Brisa de mar


Capitulo 3


Shoto viste un yukata en tonos grises con estampados tenues de flores. Bastante sobrio, como todas las prendas que le envía Tenya de regalo. Usualmente, guardar sus regalos para ocasiones especiales, que se pueden resumir en las contadas visitas que su prometido ha tenido. Como lo hizo el año pasado, en las vacaciones de invierno.

Sin embargo, esta ocasión tiene algo de especial, pues es una cita, aunque nadie le haya puesto ese título como tal, y Shoto no ha tenido una antes. Al menos no como esa, como el resto de personas, solo de dos. Las citas que ha tenido con Tenya, cuando vivía ahí y cuando ha venido de visita, siempre han sido bajo vigilancia de un familiar o bien, dentro de casa.

Jamás a solas.

Termina de atar el obi, elegido de un tono más claro que su yukata. Se mira al espejo, no es nada llamativo, pero sus prendas se ven a juego y perfectamente colocada. Quizás demasiado perfectas para solo ir a ver a "Izuku".

Suspira, repitiendo en su mente la cuartada que dirá al regreso. Porque a Fuyumi le encanta hablar durante la cena y es casi seguro que indagara en los sucesos de su día.

Finaliza aplicándose un poco de perfume, otro regalo de su prometido. Una fragancia francesa, costosa y de aroma delicioso.

Su madre y hermana están en el jardín viendo las flores cuando sale de casa a hurtadillas. Mantiene el estado de alerta aun caminando por la calle. Su padre ha salido a ver sus cosechas al campo, pero podría volver en cualquier momento y si bien, no está haciendo nada malo, la consciencia puede traicionarle.

Porque los omegas no mienten y su lengua puede traicionarle.

Camina alerta, observando a todos lados. El lugar que Inasa le ha indicado, es en el bosque cercano, a mitad de camino bajando la colina. Un lugar calmado en donde hay un lago, recuerda haber jugado con Izuku ahí cuando eran niños.

Detiene el paso.

Tal vez va demasiado arreglado para un paseo en el bosque. Observa sus ropas, dudando. Tal vez ni siquiera debería estar yendo a ese encuentro.

Traga hondo.

Vuelve la vista en frente y lo ve, llegando al punto acordado. Viste un traje delgado en color crema, en la mano trae una canasta de bambú. Al otro lado de la calle, se aproxima una pareja de ancianos, vecinos que conoce desde que era pequeño. La pareja le mira, le reconoce.

Inasa alza el brazo.

–Sho...

–¡Buenos días! –saluda bastante fuerte a la pareja, hace una reverencia.

La pareja se sorprende del tono, da un pequeño salto y luego ríen. Le dicen que ha crecido mucho, echan unos cuantos halagos a su apariencia y continúan su camino por la colina. Shoto no da movimiento alguno hasta verlos desaparecer en la curva, solo entonces, continúa andando, pasa de largo a Inasa e ingresa rápido al bosque.

El alfa le sigue en silencio, apenas lleva conociendo a Shoto, pero ha notado sus manías y presume que ha hecho algo que no debía.

–No puedes saludarme si hay más personas cerca. –comenta finalmente, unos metros dentro del bosque.

Comprende que no estaba tan errado a lo que creía.

–Lo siento, no sabía que era secreto.

–Te lo dije, los omegas comprometidos no hablan con alfas.

–Sí, sí, entiendo, entiendo –dice avanzando.

De pronto siente un aroma extraño. Se aproxima a Shoto, mueve la nariz a centímetros de él.

–Hueles extraño.

–Es perfume.

Se arrima a su cuello.

–Prefiero tu olor natural.

Shoto siente el vaho golpear contra su piel.

–No puedes hacer eso –un paso atrás– no puedes acercarte así a un omega que no es tu pareja.

–Lo siento. –se disculpa por segunda vez en tan corto tiempo juntos.

Silencio.

A veces solo no lo entiende. Inasa ha salido con omegas antes y ninguno le ha puesto tantos peros a un acercamiento suyo. No por eso, está en sus planes rendirse con él.

Toma su mano.

–¿Y puedo hacer esto? Digo, para no perdernos.

Shoto le clava la mirada. No es tonto como para no notar que desde su último encuentro usa excusas para tocarlo y, sin embargo, asiento dándole consentimiento.

