Matsuda.

— Sou-chan nosotras le dimos esa foto porque sabemos que es tu mejor amigo. Kana- chan la editó para que quedaran bien juntos como buenos amigos que son.

Expresó la tía un tanto preocupada por mi reacción, así que decidí intentar no hacer más alboroto y me senté en la sala, tan cerca de mi idiota asistente que no paraba de sonreír. Entonces papá se sentó nuevamente en el suelo cerca de la chimenea para recuperar su calor y nos miró a todos tomando la bebida caliente que la tía le entregó.

— Sentí que debía venir hoy, los extrañé mucho, en las excavaciones dijeron que celebrarían la navidad y pensé en que debía hacer lo mismo. Quería darles algo especial y recordarles que ustedes son todo lo que imaginamos Hanako y yo. Nuestra Kana que es su viva imagen, Tomoe que es el más tierno de nuestros niños y el que lleva mi espíritu aventurero. Y tu hijo que eres la cabeza de esta familia, estoy orgulloso de todos ustedes, pensé decirles esto antes de que el tiempo pase y no tenga la oportunidad.

Sentí tan extraño, con esa fotografía en mis manos recordé las palabras de mamá que eran las mismas de mi padre, contuve las emociones hasta que vi salir a Morinaga de la habitación y lo seguí. De espaldas tuve el impulso de abrazarlo, pero lo contuve.

— ¿Lo ves? Si te hace daño el estar cerca de todos, porque en tu familia eran unos cabezas huecas debimos quedarnos en el departamento.

No se me ocurrió una forma mejor de animarlo, pero entonces tenía esa fotografía. Me paré a su lado ahí donde él miraba por la ventana y le acerqué la fotografía nuestra.

— Feliz navidad Morinaga.

Levanté la vista y tenía una sonrisa triste que de pronto me miró a mi tomando la fotografía en su mano.

— No los necesito, sólo a ti.

Su mano suave tomó mi rostro y cerré los ojos para recibir sus labios, un beso discreto, tan tierno y a la vez algo salado, puesto que podía sentir el sabor de las lágrimas en él. Pero no me quité de ahí, sólo esperé hacer que sus recuerdos dejaran de doler, como los míos. Quería decir tantas cosas que no podía, esas que él expresaba por mi. Por algo yo estaba con él, su perseverancia era la más grande que había conocido, sólo la mía estaba a su altura.

Volví a la realidad cuando escuchaba los murmullos de los demás en la sala y aclaré la garganta mirando sus ojos grandes y verdes.

— vamos ahí que debes escuchar las historias de mi padre, algunas no son tan bobas.

Dije aquello intentando cortar el ambiente tan extrañamente sentimental que había en el lugar, entre nosotros. Ese que no podía terminar del todo a pesar de mis intentos de asesinar a mi cuñado y de ser detenido por Isogai que a la vez era maltratado por Morinaga. La familia era un fastidio, pero también tenía esa paz tan grande que llenaba algo dentro del corazón, que no sabía que yo necesitara. Una sensación parecida la que se daba entre ambos en la habitación a solas, tan juntos…

FIN

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Qué les pareció! Ahí no acaba todo, oigan! Yo lloré un poquito cuando escribí el discurso de la mamá, la mía es así de dulce como la del cuento y afortunadamente la tengo conmigo, así que siempre me inspiro en ella. Nos vemos pronto, se los prometo!