Porque están solos y no le incomoda su tacto.

Caminan por el bosque. Los rayos de sol ingresan entre las ramas iluminando el sendero. El aire es fresco para esa hora de la mañana. El pulgar de Inasa se mueve cada tanto acariciando el dorso de su mano.

Shoto se huele a si mismo disimuladamente, el perfume no es para nada desagradable. Es frutado con notas de flores.

Mientras que él...

–¿A qué huelo?

–¿Hmp? –le mira sobre el hombro.

–Dijiste que te gusta mi olor, ¿A qué huelo?

–A otoño. –suelta rápido.

–Eso no tiene olor.

Le sonríe. Vuelve la vista al frente.

–En la ciudad que nací, había muchos arboles de Sakura. En otoño florecían junto a otras pequeñas flores silvestres y todo el campo se llenaba de sus perfumes. Tú hueles a esos otoños.

Recuerda haberle hecho una pregunta similar a Tenya tiempo atrás. La duda habría surgido cuando sintió por primera vez el aroma fuerte de Izuku, moras y yerbabuena. En esa ocasión, el alfa había respondido que su aroma era muy tenue, que era mejor así, los olores fuertes atraían personas no deseadas.

Igual que en aquella ocasión, la respuesta de Inasa no resuelve del todo su duda. Un otoño sigue siendo otoño, una estación, sin sabor ni olor. Sin embargo, eso no le quitaba merito por el halago y aunque el resto del trayecto lo hacen en silencio, lleva un bonito sentimiento consigo.

...

La caminata dura varios minutos en los que el sol se posiciona en lo más alto y la humedad del bosque incrementa el bochorno. El calor es pegajoso y el sudor recorre sus rostros. Para cuando llegan al lago, los rayos de sol brillan en el agua y las aves revoloteando muy cerca de la superficie. Recuerda haber ido un par de veces con sus hermanos, pero en sus memorias no era tan bonito como ese día.

Saca un pañuelo de su obi, seca su sudor. Siente la mirada de Inasa fija sobre él, instándole a devolvérsela.

–Cuando termines, ¿me lo regalas?

Un pañuelo con su sudor, es una prenda con demasiado de su aroma. Un alfa no debe llevar encima el aroma de un omega que no fuera suyo, es regla. Le ha enviado pañuelos suyos a Tenya y él los ha enviado también, porque, aun sin marca, son alfa y omega.

–¿Shoto? –pero, una vez más, no es su lado racional el que actúa. Extiende el pañuelo. El alfa le sonríe –gracias.

Al final, es solo una prenda, piensa, no debería significar tanto.

Inasa no pierde la sonrisa un segundo, huele el pañuelo, las feromonas están concentradas ahí. Lo dobla con cuidado y guarda en su bolsillo antes de empezar a sacar las cosas de la canasta que ha llevado. Extiende una manta en el césped, sobre ella coloca algunos aperitivos como pan, jamón y un poco de fruta que ha empacado.

–Tengo sed –informa el omega, humedeciendo sus labios resecos.

–Traje esto –canturrea feliz, muestra una botella de cerveza.

–Los omegas no beben alcohol.

–¿Alguna vez haces algo que los omegas no deban?

Shoto enarca una ceja, sin comprender si es solo sarcasmo o va en serio. Es decir, está ahí, con un alfa que no es su prometido.

–Solo pruébalo –Abre la botella y se la entrega –no tienes por qué terminarlo, solo un sorbo.

–No hay vasos.

–Tómalo de la botella.

Duda un instante.

"–El día que estés marcado, criando a diez hijos y aburrido de solo haber conocido a un alfa en tu vida, te acordaras de este día."

Eso no debería aplicar solo a alfas, sino a distintos aspectos de su vida que desconoce por seguir normas impuestas por la familia y sociedad.

Exhala hondo.

Coge la botella y observa por el pequeño orificio, el líquido espumoso se mueve dentro, su aroma es bastante fuerte. Acerca los labios, bebe.

Su rostro se contrae por el sabor amargo de la cebada.

–Vamos, no esta tan malo. –Palmea su espalda– dale otro sorbo.

Shoto respira hondo.

Vuelve a beber.

Esta vez, con más ganas, buscando aplacar la sed al menos.

...

–¿Estás bien?

–Me siento mareado.

–Deberías comer un poco más –rompe un pedazo de pan y se lo entrega, Shoto entorna los labios. Inasa no pierde oportunidad de alimentarlo. –¿Quieres acostarte un momento?

Asiente.

Se acuesta de lado sobre la manta, con el bosque dándole vueltas, resultado de beber media botella demasiado rápido. Inasa toma ventaja de su estado y acuesta a su lado, cerca, centímetros más de lo permitido. Huele su aroma, aunque este escondido bajo ese perfume artificial que se ha aplicado.

–Hueles a mar. –murmura Shoto.

Aquello le toma por sorpresa. No pensaría que el omega se hubiera tomado la molestia de descifrar su aroma.

–¿Te gusta?

–No me desagrada.

Para él, es suficiente esa respuesta.

Se aproxima un poco más.

–¿Puedo olerte?

Shoto cierra los ojos, murmura algo muy bajito. Inasa acerca su rostro al cuello de él, rosa la nariz en su mandíbula ocasionándole un escalofrió.

–No...no hagas eso.

El alfa desacata la orden. Olfatea sin pudor su cuello, restriega su nariz desde el lóbulo de su oreja hasta donde la yukata le permite llegar en su pecho. En ese punto, su aroma es más nítido, sin perfumes artificiales. Inasa puede sentirlo incluso en su paladar y, subiendo dos peldaños de confianza, lame su barbilla.

–No hagas eso –Repite, alejándole con una mano.

Vuelve a acostarse a su lado. Frente a frente, sintiendo la respiración del otro golpear en sus rostros.

–¿Puedo besarte?

Shoto abre los ojos. Esta cerca, más de lo habitual. Le mira directo, baja por sus pómulos, el puente de su nariz, labios.

El alcohol inhibe ciertos criterios.

Asiente.

Inasa sonríe victorioso. Apoya un brazo en el suelo, alza su cuerpo y deja un beso en la frente del omega. Aquello, es mucho más de lo que hubiera esperado de ese día. Sin embargo, pronto sabe que aún puede esperar más, cuando antes de que vuelva a su lugar, Shoto jala de su camiseta y sus labios se juntan.

Es un golpe tosco, Inasa debe apoyar el otro brazo para no caer con fuerza sobre él; pero al omega parece no importarle lo brusco del primer contacto, entorna los labios haciendo presión en los de Inasa. El alfa se sorprende que sea Shoto quien este tomando la iniciativa, mas no lo detiene y acompasa su ritmo. La lengua tibia del omega ingresar a su boca despertando tantas sensaciones en él que no sabe a ciencia cierta si es el alcohol o las feromonas las que lo ocasionan. Shoto ahoga un suspiro en sus labios y entrelaza los brazos alrededor de su cuello.

No es su primer beso, pero sí el primero que percibe con feromonas de promedio.

Un beso con sabor a otoño y mar.

...

El regreso es tan silencioso como la ida, con la diferencia de que ahora una bruma de incomodidad les envuelve.

El licor ya ha perdido efecto, dando paso a la vergüenza y Shoto siente que quiere esconder su rostro en algún agujero. Para suerte suya, Inasa solo ha tomado su mano y camina delante suyo, por lo que puede evitar verle al rostro.

Aun así, sus mejillas queman cada que recuerda el beso acalorado que se han dado antes. Pensar que ha sido él quien ha incentivado el acto.

De pronto, Inasa detiene su andar.

–Llegamos.

Asoma la mirada, están a unos metros de la calle que sube a su casa.

–Yo salgo primero.

Suelta la mano de Inasa, pero él coge la manga de su yukata.

– ¿Puedo... besarte?

Sí.

–Debo irme.

Sale rápido del bosque, peleando con la maleza en su camino. Cruza con unos vecinos a los que no presta atención, mantiene su paso firme y raudo hasta casa. El corazón le late desbocado, como si sus pensamientos se hubiera hecho realidad, como si el segundo beso se hubiera concretado. No puede creer que su mente haya sido tan ágil en responder sin alcohol de por medio que manipule sus decisiones.

Está mal.

No es correcto lo que hace y piensa.

Pero por más que la culpa le embargue, no puede evitar ese hormigueo de emoción que le recorre cuando la brisa húmeda le rosa. Cuando el aroma a mar inunda sus sentidos.

Al llegar a casa, aún está acelerado.

–¿Shoto? –es su madre –¿Te encuentras bien?

–Sí – contesta al paso, sube la escalera saltándose pasos.

Cruza su habitación con la misma velocidad con la que ha ido hasta su hogar, abre la puerta hacia el balcón y se detiene al tocar el muro bajo con las manos. El viento soplando su cabello hacia atrás. La brisa a mar inunda sus pulmones y sus ojos, solo buscan el bote de Inasa.

...

Le toma días volver pensar en asomarse al malecón y se la pasa en la habitación con las cortinas cerradas, sin querer levantar sospechas de que anda ahí dentro, observando el muelle entre la abertura de la tela.

El tiempo, solo ha acentuado más la vergüenza que siente. Cosa que no ha sucedido cuando se ha besado antes con Tenya, quizás, tomándolo de manera más natural, incluso como una obligación que partía del compromiso mientras que ahora... rememora ese beso cada minuto.

Nunca ha sucedido aquello con Tenya y no sabe si se deba al alcohol o el recuerdo lejano de que su ultimo beso fuera hacia tantos meses.

Toca sus labios, baja por su barbilla, recorre su cuello; todo pedazo de piel que el alfa ha rozado en su cita ahora padece la ausencia de su tacto.

–Oh –se sorprende Fuyumi, entrando a su habitación sin aviso– estabas aquí.

–¿Dónde más estaría?

–No lo sé –camina hacia su tocador, tomando el estuche de las agujas– solo que los últimos días saliste seguido con Izuku y pensé que estarías con él.

Izuku, su cuartada perfecta, aunque solo la ha usado el día del bosque. Una mentira que fácilmente podría usar otra vez y nadie sospecharía. Durante años, ha sembrado confianza a su alrededor, ha obedecido con la cerviz baja todo lo que se le ha impuesto.

Su comportamiento siempre ha sido el esperado.

–Sí... –murmura –Creo que iré a verlo un momento.

Y, por una vez más, quiere hacer lo incorrecto.

...

Camina por las calles con otro de los yukatas bonitos y sobrios que le ha regalado Tenya. Esta vez no lleva perfume y ha procurado marcar su ropa con feromonas antes de ponérsela. Siente como si el instinto o algo más estuviera tomando el mando de su vida, menos su lado consciente. A lo mejor, y un pequeño Izuku habita en su mente y le hace actuar de esa manera. Como fuera, no piensa detenerlo y camina impaciente hacia el malecón.

Sin embargo, se detiene al llegar.

Los nervios recaen sobre él. Muerde su pulgar dando vueltas, buscando razones para no continuar con ello, que son varias.

Ha mentido.

Tiene un prometido.

Pero las palabras de Izuku rondan su mente otra vez.

Exhala fuerte... bien, si va seguir una vida que no eligió, al menos que las malas decisiones sean suyas. Baja las manos y sale a la calle principal. Sus ojos buscan entre las personas y rápidamente le ve, juega cartas junto a un grupo de pescadores.

Sus miradas apenas cruzan, Shoto continúa avanzando.

Le oye disculparse, dejar su turno de lado y luego, sus pasos están tras él. Shoto ingresa por una de las callecitas que dan al malecón. A penas y hay personas, Shoto lo sabe, ha vivido en esa ciudad toda su vida.

Camina por lo que a Inasa se le hace un laberinto hasta que llega a un callejón sin salida y se detiene.

–¿Esto es lo suficientemente oculto? –inquiere con sarcasmo.

Shoto gira a verlo.

Asiente.

Inasa se acerca despacio, toma las manos del omega, las acerca a su rostro, baja por su cuello y las deja reposar ahí. Luego, le coge de la cintura, afirmándole el cuerpo contra la pared tras él. Se aproxima despacio, dándole tiempo de detenerlo si aquello no es lo que quiere. En la misma velocidad, es que desciende el rostro.

Lento y pausado.

Tanto, que a Shoto le desespera.

Se pone en puntillas y le besa.

El segundo beso de muchos más.

...


Nota de la autora:

Olvide mencionar que la historia estaba ambientada en los años 50 aprox.

Gracias por los favs!